Pedro Castillo

La demanda de nueva constitución, que parece ser el único punto de programa del presidente Castillo, no tendría por qué ser motivo de conflicto si se debatiera en los términos políticos normales, para los que existen cauces preestablecidos. Pueden avanzarse argumentos a favor y en contra, con seguridad acalorados, sobre el tema, pero así es el quehacer político. Y se gana o se pierde en la cancha, con todas las de la ley. 

Lo que no se debe hacer es colocar un tema propiamente político, incluso ideológico, por importante que sea, por encima del manejo de la agenda diaria, de las demandas urgentes de la población. De la gobernabilidad, en suma. 

En un texto muy conocido   el historiador Alberto Flores Galindo cita a Aristóteles que dice que: “la diferencia real entre democracia y oligarquía es pobreza y riqueza. Siempre que los hombres gobiernen en virtud de su riqueza, sean muchos o pocos, estaremos ante una oligarquía; y cuando los pobres gobiernan, estaremos ante una democracia.” Y concluye diciendo, a partir de la cita del estagirita, que “Democratizar el Perú significaría construir otro tipo de relaciones sociales y otra forma de organizar el poder. La democracia exige la revolución social.” Esa afirmación que suena subversiva, sobre todo en un país como el nuestro, no tendría por qué serlo. ¿Alguien puede negar que hay una agenda de exclusión y pobreza pendiente, aquella que, al hacerse cuerpo en la figura que representaba, como candidato, el profesor Pedro Castillo, lo llevó a la presidencia de la república?

Pero, esa revolución social no requiere de grandes movilizaciones, no se trata de tomar el palacio de invierno, ni de asambleas populares tipo soviets para concretarse. El presidente Castillo tiene, hasta que la población decida si quiere o no cambio de constitución, todo en las manos para realizar profundas transformaciones, muchas de las cuales ni siquiera requieren del amén del Congreso de la República. 

Atender las demandas de un electorado pendiente de sus decisiones para saldar aquella deuda histórica, en un contexto de minoría en el Congreso de la República, y una mayoría de la prensa opositora que no le va a perdonar ni cuándo estornuda, podría ser posible. Sin embargo, el señor presidente Pedro Castillo no está haciendo nada para alcanzar este objetivo que el destino puso a su alcance. Y él, y toda la izquierda que lo acompaña, están perdiendo una oportunidad histórica.   

Pedro Castillo, en suma, debiera estar resolviendo el dilema de iniciar el proceso de atender la deuda pendiente hacia una mayoría poblacional, con lo que, según Aristóteles, actuaría en democracia. Pero no es eso lo que está haciendo. 

 

Para Castillo no importa el ambiente

No voy a centrarme en la total ausencia de acciones políticas relevantes en todos los sectores, salvo la eficacia solitaria de Pedro Francke en el Ministerio de Economía. Quiero referirme a aquello en lo que, con toda razón y sin dudas, ya se ganó el rechazo y la animadversión de toda la comunidad ecologista y la duda e inquietud del pueblo indígena. 

El debate técnico entre los dos candidatos a segunda vuelta, ya fue anuncio de que para ninguno de los dos candidatos se trataba de tema relevante. El dúo Castillo/Cerrón es igual al fujimorismo en su desprecio por el cuidado del territorio. La señora Celeste no recuerdo qué, representante de Perú Libre en esa ocasión, tuvo una presentación vergonzosa. 

Lo que siguió, una vez en la presidencia, es que Pedro Castillo nombró como ministro del ambiente a un abogado, Rubén Ramírez Mateo, sin vinculación alguna con la agenda ambiental, y que además tiene el antecedente de ser abogado de invasores de terreno para vivienda en Lomo de Corvina, en Lima, que no solo no es terreno apto para edificar, sino que es zona de protección arqueológica. Ramírez es hombre de Cerrón que, no me cabe dudas, quiere usar ese ministerio para negociar –vaya uno a saber cuáles – condiciones con las mineras y otras empresas extractivas. 

Enseguida, desde ese ministerio a manos de tan inepta persona se objetó la promulgación de la ley, aprobada por el Congreso de la República anterior, que establecía la obligación de protección, descontaminación, remediación y recuperación de cuencas hidrográficas afectadas por daños ambientales, al tiempo que concedía derechos a los ríos, y para la que solo faltaba la firma del presidente de la república: Castillo la observó asesorado por el Ministerio del Ambiente, y pasó a archivo, y con eso afectó los intereses de millones de ese “pueblo” al que Castillo aludía tanto en sus discursos. 

