Aguilar dice que él no es el de la foto y presentó un peritaje, elaborado por el ingeniero de sistemas Rubén Busta Arroyo, para reforzar su afirmación. Este dice que no hay coincidencia en “nariz, labios y cejas” entre su cliente y la persona que aparece en la foto. Lo cierto es que la historia de la constitución de INIP es un autogol para el gobierno.
Pero si algo caracterizaba a la vez al periodo democrático post Fujimori era el de la eficiencia macroeconómica y la excelencia de algunas entidades públicas. Había un terrible déficit en educación y salud públicas, además del tema de la seguridad ciudadana, pero subsistían algunos bolsones acreditados de la administración estatal.
Pues bien, esa pátina de eficiencia la ha borrado de un plumazo este gobierno. Cada día que pasa, la democracia se desprestigia a ojos del pueblo que ve afectados sus ingresos y sus derechos cívicos en medio del caos y la crisis permanente.
Es peligroso el actual estado de cosas. La inconmensurable torpeza del régimen y la particular medianía del presidente dan pie a sinfín de burlas y memes, pero no es broma el daño gigantesco que le están produciendo al sistema democrático, el gran activo político de estas décadas, y que a pesar de las pavorosas crisis políticas por las que hemos transitado, ha logrado mantenerse en pie. Castillo le regala municiones todos los días a los sectores antidemocráticos de la sociedad peruana.
Hay mucho en juego respecto del futuro de la república, para que el Congreso se adormezca y no actúe en consonancia con el grave riesgo social que implica dejar a Castillo culminar su mandato.
Por cierto, cada día que pasa y el anunciado gabinete no se vislumbra ni se deja entrever, las suspicacias respecto de que todo no pasará de un decir sin fundamento del presidente Castillo, quien al final seguiría en lo mismo, se acrecientan. Está en manos del jefe de Estado si se suicida o sobrevive con mayor solvencia.
–La del estribo: como parte del Club del Libro, de Alonso Cueto, nos ha tocado leer La casa de cartón, de Martín Adán. Ya había tenido una aproximación a su obra poética (cometí el atrevimiento de hacer, en la universidad, una lectura psicoanalítica de La mano desasida), pero su prosa me era desconocida. Esta obra, publicada en 1928, cuando Martín Adán tenía 20 años, es una bocanada de aire literario. Sorprendente, vanguardista, debe ser leída por todos los que quieran conocer la historia intelectual del Perú. Es un libro imprescindible.
Si este camino, además, se acompaña de una reforma política en serio (habría tiempo para emprenderla), conformando una comisión parlamentaria ad hoc para ello (que discuta la bicameralidad, la reelección congresal, los distritos múltiples, etc.), podremos salir del entrampamiento en el que estamos, con un Ejecutivo y un Congreso fallidos, que no augura un buen porvenir político para el país. Como están las cosas, se pueden ir todos, pero regresarán peores.
Al parecer -ojalá nos equivoquemos- Barreto y Hernández se están haciendo ilusiones y Castillo está ganando algo de tiempo dándoles bola respecto de una decisión que difícilmente va a tomar, dada la encrucijada política en la que se encuentra y la terrible situación de tener como socio a un rígido y obsoleto radical como Vladimir Cerrón, leninista de viejo cuño, incapaz de entender las sutilezas del juego político y de darse cuenta de la espiral de desprestigio y crisis en la que se halla inmerso el gobierno que él ha presionado para conformar.