Hard-rock

[Música Maestro] En cuatro meses habrá una fiesta metalera en Inglaterra. El estadio del Aston Villa, uno de los equipos más conocidos e importantes de la Premier League -que alguna vez tuvo como arquero al gigante Peter Schmeichel, con capacidad para más de cuarenta mil personas, se convertirá en un oscuro templo dedicado a la despedida de la banda que es, por consenso general, creadora absoluta del heavy metal como concepto, sonido y actitud, Black Sabbath.

El cuarteto original -Ozzy Osbourne (76, voz), Tony Iommi (77, guitarra), Geezer Butler (75, bajo) y Bill Ward (76, batería)- subirá nuevamente al escenario, después de veinte años de su última aparición pública oficial en el Ozzfest del 2005, en un concierto titulado Back to the beginning, a realizarse en el coloso futbolero deBirmingham, ciudad donde nació el grupo allá por 1968, el próximo 5 de julio.

La última vez que Black Sabbath se presentó en vivo de manera oficial no lo hizo con sus cuatro miembros fundadores. En aquella gira, titulada The end, el lugar de Bill Ward fue ocupado por Tommy Clufetos, experimentado músico de sesión que aportó su juventud y energía a aquella versión de Black Sabbath, con Ozzy aun en pie. Clufetos también tomó las baquetas para la gira promocional de 13, su décima novena placa, en reemplazo de Brad Wilk, de Rage Against The Machine, quien a su vez había sustituido a Ward para aquel trabajo en estudio.

En ese tour mundial, que tuvo en total 80 presentaciones en más de 30países, Black Sabbath hizo un recorrido por lo mejor de esos diez primeros años comprendidos entre 1968 y 1978, haciendo conciertos de una hora y media de duración, en un despliegue notable de esfuerzo y precisión que fue, para muchos, más que suficiente como acto dedespedida. Después de todo, sus cuatro integrantes son sobrevivientes de una de las trayectorias más extremas de la historia del rock, viviendo al filo de la cornisa y con toda clase de excesos. El último concierto de la gira sirvió de base para un alucinante CD/DVD titulado The end of the end: Live in Birmingham.

Revisando las imágenes de aquella espectacular velada -en la que además participó, en los teclados, Adam Wakeman, hijo de Rick (sí, el de Yes)– queda claro cómo sonarán los amos del metal cuando llegue el momento. A muy pocas bandas del periodo dorado del rock clásico le va bien eso de tocar sus canciones un semitono o un tono por debajo de las grabaciones originales. Black Sabbath es una de ellas. Con tonalidad más grave, los pesados riffs y solos electrizantes de Tony Iommi quedan más amenazantes y el bajo de Geezer Butler suenaprofundamente denso y nítido.

Entre 1970 y 1978 Black Sabbath lanzó ocho discos. Los cinco primeros –Black Sabbath, Paranoid (1970), Master of reality (1971),Vol. 4 (1972) y Sabbath bloody Sabbath (1973)– incluyen temas que forman parte del canon fundacional del heavy metal. En cambio, los tres discos siguientes –Sabotage (1975), Technical ecstasy (1976) y Never say die! (1978)– muestran algunas variaciones en el sonido, combinando su ataque metalero con incursiones en el pop (Am I going insane? (Radio), 1975) y hasta un instrumental de jazz-rock (Breakout, 1978).

Entre los años 1980 y 1996, antes de la primera reunión del cuarteto que se despedirá del público este 5 de julio, hubo un primer momento brillante con la llegada del imponente Ronnie James Dio (1942-2010), ex vocalista de Rainbow, en reemplazo de Ozzy y, posteriormente, el empuje de Iommi mantuvo a flote al grupo con diversos cambios de personal que, con sus propios altibajos, no tuvo el mismo impacto que aquella década inicial, un periodo que merece un artículo aparte.

La historia de Black Sabbath se remonta a los últimos años de la década de los sesenta, marcada por el auge de la generación Woodstock en los Estados Unidos (psicodelia y folk-rock) mientras que, en Inglaterra, tras la tormenta de la Beatlemanía y la primera Invasión Británica, comenzaron a aparecer bandas que expresaban sus inquietudes artísticas a través de relecturas del blues y el R&B norteamericanos. En esa escena, altamente creativa y de efervescente competencia, iban surgiendo músicos por todas partes tratando de incorporar elementos innovadores a sus composiciones.

