El 21 de junio de 2024, la Tercera Fiscalía Supraprovincial Corporativa Especializada Contra la Criminalidad Organizada dio inicio a una investigación que podría destapar una compleja red criminal. En el centro de este proceso se encuentra Pedro Guardamino Campos, padre de Santiago Guardamino, dirigente y presidente de la Comunidad Campesina de Quipan, quien presentó una denuncia ante el Ministerio Público contra varios individuos, incluyendo empresarios, funcionarios públicos y especialistas del Ministerio de Ambiente. Los acusados, entre los que figuran Aniceto Elvis Arguelles Loayza y Karen Marianella Pasco Flores, están implicados en delitos de extrema gravedad como homicidio calificado, falsificación de documentos, usurpación agravada y otros.

Guardamino Campos señala como principal acusado a Aniceto Arguelles, socio de la empresa Industrias Arguelles y Servicios Generales SAC, y a Karen Pasco Flores, gerente general de la misma. Junto a ellos, otras figuras clave como Abel Cruz Mosquera Ortiz, ex presidente de la Comunidad Campesina de Quipán, y Elizabeth Ochoa Torres, ex especialista en impacto ambiental del Ministerio de Ambiente, se suman a una extensa lista de implicados. El abogado Miguel Facundo Chinguel, quien representa a Industrias Arguelles, también figura entre los denunciados.

Este entramado vincula a varias instituciones públicas y privadas, incluyendo organismos clave como la Dirección General de Gestión de Residuos Sólidos y el Ministerio de Salud. La denuncia sugiere una colaboración ilícita entre estos actores para cometer delitos graves, configurando así una organización criminal de acuerdo con lo estipulado en la Ley N° 30077 – Ley Contra el Crimen Organizado.

La Fiscalía, tras evaluar la denuncia, subrayó la importancia de abordar este caso bajo los lineamientos establecidos en la Ley Contra el Crimen Organizado. Dicha norma define como organización criminal a cualquier grupo de tres o más personas que, de manera concertada y coordinada, cometen delitos graves, tales como los denunciados por Guardamino Campos.

El Reglamento de las Fiscalías Especializadas establece que esta investigación, debido a su complejidad y gravedad, cae dentro de la competencia de la Fiscalía Supraprovincial Corporativa, que se encargará de los casos que implican repercusión nacional y/o internacional, como el presente. La investigación abarca la posible vinculación de los acusados con delitos que impactan no solo en Lima, sino en otros distritos fiscales.

Este proceso judicial ha generado gran interés debido a la magnitud de los delitos denunciados y el perfil de los involucrados. Según la Ley Contra el Crimen Organizado, los delitos como el homicidio calificado y la falsificación de documentos son particularmente graves, ya que afectan de manera directa a la integridad de la ciudadanía y a la confianza en las instituciones públicas.

La denuncia también destaca la participación de funcionarios que, aprovechando sus cargos, habrían facilitado la realización de actividades ilegales. La inclusión de personal del Ministerio de Ambiente y de la Dirección Regional de Salud de Lima en la lista de acusados revela posibles actos de corrupción y abuso de poder.

Aunque la investigación está en sus primeras etapas, el Ministerio Público ha dejado en claro que este proceso será largo y meticuloso. La envergadura del caso demanda una atención especial para asegurar que se identifique y sancione a todos los responsables. A medida que avanza la investigación, se espera que salgan a la luz nuevos detalles que podrían profundizar las conexiones entre los acusados y otros actores tanto nacionales como internacionales.

Este caso ilustra, una vez más, la necesidad de fortalecer las instituciones encargadas de combatir el crimen organizado y la corrupción en el país. La labor de la Fiscalía será fundamental para esclarecer los hechos y garantizar que los responsables rindan cuentas ante la justicia.

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Arguelles, Quipan, Santiago Guardamino

De hecho, el fallecimiento del líder histórico del fujimorismo, Alberto Fujimori, con la imagen de unidad precedente que había logrado galvanizar con su familia, supondrá una inyección anímica política a favor del keikismo.

Si ya, según las encuestas, Keiko mostraba índices de potencial votación cercanos al 10%, seguramente aquellos subirán y la colocarán ya, casi segura, en la segunda vuelta del 2026.

De allí la urgencia de clamar por la unidad de la centroderecha liberal. Le haría daño al país que llegue al poder la opción populista, mercantilista, autoritaria y conservadora que representa Keiko Fujimori, que ha heredado lo peor del legado de su padre y le ha agregado un ingrediente conservador que su progenitor no tenía.

Debe evitarse a toda costa que el país se vea envuelto nuevamente en la tesitura de tener que votar por Keiko Fujimori como mal menor frente a un Antauro Humala o un Guido Bellido, como sucedió en el 2021 frente al nefasto Pedro Castillo.

