[INFORME] Las labores del Ejército del Perú y la integridad de sus integrantes podría estar en riesgo luego del inexplicable contrato con una empresa para realizarle mantenimiento a sus helicópteros pese a que no contaba con la autorización necesaria.

La vida de los miembros del Ejército del Perú podría estar en riesgo. Pero esta vez no es un enemigo externo ni una guerra la que pone en peligro su integridad. En esta oportunidad, serían los altos mandos del ejército peruano quienes han tomado decisiones tan inexplicables como irresponsables para generar esa alarmante situación.

Como dio a conocer Sudaca en un informe periodístico, el Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE) estuvo a cargo de la elaboración de los documentos en los cuales se establecían los requisitos innegociables para brindar el servicio de reparación mayor de los helicópteros modelo Mi-8MTV-1. Sin embargo, para elaborar estos requerimientos se ignoraron las recomendaciones del propio fabricante y los lineamientos nacionales para estos procedimientos.

En esta oportunidad, Sudaca pudo acceder a nuevos documentos que exponen en detalle este sospechoso y peligroso accionar por parte del Ejército del Perú que podría poner en riesgo tanto a sus integrantes como las labores que involucran a estas aeronaves cuya vida útil se intentó prolongar.

UN RIESGO ABSURDO

Tal como se relató en el informe publicado la semana pasada, el Ejército del Perú debía recurrir al fabricante y el intermediario designado por este (la empresa National Aviation Service Company) para las labores de mantenimiento mayor de los helicópteros rusos modelo MI-8MTB-1 cuya vida útil se pretendía extender.

Sin embargo, en un inexplicable e imprudente cambio de eventos, el Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE), desempeñando funciones que no le correspondían, elaboró los documentos para la contratación de este servicio dejando de lado los requerimientos que correspondían.

El siguiente evento en esta cadena de decisiones desafortunadas fue la invitación a la empresa Helicentro Perú S.A.C. para una contratación directa. En la siguiente imagen se puede observar la oferta técnica y económica enviada por la empresa Helicentro Perú S.A.C. por el servicio de reparación integral de estos cuatro helicópteros. Según este documento, la inversión en este servicio de mantenimiento mayor superaría los noventa y seis millones de soles.

En este punto es pertinente señalar que si bien Helicentro Perú S.A.C. contaba con autorización por parte de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), como se había exigido en los términos de referencia del servicio, dicha autorización no era para el mantenimiento de los helicópteros rusos que ahora tendría bajo su responsabilidad.

En los documentos de la Contraloría que Sudaca pudo revisar se puede leer que, como lo indica la propia Dirección General de Aeronáutica Civil, la empresa Helicentro Perú no estaba autorizada para darle mantenimiento a helicópteros de uso militar debido a que la autorización con la que contaban únicamente se aplicaba para aeronaves de uso civil.

El panorama se vuelve más desconcertante al tener en cuenta que, cuando fue consultado concretamente por el caso de Helicentro Perú, la empresa National Aviation Service Company, quienes actúan como intermediarios de la Federación Rusa, aseguró que “no ha delegado atribuciones ni funciones y no ha autorizado ni ha facultado a la empresa  Helicentro Perú”.

Esta empresa peruana que tendría a su cargo el mantenimiento necesario para extender la vida útil de estas aeronaves no contaba con tecnologías, boletines o información técnica para mantenimiento y reparación de estos modelos de helicópteros, según lo especificado por el propio fabricante.

Para lograr que esta contratación directa pueda seguir su curso resultó necesario encontrar una justificación y, por ello, se ampararon en el estado de emergencia decretado a raíz de las intensas lluvias que azotaban diversas zonas del país para que este proceso que costaría casi cien millones de soles siga en marcha.

A esto se le suma otro dato alarmante debido a que la empresa Helicentro Perú, como organización de mantenimiento aprobada, no estaba habilitada para llevar a cabo el servicio de peso y balance del helicóptero, una tarea clave para garantizar la seguridad tanto de la aeronave como la de sus tripulantes.

La lista de irregularidades continúa con otro grave descubrimiento. Según la información recopilada por la Contraloría que Sudaca pudo revisar, Helicentro Perú recurrió a los servicios de terceros y, una vez más, se dejó de lado la participación del fabricante. En los documentos se puede leer que el mantenimiento de los extintores y tratamiento anticorrosivo no contó con la presencia de un representante del diseñador de la aeronave tal como estaba estipulado.

Como si lo expuesto hasta ahora fuese poco, a este caso incluso se le sumó un retraso en las fechas pactadas con la empresa Helicentro Perú que, como se establece en los contratos con el Estado, debía culminar en el cobro de una penalidad. Sin embargo, este monto que superaba los ocho millones de soles no fue aplicada.

LOS RESPONSABLES

Por supuesto, esta serie de decisiones desafortunadas han tenido nombre propio. Uno de ellos es el teniente Víctor Guevara Naupari. En su condición de jefe del órgano encargado de la contrataciones del servicio de material de guerra del Ejército fue quien invitó a la empresa Helicentro Perú a participar de la contratación directa pese a que no contaba con la autorización del fabricante.

A Guevara Naupari se le suman Carlos Monsalve y William Lozano, quienes como jefe del departamento de abastecimiento del servicio de material de guerra y jefe del servicio de material de guerra respectivamente emitieron el informe técnico que avalaba la contratación directa con la excusa del estado de emergencia por las lluvias.

En esta lista también figura el nombre de David Ojeda Parra. Según información que la Contraloría pudo constatar, el comandante general del Ejército del Perú había recibido una comunicación en la cual se especificaba que para extender la vida útil de los helicópteros era necesaria la participación del diseñador.

El documento de la Contraloría concluye señalando que esta inversión de casi cien millones de soles no asegura la ampliación de la vida útil de los helicópteros debido a las irregularidades que se observaron en este proceso desde el inicio y también se hace mención a la penalidad que inexplicablemente no se aplicó.

Esta historia marcada por la irresponsabilidad y los peligros a los que quedan expuestos sus integrantes demuestra que, contrario a lo que muchos piensan, quienes más daño le pueden hacer al Ejército del Perú son justamente quienes actualmente están involucrados en su labor diaria.

 

[EL DEDO EN LA LLAGA]  El jueves 18 de septiembre de 2025 tuvo lugar la presentación de mi libro “Las líneas torcidas. 30 años en el Sodalicio de Vida Cristiana” en la Librería el Virrey, en Miraflores (Lima). Estuvieron presentes conmigo en la mesa de presentación Rosa María Palacios, Patricia del Río y Jorge Bruce, todos ellos con comentarios muy agudos y profundos sobre este libro, que pretende no sólo dar un testimonio de lo vivido en una organización de características sectarias, sino también describir de manera completa cómo estaba estructurada la organización, tanto ideológica como disciplinariamente, y sobre todo cómo se realizaba el lavado de cerebro de sus miembros a través de prácticas abusivas e invasoras de la conciencia.

El libro está a la venta en las librerías El Virrey y Sur, y también puede ser adquirido en el stand 53 Paradero La Cultura en la Feria del Libro Ricardo Palma, en el Parque Kennedy de Miraflores.

Con mucha generosidad, Rosa María Palacios me ha cedido el texto de su ponencia, que ahora publico.

