Apeps

En los mismos territorios donde hoy se matan diariamente sirios, iraquís e iraníes, hace más de cuarenta siglos, los babilonios y los mesopotamios que habitaban dichos territorios durante es época idearon un sistema que beneficiaría a los mercaderes de aquellos tiempos. Dicho sistema, que en nuestro tiempo se conoce como préstamo y aseguramiento, consistía en financiar a las caravanas que transportaban granos y especies de un lado y sedas y joyas del otro.

Según los historiadores, los financistas de tales operaciones entregaban sumas de dinero a los mercaderes, y estos dejaban terrenos, cabezas de ganado y edificios como garantía de la cancelación del crédito. Paralelamente, otros empresarios con iguales pretensiones y similares pedidos de garantías, avalaban las mercaderías, ejecutando las garantías en caso de pérdida de la mercadería, sea por robo, por naufragio o por cualquier fenómeno natural.

El sistema duró en su forma original hasta el Renacimiento, época en la cual las ciudades situadas en el norte de Italia y en los Países Bajos enriquecieron de tal manera que pudieron destinar enormes capitales a la tarea de financiar las caravanas de riquezas procedentes del Este, y protegerlas de pérdidas y de mermas mediante los seguros creados ad hoc.

A partir de entonces, dichas prácticas comerciales se transformaron en industrias dedicas a prestar dinero, a cuidarlo y a transformarlo en nuevo capital de trabajo. De esa forma, las jóvenes industrias se pusieron en la cola de los grandes conglomerados lanzados a la conquista del mundo.

 

Préstamos y seguros: dos industrias seguras

Con la llegada de la Revolución Industrial, el transporte de bienes manufacturados y de combustible sólido y líquido, léase carbón y petróleo, se convirtió en un flujo diario y constante en todos los mares, constituyéndose en un negocio en crecimiento exponencial. Así, mientras los productores de petróleo se consorciaron en un club llamado “Las siete hermanas”, que dominó nuestras economías hasta bien entrados los años setenta, las compañías aseguradoras se dedicaron a expandir sus negocios desde la protección de los navíos y de sus cargas hasta la creación de los seguros de salud, de asistencia médica, de curación y de hospitalización, los cuales convirtieron a ese rubro económico en el más rentable de todos, sobre todo cuando los directorios de los bancos y los de las compañías aseguradoras se entremezclaron, organizándose en verdaderos oligopolios de todos los servicios que tienen que ver con el dinero.

Hace unos días, Mariana Alegre, la periodista especializada en temas urbanísticos dijo en un diario local que, a los dos años de descubrir que una parte de su cuerpo estaba ocupada por un tumor canceroso muy maligno, las medicinas que lo atacaron y salvaron su vida están a punto de ser excluidas de la lista de medicamentos oncológicos, porque las compañías aseguradoras que se comprometieron por contrato a ayudarla a combatir cualquier enfermedad oncológica habían obtenido un fallo judicial que las exoneraba de tal obligación.

“Enfrentarse al cáncer o a cualquier otra enfermedad catastrófica ya es lo suficientemente difícil como para tener que lidiar, además, con obstáculos económicos”, dijo Mariana Alegre en un tuit donde reseña su lucha contra el cáncer y los poderes económicos que impiden que las grandes compañías aseguradoras cumplan con sus contratos.

(Un caso de la vida real)

La salud de don Carlos (60 años) se deterioraba con rapidez. Era cuestión de tiempo para que el cáncer de próstata que lo aqueja tomara rumbos insospechados. Se debía actuar ya, pero tenía un serio obstáculo: el medicamento Olaparib, ordenado por su oncólogo, no estaba disponible para él. ¿La razón? El seguro privado le negaba el producto porque alegaba que “no está incluido en la cobertura de su póliza. 

Claramente, querían desconocer lo que dice la Ley Nacional del Cáncer y su reglamento, especialmente el artículo 7 y el numeral 7.2, que precisa: “Las Iafas (Instituciones Administradoras de Fondos de Aseguramiento en Salud) privadas deben asegurar la integridad de la cobertura oncológica en las pólizas de seguros de salud, incluyendo los tratamientos reconocidos en las guías de prácticas clínicas internacionales, sin perjuicio de la condición del estudio clínico”.