El país merece una opción de derecha moderna, democrática e institucionalista, ya no el modelo ajado del keikismo, pero si no se produce una conjunción de esfuerzos políticos le estarán regalando el pase a la segunda vuelta a Fuerza Popular.

Y lo peor es que lo más probable es que pierda esa elección. En los predios naranjas confían en que esta vez sí la harán porque Antauro es un cuco mayor que Castillo. Se equivocan de cabo a rabo. Antauro es mejor candidato que Pedro Castillo y, además, postula encaramado sobre una mayor furia popular que la que existía el 2021.

Si queremos a un desquiciado proyecto político sentado en Palacio el 2026, asegurémonos de que Keiko Fujimori pase a la segunda vuelta. Para evitarlo, no nos cansaremos de reiterarlo, ello pasa por lograr un gran frente centroderechista, con equipos tecnocráticos y un buen programa de gobierno (además de, por supuesto, un buen candidato).

Alberto Fujimori y Abimael Guzmán nacieron en un Perú muy distinto, uno que pocas veces podemos imaginar. En la década de 1930, en Lima no había más de 300,000 personas en el área urbana, número cercano al de las personas que vivían en todo el departamento de Arequipa en esos mismos años. En Mollendo, donde nació Guzmán, apenas si había 15,000. El Perú se encontraba bajo el régimen de un presidente afín al nazismo, Oscar R. Benavides.  

La accidentada infancia de Abimael Guzmán, cambiando de ciudades y escuelas fue muy diferente que la de Alberto Fujimori, pero lo cierto es que ambos llegaron a cursar una carrera universitaria. Fujimori estudió Agronomía en la Universidad Agraria de la Molina, y Guzmán, Derecho y Filosofía en la Universidad San Agustín de Arequipa. Guzmán se graduó en filosofía y se entregó al comunismo. Apenas comenzada la década de 1960, mientras Abimael Guzmán fue contratado por la Universidad San Cristóbal de Huamanga para enseñar filosofía, Alberto Fujimori fue a realizar sus estudios de posgrado en Francia y en Estados Unidos. Cuando regresó a enseñar en la Agraria hizo también carrera política como decano, luego rector y presidente de la Asamblea Nacional de Rectores. La afiliación de la Universidad huamanguina con el comunismo, permitió a Guzmán crear los vínculos para dejar la universidad, viajar a China, Checoslovaquia y la Unión Soviética, y pasar a la clandestinidad. De tal forma que mientras Fujimori estaba liderando su universidad, Abimael iba creando por el país, comités de Sendero Luminoso en las aulas universitarias.

En 1980 comenzó el terror. Abimael Guzmán, convertido en el Presidente Gonzalo, decidió que debía combatir al Estado destruyendo a sus colaboradores. Los colaboradores éramos todos, pero comenzó con los campesinos y militantes de izquierda que traicionaban la causa al ejercer el recién universalizado derecho a votar. La vorágine ocasionó decenas de miles de muertes, con terribles atentados y con la estrategia de dejarnos sin luz y energía. El Estado reaccionó casi al mismo nivel, amenazando y asesinando ante la incapacidad de poder identificar a los verdaderos senderistas. Nuestro retorno a la democracia fue caótico. Sumidos en la pobreza, a la exorbitante deuda externa, se sumaron el impacto de fenómenos naturales y la crisis económica mundial que dio paso al neoliberalismo. En ese contexto, Alberto Fujimori se lanza a las elecciones presidenciales, sin imaginarse que la población, atemorizada por las radicales medidas económicas que Mario Vargas Llosa anunciaba, lo escogería como el candidato alternativo (costumbre de votar por oposición que ha mellado las prácticas democráticas peruanas).  

Ya elegido, a Fujimori no le quedó más que aplicar las duras medidas contra la inflación y de reducción del estado que promovía el Fondo Monetario Internacional, además de un nuevo plan para pagar la gran deuda. En ese contexto, la violencia de Sendero Luminoso se incrementó en Lima y en la Amazonía. Fujimori optó por crear un escuadrón paramilitar, el Grupo Colina. Meses después cerró el Congreso de la República. Guzmán fue capturado el 12 de septiembre de 1992 por el Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) de la Dirección Nacional contra el Terrorismo (DIRCOTE) de la Policía Nacional peruana. Fujimori, que estaba en un viaje de descanso, regresó de inmediato para montar la parafernalia con la que fue mostrada su captura. Bajo la dictadura, Guzmán fuejuzgado por un tribunal militar sin rostro. Más de diez años después hubo que volverlo a sentenciar con el debido proceso y darle la cadena perpetua.

