Historia

En el Perú, coexisten diversas maneras de entender, divulgar y enseñar su Historia. En las universidades, por ejemplo, prima una mirada crítica que estudia las tensas condiciones en las que se produjeron los acontecimientos que redefinieron nuestra sociedad, sus culturas, el devenir del país. En los colegios es distinta y diría casi opuesta la enseñanza de la Historia, porque uno de sus objetivos es sembrar en cada nueva generación cariño y admiración por un pasado común, así como el rechazo a ciertas malas decisiones (según los principios de su docente), lo cual nos habría de fusionar eficientemente en una comunidad nacional. Y en el mercado cultural, la apuesta es hacer de todo ello una atractiva producción de héroes y episodios históricos que entusiasme al público, que ofrezca patrióticas tendencias y que eluda, salvo que sea conveniente, el surgimiento de debates (cosa algo contradictoria con la democracia, que requiere de la convivencia de posturas opuestas para producir nuevas ideas, nuevos futuros). 

Hasta hoy en nuestro país sólo el 16% de peruanos ha tenido acceso a la educación superior; muchos de ellos en universidades que actualmente carecen de licencia para funcionar por no cumplir con los niveles mínimos de calidad en la formación que ofrecían. Con esta evidencia en mano, debemos tomar conciencia de que la manera como en Perú comprendemos la Historia queda en manos de nuestro sistema educativo escolar, que, como bien sabemos, envía a las zonas más empobrecidas a los docentes con menor calidad a enseñar en una lengua impuesta que sus estudiantes rara vez consiguen dominar. Espacios rurales donde la Historia ha persistido no como reflexión, sino como culto por las fiestas o como idealización de los (cada vez menos) personajes históricos, capaces de encender el patriotismo.

Si incluimos dentro de los temas de Historia, el nacimiento, la fragilidad y la protección de la Democracia y los derechos ciudadanos, nos encontraremos con que la mirada crítica universitaria es compartida por una pequeña élite de hablar cifrado y desafiante, una élite escindida del resto, de la enorme mayoría, que bajo la mirada escolar asume la democracia como el responsabilizar a un otro ante las necesidades patrias, un otro a quien espera elegir como heroico líder, un Milei que de sopetón acabe con todas las necesidades posibles. Hechos y no palabras. 

En todo el continente americano, la democracia demoró hasta avanzado el siglo XX en decidir quiénes debían participar o no, quiénes serían reconocidos como ciudadanos (como las mujeres), pues había población étnica sometida a trabajos forzados y mal remunerados. Uno de los recursos fue, y no casualmente, el ser analfabeto. Hasta avanzado el siglo XX, se utilizó el mantener fuera del sistema electoral a la población indígena o afrodescendiente restringiendo su acceso a la educación. En Estados Unidos hasta 1965, en Perú hasta 1979.

Actualmente, en los países donde el sistema democrático funciona a cabalidad, cerca de la mitad de la población tiene educación superior y en las comparaciones de rendimiento escolar, sus estudiantes sobresalen. En los países donde buscamos dirigentes extremistas, de recursos violentos que persiguen la reelección para imponer su patriótica ideología, como Bukele o Morales, menos de la cuarta parte ha tenido acceso a la educación superior y las pruebas de evaluación escolar dan resultados de estancamiento.

Hoy, cuando después de haber luchado por su reducción, veinte años después nuevamente el 22% de mujeres rurales son analfabetas en Perú, cuando la élite intelectual (esa que Wright Mills, en La élite del poder, creía heroicamente capaz de detener a los corruptos y salvar la democracia) ha constreñido a su lenguaje académico la enseñanza crítica de la democracia, ¿le importa a la población que tan sólo terminó primaria o con suerte hasta la secundaria, la lucha por sus derechos a una vida plena?, ¿se preocupará por la captura de los Poderes del Estado? ¿Cómo hará esa electora, la que se encuentra más lejos de cualquier aula universitaria del Perú, para saber por qué sus gobernantes la amenazan para que no proteste y tan sólo produzca? 

