Creciendo entre amigos

Hace algún tiempo, un grupo de ranas muy alegres viajaba por el bosque y, de repente, hubo un accidente: dos de las más pequeñas, que estaban distraídas, cayeron en un hoyo profundo. Al instante, todas las demás ranas se reunieron alrededor del hoyo para ver qué había sucedido y, ver, si podían ayudarlas. Algunas curiosas, otras con intención real de ver qué posibilidades había de apoyar a sus compañeras. En el momento, en que las ranas se dieron cuenta de lo profundo que era el hoyo, la gran mayoría comenzaron a gritarles, a las dos ranas en el fondo del hoyo, que mejor ni se esforzaran, que por lo pequeñas que ellas eran, y que, por lo profundo del pozo, era mejor que no se esforzaran, porque no había manera que pudieran salir de allí, que era mejor que aceptaran su destino y se dieran por muertas. Ninguna de las dos ranas hizo caso a todo lo que les gritaban las ranas que estaban fuera del pozo y siguieron tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Al mismo tiempo, las otras ranas, seguían insistiendo que era inútil seguir tratando, que no iban a poder, que eran pequeñas, que el pozo era hondo, y muchos otros argumentos más, y que finalmente sus esfuerzos serían inútiles y que inevitablemente iban a morir. Después de un tiempo, una de las dos ranas, la que les puso atención a las cosas que las demás les gritaban, que al ser ranas mayores, con más conocimiento y experiencia decían, se rindió. Esta rana, cansada y extenuada, se desplomó y murió.

Sin embargo, la otra rana continuó saltando tan fuerte como le era posible. Al mismo tiempo, la multitud de ranas le gritaba cada vez más y más fuerte, le hacían señas para que dejara de insistir, que dejara de intentar, que era mejor que se detenga, que deje de sufrir y que simplemente se disponga a morir, ya que no había escapatoria, que no tenía caso seguir luchando. A pesar de todos los gritos, la rana no se detenía, seguía y seguía, saltando cada vez con más fuerza, hasta que finalmente, con todas las fuerzas que tenía, dio un salto enorme y logró salir del hoyo. En ese momento, todos los gritos en contra, toda la negatividad, toda la desesperanza se tornó en júbilo, en alegría.

Todas eran palabras en apoyo a la rana que había logrado vencer su destino. Sin embargo, la rana sólo seguía avanzando, como que lo que le decían, no le afectaba. En ese momento, una de las ranas mayores, la de más jerarquía se le acerca y le dice directamente: “Estamos felices y orgullosos, nos da mucho gusto que hayas logrado salir de ese pozo que pudo haber acabado con tú vida, como pasó con tu compañera, y todo eso, a pesar de que te gritábamos que era mejor que no lo siguieran intentando, que no había posibilidad. A pesar de eso, tú insististe y lograste vencer a la muerte”.

La rana, sólo la miraba sonriente, y en un momento, se gira hacia el resto de las ranas, que la veían confundidas, y les explicó que ella era sorda, y que estaba muy agradecida por sus gritos, les agradecía que no se hubieran rendido y que sus gritos de ánimo fueron los que hicieron que ella no se rindiera y que se siguiera esforzando hasta finalmente salir del hoyo.

¿Cuántas veces en tu vida has hecho caso a los que “saben”, en vez de seguir tus instintos?, ¿Cuántas veces has escuchado a la gente decirte: tú no puedes, eso no es para ti, tú no eres capaz, ¿tú no vas a poder?

Hay personas que piensan: “si hasta hoy nadie ha podido, quiere decir que no se puede”. Sin embargo, hay otros que piensan: “si hasta hoy nadie ha podido, yo puedo y voy a ser el primero”. ¿Qué tipo de persona eres tú?

Las palabras pueden construir y al mismo tiempo pueden destruir, tanto las tuyas hacia ti, las de los demás hacia ti o las tuyas a los demás. Por eso es importante que cuides tus palabras porque estas crean tu realidad. Asegúrate que tus palabras estén creando la realidad con la que sueñas, asegúrate que estén construyendo en ti y en otros.

Alguna vez escuché: “Cuida tu café. Si tu peor enemigo pone 10 cucharadas de azúcar en tu café, para hacerte daño, lo peor que puede pasar es que tengas un café muy dulce. Sin embargo, si tu mejor amigo, por descuido, pone una insignificante gota de veneno en tu café, tú podrías estar muerto.”

En la NASA, hay un póster de un abejorro, que dice así: “Aerodinámicamente, el cuerpo de un abejorro no está hecho para volar; lo bueno es que el abejorro no lo sabe.” Te invito a que seas como ese abejorro, y no permitas que la gente te diga qué es posible y qué no es posible, en y para tú vida. Se como esa rana, sorda a las críticas y que, en vez de escucharlas, lo que ella oía eran palabras de aliento. No escuches a nadie que te diga que tus metas y sueños no se pueden hacer realidad, escucha tu propia voz que te dice: “yo sé que vamos a triunfar”.

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Creciendo entre amigos, Germán Díaz

Un día Ana recibió como regalo dos halcones. Como ella no sabía cómo entrenarlos, decidió llevarlos a un entrenador profesional que le recomendaron, para que él se encargara de adiestrarlos. Sin embargo, al cabo de algunos meses, el entrenador le comunicó a Ana que había logrado un trabajo extraordinario con uno de ellos, y que ya estaba perfectamente amaestrado. Ya había aprendido a volar y también cazaba. Pero también debía aceptar, que con el segundo no había logrado avance alguno. Desde el día que se los entregaron, lo colocó en una rama del jardín y no se había movido. Incluso, para evitar que muriera de hambre, ya que no se movía para nada, él tenía hasta que llevarle la comida.

