Perú

Todos los días de lunes a viernes «Si el Río suena» con Patricia del Río, entrevistas exclusivas. Este es nuestro episodio número 2. Patricia conversó con Rafo León sobre el racismo que vemos en ambos lados de la política y sociedad peruana. Desde aquellos que critican al Presidente Castillo por sus raíces humildes, hasta los personajes que estando en el gobierno venden la idea de representar al Perú pero que en realidad solo se representan a sí mismos.

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Lima – Perú

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Discriminación, Perú, Rafo León

Queda más que claro que el shock capitalista que el Perú requería para salir de la crisis recesiva de la pandemia y que hubiera permitido remontar las adversidades en las cifras de empleo y pobreza rápidamente, solo va a ser una quimera en manos del menjunje de gobierno que tenemos.

Inclusive, los esfuerzos de responsabilidad fiscal de Pedro Francke al mando del MEF chocarán con la absoluta falta de confianza de los inversionistas empresariales de todo tamaño, quienes, mientras dure el desmadre y además penda como espada de Damocles la posibilidad de una refundacional Asamblea Constituyente, no van a meter la mano al bolsillo para arriesgar sus capitales.

El propio Francke, quien ha pedido facultades legislativas en materia tributaria, chocará con una realidad fiscal en el sector minero distinta a la que él seguramente esperaba. Si pensaba que allí estaba la vaca lechera para todos sus males, se equivocó de cabo a rabo. Ya el sector minero, según un estudio del IPE, tiene una carga tributaria del orden del 47%, muy por encima de Canadá, Australia y Chile, directos competidores en el sector, siendo solo superados por México.

Quiere decir que casi la mitad de la utilidad minera se va al Estado. Es como si el gobierno fuera accionista, sin riesgo alguno, de la mitad de las acciones de las empresas mineras. Mucho más no les puede sacar, sin correr el riesgo de espantar a los potenciales inversionistas que hoy están a la espera de empezar a operar, en proyectos valorizados en varios miles de millones de dólares.

Antes que pensar en sobrecargar el sector minero, a lo que el gobierno debiera abocarse es a destrabar los proyectos entrampados o acelerar los que ya están en fase pronta de operaciones. Con ese aumento considerable de inversiones, obtendría mucho más que con una facilista sobrecarga impositiva.

Pero esto que vemos en el sector minero lo apreciamos en todos los ámbitos del Estado. Se ha extendido un ánimo antiprivado fatal para la economía. Una empresa privada ha ofrecido hace semanas toda su plataforma logística para desplegar un proceso de vacunación masivo a través de las farmacias y, pues, el presidente de EsSalud y el titular de Salud, ni bola. Seguramente, llenos de prejuicios contra el sector privado, se conducen a la parálisis.

Serán cinco años perdidos. El gobierno de Castillo será peor que la pandemia. Ni con Francke en el MEF o Velarde en el BCR se logrará mucho si se alberga senderistas en Palacio junto a radicales cerronistas, además en guerra cruenta entre ellos, y todo ello bajo la sombra del desgobierno de un Presidente incapaz.

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Asamblea Constituyente, Pedro Castillo, Pedro Francke, Perú

Supuestamente había en el Perú una izquierda que había evolucionado a favor de la defensa de la democracia, los derechos civiles y, en alguna medida, criterios económicos responsables, disidentes del statu quo liberal, pero enmarcados en una lógica racional de mercado.

Esta izquierda sufrió un severo traspiés moral cuando miró de soslayó y rehuyó definiciones acerca de las dictaduras de Cuba y Venezuela, y no supo marcar diferencias y, por tanto, despejar dudas respecto de que si accedía al poder no hubiera desplegado esquemas de gobierno igual de autoritarios y populistas.

Costó sangre, sudor y lágrimas que paulatinamente algunos políticos o intelectuales de izquierda aceptasen que ambos regímenes eran indigeribles, democráticamente hablando, y que merecían, por tanto, severa condena.

Pero puesta sobre el test de realidad que hoy significa el gobierno de Castillo, esa izquierda ya no ha cometido un mero traspiés sino un descalabro moral. Estamos ante un gobierno inepto, imbuido de lógicas políticas dictadas por el leninismo anacrónico de Vladimir Cerrón y el filosenderismo del ala castillista. No hay forma de que una izquierda moderada se pueda tragar semejante sapo si no es previa claudicación política, moral e ideológica.

Parece que el puro afán de poder es el que mantiene a los ministros de esa izquierda en sus respectivos cargos. Un gobierno mediocre, un Presidente patológicamente dubitativo y un régimen ideológicamente esquizoide es la receta segura al fracaso más estrepitoso.