Un ejemplo sobre cómo esto afecta, sobre un caso que leo en un post de denuncia de un amigo que trabaja en la zona. En Parinacochas, los pobladores del distrito Coronel Castañeda, al sur de Ayacucho, reclaman a la empresa minera Ares por la muerte de truchas en el río Suyamarca y la contaminación del valle Huancahuanca. Si el presidente Castillo hubiera promulgado esa ley que observó asesorado por el peón de Cerrón, los campesinos afectados tendrían un instrumento legal firme para su defensa. Pero no la tienen.

El proyecto de construcción de un ferrocarril desde una región del sur hasta la costa central del país, que tendría como punto de partida el “nodo minero” ubicado en el Cusco o en Apurímac para llegar hasta el puerto de Marcona en el Océano Pacífico, implica la participación de grandes empresas mineras como, por ejemplo, la china MMG que explota Las Bambas – comunidad con conflictos pendientes que el presidente del Consejo de Ministros dejó meciendo en el aire, como sabemos – y la Southern Perú sancionada y con funcionarios culpables de delitos ambientales. Esto subraya la voluntad de continuar con la lógica extractivista de los gobiernos anteriores. ¿Novedad para el “pueblo” ?: pues ninguna. 

Por lo que se refiere a la actividad extractiva petrolera, lo mismo. Las federaciones de Pueblos Afectados por las Actividades Extractivas (PAAE), conformados en gran parte por los pueblos indígenas del circuito petrolero loretano, con lotes como el 192 y el 64 en Datem de Marañón, el 8 de Trompeteros, el 95 en Bretaña, víctimas desde hace 50 años de la destrucción de su entorno y ellos mismos con poblaciones enteras envenenadas, familias diezmadas, recibieron el año 2020, vía DS N° 145-2020-PCM, o Plan de Cierre de Brechas un monto compensatorio que no cubre tantas décadas de devastación y desgracias, pero es igual un monto importante, de 6 mil millones de soles. Falta definir si va a un fideicomiso administrado localmente con fiscalización de los pueblos indígenas, como piden las federaciones indígenas, o se diluye entre los sectores del gobierno central que, como se sabe por experiencia, es la mejor manera de que no llegue nada o la mitad a los beneficiarios.  

Al renovar las conversaciones con los funcionarios del Estado, los dirigentes indígenas se han topado con personas que manifiestan una relación de hermandad e igualitarismo casi infantil, muy buena voluntad, pero nulo criterio, ningún conocimiento ni experiencia, la improvisación como regla. También se mata “sin querer queriendo”, por usar la fórmula del Chavo del ocho que, al menos, reconocía su falta. Quizá aprendan, pero ese aprendizaje puede tener un alto precio, quizá años de retraso. 

La vasta idea de “pueblo” va a llevar, además, al gobierno de Castillo por senderos oscuros, más precisamente. Según reveló Roberto Ochoa hace algunos meses, el entonces candidato Castillo, conocedor como no conocía el gobierno de la fuga por pandemia a las actividades ilegales de miles de personas, fue al corazón de Madre de Dios a organizar mítines sin mayores cuidados, que planteaban desde facilitar la extracción de oro fluvial, incluso en áreas prohibidas, hasta “paralizar los operativos que erradicaron la minería ilegal de zonas como La Pampa”. Con oferta semejante, como bien decía Ochoa, de cumplirse, se abriría la puerta para la “colonización de áreas naturales protegidas, la extracción ilegal de madera, la siembra de cocales, instalación de laboratorios de cocaína, la construcción de trochas carrozables y de aeropuertos clandestinos, entre otras perlas contaminantes y depredadoras.

Eso va en serio, los dirigentes de las federaciones indígenas del circuito petrolero, que tratan sobre sus problemas con los nuevos funcionarios estatales, los han escuchado, con aprehensión, hablar sin desparpajo del pueblo minero, maderero, cocalero, agricultor en la selva, al que hay que reconocer y apoyar para que realice su trabajo en la legalidad, es decir precisamente aquellas actividades que devastan Amazonía y constituyen una de las mayores amenazas para la sobrevivencia del bosque húmedo, y de los pueblos indígenas amazónicos. Pero también de bosques de neblina y bosques secos, hay que agregar. Las promesas de Castillo en Madre de Dios, iban en serio.

