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Pedro Castillo archivos | Página 19 de 88 | Sudaca - Periodismo libre y en profundidad

Pedro Castillo

Eso genera que la política en el país, sin un espacio de competencia regulada (que podría ser a nivel de “marcas” como atajos de interpretación o de identidades claras), sea más interpersonal y por lo tanto retorica. Se deja de lado la ideología y prevalece el discurso. El problema es que ese discurso muchas veces distorsiona los criterios de la realidad “objetiva”, pero eso no importa, porque de lo que se trata es de sembrar elementos de argumentación.

Todos quieren asamblea constituyente o nadie quiere asamblea constituyente son absolutos con los que nos hemos acostumbrado a vivir en el país. Mencionar huecos en uno u otro discurso equivale a ganarse la sentencia de “vendido” al otro. Esos criterios de realidad contrapuestos son parte de un mismo escenario y conviven casi armoniosamente. Eso es curiosamente lo que mantiene en el poder al presidente Castillo: la oposición de dos discursos que neutraliza la expectativa de cambio.

A nivel de cómo este escenario funciona en el ciudadano elector, Simon Locke trabaja el tema en un compendio reciente de temas en psicología política. Para Locke, [5] la existencia de diferentes versiones de la realidad nos enfrenta a un dilema fundamental: 

¿es algo que existe en el mundo real, o simplemente una construcción humana, una invención de la persona que lo presenta? 

Este dilema está presente de manera constante. Lo que ocurre es que siempre tenemos los recursos para manejarlo, para justificarlo, para tratar una versión de una manera particular. Por ejemplo, un paradigma aceptado en la sociedad es presentar nuestra versión preferida como «científica», lo que le da una entrada importante a la discusión pública. Por ejemplo, el debate sobre la vacuna en tiempos de cuarentena COVID, se trató de llevar por ahí, recordemos la “vacuna peruana” de Chincha nomás.  

Locke también indica que “el discurso es siempre retórico, en el sentido de que todo lo que se dice o escribe es una versión presentada en relación con otras versiones competidoras potenciales o reales”. Para cada descripción del lado del objeto, hay una alternativa del lado del sujeto; y para cualquier afirmación empírica, se puede presentar una contingencia en oposición. Así es como las personas justifican y legitiman puntos de vista y deslegitiman puntos de vista opuestos. Se emplea el razonamiento argumentativo, buscando persuadir a otros (o incluso a ellos mismos) para que vean las cosas de una manera en lugar de otra

Los argumentos no existen simplemente como objetos que nos rondan por casualidad; surgen porque la gente los hace usando el lenguaje que proporciona nuestro mundo social. Como destacamos en un artículo pasado, donde citamos el trabajo de Montell sobre el lenguaje de culto: “Lo que ha hecho que la gente se adhiera a grupos de esta naturaleza es el lenguaje. Desde la astuta redefinición de palabras existentes (y la invención de nuevas) hasta eufemismos poderosos, códigos secretos, renombramientos, palabras de moda, cánticos y mantras, «hablar en lenguas», silencio forzado, incluso hashtags, el lenguaje es el medio clave por el cual todos se producen grados de influencia de culto.”[6]

El lenguaje nos permite representar la realidad de múltiples formas; es un depósito de argumentos que se expresan ​​en dichos cotidianos que resumen puntos de vista contrastantes. Estos dichos son persuasivos; estimulan nuestro pensamiento, que luego retroalimenta al mundo social del que se origina, reafirmando los argumentos a medida que se esfuerza por resolverlos. 

En resumen, parte del gran problema que estamos enfrentando es que no analizamos la oferta electoral desde el voto sino de manera previa. Así va a ser difícil entender qué pasó realmente. Una de las hipótesis que acá esbozamos es que esa oferta no está dada por marcas políticas (como atajos de promesas, planes, organización e ideología) sino por personas. Eso hace que el debate político se transforme de lo ideológico a lo personal. Lo que genera marcos de referencia que estamos recién empezando a ver y que pueden relacionarse más con elementos del lenguaje -discursivos- que con una acción política real.

 

[1] Mona Moufahim (ed.): Political Branding in Turbulent times (2022). Palgrave Macmillan.

[2] Pich & Armannsdottir (2022): Political Brand Identity and Image: Manifestations, Challenges and Tensions. En: Moufahim (2022)

[3] Un buen ejemplo de esto lo da el periodista Diego Salazar en el recomendable artículo: https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2022/04/25/peru-crisis-politica-2022-iep-barometro-de-las-america-pedro-castillo-salvador-del-solar-francisco-sagasti/

[4] Lilleker, D. (2005). The impact of political marketing on internal party democracy.

[5] Locke (2018): The Politics of Psychological Language: Discourse and Rhetoric. En: Political Psychology. A Social Psychological Approach. The British Psychological Society.

[6] https://sudaca.pe/noticia/opinion/los-peligros-del-lenguaje/

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Pedro Castillo

Hablaba de la izquierda. El 5 de abril de 1992 Fujimori clausuró el sistema de partidos políticos más potente de la historia republicana del Perú, uno que se inauguró el día que se instaló la Asamblea Constituyente de 1978. Desde entonces, hasta el 5 de abril de 1992, y a pesar de todos los problemas que son materia de otra nota, tuvimos derecha, centro derecha, centro izquierda y varios partidos de izquierda marxista: había partidos políticos para todos los gustos. Sin embargo, la recuperación de la democracia en 2000 significó una gran oportunidad para rehacer esa partidocracia golpeada, o construir una nueva sobre sus bases y la izquierda estuvo a la vanguardia, obtuvo posiciones de privilegio, ministerios, la dirección de la CVR desde el gobierno de Valentín Paniagua pero nunca surgió de su seno un proyecto de partido o de frente de izquierda democrática e institucionalista que hoy necesitaríamos a gritos para enfrentar a los extremismos, de izquierda y de derecha que nos están sitiando, de allí mi reiterada crítica. 