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Librería el Virrey, 18 de septiembre de 2025

Quiero empezar agradeciendo a Martin por su generosidad. Esta noche nos hemos conocido por primera vez en persona. Sin embargo, tengo muchos años leyéndolo en el blog Las Líneas Torcidas, cuyo título toma para el libro que presentamos hoy. Hay que ser muy generoso para abrir con este detalle la intimidad personal a una desconocida y, por cierto, a todos ustedes. Los recuerdos de su reclutamiento, tránsito, crisis, salida y vida fuera de la comunidad y luego, finalmente, fuera del Sodalicio, los tenía yo registrados a grandes brochazos por estas lecturas previas que él puso a disposición del público desde Alemania, en el lejano 2012. El abuso, no reconocido, del sacerdote Jaime Baertl, es un episodio terrible del que hay amplia información en varios textos de lo que Pedro Salinas llama la “biblioteca Sodalicio”.

¿Qué de nuevo hay entonces en este texto? Para entender el que creo es el propósito del autor, es útil intentar una clasificación de la obra. ¿Es solo una autobiografía? ¿Un libro de memorias de ciertos hechos? ¿Un testimonio de parte en un proceso de reparación? Es eso, pero no sólo eso. Creo que esta obra es un intento muy exitoso de tratar de satisfacer algunas preguntas que se hace el autor —que se ha hecho por décadas— y nos hacemos aún hoy todos nosotros. Porque, mas allá del morbo y de la espectacularidad que puede traer la denuncia periodística sobre abusos sexuales en la Iglesia, lo que realmente importa saber es: ¿cómo es que logras vaciar la conciencia y la voluntad de jóvenes para que se sometan a la voluntad de otro? Con enorme minuciosidad, Martin va hilvanando los recuerdos de hechos que describe con mucha prolijidad y rigor en una línea de tiempo, y los une a los sentimientos que tuvo en cada uno de esos momentos ya tan lejanos, pero tremendamente vívidos en estas páginas. En estos hechos y en esas emociones trata de encontrar respuestas a su conducta, a la conducta de sus pares y a la conducta de los superiores en la comunidad. Es un trabajo muy difícil y duro recordar no solo lo que pasó sino también qué sentía una versión muy joven y distinta de él mismo.

En ese camino de introspección, que hay que decirlo es muy honesto —descarnada y detalladamente honesto—, Martin va entendiendo cómo era la maquinaria del lavado mental. Cómo se recluta con la adulación de un proyecto revolucionario para una vida que no ha vivido nada y que aspira a vivirlo todo. Cómo se inspira terror y culpa, para terminar normalizando algo tan irracional como el culto a un líder muy mediocre. Desde que Pedro Salinas comenzó a publicar sobre el Sodalicio, mi gran preocupación ha sido ese tema. Porque criar fanáticos es algo que se puede hacer bajo cualquier fachada de presunto interés noble.

Las técnicas se refinan, se especializan. Las herramientas se modifican. Las plataformas pueden ser diversas: una secta terrorista o una religiosa. Pero hay lineas matrices que se repiten una y otra vez. En la página 340 se recoge una buena definición de este secuestro del libre albedrío: es el control. Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la

información. Con esos cuatro, despojas de humanidad a cualquiera.

La otra pregunta, que está en estas páginas, es por qué alguien le haría algo tan monstruoso a otro ser humano como quitarle el libre albedrío para convertirlo en un zombi feliz. La respuesta es siempre la misma: por poder. La dominación de Figari sobre estos jóvenes es finalmente la fuente de su placer. En todo sentido. Diseñó y encontró, valiéndose de las vulnerabilidades de sus víctimas y de las debilidades de la Iglesia católica, un esquema de opresión que le dio todo el culto a sí mismo, que lo valida como un dictador, mientras se hacía rico a costa del trabajo y las donaciones de sus víctimas. Su conducta sexual perversa no es más que el ejercicio del poder sobre los que él oprime.

;Por qué no podían resistirse? Esa pregunta está bien contestada en este relato. Para alguien como Martin, que milagrosamente no ha perdido la fe, el castigo era el infierno. El ser un fracasado. Su autoestima fue paulatina y milimétricamente destruida, como la de tantos otros. ¿Qué lo salvo? El arte, a través de la música y el cine, es decir, la riqueza de espíritu que intentaron quitarle una y otra vez, y su conciencia moral. Ese pensamiento crítico, esa resistencia que nunca perdió. Tal vez el contacto con alumnos en esos años puede haber preservado su capacidad de razonar.

¿Cómo sucedieron tantos ataques sexuales sin que muchos no vieran nada? Este libro da cuenta de una serie de estrategias primero de dominación y luego, de encubrimiento. Este último amparado en la arquitectura de las comunidades y la sumisión absoluta a los superiores que hacía que una puerta cerrada fuera imposible de abrir para quien era un simple peón en la maquinaria. El culto al líder y a la obediencia absoluta, la falta de transparencia hasta en lo elemental, hacían el resto.

Me ha sorprendido que pese a las justas críticas que el autor hace a los perversos sujetos con los que tuvo que convivir y a sus encubridores, tenga también en cada ocasión palabras de aprecio para personas puntuales a las que, pese a la distancia o a que abandonaron el Sodalicio antes o después que él, fueron compañeros de infortunio que no tenían conciencia de éste y que, pese a todo, tuvieron gestos de amabilidad y humanidad.

Sin embargo, de todos los relatos de este libro me quedo con el homenaje a su madre. Nos recuerda que los padecimientos de las victimas no estuvieron nunca solos. Familias enteras fueron afectadas, pero fue la fortaleza de esas madres, padres, hermanos, la que nunca defraudó en las horas más tristes. La que estuvo ahí cuando el Sodalicio se convertía en una maquinaria de la que costaba tanto liberarse. Cuando, después de haber negado a los suyos, los hijos volvían a abrazar a esas madres que siempre dejaron el camino abierto para volver. El sufrimiento de las familias, porque donde hay amor se sufre con los que se ama, encuentra en estas páginas, a través de estas líneas (esas sí) derechas al corazón de su madre, un reconocimiento que creo que faltaba.

Me alegro de que nos acompañen Patricia del Rio, que hará los honores al esfuerzo literario que hay en esta prosa pausada, que se pierde en los laberintos de memorias que se superponen ; y Jorge Bruce, que puede explicar mejor que nadie los mecanismos de sumisión, el sufrimiento que crean y las posibilidades de liberación. Porque ésta es una historia, finalmente, de libertad. De encontrar un camino de esperanza y amor por la vida, sin perder la fe en un Dios verdadero.

Muchas gracias.

[PIE DERECHO] Si, como todo lo hace suponer, esta semana sentencian a Martín Vizcarra a la cárcel, el tablero electoral volverá a moverse con la brusquedad de siempre. Y no por el hecho judicial en sí —que cada quien juzgará según su prisma— sino por el inevitable reacomodo político que generará la caída del caudillo más exitoso del “antiestablishment” peruano reciente. Vizcarra no podrá seguir endosando sus votos a favor de su hermano, el soso Mario, cuya candidatura nunca despegó porque pretendió heredar un carisma prestado que jamás le perteneció. Sin el ala protectora de Martín, Mario queda suspendido en el aire.