Ana, que estaba ya muy preocupada por su halcón, busco a cuánto entrenador le recomendaron. Buscó a los mejores entrenadores. Sin embargo, ninguno logró que el halcón volara. La desesperación la llevó, incluso, a colocar avisos en todas sus redes sociales, en busca de alguien que la ayudara con su halcón.

Pero un día cuando se levantó para visitar a sus halcones, vio que el que no volaba, lo estaba haciendo, estaba volando majestuosamente por todo el jardín. Ana, que sentía una mezcla de felicidad, dicha, asombro y agradecimiento, quería saber qué había pasado, quién había logrado “el milagro”, cuando justo en ese momento ve a otra persona, un entrenador, que también contemplaba como volaba su halcón. Luego de la sorpresa, se acerca al entrenador y le pregunta si él había hecho que volara el halcón, cual había sido el método o quizás había utilizado algún tipo de magia. El entrenador le contestó con una sonrisa: “en realidad yo no hice que volara, lo único que hice fue cortarle la rama, cuando estaba cayendo, instintivamente abrió sus alas y voló. Volar estaba en él, sólo que no había necesitado hacerlo”

Pregúntate ¿Cuál o cuáles son las ramas a las que quizás estás atado? ¿Cuál o cuáles son esas cosas que no sueltas de tu pasado? ¿Qué tienes miedo a perder, pero ese mismo miedo a perder… ya te está haciendo pagar precios en tu presente?

Así como ese halcón, muchas veces vivimos aferrados a las ramas que nos mantienen en un estado de confort. Sin embargo, esa costumbre nos hace vivir en una jaula, y aunque tengamos la llave de la puerta o incluso sabiendo que la puerta está abierta, nos quedamos dentro, atrapados, porque creemos que es lo único que existe, que es lo mejor que hay para nosotros.

Es importante que nos atrevamos a enfrentar el riesgo que existe de soltar esa o esas ramas. Obviamente, cuando lo hagas es muy probable que tengas miedo, pero recuerda: no es valiente el que no tiene miedo, valiente es el que, a pesar del miedo, igual enfrenta la situación. Dejar nuestra zona de confort, tiene un miedo inherente, pero cada vez que lo hagas, te darás cuenta que -sin importar el resultado- cada vez que enfrentes la situación y sales de esa zona de confort, te sentirás mejor solo por el simple hecho de haber tomado el reto.

A lo largo de nuestra vida, van a haber situaciones en que seremos como el primer halcón, que no necesitó ayuda, que no necesitó que “alguien” le corte la rama y que simplemente desde el primer día voló. Habrá otras ocasiones en que te tocará a ti mismo “cortar las ramas” para volar y enfrentar la situación. Quizás te puedas preguntar: Pero ¿y cómo me doy cuenta de cuál es o cuales son mis ramas? Al principio es muy probable que no te des cuenta de que estás atado a una rama, porque estás acostumbrado a eso, pero si en tu vida sigues generando los mismos resultados, una y otra vez, si ves que no hay un cambio, es bastante probable que estés atado a una rama.

Para lograr lo que hasta el día de hoy no logras necesitarás hacer las cosas, tomar las decisiones y convertirte en la persona que requieras ser. De esa manera podrás alcanzar las metas que te propongas y lograr los resultados que sean importantes para ti.

Muchas veces nuestras creencias de lo que los demás pensarán de mí es la rama a la que estoy atado, y pienso más en lo que los demás pensarán, que en lo que puedo lograr. Estoy más pendiente del mundo exterior que de mi mundo interior y la opinión que yo tengo de mí.

Descubre nuevas maneras de vivir, sal de tu zona de confort, experimenta siendo la persona que te funcione ser. Recuerda que en esta función de teatro que se llama “vida” no hay ensayos, y la única manera de ser extraordinarios y lograr nuestros sueños es dándonos el permiso de hacer, de crear, de arriesgarnos a ser… esa persona que estamos destinados a ser.

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atado, Creciendo entre amigos, Rama

Un día Juan llega tarde a su casa. Estaba súper cansado de trabajar todo el día y para complicarlo aún más, su jefe se la había agarrado con él. Le había dejado trabajo extra que debía terminar, incluso si era necesario, haciéndolo desde su casa.

Cuando finalmente se sienta a la mesa, ya estaba su pequeña hija, Julia, esperándolo para cenar juntos. María, su esposa, que había tenido un día también muy pesado, arreglando y limpiando la casa, lavando la ropa, cocinando, se disponía a servir la cena a su esposo y a su hija.

Cuando pone el plato delante de su esposo, se ve que la carne estaba quemada, que las verduras de la ensalada estaban marchitas y sin ningún aliño. Su hija, que también recibió un plato similar, le pregunta: “Papá, esta comida está horrible. ¿No te vas a quejar? ¿No le vas a decir nada a mamá?”