En Birmingham, un cuarteto de veinteañeros desadaptados comenzó a tocar blues en los tugurios de la zona industrial de esta ciudad meridional, futura cuna de otros astros de la música popular contemporánea como Steve Winwood, Electric Light Orchestra o Duran Duran. Antes de llamarse Black Sabbath, se presentaron como The Polka Tulk Blues Band (1967) y Earth (1968). Sin embargo, la adopción del nuevo nombre vino acompañada por un giro absoluto en la música que hacían, que sería a la vez novedoso y supuestamente anticomercial.

En sus comienzos, todos compartían un genuino interés por dos cosas: el blues y las películas de terror. Y les llamaba la atención -en especial a Geezer Butler– ver las tremendas colas de personas que esperaban para ingresar a cada estreno de largometrajes sobre monstruos y hechos paranormales. Entonces, un día Butler les comentó a sus compañeros: “Si la gente paga para asustarse en el cine, seguro también pagará para escuchar canciones terroríficas”. Con esta frase se cerró uno de los mejores estudios de mercado de la historia del rock.

De carátula oscura y canciones sobre posesión diabólica, aparicionesfantasmales y demonios enamorados, el epónimo disco debut de Black Sabbath fue un sorpresivo éxito de ventas. Sobre el nombre del grupo, la historia más conocida es que salió de una película de terror italianode 1963, protagonizada por el legendario actor británico Boris Karloff (1887-1969). Sin embargo, la banda norteamericana de rock psicodélico Coven había lanzado, medio año antes, un álbum titulado Witchcraft destroys minds & reaps souls, cuya primera canción se llamaba… Black Sabbath. Y, para colmo, el bajista de aquel olvidado grupo era Oz Osbourne, lo que habría inspirado el mote Ozzy del excéntrico vocalista británico (su nombre real es John Michael). De hecho, en una crónica para la revista Rolling Stone, el crítico Lester Bangs describió a Black Sabbath como “un cruce entre Cream y Coven”.

Las letras las escribieron a cuatro manos Geezer Butler y Ozzy Osbourne y, para la música, apareció el genio creativo del guitarrista Tony Iommi, quien basó sus composiciones en el uso de tritonos. En teoría musical, un “tritono” es un intervalo que abarca tres tonos completos adyacentes o seis semitonos, “que no es lo mismo, pero es igual”, parafraseando a Silvio Rodríguez. A esta combinación de notas se le conoce desde el siglo XVIII como “diabolus in musica” o “el diablo en la música” por sus disonancias siniestras y sobrecogedoras.Si a eso le agregamos la imaginería ocultista -cruces invertidas, textos que recrean historias terroríficas sacadas de cuentos de Dennis Wheatley (1897-1977), H. P. Lovecraft (1890-1937) y hasta la presencia del mismísimo creador de la “Iglesia de Satán”, el norteamericano Anton LaVey (1930-1997), en la fiesta de presentación de su álbum debut -algo que fue planificado por los productores sin avisarles- el mensaje estaba claro: Black Sabbath era una banda de temer.

Ozzy Osbourne fue despedido de mala manera por sus compañeros en 1978, poco después de la gira promocional del octavo álbum Never say die! (1978) –aquí podemos ver un concierto de esa época- y, posterior a ello, desarrolló una exitosísima carrera como solista, armando bandas en las que han tocado verdaderos genios del heavy metal como los guitarristas Randy Rhoads (1956-1982), Zakk Wylde, Jake E. Lee; los bajistas Robert Trujillo, Rudy Sarzo (Quiet Riot, Whitesnake); o los bateristas Tommy Aldridge (Whitesnake, Ted Nugent), Lee Kerslake (Uriah Heep, 1947-2020) o Mike Bordin (Faith No More). Muchos de ellos también estarán presentes en Back to the beginning. En el 2024, el cantante y estrella de realities fue inducido al Salón de la Fama del Rock and Roll, por su trabajo en solitario.

