Pedro Castillo

 

El presidente Castillo ha vuelto a insistir en la necesidad de reforzar el proceso de descentralización. Si acaso no ha sido la suya una frase hueca, como muchas a las que nos tiene acostumbrados, debería repensar el proceso y darle auténtico impulso. Es, en ese sentido, un activo político que debiera ser empleado, su llegada a los sectores provincianos del país.

No va a ser posible reconstruir el Estado peruano, modernizarlo y adecuarlo a las exigencias de los tiempos que corren si no se emprende una transformación radical del modelo de descentralización aplicado desde el año 2000, el mismo que explica, en gran medida, por qué la prosperidad macroeconómica no se siente, en su justa medida, en buena parte del territorio nacional.

Los gobiernos regionales y locales han fracasado y se han constituido en antros burocráticos, donde autoridades corruptas o ineficientes dilapidan los ingentes recursos que reciben, propiciando que la ciudadanía no tenga salud, educación, agua potable, infraestructura de calidad, acorde a los años de crecimiento económico que el Perú ha tenido en las últimas tres décadas.

La más reciente encuesta de Datum lo confirma con meridiana claridad. El 71% de la población considera que los gobiernos regionales “no han sido solución” y es en el sur, significativamente, donde la insatisfacción es más grande: el 77% estima negativamente a las autoridades regionales, y es allí, precisamente, donde anida la mayor parte del voto antiestablishment, antilimeño, que sostiene aventuras electorales disruptivas.

Particularmente preguntada la población sobre la no ejecución de obras, un 38% culpa a los gobiernos regionales, un 28% a las municipalidades, y un 22% al gobierno central. Es evidente la ponderación inclinada en contra de sus propias autoridades locales.

De nada servirá que se reforme el gobierno central, que se modernice la gestión pública, que el sector estatal reciba crecientes ingresos fiscales mediante el aumento de la recaudación tributaria, si los gobiernos regionales y locales siguen siendo un hueco en el balde, donde se drenan millonarios recursos.

La agenda del futuro debe incluir no solo la reforma del Estado, un shock de inversiones privadas o un fortalecimiento democrático (mediante reformas por completar) sino, particularmente, una revisión a fondo del fallido proceso de descentralización iniciado hace 22 años y que ha demostrado su carácter equívoco.

Habrá que abrir un amplio escenario de debate. Resalta la notable ausencia del tema en la clase política peruana, que miopemente no percibe que mucho de lo que se pueda hacer en lo que concierne a un buen gobierno, se irá por la borda si no se cambia una estructura regional mal construida.

Ha habido un importante flujo de inversiones privadas hacia las regiones en las últimas décadas. Ese fenómeno es maravilloso, y no ocurría desde los tiempos aurorales de la República, pero no está siendo acompañado por la edificación de un sector público moderno, eficiente y, sobre todo, carente de corrupción.

 

 

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Descentralización, Pedro Castillo

 

Lo que el presidente Castillo está perpetrando en el sector Salud es de horror. Demuestra una indolencia mayúscula y un desprecio por los cientos de miles de muertos por la pandemia.

Colocar en el cargo rector de la salud pública del país a un personaje como Hernán Condori, un creyente en pócimas y sin ninguna experiencia en gestión pública, tan solo para satisfacer las exigencias de Vladimir Cerrón, es una afrenta al país que el Congreso haría bien en remediar sin esperar al voto de confianza al gabinete en pleno.

 

 

Este ministro, entre otras pillerías, ha nombrado como asesor principal a otro personaje inverosímil, como el médico veterinario William Córdova, quien acumula una veintena de denuncias judiciales, entre ellas una por violación sexual, y está donde está por las mismas razones que le permitieron a él la “suerte” de ser nombrado titular del pliego: su cercanía al ex gobernador de Junín.

Como perla adicional, con total desparpajo, el ministro se luce en cuanto evento participa y en las visitas hospitalarias que efectúa, con el médico César Montoya Cárdenas, quien tiene en su haber una infinidad de sanciones disciplinarias por sus inconductas en el hospital Arzobispo Loayza, además de revelar una sinuosa carrera política, desde las filas de PPK hasta las de Antauro (por quien fue candidato al Congreso). Véase informe publicado en Sudaca https://bit.ly/3GTqU53

 

La salud pública, más aún en tiempos de pandemia, debería ser la prioridad número uno de los gobiernos del mundo. En el Perú, en particular, adquiere una coloratura sociopolítica porque sus carencias la convierten en una fábrica de descontento cívico, dada su ineficacia brutal y su inexistencia en buena parte del territorio nacional.

Entender una adecuada gobernabilidad en un país como el nuestro es impensable sin la edificación de una salud pública presente, eficiente, digna. Ello justamente se le achaca a los últimos gobiernos de derecha, que se preocuparon en demasía del bienestar macroeconómico y no fueron capaces de invertir lo necesario en este rubro, que la pandemia desnudó en su pavorosa orfandad.