Fujimori cantó victoria y aparentó convertirse en un presidente que luchaba por los derechos humanos. Mientras tanto, sus vínculos con el narcotráfico, la compra de los medios de comunicación, la liberación de la informalidad y la corrupción empresarial, llegó a dimensiones insospechadas. Los videos grabados por su mano derecha, Vladimiro Montesinos, dejaron todo en evidencia. Él escapó a Japón y renunció por Fax. Fue detenido en Chile, cuando pensaba regresar desafiante al Perú, el año 2003.

Durante la guerra entre el Estado peruano y Sendero Luminoso, murieron cerca de 50,000 personas. Abimael Guzmán murió en la cárcel, el 11 de setiembre de 2020 a los 86 años. Alberto Fujimori, consiguió que la casta política que asentó en el congreso, le diera el indulto para salir de la cárcel de oro en la que estaba y querer seguir manipulando la política peruana, a pesar de la oposición de 24 millones de peruanos. Murió también a los 86 años, el 11 de setiembre de 2024.

Alberto Fujimori ha sido, sin duda, la figura central de la política peruana en el siglo XX. Con claroscuros inevitables de mencionar, pero su paso por el poder marcó un antes y un después que hasta hoy perdura.

En su haber figuran la gran transformación económica, que revirtió el régimen estatista instaurado por el otro gran reformista del siglo pasado, Juan Velasco Alvarado, la misma que les permitió a Toledo y García llevar el crecimiento económico y la reducción de la pobreza a niveles impensados.

Fue responsable político también del cambio de estrategia antisubversiva que arrinconó a Abimael Guzmán y a Sendero Luminoso, aunque en ese trance haya tolerado la existencia de grupos paramilitares como el grupo Colina y se haya hecho de la vista gorda con violaciones a los derechos humanos (no obstante lo cual, resulta arbitraria su sentencia como autor mediato de las matanzas de Barrios Altos y La Cantuta).

Revolucionó el interior del país con una política de infraestructura popular (luz, agua, desague, colegios, postas, caminos rurales), con instituciones superlativas como Foncodes, que nunca antes se habían plasmado en el Perú (quizá su antecedente más cercano sea Cooperación Popular de Fernando Belaunde).

Contra lo previsto, logró firmar con gran inteligencia estratégica de Torre Tagle la paz con el Ecuador, un logro que se subestima mucho en el Perú pero que ha tenido un impacto mayúsculo en nuestra colocación geopolítica en la región.

Pero Fujimori fue un dictador explícito entre 1992 y 1995 y encubierto entre el 95 el 2000, cuando permitió que Montesinos destruyera las instituciones democráticas y la corrupción haga metástasis de una manera como hasta entonces nunca se había visto.

La segunda reelección lo terminó de pervertir al punto de paralizar, inclusive, las reformas económicas que había emprendido en su primer lustro (fruto de ello, hoy tenemos a Petroperú y Sedapal y un Estado elefantiásico, como muestras de lo dicho).

Fujimori fue extraordinario en lo bueno y en lo malo. Su recuerdo seguirá albergando por ello amores y odios eternos que seguirán marcando la política los siguientes lustros. Lo cierto es que pesar sus pasivos, entregó un país bastante más viable que el que recibió, que estaba al borde del colapso. El balance final lo hará la historia larga.

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Alberto Fujimori, Fujimori, Keiko Fuimori

[EN EL PUNTO DE MIRA] En el bicentenario de nuestra independencia, convendría pensar el Perú —desde el pasado hasta hoy— para saber cómo está en términos políticos y sociales. En las ciencias sociales existe un debate sobre el proceso de las sociedades a través del tiempo.

Algunos autores sostienen (cuestionando al marxismo) que las sociedades no tienen procesos evolutivos, que en su seno se encuentran continuidades del pasado y cambios. Si partimos desde este punto, al cual me adhiero, podríamos sostener que el Perú tiene dentro de sí el país de cuando recién se independizó. Parece un país en el que el Estado no es más que un botín que quienes llegan al poder buscan repartirse: arrasan con todo lo que encuentren a su paso para saciar su ambición más vil, la de tener dinero mal habido.

En los primeros años de la República los militares que asumieron la presidencia no pensaron en construir Estado, legalidad y ciudadanía, sino que pensaron llenarse los bolsillos; salvo prácticas excepcionales, como la del gobierno de Ramón Castilla (1856), con el primer Presupuesto Público y la liberación de los esclavos negros. El resto del tiempo hemos visto el saqueo de las arcas públicas, una situación que coincide conlaactualidad.