Pero Tony Iommi es el alma y sonido de Black Sabbath. Aun cuando se trató siempre de una banda de creación colectiva, su oscura guitarraconforma el 80% del impacto que tiene la música de Black Sabbath en el oyente común y corriente. Después vienen las atronadoras líneas del bajo de Geezer, los frenéticos bombazos de Ward, la voz de ultratumba de Ozzy y los sonidos extraños que contribuyen al resultado final de manera contundente y ominosa. Pero esa poderosa guitarra orgánica, sin recarga de efectos ni whammy bars, es la que queda grabada en la mente para siempre, después de oírla por primera vez. Un sonido con historia propia, además.

Los padres de Anthony Iommi Valenti llegaron a Birmingham desde la encantadora ciudad de Palermo, capital de Sicilia, al sur de Italia. Comenzó a tocar guitarra desde muy pequeño, haciéndose notar por ser zurdo, como Paul McCartney. A los 17 años sufrió un accidente terrible que estuvo a punto de terminar con sus sueños de convertirse en músico de rock. Mientras trabajaba en una fábrica de acero, una máquina cortadora industrial le cercenó las puntas de los dedos anular y medio de la mano derecha, la que usaba para digitar notas en el diapasón. Desconsolado, escuchó a los doctores decirle que no podría volver a tocar. Mientras se recuperaba, un amigo le hizo escuchar al belga Django Reinhardt (1910-1953), famoso por tocar la guitarra eléctrica con solo dos dedos tras unas graves quemaduras sufridas en un tren, casi a la misma edad que él tenía.

Esto lo motivó tanto que decidió solucionar su problema, fabricando sus propias prótesis a manera de dedales, con pedazos de botellas de detergente que derritió para darles forma y adaptarlos a sus dedos mutilados. Las extensiones funcionaron desde el principio, permitiéndole retomar la guitarra. Para compensar el hecho de no tener sensibilidad en las puntas de los dedos dañados, Tony aprendió a dominar la armadura de acordes desde las zonas más bajas del diapasón y comenzó a afinar su instrumento uno o dos tonos por debajo de lo normal, para reducir la tensión de las cuerdas.

Todo eso le permitió alcanzar tonalidades más cavernosas y sombrías. En medio de los años formativos de Black Sabbath (1967-1968), Tony Iommi pasó brevemente por la banda de blues y prog-rock Jethro Tull. Un registro de ello puede verse en el especial para televisión de The Rolling Stones Rock and Roll Circus, en el que los dirigidos por el flautista Ian Anderson tocan Song for Jeffrey, uno de los temas de su álbum debut, This was (1968). Luego de eso, el guitarrista volvió a su grupo y nunca más se fue. En los sesenta años de trayectoria de Black Sabbath, Iommi ha sido el único miembro estable y presente en todos y cada uno de los lanzamientos discográficos del grupo, tanto en estudio como en vivo.

Geezer Butler y Bill Ward conforman la base rítmica, encargada de dar fondo a las tormentas eléctricas que suele desatar Mr. Iommi en cada tema. Geezer -un término coloquial del inglés británico que podemos traducir como “compadre”, “causa”- es uno de los bajistas más carismáticos y representativos del rock clásico en general y del heavy metal en particular. Sus movimientos sobre el escenario eran enérgicos y agresivos, sacudiéndose y levantando su pesado instrumento mientras tocaba, con digitación natural o púa plástica, líneas melódicas contundentes, veloces y de permanentes cambios.

Bajistas como Jason Newsted (Metallica), Steve Harris (Iron Maiden), Billy Sheehan (Mr. Big) o Justin Chancellor (Tool) lo mencionan siempre como una de sus principales influencias. Como letrista principal de Black Sabbath, Butler usó sus estudios en literatura británica antigua y su afición por los escritos de Aleister Crowley(1875-1947), introduciendo temas de magia negra y ocultismo. A diferencia de sus compañeros, Geezer Butler -cuyo primer instrumento fue la guitarra- no ha grabado discos en solitario. Estuvo en Black Sabbath desde su fundación hasta 1983 y, posteriormente, alternó sus entradas y salidas del grupo colaborando en ciertos tramos de la carrera solista de Ozzy Osbourne y, después de 1998, ha participado en todas las reuniones de Black Sabbath hasta ahora, incluyendo la del año 2006 que juntó a la formación de 1980-1982- con Dio y el baterista Vinny Appice-, Heaven & Hell.