A lo que Juan, con una tierna sonrisa, le responde: “tu mamá ha tenido un día muy duro. Quizás igual o peor que el mío. Está cansada y ha hecho su mejor esfuerzo para darnos esta comida. Esta cena va a durar 30 o 40 minutos, y si comparamos esos minutos con todo el tiempo que hemos estado y que estaremos juntos, te das cuenta que es insignificante en el balance total. Para mí, es más importante nuestra vida, nuestra relación, que este momento. Prefiero ver el bosque hermoso que tengo frente a mí, que ver un árbol seco”. En ese momento, volteó a ver a su esposa, le mandó un beso volado y le agradeció por la comida. Julia se paró de la mesa y abrazó muy fuerte a mamá.

¿Qué hubieras hecho tú? ¿Cómo habrías reaccionado? ¿Qué le habrías dicho a María? ¿Qué le dirías a tu hija? ¿En qué te enfocas? ¿Qué es lo realmente importante? ¿A que le dedicas tu tiempo?

Podrías decir: “Pero no es justo. He tenido un día muy duro, el jefe encima se la agarró conmigo, yo estoy cansado, estoy hambriento, tengo derecho a que me den una buena comida al llegar a mi casa”. Quizás sí… Quizás es cierto que todo eso es lo que debería de pasar, pero ¿Qué o cuál es la experiencia que quieres tener? Depende de cuál sea tu foco. Depende de en qué te enfocas, depende a qué le dedicas tu tiempo, la experiencia que vas a vivir. Puedes tener razón en que deberías recibir una comida bien hecha, pero piénsalo… esa comida es uno de tantos momentos, esa comida es sólo una pequeña parte de tu vida, ¿deberías “arruinar” tu noche, tu día, tu vida por una comida?

Y seamos claros, no se trata de “una comida”. Se trata de los eventos a los que le dedicas tu tiempo, a lo negativo que sucede, a las cosas que no te funcionan, a las cosas que no te gustan. O quizás le dedicas tiempo a lo que se alinea contigo, lo que te sirve, lo que te funciona, lo que te gusta. De acuerdo, a lo que le dediques tu tiempo, esa será tu experiencia, por lo que, si le dedicas más tiempo a lo que no te sirve, a lo que no te funciona, esa será tu experiencia y tu vida estará coloreada de negatividad, fastidio, enojo, frustración, etc. Pero, si, por otro lado, te enfocas en las cosas que funcionan, lo que sirve, lo que se alinea con tu propósito, de la misma manera: esa será tu experiencia.

Pregúntate ¿Cuál es la experiencia que quiero en mi vida? Y de acuerdo con esa respuesta dedícale tiempo y enfócate en lo que realmente es importante. Lo que realmente es valioso para ti. Usando el ejemplo de la comida: ¿qué es más importante? ¿la relación con tu esposa, la relación con tu hija o una comida, una cena? ¿qué es más importante, un momento o toda una vida?

Así que la invitación es a que le dediques tu tiempo a lo que realmente es valioso para ti. No pierdas tu tiempo, no pierdas tu vida, no desperdicies los momentos dedicándoselos a lo que no suma en tu vida. Dedícale tu tiempo a las cosas importantes, y deja de dedicárselo a las cosas que no valen. Si comienzas a dedicarle tu tiempo a lo que realmente vale, te darás cuenta como tu vida va a comenzar a tener un sabor diferente, un sabor a vida plena.

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Creciendo entre amigos, Tiempo

Héctor se levantó muy temprano. Estaba súper emocionado y con el entusiasmo a mil: tenía un nuevo trabajo y era su primer día. Era algo que lo llenaba de entusiasmo y esperanza. Así que se dirigió al campamento en el bosque, donde se desempeñaría como leñador. Llegó al campamento, preguntó por el administrador, la persona a cargo, y se puso a disposición, para iniciar sus labores. El administrador le entregó un hacha reluciente, la cual recibió con una sonrisa contagiante, como la de un niño al que le dan el regalo más esperado.

Unos instantes después le preguntó al administrador, cuántos árboles cortaban normalmente durante la faena diaria (para darse una idea clara de qué se podía esperar de él).

El administrador respondió que, normalmente, se cortan entre ocho a nueve árboles al día, en el caso de los más experimentados. Entonces Héctor observó el hacha y le respondió: “con esta hacha, mi actitud, mi entusiasmo, dedicación y esfuerzo, sé que haré esos nueve árboles por día. Así que me comprometo para, al final del día, tener al menos 9 árboles talados. El administrador le sonrió y le deseó el mejor de los éxitos en su nueva labor.

Héctor tomó el hacha y se dirigió a la zona donde iba a desarrollar sus labores. Con una actitud envidiable, con toda la fuerza, con un optimismo a toda prueba, inició sus labores. Sin descanso, con el entusiasmo al 100%, avanzó y al final del día tenía nada más y nada menos que nueve árboles talados. Estaba súper feliz, pero, sobre todo, muy orgulloso de lo que había logrado. De regreso al campamento se cruzó con el administrador y le contó que había cumplido con su meta de nueve árboles, y que se comprometía para el día siguiente a dar la milla extra y talar diez. El administrador nuevamente le sonrío y le deseó el mejor de los éxitos.