Iremos viendo sin mucha esperanza. Ya el mensaje del primer ministro ante el Congreso de la República, da una idea de hacia dónde va la cosa: aparte unas cuantas menciones sueltas, ni por azar una propuesta de política ambiental, en tiempos de urgencia climática. De ignorancia con respecto a qué se refirió el presidente de la república cuando habló de lucha contra la deforestación, en medio de un rosario de promesas: una sola mención a los bosques, y solo tangencial, una cita que quiso ser poética. Ni hablar del mar de Grau, sobre lo que tampoco hubo una línea, aparte de prometer pesca.

Queda claro, como dijeran en la Red Muqui, “que el gobierno de Pedro Castillo mantendrá una línea de continuidad en la política minera del país.” Es decir, de preferencia por los intereses de las empresas sobre los de las poblaciones, ni siquiera una promesa de trato equitativo. Y ello será en lo que se refiere a todas las actividades extractivas, hay que agregar: no solo minería, como ya vimos, incluyendo las peligrosísimas concesiones a cierto “pueblo” que debiera recibir alternativas a lo que hace, y no aliento depredador. 

En tiempos de urgencia climática, estas son noticias gravísimas. 

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Medio ambiente, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Perú, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

La decisión política que va a tener que tomar el presidente Castillo no es poca cosa. Es dramática. Se va tener que desarraigar de las dos fuentes matrices que lo llevaron al poder y reiniciar su gobierno bajo parámetros distintos. Porque el problema no es solo Vladimir Cerrón y sus pretensiones de que sea el partido Perú Libre el que gobierne -vieja reminiscencia leninista- y de que el régimen, con él como titiritero, se conduzca al proceso de refundar constitucionalmente la República a través de una Asamblea Constituyente, para lo cual ya junta firmas (esfuerzo, dicho sea de paso, inútil, ya que solo es el Congreso el único con potestad de reformar la Carta Magna, así se junten diez millones de firmas).

El otro grave problema fundacional del régimen, y que es el que está generando serísimos problemas de gobernabilidad, tantos como los ocasionados por el cerronismo, es la predominancia excesiva del ala magisterial radical vinculada al Movadef (de la cual es miembro, por ejemplo, el cuestionado ministro de Trabajo, Iber Maraví, sobre quien pesan serias acusaciones que lo vinculan a Sendero Luminoso), que también tiene entre sus propósitos el tema de la Asamblea Constituyente, pero, sobre todo, diseñar un plan de conquista sindical del magisterio, aplastando al Sutep, y luego la puesta en marcha de un plan político para construir desde el poder una patria socialista.

Si Castillo no rompe con ambos frentes, los cuales explican la ingobernabilidad que se aprecia en este primer mes y pico de gobierno, no va a poder desplegar ni siquiera una agenda de izquierda moderada. Se va a quedar atrapado en el conflicto político (porque, además, ambas alas se aborrecen y se sabotean mutuamente) y sumido en la parálisis y el desgobierno.

Entre el maoísmo del Movadef y el leninismo de Cerrón, Castillo no va a llegar a buen puerto. Y necesita actuar rápido. Ya, como se ha visto, nos han bajado la calificación crediticia y de persistir el despelote, las consecuencias económicas pronto se sentirán en los bolsillos, más allá del proceso devaluatorio e inflacionario, que en parte se explica por razones globales.

Castillo tiene que aprender a zanjar, a crear resentimientos, a postergar filiaciones, a desairar expectativas, a frustrar aspiraciones. De eso se trata, en alguna medida, gobernar, en tomar decisiones que alegran a algunos y afectan a otros. No se puede contentar a todos. Si lo que el Primer Mandatario busca es no herir susceptibilidades de nadie, vamos rumbo al despeñadero, a una situación de precariedad gubernativa de tal envergadura que amenaza la propia continuidad del régimen y conducirá, de paso (imaginamos que lo sabrá) al descrédito histórico de una opción de cambio.

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Movadef, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

En el Consejo de Ministros no existe el principio de autoridad. El ministro de Trabajo, Iber Maraví, no ha sido el único que ha ignorado el pedido de renuncia de Guido Bellido en el Gabinete. El titular de Defensa, Walter Ayala, tampoco le hizo caso al premier cuando le solicitó que dejase el cargo, de acuerdo a fuentes cercanas al jefe de la PCM. Este caos tiene como trasfondo el pulso por el poder entre el presidente Pedro Castillo y el líder de Perú Libre, Vladimir Cerrón. 