La pregunta, entonces, es obvia: ¿adónde irán a parar los votos del vizcarrismo? No hablamos de una corriente menor. Vizcarra, guste o no, ha logrado mantenerse como una fuerza electoral significativa, alimentada por un electorado desafecto, resentido con la clase política tradicional y convencido de que el expresidente encarnaba una suerte de “venganza” contra el sistema. Ese bolsón de votos no va a migrar hacia López Aliaga, ni hacia Keiko Fujimori, ni hacia Carlos Álvarez. Todos ellos, de un modo u otro, representan el statu quo que Vizcarra combatió. Son, además, enemigos declarados o adversarios naturales de su narrativa.

Lo más probable —y aquí conviene no engañarse— es que esos votos se desplacen hacia alguna candidatura de izquierda o hacia un nuevo emergente antisistema, si es que aparece a tiempo. Porque el vizcarrismo no es de izquierda por convicción; es de izquierda por rabia. Es el voto de la decepción, del castigo, del “que se vayan todos”. Y ese sentimiento suele buscar refugio en opciones que prometen ruptura, no continuidad.

Paradójicamente, este corrimiento podría equilibrar el endose que la derecha ha comenzado a recibir gracias a la vacancia de Dina Boluarte y al sorprendente nivel de aprobación del presidente José Jerí. Si la derecha crece por el lado institucional, la izquierda podría fortalecerse por el lado emocional. Y el país, otra vez, quedaría partido entre dos pulsiones: la demanda de orden y la tentación del castigo. Un equilibrio inestable, pero muy peruano.

La del estribo: algunas recomendaciones cinéfilas: Frankenstein, de Guillermo del Toro; Drácula, de Luc Besson; En la mano de Dante, de Julian Schnabel; y Sirat, de Oliver Laxe (candidata al Oscar como mejor película extranjera). La primera en Netflix, las demás en su proveedor favorito.

 

[INFORME]
Esposos Aquino – Terreno en Miraflores.

Se llama Renzo Martín Vassallo Zagal, y prometía transformar el viejo taller de mecánica familiar en un edificio moderno, elegante, rentable. Para los Aquino Deza, propietarios de ese inmueble desde hacía más de cuarenta años, la oferta sonó a oportunidad. Sin embargo, para ellos, como para cientos de familias más, fue el inicio de una pesadilla que aún no termina. Así lo revela una investigación periodística del programa Contra Corriente, quien descubrió una modalidad de estafa hasta en tres modalidades y donde una alimenta a la otra, engañando al mismísimo Estado peruano con este engaño sistemático.

Así comienza la historia de la gran estafa inmobiliaria, una operación que se extendió por toda Lima y tiene como protagonistas a tres hermanos peruanos, dos de ellos nacidos en el Paraguay —Renzo Martín, Franco Alfonso y Arturo Javier Vassallo Zagal— que han construido un imperio ficticio a través de promesas, contratos, redes sociales y un arsenal de apariencias.

Arturo, Renzo y Franco Vassallo Zagal.

Esta es una trágica historia contada por quienes perdieron todo, y que hoy emerge como una de las estafas inmobiliarias más audaces y dolorosas de los últimos años en Lima.

  1. LA CONFIANZA COMO PUERTA DE ENTRADA

Sus víctimas coinciden en señalar que la estrategia de Renzo Vassallo siempre comenzaba igual: cercanía, simpatía, religiosidad y una narrativa de supuesto éxito empresarial que se repetía en TikTok y YouTube, donde aseguraba haber levantado 12 proyectos inmobiliarios en cinco años.

Los testimonios recogidos lo describen como un joven de discurso fluido, confiado, capaz de ganarse la fe de cualquiera en una sola visita. “Nos dijo que era devoto del Señor de los Milagros”, recuerda una de las afectadas. “Eso me dio confianza”, confiesa otra, que más adelante perdería un millón de soles.

El guion de los hermanos Vassallo Zagal estaba preparado: hablar de progreso, de sueños, del futuro. Asegurar que el departamento propio estaba a la vuelta de la esquina. Mostrarse como emprendedores en ascenso, respaldados por la empresa Corporación Revaza y la inmobiliaria Desarrolla Más, marcas que inundaban redes sociales con videos de maquetas digitales y presentaciones impecables. Y así, con esa mezcla de juventud y aparente prosperidad, los Vassallo se presentaban ante familias enteras que solo querían asegurar un techo para sus hijos.

Renzo no actuaba solo. Sus hermanos, Franco y Arturo Javier completaban el trío que llevaría el fraude a niveles inesperados. Tres jóvenes que viajaban por el mundo, publicaban fotos de lujo y celebraban “avances” de construcciones que nunca se iban a ejecutar.

Todo esto mientras captaban dinero de familias que confiaban ciegamente en la palabra del promotor. Para ellos el sueño del departamento propio se ha convertido en una interminable pesadilla de la cual no pueden despertar en medio de una horrible sensación de impunidad.

  1. EL CASO QUE DESTAPÓ EL ENGAÑO

La historia de los Aquino Deza condensa el primer nivel de esta gran estafa. Cuando aceptaron negociar con Renzo Vassallo, acordaron entregar su terreno valorizado en 1 millón 95 mil soles a cambio de ocho inmuebles en el nuevo edificio: tres departamentos, cinco cocheras y dos almacenes. El contrato llevaba la firma de un notario y parecía impecablemente legal. Incluso pidieron un préstamo para entregar el predio saneado, confiando en que recibirían lo prometido en octubre de 2022, dos años y medio después de haber formalizado el trato. Cinco años después, nada de eso ocurrió.

Martha Deza – Raúl Aquino – Terreno en Miraflores.

Mientras la construcción avanzaba lentamente, los acreedores comenzaron a reclamar deudas millonarias. “Corporación Revaza”, la compañía que los hermanos Vassallo Zegal habían inscrito en 2021, con un capital social de apenas mil soles, no podía cubrir los gastos. El edificio terminó siendo rematado, y los nuevos propietarios no reconocieron ningún compromiso previo.Los esposos, que por muchos años vivieron de su taller de mecánica instalado en el terreno que entregaron a los Vassallo, quedaron sin terreno, sin departamentos y sin ahorros. Y, lo más preocupante para ellos y sus descendientes, sin el taller de mecánica que por mucho tiempo fue el sustento de la familia. El daño emocional fue devastador. “Me indignó tanto que me dio un infarto en los dos ojos… pensé en mi vejez”, dice Martha, conteniendo las lágrimas.

Todo lo que habían trabajado en cuatro décadas se fue en cuestión de meses. Hoy se sienten impotentes porque los abogados consultados han descubierto que el edificio que logró construirse en su terreno ya nos les pertenece a las empresas de los hermanos Vassallo Zegal. Otros propietarios, supuestos acreedores que ejecutaron las garantías, ahora desconocen los contratos y los derechos no solo de la pareja que dio el terreno, también de los que adquirieron en planos los departamentos que se construyeron.

III. LA MISMA HISTORIA, OTRA DIRECCIÓN

En Magdalena, en la calle Inclán, otra familia cayó en la misma trampa. Los Suárez entregaron la casa de sus padres a cambio de ocho departamentos. El terreno fue demolido hace tres años, pero la obra nunca comenzó. Los departamentos, aun así, ya estaban completamente vendidos.

Hermanos Suárez – Terreno en Magdalena del Mar.

El patrón se repetía: terreno entregado, casa demolida, promesa de departamentos, venta anticipada, redes sociales inundadas de maquetas, retrasos injustificados, exigencias de paciencia y, finalmente, abandono total.

