Javier Milei

Me toca estar presente en Buenos Aires en medio de uno de los procesos electorales más inciertos de Argentina. Como es habitual, uno de los mejores métodos de acercarse a la realidad de la conciencia popular es a través de los taxistas, y no tanto por los medios de comunicación tradicionales o de periodistas o bonaerenses amigos.

Y la incertidumbre electoral reina, a la par del pesimismo respecto de lo que se viene con cualquiera de los tres candidatos principales (el ultralibertario Javier Milei, de La Libertad Avanza; la macrista Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio; y el peronista Sergio Massa, de Unión por la Patria).

“Vamos a tener que elegir entre un desquiciado, una opacada limitada y más de lo mismo que hoy sufrimos”, me dice un taxista jubilado, que cree que el ganador va a ser Milei, así no sea en primera vuelta. “Si pasa a la segunda vuelta contra Massa, los macristas van a votar por él; y si pasa contra Bullrich, los peronistas jamás van a votar por alguien vinculado al expresidente Mauricio Macri. O sea, Milei va a ser el próximo presidente de Argentina, en primera o en segunda vuelta”, me señala el analítico y avispado taxista porteño.

El gran generador de incertidumbre es el ausentismo. En Argentina el voto es obligatorio, pero la multa por no votar es tan ridícula, que muchos argentinos prefieren quedarse en su casa y no acudir a los centros de votación, menos aún cuando todos los pronósticos climáticos anunciaban lluvia para hoy.

Al final de la tarde se conocerán los primeros sondeos y sólo queda cruzar los dedos para que, más allá de quien sea el ganador, retorne la racionalidad fiscal y monetaria a una nación que estuvo entre las primeras cinco economías del planeta desde principios hasta mediados del siglo pasado, hasta que advino la epidemia populista del peronismo, que se ha encargado de destruir su economía.

Un país que tiene 180 obras de teatro puestas en simultáneo y que alcanzan llenos contínuos, cuya capital tiene la mayor cantidad de librerías que cualquier otra del mundo, donde uno puede tomar un taxi y apreciar al conductor escuchando ópera, en el que su gente sigue comprando y leyendo diarios y repletando los cafés que abundan en la ciudad, no merece la tragedia hiperinflacionaria que hoy destroza la estabilidad económica de los hogares y que ha generado más pobres de los que nunca antes en su historia Argentina había tenido.

La del estribo: como siempre, saturé mis noches del excelente teatro argentino. Lo mejor, si tuviera que seleccionar una obra, La última sesión de Freud, dirigida por Daniel Veronese, que simula un diálogo imaginario de Freud (Luis Machín) y C.S. Lewis (autor de Las crónicas de Narnia, interpretado por Javier Lorenzo). Ha dado pie, también, a una película protagonizada por Anthony Hopkins, en el papel del fundador del psicoanálisis.

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[CASITA DE CARTÓN] Esta casita de Cartón abre sus puertas ante los afiebrados días de calor que han invadido las calles de Buenos Aires, tan afiebrados y exaltados como el ‘disparo’ del dólar, que ha llegado a niveles estratosféricos, cerrando el día de hoy, Martes 10 de octubre, en la suma de 1010 pesos, ¡todo un récord! Y todo parece indicar que nada detendrá que el ‘outsider’, el líder de La Libertad Avanza, Javier Milei, llegará próximamente al sillón de Rivadavia. Y es que a menudo me gusta no solamente caminar por la ciudad porteña, sino también por aquellos recovecos donde no llegan comúnmente las cámaras de televisión, como en distintas partes de la inmensa provincia de Buenos Aires –donde ha tenido un caudal importante de votos-, donde los turistas a menudo no pisan, salvo aquellos youtubers para sus documentales pero acompañados. Y si escuchas la voz del pueblo, en su mayoría, dicen que votarán por el ‘León’. Resumiéndolo a la siguiente apreciación: ‘Si ya estuvo el Kichnerismo y el Macrismo, y no han hecho nada, hay que darle una oportunidad a él, que no ha sido gobierno’.

