Guerra del Pacífico

[EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS] Entre el jueves 24 y el sábado 26 de agosto se realizaron en la ciudad de Tacna las II Jornadas Históricas Tacna y Arica después de la Guerra del Pacífico, organizadas por el Instituto Riva Agüero de la PUCP, el Departamento de Humanidades de la misma casa de estudios, la Universidad Jorge Basadre de Tacna y el Archivo General de dicha localidad, bajo la dirección de la destacada narradora Giovanna Pollaloro. Fueron tres intensas jornadas en las que académicos de diferentes edades y distintas áreas del conocimiento sacaron a la luz documentos inéditos, así como mostraron al público asistente aspectos desconocidos respecto de una relación que el premio nacional de historia de Chile, Dr. Sergio Gonzáles Miranda, en conferencia magistral, definió como transfronteriza.

En realidad, el vínculo entre dichos ciudad y puerto fue transfronterizo desde antes de producirse la Guerra del Pacífico, pues en décadas previas su población, incluida la de la provincia de Tarapacá, tenía un alto componente demográfico chileno y boliviano, y por ello, debe ser pensado, hasta hoy, incluyendo a la ex provincia salitrera y a sus zonas altoandinas que contienen la triple frontera peruano, chilena y boliviana.

Fueron muchos los temas abordados en el Congreso y el difícil periodo de la ocupación chilena no podía estar ausente. Sin embargo, este fue enfocado desde múltiples perspectivas: la administración de justicia, sus aspectos demográficos, la mortalidad infantil, las visiones del cautiverio desde la prensa escrita, e inclusive manifestaciones artísticas y musicales como las publicadas en El Cancionero de Lima y las grabaciones de valses polkas y marineras con contenido patriótico que, en 1911, registrasen el legendario dúo criollo Montes y Manrique con el sello Columbia en New York. No faltó tampoco una mesa dedicada al rol de la mujer durante este difícil periodo histórico, así como dos destacadas ponencias dedicadas a las figuras de Dora Mayer y Clorinda Matto de Turner.

Hacernos cargo del dolor

Tratar a Tacna y Arica después de la Guerra del Pacífico, en tanto que periodo histórico dista de ser sencillo, como no pueden serlo ni una guerra que implica la anexión del territorio de un Estado vecino, ni la ocupación de parte de él durante 50 años. Eventos así dejan huellan y nos equivocamos mucho si pretendemos dejarle al tiempo, ¡pobre tiempo!, la responsabilidad de sanar estas heridas él solo.

Los estados que han vivido el trauma de una guerra fratricida y una larga ocupación militar han sanado sus heridas gestionando su pasado desde políticas estatales binacionales mantenidas en el tiempo. Por ello, en la II Jornadas Históricas se dedicó una mesa al análisis de la enseñanza escolar de la historia de la Guerra del Pacífico en la que cuatro académicos, dos peruanos y dos chilenos, coincidieron en lo cerca que se encuentran nuestras narrativas escolares de las historias épicas del siglo XIX, las que exaltan las hazañas de héroes militares, y lo lejos que se encuentran de la reflexión madura de un acontecimiento con la intención de que no se repita jamás.

Entre las ideas vertidas al respecto, se expuso la importancia de que los docentes pudiesen hacerse cargo del daño generado por la guerra, así como se planteó la necesidad de un gesto chileno de solidaridad hacia el Perú y hacia el dolor que la ocupación y los excesos del conflicto le causaron a nuestra sociedad, como base para una política de reconciliación más amplia que nos permita resignificar el pasado y relacionarnos de manera distinta con él y a través de él.

Mesa “Abordajes pedagógicos en torno al conflicto Tacna – Arica”, figuran de izquierda a derecha Daniel Parodi (Perú) Patricio Rivera (Chile) José Chaupis (Perú) Carlos Cortés (Chile)

A manera de conclusión

II Jornadas Históricas Tacna y Arica después de la Guerra del Pacífico ha sido un éxito rotundo y está destinada a convertirse en el gran espacio anual de encuentro peruano-chileno. Por ello, sugerimos a sus organizadores ampliar las miras a los aspectos sociales, comerciales, económicos e internacionales presentes de la relación bilateral. Nos referimos, por ejemplo, a tratar y problematizar el paso fronterizo entre Tacna y Arica -transitan más de cuatro millones de personas por año-  que toma demasiado tiempo, o las actuales relaciones sociales y comerciales entre tacneños y ariqueños, las que son estupendas; la positiva situación de la migración peruana en Chile, principalmente en Santiago; el análisis conjunto de las relaciones internacionales, incluida la Alianza del Pacífico, los intercambios comerciales, las inversiones bilaterales y los TLC, así como, reiteramos, las políticas que son necesarias para hacernos cargo y gestionar el pasado doloroso, para que no duela más y deje una enseñanza ejemplificadora para las nuevas generaciones.

