Pedro Castillo

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 171: Comentamos los «argumentos» de Daniel Córdova, Mario Vargas Llosa y su hijo en España. ¿Y cómo nos garantiza Castillo que va a poder continuar con la vacunación ordenadamente?

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Mario Vargas Llosa, Pedro Castillo

Una vez superada la pataleta negacionista en la que un sector de la derecha está empeñada (incluyendo, increíblemente, a intelectuales como Mario Vargas Llosa), corresponde empezar a diseñar una estrategia de contención del proyecto izquierdista que desplegará Castillo para evitar que nos lleve al despeñadero.

Se puede entender que actualmente Keiko Fujimori y Rafael López Aliaga estén librando una batalla política por capturar el protagonismo de la oposición de cara al siguiente lustro y que en esa contienda exacerben posturas y radicalicen actitudes, pero eso va a acabar pronto, apenas se instale el próximo gobierno.

Entonces corresponderá trazar escenarios alternativos. Si Castillo efectivamente se modera y cancela políticamente el proyecto de llevar a cabo una Asamblea Constituyente, pues deberá merecer un trato democrático, refractario cuando despliegue iniciativas regulatorias de la economía de mercado, pero formalmente respetuoso de la legitimidad del gobernante.

Si, en cambio, el gobierno de Perú Libre pretende meter de contrabando una iniciativa tan absurda como la de la Asamblea corporativista que propone, la lucha deberá ser recia y sin concesiones. Si lo hace dentro de los márgenes constitucionales, pues corresponderá rechazar sin ambages el proyecto de marras convocando al centro a sumarse a ese rechazo a una iniciativa polarizante y que desequilibraría el país los siguientes años.

Pero si lo pretende hacer disolviendo el Congreso, o convocando la Asamblea de marras de facto, sin pasar por la plaza Bolívar, lo que corresponderá, todo dentro de la Constitución, es vacar a un gobernante incapaz de leer con racionalidad y pragmatismo no solo la realidad política del Legislativo (donde solo tiene 42 votos y por allí algunos más) sino la dimensión social sobre el tema (todas las encuestadoras coinciden en que la mayoría está en desacuerdo con una Constituyente).

A la postre, que la democracia peruana albergue y tolere una opción de izquierda y sobrelleve el desafío sin sobresaltos, fortalecerá la institucionalidad del país, pero el principal responsable de que eso ocurra es quien ocupará la Presidencia de la República. Si, envanecido o enceguecido, quiere gobernar a trompicones, pues va a recibir el vuelto, como es natural, y lo más probable es que termine su mandato antes de lo previsto y sin ninguna gloria.

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Asamblea Constituyente, Derecha, Pedro Castillo

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 170: Se hace público el «sustento» de los congresistas para los candidatos al TC. Valer, separado de Renovación Popular, encuentra coincidencias con Castillo. Y el no retorno de algunos necios.

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Congreso, Pedro Castillo

Pedro Castillo cometería un grave error si despliega una estrategia de acercamiento al centro en base a prebendas cuestionables. Hemos visto, felices de la vida, a los representantes de Podemos (el partido de José Luna) visitar al presidente electo y ofrecer todo su apoyo. ¿A santo de qué?
Por cierto, con ese respaldo le alcanzaría para librarse de una eventual vacancia. Tiene 37 votos propios, 5 de Juntos por el Perú y con los 5 de Podemos sumaría 47, necesitando 44 para estar a salvo.

El problema es que los apoyos que se aprecian se están cocinando entre gallos y medianoche. Sería inadmisible, por ejemplo, que a los pocos meses del nuevo gobierno una flamante Sunedu decida otorgarle permiso de funcionamiento a la clausurada universidad Telesup u otorgarle el permiso a otro grupo universitario vinculado a Alianza para el Progreso para operar en el sur (sumando otros 15 votos a la bolsa parlamentaria).

Lo que se espera es un pacto con el centro congresal, que suma en total 44 votos, que incluya varios compromisos explícitos: primero, la no convocatoria a una asamblea constituyente; segundo, respaldo a las modificaciones tributarias que Castillo quiere hacer en el sector minero; tercero, protección contra cualquier pedido de vacancia; cuarto, eventual apoyo a algunas reformas constitucionales muy puntuales (bicameralidad, acotamiento de la vacancia y las cuestiones de confianza, quizás regulación sobre los oligopolios, etc.); quinto, apoyo en la elección de los magistrados del TC y directores del BCR; sexto, alguna participación de representantes de los partidos del centro en el Ejecutivo. Y así.