Nacido de esa estirpe de la nueva derecha, considerada como ‘derecha populista’. De la línea ‘antisistema’ curiosamente, de Trump o Bolsonaro, con ciertas diferencias, sobre todo del primero en relación a la función del estado en torna a la sociedad y la economía. Donde en el gobierno del ex presidente Republicano, hubo un claro papel intervencionista del estado. Pero por el contrario, a Milei le repele y aterroriza, ya que considera al estado como cuna de muchos males, entre ellos, el cáncer que invade a muchos gobiernos de la región, la corrupción. Con el último debate recién salido del horno, parecen que las cosas no van a cambiar mucho y que habrá un ballotage con el representante del gobierno actual, Sergio Massa. Del que le acusan estas últimas semanas, de haber hecho una siniestra ‘alianza’ debajo de la mesa, al haber entre sus filas a viejos partidarios de la cara visible del desastroso gobierno actual, Unión por la Patria (antes Frente de Todos). Pero también de su afinidad con representantes de la ‘casta’, del que antes vitoreaba a los 4 vientos aborrecer, como el ex presidente y responsable de la deuda impagable con el FMI, Mauricio Macri. Del que a su vez, cuando era gobierno, decía que ejercía un ‘gobierno socialista’, y del que ahora lo vende como un ‘gran representante y embajador de la Argentina al mundo’, y del que formaría hipotéticamente ‘parte en su gobierno’.

Como bien se sabe, la familia Macri no ha estado para nada exento de los pozos oscuros de la corrupción. Ya desde el padre, Franco Macri, como el ex presidente de Boca, del que es parte de esa cofradía del poder. Pero también otro de la ‘casta’ que se ha subido al bus, es el viejo sindicalista, José Barrionuevo, y del que sus opositores no han obviado recalcarlo, dado a la contradicción con la naturaleza de sus discursos.

Pero no solo por eso ha sido señalado, sino también por el cambio en mucho de sus propuestas, esa suavización de su discurso, a diferencia de lo que lo llevó a ganar sorpresivamente en primera vuelta. Esto al parecer le ha jugado una mala pasado en sus aspiraciones de ganar en una primera vuelta, según los últimos sondeos, pero lo cierto es que el boom no ha menguado, por lo menos en aquellas asfaltos donde resuena la voz popular, donde todavía ven en él, un alud de esperanza. Y donde temas como la dolarización, o la ventas de armas como la venta de órganos, o el alarmante negacionismo en relación a la dictadura militar con sus muertes (del que su candidata a vicepresidenta es abiertamente defensora de los autores de los crímenes de lesa humanidad), donde, señala el controvertido candidato, que no son 30 mil las muertes sino 8.753, no parecen tener la mayor relevancia, ya que lo que urge hoy en día es tener un pan en la mesa para poder sobrevivir.

Esta casita de cartón ve a diario que la pobreza y la desesperanza van en aumento, con un 40 % de argentinos en pobreza y la inflación por las nubes, como un futuro próximo nada alentador. Y con esto cierra sus puertas en esta ocasión, triste, indignado y harto de esta tragicomedia perversa con la que muchas veces se viste la política. Recalcando la siguiente frase popular: ‘no todo lo que brilla, es oro’. Sobre todo en este juego de tronos, donde todo es un círculo vicioso. Pero eso el tiempo lo dirá, el gran aleccionador que tenemos todos.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] Lo acusan de populista de derechas, de extremista, de querer disolver cualquier resquicio estatal, de conservador, pero quien ha investigado sobre Javier Milei, se dará cuenta que el pregona y hace política en función a lo que hicieron anteriores liberales a través de la historia, con el agregado de que ha dividido la arena política argentina entre la casta peronista que se ha enriquecido con el Estado y el trabajador argentino que se ha empobrecido a causa de las malas de decisiones de los primeros.