Marilú Escobar – Venta de departamento en San Miguel.

“La empresa se paralizó”, cuenta Marilú Escobar, una de los afectadas. Lo que nadie sabía entonces era que el proyecto nunca tuvo la intención de avanzar. “Era un contrato criminal”, denuncia la abogada Eloísa Jara, que defiende a algunos de las decenas de agraviados de esta estafa inmobiliaria en serie y millonaria. Según la abogada solo buscaban tener el proyecto armado para atraer a más personas y seguir ruleteando los proyectos en un perverso carrusel que está arrastrando a muchas familias.

  1. EL SEGUNDO NIVEL: LOS PROYECTOS FANTASMA

La estafa no se limitaba a intercambiar terrenos por departamentos inexistentes. También incluía una agresiva campaña de preventas que se extendió por varios distritos. Los hermanos Renzo, Franco y Arturo Vassallo Zagal ofrecían proyectos de lujo a precios accesibles: departamentos desde 9500 soles en preventa al “Affinity” en La Perla; 11 200 soles en la calle Pilcomayo, en Breña; 18 100 soles en Aquarela, Magdalena; 23 000 soles en Inclán Park; 15 000 soles en Zentrico, Pueblo Libre. Siete proyectos distintos, casi todos vendidos al 100% en planos, pero cero con ejecución real. Los depósitos desaparecían. Las oficinas cerraban. Las páginas web se desactivaban. Los teléfonos dejaban de contestar.

Vicente Castillo – Victima de la venta de departamentos fantasmas.

 

Familia Pum Fernández – Victima de la venta de departamentos fantasmas.
Familia Cruz Príncipe – Victima de la venta de departamentos fantasmas.

Cuando las víctimas comenzaron a organizarse y exigir devoluciones, los Vassallo Zagal intentaron maniobras aún más desfachatadas: ofrecer departamentos de otros proyectos, desplazar a propietarios originales, reorganizar supuestas listas de entrega.
El objetivo era siempre el mismo: ganar tiempo, seguir captando dinero y multiplicar la estafa en cadena. El carrusel de estafas les funcionaba.

  1. EL TERCER NIVEL: LA INCURSIÓN EN EL ESTADO

Pero quizás lo más sorprendente —y escandaloso— ocurrió en el tercer nivel de operaciones. Los hermanos Vassallo Zegal no solo engañaron a familias enteras: con el dinero recaudado se lanzaron a licitar con el Estado peruano.

En enero de 2024 inscribieron una nueva empresa: Perú Investment SAC.
Con ella lograron ganar dos licitaciones con Provías Nacional, del Ministerio de Transportes y Comunicaciones:

FICHA RUC PERU INVESTMENT S.A.C.

Una por 164 millones de soles, para el mejoramiento de carreteras en Celendín, Cajamarca. Y otra por más de 143 millones para la conservación vial de una carretera de penetración que une la provincia de Concepción y Puerto Ocopa en la región Junín (https://apps.osce.gob.pe/perfilprov-ui/ficha/20608595849).

Más de 300 millones de soles en contratos públicos basados en un espejismo: una solvencia económica falsa, construida con los ahorros que cientos de peruanos habían confiado a una inmobiliaria que nunca tuvo la capacidad real de ejecutar una sola obra (https://apps.osce.gob.pe/perfilprov-ui/ficha/20608595849/contratos).

Las carreteras adjudicadas hoy están abandonadas. Los proveedores denuncian falta de pago de la nueva fachada empresarial de los Vassallo Zegal. Y mientras tanto, estos hermanos, con mucha ambición y pocos escrúpulos, continúan viajando por el mundo, como muestran los registros migratorios obtenidos por esta investigación.

  1. EL ROSTRO HUMANO DE LA ESTAFA

Detrás de los números y documentos hay vidas destrozadas. Personas que confiaron en que un departamento sería el legado para sus hijos. Padres que creyeron haber asegurado su retiro. Familias enteras que vendieron propiedades, pidieron préstamos, hipotecaron terrenos, solo para descubrir que habían sido víctimas de un fraude perfectamente diseñado. Y el propio Ministerio de Transportes y Comunicaciones que firmó contratos, entregó adelantos y también lo estafaron.

Una mujer entregó un millón de soles. Otra familia vendió su casa por 800 mil dólares y quedó con las manos vacías. Los compradores que ingresaron en las preventas perdieron ahorros que les tomó décadas reunir.

Familias estafadas por los hermanos Vassallo Zagal.

Cada uno tiene una historia distinta, pero un sentimiento común: vergüenza, impotencia, rabia. “Nos engañaron completamente”, dicen. “Destruyeron nuestro futuro”, gritan.

VII. LA ESTÉTICA DEL ENGAÑO

La maquinaria de los hermanos Vassallo funcionaba gracias a una fachada cuidadosamente construida. Todo entraba por los ojos:

– Videos profesionales en YouTube.

– TikToks mostrando avances inexistentes.

– Maquetas virtuales, oficinas con pantallas gigantes.

– Publicidad llamativa.

– Ferias inmobiliarias donde prometían entregas en menos de dos años.

Cada detalle contribuía a generar credibilidad.

El discurso era siempre el mismo: modernidad, eficiencia, innovación. Las redes sociales mostraban celebraciones, brindis en edificios que no existían, recorridos por departamentos aún no construidos.

Hermanos Vassallo Zagal.
Viaje de los hermanos Vassallo Zagal con el dinero de la estafa.

La realidad era otra: terrenos abandonados, mallas azules cubriendo ruinas, estructuras paralizadas, deudas millonarias con constructoras. Y nuevas empresas o acreedores que aparecen como propietarios de los terrenos o el único edificio que lograron construir en Miraflores porque los Vassallo también incumplieron con pagarles. Es decir, los estafados no tienen de dónde cobrarse lo que les deben.

VIII. LOS AFECTADOS LEVANTAN LA VOZ

El punto de quiebre llegó cuando los afectados, al ver que ningún proyecto avanzaba, comenzaron a investigar por su cuenta. Descubrieron que los números no cuadraban. Las oficinas estaban vacías. Las razones sociales eran múltiples, pero las personas responsables eran siempre las mismas.

Intentaron conciliar, pero la inmobiliaria ofrecía soluciones absurdas: “podemos darle un departamento de otro proyecto”, decían. Pero ese otro proyecto tampoco existía.

Cuando la historia empezó a hacerse pública, Renzo Vassallo prometió dar la cara. “No reconozco ninguna estafa”, dijo en una breve llamada. Nunca volvió a responder.
Desde entonces, tanto él como sus hermanos permanecen en silencio, mientras los afectados acumulan denuncias y exigen justicia.

  1. LO QUE VIENE AHORA

La gran pregunta es: ¿cómo una estafa de esta magnitud pudo operar durante tantos años sin ser detenida? Los documentos muestran un esquema sofisticado, en el que se usaba un proyecto para financiar otro, y así sucesivamente. La técnica no es nueva, pero este clan la perfeccionó al combinarla con la estética digital: redes sociales, marketing, preventas, influencers, promesas, contratos bien escritos.

Hoy, la historia está en manos de abogados, fiscalías y víctimas que se organizan para recuperar, aunque sea, una parte de lo perdido. Pero mientras tanto, los proyectos siguen paralizados, los terrenos siguen abandonados y las familias continúan sin respuestas.