¿Quiere incinerarse la izquierda “moderna” en ese incendio seguro? La campeona del yerro, Verónika Mendoza, ya jugó sus cartas a favor de
Vladimir Cerrón. Hace pocos años rompió un proyecto político porque estaba el exgobernador de Junín presente. Hoy, se olvidó de sus aprehensiones morales y no solo lo acompaña sino que lo apuntala.

¿Pero y el resto de la izquierda? ¿Va a seguir el juego frívolo o perverso de Mendoza o va a ser capaz de denunciar las prematuras tropelías que este gobierno está perpetrando? ¿Va a tolerar el radicalismo autoritario de Cerrón? ¿Va a mirar de soslayo la presencia evidente de Sendero Luminoso en el seno de Palacio? ¿Va a pasar por agua tibia la misoginia rampante de, nada menos, el Premier?

Si la izquierda moderna y moderada -que existe en la política, en la prensa y en la academia- guarda silencio “estratégico” frente a lo que ya claramente es una tragedia política, será cómplice y corresponsable -si acaso ya no lo es- de un régimen destinado al abismo más hondo.

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Gobierno peruano, Pedro Castillo, Perú, Verónika Mendoza, Vladimir Cerrón

Gareca juega de una manera específica. Puntual y determinada. Encontró ese equipo en la Eliminatoria anterior y ha mantenido el esquema de juego desde ese entonces. Ha tenido éxito: Perú juega mejor de lo que ha jugado en las últimas dos o hasta tres décadas. Pero hay algo que no anda bien y es como un demonio que persigue al entrenador argentino: ¿cuáles son las variantes?

En una entrevista con Martín Liberman, Gareca dijo que un equipo no podía jugar de múltiples maneras. Que los mejores equipos pues eran los que jugaban igual, pero cada vez mejor. Lo dice un técnico que ha llevado a Perú a un éxito inusitado. Es la apuesta por la perfección de un mecanismo que ha funcionado, con renovaciones según las figuras que aparezcan en el camino.

Así pues hoy, a nadie le tiembla la voz al decir que Lapadula es el nuevo Guerrero. Porque juega de Guerrero. O que Perú está en búsqueda de la dupla de Rodríguez y Ramos para la defensa central. O que aún dependemos de la velocidad de Advíncula para abrir espacios por la derecha, que Carrillo es el desequilibrio, que de Cueva salen las fantasías, y una larga lista de funciones pre-establecidas.

Como una Biblia, o un manual.

Lo que ha hecho Gareca es reemplazar hombre por hombre, en el mejor de los casos. Pero el esquema es el mismo. Una línea de cuatro al fondo con un defensor central que sale tocando y otro que va duro, más rústico. Un lateral izquierdo con buen pie, que acompaña en las salidas del volante de primera línea, que es el tiempista todoterreno, el reloj y arquitecto de todo lo que funciona en Perú.

Por el otro lado, un lateral derecho con amplio recorrido que cierre banda y acompañe al volante en ataque. Este, un desequilibrante, al que se le deja libre y siempre de cara al gol. En el medio está el volante defensivo que se mete entre los defensores y en ataque presiona. Luego el volante por izquierda que cubre la espalda del creativo. Completan el volante ofensivo central, uno que hace libres transiciones para romper líneas defensivas del rival, y el delantero es un punta solitario, todoterreno y valiente.

Sin decir nombres, cada una de estas posiciones tienen un rostro propio. Es el equipo que sale de memoria. Y ese es el mayor error de Perú, que seguro se mantendrá hasta el final del ciclo del técnico actual. Es un equipo duro de enfrentar, pero absolutamente previsible.  Todo ello se ha visto representado en el partido contra Uruguay y es momento de desentrañarlo. Quizás en este ejercicio quede claro el gran talón de Aquiles peruano. 

Callens y Santamaría no funcionan juntos. Son dos defensas que cumplen el mismo rol: van al choque, son aguerridos, no tienen mucha creatividad en la salida. Serían ambos un Ramos. Quizás el Santamaría tenga más fútbol y mejor anticipación, pero ninguno es Rodríguez. Tampoco lo es Abram, que es otro Ramos. Si lo fue Zambrano, en la Copa América 2019. Entonces, pues, la mejor alternativa es hacerlo volver. 

Pero eso parece un sueño imposible, porque su relación con el comando técnico está rota. Entonces, Perú debe cambiar el trabajo defensivo. No se puede esperar que de la forma que se genera el ataque (por el medio y al toque) deje a la defensa obligada a cortar salidas rápidas con buena anticipación, porque los defensas no anticipan, corretean. Y es esperar que alguno de ellos esté en una gran noche. Contra Uruguay, fallaron ambos en el gol y no fueron exigidos demasiado. Casi, además, se pierde sobre el final.