Dicho esto, ¿es factible que un liberal use esas divisiones populistas? Para la real politik es importante usar las armas que te permita la contienda política. En ese sentido, es importante el uso que hace Milei de la división entre buenos (argentino trabajador) y malos (la casta peronista) para posicionar una agenda liberal en un país tradicionalmente hacia la izquierda.

Ahora bien, a medida que vaya pasando el tiempo político, tendrá que negociar algunas propuestas de campaña dado que, en sociedades complejas como la Argentina, es necesario llegar a acuerdos para poder tener gobernabilidad y poder tener así cierta posibilidad de gobernar. Recordemos que una elección no es la toma del poder; es solo ganar una posición en la Casa Rosada y recordemos también que el peronismo tiene mucha experiencia en movilizar gente. En ese sentido, es válido que modere su postura política, como en su momento lo hizo el radical español Pablo Iglesias al pactar con el Partido Socialista Obrero Español de Pedro Sánchez para ser coalición de gobierno. Solo de esa manera podrá desmovilizar a los argentinos y generar sentidos comunes en la batalla cultural que se ha propuesto Javier Milei contra el avance que ha tenido el peronismo en torno al Estado.

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En cuanto a su carácter disruptivo, como el que exhibe el candidato argentino Javier Milei, sí hay posibilidades de que surja algún símil peruano. Es más, ya ha ocurrido antes en nuestra historia, empezando con Alberto Fujimori y terminando con Pedro Castillo.

Lo que resulta improbable es que sea uno libertario conservador como el economista bonaerense, porque acá hay mucho por andar en materia de reformas económicas, pero no estamos, ni por asomo, cerca del desastre ocasionado por los peronistas en Argentina. Un discurso radical centrado en lo económico solo podría pegar si rompiese los cánones del mercantilismo imperante y se atreviese a proponer ideas contra el statu quo vigente, pero es difícil porque no tiene mucha capacidad de enganche con las preocupaciones ciudadanas.

Más bien, lamentablemente, la narrativa que sí podría tener arraigo disruptivo es aquella que va contra el sistema económico vigente. Lo demostraron las elecciones del 2021 y el fenómeno podría repetirse el 2026, sobre todo si la centroderecha y el gobierno no hacen algo relevante para impulsar la economía y, por ende, asentar positivamente las actitudes hacia la inversión privada y el libre mercado.

Según la encuesta de Ipsos que hemos referido en varias ocasiones, las principales inquietudes cívicas van por el lado de la inseguridad ciudadana y la corrupción. En base a ello, es más probable que surja un Bukele antes que un Milei. Y si lo combina con un discurso económico izquierdista, puede explicar, por ese lado, la aparición de un antiestablishment (siendo, hasta el momento, alguien como Antauro Humala el que más tramo ha recorrido en esa perspectiva).

Lo cierto es que un Milei o un Bukele de izquierda (el mandatario salvadoreño ya lo es) es el escenario más probable en el futuro electoral peruano. Y mientras avanzamos hacia ello, la prensa mayoritaria, la clase empresarial y los políticos de derecha, creen que la estabilidad mediocre de Dina Boluarte, merece contemplaciones y espíritu acrítico, dejándole servida a la mesa a quienes construyen su narrativa en base a la hipótesis de que Boluarte-Otárola y la derecha son lo mismo y es el orden establecido al que hay que derrotar en el siguiente proceso en las urnas.

 

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No puede pasar un día más Alejandro Soto, de las filas de Alianza para el Progreso, como presidente del Congreso. Sus inconductas y delitos son de tal envergadura que desacreditan ya no solo a su persona y sus potencialidades para ocupar tan alta magistratura sino que ensucian al propio poder del Estado que preside.

Parte esencial de la tarea de sostenibilidad del statu quo vigente (de “estabilidad mediocre” que nos rige), pasa porque los poderes del Estado no sigan la espiral de deterioro en la que se han embarcado en los últimos meses, particularmente el Congreso de la República, cuyo pacto tácito con el Ejecutivo (así lo percibe al menos la población), termina por salpicar al gobierno central y embarcarlo en el descrédito general.

