Juan Carlos Tafur

Castillo empieza tocar fondo

“No pinta bien el futuro del régimen. Ya ejecutivamente hablando, no hay posibilidad de albergar alguna esperanza. La mediocridad va a ser el signo permanente y lo que podría añadirse a esa medianía estructural es un desastre político y social”

 

Como era previsible, Pedro Castillo sigue cayendo en sus niveles de aprobación. Según la última encuesta de Ipsos, sufre un severo desplome entre enero y febrero: pasa de 33% de aprobación a 25%, y su desaprobación crece de 60 a 69%.

Otro dato relevante es que, por primera vez, en el sector rural y el sector E pasa a tener una desaprobación mayor que aprobación. En enero, en el sector rural, Castillo tenía 52% de aprobación versus 36% de desaprobación; ahora en febrero, su aprobación es de 47% y su desaprobación es de 49%. Lo mismo ocurre cuando nos referimos al sector E, donde tenía, en enero, 48% de aprobación versus 42% de desaprobación; ahora tiene solo 41% de aprobación respecto de un significativo 54% de desaprobación.

Respecto de la vacancia, entre quienes está definitivamente de acuerdo, o lo pensarían y podrían estar de acuerdo, en diciembre sumaban 46% de la población. Hoy llegan a 53%. Un 56% también estima que el presidente debería renunciar frente a un 42% que cree que debería gobernar hasta el 2026.

La encuesta ha sido hecha entre el 10 y el 11 de febrero, con lo cual mide el cambio del gabinete Valer y su reemplazo por el de Aníbal Torres. Al parecer, el descalabro político del primero, que le hizo durar apenas días, ha tenido tal impacto en la opinión pública que el flamante gabinete Torres, peor aún con los estropicios del ministro de Salud, del Interior, de Transporte, de Energía y Minas, etc., no ha logrado revertir la tendencia, sino, por el contrario, ahondarla.

Ya jugó casi todas sus opciones de baraja, Castillo. Claramente, no está entre sus planes abrir la cancha hacia sectores de centro, lo cual a estas alturas ya, inclusive, resulta irrelevante solicitar o exigir: bastaría que nombre un gabinete de personas decentes, con solvencia técnica y valores meritocráticos. No parece estar, sin embargo, bajo su radar la conformación de un gabinete de ese perfil. No da la correa para tanto.

 

La profunda mediocridad tecnocrática de los cuadros del cerronismo, de los cuales Castillo depende, en tanto no sea capaz de mirar al centro, lo está llevando al colapso político, como corroboran las encuestas.

Si Castillo sigue cayendo a pasos acelerados en las mismas, llegará a madurar la presión opositora por sacarlo del poder. Y sus probabilidades de éxito serán cada vez mayores. Un presidente con 10% de aprobación -niveles a los que Castillo prontamente llegará- hará muy rentable políticamente que las fuerzas que hoy lo respaldan (Juntos por el Perú, Nuevo Perú, Somos Perú y eventualmente Perú Democrático), empiecen a mirar otros horizontes, disidentes del oficialismo. Lo mismo respecto de grupos activistas o frentes sociales, cada vez más inconformes con la parálisis gubernativa.

No pinta bien el futuro del régimen. Ya ejecutivamente hablando, no hay posibilidad de albergar alguna esperanza. La mediocridad va a ser el signo permanente de este gobierno. Lo que podría añadirse a esa medianía estructural es un desastre político y social, que despertaría tales vientos que se podrían llevar de encuentro a Castillo de Palacio de Gobierno.

 

 

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Pedro Castillo

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