Antifujimorismo

Lo único que está logrando Keiko Fujimori -porque imaginamos que es con su anuencia- es que su bancada congresal reactive el viejo lastre de la política peruana, que es el antifujimorismo.

A diferencia de Chile donde el pinochetismo-antipinochetismo solo aflora en las fechas de recordación del golpe militar -como acaba de suceder-, en el Perú define los procesos electorales. Ocurre mucho menos en España, donde el franquismo-antifranquismo se reduce a  cenáculos extrapolíticos.

¿Cómo puede ocurrir ello si Franco y Pinochet marcaron a sangre y fuego las sociedades española y chilena en mucho mayor medida que el fujimorismo en el Perú? La dictadura fujimorista no fue ni lo brutal ni lo sanguinaria de las referidas y, sin embargo, mantiene activos rechazos acendrados en significativos sectores de la población peruana (ni siquiera cabe la hipótesis de que ello se debe a que cambió el modelo económico porque lo mismo hizo Pinochet y no marca la política actual como es el caso del fujimorismo).

Claro, marca una diferencia notable que ni en España ni en Chile haya partidos que se reivindiquen franquistas o pinochetistas, como sí existe acá, que hay un partido que se reivindica fujimorista, pero creemos que la razón principal no estriba allí, sino en la conducta presente de la agrupación que lo representa.

Para no remontarnos a las elecciones del 2011 y el 2016, queda claro que las del 2021, las pierde Keiko Fujimori por el proceder de su bancada parlamentaria respecto del gobierno de PPK. El 2016 era la ocasión dorada para la derecha peruana de construir un país a su medida, implementando reformas estructurales de segunda generación, dejándole el camino servido a la sucesión keikista luego de un gobierno exitoso, pero no, la bancada naranja se dedicó a sabotear desde el primer día a Pedro Pablo Kuczynski, generando una crisis pavorosa que desembocó en cinco presidentes en seis años.

Hoy el fuji-acuñismo-cerronismo hace y deshace en el Congreso, extralimitándose en la naturaleza transitoria de su existencia (el 80% de la población quiere que se vayan) y en ese talante siembra los vientos que luego, en la campaña del 2026, le pasarán nuevamente factura a Keiko Fujimori, si por ventura no aparece ningún candidato de centroderecha potable, y logra pasar a la segunda vuelta a disputar por cuarta vez la jornada definitoria contra un candidato radical de izquierda.

 

 

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La última encuesta de Ipsos publicada en Perú21, a propósito de las posibilidades electorales de Keiko Fujimori, trae dos malas noticias: Keiko puede pasar a la segunda vuelta, y en ella perdería irremediablemente contra el probable candidato de izquierda antisistema que el país está incubando.

Un 11% señala que definitivamente votaría por ella. Es el núcleo duro del fujimorismo. Y un 13% que podría votar por ella. Con una buena campaña tiene un techo de 24% que la colocaría definitivamente en la justa definitoria, como ha sucedido en los últimos tres procesos electorales.

Pero, a la par, hay un 61% que señala que definitivamente no votaría por ella. Casi dos tercios del país. Al respecto, ya es hora de deshojar el análisis político. No parece que estemos ante un antifujimorismo histórico, que crece o se mantiene en el tiempo, a pesar de los 23 años transcurridos desde los finales del gobierno de su padre, sino ante el rechazo a una lideresa política de segundo orden que carece de empaque doctrinario, liderazgo y, sobre todo, reacciones e iniciativas audaces que partan las aguas cuando el país requeriría su voz de guía.

Hay, sin duda, el mentado antifujimorismo, pero en verdad corresponde a un sector minoritario de la izquierda y la derecha liberales. Lo que predomina es el antikeikismo, cuya raigambre no es esencial ni acrítica, sino que obedece a la desastrosa actuación política de la mandamás de Fuerza Popular en los últimos lustros, desde el gobierno de PPK hasta los entripados corruptos, mediocres y autoritarios que su bancada vigente exhibe sin vergüenza.