Al día siguiente, Héctor nuevamente decidido, empoderado, y con el entusiasmo al 100%, se dirigió  al bosque. Dio su 100%. De hecho, incluso, se esforzó aún más que el primer día. Pero sólo logró ocho árboles. Él se había propuesto 10. Es decir, no sólo no había cumplido con su meta, sino que había logrado menos que en su primer día. Esto lo tenía molesto, contrariado e incómodo, porque a pesar de darlo todo y aún más, de su entusiasmo, de su actitud positiva, de su empoderamiento, no logró su meta. No estaba claro que había pasado y eso lo confundía más. Nuevamente, y de regreso al campamento, se encontró con el administrador y le contó lo sucedido. Que a pesar de darlo todo no había podido lograr su meta. Pero que se comprometía al día siguiente a esforzarse aún más, a no detenerse, a no dejarse vencer, a comprometerse al 100% y con su entusiasmo, su dedicación y su actitud, él estaba seguro de que ahora sí lo lograría. Él iba a cortar al menos nueve árboles.

El tercer día, estuvo preparándose mentalmente y esta vez no iba a dejar que nada ni nadie se interpusiera entre él y su meta de cortar 9 árboles. Incluso fue más temprano a su trabajo. Sin embargo, al final del día, y con las justas y casi muerto, solo logró cortar siete árboles. De regreso al campamento, confundido, totalmente desanimado, a punto de tirar la toalla, sin tener claro porque a pesar de su entusiasmo, su dedicación, su optimismo y su actitud 100% positiva, no había podido lograr su meta. Entonces se encontró con el administrador. Y cuando le contó lo que le había pasado, y cómo a pesar de todo, de su actitud, de su optimismo, no había logrado su meta. Fue cuando el administrador puso su mano sobre el hombro de Héctor, lo miró a los ojos y le preguntó: “¿Hace cuánto no afilas tu hacha?”.

Y esa es la pregunta para ti: ¿Hace cuánto no afilas tu hacha? ¿Hace cuánto tiempo no aprendes cosas nuevas? ¿Hace cuánto tiempo no le dedicas un tiempo a prepararte para los nuevos retos? Y no me malinterpretes, no es que el entusiasmo, la actitud positiva, el empoderamiento, como el que tenía Héctor, no sean importantes ¡claro que lo son! Sin embargo, no bastan… porque en ciertos momentos de tu vida, sobre todo para los nuevos retos, ya no alcanzan, ya no son suficientes. Debes complementarlos con nuevos conocimientos, desarrollar nuevas habilidades y destrezas.

Nuevos retos, nuevos desafíos, nuevas situaciones, nuevos problemas requieren actitudes, acciones y soluciones nuevas. Si quieres lograr lo que aún no has logrado en tu vida, debes estar dispuesto a hacer, quizás, las cosas que hasta este momento no has hecho. También es posible que debas tomar las decisiones que, hasta ahora, por alguna razón, no has tomado o quizás hayas postergado.

Te invito entonces a que “afilies tu hacha”, que te prepares, que crezcas como persona, que te desarrolles, que enfrentes nuevos retos, pero con nuevas herramientas, con nuevos conocimientos. Hoy por hoy, el acceso a la información es muy sencillo, ya no hay razón para no aprender constantemente. Recuerda, el que quiere y se compromete… encuentra el camino. El que solo lo ve como una buena idea, siempre va a encontrar una excusa. ¿Qué eliges? Vamos, entonces, por esas metas y esos sueños. Vamos entonces a “¡afilar el hacha!”.

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Creciendo entre amigos, Hacha

Un día Lucía fue a visitar a Pancho a su casa. Cuando llegó se dio cuenta que, en la entrada, había un perro que se quejaba y se quejaba y se quejaba. Entonces Lucía preguntó qué le sucedía. Pancho, sonriendo, le contó: “lo que pasa es que está echado encima de una madera que tiene un clavo que sobresale”. Entonces Lucía le insistió: “¿Y por qué no se mueve? ¿Por qué sigue estando en un sitio donde le duele, dónde está incómodo, en donde de una u otra manera, no está feliz? A lo cual Pancho le contestó: “lo que pasa es que no le duele lo suficiente, como para que se pare y se mueva del sitio”.

Muchas veces, eso es lo que nos sucede en nuestra vida. Por más que haya cosas que nos molestan, que nos incomodan, que nos duelen, que nos fastidian, no nos movemos porque es más cómodo, es más sencillo, es más fácil, requiere menos esfuerzo el quedarnos tal y como estamos. A ese estado o situación es a lo que se le llama zona de confort, que de una u otra manera, es un espacio en el que nos quedamos atrapados. Y puede ser física, emocional, o mental. No nos movemos porque estamos más cómodos, “más seguros”, “más tranquilos”, no hay riesgo, no hay absolutamente nada que nos incomode. Sin embargo, lo que sucede en esa zona de confort es que no podemos crecer, no podemos desarrollarnos, y obviamente, nuestros sueños y metas, no los vamos a alcanzar si permanecemos ahí.

Algo que debe estar claro es que, si quieres lograr algo, que hasta este momento no has podido, lo más probable es que te tocará salir de tu zona de confort, aprender nuevos conocimientos, desarrollar nuevas habilidades. Porque si sigues haciendo las cosas de la manera en que las has hecho hasta el día de hoy, lo que va a suceder, es que siempre obtendrás lo mismo. Podemos verlo con un ejemplo súper sencillo: si todos los días cocinas un huevo frito de la misma manera, todos los días tendrá el mismo sabor. Si quieres que el huevo frito tenga un sabor distinto, tendrás que cocinarlo de una manera diferente. Así que, si quieres que tu vida tenga un sabor distinto, debes cocinarla/vivirla de una manera distinta. Simple.

