Mucho se dice, y se piensa, que en todo este ajetreo quien perdió fue el APRA, que Haya de la Torre vio frustrada su vida pues no llegó a ser presidente del Perú. Más allá de esto, durante el siglo XX debimos aprender a ser democráticos, debimos construir un orden institucional sólido y debimos incorporar la costumbre de defender y vivir en la normalidad de ese orden institucional y constitucional sólido sin que nadie lo ponga en duda y fue precisamente eso lo que nos arrebató la alianza-oligárquica militar primero, el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada -Velasco y Morales Bermúdez- luego, y finalmente, como corruptísimo broche de oro castrense de la vigésima centuria, la dictadura de Alberto Fujimori.
Han pasado 22 años desde que Fujimori nos dejó, pues literalmente nuestro último dictador huyó al Japón, y, sin embargo, nuestra democracia no echa raíces, estas no germinan, se pudren. En lugar de clase política tenemos bandoleros camuflados bajo todo tipo de ideologías y propuestas disparatadas, cuando lo que buscan en realidad es el tesoro público, es el dinero de todos, son nuestros impuestos, para repartírselos, entre ellos, como Pizarro y los suyos cuando buscaban El Dorado, la legendaria ciudad de oro perdida, al punto que quebraron a golpe de cincel las piedras del Templo del Sol en el Cusco a ver si el oro se escondía dentro de sus rocas.
Aquí la república no ha comenzado todavía, 201 años después de su fundación formal por José de San Martín, y parte de la explicación, nos la deben los militares que le robaron la democracia a nuestro siglo XX, no se la robaron solo al APRA, nos la robaron a todos. Ténganlo presente.