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Poco antes de iniciar lo que será el tercer año de la pandemia, el psicólogo social Jorge Yamamoto, que también es fundador de un grupo de investigación en bienestar, cultura y desarrollo en la Pontificia Universidad católica del Perú (PUCP), nos explica las lecciones que nos ha dejado el 2021.
En entrevista con Sudaca.pe, considera que, nos encontramos en una situación de emergencia cívica de salud mental y productividad, donde los que han dejado de esperar un “retorno a la normalidad” y han empezado a aprovechar lo que la pandemia trajo, son los que mejores resultados han tenido hasta el momento.
-En el 2021 tuvimos una segunda ola del virus, pero también fue el año de la vacunación, ¿hay más optimismo de entrar al tercer año de la pandemia?
El optimismo es una característica personal sumamente importante y no es vinculada a lo que uno le pasa, sino a cómo enfrenta lo que le ocurre. El optimismo no es un producto de lo que nos ocurrió, sino producto de lo que vamos sembrando en los niños, cultivando de jóvenes y lo que consolidamos de adultos. Este año que acaba de terminar ha sido un año que parecieron 200 por la enorme cantidad de cosas. (…) Vemos que el nivel de preocupación va aumentando. Ha sido una coyuntura muy negativa. Tiene que sacarnos el mejor de los optimismos, pero no ese optimismo suicida en el que decimos el COVID-19 no me va a agarrar. Es un optimismo razonable, estratégico, que analiza las consecuencias de las conductas para sacar lo mejor de cada momento.
¿Qué significa la nueva normalidad para los peruanos?
La palabra clave no es nueva normalidad, sino adaptación productiva y optimista, estar siendo flexibles sobre lo que nos ocurre que no podemos cambiar y sacar lo mejor de cada situación. La pandemia, el pandemonio político, son situaciones terribles, pero muchas personas han sacado provecho de ello. (…) Los cambios los estamos viendo en la curva de rendimiento. Normalmente, teníamos un grupo grande de personas que estaba en la media de rendimiento, un grupo pequeño con elevado rendimiento y un grupo pequeño con mal rendimiento. Tanto el rendimiento como el bienestar y la salud mental se están reduciendo en el grupo de gente muy productiva y con mucho bienestar, pero esas personas están alcanzando niveles muy altos. Son pocos, pero son. El grupo que está mal de salud mental, bienestar y rendimiento crece y la media se está aplanando.
Por el lado económico, se perdió mucho empleo y ahora -por ejemplo- hay muchas más ollas comunes, ¿la economía también afectará el estado anímico de los peruanos en el 2022?
Creo que el peruano siempre ha estado preocupado por la economía, pero con el crecimiento económico, la reducción de la clase baja y el incremento de la clase media, esa preocupación económica se trasladó a un mayor consumo material, consumo de alimentos en restaurantes antes que en la alimentación básica y lo que ahora estamos viendo es un regreso a estas necesidades de corte básico, pero no es tan fácil, porque cuando uno se baña a diario en agua fría no siente el agua fría, pero después de haberse bañado en agua caliente, el agua fría se siente helada.
Por el lado político, ¿nos hemos acostumbrado a la crisis o cambiar de ministros en cuestión de días, es un nuevo nivel de crisis para nosotros?
Acostumbrado técnicamente no, porque recién está ocurriendo. El problema es el efecto psicológico que tiene este cambio de ministros turboalimentado en los últimos meses, pero que es solo la punta del iceberg (…) ¿cuáles con estas posibles reacciones? Ir cargando más un polvorín que genere más polarización y violencia. El otro camino es desarrollar un elevado nivel de cinismo. La gente ya no cree en nadie y solo busca su pequeño beneficio, que ya existía antes de 2020, pero podía llegar a un nivel espeluznante. Todo eso genera el caldo de cultivo para dos cosas.
¿Cuáles?
La más probable es que los próximos gobernantes sean aún más alucinantes. Después de Merino decíamos que habíamos tocado fondo, pero nos equivocamos. El otro caso, poco probable, es que, la gente que puede sacar adelante este país, no el político que busca la posición por narcisismo, intereses personales o una combinación de ambos, vaya cediendo paso a un grupo de héroes que se inmolen, que armen una propuesta que sea debidamente transmitida y ejecutada. Son dos escenarios que pueden ocurrir y hay que prender 2022 velas para que ocurra lo segundo, pero si fueran apuestas, iría a lo primero.
¿Algo podemos mejorar de la experiencia del 2021?
Yo era un abanderado de que la mejor inversión para el Perú eran los valores. Impulsar por décadas tres valores fundamentales en los cuales todos los peruanos nos pongamos de acuerdo y sigo manteniendo esa idea, pero la emergencia cívica de salud mental y de productividad me lleva a un paso previo que es el de la conciencia. No puede ser una persona consciente la que está enterrando a su familiar fallecido por COVID-19 sin máscara y tomando del pico (de la botella), para circularlo con todos los familiares. No es posible que estemos frente a antivacunas con argumentos alucinados. Lo que hay que fomentar es la conciencia, la capacidad de salir de nuestras reacciones emocionales inmediatas.
¿Hay algo positivo que se pueda rescatar?
Si hay que cerrar con algo positivo, es que este año ha sacado a relucir la fortaleza, la resistencia mental que tenemos los peruanos. Muchos han caído y se han levantado, muchos se han mantenido fuertes, muchos hemos estado por momentos tratando de salir adelante y hemos podido encontrar el camino y sacar provecho de estas tremendas oportunidades. Entonces, creo que debe ser una fiesta de la resiliencia de aquellos peruanos que van marcando con sus actitudes, con su conciencia, y sus valores, el camino a seguir.