  1. EPÍLOGO: UNA HERIDA ABIERTA

“Renzo… no tenemos nada”, dice Martha Deza de Aquino con voz quebrada. Su frase resume lo que cientos de personas sienten en este momento: que todo su esfuerzo se esfumó en manos de un grupo de jóvenes que supo explotar el sueño más legítimo de cualquier familia: tener su propio hogar.

La estafa de los hermanos Vassallo Zegal no solo es un fraude empresarial. Es una historia de confianza traicionada, proyectos truncos, vidas afectadas y un Estado engañado.

Una historia donde los culpables aún no rinden cuentas, donde las víctimas siguen esperando justicia, y donde cada terreno vacío es un recordatorio del daño causado. Una historia que recién empieza a revelarse. La gran estafa inmobiliaria empieza a descubrirse.

Es de notar que los hermanos Vassallo Zagal contraron a TMF Fiduperú S.A. para que administre los fideicomisos de las obras con el estado que debían ejecutar con su empresa Perú Investment S.A.C. Curiosamente, TMF Fiduperú S.A. es la misma empresa fiduciaria que administra fideicomisos de otros controvertidos personajes, como Wilfredo Oscorima y Agustín Lozano, quienes están involucrados en investigaciones penales por delitos de corrupción, colusión, organización criminal, y lavado de activos.

 

[Música Maestro] Un universo estilístico amplio

La música electrónica ya no es novedad. Desde mediados de los años cincuenta, infinidad de compositores mayormente desde Europa comenzaron a experimentar con la electrónica en contextos sinfónicos. Como todo en las manifestaciones artísticas, la música electrónica tuvo una interesante curva creativa que atravesó las décadas de los setenta, ochenta y noventa, entrecruzándose con otras sensibilidades para, eventualmente, estar involucrada en todos los géneros y subgéneros tanto de música académica como folklórica y popular.

Actualmente, hablar de música electrónica es tan amplio que, en una misma conversación, podemos mencionar a Vangelis, a Björk, a Aphex Twin o a toda esa nueva -ya no tan nueva, tampoco- escena de la “no música”, surgida desde tiempos de Brian Eno (post-Roxy Music) y cuyos ecos están más o menos vigentes en estos tiempos, como una confrontación de lo nuevo versus lo tradicional. El tema es interesante pero también se presta para desarrollos acomodaticios que, recostados sobre la tecnología, pretenden validar como creación musical a la manipulación fría y muchas veces improvisada de aparatos, desde consolas de DJ hasta aplicativos de IA.

Música electrónica también es, por supuesto, la movida techno que fue parte de la banda sonora urbana-marginal de nuestra generación en sus años universitarios. Nombres como DJ Bobo, Haddaway, Technotronic, La Bouche, españoles como Chimo Bayo, Cetu Javu y un larguísimo etcétera vienen a la memoria como las opciones más superficiales y masivas de una escena que escondía desarrollos aun más profundos, como todo lo que se conoce como drum ‘n bass o EDM (Electronic Dance Music), que coronaban las fiestas raves en la Inglaterra noventera.

Opciones más extremas como el ruidismo, el shoegaze o fórmulas comerciales como el lounge-chill out y la odiosa subcultura de los DJ -David Ghetta, Paul Van Dyk, Oakenfold y afines- también forman parte de ese ecosistema sonoro que, sin ser de mis favoritos, se erige como un universo amplio y diverso imposible de pasar por alto, sin hablar de la influencia que ha tenido en muchos de mis héroes musicales del rock, el jazz y más allá. Aquí algunos ejemplos de algunas de las distintas épocas por las que ha atravesado la música electrónica.

Tangerine Dream – Phaedra (Virgin Records, 1974)

La muerte del músico alemán Edgar W. Froese, hace una década, no fue noticia para la prensa convencional, metida en la ciénaga interminable de los espectáculos locales. Sin embargo, fue de significativa importancia para melómanos e investigadores musicales, por tratarse del fundador y líder de Tangerine Dream, pioneros de la electrónica a nivel mundial.

Quienes pudimos escuchar algo de música cuando todavía teníamos tiempo para hacerlo, descubrimos los enigmáticos y visionarios paisajes sonoros de Tangerine Dream como parte de nuestras exploraciones por “lo progresivo”. El grupo comenzó a fines de los sesenta dentro del movimiento kraut-rock, junto a Can, Cluster y Kraftwerk. Sin embargo, Froese y Tangerine Dream se despegaron radicalmente de guitarras y percusiones para adentrarse más en las posibilidades, aun no del todo exploradas, de la música ambiental electrónica, inaugurando la llamada Escuela de Berlín, junto a personajes como Klaus Schulze, quien también fue, en otro momento, integrante de Tangerine Dream.

En este quinto álbum, Froese experimenta con sintetizadores Moog y VCS, mellotrones, órganos, pianos y efectos de producción, además de encargarse eficientemente de bajos y guitarras, acompañado por Christopher Franke y Peter Baumann, quienes estuvieron de 1971 a 1975, en uno de los periodos más representativos de su saga artística.

El LP podría catalogarse como «música clásica contemporánea», tras escuchar las lánguidas, tranquilas e hiperespaciales notas de Mysterious semblance at the strand of nightmares, una de sus cuatro largas piezas. En la última canción, Sequence C, Baumann crea atmósferas plácidas con una flauta común, mientras Froese hace fondo con sintetizadores. Movements of a visionary es otra melodía con elementos clásicos combinados con secuencias electrónicas, utilizadas posteriormente por íconos de la electrónica como el griego Vangelis o el francés Jean-Michel Jarre.

En el tema-título se percibe, casi a la mitad de sus 18 minutos, una variación de nota que se incrementa a medida que avanza. La sensación que produce es, en sí misma, cautivadora, pero lo es más cuando uno se entera del por qué: en esa época, en que los sintetizadores eran aparatos nuevos, los osciladores variaban su comportamiento al recalentarse y por eso el sonido cambia.

Gotan Project – La revancha del tango (XL/Ya Basta Records, 2001)

El siglo XXI trajo una nueva forma de música electrónica, basada en beats pregrabados, efectos y música sintetizada con sonidos tomados de folklores de diversas nacionalidades; todo empaquetado en formatos accesibles a cualquier oído, con una atmósfera de sofisticación que gustó de inmediato a públicos de sectores socioeconómicos exclusivos sin mucha cultura musical previa.

Pronto, esta onda se convirtió en la acompañante perfecta de toda clase de eventos sociales, dando origen a la subcultura «chill-out» o «lounge». En ese contexto apareció un colectivo multinacional, liderado por Eduardo Makaroff (guitarra, Argentina), Phillippe Cohen Solal (bajo/teclados, Francia) y Christoph Muller (batería/teclados, Suiza) al frente de varios músicos argentinos bajo el nombre Gotan Project, con una propuesta que integraba todos los elementos del lounge con el tango, aquella música argentina de arrabales que, desde siempre, fascinó a los públicos anglosajones por su sensualidad y cosmopolitismo.

Junto al Bajofondo Tango Club de Gustavo Santaolalla, Gotan Project le dio un levante a la imagen del tango entre públicos jóvenes y lo posicionó como uno de los ideales de esa escala social inaccesible a la que (casi) todos anhelan ingresar. El sonido de este primer disco de Gotan -alteración lunfarda de la palabra «tango», anteponiendo la segunda sílaba a la primera, algo que los argentinos conocen como hablar al «vesre», es decir al «revés»- puede aburrir por momentos. Sus canciones no están hechas necesariamente para diferenciarse unas de otras sino para crear esa sensación de continuidad típica de los restobares de moda.