Don Carlos buscó apoyo legal y logró que la aseguradora lo escuche. Luego de unos días, esta le ofreció financiar parcialmente el producto, con lo que seguía incumpliendo la ley. El paciente insistió y recién después de amenazar con hacer público el caso, la entidad aceptó comprar el producto, que le permite enfrentar de la mejor manera la enfermedad.

Como don Carlos, hay decenas de pacientes abandonados a su suerte, y podrían convertirse en miles y decenas de miles si no hacemos algo pronto. Muy pronto.

Al menos 21 medicamentos oncológicos aprobados por agencias sanitarias internacionales no están cubiertos por las aseguradoras que venden pólizas de salud en el país. A pesar de que las aseguradoras ofrecen seguros oncológicos integrales, muchos contratos incluyen excepciones que resultan en gastos adicionales de bolsillo para los pacientes y sus familias. Aquí se enumeran algunos de los medicamentos contra el cáncer que actualmente no están cubiertos:

Viviana Rodriguez

En las dos últimas décadas, se han desarrollado innovadoras medicinas contra el cáncer, como terapias biológicas, inmunoterapias y terapias celulares. Esto ha llevado a que los sistemas sanitarios de muchos países evalúen su costo y beneficio para incorporarlas en sus protocolos terapéuticos y compras públicas. Sin embargo, la mayoría de estos fármacos tienen altos precios debido a que son producidos por uno o pocos laboratorios y están protegidos por patentes. Por ejemplo, el costo de cada ampolla de trastuzumab, usada en terapias de cáncer de mama, oscila entre 1.800 y 5000 soles; una ampolla de bevacizumab, prescrita para el cáncer de colon, varía entre 700 y 3300 soles; y la unidad de ibrutinib, usada en tratamientos para leucemia, cuesta entre 500 y 800 soles.

En 2020, el Ministerio de Salud del Perú reconoció en un informe que el país tenía un retraso de 20 años en la actualización de las guías terapéuticas contra el cáncer. Recién en 2023, el Seguro Integral de Salud comenzó a cubrir algunos medicamentos oncológicos innovadores, como el ribociclib, usado contra el cáncer de mama.

El cáncer es una de las principales causas de muerte en Perú, con tasas de incidencia en aumento tanto en hombres como en mujeres. En 2023, se diagnosticaron más de 70 mil nuevos casos, y se estima que para 2025 más de 81 mil peruanos necesitarán tratamiento y cuidados paliativos.

El costo de una terapia oncológica en Perú sin seguro puede variar entre 200 mil y 450 mil soles, dependiendo del tipo y la etapa del cáncer, una cifra difícil de afrontar para la mayoría de las familias peruanas.

Víctor Palacios Dongo, exdirector de Prevención y Control de Cáncer del Ministerio de Salud, señala que el interés económico del sector privado es la razón por la que algunas aseguradoras no cubren ciertos medicamentos oncológicos innovadores, a pesar de que estos han demostrado su eficacia y cuentan con la aprobación de agencias regulatorias internacionales como la FDA, EMA, y Digemid.

Palacios Dongo se muestra sorprendido de la actitud de las aseguradoras, ya que en otros países sí cumplen con la ley y cubren estos medicamentos. Por su parte, la Asociación Peruana de Empresas de Seguros (Apeps) afirma estar a favor de financiar tratamientos oncológicos, siempre que estos sean certificados.

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Las compañías dedicadas a brindar atención privada de salud a cambio de un pago fijo mensual, y que están agrupadas en la Asociación de Entidades Prestadoras de Salud (Apeps), han presentado una demanda en la Corte Superior de Justicia de Lima para conseguir una modificación en el reglamento de la Ley de Cáncer. En síntesis, lo que pretende ese gremio es incumplir legalmente los contratos firmados entre los clientes y sus representadas para que la cobertura de los medicamentos oncológicos de última generación no sea obligatoria.

