Pedro Castillo

Tengo fe Manuela, que hoy la Declaración de Lima sea un documento que plasme compromisos importantes en la lucha contra la desigualdad y la discriminación, ya que habrán participado representantes de más de 30 delegaciones de países miembros. Es un orgullo que Lima sea la sede de esta importante reunión. Que esta reunión de funcionarios de gobiernos y sociedad civil sirva para cambiar nuestras realidades. ¿Quién se puede oponer a que las poblaciones vulnerables dejen de serlo? ¿Qué político podría estar encontra del desarrollo de sus electorado? Me viene a la memoria Flora Tristán, mujer luchadora por los derechos de las mujeres que dijo ya en el siglo XIX: “El nivel de civilización a la que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia con la que gozan las mujeres”.

 

Flora Tristan, mujer luchadora por los derechos de las mujeres que dijo ya en el siglo XIX “El nivel de civilización a la que han llegado diversas sociedades humanas está en proporción a la independencia con la que gozan las mujeres”.

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Lima, Pedro Castillo

Eso cambia con la consecución por parte de la derecha del segundo cargo político más importante del país. Castillo agregará a sus pesares el tener a un vecino vocinglero, beligerante y abiertamente crítico de sus andares. No será un opositor acomedido ni templado, sino todo lo contrario. López Aliaga debe haberse propuesto -y en ese plan parece que lo podrá lograr- convertirse en el líder de la oposición a Castillo.

Pedirle templanza a López Aliaga constituiría una ingenuidad absoluta. No está en sus genes serlo y el poder seguramente exacerbará esos rasgos de su carácter. Pero si a ese rasgo disruptivo, le agrega una gestión eficiente y que haga realidad las promesas hechas (particularmente, el generar un shock de inversiones en la ciudad), potenciará sus perspectivas políticas y va a ser muy difícil contener sus apetitos presidenciales el 2026.

Más allá de cual sea el escenario final y para no especular en demasía, cabe corroborar, sin embargo, con claridad, que Lima, la principal plaza electoral del país se ha pronunciado a favor del contrapeso al gobierno. Gran parte del voto por López Aliaga ha sido un voto anticastillista, que identificó en su principal contendor, Daniel Urresti, una excesiva complacencia con el oficialismo por parte de Podemos, el partido que lo acogía.

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Pedro Castillo, Rafael Lopez Aliaga

La oposición debe pensar y establecer líneas de acción en torno no solo a la vacancia. Debe agregar a ello un discurso que proponga una agenda económico y social para hablarles a los no convencidos en regiones. Es así como se podría cambiar la correlación de fuerzas para una transición democrática que se requiere para evitar el colapso económico del país.

¡Ojo!

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Pedro Castillo

El Perú de centro y de derecha se ha hecho sentir y ha puesto las cosas en su justo sitio, aquel que debió primar el 2021, si no hubiera sido por la pésima campaña en segunda vuelta de Keiko Fujimori y la euforia antiestablishment que la pandemia generó a favor de Pedro Castillo.

Habrá que estar atentos, por cierto, para que el gobierno de Castillo no quiera hacer lo mismo que ha hecho con buen número de congresistas, con las autoridades locales, es decir cooptarlas políticamente a cambio de prebendas presupuestales y eventualmente utilizarlas como espolón político en su defensa, dada la orfandad de votos obtenida por los candidatos de sus aliados (Perú Libre y Juntos por el Perú) en la mayoría de circunscripciones electorales del país.

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Junín, Pedro Castillo

Dadas las condiciones favorables de los mercados internacionales, la izquierdización regresiva de la región y las fuerzas y resiliencia de la economía peruana, un buen gobierno de derecha hubiera provocado una disparada fenomenal del país. Otro, muy distinto, sería el panorama, si el país hubiera elegido a Keiko Fujimori el 2021. No era la candidata ideal -no hay, ni siquiera, necesidad de abundar en ello-, pero en comparación a Castillo habría sido maná caído del cielo para un país que necesita a gritos crecer y solo así reducir la pobreza orgánicamente y disminuir las desigualdades, como ha sucedido en los últimos treinta años, proceso histórico e inédito, que ahora se ha congelado por el pésimo gobierno de Castillo.