Y el problema político de fondo es que ese sector poblacional es el que va a volver a impedir que Keiko Fujimori gane la elección. Y ella, con su sola presencia electoral, le resta votos a otra opción de centroderecha o derecha monda y lironda, que definitivamente tendría una mejor performance en una segunda vuelta electoral y alzarse con el triunfo, asegurándole al país el retorno ideológico que reencamine la nación hacia mejores rumbos que los actuales.

Keiko Fujimori debe retirarse de la política. Su presencia es tóxica y tapona el surgimiento de una derecha liberal, moderna y republicana, además de darle combustible a una izquierda que sin el fujimorismo al frente probablemente deje de existir o se evapore hasta la insignificancia.

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Hace bien el Congreso en buscar la reconsideración de la votación parlamentaria para lograr la ansiada bicameralidad. Es una reforma política importante, significativa en cuanto a su impacto en la mejora institucional democrática y que, por ende, tendrá efectos positivos en la marcha económica del país (ya está más que probado que a mejor democracia mayor crecimiento económico).

El Perú, en general, es un país de bajísima representación parlamentaria y haría bien en aumentarla, y aprobando luego mecanismos adecuados (distrito electoral múltiple, renovación por tercios, etc.) lograr que este poder del Estado no vea evaporarse tan rápidamente su legitimidad.

Algunos medios de comunicación se han abocado a hacer campaña en contra con argumentos falaces y haría bien el propio Congreso en lanzar una estrategia informativa que genere simpatías ciudadanas y que, además, permita lograr los votos suficientes en el Legislativo, para evitar el imprevisible pase a referéndum, que es como se tendría que hacer si prima la última votación, donde no se alcanzaron los 87 votos necesarios para que califique como primera votación en aras de una reforma constitucional plena y legítima.

El gran argumento de los que se oponen a esta reforma es, señalan, que se está metiendo de contrabando, entre otras cosas, la posibilidad de que los actuales congresistas puedan postular al Senado. Bueno, efectivamente ello se está permitiendo, pero eso no es malo, es muy bueno. Una de las peores desgracias de las reformas vizcarristas es haber prohibido la reelección parlamentaria y si al menos, con esta reforma bicameral, se logra acotarla, en buena hora.

Aprobar la bicameralidad es una gran reforma, muy positiva para la democracia y el país. Le otorgaría una mejor y mayor institucionalidad a uno de los contrapesos del poder que más desprestigio arrastra en las últimas décadas, y cuya desventura irradia, sin duda, también hacia el Ejecutivo.

Es una estupidez soberana y pone de manifiesto un alma política mezquina, oponerse a ella simplemente porque los autores del proyecto son los miembros de la bancada de Fuerza Popular. El antifujimorismo ciego y torpe no puede llegar a extremos de delirio tales que conduzcan a torpedear una reforma a todas luces benéfica para el país.

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Un día antes de las elecciones presidenciales, la base de Fuerza Popular en Tacabamba -el distrito de la provincia de Chota (Cajamarca) en el que nació Pedro Castillo y donde ha instalado una de sus bases principales- tenía asegurada la presencia de 43 personeros para defender los votos naranjas. Al día siguiente, sin embargo, las cosas cambiarían.

 

«Alianza Para el Progreso [el partido de César Acuña] nos ofreció 14 personeros [como parte de la alianza política], pero no cumplieron. Y 11 más desistieron a último momento, porque dicen que los amenazaron o que sintieron temor a represalias. Solo nos quedamos con 18», dice Ricardo Chanamé, el coordinador de los personeros en este distrito.

Ricardo es chiclayano y ha transitado por varios cargos políticos al interior del fujimorismo: desde secretario de juventudes hasta lo que es hoy, el secretario provincial de Chiclayo. Hace tres meses él y su esposa, quien es tacabambina, se mudaron a este distrito para superar las secuelas del Covid-19. El clima, pensaron, los ayudaría. Acá pasaron ambos procesos electorales.