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[ENTREVISTAS] ¿Cuándo empezaron a funcionar las ollas comunes?

Estamos desde 2020. La primera olla se creó el 23 de marzo en Villa Torre Blanca y existimos como red desde el 20 de junio del 2020. El sentido de la olla común es luchar por las personas que no tenían recursos para comprar. Nosotras hemos estado en primera línea como las enfermeras.

¿Cuántas ollas comunes existen actualmente?

A nivel nacional existen 3500 ollas y en Lima Metropolitana hay 2555. Pero de ahí han ido bajando y ahora hay 2140 ollas comunes sin contar las de Callao.

¿Por qué el alcalde Rafael López Aliaga no reconoce su rol como representante de las ollas comunes de Lima?

Hay un fin político. Trata de tapar su incapacidad y no reconoce los errores que está cometiendo. A nosotros, en el mes de julio del 2023, la señorita Isabel Ayala fue a los distritos con una lista de los productos que supuestamente era para transferir el gasto a Lima. Pensamos que iban a venir todos los productos, pero a fines de agosto no trajeron caballa, sangrecita, avena y leche. Para septiembre nos llegó la avena, pero en esta tercera entrega no trajeron arroz ni leche. Además, nosotros no tenemos contacto con ella (Isabel Ayala), nos enteramos de lo que falta el día que vamos a recoger.

¿Considera desproporcionada la reacción de la Municipalidad de Lima tras la emisión del reportaje de Latina?

Mis compañeras que han declarado han dicho la verdad. No tenemos que retractarnos. Nosotros sabemos la realidad. Ayala nunca quiso que nos reunamos con el alcalde.

Cuando era candidato, Rafael López Aliaga se refirió en un sinnúmero de oportunidades al programa Hambre Cero, ¿se reunió con ustedes para conocer su realidad y cómo se podría gestionar esta iniciativa?

Nunca. No me he reunido con ningún candidato. Además, nosotras tenemos como consigna que no íbamos a ser el portal de ningún partido político. Encima en los productos que llegan ahora están las etiquetas de Rafael López Aliaga y el logo de su partido. Pero ahora están tergiversando las reuniones que hemos tenido. Hay fotos con Pedro Castillo, pero fue porque asistió a un lanzamiento en Huaycán del trabajo mancomunado que hacíamos con Produce para el programa “A comer pescado”.

Recientemente el alcalde López Aliaga señaló en una entrevista que no habían entregado las conservas debido a que había escasez, ¿cree en esta excusa?

Si había escasez no nos hubiera entregado el MIDIS (Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social). Qué casualidad que justo cuando asume el señor López Aliaga hay escasez mientras que sí sigue llegando a provincias mediante el MIDIS.

¿Cuál era la razón por la que el alcalde no se podía reunir con ustedes?

Decían que nosotros no representamos a las ollas, que tenemos casas en La Molina, etc. No sé cuál es su afán por hacernos quedar mal y minimizarnos. Pero sabemos cuántas ollas representamos y a cuántas familias se benefician. Esta señora Jennifer Jimenez que ha ido hoy a Latina a protestar sólo es presidenta de una parte de las ollas comunes de San Juan de Miraflores y su esposo trabaja en la Municipalidad de Lima, y Luz Solórzano creo que no llega ni a cien ollas en su distrito (Villa María del Triunfo), que tiene más de cuatrocientas ollas comunes.

Entonces, ¿el reconocimiento que hizo la Municipalidad de Lima no fue a las personas que están a cargo de las ollas comunes de Lima?

No, sólo son de dos distritos. Pero algunas compañeras nos pasaron comunicados que enviaron desde Lima para pedirles que convoquen por cada olla común diez representantes y envíen su lista para que les manden carro. Cosas que hacen para jalar gente.

¿La protesta de la mañana del miércoles en los exteriores de Latina fue fabricada por la Municipalidad de Lima?

