Esta casita de cartón abre sus puertas hablando y leyendo el libro que tiempo atrás escribió, ‘Generación Equivocada’, rememorando, entre otras cosas, episodios vivenciales, ya que, como alguna vez refirió el maestro Jorge Luis Borges, con relación al ejercicio de la escritura, nada está deslindado de la realidad, de las experiencias que vivimos, y gran parte de esa obra tenía su influencia en acontecimientos que me marcaron, por más que aquel personaje travieso y soñador, Manuelito Esponja, no era yo o no del todo. Pero en la parte que retrata al niño sí, porque, aunque los años pasen soy todavía aquel niño de 4 años que se dijo cuando vio por primera vez el cielo, que ‘en esta vida le ha tocado ser Renzo Pariasca Mendoza’. Y todo eso, por la grata coincidencia de que se haya compartido en el canal de streaming, Literando & fútbol, con el profesor Guti, sobre mi libro.
De alguna manera, así ha pasado estos días, reflexionando en torno a lo que he sido y soy, y a dónde iré. Y doy con la conclusión, entre tanto, de que siempre seré un ser tristemente sentimental, como a su vez, un ser sensible, y, sobre todo, sensible a la insensibilidad. Muchas veces desprenderse de la máscara que llevamos puestos para afrontar nuestros días, nos permite redescubrirnos. Recuerdo una entrevista de Bukowski, refiere que fue su padre su gran maestro de la literatura, porque le enseñó el dolor. Es que sí, detrás de una gran prosa hay un río de llanto silencioso. Eso que la vida misma pareciera imponernos para descubrir para qué hemos venido. Sino la ya frase popular de
Nietzsche, tergiversada, desde luego, ‘lo que no te mata no te hace más fuerte’, no acontecería en nuestras existencias. Él, una de las mentes más brillantes que han pisado esta tierra, claramente al ver cómo la mujer que amaba, Lou Andreas-Salomé, se iba con su amigo, Paul Rée, lo entendió. Y sin ese acontecer, no hubiera escrito, muy probablemente dada la magnitud del hecho mencionado, su obra magna, Así habló Zaratustra, y el haber creado la mítica figura del ‘superhombre’. Dejando esta frase en ese mismo libro para la posterioridad: ‘Debes estar preparado para arder en tu propio fuego: ¿Como podrías renacer sin haberte convertido en cenizas?’.
Esta casita de cartón Cierra sus puertas, entendiendo que ante el destino el poeta nada puede. Y saludando por ‘¡un año menos!’, como diría el genio de Charly García, a mi primo, que en sí es una coincidencia denominativa llamarlo así, ya que para mí es un hermano. Ya que crecimos juntos y seguimos escribiendo nuestras vidas a la par, como lo que somos y siempre seremos: hermanos. Salud y esta casita cierra su puerta por hoy a tu nombre, Leonardo C. Pariasca.