De eso se trata un pacto político. Pero Castillo sabe que tiene que dar algunas concesiones y la más importante de todas es que se comprometa a no pretender disolver el Congreso en base a cuestiones de confianza y, por ende, que renuncie a la idea polarizante y confrontacional de convocar, a las buenas o a las malas, a una Asamblea Constituyente.

La polarización del país y la fragmentación del Congreso obligan a que el gobierno entrante establezca pactos políticos de primer orden para asegurar la gobernabilidad. No arreglos o enjuagues de poca monta con el solo afán de sumar votos en el Congreso que impidan su vacancia. Eso no sería alta política. Sería el despliegue de jugarretas encubiertas, de politiquería barata.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, TC

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 168: El Poder Judicial le arruina la única prioridad que le quedaba a los congresistas: elegir nuevo TC. Y seguimos debatiendo sobre los Dinámicos y una vacancia a Castillo.

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Congreso, Elecciones 2021, Pedro Castillo

Si Pedro Castillo no abandona la tesis confrontacional y polarizante de la Asamblea Constituyente, no se desprende de Vladimir Cerrón (más aún luego de las investigaciones que van apareciendo sobre el fundador de Perú Libre), y, además, no establece un pacto político con las fuerzas del centro en el Congreso (y no solo con Juntos por el Perú), no durará mucho en Palacio de Gobierno.

A la menor salpicadura que le produzca el caso de “Los dinámicos del centro”, Castillo será materia expuesta para que un Congreso adverso, que tiene más de los 87 votos necesarios para vacarlo, termine por hacerlo para proceder de inmediato a hacer lo propio con Dina Boluarte y establecer un gobierno de transición que lo más probable es que convoque a nuevas elecciones presidenciales.

La única forma de evitar ese desenlace pasa porque el maestro chotano tire al tacho político la propuesta de exigirle al Congreso la aprobación de la reforma constitucional que le permita convocar a un referéndum que a su vez de paso a una Asamblea Constituyente. No tiene los votos para hacerlo y la única forma de lograrlo pasa por disolver el Congreso entrante, convocar a nuevas elecciones congresales y apostar a que allí conseguiría la mayoría suficiente para sus propósitos. Pero lo que Castillo debiera entender es que al menor indicio de que ese es el camino que quiere seguir, el Congreso se lo palomea en una.

Debe, asimismo, confirmar el camino de moderación económica que plantea el equipo que comanda Pedro Francke. La Constitución vigente tiene margen de acción para políticas públicas de izquierda no extremistas. Si quiere llevar a cabo éstas, chocará con la Constitución y también estará expuesto a una vacancia.

Finalmente, debe asegurar, con ambas premisas cubiertas (abandono de la Constituyente y confirmación de la moderación económica), un pacto con los partidos de centro, que le den los votos suficientes para gobernar con tranquilidad. Acción Popular, Alianza para el Progreso, Somos Perú, Podemos y los morados han dado muestras de disposición a apoyar, pero ese apoyo, si no se consolida, se evaporará a la primera crisis política o social.

Esperamos que estos días de espera sean también de reflexión del próximo Presidente de la República y entienda que la política supone compromisos y pragmatismo. A punta de caprichos o terquedades, Castillo será el principal artífice de su propia desventura.

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Los dinámicos del centro, Pedro Castillo, Pedro Francke

Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 167: El presidente Sagasti le manda una indirecta bien directa a Keiko Fujimori. Y los dinámicos del Centro: ¿será vacado Castillo ni bien empiece a gobernar? ¿Nos conviene?

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Pedro Castillo, Vacancia

Si Castillo quiere tirar por la borda el superciclo en los precios de las materias primas y abortar el intento de su equipo económico de lograr un incremento sustantivo en la recaudación tributaria para permitir que se reconstruya el Estado en materias básicas como salud, educación e infraestructura, solo tiene que insistir en el descaminado intento de convocar a una Asamblea Constituyente.

Sea cual sea la forma que busque para lograr semejante propósito, que solo parece obedecer a una promesa descartable de campaña (lo prioritario es otro), generará un estado de zozobra e incertidumbre no solo en los agentes económicos grandes sino en todo el aparato social y productivo.