De esa forma, los pacientes que pagan carísimas pólizas privadas quedarían sin la cobertura integral que sus contratos les garantizan.

Asesoradas por los estudios de abogados donde trabajan los profesionales más mañosos de Lima, las empresas prestadoras de salud pretenden modificar un párrafo del reglamento de la Ley de Cáncer que dice: “Las instituciones administradoras de fondos de salud privadas deben asegurar la integridad de la cobertura oncológica en sus pólizas, incluyendo los tratamientos reconocidos en guías de prácticas clínicas internacionales, sin perjuicio de la condición del estudio clínico”.

Lo que busca este grupo de aseguradoras es que no se les exija cubrir todos los fármacos oncológicos. Su argumento es que solamente cubren medicinas certificadas en países con alta vigilancia sanitaria, pero no aquellas sin evidencia clínica comprobada. Además; cuestionan que sólo a ellas se les exige cubrir esas medicinas, pero no a los sistemas de aseguramiento integral, como el SIS. Increíble, pero cierto: las aseguradoras pretenden equipararse al Sistema Integral de Salud, sabiendo que el SIS apenas entrega Paracetamol y otros medicamentos genéricos en sus paupérrimas farmacias.

La mejor defensa es el ataque 

Tan antiguo como el hombre, el cáncer, como sostiene el biólogo español Carlos López Otín en su libro “Egoístas, inmortales y viajeras. Las claves del cáncer y sus nuevos tratamientos”, es una enfermedad de los genes en el planeta de los genes. “Esta enfermedad causa la transformación celular en virtud de la cual una célula normal se convierte en una entidad egoísta que crece sin freno, inmortal que no escucha las señales de muerte recibidas por las células dañadas, y viajeras capaz de abandonar su tejido de origen y colonizar otros territorios para formar la metástasis”, escribe el científico ibérico con conocimiento de causa.

Como lo dice el subtítulo de nuestro artículo, en el cáncer, al igual que en casi todos los deportes conocidos, la mejor defensa es el ataque, por lo que los científicos y los médicos especialistas coinciden en buscar permanentemente nuevos medicamentos contra la enfermedad, que sean más efectivos, menos dañinos para los tejidos y los órganos sanos y cada vez más baratos que cuando ingresaron al mercado tras haber pasado todos los controles de los mecanismos de supervisión.

Esa lucha sin cuartel contra la enfermedad más antigua y más cruel, obliga a los pacientes de seguros privados y a los de la seguridad pública a mantenerse a la espera de poder recibir ese medicamento. Sin embargo, cinco de las seis prestadoras privadas de salud han acudido a juzgados civiles solicitando que estos entes obliguen a cambiar un párrafo del reglamento de la Ley del Cáncer para evitarle supuestos sobrecostos a las compañías aseguradoras, y ganándose los bonos de éxito prometidos por sus gerentes.

En «A través del espejo», de Lewis Carroll, la Reina Roja le dice a Alicia que el mundo cambia tan rápido bajo sus pies que, para quedarse en un lugar, no puede dejar de correr. Esa es nuestra situación con el cáncer o con cualquier otra enfermedad que tenga como desenlace la muerte, pues estamos obligados a seguir corriendo con el único fin de mantenernos en el mismo sitio.

Pero el cáncer sigue siendo una enfermedad mortal y para el mieloma múltiple –un tipo de cáncer de la sangre– no hay tratamiento que lo cure por sí solo y completamente: este sigue siendo una enfermedad terminal. Pero tal y como ocurre con la leucemia mielógena crónica (LMC), el juego del gato y del ratón con el cáncer ha extendido la supervivencia de los pacientes, en algunos casos de manera sorprendente. En 1971 alrededor de la mitad de los pacientes diagnosticados con mieloma múltiple morían dentro de los veinticuatro meses posteriores al diagnóstico, mientras que la otra mitad no vivía más de diez años, pero para el 2008 cerca de la mitad de todos los pacientes de mieloma tratados siguieron vivos al cabo de cinco años.