Desde esta columna felicitamos a la Pontificia Universidad Católica del Perú, por este enorme esfuerzo para contribuir con la integración de dos países que, desde que se fundaron como tales, se necesitaron y se necesitan el uno al otro.

p.s. Para ver el programa completo con las mesas y los ponentes, visitar la página del Instituto Riva Agüero

https://www.facebook.com/institutorivaaguero.pucp

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Giovanna Pollaloro., Guerra del Pacífico, II Jornadas Históricas, Montes y Manrique, TACNA Y ARICA

Los estudios acerca de la Guerra del Pacífico se han reinventado, desde que a finales de la década milenio los estudiosos de Perú y Chile comenzaron a encontrarse cotidianamente en congresos binacionales o internacionales, a conocerse, trabar amistad, intercambiar experiencias y emprender proyectos conjuntos. Al respecto, un libro pionero fue Chile-Perú, Perú-Chile de los historiadores Eduardo Cavieres y Cristóbal Aljovín, quienes, en 2005, reunieron al menos siete parejas de académicos binacionales para escribir sobre diferentes temas de la relación entre nuestros dos países, sin centrarse necesariamente en el conflicto bélico.

Respecto de este último, los nuevos estudios ampliaron prontamente el campo tradicional de las batallas y héroes épicos sobre el que se erigieron nuestros nacionalismos, y comenzaron a buscarle otros nichos y horizontes a la temática. Fue así como Carmen Mc Evoy, en dos estudios señeros, Armas de persuasión masiva (2010) y Guerreros civilizadores (2011) estudió las pompas fúnebres con las que Chile se conmemoraba y dolía de sus muertos de la guerra, que traían sus navíos provenientes del Perú, y construyó una identidad nacional alrededor de ellos; así como indagó, in extenso, la expansión de la administración burocrática del Estado chileno conforme ocupaba territorios enemigos, y el esfuerzo de organización que dicha expansión significó para aquel.

La guerra, cada vez más, abrió múltiples posibilidades al estudio de episodios antes desconocidos o ignorados. Al respecto, en 2018 Germán Morong y Patricio Ibarra, de la Universidad Bernardo O´Higgins, publicaron la compilación binacional, titulada Relecturas de la Guerra del Pacífico, avances y perspectivas en la que nueve autores de ambos países trataron temas tan diversos como el rol de la Iglesia y de la prensa para formar un compromiso ciudadano en favor de la causa patriota (Mauricio Rubilar), la vida cotidiana en Lima durante la ocupación y la administración de causas judiciales comunes por parte de la administración chilena (José Chaupis),  El Presbítero Juan Vitaliano Berroa frente a la chilenización de Tacna y Arica  (Ricardo Cubas), entre otros.

Los encuentros, estudios y publicaciones con estas características se han multiplicado y expresan el interés de los especialistas de ambos países por “ir a la guerra más allá de la guerra”, y encontrar, dentro de la desgracia que la acompaña, cómo puede inclusive florecer el amor, como se aprecia en varios estudios sobre matrimonios binacionales, ocurridos mientras se desarrollaba el conflicto. De esta manera, hemos logrado sacar a la guerra de la que ha sido por más de cien años su zona de confort -las batallas, las epopeyas y los héroes épicos- y llevarla a un terreno más mundano, social y cotidiano, en el cual se descubren la infinidad de facetas que una guerra saca a la luz al tensionar, al extremo, a una o varias comunidades.

La guerra como impacto en el presente: el compromiso del historiador

Sin embargo, hay un aspecto en el que los especialistas en la Guerra del Pacífico no hemos decidido entrar de lleno, como si un tabú se erigiese sobre nosotros y prefiriésemos hablarlo apenas en voz baja, en las recepciones después de los congresos, pero que no conceptuamos ni colocamos sobre la mesa como un aspecto vital que atañe el quehacer del historiador: los efectos de la guerra en el presente y que nos llevan, casi necesariamente, a la dimensión del imaginario y de la percepción. El imaginario de la Guerra del Pacífico, y la percepción de peruanos sobre chilenos y viceversa, solo puede llevarnos a la conclusión de que hasta hoy están ampliamente difundidos sentimientos y emociones que, como diría Tzvetan Todorov, no han logrado aún ubicarse en la periferia de nuestro pasado y se manifiestan de muy distintas maneras. Una de ellas es la escuela, en donde, en líneas generales, los docentes de la educación secundaria siguen induciendo a sus estudiantes, o al excesivo orgullo por una parte, o al excesivo rencor por la otra.