Les ponen carros y pasajes. Nosotros no tenemos interés de ser candidatos o llegar a algún puesto. Nuestro interés es que nuestra comunidad no muera de hambre y nuestros niños no tengan anemia ni desnutrición.

Personas de la gestión de López Aliaga le mandaron una carta notarial en el mes de abril, ¿a qué se debía?

Porque exigíamos la reunión con López Aliaga cuando pasaron sus cien primeros días y no nos podíamos reunir. Entonces, como nos reuníamos con Isabel Ayala, ella nos dijo “¿por qué desconoces si nos estamos  reuniendo? Tienes que retractarte”. Yo le dije que nos reunimos con ella que es funcionaria, pero queríamos con reunirnos con el alcalde que es la cabeza y entonces nos dijo que si no me retractaba me iba a mandar carta notarial.

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LA TANA ZURDA] En la escuela nos enseñaron que el Imperio Incaico o Tahuantinsuyo era una amplia extensión longitudinal que cubría sobre todo la parte central de los Andes y la costa sudamericana, desde el sur de la actual Colombia hasta el río Maule en Chile, pasando por las zonas montañosas de Bolivia y el norte de Argentina. Es decir, los mapas tradicionales del imperio lo identificaban como un territorio fundamentalmente serrano y costeño, con muy poca incidencia en la Amazonía debido a las difíciles condiciones que la inmensa llanura verde ofrecía y aún ofrece (calor, humedad, mosquitos, enfermedades, falta de rutas de penetración –salvo los ríos–, hostilidad de sus habitantes, etc.).

Pero en los últimos años han venido revelándose nuevos conocimientos a partir de evidencias arqueológicas hechas por equipos que utilizan técnicas de punta como ubicación por rayos infrarrojos, tecnología láser, carbono 14 y otros que nos confirman que los incas llegaron a tener un buen conocimiento del territorio amazónico, lograron construir diversos asentamientos tan dentro de la selva como el actual estado brasileño de Acre y que incluso incorporaron como parte de su universo mental la idea del océano Atlántico, al cual habrían llegado por el camino de Peabirú, que cruza el Chaco y llega hasta las costas del Brasil. En suma, la comunicación y el comercio con numerosos pueblos al este del Cuzco fue algo bastante más frecuente de lo que se pensaba.

El prestigioso historiador y antropólogo José Carlos Vilcapoma reúne todos estos datos y muchos más en su reciente libro Los incas en la ruta del Antisuyo y el Atlántico, publicado en Lima a mediados de este año por el Instituto de Investigaciones y Desarrollo Andino (IIDA). En él nos da una gran cantidad de detalles a través de mapas y una profunda revisión de las fuentes documentales, incluyendo crónicas coloniales.

Por ejemplo, rescata el dato del portugués Aleixo García, que habría llegado al imperio incaico en 1525 (antes que Pizarro) por la ruta del este, es decir, utilizando ese camino que cruza el continente sudamericano de lado a lado, orientado por los guaraníes del Paraguay. Este y otros pueblos alimentaban el mito de una «Tierra Sin Mal» en el oeste, es decir, en la zona andina, un reino sin enfermedades ni hambre con un gobierno justo. ¡A tanto llegaba el prestigio de los incas! A su vez, estos habrían recorrido tal camino e intercambiado objetos con aquellos pueblos que no llegaron a incorporar formalmente a su territorio, pero que les facilitaron información sobre la gran masa de agua en el oriente, donde nace el Sol, ese océano que los españoles llamaron Mar del Norte y hoy conocemos como océano Atlántico.

Examinando la información sobre los incas Túpac Yupanqui y Huayna Cápac, que gobernaron entre los siglos XV y XVI, Vilcapoma nos traza un cuadro amplio y preciso del conocimiento geográfico y político que los incas tuvieron de los inmensos territorios orientales y también en el oeste, considerando la gran expedición que comandó Túpac Yupanqui a la Polinesia. Esto es coherente con la visión del mundo de la civilización andina, que concebía al Sol como una entidad que se sumergía en las aguas del Pacífico o Mamacocha en occidente, pero que luego de nadar por la noche bajo la gran isla del kay pacha (Sudamérica) renacía en la vasta masa acuífera del Atlántico en el oriente.