En un sentido más general, el síndrome de la Reina Roja –moverse intensamente para mantenerse en el mismo lugar– se aplica a sí mismo en todas las batallas contra el cáncer, incluidas su detección y prevención. En 1948 los epidemiólogos identificaron en Framingham, Massachusetts un grupo de unas cinco mil personas que vivían allí, para estudiar año tras año su comportamiento, sus interrelaciones y sus enfermedades. El conjunto de estos datos ha dado origen a una multitud de estudios sobre el riesgo y la enfermedad como por ejemplo el vínculo entre el colesterol y los ataques cardíacos se estableció formalmente ahí, al igual que la asociación del accidente cerebrovascular y la hipertensión. Pero también fue un estudio de una transformación conceptual del pensamiento. Habitualmente los epidemiólogos miden los factores de riesgos de las enfermedades crónicas no infecciosas estudiando el comportamiento de los individuos. Sin embargo, se hicieron una pregunta muy importante y diferente: ¿podría ser que el verdadero origen del riesgo no estuviera en las conductas de los actores individuales, sino en las interconexiones sociales? 

Los elefantes y el genoma p53 

Los elefantes, no solo nos sorprende porque es el único mamífero que posee cuatro rodillas, sino también porque su genoma p23 es capaz de multiplicarse 20 veces (los humanos solo contamos con una) para reparar y eliminar las células antes que se conviertan en un tumor. Y es así como se convierte en la especie con mayor resistencia a este terrible mal el hombre: un mono químico Somos simios químicos y hemos empezado a hilar un nuevo universo químico a nuestro alrededor y así sumerjamos nuestras células en sustancias benditas pues alguna de ellas seguirán siendo carcinógenas. Y aunque no podemos hacer que el mundo desaparezca, nuestra tarea es estar vigilantes para distinguir los auténticos carcinógenos de las circunstancias inocentes y útiles.

El cáncer en el fin del siglo pasado plantea dos desafíos el primero es el biológico que implica aprovechar el conocimiento científico para desterrar a esta horrible enfermedad y el segundo es desafío social que implica a obligarnos a enfrentar nuestras costumbres, rituales y comportamientos situados en la periferia de nuestra sociedad o de nosotros mismos, sino en los núcleos que los definen: lo que comemos y bebemos, lo que decidimos producir y nuestra manera de envejecer.

Aseguradoras se niegan a pagar nuevas medicinas oncológicas

Según Adolfo Dammert, presidente de la Liga Peruana de Lucha Contra el Cáncer, el requerimiento judicial de las aseguradoras para modificar el reglamento de la Ley del Cáncer busca modificar una norma que salva vidas.

A decir del mismo Dammert, hasta la fecha son más de veinte los medicamentos biológicos contra el cáncer que no están cubiertos por cinco de las seis más importantes aseguradoras. A ello, sumémosle los nuevos fármacos que esas compañías quieren retirar de sus pólizas, lo cual dejaría a miles de peruanos sin la posibilidad de luchar contra esta enfermedad. Pero, al final, la última palabra la tendrá la Primera Sala Constitucional de la Corte Superior de Justicia de Lima.

Desde las autoridades estatales, es preciso señalar la posición de la doctora Essy Maradoegue, directora ejecutiva de la Dirección de Prevención y Control de Cáncer del Ministerio de Salud (Minsa), quien sostiene que “la norma que se encuentra publicada desde 2022, que es el reglamento de la Ley Nacional del Cáncer, es muy clara, y es la 7.2, que indica que las pólizas privadas deben asegurar la integridad de la cobertura oncológica en las pólizas de seguro de salud que incluyan los tratamientos reconocidos en guías de práctica clínica internacionales sin perjuicio de la condición del estudio clínico, es decir, estos estudios clínicos están condicionados a guías de práctica clínica que, para los entendidos en el tema de cáncer, son documentos con un sustento muy contundente que beneficie a los pacientes”.

Junto a decenas de especialistas en el tema, coincidimos en lo siguiente: “el cáncer es una enfermedad sumamente costosa y, si el Estado cede ante estas aseguradoras, de no exigirles costear los medicamentos innovadores, será prácticamente imposible vencerla, o, por lo menos, combatirla.

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