En el calor de la segunda vuelta, cuando el ahora presidente Pedro Castillo fue a Cusco, jóvenes feministas salieron a las calles a darle el encuentro en apoyo crítico a su candidatura. Le dijeron fuerte y claro, carteles en mano, pero de manera fraterna: “Profe, sin feminismo no hay revolución”. En el ánimo de esta escena, que grafica claramente que se puede colaborar con el proceso de cambio al tiempo que se apuntan debilidades, me quiero referir a lo ocurrido con el presidente del Consejo de Ministros, Guido Bellido, en los últimos días.
El primer ministro ha dado un conjunto de declaraciones inaceptables sobre el grave problema de la violencia de género, banalizando la emergencia nacional que vivimos las mujeres todos los días: acoso, violencia física, psicológica y sexual, desapariciones, feminicidios y más.
Cuando Bellido sugiere a las mujeres que antes de denunciar violencia pensemos en los hombres de nuestras familias, y desliza, además, que el tema no es prioritario; revela un profundo desconocimiento e insensibilidad. Peor aún, de confirmarse que le habría dicho a la congresista Chirinos “ahora solo falta que te violen” como ella sostiene, ya estaríamos ante un político que ejerce violencia machista. En cualquier caso, no debería liderar el gabinete de un gobierno de cambio.
Decir esto no significa “hacerle el juego a la derecha”. Cancelar la crítica feminista con esta y otras expresiones redobla la banalización y minorización de la violencia de género y evade la complejidad de las opresiones al jerarquizar un eje de confrontación (izquierda – derecha) por sobre cualquier otro. Más peligroso todavía, exige un bajado de banderas y silenciamiento incluso violento. Hace poco me dijeron “Kaviar infeliz” y “Fujimorista asolapada”, entre otros insultos vía redes sociales, por criticar la homofobia del primer ministro.
No se puede dejar de lado la instrumentalización de la lucha contra la violencia de género desde los sectores golpistas. Es inverosímil que de pronto el fujimorismo esterilizador de mujeres campesinas y aliado de los anti-derechos muestre tremenda indignación por la actitud misógina y homofóbica de Bellido. Toca también desenmascarar estos intentos como ya se ha venido haciendo desde diversos sectores de los feminismos con trayectoria de lucha y compromiso. Sin embargo, no por ello vamos a dejar de decirle al gobierno lo que está haciendo mal y demandar que rectifique.
Sin duda, nuestro país es altamente racista y la presencia en las altas esferas del gobierno de políticos que proceden de un sector históricamente marginado levanta resistencias colonialistas. Esto hay que rechazarlo con contundencia, pero también rechazar y desmontar los argumentos culturalistas que pretenden banalizar la violencia de género y la homofobia. La invasión colonial creó la raza y el racismo sí, pero también exacerbó el sexismo y la homofobia desde un binarismo estrecho que bien haríamos en desterrar de nuestra vida social como parte de un proyecto emancipatorio y anticolonial.
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