Paso a los laterales. Advíncula es lo que es y felizmente está. Con casi cien partidos en la selección, lo que ha sumado a su conocida velocidad es temple y sabiduría de juego. Por la banda izquierda, López cumple el mismo rol de Trauco con piernas frescas y ritmo. No desentona. Pero la monotonía del rol hace que el rival ya sepa cómo marcar sus posibilidades de salida. Y lo anulan. 

Tapia es intocable en esta selección. A veces no tiene grandes partidos, pero no hay nada que lo supere. Y su rol es inmodificable: no tiene Perú un volante defensivo que juege a otra cosa. Cartagena y Aquino son calcos suyos. No existe un volante con salida, ni tranco largo, ni uno que rompa líneas desde atrás. Tenemos este tapón Tapia, que se mete entre los defensas, que empuja al equipo.  

A su lado, algo similar pasa con Yotún. El sistema está armado en base a él. De ahí la famosa frase “Si Yotún juega bien, Perú juega bien”. Es el corazón de la monotonía y, como tal, no se puede discutir demasiado su rol. Sin él en la cancha o jugando en otra posición, Perú podría cambiar. ¿Pero quién se atreve a modificar esa volante Tapia-Yotún que ha funcionado tanto?

Lo que hace diferente a Yotún es su anticipación, quite y salida rápida con pierna izquierda. Yotún debería estar valorado en millones de euros y jugando en una gran liga. Es quizás uno de los jugadores más infravalorados del continente. Pero esto tiene una razón: sus altibajos. Cuando está en una buena noche, es un diamante. Pero esto lamentablemente no pasa demasiado. Otra razón de necesitar variantes.

Arriba, Carrillo juega con licencias. Libertad y autonomía. Se confía en que siempre baja a la marca, por su maravilloso estado físico. Y siempre hace todo el recorrido de la banda. Es un doble lateral, un volante y hasta un delantero extremo. Analizado en fino, en lo táctico André es incuestionable. Pero, de nuevo, es eso lo que te da y se depende demasiado de su talento. 

Ante Uruguay, André no funcionó. Llegó tarde en todas sus decisiones, no encontró espacios para propiciar el pase de Yotún, no creó asociaciones finas con Cueva. Uruguay y los demás rivales lo conocen ya demasiado, y toda su magia es grandemente adivinada. Lo mismo pasa con Cueva, otro que juega libre y a ver si es que se activa su talento o no. ¿El azar? 

Luego estuvo Flores, que es el sacrificado. Como López (Trauco) y Yotún avanzan a la marca, el volante por izquierda (que a veces es Cueva y antes fue Polo) pasa a cubrir espaldas. De vez en cuando queda frente al gol. Hoy pasó y no tuvo fortuna, quizás por falta de ritmo. Pero regularmente, es un volante de ataque que cumple labores principalmente defensivas. El suyo es un trabajo asimétrico. 

Y adelante Guerrero. Si se usa a otro delantero sin sus características, Perú es insuficiente. Llámese Ruidíaz, Ormeño, o el que sea. Solo Farfán y Lapadula han podido emularlo. Trabajar una selección que se acostumbre a otro tipo de delantero sería imposible. Esto es lo único que no hay que cambiar de todo el esquema. Ahí, soltar a Lapadula es el hombre clave. Y juntar las manos.  

Los argumentos concluyen en una cosa: si Perú no encuentra variantes, es poco lo que va a poder hacer de cara a la clasificación. A Venezuela hay que ganarle, irán ocho puntos. Luego vienen Brasil, Chile y Argentina, rivales que conocen este esquema de memoria. Con suerte serán tres puntos, llegas a once. Luego Bolivia y Venezuela, asumimos seis puntos, llegas a diecisiete. 

Y todo se define frente a los mismos bravos de siempre: Colombia y Uruguay de visita; Paraguay y Ecuador de local. De esos doce en juego, mínimo se necesitarán siete adicionales para llegar a los dichosos 24 puntos. Y para lograrlo, Perú no puede cometer el delito de presentar el mismo equipo de siempre que ya todos lo conocen. Es momento de trabajar en variantes efectivas. 

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Mañana sábado 3 y el domingo 4 de setiembre se realiza la Segunda Feria del Libro Virtual de Cajamarca, un evento que en solo dos años ha adquirido un perfil muy interesante. Una feria del libro, sea virtual o física, es siempre una buena noticia: un espacio de diálogo y encuentro, una nueva oportunidad para rendirle culto a ese objeto maravillosamente placentero que es el libro y a su materialización, la lectura, solitaria en apariencia, pero a la vez una indudable forma de comunión. 

La feria ha adoptado el lema “Perú, contigo leo” y la parte central de su programa estará dedicada a abordar diversos aspectos de la obra de escritores peruanos clásicos: José María Eguren, Blanca Varela, Julio Ramón Ribeyro o Sebastián Salazar Bondy, por citar algunos casos, serán materia de charlas a cargo de destacados académicos y creadores peruanos como Alejando Susti, Christian Zegarra Vivian Lofiego, Marco Martos, José Antonio Mazzotti o Sara Beatriz Guardia, por mencionar algunos nombres.