Podemos comprobar —desde la transición a la democracia— como quienes han gobernado el Perú —desde Alejandro Toledo, Susana Villarán, Ollanta Humala y Pedro Pablo Kuczynski— han sido implicados en casos de corrupción con sumas cuantiosas de dinero. Todos ellos vieron en el Estado no la oportunidad de construir grandes proyectos nacionales, sino su botín de la guerra electoral ganada.

Pero no todo está perdido. Producto del crecimiento económico sin precedentes en el país, en las últimas dos décadas y media nuestra sociedad ha incrementado su clase media. Precaria, pero clase mediaal fin y al cabo. El mito del progreso y la educación ha tenido asidero, aún con colegios y universidades de pésima calidad. El sociólogo Danilo Martuccelli sostiene que en este país caótico, de cambios y retrocesos, se están gestando las bases de una sociedad democrática a futuro.

El paso a seguir para ello es pensar nuestro país y reeducarlo en humanismo. El modelo productivo imperante en el sistema educativo es importante, pero el humanismo lo complementa para que no exista el llamado “cholo barato”. Y para que en reemplazo del arribismo y la argolla, el mérito sea el motor de nuestrasociedad.

Que el dinero no se superponga al hombre y la mujer. ¿De qué sirven los viajes al extranjero si el mundo no ha pasado por renovar nuestras viejas prácticas? En Europa, por ejemplo, a pesar de su crisis, producir es tan importante como reflexionar para generar espacio público. Producir es tan importante como respetar los derechos laborales. Producir es tan importante como respetar los derechos sociales obtenidos durante décadas de luchas ciudadanas. Y producir es tan importante como educar a la sociedad.

Esos son los tiempos modernos

Las sociedades en el mundo ya no se constituyen, hoy en día, con una homogeneidad entre su población, son menos losbloques culturalmente hermetizados y diferenciados frente a unmundo global con un crecimiento sostenido; aunque aún se podrían admitir algunas excepciones, pero eso es un tema para otra discusión. Lo cierto y real es que, a través del tiempo, las sociedades humanas a nivel mundial se han ido constituyendo desde lo heterogéneo y lo diverso, en algunos casos por movilidades humanas internas, (vale decir migraciones internas que han repoblado los países, ordenándolos y desordenándolos a la vez), sobre todo en los países latinoamericanos y como migrantes de aporte en países de acogida en el occidente del mundo. Es por eso que podríamos afirmar que las sociedades ya no son en la actualidad masas homogéneas, sino sociedades con pensamientos colectivos diversos que presentan una  pluralidad social con diversidades muy marcadas. Es por ello, que notamos que se podrían ir generando nuevos problemas sociales en general, obligando al establecimiento de nuevas estrategias por los Estados en atención a este fenómeno social. La sociedad pues, cambia.

En las últimas décadas, la mirada política del mundo se ha transformado y ha contribuido a cambiar las percepciones de la sociedad en general y ha generado también una nueva mirada para atender los efectos del cambio. Entonces, se comienzan a trabajar conceptos que definen una latente sociedad de consumo, donde el mundo se acelera y la vida y la convivencia y la tolerancia, constituyen la base de una nueva mirada intercultural, donde se instalan un cúmulo de culturas en un territorio, obligando a incluir diversos enfoques, de adaptación y de adopción pensada y trabajada. Se constituye por ende una realidad global distinta.

En el Perú, la realidad nos dice que no hemos sido ajenos a estos cambios mundiales, estamos en el camino correcto, a nivel social, de comenzar a construir una sociedad peruana que se comienza a reconocer diversa y que confluye en la aceptación legitimada de una interculturalidad del día a día, permitiendo la  construcción de una nueva cultura peruana. Se ha escrito mucho sobre este tema.

Considerar este concepto y comprenderlo es tarea obligada que debe priorizarse mucho y es el Estado quien debería tomar con seriedad la construcción de un verdadero enfoque intercultural, poniéndose a la vanguardia, sobre todo a nivel de las instituciones que comandan los cambios  sociales. Es necesario que no se piense que la necesidad es solo teórica o académica, sino muy por el contrario, la realidad actual en nuestro país está enfrentando un reto donde ha acogido, de diversas formas, sean las correctas o las erradas un gran contingente de ciudadanos de otros territorios, por ejemplo el caso venezolano, que como ya se ha dicho vienen a nuestro territorio  con todo un bolsón de particularidades culturales. Conocerlos seria provechoso para entenderlos y tolerarlos, ese es un principio básico de la interculturalidad como concepto.Las ciencias sociales, cuya misión no solo es definir la sociedad, sino avizorar los cambios que en ella ocurren, pueden ir advirtiendo que se darán más migraciones, más movilidad humana y se seguirá trastocando la economía, quizás la política y por ende las convivencias sociales. Tema que ya deberíamos ir previniendo. Los cambios en nuestra economía, por ejemplo, el norte chico, Chancay atraerá mucho visitante golondrino y estacionario, con el esperado HUB regional, en otro sentido, crisis económicas en países vecinos generan normalmente fugas poblacionales por pasos irregulares fronterizos, esa es una realidad que se va acercando, no será mucho el tiempo que pase y veamos esta movilidad.

