opera house de Nueva York

El recorrido empieza en el Foyer o entrada principal sobre la calle Libertad. Desde la plaza Lavalle es el ingreso para los palcos y entradas más caras. Columnas de mármol rojo de Verona. El piso cubierto por teselas de arcilla irregular puestas una por una. La cúpula octogonal está decorada por un vitral de cristal traído desde París, donde las musas de Apolo, dios del espectáculo y el sol, representan a modo de invitación el ascenso del mundo terrenal al mundo de las artes. 

Es imposible continuar el recorrido sin imaginar los fantasmas de personajes antiguos y lujosos caminando o conversando antes de su ingreso al salón principal. Las escaleras de entrada, construidas con mármol de Carrara, cuyas barandas están encabezadas por leones tallados sobre piezas únicas adornadas con más mármoles amarillos y rosados. Es increíble el lujo que denota cada detalle de la construcción. Desde la antigüedad parece que mientras más mármol mayor es el valor. 

Continuamos subiendo por la escalera principal y luego la lateral para llegar al salón de los bustos. Grandes compositores parecen intercambiar miradas en lo alto de cada columna: Wagner, Bellini, Bizet, Beethoven, Rossini, entre otros. A pesar de ser Giuseppe Verdi el patrón del teatro ya que fue su obra Aída la que inauguró el teatro y donde todos los años hay espacio para por lo menos una de sus obras en la cartelera, no es el más destacado. El lugar central lo toma Mozart, considerado el genio de genios, para algunos el único. Solo su busto puede ser visto desde abajo en el foyer. 

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Lo que más llamó mi atención en esta sección no fueron los gigantes de la música que te miran desde arriba sino una escultura. Venus y su hijo cupido parecen descender del Olimpo. Gustavo Eberlein talla a las figuras divinas donde un Cupido sin alas le susurra el secreto del amor a su madre. La imagen es tan vívida que te tienta a intentar escucharlos. Justamente lleva el nombre de El Secreto.

Seguimos caminando debajo de las esculturas para dar paso al salón dorado. Una habitación en forma de ele con cinco arañas gigantes en el techo que alumbran la habitación y que, reflejados en los acabados de oro y en dos espejos, dan la sensación de infinito. Actualmente, la sala está abierta para eventos privados, conferencias y prácticas musicales. A cada paso aumenta lo lujoso del teatro. Da la apariencia de un palacio. 

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La última sección de la visita es en el palco oficial con vista al escenario. No me motivaba mucho la idea de sentarme en las mismas sillas que las autoridades argentinas de los últimos tiempos. Mi mala suerte me jugó a favor esta vez. Estaban haciendo prueba de luces y el teatro se encontraba a oscuras. Se podía sentir un enorme vacío adelante. Te obligaba a rellenarlo con cualquier sensación. 

Es una de las mayores salas de teatro del mundo, cuya forma de herradura de caballo brinda excelencia en su calidad sonora. Con tres niveles de palcos y una platea con 632 butacas puede albergar hasta 3000 visitantes si sumamos a los que pueden ir parados. Los acabados de bronce, oro y marfil, sumados a la tapicería rojiza, generan un ambiente acogedor y cálido. 

De un momento a otro se prendieron todas las luces. Treinta segundos iluminados en su máximo esplendor. Una luz anaranjada te sumergía en un momento espectacular. Parecía como si estuvieses viviendo una obra solo presenciando la estructura. Recordé los aplausos y miles de flores en el escenario que vi el año pasado. Es impresionante lo que un teatro de esa calidad puede generar por sí solo. Al finalizar, demoras cada paso porque provoca quedarse y deambular por los pasillos y escenario, que deben esconder maravillas. Al salir, efectivamente, se siente como descender del mundo de las artes a lo terrenal. 

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