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Carlos Parodi, autor en Sudaca - Periodismo libre y en profundidad | Página 7 de 10

Todo modelo económico se aplica dentro de un marco institucional determinado. No lo hace en un vacío. Esto nos lleva a definir qué son las instituciones, porque sin ellas funcionando de manera adecuada, ningún modelo económico tendrá éxito.

Las instituciones tienen dos acepciones en economía: en primer lugar, son organizaciones, como el congreso, las universidades, la policía nacional, el colegio de abogados, etc. En segundo lugar, son las reglas de juego, algunas formales como la Constitución Política y otras informales que responden más a costumbres y hábitos de la población. Tanto las primeras como las segundas determinan cómo funcionan las economías, pues todas las sociedades funcionan con reglas, algunas no escritas.

La corrupción puede considerarse una institución, pues se trata de una mala costumbre en nuestro país, un mal hábito, que está extendido en amplios segmentos poblacionales. Las reglas tributarias también son una institución. En el primer caso se trata de una institución informal, mientras en el segundo, formal. El punto es que dentro del marco institucional que cada sociedad tiene, funciona una economía. Por eso es que cualquier reforma que se quiera hacer en el campo económico debe ser antecedida por una mejora institucional.

¿Cómo podría fluir la inversión privada, tan importante para reactivar la economía, si no evitamos que en el camino funcionarios corruptos encarezcan el proceso buscando intereses personales a cambio de una coima? ¿O es que no se puede hacer nada y que debemos caer en la corrupción para poder funcionar? ¿Cómo aumentamos la inversión pública si los gobiernos locales, regionales y central no tienen capacidad de gestión? ¿Cómo sostenemos un país en el que la formalidad solo funciona para 22% de los trabajadores y la mitad de las empresas? ¿Cómo podemos avanzar en un país en el que nadie cree en nadie y reina la intolerancia y desconfianza?

Mal y muy lejos de su potencial. Note, estimado lector, que se trata de factores que en apariencia no están relacionados con la economía. Sin embargo, lo están y mucho. Imagine usted, cuánto tiene que invertir una empresa en seguridad, cuántos días pierde en trámites con el gobierno, las dificultades que enfrenta cuando pretende que el poder judicial le resuelva un problema. Los funcionarios públicos parecen no seguir las reglas establecidas, sino que favorecen a unos sobre otros.

Por eso no sorprende que los países más competitivos del mundo sean aquellos con mejores instituciones y como consecuencia de ellos, resultados económicos positivos y mayor calidad de vida. La clave está en encontrar cómo cambiar las instituciones y aunque todos creen tener la receta perfecta para mejorar el marco institucional, hay una verdad universal: no sabemos cómo hacerlo.

Mientras no tengamos mejores instituciones, mientras no cambiemos las personas, resulta muy difícil que seamos un país competitivo, capaz de brindar a sus ciudadanos servicios básicos de calidad. Por eso es que las cosas no funcionan en nuestro país. El debate institucional está más allá de la izquierda y la derecha y es anterior a ellas. Miremos el mundo y veamos por qué algunos países funcionan mejor que otros.

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Carlos Parodi, crecimiento económico, Economista, Entendiendo de Economía, Instituciones

Bastiat fue un economista francés que vivió entre 1801 y 1850. Uno de sus principales escritos fue un conjunto de artículos en un libro denominado “Lo que se ve y lo que no se ve”. Dentro del mismo uno de ellos se denominó, el cristal roto. La historia es simple y sirve para analizar varias de las ideas que circulan en economía y que servirían para tomar mejores decisiones en estos momentos complicados.

Un niño arroja una piedra y rompe un vidrio. Lo que parece ser una desgracia puede, según algunos, servir para reactivar la economía. Algún familiar del niño deberá destinar dinero, para seguir el ejemplo de Bastiat, seis francos, para reponer el vidrio. Esto creará la demanda por un vidrio nuevo, por lo que algún vidriero tendrá ahora trabajo y recibirá el pago mencionado, a cambio de construir y colocar el vidrio. Con esos seis francos, el vidriero comprará otros bienes, digamos alimentos, con lo que se moverá otro sector de la economía. De acuerdo con Bastiat, esto es lo que se ve.