Un gobierno de izquierda, como el de Castillo, se pensaba que le daría especial atención al tema, convirtiéndolo en el eje de su programa de gobierno. Por lo que se ve, es una farsa más, de las tantas que el régimen perpetra a diario. Le importa un comino la salud pública y, por ende, el bienestar de los pobres. Es una fullería dolorosa porque afecta a millones de peruanos, pero para Castillo es más importante el botín presupuestal que ha decidido entregar a las fauces de su socio político, Vladimir Cerrón.

 

 

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Hernán Condori, Minsa, Pedro Castillo

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 328.

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Congreso, Mari Carmen Alva, Pedro Castillo

 

Lo que está haciendo el premier Aníbal Torres confrontando con el Congreso es un viejo truco político de los gobiernos que quieren remontar sus tasas de popularidad. Lo hizo Vizcarra con gran éxito y mucho antes que él Alberto Fujimori, pero eso no lo convierte en axioma político ineludible.

Para que surta efecto, depende de que la ciudadanía perciba, primero, que en el Ejecutivo se hacen cosas y se despliegan políticas públicas, es decir, se gobierna. Así lo percibía con Fujimori y con Vizcarra (aunque con este último haya sido un espejismo lamentable), y no es ese el caso del gobierno de Castillo.

Por el contrario, el desplome en las encuestas refleja la profunda animadversión que han reafirmado quienes no votaron por él, corroborando en los hechos que no se equivocaron un ápice al no darle su respaldo electoral, a quienes se suman los millones de decepcionados que sí le dieron su voto, pero a quienes resulta cada vez más intolerable el pueril despliegue político de un gobierno mediocre y con atisbos de corrupción.

No va a ser con golpes efectistas que el Ejecutivo va a remontar en las encuestas. No le servirá zarandear al Parlamento (además, maliciosamente, sobredimensionando un supuesto afán sedicioso), como tampoco sacar a las Fuerzas Armadas a patrullar las calles, como no le sirvió antes dar muestras de xenofobia al intentar deportar venezolanos en un show del que fue partícipe el injustamente elogiado por su salida indecorosa del Ejecutivo, Avelino Guillén.

Son ardides ya manidos, que exigen un manejo psicosocial fino, coordinado, y con el respaldo de cierta consistencia gubernativa para que produzcan los resultados deseados.

La naturaleza deleznable del régimen castillista hará que esos “trucos”, lejos de engañar a la platea, la enardezcan aún más. Castillo y su particular premier, Aníbal Torres, están jugando con armas que no saben manejar con la mínima solvencia y solo producirán un daño mayor del que ya cargan a cuestas.

Por supuesto, haría bien el Congreso en no atemorizarse por la matonería política del premier Torres y actuar con firmeza frente al sainete. Primero, respondiendo políticamente a las falsas imputaciones. Segundo, persistiendo en las coordinaciones para tratar de encontrar la mejor fórmula de acortar el mandato de un régimen insostenible. Tercero, estableciendo mecanismos de contención de los despropósitos del Ejecutivo, ejerciendo el mayor control político posible. Eso no es golpismo, es defensa de la democracia y sus instituciones.

 

 

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anibal torres, Pedro Castillo

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anibal torres, Pedro Castillo, Perú Libre

 

Hoy en «Si el río suena»: Premier Torres pedirá la confianza El premier Torres solicitó fecha para presentarse ante el Congreso a pedir el voto de confianza ¿Qué dicen las bancadas? Conversamos al respecto con el vocero de Acción Popular, Elvis Vergara.

Además, a un mes del derrame de petróleo en La Pampilla la directora ejecutiva de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), Isabel Calle, nos ayuda a hacer un balance de la situación.

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Aníbal Torre, Pedro Castillo, Petroperú

 

Como era previsible, Pedro Castillo sigue cayendo en sus niveles de aprobación. Según la última encuesta de Ipsos, sufre un severo desplome entre enero y febrero: pasa de 33% de aprobación a 25%, y su desaprobación crece de 60 a 69%.

Otro dato relevante es que, por primera vez, en el sector rural y el sector E pasa a tener una desaprobación mayor que aprobación. En enero, en el sector rural, Castillo tenía 52% de aprobación versus 36% de desaprobación; ahora en febrero, su aprobación es de 47% y su desaprobación es de 49%. Lo mismo ocurre cuando nos referimos al sector E, donde tenía, en enero, 48% de aprobación versus 42% de desaprobación; ahora tiene solo 41% de aprobación respecto de un significativo 54% de desaprobación.

Respecto de la vacancia, entre quienes está definitivamente de acuerdo, o lo pensarían y podrían estar de acuerdo, en diciembre sumaban 46% de la población. Hoy llegan a 53%. Un 56% también estima que el presidente debería renunciar frente a un 42% que cree que debería gobernar hasta el 2026.

La encuesta ha sido hecha entre el 10 y el 11 de febrero, con lo cual mide el cambio del gabinete Valer y su reemplazo por el de Aníbal Torres. Al parecer, el descalabro político del primero, que le hizo durar apenas días, ha tenido tal impacto en la opinión pública que el flamante gabinete Torres, peor aún con los estropicios del ministro de Salud, del Interior, de Transporte, de Energía y Minas, etc., no ha logrado revertir la tendencia, sino, por el contrario, ahondarla.

