Congregación religiosa

[EL DEDO EN LA LLAGA] Según se cuenta en la página web de la rama peruana de la congregación, el P. Natili tuvo que dejar su tierra natal en 1870 debido a los vientos revolucionarios que soplaban en Italia, trasladándose a Múnich, donde en 1874 entraría a trabajar junto con Mons. Angelo Bianchi como secretario de la Nunciatura Apostólica.

«Más adelante en el año 1890 conmovido por la dura realidad que afrontaban los pobres y enfermos de Alemania en tiempos de pos-guerra [en referencia a la Guerra Franco-Prusiana de 1870 a 1871] fundará una congregación religiosa femenina que se dedicará completamente a manifestar a los enfermos y pobres la misericordia y el amor de Dios. […] El P. Natili, como buen conocedor de medicina y ejercitando su ministerio religioso, estuvo siempre al servicio de los enfermos pobres. Haciendo uso del ingenio que poseía, llegó a alcanzar buen prestigio, tanto así que la fama de sus curaciones, realizadas gracias a los medicamentos naturales, lo hizo familiar a muchos adinerados quienes recompensaban sus servicios».

Lo que no dice la página web es que Natili era seguidor de las ideas del conde Cesare Mattei (1806-1896), iniciador de la electrohomeopatía y elaborador de productos naturales de tan dudosa efectividad como su pseudociencia. “Vendedor de sebo de culebra”, se diría en el Perú.

«Por la popularidad adquirida y por su obra (habiendo también fundado casa para los pobres y las religiosas) el P. Natili se gana la envidia y la enemistad de los médicos y de los padres alemanes, los cuales basándose en calumnias abren un proceso donde lo acusan por abuso en el ejercicio de la medicina. Este proceso termina con el decreto de la expulsión del P. Pedro Natili de Baviera y por ende de Alemania. Es así como tiene que regresar a Italia, su tierra natal».

En 1900 lo encontramos de regreso en Roma.

«Fueron muchas las contradicciones que acompañaron el camino del P. Natili, pero lo más terrible y fuerte que él jamás hubiera podido esperar llegó de manos de su superior en el mes de agosto de 1904. Es mediante una carta en donde éste le dice con duras palabras que desde hace mucho tiempo está ya fuera de la orden. Esta cruda e incomprensible realidad sumirá su corazón en un profundo dolor, llevándolo a pasar noches enteras en medio de lágrimas y desconsuelos. La congregación a la que él había dedicado toda su vida, hoy después de 50 años lo echaba fuera sin explicación alguna de esta separación. […] A la mañana del 16 de febrero de 1914, contando Pedro Natili con 71 años, se fue apagando poco a poco su vida. Ésta fue la vida de un hombre que, respondiendo al llamado de Dios, sembró la semilla del Evangelio en muchos corazones; un hombre que, con su ejemplo de entrega y servicio, manifestó el amor misericordioso de Dios a sus hermanos, especialmente en los pobres y enfermos, en quienes descubrió el rostro de Cristo sufriente».

Hasta aquí los extractos de la biografía del P. Natili, que probablemente será modificada o eliminada de la página web en un futuro cercano, pues la verdad que ha salido a la luz es otra. Es la misma congregación la que ha tomado las riendas para conocer sin filtros el pasado de su fundador. Y esto por iniciativa de Regina Pröls, la superiora general residente en la sede en Alemania, donde las religiosas son conocidas como las Franziskusschwestern von Vierzehnheiligen (Hermanas Franciscanas de Vierzehnheiligen), en alusión a la Basílica Vierzehnheiligen (Catorce Santos) en Bad Staffelstein (Alta Franconia, Alemania), en cuyo terreno tienen su casa madre las hermanas de esta congregación de derecho diocesano del arzobispado de Bamberga, la cual cuenta no sólo con comunidades en el Perú sino también en la India.

La investigación de la historia de la congregación, sobre todo en su etapa fundacional, se realizó en colaboración con la Universidad de Ratisbona y con el acompañamiento de la teóloga Barbara Haslbeck, colaboradora académica del proyecto de investigación “Violencia contra mujeres en la Iglesia católica”. Y lo que salió a luz revela el lado oscuro del fundador, llenando de grietas la historia oficial que se mantenía sobre él. Pietro Natili había sido un abusador sexual, según hechos documentados ocurridos entre 1885 y 1899, y este habría sido el motivo por el cual fue expulsado en 1900 de Baviera.