La historia se remonta al 16 de agosto. Aquella mañana, la Marina difundió un comunicado rechazando lo dicho por el entonces canciller Héctor Béjar: que “el terrorismo en el Perú lo inició la Marina”. Béjar, en ese momento, estaba en medio de un intenso fuego cruzado por sus declaraciones.

De acuerdo a fuentes cercanas al primer ministro, ese mismo día Bellido le pidió al jefe de Estado cortar la cabeza de Ayala. Consideraba que la Marina se había excedido en sus atribuciones al cuestionar a Béjar, según él, sin coordinar con el sector Defensa. El premier -irónicamente- opinaba que su ministro había perdido autoridad con este episodio. 

El comandante general de la Marina, almirante Alberto Alcalá Luna. El jefe del gabinete ministerial, Guido Bellido, habría pedido su cabeza. Foto: Marina de Guerra del Perú.

Ayala, con la guillotina encima, buscó el respaldo del presidente de la República. Alrededor de las cinco de la tarde de aquel 16 de agosto, el ministro visitó a Castillo en Palacio, tal como consta en el registro de visitas. Lo acompañaron Aníbal Torres (Justicia), Juan Carrasco (Interior) y Pedro Francke (Economía). Todos estos ministros son cercanos al presidente y distantes de Cerrón. 

Ayala, de acuerdo a una fuente cercana al ministro de Defensa, le comentó a Castillo que tuvo conocimiento del comunicado de la Marina antes de su difusión y que daba su respaldo a las Fuerzas Armadas. Las mismas palabras, en la noche de aquel día, las repitió en una entrevista con RPP Noticias. El presidente le dio el espaldarazo. Es, al fin y al cabo, uno de sus ministros de mayor confianza.

Al día siguiente, el 17 de agosto, Ayala continuó jugando sus cartas para quedarse en el puesto. A las 9:30 de la mañana, en la sede del Ministerio de Defensa, recibió a los altos mandos militares. El jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, Manuel Gómez de la Torre, encabezó la delegación. Lo acompañaron el comandante general de la Marina, Alberto Alcalá; del Ejército, José Vizcarra; y de la Fuerza Aérea del Perú, Jorge Chaparro. 

Una hora después, el ministro y los integrantes de la cúpula castrense fueron a Palacio a entrevistarse con el presidente Pedro Castillo. Así quedó registrado en el portal de Transparencia de la Casa de Pizarro. En la cita, según fuentes palaciegas, los altos mandos militares manifestaron su incomodidad con Héctor Béjar y su apoyo a Ayala. El encuentro duró hasta el mediodía y sirvió para que Castillo se convenciera de la necesidad de sacar a Béjar de Cancillería.

17 de agosto. El registro de visitas de Palacio da cuenta de la reunión del presidente Pedro Castillo con el ministro de Defensa, Walter Ayala, y altos mandos militares, en medio de la polémica por las declaraciones de Héctor Béjar.

Tras la reunión con la cúpula militar, Castillo llamó inmediatamente a Bellido y le pidió la renuncia de Béjar. “Se va Béjar y también Ayala”, habría respondido el primer ministro, según un portavoz suyo. A las 12:14 de la tarde, tras la conversación con el jefe de Estado, Bellido anunció en su cuenta de Twitter: “Tendremos cambios para la marcha del país”. Bellido le pidió a Béjar dejar Torre Tagle y este aceptó la decisión. 

“Yo esperaba hablar en la interpelación y tengo entendido que ellos [los congresistas] han pedido mi renuncia antes para evitar que yo hable ante el Congreso, ha sido una forma de censurarme”, declaró Béjar al portal cubano “Prensa Latina”. 

El exguerrillero, acorralado por la situación, presentó su renuncia cerca de las dos de la tarde de aquel 17 de agosto. Bellido pensó en hacer lo mismo con Ayala. Ese día, entre las 3:21 y 3:36 de la tarde -según el registro de la PCM- el premier se reunió con el titular de Defensa para también pedirle su dimisión, cuentan las fuentes. El jefe del Gabinete le solicitó, además, cortarle la cabeza al comandante general de la Marina, el almirante Alberto Alcalá, por el comunicado contra Béjar. Ayala, previamente respaldado por Castillo, dijo que no iba a renunciar y repitió que no hubo insubordinación de la Marina. 