Sin embargo, lo que no se ve, es que esos seis francos han dejado de gastarse en otro objetivo, digamos zapatos, pues se han usado en el vidrio nuevo. El dinero tiene un costo de oportunidad, pues puede usarse en otra cosa. Lo que no se ve es que se ha dejado de comprar zapatos y por ende el productor y vendedor de zapatos no ha recibido el dinero que habrían recibido si es que no se hubiera usado el dinero en reponer el vidrio. El resultado es que dejó de moverse el sector que produce zapatos.

Nótese que en caso no se hubiera roto el vidrio, la economía tendría además del vidrio, los seis francos invertidos en zapatos. Habría vidrio más zapatos. Al romperse el vidrio, solo tendría un vidrio nuevo.

Además, si el hecho que haya una desgracia implica que la economía se vaya a reactivar por el gasto que se hará en la reparación, entonces bastaría destruir infraestructura o esperar por un desastre natural para que luego con la reconstrucción, se levante la economía. Y eso no tiene sentido. 

Esto pone en cuestión varias cosas. Veamos un caso puntual. El gobierno decidió usar más de cinco mil millones de soles en el bono Yanapay y así elevó el gasto público. Más de trece millones se benefician con 350 soles cada uno. Ese es el lado A. Sin embargo, ese dinero se pudo usar en otros fines que tuvieran un mayor impacto sobre el bienestar. Por ejemplo, asegurar insumos alimentarios a todos los comedores populares, ollas comunes y organizaciones de base, de modo que los ciudadanos más vulnerables tuvieran desayuno, almuerzo y comida durante más de un año. Ver lo que no se ve es fundamental para evaluar las políticas públicas, pues todas generan efectos colaterales a veces no deseados y siempre el dinero o cualquier recurso, puede usarse en otro fin.

Piense ahora en los últimos veinte años y vea en qué gastó el dinero. ¿Qué hubiera pasado si ese dinero se invertía en salud y educación? ¿Cómo estaríamos ahora? ¿Quiénes son los responsables entonces?

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Carlos Parodi, Entendido de economía

Si algo hemos aprendido en las últimas décadas es que sin reformas no hay paraíso. Y esto no es nuevo, ha sido siempre así al margen de la estrategia económica (o modelo como lo llaman algunos) que siga un gobierno. Me refiero que los resultados económicos, medidos por el crecimiento económico, la inflación y la situación fiscal, entre otros, nunca han sido suficientes para que aumente el bienestar de todos los ciudadanos.

Ni el mercado solo, ni el Estado solo, pueden hacerlo. Se requiere de ambos. ¿Alguien puede creer que porque la economía crece 2% o 5% mejorará la salud o la educación? ¿Cómo? Algunos dirán porque se le pone más dinero, fruto de la recaudación tributaria. Pregunto, ¿solo poniendo más dinero mejoran las instituciones? ¿Desde cuándo?

Una reforma es un cambio en el funcionamiento de un sector. Tal como funcionan, salud, educación, pensiones, poder judicial y un largo etcétera no veremos reflejado en el bienestar de todos, las cifras económicas. Hay que cambiar. De lo contrario seguiremos en la competencia inútil de qué gobierno destinó más recursos a tal sector.

La ecuación es así: solidez macroeconómica + reformas = mayor bienestar para todos.  ¿Por qué ningún gobierno ha intentado, más allá de la retórica hacer reformas? ¿No queda claro que si es de izquierda o de derecha igual las necesitan?

Por eso las reformas son urgentes. En estos tiempos se entiende que es difícil hacerlo por razones obvias; pero sí se puede marcar un derrotero consensuado que marcará la hoja de ruta del gobierno. Y tendremos un norte. Solo así los ciudadanos verán que las buenas cifras macroeconómicas se perciban en sus bolsillos y en su vida diaria.