Ciertamente, sí hay trabajos que han comenzado a abordar esta problemática, desde diferentes flancos, aunque todavía de manera indirecta: un ejemplo es la bella compilación de Eduardo Cavieres La Historia y la escuela: Integración en la triple frontera: Bolivia, Chile y el Perú, (2016) y cuyo segundo capítulo lleva un título muy sugerente: ¿Qué hacemos con la historia? La historia en la sala de clases. A propósito del fallo de la Haya.

Poco antes, en 2014, publiqué junto con Sergio González Las Historias que nos unen, que marcó un hito, pues buscó resaltar episodios positivos de la relación binacional, precisamente cuando nuestros países litigaban en la Haya por el mar; la idea era mostrar a nuestros pueblos que no todo nuestro pasado se limitaba a una guerra. Al respecto, me es grato anunciar que, en la misma línea, Sergio González acaba de publicar la compilación “Personajes de Integración y Palabras de Amistad entre el Perú y Chile” (2021), la que espero pronto poder comentar con más detenimiento.

Sin embargo, aunque estos esfuerzos implican acercarnos un paso más a la problemática que nos inquieta, no alcanzan a abordarla en su totalidad: esto es, a poner sobre la mesa el dolor que generó en nuestras sociedades la guerra, naturalmente mayor en aquella que sufrió años de ocupación militar. Las secuelas que ha dejado este evento traumático son notorias y los especialistas en la materia debemos adoptar como propia esta problemática y actuar sobre ella para atenuar sus efectos, los que han logrado conectarse con el tiempo presente y que denominamos de diferentes maneras: “desconfianza mutua”, “rivalidad” etc.

Esta inquietud me llevó a estudiar el origen de los discursos e imaginarios que genera la referida desconfianza por lo que me avoqué a escudriñar los elementos metatextuales de las narrativas tanto de la historiografía tradicional, como de los manuales escolares. En este punto es fundamental mencionar las obras de Gabriel Cid, Nación y Nacionalismo en Chile (2009) y La Guerra Contra La Confederación (2011), cuyo enfoque teórico, en ambos casos, es consulta obligada para el estudio de las discursos y elementos simbólicos con los que se construyeron las patrias decimonónicas.

De estas lucubraciones aparecieron mis volúmenes “Lo que dicen de nosotros” (2010) y “Lo que decimos de ellos” (2019), este último en compañía de José Chaupis. Mi intención, en ambas, fue mostrar el origen del problema que nos avoca: discursos básicamente nacionalistas que se reproducen una y otra vez, de generación en generación, y que tienden a presentar al otro (el vecino) como distinto y rival, cuando no como abiertamente hostil, tanto en la escuela, como en la historiografía tradicional, y alguna otra que todavía se produce y difunde.

Seguidamente, pensé que los historiadores también teníamos que aportar con las soluciones al problema social que nuestro campo de estudio genera en la colectividad, por lo que me dediqué a la investigación de las políticas de la reconciliación internacionales que se han aplicado entre diferentes países que deben administrar el dolor de una guerra pasada, y comencé a idear posibles propuestas para nuestro caso específico como en Conflicto y Reconciliación (2014). A ello se le suman otros ejes teóricos con los que es posible abordar la Guerra del Pacífico, como la sugerente corriente que estudia la resignificación del pasado y que nos inspiró el artículo Conocer, compartir, resignificar. Apuntes para una reconciliación peruano-chilena desde la escuela (2020). No es casual que franceses y alemanes cuenten con un memorial binacional de la Gran Guerra y que, en 2018, al advenirse su centenario, Emmanuel Macron y Angela Merkel se hayan abrazado en el “Vagón del Armisticio”. En otras palabras, franceses y alemanes han modificado la significación de este evento doloroso, al punto de conmemorarlo conjuntamente.

Si no se ha comenzado a trabajar a conciencia estos aspectos, y si nuestros estados, hasta ahora, no se comprometen a desarrollar una política de la reconciliación respecto de la Guerra del Pacífico, adecuada a nuestras propias circunstancias, es porque los historiadores no hemos terminado de comprender que debemos colocar el tema sobre la mesa, más allá de los significativos pasos que hemos dado juntos las últimas dos décadas. En esa medida, debido a nuestra propia omisión, seguimos aplazando por tiempo indefinido la solución a un problema que forma parte de la Guerra del Pacífico, tanto como las batallas de Tarapacá, Arica o Huamachuco.

Mucho que pensar entonces, lo primero es el rol del historiador para con su objeto de estudio y la sociedad en la que deposita su trabajo, y la segunda reconocer la Guerra del Pacífico no solo como campo de estudio sino como problemática presente. El reconocimiento de dicha problemática por parte de los historiadores es paso previo para que nuestros respectivos estados implementen las políticas necesarias para resolverla. No queremos más egresados de la escuela secundaria que vean al vecino como a un rival que habrá de serlo siempre. Los historiadores e historiadoras tenemos la palabra.

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