Nuestra zona de confort no es algo nuevo. De hecho, existe desde que la humanidad existe. Sin embargo, hay una gran diferencia entre la zona de confort o zona cómoda que hoy experimentamos, comparada con la necesidad de estar “cómodos/seguros” cuando vivíamos en una caverna, donde estar dentro de la caverna era sobrevivir y estar fuera de la caverna representaba el riesgo de morir. En donde lo conocido era seguro y lo desconocido peligroso. En ese momento, nuestra zona de confort o zona cómoda era más un estado o espacio físico. Este instinto nos permitía sobrevivir. Desde ese momento, nuestra mente, nuestra cabeza es donde nos quiere poner, porque estamos seguros, porque estamos cómodos, porque es más sencillo, porque no tenemos peligro, porque de una u otra manera, es sobrevivencia. Sin embargo, hoy por hoy, nuestra mente ya no sólo nos mantiene “a salvo” de los peligros físicos, sino también de los emocionales y mentales. Nuestra mente nos dice que no hagamos algo que nos ponga en peligro “social” (¿qué dirán de mí?), o quizás mental (“¿y si fallo…?”) y muchas otras más.

Entonces la invitación es: si tú quieres lograr las metas que hasta ahora no has logrado, debes estar dispuesto a salir de tu zona de confort.

Lo más importante que debes tener en cuenta es reconocer que estás en una zona de confort y darte cuenta cuál es esa zona dónde te mantienes, cuál es ese espacio en el que te mantienes, cuáles son las acciones, cuáles son las decisiones, que no estás tomando, y que requieren tomar, para poder alcanzar esas metas y sueños que hasta este momento no has alcanzado.

Salir de tu zona de confort, quizás inicialmente requiere que estés incómodo, sin embargo, con la práctica, con las constantes decisiones, el retarse constantemente a hacer las cosas que quizás, te has resistido y buscando la forma de lograrlo, te vas a dar cuenta que, a medida que pase el tiempo, cada vez será más sencillo, cada vez será más fácil y cada vez más vas a poder encontrar, vas a poder lograr que tus metas y sueños se alcancen.

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Creciendo entre amigos, éxito

Un día soleado, Camilo caminaba cerca de un río y, mientras paseaba, miles de ideas cruzaban por su mente. Mientras estaba absorto en sus pensamientos, algo lo desconcentró y llamó su atención. A lo lejos se veía a una persona pescando al borde del río. Esto quizás no parezca algo que pueda llamar la atención, pero había algo extraño en el comportamiento de este personaje. El pescador tiraba el sedal hacia el río, esperaba pacientemente hasta que algún pez picara y entonces, recogía rápidamente el sedal, para ver qué es lo que había picado. Hasta ahí todo “normal”. Pero lo que llamó la atención de Camilo, fue que el pescador, cuando sacaba los peces, los medía muy meticulosamente, y devolvía los más grandes y conservaba los pequeños. Esto llamó tanto la atención de Camilo, que no podía quedarse con la duda, con la curiosidad, porque para él, hacer esto no tenía sentido alguno. Su lógica le decía que debía ser, al contrario. Que debería quedarse con los más grandes y devolver los pequeños. Así que, no se podía quedar con la duda y caminó hacia donde se encontraba este pescador para preguntarle sobre esto.

Cuando se acerca al pescador, este lo saluda, Camilo se presenta y le pregunta extrañado, porque devolvía los peces grandes y conservaba los pequeños. El pescador, con una gran sonrisa, le dice que le espere unos momentos. Entra a su carpa y saca una sartén pequeña, que tenía guardada. Entonces el pescador le dice: “mire la sartén que tengo, es muy pequeña, no puedo quedarme con los peces grandes, porque no tengo cómo cocinarlos. Con una sartén como la que tengo, sólo puedo conservar los pequeños que sí entran. No estoy preparado para los grandes”.

La pregunta más importante que en este momento te quieres hacer es: Y tú ¿estás preparado para los peces grandes?, ¿estás preparado para las grandes oportunidades que tiene reservada la vida para ti? Y en este punto hay varias cosas que debes tomar en cuenta. En artículos anteriores, te he compartido sobre actitudes, formas de pensar, maneras de actuar que en algunos casos no nos suman, y que, por el contrario, nos restan o disminuyen nuestras posibilidades de lograr nuestras metas y sueños. Una que debes tomar en cuenta es la que compartí en el artículo “Sólo vemos lo que conocemos”, donde te explico que muchas veces no “vemos” algunas cosas porque no creemos que existan.

En este caso en particular, puede ser que las oportunidades están frente a ti, pero tú no las “ves” porque no crees que existan, porque no crees que te las mereces, o quizás por alguna u otra razón, pero finalmente el punto es que no las “ves”. Hay personas que dicen constantemente: “a mí no se me presentan oportunidades”, y esa termina siendo su realidad. Aunque la oportunidad esté al frente, “no la ven”.

También hay otros factores, que debemos tomar en cuenta, como, por ejemplo: “nuestras palabras crean nuestra realidad”. Es decir, si constantemente estás diciendo que no hay oportunidades, ten por seguro que esa va a ser tu experiencia, que no necesariamente es lo mismo que la “realidad”. De esto también he compartido en el artículo “El poder de las palabras”. En este artículo puedes leer, de qué manera, nuestras palabras tienen la capacidad de “crear” pero al mismo tiempo de “destruir”. ¿Qué te dice sobre ti, tus posibilidades, tus capacidades, tus oportunidades? ¿Qué realidad estás creando para ti? ¿Cuáles son las palabras cuando describes tu vida, tu experiencia, cómo te describes tú?