Las reformas suelen tener éxito cuando se hacen al comienzo de los gobiernos y cuando el presidente sabe que siembra, pero probablemente coseche quien venga después, pues toman tiempo. ¿Algún presidente podrá decir que comenzará hacerlas para que los aplausos se los lleve otro? Además, generan ganadores y perdedores en el corto plazo. Para estos últimos se requerirán programas de capacitación y de reconversión social para que no queden desamparados.

Insisto: no solo es gastar más; importa cómo se gasta y si se busca recaudar más sin una conexión con la forma cómo se va a gastar no está haciendo nada, sino solo un anuncio para la tribuna.

Nadie dice que sea fácil; pero deberá ser uno de los elementos que debe ajustar el actual gobierno. Si no lo sabe o sigue improvisando, los problemas solo aumentarán, al margen de la posición política de cada uno. El fanatismo y la falta de autocrítica no son opciones.

Espero que hayamos aprendido las lecciones del siglo XXI. De nada sirven las cifras macroeconómicas si no se reflejan en el bienestar de todos. Y para eso re necesitan las reformas.  Es hora de pensar en propuestas serias que apunten al mediano plazo, sin dejar de lado las medidas urgentes de la coyuntura. Sin equilibrios macroeconómicos, no vamos a ningún lado. Estos últimos (la estabilidad monetaria y el manejo responsable de las finanzas públicas son equivalentes a  construir los cimientos de una casa. Con ellos no elevamos nuestro bienestar. Si buscamos esto último, tenemos que construir la casa y ello demanda reformas. No importa si usted, estimado lector, es de izquierda o de derecha. Da lo mismo.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, reformas

En las últimas semanas se ha venido diciendo que este año la economía peruana crecerá entre 11% y 13%, cifra que se celebra como un logro. ¿Por qué debemos tener cuidado con la interpretación del número?

Muchas veces los datos estadísticos nos juegan una mala pasada. Hace pocos días autoridades del gobierno manifestaron que estaban contentos con las cifras de crecimiento económico para este año. Veamos primero el dato aislado. El PBI crecerá entre 10% y 13% este año. También se ha dicho que la cifra se debe al crecimiento de la inversión privada que, de acuerdo con el banco central, crecería 24%. Viéndolos así, las cifras parecen muy buenas. Sin embargo, las cifras no se leen de manera aislada.

Ahora notemos que esas tasas de variación están comparadas contra 2020; por lo tanto, para saber si esos números son altos o no, veamos la información de 2020. El año pasado el PBI cayó 11.1%, mientras que la inversión privada, que representa el 80% de la inversión total, se redujo en 16.5%.

El rebote estadístico aparece cuando el patrón de comparación es muy bajo y la variación se expresa en porcentaje. Si las variaciones porcentuales en 2020 fueron las mostradas, no deberían sorprender las cifras de 2021. Si en 2020 la economía cayó 11.1% y en 2021 crece, digamos 11%, apenas ha recuperado el nivel pre pandemia. Como las cifras representan un promedio del comportamiento de los diferentes sectores y algunos crecen más rápido que otros, la economía recién se recuperará, es decir, volverá a los niveles de 2019, el primer trimestre de 2022. Más aun, el empleo no ha recuperado ni de lejos a los niveles de 2019. Una cosa es que el PBI, que mide producción, aumente; otra, que el empleo lo haga al mismo ritmo, algo que no está ocurriendo.

Sabemos que para poder crecer requerimos aumentar la inversión privada. Dos cosas respecto de la pública: por un lado, representa solo el 20% del total de la inversión en el Perú, por lo que tendría que crecer mucho para que tenga impacto y por otro, no puede aumentar por el déficit fiscal. Simplemente no hay dinero para que crezca. De ahí que el peso de la recuperación caiga sobre la privada. El crecimiento de la inversión privada hace crecer el empleo y como consecuencia los ingresos y el consumo privado.

Las exportaciones sí han tenido un mejor comportamiento, reflejo del entorno económico externo favorable. En 2020 ascendieron a US$ 42 941 millones de dólares, mientras que en 2021 llegarán a 60 mil millones de dólares, un crecimiento de 41%.