Con respecto a Bill Ward, es difícil imaginarlo como un amante del jazz, aunque sus principales influencias fueron Gene Krupa (1909-1973), Buddy Rich (1917-1987) o el rey del shuffle, Bernard Purdie (Steely Dan, Stevie Wonder). En los años más salvajes de Black Sabbath, Ward era blanco de distintas bromas, algunas de ellas muy pesadas y peligrosas. Por ejemplo, durante una gira en 1973, Iommi prendió en fuego la frondosa barba del baterista, ¡con su permiso! El músico acabó con serias quemaduras en la barbilla tras aquella trastada, en medio de literales montañas de cocaína y otros postres. Sus excesos con el alcohol lo pusieron al borde del colapso en más de una oportunidad, una adicción que también afectó su vida personal y su continuidad en la banda.

El título del concierto que se viene, Back to the beginning, juega con el concepto obvio del “regreso a los inicios” -los integrantes del grupo vivieron desde niños, con sus padres, a pocas cuadras del estadio donde se realizará, el Villa Park- y con el título de una de sus últimas canciones, End of the beginning, que abre el álbum 13, lanzado hace ya una docena de años. Si a eso le añadimos que, durante sus tiempos de gloria, la banda nunca tocó en este escenario, la idea de decir adiós en su barrio adquiere mucha mayor relevancia y emotividad, tanto para los músicos como para los habitantes de Birmingham, ciudad que se disputa con Manchester el título de la segunda más grande del Reino Unido.

Pero esto es mucho más que el concierto de reunión de un grupo retirado, en búsqueda de capitalizar económicamente su brillante pasado. Back to the beginning será una verdadera celebración y homenaje, en la que célebres aprendices se acercarán a mostrar respeto y agradecimiento a sus maestros, los padres fundadores de un género que, a pesar de los cambios, degradaciones y retrocesos que han sufrido los públicos consumidores de música popular y asistentes a conciertos, se mantiene vigente a nivel mundial en festivales multitudinarios como Wacken (Alemania), Hellfest (Francia) o Download (Inglaterra).

El cartel incluirá a pesos pesados surgidos en la década de los ochenta como Metallica, Anthrax, Slayer y Guns N’ Roses, de los noventa como Alice in Chains, Lamb of God, Pantera o Tool y una constelación de personalidades del rock duro de distintas épocas y estilos, desde el compositor, cantante y guitarrista Sammy Hagar (Montrose, Van Halen, exitoso solista) hasta Wolfgang Van Halen, hijo del desaparecido guitarrista Eddie Van Halen y líder de Mammoth;desde Johnatan Davis, vocalista de Korn, hasta Papa V Perpetua (líder de Ghost); desde Chad Smith, baterista de Red Hot Chili Peppers,hasta Billy Corgan, guitarra/voz de los Smashing Pumpkins; todos bajo la dirección de Tom Morello, guitarrista de los también noventeros Rage Against The Machine. Será, sin duda alguna, el evento musical del año.

Tags:

Black Sabbath, Hard-rock, heavy metal, metal., Ozzy Osbourne, rock clásico

Luego de aquella tríada -Thin Lizzy (1971), Shades of a blue orphanage (1972) y Vagabonds of the western world (1973, con la icónica ilustración de carátula de Jim Fitzpatrick, conocido internacionalmente por este poster de 1968)- llegó la primera gran transformación. Eric Bell salió y fue reemplazado por dos guitarristas, el norteamericano Scott Gorham y el escocés Brian “Robbo” Robertson, iniciándose el verdadero ascenso de Thin Lizzy como potencia del hard-rock setentero. Aunque el primer álbum de esta nueva conformación -Nightlife (1974)-, está cargado de influencias del blues, funk y algo de jazz, en temas como Showdown o el instrumental Banshee, ya se comenzaron a sentir los ataques de guitarras gemelas que se convirtieron en su marca registrada. La química existente entre Gorham -de estilo fluido, con bases blueseras- y Robertson -más clásico y agresivo- permitió a Lynott expandirse, como compositor y líder. El cuarteto grabó, en total, cinco álbumes en estudio y el mencionado concierto Live and dangerous. Clásicos como Rosalie -original de Bob Seger-, Don’t believe a word, Emerald, Dancing in the moonlight (It’s caught me in its spotlight) y, especialmente, The boys are back in town, impactaron a la comunidad rockera por su fuerza y expresividad. El tema, parte del sexto álbum Jailbreak (1976), es la que mejor representa, hasta hoy, el sonido clásico de Thin Lizzy, con esas emocionantes armonías a dos guitarras.