“Las palabras crean imágenes en nuestra mente”, Zig Ziglar

Entonces te pregunto nuevamente: ¿estás preparado para los peces grandes?, ¿estás preparado para las grandes oportunidades?, ¿estás creciendo personal, mental, profesionalmente para que puedas aprovechar los peces grandes?, ¿estás haciendo que tu sartén sea más grande o te estás conformando con una sartén pequeña y sólo dispuesto a quedarte con los peces pequeños?

Hace algunos años, en un entrenamiento al que asistí, aprendí una manera de no perder oportunidades, de generar resultados extraordinarios, sin embargo, para que te funcione, debes estar dispuesto a salir de tu zona de confort sí o sí, no hay otra opción (en artículos posteriores hablaremos de “nuestra zona de confort”).

A partir de este momento corres un gran peligro. Si sigues leyendo este artículo, el peligro es que alcances tus metas y tus sueños. Y aunque no lo creas, para muchos alcanzar sus metas y sueños, es un peligro, porque hay muchas personas que le tienen más miedo al éxito que al fracaso.

El método es sencillo. Cuando una oportunidad se presente, debes hacer lo siguiente:

–          Di sí, acepto. Vamos con todo. ¡yes!

–          Cuéntaselo al mundo, que muchas personas sepan que lo vas a hacer.

–          Encuentra la manera, descubre el camino.

Y si, cada vez que hagas esto, tu experiencia será retadora. Vas a necesitar salir de tu zona de confort, pero al mismo tiempo vas a ampliar, a expandir tus posibilidades. Esto a la larga va a generar que te veas en la capacidad de lograr cada vez, cosas más retadoras. Retos más grandes y “verás” oportunidades más y más grandes para ti.

Entonces, te invito a “hacer más grande” tu sartén, a salir de tu zona de confort e ir por los peces grandes, dejar de conformarte “con lo que te toca” y aprovechar las oportunidades grandes para ti.

 

Si quieres conocer más sobre estos temas, puedes seguir a Germán Díaz a través de sus redes sociales en Facebook, Instagram, Youtube y Spotify.

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Creciendo entre amigos, éxito

Sofía le dice a Lucho: “Lucho, ve a comprar un asado para el almuerzo, pero recuerda… deben cortarle las tapas, es muy importante que lo recuerdes”. A lo que Lucho le contesta: “No hay problema Sofía, yo voy a comprar el asado, pero quisiera que me expliques por qué hay que cortarle las tapas, por qué eso es tan importante”. Y Sofía le responde: “Lucho, haz lo que te digo, compra el asado y que le corten las tapas, así es como debe ser, no preguntes tanto, solo ve y hazlo”.

Lucho que no le funcionaba, que no le gustaba hacer las cosas sin saber o sin entender porque las debía hacer de una u otra manera, insiste y vuelve a preguntar: “¿por qué le debe cortar las tapas?”.

Sofía ya bastante molesta y contrariada, le contesta: “Lucho, las tapas se le deben cortar porque así me enseñó mi mamá. Así se hace y punto. Deja la preguntadera y ve a comprar el asado”.

Lucho se entusiasma y le responde: “entonces tu mamá sí sabe porque se le cortan las tapas…” y antes de que Sofía pudiera decir algo, Lucho ya estaba delante de la mamá de Sofía, preguntándole por qué se cortan las tapas al asado.

Cuando Lucho le pregunta a la mamá de Sofía por las famosas tapas y por qué debían de cortarse, la respuesta no fue nada amable: “las tapas se cortan porque así ha sido, así es y así será… ¡punto!, no preguntes tanto y ve. ¡Haz lo que mi hija ya te dijo que hicieras!”.

Lucho no se quería quedar con esa sensación de no saber y, a pesar de todo, insiste y le pregunta nuevamente a la mamá de Sofía, ya con miedo de cómo le iba a contestar. Por qué cortar las tapas. Esta vez la respuesta fue: “porque así me enseñó mi mamá y así es como se hace”.

«¡Ah!», exclamó Lucho. «Entonces la Sra. Domitila sí sabe»; y antes de que nadie pudiera moverse, Lucho tenía el celular en la mano y le estaba marcando a la señora Domitila. Finalmente, después de unos minutos logra comunicarse y le pregunta por las tapas del asado, a lo que ella le responde: “ay hijito, te explico, es muy sencillo: cuando yo me casé y comencé a aprender a cocinar, no éramos muy ricos, y tampoco teníamos muchos lujos, así que el horno que teníamos con mi difunto esposo Jacinto era muy pequeño, así que para que el asado entre, había que cortarle las tapas”.

Esta historia puede sonar chistosa, quizás, por lo necio que fue Lucho al querer saber por qué se le deben cortar las tapas al asado. O por lo intransigentes de Sofía y su mamá, que simplemente le decían que haga lo que se le pedía.

Pero vayamos al fondo de la historia. Por un lado, la resistencia de hacer algo porque “se supone que así es cómo se ha hecho siempre”; y por otro lado, el hacer las cosas sin saber o cuestionar el por qué se deben hacer de una u otra manera. Cuántas veces te has preguntado ¿por qué hago lo que hago? ¿Por qué lo hago de la manera en que lo hago?