Desde luego que lo ideal para que este tipo de comportamientos no ocurra, es que las variaciones sean lo más similares posibles. Si eso no ocurre debemos estar atentos siempre al período de comparación. El rebote estadístico puede llevar a engaño, consecuencia de expresar en porcentaje una variación, cuando el período de comparación es muy bajo. Con certeza, las cifras de 2021 no se repetirán en 2022, justo por el rebote. A tener cuidado con la lectura de las cifras.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Rebote estadístico

La expresión “economía social de mercado” se encuentra en las constituciones de 1979 y 1993. ¿Qué significa? El nombre fue acuñado en la Alemania de los años cincuenta, como un sistema que combinaba Estado con mercado. ¿Cómo así? Tiene dos componentes: por un lado, el mercado, que, a través del sector privado, genera riqueza y paga impuestos. Aquí entra el segundo elemento, el Estado. Con los impuestos recibidos, los invierte con el objetivo de igualar oportunidades, es decir, los usa de manera eficiente en salud, educación, caminos rurales, etc. El objetivo es que el Estado cubra a aquellos que no se benefician directamente del mercado, sino indirectamente a través del uso responsable de los impuestos recaudados por el Estado. Además, el Estado debe evitar el abuso de la posición de dominio de grupos empresariales en el mercado. Por eso el Estado es regulador y redistribuidor.

Dicho esto, ¿se cumple en el Perú? Comencemos diciendo que las reglas de juego deben ser iguales para todos. No debería ocurrir que alguien, por contactos con funcionarios públicos, se beneficie de una licitación de una obra pública o logre una ley que lo favorezca de manera explícita. Solo así el mercado podrá funcionar. En paralelo se requiere que el Estado haga su trabajo indicado en la constitución. En el Perú fallecieron más de 200,000 ciudadanos por la pandemia. Lamentable y de terror. Más del 95% de los hospitales son públicos. Faltaban camas UCI, oxígeno, entre muchas otras limitaciones que incidieron en el fallecimiento de muchos ciudadanos. Es a eso a lo que se refiere el rol del Estado en una economía social de mercado. Igual en el caso de la educación, ¿se logró repartir las tablet para poder recibir la educación virtual? Ha pasado más de un año que comenzó la pandemia.

¿Cuál es la lección? Que el Estado y el mercado no son sustitutos sino complementarios. Desde mi punto de vista, el gran avance en economía en el siglo XX, consistió en mostrar que la mezcla de Estado con mercado es conducente a elevar el bienestar; los países que se fueron a los extremos terminaron en crisis de proporciones. La pregunta no es mercado o Estado sino cuánto de ambos.

Cualquier estrategia para funcionar debe tener como objetivo el bienestar de todos los habitantes. Para ello, se necesita de un Estado que gestione bien los recursos que recibe del Estado. Demás está decir que la meta debe ser cero tolerancia a la corrupción. ¿Cuántos casos de prisión preventiva por corrupción tienen hoy una sentencia? la parte institucional es determinante. Y esta es otra verdad que proviene la evidencia empírica. Sin instituciones inclusivas, no es posible aplicar ninguna estrategia.

En consecuencia, queda claro que más allá del papel, estamos lejos de una economía social de mercado. De ahí en más, algunos piensan que la idea es un error y que tendría que usarse otra estrategia. Cada uno puede pensar lo que crea conveniente, pero sugiero siempre basarse en evidencia empírica.

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Carlos Parodi, economía social de mercado, Entendiendo de Economía

Todos queremos saber qué va a pasar con la economía. La razón es que nos afecta en nuestra vida diaria. Cuando escuchamos o leemos proyecciones de los expertos nos formamos una idea de lo que puede pasar. Sin embargo, cuando esas proyecciones fallan constantemente comenzamos a desconfiar y ver el futuro con incertidumbre.

Si se supone que los expertos son profesionales con bastantes estudios y que por lo tanto deberían ser creíbles, entonces, ¿por qué se equivocan tanto? Dicho de otro modo, ¿cómo hacen sus proyecciones? Vamos a suponer que los errores no son un cometidos “a propósito”, por el interés que tienen en vender una idea determinada; por ejemplo, a los dueños de una marca de automóviles les conviene decir que la economía y los ingresos de las personas crecerán, pues quieren que más gente les compre autos. Lo mismo pasa con cualquier otro producto o servicio.