José Carlos Vilcapoma tiene numerosos libros en su haber relacionados con la historia y el folclor andinos y amazónicos, a los que ha dedicado décadas de estudio y difusión. Fue el primer viceministro de interculturalidad cuando se inauguró el Ministerio de Cultura el 2009 y ejerce cátedra en la Universidad Nacional Agraria La Molina, además de ser un activista cultural de talla internacional. Los incas en la ruta del Antisuyo y el Atlántico es un libro sobriamente escrito y bellamente editado, que contiene mapas e ilustraciones poco conocidas, además de fotografías inéditas sobre los asentamientos incaicos que los equipos de investigadores brasileños y de otros países vienen descubriendo en la Amazonía.

El libro bien vale un Perú o, por menos, un buen Paititi. Lo recomiendo con orgullo de peruana.

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[MIGRANTE DE PASO]  Nunca había visto una sala de oración en un aeropuerto. Antes de cruzar a las puertas de embarque en Salta, a un lado, hay un reclinatorio para dos personas frente a un pequeño altar con la cruz católica y otras herramientas religiosas. Una de las cosas que más llama la atención al viajar a Salta y Jujuy es el valor que le dan a la iglesia en sí. Aparte del cambio en el acento, no hablan con “sho” y usan el “yo”.

En Buenos Aires no se siente tanto la devoción a la institución religiosa por más de tener un pensamiento que sí lo es. Por ejemplo, endiosan a jugadores de fútbol y políticos como Maradona y “Santa Evita”. No es que no haya gente creyente, pero a diferencia de Perú no se ven tantas iglesias. En estas provincias de la sierra argentina abundan los centros católicos, ves a gente persignarse al pasar frente a ellos y los carros tienen figuras de cristo o la virgen. Yo no soy creyente de ningún dios, pero aprecio la belleza dentro del misterio que hay en las religiones y también en la arquitectura e historia de sus recintos. En este viaje vi varias iglesias hermosas.

Después de un vuelo de dos horas y 1 hora en carro llegue a San Salvador de Jujuy, capital de la provincia de Jujuy. Está en la sierra de Argentina a 1500 kilómetros de Buenos Aires, al norte. La provincia tiene frontera con Bolivia. El mismo día viaje a Purmamarca recorriendo en carro una hora entre cerros puntiagudos, llamas e infinitos cactus. Hay un encanto peculiar en los paisajes efímeros cuando vas en carreteras.

El pueblo se encuentra en la base de la montaña de siete colores, se puede ver casi desde cualquier lado. No pude diferenciar los colores, pero es alucinante, sobre todo al costado del pueblo que es pintoresco de por sí y parece sacado de alguna novela fantástica. Es similar a la montaña de siete colores que está en Cusco, pero está a 2 mil metros de altura, en Perú se encuentra a 5 mil.

Tras caminar entre las calles rojizas y de techos bajos llegue a la plaza 9 de julio donde había una pequeña feria. No pude evitar sonreír al ver la ropa y telas coloridas, me sentía en la sierra del Perú. Ya con la sensación familiar me llevé la sorpresa de que la capilla central se llama Santa Rosa de Lima, no solo eso, la santa peruana es la patrona del pueblo. Adentro hay cuadros de la escuela cusqueña del siglo XVIII.

En los alrededores de la iglesia hay unos algarrobos antiguos rodeados de leyenda histórica. Cuentan que el ejército independentista descansaba en la sombra de estos árboles. Durante la colonia esta zona era parte del Alto Perú. Un grupo militar de 1500 hombres, con pocas armas, pobre y enfermo bajo el mando de Manuel Belgrano, una de las figuras históricas más importantes en Argentina, fue protagonista de lo que se llamó el éxodo jujeño. El general dió la orden a los pobladores, incluidos niños y ancianos, de abandonar sus casas y quemar todo a su paso, cultivos y hogares. El ejercito realista que los seguía estaría hambriento y no debía encontrar descanso ni alimentos. Caminaron 250 kilómetros hasta llegar a Tucumán.