Seis de los diez temas son composiciones originales, algunas notables como Una música brutal o La del ruso, una chacarera electrónica. En canciones como Época, Queremos paz o El capitalismo foráneo, se advierten ciertas preocupaciones sociales, contrapuestos a los usos que reciben esta clase de discos. Entre los covers, la melodía central de Last tango in Paris, compuesta en 1972 por el saxofonista argentino Leandro “Gato” Barbieri es quizás la más lograda en términos de fusión; mientras que Vuelvo al sur, de Astor Piazzola (1988), suena más tradicionalista. Por su parte, el tema-título es un inesperado cover de Frank Zappa, Chunga’s revenge, de 1970.

Depeche Mode – Some great reward (Mute Records, 1984)

Los sonidos industriales y robóticos de Something to do o People are people son las características esenciales de la primera etapa del cuarteto inglés, considerado uno de los grupos más importantes de la onda electropop de los años 80. Sin embargo, en este cuarto álbum ya se vislumbran algunas de las variaciones que convertirían a la banda en íconos del pop-rock alternativo y referentes para toda una generación de artistas de música sintetizada.

Siempre reconocí que Depeche Mode nunca trató únicamente de hacer beats para bailar en las discotecas new wave de entonces -ni en los tugurios de ambiente de ahora- pues tanto Andy Fletcher, Alan Wilder y Martin Gore exhibían un trabajo en pianos y teclados que dejaba al descubierto sus destrezas sin mucho artificio, a diferencia de los ídolos de la música electrónica moderna, recostados sobre una cama de efectos tecnológicos para ocultar sus reducidas habilidades naturales.

Los mejores momentos del disco son aquellos temas en que predomina el bajo en secuencia (Andy Fletcher) como If you want, Lie to me y, especialmente, Master and servant y Blasphemous rumours. En la primera hay una clara decisión del grupo por demostrar que tenía podían construir canciones pegajosas sin dejar de innovar. La otra es un claro ejemplo de lo que vendría la siguiente década: una canción que comienza sinuosa, oscura y termina siendo una de las más bailables del álbum, con una sólida superposición de coros y fraseos ligeramente distorsionados. Aunque aquí Martin Gore aun no se anima a incorporar guitarras en el sonido de Depeche Mode, sí domina el aspecto composicional, con solo dos temas firmados por Wilder, quien además de los teclados tocaba las baterías.

La voz de Dave Gahan es otro de los atributos reconocibles de Depeche Mode y su grave tono de barítono contrasta con los susurros afeminados de Gore que aquí destacan en Somebody, una tierna balada tocada en piano, algo inusual en esta época, casi una rareza. Si eres de los que creen que su discografía comenzó en el 90 con Violator y Personal Jesus, esta es tu oportunidad de corregir ese error.

Kraftwerk – Trans Europa Express (Kling Klang Records, 1977)

Hubo una época en que no presté mucha atención a la obra de Kraftwerk -«generador» o «estación de energía»-, cuarteto alemán surgido dentro del krautrock pero que, para su sexto disco, ya había decidido usar solo teclados y sintetizadores -que más tarde complementarían con computadoras y más artilugios tecnológicas, siempre a la vanguardia en su incorporación a contextos musicales-, uso de ambientes minimalistas y repetitivos, alteraciones de la voz, y secuencias de bits que parecen extraídos del cerebro de robots y no de seres humanos.

Sin embargo, después de mucho trabajo personal de procesamiento de datos y adaptación a las influencias musicales que uno va recibiendo con el correr del tiempo, es imposible no reconocer el impacto que deben haber producido canciones como Europa endlos, o Trans Europa Express en la escena musical de fines de los setenta dominada por el punk británico y el country-rock norteamericano.

Es cierto que ya habían aparecido músicos sinfónicos como Karlheinz Stockhausen, Pierre Boulez, John Cage, entre otros, que habían experimentado con lo electrónico, pero Kraftwerk colocó la música computarizada a tono con la estética del pop-rock, ganándose el aprecio de personajes como David Bowie, Paul McCartney o Brian Eno.

Como ocurrió con todos sus LP desde 1974, este tiene también su versión en inglés. El tema Schaufensterpuppen fue muy popular bajo el título Showroom dummies (la grabaron también en francés, como Les mannequins). La carátula del disco en alemán, grabada en Düsseldorf, ciudad donde se formó el grupo, muestra una foto en blanco y negro de los cuatro, con enigmáticas y congeladas sonrisas. En la edición inglesa, es una ilustración a colores basada en esa foto monocromática, con las miradas estáticas y robotizadas.

Este álbum es considerado uno de los mejores de la década, al extremo de que algunas revistas especializadas han llegado a comparar a Kraftwerk con The Beatles, considerando a los teutones la segunda banda que hizo más por el pop y su evolución. Para este disco, las voces, sintetizadores y computadoras son manipuladas por Ralf Hütter, Florian Schneider, Karl Bartos y Wolfgang Flür, alineación de Kraftwerk hasta 1990.

Giorgio Moroder – From here to eternity (Casablanca Records, 1977)

Si hablamos de pioneros de la música electrónica para bailar, este compositor, productor y DJ italiano es uno de los nombres fijos en el recuento. Giorgio Moroder (85) había lanzado ocho discos antes, pero este fue el primero con su nuevo estatus de celebridad, tras el apoteósico éxito que obtuvo como productor de I feel love (1977), la canción que catapultó a Donna Summer como la reina indiscutible de la música disco.

Moroder produjo todos los siguientes grandes éxitos de la cantante y trabajó con conocidos exponentes del pop-rock que intentaron reproducir ese pegajoso y comercial sonido. Desde Blondie hasta David Bowie usaron a Moroder, ganador de tres Oscar por sus composiciones para las películas Midnight express (1978), Flashdance (1983) y Top Gun (1986)-, como productor y experto manipulador de sintetizadores y secuencias.

En este disco Moroder hace música disco pero con una mirada un poco más de vanguardia, aprovechando al máximo las posibilidades de los equipos que tenía a la mano y creando un ambiente electrónico bailable continuo y envolvente, a contramano de la estructura convencional de estrofa-verso-estrofa).

El tema-título es una hipnótica melodía montada sobre la base de baterías y percusiones programadas, voces distorsionadas y secuencias oscilantes. Faster than the speed of love integra al vocoder como parte esencial del sonido del disco. En este tema y en Lost Angeles aparece un bajo con harta distorsión que podría ser reproducido a la perfección por Larry Graham, Flea o Les Claypool. Canciones como First hand experience in second hand love o Too hot to handle se alejan un poco de esta onda para generar ritmos contagiosos que hacen recordar más al francés Jean-Michel Jarre que a los asistentes a discotecas de la época, que Moroder representa tan bien en la carátula.

Se trata de un álbum de un poco más de media hora de música continua que hoy no haría bailar casi a nadie pero que en esos años revolucionó todo un género musical y ayudó a la evolución de otros que se consolidaron desde mediados de los noventa, tras la asonada punk setentera y todo el rock ochentero.