Las encuestas reflejan que la inmensa mayoría del país no está de acuerdo con una reforma total de la Constitución, Castillo además no tiene los votos en el Congreso suficientes para lograr su cometido. La única manera de llevarlo a cabo pasa por generar un movimiento de masas que atarante al Parlamento, uno, o por llevar al extremo de la cuestión de confianza su pedido de reforma y así lograr disolver el Congreso, generando en ambos casos una crisis política mayúscula que en tanto no culmine (por lo menos dos años), mantendrá al país paralizado y en ascuas.

Ojalá todo no pase de un intento político de mantener una promesa de campaña, que al ser descartada por el Congreso, lleve a Castillo a decirle al pueblo que lo intentó, pero que no pudo realizarla. Y sanseacabó, que allí quede la cosa, y se dedique a gobernar, a desplegar su plan económico y a tratar de reformar un Estado capaz, por sí solo, por su ineficacia, de sabotear cualquier intento de efectuar cambios sociales y económicos.

Que no se convierta el pedido maximalista de una Asamblea Constituyente en un pretexto para que Castillo, siguiendo el modelo de Vizcarra, se dedique a tensar políticamente las cuerdas con fuegos artificiales y así disimular lo que hasta el momento todo augura será una gestión mediocre (salvo lo de Francke, no hay nada más en concreto en ninguna materia gubernativa por parte del entorno de Castillo y ya estamos a pocos días de la transmisión de mando).

La Constituyente es una pésima idea. Ojalá Castillo tenga el valor de decirle al pueblo que votó por él que no va, que será necesaria otra coyuntura política para llevarla a cabo, y que se dedique los años que le toquen al mando de la Nación a gobernar con sensatez y templanza.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo

Ya estuvo buena la tolerancia política y mediática a los exabruptos clasistas y racistas de quienes, amparados en mentirosas hipótesis de fraude, pretenden desconocer los resultados electorales, yendo desde la sugerencia de anular las elecciones o invocar un gobierno civil-militar de transición que convoque a nuevas elecciones, hasta considerar “Presidente nulo” a Pedro Castillo aun después de ser proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones.

Si acaso es verdad que Keiko Fujimori ha decidido tomar distancia de esta ultraderecha nativa, no se entiende qué hace enviando a Nano Guerra García a ser partícipe del sainete y papelón cometido por un grupo de improvisados en Washington. A ella le corresponde, antes que a nadie, poner paños fríos, dejar que las cosas jurídicas sigan su curso normal, aceptar los resultados, acercarse a saludar al ganador apenas se produzca la proclamación oficial y dedicarse los siguientes años a desplegar una oposición leal, recia, pero democrática.

La ultraderecha es minoritaria. Bulliciosa y generadora de “noticias”, por lo que se ve, pero abrumadoramente minúscula en comparación con otros sectores de la vida política peruana, como quedó confirmado en la primera vuelta electoral.

Si un sector de la clase política, mediática y empresarial, decide seguir el camino de la insubordinación constitucional, pues que lo haga, que a ningún lugar que no sea el de la esterilidad o vergüenza pública podrá llegar. El país democrático es inmensamente mayoritario y sabrá digerir el triunfo ajustado de una opción de izquierda que, por lo demás, cada vez más se acerca a cauces de moderación que deberían rebajar la histeria irracional de nuestra poco ilustrada y mal llamada elite.

El plan de gobierno de Keiko Fujimori era superior al de Castillo, el solvente Carranza lo hubiera hecho mejor que Francke, y era la ocasión idónea para un gobierno de derecha que aplicase un shock capitalista capaz de romper la inercia centrista de los últimos lustros, pero debe aceptarse que el país no lo ha querido así, que antes que razones primaron sentimientos antiestablishment que el profesor Pedro Castillo supo capitalizar electoralmente mejor que Keiko Fujimori.

No es ese talante democrático el que alienta a las huestes de la tribu ultraderechista peruana. A su racismo y clasismo, que tornan inaceptable a un personaje como Castillo, le suma un talante abiertamente antidemocrático, que desde ya la convierte en una amenaza nacional sobre la que hay que advertir.

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Keiko Fujimori, Pedro Castillo, Ultraderecha
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