La orden de Belgrano del éxodo tenía como contraparte el fusilamiento y no había excepción para los ricos. Le puso énfasis al decir esto: “que no sea solo carga de los pobres miserables exponer su vida para que los poderosos se mantengan gozando del sudor de aquellos mismos”.

Seguí mi recorrido hacia la ciudad de Tilcara. A las afueras de este pueblo a 2500 metros de altura se encuentran un pucara o pukara, que en quechua significa fortaleza. Este lugar fue un centro administrativo inca. Es impresionante la extensión que tuvo el imperio inca, que es tan importante en la historia de mi país. Caminando entre las estructuras de piedra extrañamente me sentía más en casa que dentro del departamento que alquilo en Buenos Aires. Siempre fui fanático de la historia y arqueología.

Al caminar entre ruinas la cerradura hacia la imaginación y ficción se abre con facilidad. Pierdes la noción del tiempo presente. Es una habilidad que tienen todos sin excepción alguna. Lo único que se tiene que hacer es alimentar constantemente la capacidad de sorpresa que lamentablemente está en riesgo de apagarse por uso obsesivo de redes sociales, malos enfoques académicos, noticias fake, discursos de odio y una sociedad que subestima la importancia de la salud mental. Supongo que la clave está en no tener miedo a vulnerarse.

Al día siguiente partí hacia la ciudad de Salta, capital de la provincia del mismo nombre, a casi dos horas de Jujuy. En comparación a San Salvador, la ciudad es mucho más turística y amigable para caminar, por las edificaciones coloniales y restaurantes. Lo primero que hice fue comer las famosas empanadas salteñas, de carne, llama y queso. Nunca había comido llama y sorprendentemente me gustó. Después de 10 empanadas -estaban deliciosas-, caminé sudando por el calor calcinante de 35 grados hacia la plaza 9 de julio. Sin lugar a dudas es de las plazas más bonitas que he visto, me senté a fumar unos cigarros rodeado de palomas gordas que no le tienen miedo a los humanos y palmeras, nunca había visto palmeras en la sierra. Lo único disruptivo que no entiendo cómo lo permitieron es que una de las esquinas, sin respetar la armonía arquitectónica, está el banco Macro, un edificio con vidrios oscuros. Inmediatamente recordé como en la plaza de Cusco, los bancos y restaurantes están perfectamente adaptados a los alrededores.

Hay un recorrido de iglesias coloniales. Hay dos que llamaron más mi atención. La Basílica y Convento de San Francisco fundada en 1625 es conocida por ser una de las iglesias que mejor mantiene su fachada colonial. En 1813 Manuel Belgrano estuvo presente para una misa en honor a los soldados caídos en la batalla de Salta el mismo año. La pintura rojiza de la fachada y una torre de mayor altura llaman tu mirada desde unas cuantas cuadras de distancia. A pocos metros se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, es de poca altura, pero su fachada azulada y la torre que está separada del edificio principal tienen una belleza única. Lleva ese nombre por albergar una imagen de la Virgen de la Candelaria y es “de la viña” por antes formar parte de una hacienda. La construcción original de 1630 se encontraba en ruinas y en 1886 se construyó lo que es actualmente.

En Salta y Jujuy se respira historia. Desde ruinas incas, iglesias coloniales y pueblos con historias independentistas. Hay algo en común entre la relación provincia-capital en Argentina. Conversando con el taxista camino al aeropuerto me decía que los “porteños” los hacían quedar mal y que ellos pensaban que vivían entre vacas y llamas. No les agrada mucho la capital y muestran cierto rechazo.