Massive Attack – Blue lines (Virgin Records, 1991)

A comienzos de los noventa, mientras que en EE.UU. el glamour fiestero del hair metal languidecía y daba paso al look desprolijo y la angustia del grunge, en Inglaterra una nueva generación de músicos revolucionaba lo electrónico, fusionando elementos disímiles y distantes en el tiempo.

En la sureña ciudad inglesa de Bristol, histórica por sus calles industriales y famosa como lugar de trabajo del misterioso grafitero Banksy, surgió este colectivo llamado Massive Attack. Sus integrantes son considerados los padres del trip-hop, denominación en la que «trip», remite a su doble acepción de «viaje»: traslado de un lugar a otro y efectos del consumo de ciertas substancias. A partir de este disco, el género obtuvo su partida de nacimiento, ya que hasta el momento se había manifestado únicamente como un proyecto que circulaba en el condensado circuito de pubs bristolianos.

Básicamente un trío, integrado por Robert «3D» Del Naja (voz, teclados), Grantley «Daddy G» Marshall (voz) y Andrew «Mushroom» Vowles (teclados), Massive Attack sorprendió con este debut, una cuidadosa y muy selecta miniobra de arte sonoro en el que, a primera vista, se detecta R&B (Be thankful for what you’ve got), jazz (Lately, Safe from harm, Blue lines), reggae y dub (One love, Hymn of the big wheel) y rap (Daydreaming, Five man army).

Mirado más de cerca, es una demostración de respeto y profundo conocimiento de la música negra producida en EE.UU. en los setenta, pues abundan sampleos de artistas legendarios como Isaac Hayes, Al Green, Billy Cobham, Parliament-Funkadelic e incluso de otras cosas, como el saxofonista de cool jazz Tom Scott (en el tema-título) o The Mahavishnu Orchestra (el clásico Planetary citizen, del álbum Inner circles, es usado en Unfinished sympathy).

La colaboración de reconocidos vocalistas de la movida noventera, de distintos géneros musicales, como Shara Nelson, Horace Andy (en los temas con raigambre en la música jamaiquina), Nenah Cherry y particularmente del rapero Tricky, que luego se convirtió en celebridad por derecho propio en las escenas europeas electrónicas y del trip-hop, contribuyen al eclecticismo de Blue lines, considerado uno de los mejores discos de esa desafiante década.

[MIGRANTE AL PASO] El techo bajo, los arcos que daban a las clásicas piletas de los riads te obligaban a agachar la cabeza para cruzar; hoy son usados como hospedajes dentro de las calles laberínticas y coloridas de las medinas. Hace mucho eran pequeños palacios de gente adinerada, siempre con un jardín y una pileta al medio. La palabra significa justamente jardín. En este caso en Marrakech, un día antes de partir hacia Portugal, conversaba con Said, un joven amable y juvenil; me llevaba más de una cabeza y hablaba inglés y español a la perfección, aparte de su lengua madre, el árabe.

Tendría 25 años aproximadamente, era una persona normal. No usaba turbante ni tenía una mentalidad restrictiva, prejuicio que muchos solemos tener ante religiones ajenas. Mientras los mosaicos y puertas talladas iban cambiando de color al atardecer, me contaba sobre cómo había sido la pandemia. Me invitó un cigarro de tabaco armado con hachís. Yo, al comienzo dudoso y con sospechas, pero mis ganas de pasarla bien me superaron. Parecía un puro por el tamaño. “Cuidado, ah, que acá es fuerte eso, por no decir extremadamente ilegal”, me contaba. Yo, como fumador experimentado, no me pasó nada. Los dos teníamos los ojos como faroles o semáforos en rojo. Entraban otros turistas y, por lo menos, aparentaban no darse cuenta.

La noche anterior, Said me acompañó por una Coca-Cola. Iba a ir solo, pero me dijo que me acompañaba porque las estafas abundan en ese país. A lo largo del viaje perdí la cuenta de la cantidad de veces que intentaron hacerlo. Mientras caminábamos a la tienda de su amigo, las calles angostas, antes repletas de azules y rosados estridentes, ahora eran oscuras y lúgubres. No me asusto con facilidad, pero de no haber estado en situaciones similares antes probablemente sí lo hubiera estado. Solo hombres en los caminos. Motos que iban a toda velocidad entre los callejones frenaban a pocos centímetros tuyos y te gritaban cosas que evidentemente no entendía.

—¿Ves a esas personas que vienen detrás de nosotros? —me pregunta. Ya iban varias cuadras que nos seguían y yo ni cuenta.

—Son agentes de la guardia civil y nos están siguiendo porque te ven a ti, turista, y a mí, marroquí; creen que te voy a robar —me dice entre acostumbrado y fastidiado.

Marruecos es un reino y Mohammed VI, el actual, concentra todo el poder del país. Hay instituciones democráticas, pero no hace falta dos dedos de frente para darse cuenta de que todo está controlado y las leyes son extremadamente severas. Si eres lugareño, te pueden llevar preso por tener unas cuantas botellas de alcohol.

Unos días antes, en la ciudad de Fez, tuve un altercado violento con unas personas que comenzaron a tocar asquerosamente a dos chicas que estaban conmigo. Todo escaló y los golpes no faltaron. Sinceramente pensé que iba a morir hasta que me rescataron unos policías. Al subir al carro casi como escape, mis piernas temblaban y no podía sostener bien el teléfono de los nervios. No sabía si había actuado mal o bien. Como un niño perdido, teniendo 30 años, llamé a mis padres y a mi hermano buscando consuelo. Después no sabía qué pensar: por un lado estaban estos engendros y por otro estaba Said, un buen tipo. No son los musulmanes, ni cristianos, ni judíos, ni nada. Simplemente son humanos siendo humanos, que dentro de sus propias contradicciones algunos cometen atrocidades y otros son gente que vale la pena. Said me preguntó al ver el chichón de mi cabeza y le conté con confianza.

—Ese tipo de gente malogra nuestra imagen y es injusto —exclamó, ahora sí enfadado.

Comenzamos a hablar de chicas, de amigos, de familia, de la pandemia, cosas totalmente mundanas y comunes. Me di cuenta de que no importa de qué religión eres, sino de qué tan idiota eres. Juzgar por religión no se debe tomar a la ligera. Yo no soy ni santo ni sabio, y como ateo renegón a veces caigo también en esas tonterías.

La pandemia en otro extremo del mundo. Me contó que en su edificio la gente enloqueció. Entre risas me decía que mucho del Quran te puede volver loco. No es algo discriminador. Lo mismo pasa con la Biblia y más libros religiosos. Un señor del piso de abajo: sus gritos eufóricos se escuchaban desde su pequeño departamento compartido con varios familiares.

—Yo soy Al-Mahdi —gritaba el señor—, y todos ustedes son herejes y pecadores.

Me lo contaba riéndose; su vecino se había vuelto loco. A la figura mesiánica se le llama así, como se autoproclamaba el loco. Las cosas se tornaron oscuras y el rostro de Said, menos juguetón y juvenil. La pandemia fue brutal y demasiado en algunos entornos. Él jugaba con el señor cuando era niño. Era alguien solo pero amigable. Una obsesión y una crisis global mal manejada terminaron con la mente y la vida de un sujeto. No fue la religión; fue el monstruo más horrendo de todos y solo se encuentra dentro de nosotros, los humanos: no hay credo que importe en ese sentido.