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Pedro Castillo, vida política

Si ello no ocurre, la irresponsabilidad de la fragmentación le abrirá las puertas a la izquierda radical, que montada en la segunda vuelta, volverá a invocar el rencor de los desplazados de la bonanza, de los marginados del sistema, de los ciudadanos sin Estado. La inmensa alza global de precios internacionales (Castillo va a recaudar en renta minera en cinco años más de lo recaudado en los últimos veinticinco y, por supuesto, lo va a dilapidar) y las ventajas competitivas naturales de un país emprendedor como el Perú, solo necesitan un par de buenos gobiernos proinversión sucesivos para voltear la página del abismo en las cercanías.

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Antauro Humala, Pedro Castillo

Cuando el 2026 arribemos al final del mandato mediocre, pueril y corrupto de un sujeto inefable como el presidente Castillo, habrá que voltear la mirada inquisidora al Congreso actual, que no tiene la dignidad ni le perspicacia política suficiente para darse cuenta de que el adelanto de elecciones es la mejor salida de la crisis política que afrontamos y que de acá a cuatro años será infinitamente peor, dada la tozuda insistencia del presidente en el dislate.

Bien merecido tiene este Congreso los niveles de rechazo que las encuestas le atribuyen. Ni el oficialismo ni la oposición se salvan. Particularmente la oposición brilla por su obsecuencia y falta de criterio político para hacer uso de la mayoría de la que goza. El pueblo no los castiga por obstruccionistas. Ello sería un elogio. Los repudia por menudos y acomedidos.

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Gobierno, Pedro Castillo

¿Cuáles deberían ser las prioridades de la política exterior peruana en este momento?

Podría mencionar una agenda progresista en política exterior, cosas que creo que se deberían hacer, pero el momento no es el adecuado. Considerando las circunstancias, creo que el Perú debe impulsar una agenda de cooperación regional. Vimos lo de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) hace dos semanas, pero me pareció más discursivo que real.

¿Es realista proponer –como hizo el presidente Castillo– que Chile y Venezuela se integren a la CAN?

No es real. Y tampoco lo es creer que con eso se fortalecería la CAN, porque sus problemas son más profundos. Por ejemplo, algo que escuché en las sesiones que se dieron en esos días era que se repetía mucho la idea de hacer “reingeniería” de la CAN. Eso ya lo escuché en 2019 –cuando se reunieron por los 50 años–, en 2014, y varias veces más. Los problemas de fondo de CAN, ni se mencionaron: el mercado común fallido, los problemas institucionales. 

Yo creo que el Perú debería impulsar la integración regional. Claro, somos un país pequeño, no tenemos grandes liderazgos y hay dificultades internas. Tienes un gobierno tan cuestionado internamente, con debilidades, cuestionado a nivel judicial, con procesos de vacancia, con un presidente al que ni siquiera dejan salir del país… vamos a ver si el Congreso le da autorización para que asista a la asamblea general de Naciones Unidas. ¿Qué puedes hacer de política exterior en una situación así? Es muy difícil. Pero tendríamos de alguna manera que aprovechar el ‘cuarto de hora’ que tenemos, con una Alianza del Pacífico en la que tenemos cuatro gobiernos “de izquierda”, afines. También podríamos aprovechar el ‘cuarto de hora’ de la CAN.

¿La Alianza del Pacífico sigue siendo útil?

Yo creo que sí, desde que implica una red comercial entre los cuatro países [Perú, Chile, Colombia, México] y vinculación con el Asia-Pacífico. Y la Alianza del Pacífico, pese a que en los últimos años no ha tenido muchos avances, tiene cierto nombre y reconocimiento internacional. Habría que aprovechar este momento para ir más allá y pensar en lo que la Alianza del Pacífico se planteó en un inicio: la integración profunda. 