 

Ricardo Chanamé es secretario regional de Chiclayo y fue el coordinador de los personeros naranjas en Tacabamba. En esta foto aparece acompañado de su lideresa, Keiko Fujimori (foto: Juan C. Chamorro).

 

«Soy fujimorista desde el año 1997. Ayudé a recolectar firmas para fundar Fuerza 2011, que hoy es Fuerza Popular. Me he iniciado desde las bases», cuenta Chanamé, orgulloso.

El Covid-19 también atacó a su tío, Romelio Soto Gálvez, un antiguo fujimorista y secretario general de Fuerza Popular en Tacabamba desde 1990, cuando el partido se llamaba Cambio 90. Ha sido, además, gobernador de este distrito.

Soto recibe a Sudaca en una oficina de su empresa de transporte ‘Ángel Divino’, que no posee en la fachada ningún símbolo partidario «por precausión». Dice haber conocido a Alberto Fujimori en 1991, cuando este visitó por primera vez Tacabamba. Ese año, Fujimori prometió realizar una obra de conexión de agua y desagüe en todo el distrito, y la remodelación de la escuela N° 10446 ‘Salomón Díaz’ (donde votó, el domingo 6 de junio, el candidato presidencial Pedro Castillo). Según don Romelio, el ahora condenado expresidente «cumplió con su palabra».

El viejo dirigente sigue apoyando a su partido a pesar de que los resultados que ha obtenido en los últimos años no son alentadores. En la primera vuelta del 2016, Keiko Fujimori recibió el 15% de las preferencias, muy lejos del 70% que obtuvo el partido Democracia Directa. En segunda vuelta, la volvieron a rechazar: obtuvo el 44%; mientras que PPK, 55,9%.

 

Romelio Soto es secretario general de Fuerza Popular en Tacabamba. Por precaución, el local no tiene el símbolo del partido fujimorista. Aquí recibió a Sudaca (fotos: Juan C. Chamorro).

 

Pero en estas elecciones, a la hija de Alberto Fujimori le fue incluso peor. El pasado 11 de abril obtuvo el cuarto lugar con solo 2,32 % de votos (137 votos). Pedro Castillo arrasó con 79,51%: 7.338 personas votaron por él de las 12.560 habilitadas para sufragar.

Aunque vive en el vecino distrito de Anguía, Castillo nació acá, en Tacabamba, donde tiene consolidada una base principalmente de profesores. Como contó Sudaca hace unos días, el local de campaña desde donde viene dando balconazos se lo prestó una amiga de los miembros del magisterio.

Una nueva derrota

Los personeros naranjas no habían aparecido durante la primera vuelta. En parte porque algunos de los militantes enfermaron de Covid-19. Pero para esta segunda, Ricardo Chanamé se encargó de reclutar a fujimoristas de la zona para luchar por los votos.

Aunque desde Alianza para el Progreso terminaron fallándole, la convicción de Chanamé motivó a Jhon Rojas, por ejemplo, un joven tacabambino fujimorista que estudia para ser profesor de Educación Física. Rojas asegura haber recibido llamadas que él relaciona a un intento de hostigamiento. «Alguien que dijo llamarse Quinto me llamó un día antes de la elección. Me preguntó: ‘¿cuánto te pagan?’ y colgó», cuenta el fujimorista de 19 años, quien desde hace dos asiste a las actividades partidarias.

«Ser fujimorista es estar acostumbrado a que te conchesumadreen solo por decir que eres fujimorista; pero ya estamos bañados en aceite y todo nos resbala. El adversario es un rival político, no un enemigo», asegura a Sudaca Moisés Péres, quien ocupa el cargo de representante político regional de Fuerza Popular en Cajamarca.

 

Moisés Péres señala que está bañado en aceite y que los insultos por «ser fujimorista» le resbalan (foto: Juan C. Chamorro).