Según declaraciones de la superiora general Regina Pröls al portal informativo katholisch.de, a partir de los archivos históricos se descubrió que el Padre Natili abusó sexualmente de tres religiosas y de otra mujer muy cercana a la congregación. Sin embargo, también se presume que habría un número desconocido de víctimas adicionales. Tal como consta en los registros judiciales, una mujer casada que fue a confesarse con él quedó embarazada. Según la denuncia, el P. Natili le administró una sustancia que provocó un aborto meses después. Posteriormente esta mujer tuvo otro hijo con él. Natili justificó su abuso mediante sus conocimientos médicos. Disfrazaba sus acciones como exámenes médicos. Dado que también era el confesor espiritual de la comunidad de hermanas, se ha de suponer una conexión entre el abuso espiritual y el abuso sexual.

El tribunal no pudo probarle ninguna de estas imputaciones y el caso fue archivado. Esto se debió a que, a juicio del tribunal, no había pruebas suficientes, además de los plazos de prescripción y el hecho de que la legislación de la época solo reconocía la violencia sexual contra las mujeres bajo ciertas condiciones. Eran acusaciones para las cuales no se tenían pruebas en el sentido legal. Nunca hubo una condena del sacerdote, ni por abuso sexual ni por sospecha de aborto. No hay escritos ni correspondencia de las hermanas al respecto. Lo que que se sabe hasta ahora proviene exclusivamente de los archivos judiciales. Sin embargo, se ha de notar que la Oficina Real del Distrito de Múnich escribió en ese momento que las mujeres víctimas eran dignas de fe y que se les creía.

Concluye Regina Pröls:

«Me horroriza el poder que debe haber tenido el Padre Natili, de modo que las afectadas, que tuvieron que pasar por todo esto, no pudieron liberarse de él y se quedaron en la comunidad. Debe haber existido una dependencia extrema para que esto sucediera. También debe de haber habido hermanas que encubrieron sus acciones y apoyaron así el sistema de abuso porque le eran leales. En aquel entonces, él era el confesor de las hermanas».

¿Qué sucedió con el Padre Natili después del juicio? Si bien penalmente no se le pudo probar nada, debido a su nacionalidad italiana finalmente fue «expulsado en consideración al bienestar público», según se indica en los documentos del Reino de Baviera. El Padre Natili luego se trasladó a Austria y posteriormente a Italia, donde fundó un seminario para muchachos y falleció en 1914. Incluso en las últimas semanas de su vida algunas hermanas de Múnich fueron a cuidarlo hasta su muerte.

La confrontación con sus orígenes ocupa a las Hermanas Franciscanas desde el año 2020. Es la primera vez en Alemania que una congregación religiosa toma la decisión de hurgar en el pasado para conocer la verdad, aunque ésta sea incómoda y vergonzosa. «Porque sólo quien conoce realmente su pasado tiene un futuro y puede configurarlo libre de violencia», ha recalcado la superiora general Regina Pröls.

«A pesar de todos los aspectos oscuros en la historia de nuestra comunidad, también existen aspectos luminosos. Sabemos que muchas cosas buenas sucedieron en los primeros días de nuestra historia religiosa gracias a nuestras hermanas. La comunidad de aquel entonces también podría haberse desmoronado. Hoy sabemos: ¡eran mujeres fuertes! No se rindieron y, a pesar de todo, se dedicaron al servicio de los enfermos y cultivaron su vida espiritual. Donde hay sombras, también debe haber luz, y viceversa».

No es la primera vez que la visión idílica de un fundador se derrumba ante evidencias históricas. Ocurrió con el P. Marcial Maciel (1920-2008), fundador de los Legionarios de Cristo, en los últimos años de su vida, a quien sus seguidores consideraban un santo y de quien también se decía que había tenido que pasar por sufrimientos e incomprensiones.

Algo semejante se dijo del P. Josef Kentenich (1885-1965), fundador del Movimiento Schönstatt, cuando el Vaticano le ordenó en 1951 separarse de su obra y abandonar Europa, exilio que cumplió en Milwaukee (Estados Unidos) de 1952 a 1965, cuando regresó a Alemania. Sin embargo, después de la apertura de los archivos de la época de Pío XII a principios de julio de 2020, se hizo público que las razones detrás del destierro de Kentenich no eran únicamente diferencias teológicas, sino que el Santo Oficio lo estaba sancionando por abuso sistemático de poder en perjuicio de las religiosas de Schönstatt. Según la historiadora de la Iglesia Alexandra von Teuffenbach, quien hizo pública esta información, estos abusos también incluían casos de abuso sexual.

Si la Iglesia católica ha canonizado a personajes tan cuestionados como Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975), de cuyas pregonadas virtudes hay legítimas dudas, y al Papa Juan Pablo II (1920-2005), de cuyos actos encubridores de abusadores sexuales de menores van apareciendo cada vez más evidencias, la necesidad de investigar el pasado se hace cada vez más acuciante y necesaria. Pues el sistema eclesiástico que facilita y permite los abusos, y garantiza a los abusadores protección e impunidad, no es cosa sólo del siglo XX o del siglo XXI. Existe y se mantiene en pie desde hace siglos.

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