Los principales partidos del Congreso (empezando por el fujimorismo) tienen que entender que a los únicos que conviene este deterioro institucional es a las fuerzas radicales disruptivas que asoman en el horizonte electoral para el 2026. Son los Milei de izquierda los que van a cosechar de la crisis institucional que asola al Ejecutivo y al Congreso, ese “pacto derechista” que la narrativa de izquierda ya ha logrado imponer en vastos sectores de la población.

El sur andino del país representa casi el 20% del electorado nacional. Bastará que vote en primera vuelta como lo hizo en la segunda vuelta del 2021 (con más del 80% a favor de Pedro Castillo) para que un candidato de izquierda asegure su pase a la jornada definitoria y eventualmente, si sumamos el voto del resto del país -también irritado con el establishment- pueda darse el caso de una final de dos candidatos de izquierda.

Para que ello no ocurra, aparte de una labor política intensa de las fuerzas de centroderecha en el sur andino, hace falta que los poderes del Estado no se sigan deteriorando ni desacreditando al ritmo vertiginoso en el que lo vienen haciendo, a punta de denuncias de mochasueldos, viajes suntuarios, denuncias penales (como las del presidente Soto), y encubrimientos punibles (como el que benefició a los Niños de Acción Popular).

Hay antecedentes de repunte en las encuestas del poder Legislativo. Daniel Salaverry, cuando ocupó la presidencia del Congreso, el gobierno anterior, duplicó en semanas la aprobación de ese poder del Estado, con un liderazgo que rompió las ataduras con Fuerza Popular.

Eso es lo que se necesita: un presidente del Congreso que ejerza un liderazgo político claro y potente ante el país. Eso no lo va a poder hacer un parlamentario acosado por mentiras y trastadas del pasado, además de denuncias vigentes que se han actualizado.

 

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[AGENDA PAÍS] La victoria de Javier Milei, político libertario, frontal y disruptivo del partido La Libertad Avanza, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, donde cada partido elije a su candidato presidencial, ha causado conmoción tanto en el país gaucho como en toda América y Latina, y por supuesto, en el Perú.

Es impresionante la cantidad de información en WhatsApp, en las demás redes sociales y en programas de televisión y radio en señal abierta, donde tanto periodistas, influencers, políticos y ciudadanos están manifestándose tanto a favor como en contra del sorpresivo Milei.

Con su peinado rockero de los 80’s, un discurso sin pelos en la lengua, por momentos soez, y propuestas más que disruptivas como la eliminación tanto del Banco Central de Argentina como de más de la mitad de los ministerios que conforman la actual inmensa administración pública de ese país, ha logrado que 30% de los argentinos, hartos del status quo, de la crisis eterna y del discurso vacío, se arriesguen, con entusiasmo, a una nueva y totalmente diferente opción. Como que ya no habría nada que perder.

Milei enfrentará en octubre próximo a Patricia Bullrich, candidata del Macrismo de centro-derecha del partido Juntos por el Cambio y a Sergio Massa, del partido oficialista Unión por la Patria, para determinar quiénes, solo dos, pasarán al balotaje final.

Esta situación me recuerda a la campaña electoral que se vivió en el Perú en 1990. Veníamos del desastroso primer gobierno de Alan García, con una hiperinflación galopante y Sendero Luminoso a las puertas de Lima. Si bien en la Argentina actual no hay terrorismo, el gobierno Kirchnerista aplicó la misma receta que Alan I (control de precios, control de la moneda, gasto público excesivo) para lograr el mismo resultado, alta inflación, destrucción del peso argentino y mayor pobreza.

En la primera vuelta de las elecciones de 1990, un renovado Mario Vargas Llosa, en plenitud de su madurez literaria y política, enarboló la bandera de la libertad lanzándose a la presidencia con un plan de shock económico, duramente atacado por los opositores que financiaron una contra campaña de miedo a lo propuesto por el escribidor. Algo parecido está sucediendo en Argentina en contra de Milei.