 

Moisés estuvo a cargo de la coordinación y del cordón de seguridad durante la llegada de Keiko Fujimori al distrito de Chota (en la provincia del mismo nombre) para participar en el debate del pasado 1 de mayo. También fue designado para apoyar a Ricardo Chanamé en la conformación del equipo de personeros para las elecciones del 6 de junio.

Conversamos con él un día antes de la segunda vuelta y se mostró preocupado por futuras agresiones. Peres dijo que el objetivo es tener personeros en todos los distritos electorales del país, pero que el riesgo es muy alto, porque Tacabamba es tierra del profesor Pedro Castillo.

Cuando lo volvemos a encontrar al finalizar la jornada del 6 de junio, sin embargo, el hombre nos confirma que sus temores no se cumplieron. En las tres escuelas donde estuvieron los personeros naranjas solo hubo intimidaciones verbales como «traicionero» y «corrupto», pero no se presentaron las agresiones físicas que esperaban recibir de los seguidores del lápiz.

«Era un riesgo tener personeros en Tacabamba. Era como que unos pocos de ‘Trinchera Norte’ de Universitario vayan a pararse en la tribuna aliancista de ‘Comando Sur’. Gracias a Dios, creo que la actitud de la población de Tacabamba fue alturada. Fue una fiesta democrática. La gente estuvo a la altura de la importancia», comenta.

Otro grupo de personeros estuvo en los locales del distrito vecino de Anguía. Ricardo Chanamé cuenta que lograron inscribir a seis personeros en la escuela Arturo Osores Cabrera, pese a que, según su versión, recibieron la advertencia de ronderos de que no iba a permitir personeros naranjas. “La misión de cada personero es tener una copia del acta de la mesa de sufragio, ese es nuestro trabajo. Esta elección se gana hasta con un voto; nuestra misión es defender ese voto», apunta el militante naranja.

 

Don Romelio Soto, Ricardo Chanamé, Moisés Péres
Don Romelio Soto, Ricardo Chanamé, Moisés Péres aparecen acompañados de otros dos militantes fujimoristas en el interior de la base del local de Tacabamba (foto: Juan C. Chamorro).

 

Pero los resultados son un nuevo batacazo para Keiko Fujimori en este distrito. Con las actas procesadas al 100%, Fuerza Popular obtuvo 371 votos; es decir, solo 234 votos más que en la primera vuelta (4.78%). Castillo volvió a ganar en su tierra con 7376 votos (95%).

 

(*) Fotocomposición: Leyla López

Con fotos de la plaza de armas de Tacabamba y el equipo de coordinadores de personeros de Fuerzas Popular (fotos: Juan C. Chamorro).

 

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Lo único cierto que tenemos hoy lunes 7 de junio es que no tenemos presidente. ¿Qué pasó en esta semana que no hizo posible la remontada de nadie? Tratamos de descifrar este acertijo.

Son las 6 de la mañana y al momento del cierre de este artículo la distancia por la que Fujimori separa a Castillo es de apenas 100,000 votos. El problema para Fujimori es que hace unas pocas horas era bastante más amplia la brecha. El problema para Castillo es que mientras más avance el ingreso de datos, más se normaliza y menos probable que la alcance.

¿Deja vu? Esto lo vivimos hace cinco años con la misma intensidad que ahora, solo que con mayor lentitud en el ingreso de los datos. En aquella ocasión PPK peleó con Fujimori voto a voto y se hizo de la elección con solo 42 mil votos de diferencia. ¿Pasará algo similar? ¿A favor de quién?

Esa predicción es complicada de hacer ahora mismo. Consideramos que por la dinámica de ingreso de datos y de lo cerradas de las cifras, recién al 95%-96% podremos tener un mejor panorama de quién será el presidente del bicentenario.  Por ahora, aterricemos como llegaron en esta última semana.

Las últimas encuestas publicadas daban cuenta de algo que no se había logrado visibilizar hasta este momento: Fujimori pasaba a Castillo. En empate estadístico feroz, pero la pasaba. Es decir, sin poder precisar la posición específica, la tendencia de los datos hacía que se pudiera presagiar una llegada más cómoda del fujimorismo al día D. Con debate no incluido en la evaluación encima, donde la mayoría de los analistas presagiaba que sería a favor de la candidata de Fuerza Popular, lo que le haría ganar un par de puntos adicionales.