Entonces, es preciso estar claro en que considerarnos un país intercultural, no solo aplica a una sociedad cambiante, sino a todo el conjunto que un país debe manejar, pues considerar el enfoque en estos términos permitiría manejar los mercados internos, evitar los conflictos, atender los programas sociales, generar empleabilidad, sectorizar las atenciones, construir comunidades migrantes, atender a las visitas sin descuidar a nuestra población. Es decir integrar de manera inteligente y planificada. Es misión repito ya no solo de la academia sino del Estado y más aun de la institución que debe ser el eje del cambio de mirada, el ministerio que dirige y canaliza nuestro concepto de cultura. La interacción social se da va a dar todos los días, y más aún, cuando tenemos culturas nuevas que están introduciendo su presencia entre nosotros y de manera rápida van fortaleciendo sus redes sociales, culturales y económicas, ya no es un secreto que somos testigos de  restaurantes o tiendas importadoras que son dirigidas por nativos de otros países, por eso,  repito, debemos  considerar este concepto para fortalecernos desde la cultura nuestra, la popular urbana, o la nueva cultura llamada peruana.

Considerar lo intercultural en nuestro país, permitirá tener más clara la apuesta por generar cambios y atender sostenidamente estos cambios.

Si los seres humanos fuésemos enteramente racionales, seríamos como los vulcanos de la profusa serie Star Trek. Pero eso significaría que no seríamos humanos. No solamente tenemos sentimientos, sino que disfrutamos de ellos. Los sentimientos son además difíciles de expresar verbalmente y por ello se canalizan de otras maneras, principalmente, mediante la violencia y el arte. Dado que la primera opción es antisocial, debemos preferir siempre la segunda. El arte tiene como fin entender qué es vivir como humanos, pero no mediante la razón sino a través de la expresión. Cuando se dice que “ser de la U es un sentimiento” se afirma un hecho correcto. No hay razones para ser hincha de la U, como tampoco del Alianza, del Boys o del Cristal. Tales afiliaciones no se tienen que explicar. Se sienten, solamente y con ello debería bastar. Nunca habrá buenos argumentos para justificar una identificación u otra. De hecho, en tales casos los razonamientos sobran.

Tanto la ausencia de sentimientos como su exceso nos causan problemas. Deberíamos reconocer que la dificultad para empatizar con lo que acaece a nuestros semejantes como el exceso de sentimentalismo nos pueden volver igualmente injustos y crueles. En los casos en los que debemos buscar la justicia y la verdad, los sentimientos o la ausencia de ellos pueden igualmente nublar el juicio.

El viernes 6 de setiembre la especialidad de Filosofía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos invitó al biólogo Luis Arbaiza a ofrecer una charla titulada “Feminismo y biología”. Conozco personalmente al ponente y por tanto puedo atestiguar de primera mano su ánimo polémico, como también pedagógico. En un par de ocasiones ha expresado opiniones que no me resultaron convincentes (específicamente, sobre educación y sobre los transgénicos). Pero de tales discrepancias no pude inferir que estaba conversando con un fanático o un desinformado. Arbaiza es un humanista tanto porque su conocimiento va más allá de la biología (se interesa también por las artes y especialmente por la literatura) como por su actitud abierta al conocimiento y al diálogo.

En su charla (a la que no asistí, de modo que mi comentario puede ser parcial) presentó datos que enlazó con argumentos en contra de la teoría feminista hegemónica y los estudios de género. Porque he conversado con él muchas veces, no se puede sostener que sea un misógino, un transfóbico ni mucho menos un homofóbico. Arbaiza es abiertamente gay y promueve una visión peculiar sobre dicho estilo de vida, con el que podemos estar de acuerdo o no.

Muchos asistentes a la charla expresaron su disgusto por las tesis propuestas por el ponente y generaron una ola de rechazo que llevó a la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad a comunicar que la responsabilidad de la invitación recaía exclusivamente sobre la especialidad de Filosofía, como dando excusas y expresando disculpas por haber traído al campus a Luis Arbaiza.