Ya jugó casi todas sus opciones de baraja, Castillo. Claramente, no está entre sus planes abrir la cancha hacia sectores de centro, lo cual a estas alturas ya, inclusive, resulta irrelevante solicitar o exigir: bastaría que nombre un gabinete de personas decentes, con solvencia técnica y valores meritocráticos. No parece estar, sin embargo, bajo su radar la conformación de un gabinete de ese perfil. No da la correa para tanto.

 

La profunda mediocridad tecnocrática de los cuadros del cerronismo, de los cuales Castillo depende, en tanto no sea capaz de mirar al centro, lo está llevando al colapso político, como corroboran las encuestas.

Si Castillo sigue cayendo a pasos acelerados en las mismas, llegará a madurar la presión opositora por sacarlo del poder. Y sus probabilidades de éxito serán cada vez mayores. Un presidente con 10% de aprobación -niveles a los que Castillo prontamente llegará- hará muy rentable políticamente que las fuerzas que hoy lo respaldan (Juntos por el Perú, Nuevo Perú, Somos Perú y eventualmente Perú Democrático), empiecen a mirar otros horizontes, disidentes del oficialismo. Lo mismo respecto de grupos activistas o frentes sociales, cada vez más inconformes con la parálisis gubernativa.

No pinta bien el futuro del régimen. Ya ejecutivamente hablando, no hay posibilidad de albergar alguna esperanza. La mediocridad va a ser el signo permanente de este gobierno. Lo que podría añadirse a esa medianía estructural es un desastre político y social, que despertaría tales vientos que se podrían llevar de encuentro a Castillo de Palacio de Gobierno.

 

 

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Pedro Castillo

 

Los cuatro gabinetes, en poco menos de siete meses de gobierno, evidencian los serios problemas que enfrenta el presidente Pedro Castillo. Son problemas que afectan al diseño e implementación de políticas públicas en beneficio, principalmente, del “pueblo” que su gestión tiene como público objetivo. Asimismo, lo difícil que le resulta convocar y convencer a ciudadanos para que asuman el cargo de Ministros. Esto último ha sido una constante. En buena cuenta, ¿de dónde podría reclutar “ministeriables”?

Como se recuerda, Castillo se hizo conocido a nivel nacional gracias a que condujo la huelga magisterial durante el 2017 sin mayores resultados. Motivo por el cual, Vladimir Cerrón lo invitó a que fuera el candidato presidencial del izquierdista Perú Libre. A raíz de su candidatura, se conoció que había estado afiliado a Perú Posible y como tal postuló a una alcaldía distrital. Es decir, una limitada experiencia política. Asimismo, que no contaba con experiencia en gestión pública.

Una vez en el gobierno, tal inexperiencia política le pasa factura. En un partido más o menos institucionalizado, un afiliado desarrolla sus capacidades para disentir y consensuar. Es más compite al interior del mismo para ocupar puestos de dirección. Lo cual le permite no solo negociar y llegar a consensos en el seno de su organización política sino también con otras fuerzas políticas adversarias. Sin tal socialización política, le ha resultado muy complejo conformar gabinetes más o menos estables.

En un sistema presidencialista como el nuestro, el presidente es el que tiene potestad para nombrar al Primer Ministro y a los Ministros que lo acompañaran. Asimismo, invitar a otros partidos políticos para que formen parte de su gobierno y a personas sin afiliación política. Esto último, quizás, porque no ha llegado a un acuerdo por la distribución de ministerios con el partido que lo condujo al gobierno o las fuerzas políticas que forman parte de él. En ese sentido, si se trata de ganar apoyo o reafirmar el que le brinda uno o más partidos políticos ha de designar ministros entre los afiliados de tales comunidades políticas. En todo caso, el tránsito de un gabinete a otro, le permitiría reordenar las filas de las fuerzas políticas que conducen el gobierno y mejorar las competencias gubernamentales. Sin embargo, esto último no ha sido posible. El presidente Castillo no forjó alianzas más allá de las izquierdas y ha estado bajo la amenaza  congresal de “vacarlo”.

Castillo reclutó a sus Ministros entre afiliados de Perú Libre, Juntos por el Perú, Nuevo Perú y Frente Amplio, todos partidos de izquierda. Asimismo, ha incorporado a sus gabinetes a personas sin filiación política conocida o aparentemente vinculadas a partidos políticos con representación parlamentaria. ¿Cuál ha sido el común denominador de todos ellos? La poca o nula experiencia tanto política como en gestión pública salvo honrosas excepciones como la de los Ministros que provenían de las filas de las izquierdas no perulibristas. Ministros que fueron denostados incesantemente por los principales dirigentes de Perú Libre como “caviares”.  Merece un análisis aparte las razones por las cuales no se incorporaron más políticos y tecnócratas de las izquierdas a un gobierno proclamado de izquierda.

Esta situación conlleva a que sin orientaciones generales sobre lo que quiere hacer el gobierno, señaladas por el presidente Castillo, y sin Ministros competentes en sus ramos, la ciudadanía tenga la impresión de que el gobierno marcha como un barco a la deriva, sin un norte claro.

 

 

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