Por supuesto que la izquierda no es la única vela en el entierro de la partidocracia peruana, el APRA sucumbió sumida en el caudillismo, mientras que a Acción Popular le han sentado muy bien las renovadas formas del neoclientelismo patrimonial que remite a la vieja política del siglo XIX. El triste gobierno de Manuel Merino es prueba patente de ello. 

En suma, en unas eventuales elecciones generales de 2023 la mayoría de las ofertas políticas se reclutarían, precisamente, de esos potentados provinciales que se mueven bajo las formas del clientelismo patrimonial, y que entienden el acceso al poder como la posibilidad del enriquecimiento ilícito y del fortalecimiento de sus redes locales. Por cierto, grandes grupos de poder en Lima, concilian con dichos intereses y defienden los suyos que poco o nada tiene que hacer con el bien común. 

Quienes no aparecen, ni a lo lejos, ni de cerca, son las opciones institucionales que puedan hacerles frente a todo el enorme espectro político peruano que combina clientelismo, patrimonialismo con extremismos de izquierda y de derecha. Así las cosas, en 2023 asistiríamos a una versión peruana de El mito del eterno retorno, y elegiríamos más de lo mismo, a no ser que la iniciativa de Francisco Sagasti, la de recaudar firmar para una iniciativa de reforma constitucional, devenga en un potente y entusiasta movimiento cívico y ciudadano, que nos recuerde noviembre de 2020, y desde el cual se reúnan las fuerzas que aún ven en el Perú una auténtica Utopía Republicana, que aspira al desarrollo de la nación en su conjunto.

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Elecciones, Gobierno, Pedro Castillo

Cuando el presidente Castillo era un niño, sus profesores le enseñaron lo que pudieron para que formara parte de la primera generación en su familia que supiera leer y escribir. También le enseñaron a memorizar y sin duda lo castigaron si lo encontraron plagiando o soplando durante alguna prueba que tuviera que rendir. Concluida la secundaria, el presidente Castillo entró a uno de los institutos pedagógicos reabiertos para seguir la carrera de educación. Existen estudios muy buenos sobre la mala formación que recibían en aquel entonces los jóvenes que se convertirían en los nuevos profesores del país. Después obtuvo su bachillerato en una sede de la Universidad César Vallejo, que en aquel entonces era una institución libremente improvisada, y luego, obligado por la reforma magisterial que comenzó el año 2007 para conseguir docentes realmente bien formados, siguió una maestría que requiere una tesis para la titulación. 

Hacer una tesis no es una tarea sencilla. Hasta ahora no queda claro por qué se pide para obtener el título de todas las carreras universitarias, cuando se trata de una investigación sustentada académicamente y en la mayoría de ellas esa labor no forma parte del perfil profesional.  Sin embargo, una maestría en psicología educativa, ¿cómo no la va a solicitar? Pero revisando la formación del presidente, ¿una persona con esa formación podría aprender a hacerla en el breve plazo de una maestría? 

Sea cual sea la forma en la que el presidente Castillo y su esposa consiguieron la tesis (les fue obsequiada, la mandaron a hacer o la plagiaron ellos mismos), era imprescindible para mantenerse en la carrera magisterial. El tema está en que no sólo han sido ellos. Sino que gracias a universidades como César Vallejo a las que no les importó si sus egresados sabían o no investigar, miles de docentes que se han encargado de la educación de cerca de la mitad del país se mantienen hasta hoy en su carrera magisterial gracias al plage más grande que hubiesen podido utilizar, sin el peligroso reto de tenerlo que esconder.

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Pedro Castillo, plagio

“De cierta forma hay algunas situaciones internas en las que podemos discrepar. Como cualquier tipo de bancada a la larga se puede llegar a fraccionar. Pero, por el momento, nos mantenemos firmes y vamos a continuar con el respaldo de nuestro compañero Pedro [Castillo]”, dice Quiroz.

En la tienda del lápiz son conscientes de que el proyecto de ley para que una Asamblea Constituyente redacte una nueva Constitución va a fracasar en el Congreso. Pero esperan que la negativa de la oposición a elaborar una nueva Carta Magna encienda la pradera en las regiones y se inicien las protestas. Ese -dice una fuente de Perú Libre cercana a Cerrón- sería el famoso “plan B” del que habló el secretario general del partido en una entrevista en Canal N. 

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anibal torres, Pedro Castillo, Vladimir Cerrón

Ojo, esta última versión no excusa al presidente Castillo, al contrario: en el caso descrito en la hipótesis del rabo de paja, al menos el presidente habría tenido la inteligencia para saber que lo que hizo estaba mal. En la versión triste de la hipótesis de la ignorancia, por el contrario, estamos hablando de una persona tan mediocre y limitada que ni siquiera alcanza a entender qué es plagiar; de un profesor que no comprende la naturaleza del trabajo intelectual, o incluso  lo desprecia.

Es posible que la explicación requiera una combinación de todo lo anterior, en el sentido de que tal vez el presidente sabía que había “algo rarito” con su tesis, y por eso prefirió quedarse callado. Si ese fuera el caso, igual sospecho que el factor más importante sería el último mencionado. En su infinito sancochado intelectual, es posible que Castillo haya pensado que eso de no copiarse son pelotudeces de académicos que viven en sus torres de marfil, alejados del pueblo.  

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

 

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Gobierno, Pedro Castillo
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