Llegó mi taxi. Said me ayudó con las maletas. Me fui. Un mundo dejado atrás. Un aprendizaje tal vez. Nunca más veré a ese joven del riad. Tal vez nunca regrese a Marruecos. Pero como viajero, esa es la norma. Descubres un mundo y te vas. Pero la medina colorida queda ahí y las injusticias que ocurren cuando oscurece permanecen.

[OPINIÓN] Hay personajes en la política que insisten en recordarnos —día, tarde y noche— que no cobran un centavo porque la sobra el dinero, y que la mitad de su fortuna la destinan a los pobres, a los niños, a la educación, al universo y a sus ángeles custodios. No dicen “miren qué bueno soy”, pero lo repiten tantas veces que uno termina creyendo que la frase viene con truco.

Ese viejo truco tiene nombre: humblebragging: El arte de presumir disfrazado de humildad.

Es como decir “yo no quiero hablar de mis sacrificios”, mientras te instalas un megáfono en la solapa. Nada sorprendente en ciertos personajes que creen que la caridad rinde más cuando se ejerce frente a cámaras.

En psicología esto se asocia al narcisismo: la necesidad permanente de que alguien te aplauda, aunque sea por hacer el bien. No se trata de ayudar, sino de que todos lo sepan. Y si no lo saben, se recuerda. Y si ya lo recordaron, se repite. Cada día, cada entrevista, cada acto público.

La jactancia, en su versión local, funciona además como un escudo moral. “No cobro”, “yo dono”, “yo sacrifico”, “yo entrego”. Palabras grandes para esconder vacíos más grandes. Porque la caridad auténtica es silenciosa; la otra, la de vitrina, viene con reflectores, guion y libreto.

¿Por qué lo hacen?

Primero, por validación. Quien se repite a sí mismo que es bueno, quizá teme no serlo tanto. Después, por estatus: no hay mejor inversión que el aura de filántropo; abre puertas, limpia culpas y endulza titulares.

Finalmente, por necesidad emocional: algunos necesitan sentirse salvadores para no enfrentarse a sus propias fracturas. No es maldad, pero tampoco es santidad.

El impacto es claro. La generosidad pierde valor cuando se convierte en campaña. Hasta la ética cristiana —que algunos  tanto reclaman— es precisa: que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha. Aquí, en cambio, las dos manos reparten volantes para que todos se enteren.

La consecuencia es predecible: la gente deja de creer. La caridad se vuelve marketing y la humildad, un accesorio. Y cuando eso ocurre, todo suena sospechoso: desde la cifra que asegura no cobrar hasta la fortuna que supuestamente dona “a la mitad”.

No hace falta nombrar al personaje. Basta escuchar sus discursos: cada frase es un recordatorio de lo mucho que sacrifica, de lo poco que recibe y de lo imprescindible que cree ser. Él no presume; él “informa”. No alardea; “solo aclara”. No busca reconocimiento; “simplemente es así”.

Que cada quien juzgue. Pero en tiempos donde la necesidad es real y urgente, la caridad que se grita deja de ser caridad. Y la humildad que se anuncia deja de ser virtud. El humblebragging o alábate coles, en castizo,  se vuelve ruido, y hoy, el país necesita menos ruido y más verdad.

[INFORME] Dejando de lado las advertencias del propio fabricante y las directivas que ellos mismos establecieron, el Ejército del Perú buscó alargar la vida útil de sus helicópteros recurriendo a proveedores no autorizados.

Aunque el ámbito militar es, para muchos peruanos, la representación del patriotismo y su vocación es considerada una de las mayores muestras de compromiso con el país, las Fuerzas Armadas no han logrado permanecer a salvo de la improvisación e irresponsabilidad que afecta a tantos sectores del país.

En esta oportunidad, Sudaca pudo acceder a reveladores documentos que exponen graves irregularidades por parte del Ejército del Perú en la contratación de un servicio de mantenimiento a helicópteros militares. Desde labores encargadas a sectores ajeno a esas funciones hasta el desinterés por escuchar las advertencias del fabricante han formado parte de este escandaloso caso.

A QUIEN LE CORRESPONDA

En el mes de mayo del año 2023, el jefe de servicio de material de guerra del Ejército, William Lozano Flores, solicitó a Luis Carranza Vilahur, Comandante General de la Aviación del Ejército, que se elaboren los términos de referencia, un documento clave para los contratos en los cuales se especifican las exigencias del que brinda el servicio y el contratante, para que se realice el mantenimiento de helicópteros. Dicha tarea recaería en el Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE).

Fue en esta instancia cuando ocurrieron las primeras irregularidades. Tal como se señala en el siguiente documento al que Sudaca tuvo acceso, el Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE) tenía entre sus responsabilidades el planificar los requerimientos de insumos, repuestos y otras actividades que involucran lo que se considera como mantenimiento menor de las aeronaves.

Esto no significa otra cosa que la primera gran equivocación en esta historia. Pese a que las actividades de mantenimiento mayor no le correspondían al Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE), el comandante general Carranza Vilahur le encargó al BEMAE elaborar los documentos para la reparación general de cuatro helicópteros militares.

Los problemas no tardaron en aparecer y, aunque en los términos de referencia elaborados por el BEMAE se debía establecer que quien se encargue de este servicio de mantenimiento exhaustivo debía contar con un certificado emitido por el fabricante que los autorice a llevar a cabo dicha labor, esto sería algo que no terminaría ocurriendo.

Incluso, en los documentos que están en poder de la Contraloría, se puede leer que estos helicópteros modelo Mi-8MTV-1 debían recurrir a la National Aviation Service Company para el respectivo servicio de mantenimiento. Esto es señalado por el propio acuerdo de la Federación de Rusia con los estados extranjeros que adquirieron los helicópteros en cuestión.

LA VOZ AUTORIZADA

La propia National Aviation Service Company comunicó en mayo del 2023 al Comandante General del Ejército del Perú, David Ojeda Parra, que ellos eran los autorizados para realizar el servicio de mantenimiento postventa de estos helicópteros de fabricación rusa. Pero, además, aclaran que ninguna empresa peruana ha recibido permiso para llevar a cabo esta labor.

La comunicación proveniente de Rusia incluso va más allá y aclara que los fabricantes de estos helicópteros modelo Mi-8MTV-1 no tienen previsto otorgar permiso, autorización o certificado para que el mantenimiento a empresas peruana o de otros países para que puedan reparaciones o lo que se considera como mantenimiento mayor de los helicópteros.

Pese a estas advertencias realizadas por el propio fabricante  y que las directivas nacionales exigen certificación por parte del fabricante, el Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE) decidió ignorarlas y en los términos de referencia para el mantenimiento de los helicópteros se limitó a exigir que quien brinde el servicio cuente con habilitación vigente por parte de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC).

La decisión final del Batallón Especializado de Mantenimiento Aeronáutico (BEMAE) fue elaborar los términos de referencia para el mantenimiento mayor helicópteros Mi-8MTV-1 ignorando las recomendaciones nacionales e internacionales pese a que este servicio tenía como objetivo lograr que la vida útil de estos helicópteros militares se extienda por ocho años más.

Esta serie de decisiones que se tomaron pese a las contundentes advertencias de los principales involucrados no sólo despiertan dudas sobre las motivaciones detrás de un proceder irresponsable sino que ponen en alerta al personal del Ejército del Perú cuyas vidas podrían estar en riesgo por un trabajo que no se hizo de la manera que correspondía.

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