Pero como nada puede ser perfecto, las cosas comenzaron a descontrolarse al interior de Thin Lizzy. Aun cuando eran muy unidos, el carácter irascible de Brian Robertson ocasionó más de un desencuentro artístico y personal con sus compañeros, en especial con Lynott. Para cuando llegó el momento de iniciar la gira promocional del LP Jailbreak, Robertson se vio obligado a retirarse tras un incidente violento en un bar, una descomunal gresca que le dejó graves heridas en la mano. Con “Robbo” inhabilitado para tocar, por su recuperación, Phil Lynott buscó a un viejo amigo y colaborador suyo para reemplazarlo, el virtuoso guitarrista irlandés Gary Moore -quien ya había alternado con ellos en 1974 y conocía a Phil desde las épocas de Skid Row- para esos conciertos. Posteriormente, Robertson regresaría pero solo para grabar tres canciones –entre ellas, esta– del Bad reputation (1977), el último disco del cuarteto. Luego se unió por una breve temporada a Motörhead (1982-1983).

Moore, un músico de larga trayectoria que iba del blues al hard-rock y al rock progresivo con total facilidad -escúchenlo aquí con su clásico tema Still got the blues for you (1990) o como miembro de Colosseum II, en medio del auge del prog-rock al estilo Canterbury Scene-, ingresó formalmente a Thin Lizzy en 1978 y se quedó un año, grabando con ellos The Black Rose: A rock legend, uno de sus discos más celebrados. A pesar de ello, Moore -quien registró la balada blues Parisienne walkways a dúo con Lynott en 1979- decidió seguir su camino en solitario al ver cómo se incrementaban las adicciones de sus colegas. Su lugar fue ocupado por Snowy White, un guitarrista británico de alto perfil, que se quedó hasta 1982 -a este periodo pertenecen los álbumes Chinatown (1980) y Renegade (1981)- intercalando su trabajo en Thin Lizzy con su ingreso a Pink Floyd, como músico de apoyo en la gira The Wall (1980-1981). Para la última etapa de Thin Lizzy, Lynott, Downey y Gorham contrataron al inglés John Sykes, quien años más tarde se haría mundialmente famoso como miembro de Whitesnake y luego, a fines de los noventa, al frente de su propia banda, Blue Murder.

Phil Lynott falleció apenas a los 36 años, debido a múltiples complicaciones por su masiva adicción a la heroína y el alcohol, los primeros días de enero de 1986. Desde entonces su figura creció entre los amantes del hard-rock y el legado de Thin Lizzy se ha mantenido vigente a través de las décadas siguientes. En 1991, el recopilatorio Dedication: The Very Best of Thin Lizzy incluyó un tema inédito, Dedication, una composición del guitarrista Laurence Archer rescatado de unas cintas perdidas de 1984-1985 de una banda alterna de Lynott, llamada Grand Slam. Scott Gorham, John Sykes, Brian Downey y Darren Wharton -tecladista de la banda desde 1980- se reunieron en 1996 y, con diferentes acompañantes, se presentaron como Thin Lizzy de manera irregular hasta el 2009. Luego de ello, Gorham continuó al frente con elencos cambiantes de músicos hasta llegar al 2019, en que lo acompañan Scott Travis (baterista de Judas Priest), Troy Sanders (bajista de Mastodon) y los guitarristas y cantantes Damon Johnson y Ricky Warwick. Aunque no han grabado material nuevo bajo el nombre Thin Lizzy, mantienen vivas las canciones y el espíritu de Phil Lynott, en conciertos y festivales de EE.UU. y Europa.

Tags:

Hard-rock, Música
x