Pero los argumentos contra su ponencia no eran argumentativos sino únicamente sentimentales. Arbaiza estaba equivocado, según quienes protestaban, porque ofreció datos y argumentos que ofendían a una parte de la comunidad universitaria, a las mujeres y a los grupos LGTBI.

Es cierto que una ponencia académica, que se ubica en el espacio de la razón, no debe buscar jamás la ofensa porque ello implica necesariamente cruzar los límites de la argumentación razonada. Pero de ello no podemos inferir que un dato o un argumento están errados porque son ofensivos. Lo que me puede ofender es ilimitado: mis sentimientos pueden ser agredidos por el color de una corbata o un corte de cabello, por una preferencia musical o simplemente por el color de piel de una persona con la cual tengo que interactuar. Por eso una ofensa solo puede ser respondida con otra ofensa o bien, como resulta más aconsejable, con la absoluta indiferencia. En cambio, un argumento solo puede ser respondido con otro argumento, que consideremos mejor.

La ciencia ofende constantemente mi sentido común. Y no puede ser de otra manera. El sentido común me dice que hay un “castellano correcto” pero la ciencia me dice lo contrario y, de hecho, la ciencia lingüística me informa que ni siquiera se puede decir que exista el castellano sino como mero constructo social. El sentido común me dice que el Sol sale por el este y se pone por el oeste. Pero sabemos por conocimientos básicos de cosmología que eso es una mera ilusión. Ya hay muchos filósofos y científicos que han cuestionado el libre albedrío, lo que sin duda ofende dos corrientes de pensamiento que aprecio, como son el existencialismo y el liberalismo.  

Los motivos para ofenderse son ilimitados. Muchos todavía se sienten ofendidos por la evolución, otros se sienten ofendidos por la ley de la oferta y la demanda, otros tantos se pueden legítimamente ofender cuando la biología nos señala que la sexualidad no es binaria. Sentirse ofendidos por argumentos basados en evidencia nunca lleva a nada, salvo a la sinrazón y el ánimo de censura. Lo correcto frente a un argumento que nos parezca débil o falaz es desarrollar argumentos que consideremos sólidos y no falaces. Un argumento no es mejor ni peor, una teoría científica no es más ni menos certera por el solo hecho de que afecte los sentimientos de la mayoría.

Una Universidad debe ser el espacio de la razón, de la verdad, de la ciencia y de la justicia. En ella se puede y se debe discutir apasionadamente siempre y cuando dicha pasión esté impulsada por un interés sincero por llegar (o reconocer que no se puede llegar) a la verdad. Se dice que Karl Popper y Ludwig Wittgenstein, dos de los filósofos más influyentes del siglo XX, discutían de manera tan ardorosa que debían ser apaciguados por sus colegas. Ambos personajes son admirables porque siempre ponían su pasión al servicio de la verdad. Cuando se procede de esa manera, la competencia permite que las ideas en conflicto se afinen y mejoren. No será posible tomar provecho de una polémica si una de las posturas es cancelada.  

Así, quienes no estén de acuerdo con las ideas de Arbaiza deberían procurar rebatirlo dentro del plano científico, no del sentimental. De especial interés es observar que hay una crítica fundamental a la teoría de género y la teoría queer, a saber, que se niega a dialogar con la biología y, en especial, con la evolución. El presupuesto de que los seres humanos somos animales especiales, radicalmente distintos a las demás especies porque somos tábulas rasas definidas por cuestiones meramente sociales y nunca biológicas me resulta de una ingenuidad insondable y, sobre todo, de una ignorancia radical. Llamo “ignorancia radical” no al no saber sino a la persistencia en no querer saber. La ignorancia por sí sola es un rasgo común a todo miembro de nuestra especie. No lo es, en cambio, la indiferencia ante el conocimiento. En otras palabras, no saber no es un pecado, pero sí lo es no querer saber. El origen de la filosofía y de la ciencia se halla precisamente en la consciencia de la ignorancia, en darse cuenta de que el sentido común puede ser efectivo en cuestiones comunes, pero completamente errado en la aventura de conocer el mundo hasta donde nos sea posible.

Los datos se contrastan. Los argumentos se critican. La justicia solo puede fundarse en el discernimiento de la verdad. Es cierto que la Universidad no debe dar cabida a charlatanes que medran de la ignorancia de las masas. Pero esta regla no se puede confundir con la censura. La Universidad debe ser un espacio privilegiado en el que el debate debe estar siempre abierto para quienes tengan algo que aportar a él. Cuestionar la teoría feminista hegemónica o la teoría queer no significa sacrificar la dignidad de las mujeres, gays, lesbianas o trans.