Descartando esas opciones, pensemos ahora en un profesional, que sin ser parte interesada (ni a favor ni en contra) quiere proyectar lo que pasará con la economía en este 2022. El mecanismo es el uso de “modelos”.

La economía no es una ciencia exacta ni tampoco se puede experimentar “para ver qué pasa”. Me explico. Un zoólogo simula el comportamiento de los ratones en un laboratorio. En una caja hace un laberinto y al final pone el queso. Se sienta frente a la caja y observa el comportamiento del ratón y obtiene conclusiones válidas. Eso no se puede hacer en economía. No puedo destruir una economía para estar seguro que esa receta no era correcta (es cierto que parece que en algunos países se hicieran cosas así).

Un modelo en economía es una “abstracción de la realidad”; extrae de ella aquellos elementos que considera claves para la proyección que está haciendo; luego asume ciertos comportamientos de esos factores que ha tomado de la realidad y finalmente los expresa en ecuaciones matemáticas. Mediante distintos métodos “resuelve” el problema matemático y eso arroja una proyección.

¿Es malo hacer proyecciones de este modo? No, sino que los resultados del modelo son solo un insumo para la proyección, pero no el único; pueden ser una especie de punto de partida, al que hay que agregarle otras variables no económicas, como las institucionales, políticas, y un largo etcétera. Con ellas ajustar la proyección hacia arriba o hacia abajo. ¿Será perfecto el resultado? De hecho no lo será, pues también dependerá de qué otros factores se están tomando en cuenta; digamos que así se minimiza el error.

El problema es que la mayoría de analistas se queda en los resultados del modelo y no procede con el segundo paso. Señalan algo así: “el modelo usado nos señala que la economía crecerá 4% en 2022” y ahí se quedan. ¿Y qué pasa si alguna variable no esperada entra en acción? ¿Cómo podría saber cómo se van a comportar en el futuro? Como no puedo saberlo, la proyección falla.

No se trata de decir que los modelos no sirven; el problema es el uso que le damos. Son solo una referencia que la podemos usar como punto de partida, pero no más. Nadie puede leer el futuro y eso lo sabemos todos. Sin embargo, todos hacemos proyecciones, inclusive los más críticos, que de manera permanente dicen que todo irá mal. Para ellos, la pregunta es la misma, ¿cómo lo saben? No perdamos la humildad en reconocer que más es lo que no sabemos que lo que sabemos.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Proyecciones económicas

La turbulencia política parece ser una de las características de los últimos tiempos en el Perú. Al margen de las razones, los problemas políticos son una marca registrada en la evolución del país. Nos estamos acostumbrando a los pedidos de vacancia, renuncias, conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, etc. Y así solo se genera inestabilidad.

El ruido político tiene un impacto negativo sobre la recuperación de la economía. Existen varias razones. En primer lugar, cualquier decisión de inversión supone incertidumbre (nadie puede saber qué pasará en el futuro), pero también es cierto que vivimos en una incertidumbre aumentada debido a las contradicciones del gobierno, que parece no tener un rumbo definido. Como consecuencia, los inversionistas postergan decisiones y los consumidores hacen lo mismo, pues el temor a no saber qué puede pasar genera que prefieran esperar antes de endeudarse o realizar ciertas compras. La incertidumbre obliga a tener cautela y eso hace que la recuperación sea más lenta.

En segundo lugar, los estudios empíricos muestran que, desde el momento en que alguien invierte, pasan, en promedio, dos años para recuperar lo invertido y tres o cuatro años, dependiendo del sector, para obtener ganancias. El problema es que la inversión, que es la fuente principal del crecimiento, no está creciendo como debería. Las proyecciones de crecimiento de la inversión privada para 2022 son 0%. El fanatismo a veces hace pensar que eso no importa; pero es un error: si nadie invierte, ¿quién entonces, se encargará de contratar personas, es decir, crear empleo?