El Perú asumirá la presidencia pro-témpore de la Alianza del Pacífico el próximo año, por lo que coincidirá con la presidencia pro-témpore que acabamos de asumir en la CAN. Sería un buen momento para que Cancillería desarrolle un impulso en estos espacios, que son vitales para nuestros intereses.

¿Qué imagen está proyectando actualmente el Perú en cuanto a política exterior?

Una imagen bastante confusa, de una política exterior poco coherente, poco predecible. Estoy seguro que se ve con mucha preocupación a un gobierno que dice “estoy a favor de firmar el acuerdo de Escazú” y luego a su canciller diciendo “estoy en contra de Escazú”. 

¿Cómo se entiende que Rodríguez Mackay esté de acuerdo con “ceder soberanía” en el caso de Convemar y no esté de acuerdo con lo mismo en el caso de Escazú? 

Lo que pasa es que la discusión se ha planteado en esos términos, y no debería. En Convemar no se cede soberanía, porque la tesis de las 200 millas [de mar territorial] ya no existe, era parte del antiguo derecho del mar, y no del nuevo. Nadie más lo reconoce. Y tampoco en el caso de Escazú se estaría cediendo soberanía. Es nefasto plantear el debate en esos términos. 

Lo de Escazú es lamentable: en el transcurso de dos semanas tanto el ministerio de Justicia como el Minam prácticamente desdijeron al canciller. Y este se cerró, e insistió en que su posición representaba al Estado peruano. ¿Y el presidente Castillo? ¿Dónde estaba? En un momento pareció que se había comprometido con Escazú.

¿En situaciones como esta, qué papel debería jugar el Congreso?

En el Perú, los congresos no han tenido históricamente un papel muy fuerte en política exterior. El Congreso participa poco en el diseño de las políticas. Pero en estas circunstancias, estamos viendo como desde el parlamento se están utilizando todas sus herramientas, empezando por la comisión de relaciones exteriores, para cuestionar al gobierno.

Al inicio de este gobierno se temía un acercamiento a Venezuela, pero este no se ha dado, a pesar de que Maduro le ha tirado algunas flores a Pedro Castillo. ¿Le ha sorprendido eso?

El gobierno ha intentado mantener relaciones con todos los frentes. Ha tratado de quitarse el sello de marxista y chavista. Se ha reunido con todos: con Estados Unidos, con México, con Bolsonaro en Brasil, con Guillermo Lasso. Puntualmente, el Perú trató de mantener un papel activo en la crisis venezolana. Incluso se propuso como sede alterna a México para las negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición. Se mostró muy interesado en tener un papel en ese escenario de negociación. Pero todo eso se ha detenido, para bien y para mal. Para bien en el sentido de que no hemos tenido una relación muy cercana con Venezuela; y para mal porque el Perú dijo que quería tener una política más activa al respecto, quizás recuperar el liderazgo en su momento, en el grupo de Lima.

¿El grupo de Lima todavía existe?

Ahora mismo no tiene ninguna relevancia, casi podría decirse que no existe. En la medida de que se trata de un foro informal, no institucional, si los participantes no se reúnen, no existe. Y hace tiempo que no hay reuniones. Eso no es solo culpa del Perú, aunque sí se puede decir que quizás nos faltó hacer más pedagogía. Incluso desde Estados Unidos ha habido críticas muy severas al Grupo de Lima. No ha cumplido su labor, y al final terminó perdiendo legitimidad y fracturándose.

Otro tema sensible es la protección de los peruanos en el extranjero. ¿Cómo calificas la actuación del Ministerio de Relaciones Exteriores en caso de Rodrigo, el connacional que fue detenido en Indonesia y terminó muerto?