Hemos llegado al consenso de que la vida humana es invaluable, que la dignidad de toda persona debe ser el centro de la moral universal, que ninguna orientación sexual, como ningún color de piel, disminuye el valor de una persona y que ser mujer no puede querer decir que ella deba estar sometida al varón. Hemos llegado al consenso de que todo ser humano, sin importar su origen étnico o social, tiene el mismo derecho a la búsqueda de la felicidad y la prosperidad.

Pero no es posible sostener este consenso huyendo del debate científico y de la razón. Marx sostuvo que los filósofos debían pasar de entender el mundo a transformarlo. Este dictum es provocador y persuasivo. Sin embargo, a él se le puede responder observando que no es posible transformar algo si no se lo entiende. Así, las raíces biológicas del ser humano no se pueden negar, a menos que adoptemos el dogma de que somos seres desprendidos de la naturaleza. Y ciertamente nuestra naturaleza puede contener maravillas, pero también abismos y vilezas de los cuales sobre los cuales es mucho mejor tener consciencia precisamente para domesticarlos utilizando la razón. Dedicarse a las letras, las artes y las humanidades insistiendo en ignorar la animalidad de la cual descendemos es persistir una ilusión.

La ponencia de Luis Arbaiza fue seguramente provocadora y por ello mismo resultó ofensiva para muchos. Pero la provocación (cuando es fundamentada, no cuando está inspirada en la charlatanería) es necesaria para cuestionar nuestras creencias. Temer a la polémica razonada es una actitud contraria al espíritu fundante de la Universidad. La Universidad no debe estar al servicio del cliente, ni del poder, no debe ser un espacio de confort ni un lugar en el que el estudiante esté protegido de las ideas que lo cuestionen sino todo lo contrario. Es un espacio, por definición, político, en el sentido en que es allí donde debemos gestionar el disenso, orientados por un solo fin, que es la búsqueda de la verdad.

Las ideas que nos cuestionan pueden doler. Pero también duelen los ejercicios en un gimnasio. Aceptamos ese dolor porque nos hace más fuertes. La conformidad, en cambio, nos debilita y nos convierte en sujetos fácilmente manipulables. Sin sentir desafíos, sin la capacidad de enfrentar la contrariedad, no se puede fortalecer el pensamiento.  

El crimen organizado ha dejado de ser una fuerza oculta que opera en las sombras. Hoy en día, en América Latina, y en el Perú en particular, las organizaciones criminales no solo influyen en la economía y la sociedad, sino que también han logrado infiltrarse en las instituciones del Estado. Este fenómeno, conocido como gobernanza criminal institucionalizada (GCI), representa una amenaza estructural para la democracia y el estado de derecho.

La GCI se caracteriza por la capacidad de las organizaciones criminales para infiltrarse en el Estado en todos sus niveles. Esto va más allá de la simple corrupción; implica la inserción estratégica de sus representantes en posiciones clave dentro del poder ejecutivo, legislativo, judicial y de las fuerzas del orden. Desde estas posiciones, las organizaciones criminales influyen directamente en la toma de decisiones, asegurando que las políticas públicas y leyes se adapten a sus intereses. Esta infiltración sistémica no solo facilita la operación del crimen organizado, sino que lo convierte en una fuerza que actúa desde dentro del aparato estatal, transformando al Estado en un cómplice activo de sus actividades ilegales.

El sociólogo italiano Diego Gambetta, en su obra «La mafia siciliana: El negocio de la protección privada», ofrece un marco teórico útil para analizar este fenómeno. Gambetta describe a la mafia como un «proveedor de protección privada» en contextos donde el Estado es débil o ineficaz. En lugar de operar exclusivamente al margen del Estado, la mafia asume roles que normalmente corresponderían al gobierno, brindando seguridad, arbitrando disputas y aplicando su propia forma de justicia en las comunidades que controla.

En el contexto de la GCI en Perú, el análisis de Gambetta sugiere que las organizaciones criminales no se limitan a buscar beneficios económicos. También llenan vacíos de poder dejados por un Estado debilitado o corrupto, convirtiéndose en una forma de gobernanza paralela. En regiones donde el Estado no tiene la capacidad o la voluntad de intervenir de manera efectiva, estos grupos criminales ofrecen «protección» y otros servicios. Sin embargo, este «servicio» tiene un costo elevado: la erosión de la legitimidad estatal y el fortalecimiento del poder criminal.

Además, Gambetta destaca el papel de la corrupción y la confianza como factores clave en la expansión del poder criminal. Las organizaciones criminales dependen de la corrupción para penetrar en las estructuras estatales y, una vez dentro, colaboran con actores estatales corruptos para mantener un status quo que beneficia a ambas partes. Este sistema de complicidad perpetúa la desconfianza en las instituciones públicas y debilita inexorablemente el estado de derecho. Las pasadas y recientes exposiciones de redes criminales que han cooptado fiscales, jueces y altos funcionarios ilustran cómo esta complicidad opera en la práctica, minando la capacidad del Estado para actuar en favor del bien común.