En tercer lugar, ¿por qué no mantenemos lo que funciona y mejoramos lo que no funciona? Entiendo que puedan existir muchos soñadores, pero los problemas de muchos ciudadanos son reales: no tienen empleo, seguridad, agua, etc. Eso hay que solucionarlo. Y para eso se requiere decisión política y conocimiento técnico. ¿Por qué se cree que con una asamblea constituyente esas personas que tanto necesitan, van a estar mejor? ¿Cuál es la conexión? La economía no es un acto de fe, ni tampoco es magia.

En cuarto lugar, la historia muestra que, si un gobierno tiene una mayoría de oposición en el Congreso o no tiene bancada, entonces tiene que ganarse a la población para poder gobernar con hechos concretos que eleven su bienestar. O tiene a la población y/o al Congreso. Lo que no se puede hacer es tener gobernabilidad sin alguno de ellos. La popularidad del presidente del país está cayendo y puede terminar sin ninguna de las dos. Ahora deberá recuperar a la población, en un contexto más complejo que cuando asumió el poder, hace solo dos meses.

La economía requiere estabilidad política en democracia para poder progresar. Aunque suene trillado, se requiere confianza y actuar en varios frentes. Solo quienes han invertido y arriesgado entienden a qué me refiero con confianza y credibilidad.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Pandemia, Ruido político

Una externalidad es una falla del mercado, que aparece cuando una persona (natural o jurídica) realiza una actividad que afecta a un tercero, sea de manera positiva o negativa,  que no participó en la transacción.  Veamos ejemplos.

En el caso de la COVID-19 el impacto es negativo (el tercero se contagia), por lo que la externalidad es negativa; el costo puede ser la muerte de la otra persona. Pensemos ahora en el ruido y el motor defectuoso de un vehículo. A través del tubo de escape arroja un humo que es respirado por terceros, que nada tienen que ver entre el carro y su dueño. Nadie los compensa por el problema generado por el aire que tienen que respirar y si no existe una normativa adecuada seguirá existiendo ruido y contaminación a través de los gases producidos por los vehículos. Otro ejemplo: una mina opera en cierto lugar y los desechos tóxicos, producto de su proceso productivo,  son arrojados a un río y contaminan el agua que algunos kilómetros más allá, sirven a un grupo de agricultores para regar sus sembríos. En este caso, los agricultores reciben el daño sin que ellos participen de la producción de la mina.

En los casos mencionados, se trata de externalidades negativas a la producción, pero también existen al consumo, como por ejemplo, el daño que le produce a un tercero el hecho que una persona fume, pues se ve obligado a aspirar un humo que atenta contra su salud. Lo mismo es válido cuando un perro ladra durante la noche o cuando suena la alarma de un automóvil y se afecta a terceros en el sentido que afecta la paz y tranquilidad.

En el caso de los ejemplos todas son negativas, pero también las hay positivas, como los efectos positivos sobre toda la población de una campaña de vacunación masiva, como ocurre con la COVID-19. Lo mismo ocurre con la educación y salud en general. Si se dejan al mercado, solo podrían acceder aquellos que pueden pagar. La evidencia empírica muestra que sociedades con mayores niveles de educación funcionan mejor.

Ante ello, el Estado interviene para corregir al mercado e intenta influir sobre su comportamiento para proteger los intereses del afectado.  Es la llamada solución pública. [1] En el caso de la mina, los gobiernos pueden poner un impuesto por tonelada producida de modo de reducir la producción o regular. Así, mediante la regulación se puede hacer que ciertos comportamientos sean obligatorios o prohibitivos. En el caso del contagio por la COVID-19, penaliza a aquellos que salen durante la prohibición y/o a los que se reúnen de manera clandestina.  Desde luego que las opciones se piensan en función de los afectados, pero el asunto no es tan simple como parece, pues existen distintas opciones y cada una de ellas tendrá costos y beneficios.

Un elemento crucial en la solución de una externalidad es la credibilidad de los actores involucrados, en particular del gobierno. Si nadie cree en el otro, no hay solución posible, pues resulta imposible su implementación. No debemos olvidar que la confianza y el orden son los pilares de una sociedad.