No se trata de si una u otra posición es correcta o no. De lo que se trata es de preguntarnos, basado en los resultados, cuál de las dos posiciones, en general, nos puede dar mejores resultados. Por un lado, si siempre haces las cosas, como se supone se deben hacer sin cuestionar nada, vas a obtener los mismos resultados: ni bueno, ni malo. Es lo que es y el resultado, lo más probable, es que siempre sea el mismo de siempre. Por otro lado, si te cuestionas porque haces las cosas que haces y por qué las haces de la forma en que las haces, quizás existan posibilidades de que encuentres otras maneras, otras formas, otros caminos para obtener el resultado. Nuevamente ni bueno, ni malo. Como todo en la vida es una elección, y esa elección estará basada en tus creencias y paradigmas, o puede estar basada en los resultados.

Si está basada en tus creencias y paradigmas, lo más probable es que optes por hacer lo de siempre, porque es más cómodo, es más seguro, es más predecible, es más conocido. No requiere cambios de tu parte. Si está basado en tus resultados, es posible que quieras probar soluciones nuevas, nuevos métodos, nuevas formas, sobre todo si no estás conforme con el resultado o crees que podrías mejorarlo.

Entonces, si quieres tener mejores resultados, si quieres lograr lo que hasta ahora no has logrado, debes comenzar a cuestionar. Si la manera en que haces las cosas y, sobre todo, si las cosas que haces te van a generar el resultado que esperas o deseas. Albert Einstein decía: “la locura más grande del ser humano es hacer las cosas de la misma manera, y esperar resultados distintos”.

“Una vida que no permite ser cuestionada, es una vida que no vale la pena vivir”.

Sócrates.

Vamos a vivir una vida plena, cuestionando por qué hacemos lo que hacemos y sobre todo el para qué. Ver de qué manera esto nos puede acercar a nuestras metas, a nuestros sueños. No lo hagamos porque está bien o mal, no lo hagamos con carga o con peso, hagámoslo con la intención de vivir nuestra vida al 100% con dirección y propósito.

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Creciendo entre amigos

Un día, durante un seminario que estaba dictando Albert Einstein, el físico más reconocido y respetado en la historia de la humanidad, él escribió en la pizarra:

9×1 = 09

9×2 = 18

9×3 = 27

9×4 = 36

9×5 = 45

9×6 = 54

9×7 = 63

9×8 = 72

9×9 = 81

9×10 = 91

Inmediatamente, en todo el salón, las burlas no se hicieron esperar. Todos, absolutamente todos, se burlaron de lo que acababa de suceder, porque Albert Einstein se había equivocado en algo que aparentemente, supremamente, era sencillo. Ya que, como todos sabemos, la respuesta correcta de 9×10 es igual a 90. Todos sus alumnos, en ese momento sin excepción, se rieron de él.

Entonces, Albert Einstein, sin inmutarse en lo absoluto, esperó a que el salón estuviese en silencio y que todos se callaran, y les dijo: «Hice 10 operaciones de multiplicación, a pesar de haber acertado las 9 primeras, nadie me felicitó. Nadie dijo absolutamente nada al respecto. Sin embargo, cuando fallé solo una, todos se burlaron, todos se empezaron a reír y esto es lo que vemos constantemente, porque en el fondo, lo que significa, es que a pesar de tener mucho éxito, las personas, la sociedad en general, se fijarán en tu más mínimo error y se burlarán de ello. Yo los invito a no dejar que una simple crítica destruya sus sueños».

Alguna vez te ha pasado que te compras algo, que se supone nadie tiene y te das cuenta de que ahora que lo tienes, resulta que “todos” lo tienen y que en realidad ¿no era tan especial? Vamos a hacer un experimento y te pido que leas con cuidado lo que vas a hacer. En donde estés, te pido que mires a tu alrededor, mira bien, realmente mira muy bien, adelante, detrás, a la derecha, a la izquierda, y fíjate en todas las cosas de color marrón que veas: OJO, justo antes de cerrar los ojos sin quitarlos de esta hoja/monitor/pantalla, lee lo que sigue-  ahora cierra los ojos y con los ojos cerrados, menciona todas las cosas rojas, o verdes que había en la habitación (lee esto y cierra los ojos).

Cuando cerraste los ojos, viste más cosas rojas, verdes o marrones. Probablemente, mientras estuviste con los ojos cerrados, te acordaste/viste más cosas marrones que rojas o verdes. Esto es porque estabas enfocado en ver cosas marrones y no cosas verdes o rojas. Ahora, abre los ojos y mira cuantas cosas rojas o verdes hay, quizás sea muy probable, que ahora con los ojos abiertos veas mas cosas rojas y verdes. Esto sucede porque vamos a encontrar en abundancia, a lo que le pongamos el foco, es decir, vamos a ver en mayor medida en lo que nos enfoquemos.

Esto no sería una complicación o algo que no funcione, sin embargo, al mismo tiempo que nos sucede eso, debemos considerar también lo siguiente: a lo largo de nuestra vida, nos enseñan o en muchos casos hemos aprendido, nos han inducido a ser “policía” de los errores. Estamos más buscando los errores y criticarlos, que felicitar el éxito y enfocarnos en lo que funciona. Si nos enfocamos tanto en esto, en encontrar errores, le estamos dando nuestro enfoque y nuestra energía a lo que no nos sirve necesariamente, o a lo que no nos funciona.