Fue muy mala. Quedó evidenciado en el primer comunicado que sacaron: poco empático, frío y prácticamente no hacía referencia a la muerte de un connacional en circunstancias muy extrañas. Además, asumió por completo la versión oficial de las autoridades indonesias. No hubo intento de investigación, de ver qué hubo detrás, y eso denota grandes vacíos y falencias a nivel consular. Luego se intentó corregir, pero no dudo de que haya sido una de las razones, una de las tantas rayas al tigre que derivaron en la salida del canciller. 

El viraje hacia la izquierda que se está dando en los gobiernos de toda la región, y que posiblemente se dé también en Brasil [con un eventual triunfo de Lula]… ¿Cómo crees que va a influir en la región y su manera de relacionarse con el resto del mundo?

Cuando se habla de este ‘viraje’, que creo que efectivamente se está dando, se le compara con el viraje que se dio a inicios de este ciclo, la ‘ola rosada’. Este, además, parece que va a ser más profundo, porque se está abarcando más países, como Chile e incluso el Perú. Pero ahora las circunstancias del mundo y de la región son distintas. La ‘ola rosada’ de hace 20 años se dio a partir de un boom del precio de los commodities y de la demanda de China por nuestros productos. Los gobiernos de izquierda de entonces se subieron a una ola de bonanza económica que les permitió aplicar políticas redistributivas, presencia del Estado y mucha inversión pública. Ahora será distinto.

Ahora, tendremos una izquierda sin plata.

Así es, y por eso los resultados que estamos viendo, por ejemplo, en Chile, donde Gabriel Boric rápidamente se está desinflando. En pocos meses estamos viendo ya protestas allí, y un gobierno cuya popularidad está cayendo. Probablemente pase algo parecido con Petro en Colombia. Le va resultar difícil a estos gobiernos satisfacer las demandas que explican su llegada al poder, demandas que nacieron en la calle y en protestas que tomaron años. Y ahora estamos saliendo de una pandemia horrible, con economía que no van a levantar, con crisis logística, energética, alimentaria… Yo creo que las demandas del corto plazo van a terminar agobiando a estos gobiernos que buscan reformas estructurales.

¿Qué piensa que sería lo mejor que le puede pasar al Ministerio de Relaciones Exteriores, luego de la salida de Rodríguez Mackay?

No sería mala idea que alguien de la casa asuma el liderazgo, para bajar el sinsabor que ha dejado este lapsus, que duró un mes. Creo que hay buenos cuadros, jóvenes, que han cumplido papeles importantes en los últimos años. Eso daría cierto respiro. Cancillería no es un ministerio al que le guste estar en el centro del escarnio público. Y ahí han estado estas semanas. O, en todo caso, si se nombra a una persona ajena a Cancillería, que trate de seguir con lo que se ha venido haciendo. Que conozca el funcionamiento del ministerio y que sepa como funciona la política exterior. Uno no puede mandarse a hablar de Convemar así nomás, por más que estés de acuerdo. Una cosa es lo que piensas como académico y otra lo que tienes que hacer como político. Se debe conocer un poco más las artes de la política exterior.

**Fotoportada por Darlen Leonardo

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Por eso es que a pesar de crecer el número de gente que cree que Castillo debe irse y procederse a un adelanto de elecciones, ese malestar y rechazo no abonan en favor de la oposición política, que no da pie con bola y tiene, inclusive, mayor desaprobación que el Ejecutivo.

A pesar de los “niños” y los “topos”, a las fuerzas opositoras en el Congreso les quedan los votos suficientes para proceder al adelanto de elecciones, para interpelar y censurar ministros, para emprender reformas y aprobar leyes proactivas, para derogar los misiles antiempresariales que ha lanzado el gobierno (en temas laborales), pero no hace nada.

Se siente muy cómoda, arrellanada en su curul, siendo agente del establishment antes que efectiva fuerza beligerante de fiscalización de un gobierno mediocre y fallido como el de Pedro Castillo, que merecería una oposición recia, principista y con visión de largo plazo.

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