[1] También existe la “solución privada” que consiste en que las partes se pongan de acuerdo en la solución al problema, pero no es una opción ante la COVID-19.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Externalidad

Una de las grandes lecciones en economía es no solo ver “lo que se ve” ante una medida de política pública, sino también “lo que no se ve”. El economista francés, Bastiat (1801-1850) escribió sobre el tema en un famoso libro del mismo título. El mensaje es el siguiente: cualquier decisión en política económica tiene algunas implicancias ocultas que no se ven a simple vista. Veamos el ejemplo usado por Bastiat.

Uno de sus más célebres artículos fue el que denominó el cristal roto. La historia es simple y sirve para analizar varias de las ideas que circulan en economía y que servirían para tomar mejores decisiones en estos momentos complicados.

Un niño arroja una piedra y rompe un vidrio. Lo que parece ser una desgracia puede, según algunos, servir para reactivar la economía. Algún familiar del niño deberá destinar dinero, para seguir el ejemplo de Bastiat, seis francos, para reponer el vidrio. Esto creará la demanda por un vidrio nuevo, por lo que algún vidriero tendrá ahora trabajo y recibirá el pago mencionado, a cambio de construir y colocar el vidrio. Con esos seis francos, el vidriero comprará otros bienes, digamos alimentos, con lo que se moverá otro sector de la economía. De acuerdo con Bastiat, esto es lo que se ve.

Sin embargo, lo que no se ve, es que esos seis francos han dejado de gastarse en otro objetivo, digamos zapatos, pues se han usado en el vidrio nuevo. El dinero tiene un costo de oportunidad, pues puede usarse en otra cosa. Lo que no se ve es que se ha dejado de comprar zapatos y por ende el productor y vendedor de zapatos no ha recibido el dinero que habrían recibido si es que no se hubiera usado el dinero en reponer el vidrio. El resultado es que dejó de moverse el sector que produce zapatos.

Nótese que en caso no se hubiera roto el vidrio, la economía tendría además del vidrio, los seis francos invertidos en zapatos. Habría vidrio más zapatos. Al romperse el vidrio, solo tendría un vidrio nuevo.

Además, si el hecho que haya una desgracia implica que la economía se vaya a reactivar por el gasto que se hará en la reparación, entonces bastaría destruir infraestructura o esperar por un desastre natural para que luego con la reconstrucción, se levante la economía. Y eso no tiene sentido.

Esto pone en cuestión varias cosas. Veamos un caso puntual. Los impactos económicos del bono Yanapay. El gobierno está aumentando el gasto público en 5 145 millones de soles para entregar una ayuda de 350 soles a más de 13 millones de familias. Al margen que sea correcto o no que se haga, el mayor gasto será de una sola vez y se asume que aumentará, de manera temporal, la demanda por distintos bienes y servicios. Sin embargo, el hecho de destinar dinero a ese fin, significa que el gobierno dejará de gastar en otro, como podría ser aumentar el presupuesto en educación y/o salud. O de entregar alimentos a todos los comedores populares y organizaciones similares de todo el país para que nadie se quede sin desayuno, almuerzo y comida.

Esos 5 145 millones de soles igual se hubieran gastado de otra manera. Por lo tanto y de acuerdo con Bastiat, dependiendo de cómo se vea, el uso del dinero en el bono, no reactivará la economía, pues el dinero destinado a la misma, significa que no se usó en otra cosa. Es lo que no se ve. Evaluar las alternativas y buscar aquella de mayor impacto sobre la población vulnerable es fundamental. Nótese que el dinero igual hubiera entrado a la economía; la pregunta es cómo obtenemos los mayores impactos. Y eso se llama evaluación de las políticas públicas.

Retrocedamos en el tiempo y pensemos en los últimos veinte años y veamos en qué gastó el dinero. ¿Qué hubiera pasado si ese dinero se invertía en salud y educación y no se hubiera ido en corrupción? ¿Cómo estaríamos ahora? ¿Quiénes son los responsables entonces?

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