La infiltración de las organizaciones criminales en el Estado también permite que estas «legalicen» sus actividades ilícitas. Esto se manifiesta en la promulgación de leyes que favorecen a sectores controlados por el crimen organizado o en la promoción de funcionarios públicos y autoridades electas afines que protegen sus operaciones. Así, lo que en principio es ilegal se normaliza y se presenta como parte del funcionamiento regular de las instituciones estatales. Un claro ejemplo en el país es la influencia de estas organizaciones en la regulación de actividades económicas extractivas como la minería ilegal, donde el crimen organizado controla desde la extracción hasta la comercialización, con la protección de actores estatales.

Por último, la GCI no es solo un problema de corrupción o crimen organizado; es una amenaza estructural a la democracia y al estado de derecho. Las organizaciones criminales, al capturar las instituciones del Estado, se convierten en actores internos que controlan y manipulan el sistema desde dentro, subvirtiendo su propósito original. Este fenómeno erosiona la legitimidad del Estado, perpetúa la corrupción y socava la capacidad del Perú para gobernarse de manera efectiva y justa. En consecuencia, al próximo gobierno no solo le corresponderá enfrentar a las mafias enquistadas en las instituciones estatales, sino también impulsar una reforma profunda de las instituciones y revalorizar el estado de derecho, restaurando la confianza pública y fortaleciendo la democracia.

Jennifer Ludeña, la fiscal a cargo del caso de Edwin Oviedo y “Los Wachiturros de Tumán” se pronunció sobre las críticas que recibió por parte del exfiscalJuan Carrasco Millones y expuso lo que realmente ocurrió con el caso que le encargaron.

Días después de conocerse la ratificación de Edwin Oviedo y otros implicados en el recordado caso “Los Wachiturros de Tumán”, Jennifer Ludeña Meléndez, la fiscal que estuvo encargada de sustentar la acusación contra el empresario azucarero como presunto autor de los asesinatos de Percy Farro Witte y Manuel RimarachínCascos, se pronunció para defenderse de los cuestionamientos a su trabajo.

Durante el mes pasado, el Poder Judicial decidió absolver a Edwin Oviedo alegando que la Fiscalía no corroboró las declaraciones de los testigos que señalaban al expresidentede la Federación Peruana de Fútbol como el autor intelectual de los asesinatos de dos sindicalistas que ocurrieron en 2012 y 2015.

Sin embargo, las críticas a raíz de esta absolución se centraron en el trabajo de Ludeña Meléndez pese a que la investigación del caso había estado a cargo del exministroJuan Carrasco Millones. Por esta razón, la fiscal Ludeñaoptó por declarar a los medios y explicar en qué consistió su labor así como las falencias que encontró en la investigación que recibió.

“He emitido dos o tres informes porque advertí situaciones insalvables”, indicó Jennifer Ludeña con respecto a la investigación que recibió y explicó que “las carpetas que han llegado acá, ninguna ha llegado para que hagamos investigación”. Además, la fiscal dijo que “he tenido que desvincularme de sobreseimientos del fiscal que sí conocía el caso”, en referencia a las irregularidades y deficiencias en el trabajo hecho previamente por Carrasco Millones.

Previamente, Juan Carrasco se había pronunciado culpando a Ludeña por no haber defendido adecuadamente el caso y, ante ello, la fiscal de Trujillo dijo lo siguiente: “Toda mi actividad ha sido prolija, todos mis casos han terminado con sentencia condenatoria con mis propias investigaciones. No he tenido ninguna sentencia absolutoria, salvo en este caso, lamentablemente, y es porque no estuve a cargo de la investigación”.

Ludeña rechazó lo señalado por Carrasco y se refirió a otra de las versiones que se usaron para descalificar su trabajo. “Rechazo totalmente las afirmaciones que pueda hacer el doctor. Incluso ha hecho referencia a que yo tendría problemas con fiscales de Chiclayo, lo que es totalmente falso”, aclaró.

Con respecto a los pasos a seguir en el caso de Edwin Oviedo, Jennifer Ludeña anunció que apelará la absolución. “De que vamos a apelar, vamos a apelar. Porque tenemos que analizar cada punto de la sentencia”, dijo la fiscal y detalló que esta decisión se debe a que “conociendo toda la información que se ha incorporado a juicio he terminado convencida que sí tenía que emitirse una sentencia condenatoria”.

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Edwin Oviedo, Fiscalía, Juan Carrasco
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