Por otro lado, un chinito anti-establishment, Alberto Fujimori, con un discurso de cambio (pero gradual), y haciendo gala de su sencillez manejando un tractor, sorprendió a todos llegando al segundo lugar con 29%, muy cerca de un decepcionado Vargas Llosa que no superó el 33%.

“Yo soy el no shock” decía Fujimori. Y con ese paraguas de campaña, episodio del bacalao incluido, ganó la segunda vuelta con un contundente 62.5%. El resto es historia.

Ya sentado en el sillón presidencial, al constatar la magnitud del problema de la hiperinflación y reservas negativas, opta por un shock económico, aquel anunciado por el premier Hurtado Miller que luego de dejarnos atónitos con la enorme subida de precios que se venía, concluyó con “que Dios nos ayude”.

El caso argentino puede tener un final similar. El miedo que los opositores van a desencadenar atacando las políticas de Milei puede tener un efecto en el electorado sobre todo si el candidato libertario pasa a segunda vuelta.

Entonces, también recordemos al candidato Ollanta Humala del 2011, rojo en primera vuelta, rosadito en la segunda con su Hoja de Ruta. Si Ollanta insistía en su plan original, probablemente no ganaba.

Milei es hábil. Está bien asesorado política y publicitariamente, pero un tema que él y sus asesores tendrán que definir, es que, si con el mismo discurso agresivo y disruptivo que probablemente lo lleve a segunda vuelta, podría también ganar la presidencia.

Que Dios los ayude.

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Si un libertario ultraconservador como Javier Milei ha logrado marcar la agenda y ganar elecciones en Argentina, un país con ADN peronista, es posible que en el Perú surja un candidato liberal que se atreva a decir las cosas claras, así suenen en principio impopulares y lograr su cometido de hacerlas arraigar. Algunos ejemplos:

1.- Privatizar Petroperú y vender la refinería de Talara (algo se podrá recuperar del despilfarro criminal cometido en su construcción). Es un horror que en un país sin mayores recursos fiscales se le otorgue a Petroperú lotes para exploración y eventual explotación.

2.- Privatizar Sedapal y las casi cincuenta empresas de saneamiento municipales, que lo único que han logrado es el reinado de corruptelas y ausencia de inversión. Resultado de ello: millones de peruanos pobres no tienen agua potable y pagan fortunas para conseguirla.

3.- Reducir la maraña burocrática ambiental que se ha construido alrededor de los proyectos mineros, haciéndolos o inviables o con una morosidad de ejecución de casi una década. El Perú es un país minero y necesita poner en activo los recursos inmensos de los que goza (Quilish, Conga y Tía María incluidos).

4.- Nuestro país es uno de los de mayor rigidez laboral en el mundo, alentando la informalidad rampante que sufrimos. Hay que flexibilizar esas normas, facilitando la contratación y el despido. Al final, va a ser en beneficio de los propios trabajadores. El populismo jurídico solo trae consecuencias negativas para los presuntos beneficiados.

5.- Derogar la obligatoriedad de aportes pensionarios a las AFP u ONP, y que ese aporte de las empresas vaya directamente a un aumento remunerativo de los trabajadores. Si se quiere establecer un régimen pensionario privado, que no sea gravando los sueldos. Es un despropósito mercantilista que hay que cortar de un solo tajo.

6.- Entregar directamente el canon minero a las comunidades. Se equivocó Keiko Fujimori cuando propuso hacerlo a los ciudadanos individuales. La cosmovisión andina exige recepción y procesamiento comunal. Se vería un beneficio tangible y se evitaría la corrupción terrible de los gobiernos regionales y locales.

Son solo algunos ejemplos de propuestas que, en un país dominado crecientemente por una narrativa anticapitalista, serían disruptivos. Es hora de romper la caja y hablar claro y sin tapujos. La ciudadanía premiará la sinceridad y desfogará los impulsos radicales que hoy solo derivan en favor de alternativas izquierdistas.

 

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