No puedo dejar de mencionar lo sucedido este julio en Jujuy. El gobernador Jorge Morales aprobó una reforma de la constitución en la provincia donde las tierras de comunidades originarias que contienen litio se veían amenazadas. Eso despertó una ola de protestas en toda la región que se vio manchada por detenciones a periodistas y represión descontrolada por parte de los policías. Se registraron 4 muertos y 60 heridos en el desalojo de tierras.

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Sí. El poder es en este libro el eje crucial. Sus ventajas, que son pocas; sus flaquezas, que son abundantes y muy riesgosas, son pasadas por el tamiz de la intimidad, por el filtro de pensamientos que se mantienen en el ámbito de lo privado (el mundo interior del personaje) y nunca se traducen en componente de su discurso político.

Sarmiento no está solo en la tradición latinoamericana. Ya el propio Caparrós nos entregó otro ejemplo brillante cuando publicó Echeverría, otra figura central en la historia argentina de mediados del siglo XIX. En la misma clave, recuerda también al Alejo Carpentier de El arpa y la sombra, donde teje y desteje a Cristóbal Colón. ¿Qué elemento guardan en común? Yo diría que algo de enorme importancia: darnos la posibilidad de derrumbar al mito en la lectura y quedarnos con una imagen más humana del personaje. Acaso demasiado humana.

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Los perros del paraíso, en cambio, parece ceñirse más a los patrones de una novela histórica convencional –aunque cuestiona y a veces ignora la historia canónica sobre el tema– desarrollando de esta forma un relato lineal y que nos hace ver, desde el inicio, el férreo convencimiento de Colón respecto de su empresa, las intrigas palaciegas, los requiebros de diversos personajillos que merodean la corte de los reyes católicos e incluso se desliza la posibilidad de un lance entre el almirante y la reina Isabel.

La novela se divide en cuatro partes, correspondientes a los elementos presentes en la cosmovisión de los nativos americanos: aire, fugo, agua y tierra. Su propósito es sin duda desmitificador, la novela no parece desear tanto establecer verdades inamovibles sobre la conquista como sí invitar a repensarla. Su lenguaje, que llamaré “poco argentino” es decididamente barroco, algo no muy frecuente entre novelistas rioplatenses, hecha la excepción de Mujica Láinez.

Ambas novelas tienen en común inscribirse en un proyecto que desde la ficción revisa los hechos históricos y trata de colocarlos a una dimensión creativa, es verdad, pero también plenamente crítica. Quizá el valor de estas narraciones no es el mismo que puede tener una fuente histórica, de acuerdo, pero sus retratos suelen ser poderosos y convincentes y eso no es poco decir. Captar el espíritu de una época, trazar las oscuras líneas que conforman el temperamento de un personaje como Colón, así como resaltar sus luces, son retos que a mi parecer cumple mejor una novela que un texto de historia, sin desmerecer a nadie. Vale la pena internarse en las páginas de El arpa y la sombra y Los perros del paraíso. Si su visión de la historia no cambia, querido lector, al menos se enriquecerá.

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Colón, Crítica, ficción, Historia

Conforme vamos leyendo, iremos descubriendo página a página cómo la innovación estuvo siempre presente en cada paso que daba la Clínica para estar a la vanguardia médica, por ejempo: la implementación de la primera Historia Clínica Única, la primera Escuela de Enfermería, el inicio de la era de las especialidades médicas, la apertura del primer Servicio Privado de Urgencias del Perú, la primeras cirugías laparoscópicas, las primeras prótesis, la creación de la Unidad de ACV, estos y otros grandes logros son descritos con gran detalle junto a sus protagonistas, quienes trabajaron incansablemente en promover una vida saludable a sus pacientes.

Sin embargo, el libro centenario no solo se queda en el pasado, también nos habla del presente y nos muestra una perspectiva del futuro, retos que están enfocados en resolverse con un objetivo muy claro: cumplir un centenario más a la vanguardia médica.