17 de agosto. El registro de visitas de la Presidencia del Consejo de Ministros consigna el encuentro de quince minutos entre Guido Bellido y Walter Ayala. El primero le pidió la renuncia.

“Bellido le dijo a Ayala que era un asunto grave lo de la Marina y que él era el principal responsable”, dice una fuente cercana al jefe de la PCM. Bellido solicitó la renuncia del titular de Defensa con el aval de Cerrón, pero sin el consentimiento del presidente, en un caso similar al de Iber Maraví. 

Cerrón dejó clara su postura el 19 de agosto, en un tuit. “Artículo 169 CPP (Constitución Política del Perú). Las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional no son deliberantes. Están subordinadas al poder constitucional”, escribió, como cuestionamiento al comunicado de la Marina. 

En este juego de tronos Castillo le ganó la pulseada a Cerrón al mantener a Ayala. El ministro de Defensa se ha convertido, además, en uno de los hombres más cercanos del gobernante y lo ha acompañado, incluso, en sus últimas actividades en Tacna y Junín. “A mí no me van a poner la agenda […] No quieren que quitemos la plata a los corruptos porque hoy quieren tumbarse a los ministros para poner a sus aliados”, dijo Castillo en el distrito de Mazamari, Junín. 

La situación pone en evidencia también la falta de autoridad de Guido Bellido, al que no le hacen caso ministros cercanos a Castillo, como Maraví y Ayala, cuando les pide la renuncia. Bellido recordó al presidente el episodio vivido con Ayala –que esta crónica relata– en la reunión que tuvieron en la casa del ministro de Justicia, Aníbal Torres, el sábado 21 de agosto. La pugna sigue abierta en el Gabinete.

Fotoportada: Leyla López.

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Guido bellido, Pedro Castillo, walter ayala

La mediocridad decisoria del presidente Castillo es de antología. Ni Toledo, quien también brillaba por sus indecisiones y carácter dubitativo, ha llegado a los niveles de desconcierto en los que parece atrapado el actual mandatario.

Castillo tiene que romper el nudo gordiano que lo atrapa. No puede gobernar haciendo convivir, izquierdistas moderados, como Francke o Torres, con filosenderistas, como muchos de los que él mismo ha convocado provenientes del Movadef, y radicales cerronistas que buscan petardear el orden democrático.

Ese menjunje es indigerible para la gobernabilidad del país. Con ese modus vivendi el país va al desastre asegurado. Ya las encuestas muestran un desplome en los niveles de aprobación del Presidente, del gabinete y del titular en la sombra, Vladimir Cerrón.

Y esa situación de incertidumbre política ya le está pasando factura a nivel económico, lo que a su vez retroalimenta la creciente insatisfacción ciudadana, la misma que no se va a recuperar ni a punta de bonos, ni de confrontaciones con el Congreso, medios de comunicación o grupos empresariales, como ya insinúan algunos voceros del régimen.

En la encuesta que realiza mensualmente el SAE de Apoyo, los índices de confianza para invertir, por parte de los empresarios, se han desplomado extraordinariamente, llegando solo a niveles como los que se vieron en los peores momentos de la crisis política de Vizcarra, sumados a los efectos letales de la pandemia en el tiempo prevacunas.

Y si este gobierno no recupera la confianza del sector privado, por más que esté Francke en el MEF -economista serio y responsable- o se quede Julio Velarde en el BCR -garantía de probidad-, no se reactivará el círculo virtuoso de las inversiones, que no solo generan empleo, sino que, sobre todo, por efecto cascada, disminuyen los niveles de pobreza.

La salida es clara: sacar a Bellido, recomponer el gabinete con profesionales competentes, sin cuotas partidarias o ideológicas, apartar a Cerrón del entorno palaciego y descartar la peregrina y desestabilizadora propuesta de la Asamblea Constituyente.

Mientras eso no ocurra, persistirá el desmadre en el que nos encontramos. Peor que un mal gobierno es el desgobierno, y esa es la situación por la que estamos pasando en estos momentos. Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente.

SUMILLA

“Horas sombrías se avecinan para el Perú si el Presidente no toma las decisiones correctas prontamente”

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