Visto de otra manera: en lo que te enfocas se expande – si constantemente te estás enfocando en el error – vas a estar constantemente pendiente del error en vez de ver y enfocarte en lo que si esta correcto o bien hecho. Y esta experiencia negativa o que no te funciona, se va a expandir, generando negatividad y falta de esperanza. Lo que menos funciona de esta forma de actuar, de esta actitud, es que esto no sólo lo hacemos hacia los demás, en realidad lo hacemos principalmente hacia nosotros mismos. Y es que estamos siempre siendo los jueces más severos cuando de nosotros se trata. Si te enfocas más en las cosas negativas, en tus errores, eso se va a expandir, porque tu energía la estás concentrando en eso.

Si estás viendo las cosas negativas de los demás, pero sobre todo de ti mismo, cuál crees que va a ser tu experiencia de la vida. No es que la vida sea así… pero si lo que ves es negativo, los errores, lo que no funciona, lo que está equivocado, o en mayor medida ese es tu foco, esa va a ser tu experiencia, porque eso es lo que estás buscando, eso es lo que vas a encontrar, a pesar de que quizás hayan más aciertos que errores.

Entonces, no es hacernos los “locos” de lo que no funciona, de los errores, de las metidas de pata, pero que tal si comenzamos a generar una experiencia poderosa, generosa, llena de esperanza y posibilidades y también comenzamos a “buscar” nuestros aciertos, lo que sí funciona, las veces que “la hacemos”. Así mismo, podemos comenzar a tener una experiencia positiva de los demás, si dejamos de ser los “policías” de las equivocaciones, los desaciertos, los problemas. Enfócate en construir, enfócate en lo que funciona, enfócate en las posibilidades, enfócate en crear una experiencia positiva de ti.

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Coaching, Creciendo entre amigos

Alguna vez te has puesto a pensar o te has dado cuenta, cuántas veces al día escuchas a alguien o incluso tú mismo dices la siguiente frase: “No tengo tiempo”. Casi aseguraría que es bastante probable que, si alguien te lo dice o tú mismo la utilizas, en la mayoría de las ocasiones, ni lo vas a cuestionar, o no te vas a dar cuenta, ya que está socialmente aceptado e incluso, en muchos casos, bien visto no tener tiempo.  Es más, dependiendo de la persona, podríamos decir que, en muchos casos, cuando alguien nos lo dice, casi automáticamente vienen pensamientos tales como: “claro, es que es muy importante, por eso no tiene tiempo”, “es una persona que siempre está ocupada”, “su agenda está full porque es muy solicitada”, etc.

Sin embargo, antes de profundizar más en el tema, sería apropiado entender realmente qué es el tiempo y las definiciones que existen de este:

-Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro.

-Oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo.

-Cada uno de los actos sucesivos en que se divide la ejecución de algo.

Entonces, es importante mencionar un aspecto que la mayoría pasa por alto: el tiempo no es algo físico o material, no lo puedes tocar, o lo puedes ver, no lo puedes comprar, por lo tanto, no se puede poseer.  Nadie “tiene tiempo”, nadie lo puede almacenar, no se puede guardar para ser utilizado posteriormente: o lo utilizamos eficientemente o simplemente lo desperdiciamos.

Y aunque parezca solo semántica, y en realidad no lo es, porque es realmente la forma en que nuestra mente interpreta, entiende y asimila el entorno, la cosas, es importante recordar lo que Zig Ziglar, conocido orador americano, dice: “Las palabras crean imágenes en nuestra mente”.  Piénsalo un poco, y hazte las siguientes preguntas, cuál es la imagen que estás creando en tú mente sobre ti y tu relación con el tiempo, si constantemente te estás diciendo, que no tienes tiempo.

Cada vez que repites esa frase, le estás diciendo a tu mente que no lo tienes, que no lo posees, que no existe. Y en realidad, como hemos visto, no se trata de que lo tengas o no sino de si lo estás usando eficientemente o no.  Entonces, lo que va a suceder es que tu mente va a alinear las cosas de tal manera que ese pensamiento se va a “convertir” en tu realidad: no vas a “tener tiempo” o mejor dicho no lo vas a utilizar de la mejor manera.

Muchos pensamientos y creencias refuerzan esta situación.  Cuando las personas ven sus agendas y no las ven “llenas”, se preocupan con pensamientos de “no estoy haciendo lo suficiente”.  Y esto a su vez tiene que ver con pensamientos como que “si tengo tiempo libre no soy tan importante”.

Stephen Covey, escribió su célebre libro “7 hábitos de la gente altamente eficiente”, sin embargo, él mismo reconoce que todos esos hábitos son insuficientes a menos que utilicemos como base el “8vo habito – Hacer primero lo primero”.  Es decir, si queremos sacarle provecho al tiempo del que disponemos, lo más importante en lo que debemos enfocarnos es en sí estamos haciendo primero lo primero, en otras palabras, si estamos haciendo las cosas importantes y urgentes en primer lugar o estamos llenando nuestra agenda con cosas que no necesariamente nos acercan a las metas y objetivos que tenemos trazados, simplemente por tenerla llena.

Así que te invitamos a que la próxima vez que vayas a decir “no tengo tiempo”, recapacites sobre esta declaración y las implicancias que esta tiene en tus resultados y en general en tu experiencia y relación con el tiempo.  Te deseamos una vida plena, abundante y exitosa.

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Creciendo entre amigos, No tengo tiempo
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