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Concluyo volviendo a la idea de la modernidad inconclusa, que no es más que nuestro día a día, en el que hoy nos dirigimos raudos hacia las próximas municipales, deshojando el cuarto tallo de la margarita, porque a los otros tres ya se les secó el sentido común. La historia del APRA, la de su generación fundadora, es la historia de un país al que no dejaron democratizarse, ni madurar a sus instituciones y partidos políticos. 

Nosotros no somos el país en el que Haya fue dos veces presidente, Seoane una, Sánchez una y Prialé otra, junto con las dos de Belaúnde, que sí sucedieron, más la de Alva Orlandini y Oscar Trelles. Gobiernos en los que se consolidó una casta de políticos y políticas, en los que la reforma agraria se realizó paulatinamente, en los que transitamos a ser un país de todos y para todos, y desactivamos la oligarquía sin tanques ni botas, y la reemplazamos por una mesocracia técnica bajo cuya conducción migramos y nos abrazamos todos los peruanos. La historia que no cuenta la historia del APRA, es, paradójicamente, la historia que es, la de nuestro presente, la de un país echado al abandono, abandonado a las fuerzas de la corrupción y huérfano de clase política. 

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Me hace falta el calor

Que lanzó el Astro Rey

Todo acusa esta humilde orfandad

Ya no se oye el cantar de los pájaros mil

Que a las flores besan por vivir

Esta estrofa, que es la última del vals, nos muestra a la violeta sola en el jardín, ya no hay nadie. Fue la última en resistir el crudo invierno, por eso la humilde orfandad, por eso los picaflores ya no hacen su trabajo de polinizar las flores para permitir la reproducción de decenas de especies vegetales. La Violeta está sola, y puede notar el silencio de ese jardín vencido-ya no se oye el cantar– que no pudo soportar más el asedio del invierno, como un castillo medieval, finalmente superado en todas sus defensas.

Este bello vals de Felipe Pinglo tiene la particularidad de ser breve. Consta de la estrofa de introducción en tercera persona y la estrofa de desenlace en primera persona. Polifacético, el Bardo criollo tiene valses extensos y otros que representan poemas breves como sus Boston vals Horas de Amor, Oh Mujer y Hawái.

Respecto de la música, la melodía es sutil, suave y ligeramente cadenciosa, lo que genera un hermoso maridaje con la letra. Tiene, además, una variante genial cuando, apenas iniciada la canción pasa, súbitamente, si comenzásemos en Re, a Fa sostenido, desafiando la escala tradicional del vals criollo, pero obteniendo por resultado el placer estético que ofrece la genialidad musical, precisamente cuando se quiebra una estructura tradicional suplantándola por otra novedosa y de delicada belleza.

El pasado 18 de julio se cumplieron 123 años del nacimiento de nuestro gran compositor criollo Felipe Pinglo Alva. Si observamos el panorama de su obra, en un hombre, como José Carlos Mariátegui, autodidacta, podemos observar una búsqueda constante de nuevas formas y de nuevos destinos, tanto musicales, literarios y temáticos.

En nuestra historia, hay personajes que vienen obligadamente juntos. Por ello, si el Estado se ocupa de homenajear a Haya de la Torre, tendrá que hacerlo con el ya mencionado Mariátegui, pues representan las dos miradas del Perú, desde la izquierda, cuando se nos iba, junto con la década de 1920, la vida del Amauta. Del mismo modo, los reconocimientos que desde el Estado se le brindan a Chabuca Granda, se le deben brindar también a Felipe Pinglo, pues lo contrario significa excluir, no solo al propio artista, sino al Perú que lo ama y lo venera.

A 123 años del nacimiento de Felipe Pinglo, los jóvenes todavía identifican al compositor del vals El Plebeyo, emblemática canción que cuenta con versiones grabadas por celebres interpretes argentinos, mexicanos, entre otros. Hagamos mucho más por este excelso embajador de nuestra cultura.

Link el Vals Decepción, equivocadamente nombrado como Astro Rey, interpreta E-Zequiel

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