Aparentemente así fue. Reportes de encuestas privadas dejan ver que no se detuvo la mínima pero creciente remontada fujimorista al menos hasta el jueves. A partir de allí parece que Castillo retomó algunos puntos perdidos y volvió a emparejar el conteo hacia el sábado. ¿Qué pasó?

A nivel simbólico, el remate de campaña de Fujimori no le jugó a favor. El último día de apariciones públicas, estar en los programas de magazine mientras que Castillo regresaba a su tierra generó -otra vez- un contraste innecesario de la fuerza mediática que acompañaba a Fuerza Popular. Incluyendo la aparición con su familia y sus hijas menores a las que ya había decidido incorporar en sus apariciones públicas (recordar el viaje a Chincha cuando se le vio con su hija mayor).  La incorporación además de la frase “palabra de mamá” fue extraña, contraproducente, pues fue la misma candidata la que metió en la campaña de una manera torpe el tema de las esterilizaciones forzadas. Otra vez la figura de David y Goliath se hizo presente.

Sumado a ello, la derrota aplastante de la selección peruana, un símbolo del que el equipo de campaña naranja se apropió, pudo haber generado una sensación de malestar y fastidio por el tema. Finalmente, la última de todas las juramentaciones que hizo, acompañada de Vargas Llosa, Cateriano, Leopoldo López, entre otros, nos genera la duda de si es que le sumó o restó.

En el aspecto simbólico, nos preguntamos si Fujimori no llegó al tramo final sumando negativos que al final le jugaron en contra. No logró recomponer la credibilidad que nunca llegó a tener y por lo tanto todos estos gestos se pudieron evaluar como falsos.

Desde el lado que -por como se planteó la campaña- tenían mejor desarrollado, también consideramos que tuvieron una parada en seco: la apelación al racional. Los últimos dos días fueron muy racionales y se metió en el debate la consideración de las implicancias del voto por Fujimori. Los endosos que algunos se animaron a hacer como Ed Málaga, también lograron acercar esa diferencia que Fujimori había logrado consolidar. La publicación de la encuesta del viernes con un evidente empate activó más aún la relevancia del voto antifujimorista.

En la vereda del frente después de un inicio de semana para el absurdo, con la presentación de un nuevo equipo técnico (?) y un “infiltrado”, le supieron poner paños fríos, aislaron al candidato y esperaron. La remezón de que era Cerrón el que dirigía el cierre de campaña parece que tampoco les afectó. No se aprovechó tampoco en suficiencia un discurso de cierre de campaña que tuvo varias “perlas”. Preferir darle toda la cobertura a Fujimori tuvo su consecuencia.

Lo que se viene es de pronóstico muy reservado. Nadie está en capacidad, salvo la ONPE, de dar un ganador de manera precisa. Anoche tuvimos tres resultados: el boca de urna, el conteo rápido (ambos de Ipsos) y los primeros resultados (ONPE).

EL boca de urna es una encuesta a la salida de los locales de votación. Tiene mucho error no muestral y suele ponderarse con el simulacro del día previo. En dicha encuesta, Fujimori ganaba por 0.6%.

El conteo rápido es levantamiento de información sobre la base de actas de mesas. Se muestrea, por lo tanto mesas y es información más confiable. En este indicador, Ipsos dio empate también, aunque con Castillo adelante por un muy ligero margen. Y los primeros resultados de ONPE daban ganadora a Fujimori como era predecible.

Como presentíamos, llegamos al final con más dudas que certezas. No hay un ganador claro. Nadie logró dispararse. Tenemos que esperar los resultados oficiales sí o sí. El resto es especulación. Lo que falta contarse en el Perú es mucho rural y en el extranjero casi todo. De esas sumas y restas saldrá el o la presidente del Perú.

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