Igualmente, el nutrido programa de actividades incluye a Mario Vargas Llosa como invitado de honor. Por otro lado, esta segunda feria tiene más sorpresas, como encuentros con Jorge Díaz Herrera, un destacado narrador y un autor ya canónico de nuestra literatura infantil y también con Rafael Dumett, autor de El espía del inca, una novela cuya importancia va encontrando asiento cada vez más sólido entre lectores y críticos de nuestro país. Estará también Miguel Pachas Almeyda, acucioso biógrafo de César Vallejo.

El programa completo, ambicioso y diverso, incluye también sesiones de crítica y la siempre refrescante presencia de muchos escritores peruanos de reconocida trayectoria. Se suman el historietista Juan Acevedo y el caricaturista Carlos Tovar “Carlín”. Sin humor no se puede vivir. 

Una oportunidad para escuchar la voz de José Luis Ayala, Gloria Mendoza Borda, Julio Carmona, Jorge Cuba Luque, Feliciano Padilla, Marita Troiano, Carmen María Pinilla, Juan Manuel Chávez, José Vadillo, Elton Honores, entre muchos más. 

Nota aparte para un hecho que realza el esfuerzo de los organizadores: esta feria carece de todo apoyo empresarial; tampoco recibe ningún dinero del Estado. Esta feria es posible gracias al tesón de un grupo de personas y dos editoriales independientes cajamarquinas que han tomado el toro por las astas. Muy meritorio y digno de aplauso.

El programa de más treinta páginas, así como las rutas de acceso a las charlas, presentaciones y lecturas, están disponibles en la página de Facebook del evento, donde puede acudir sin demora y de manera absolutamente libre: https://www.facebook.com/FeriaVirtualLibroCajamarca.

Todas las actividades, naturalmente, se transmitirán desde esa misma página. Me parece necesario saludar la realización de esta segunda feria. Lo que toca ahora es disfrutarla y difundirla. Viva la lectura, viva Cajamarca.

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Cajamarca, Feria de libro, Lectura, Perú

UNO

Fue a mediados de los setenta que viajamos, la familia completa, de vacaciones a Tingo María. Teníamos que cruzar Ticlio (a 120 km de Lima) para llegar a destino. Nunca olvidé esa experiencia. Fue pesadillesca para los 3 hermanos. Sufrimos mareos, vómitos, el famoso mal de altura, que me aturdió hasta llegar. Nos recibió mi tío Lucio, hermano de mi mama, quien nos llevó raudamente a su casa, ubicada a 40 minutos de la discreta ciudad selvática.

Ese año, ellos vivían en un pueblito llamado La Roca, a orillas del rio Huallaga, y era el típico pueblo salido de una novela costumbrista: 2 hileras de casuchas sin asfalto, ni vereda y al fondo, el imponente Rio Huagalla.  Había una ausencia total de luz eléctrica, por ende, no teníamos tv (una huevada). Empezábamos mal las vacaciones, nos dijimos entre los hermanos; y si bien mi tío tenía 4 hijos, ellos eran más pequeños, y no les dábamos bolilla. 

Pasamos cerca de 2 meses allí. La primera noche, pregunté dónde estaba el baño me señalaron la agreste vegetación detrás de la casa y me dieron un rollo de papel higiénico: me quedé de una pieza. 

La casa era, típica de la selva, de madera, con techo a dos aguas. Cuando llovía podía durar todo el día. En las noches, con el calor, emergían toda clase de bichos y arácnidos. Dormíamos con mosquitero sino era imposible dormir. Ahora debo ser justo, las calideces de mis tíos aplacaban los inconvenientes. Los almuerzos eran pantagruélicos. 

DOS

La Roca era un pueblito que estaba en la línea invisible de lo pintoresco y patético. Uno de aquellos personajes inolvidables era el Tío Lino. Era un personaje canoso, petiso y gordito, de edad indescifrable (podía tener entre 50 y 60 años) y siempre son una gorrita de color níveo que ocultaba su calvicie. Poseía un colectivo de los años cuarenta, creo, con carrocería de madera y bancas dispuestos en forma horizontal. Hacia viajes a Tingo María los cuales duraban cerca de una hora y media. Avanzaba siempre por la ruta, con o sin asfalto, a 20 km por hora. Bamboleante llevaba en su interior, aparte de pasajeros, mercaderías, maletas e incluso animales. En pocas palabras, el Tío Lino manejaba la carcocha del pueblo. 

En cierta ocasión, subí a su carricoche. Al lado mío, iba una señora que llevaba unos polluelos, en una caja de cartón, la cual tenía unos huequitos laterales para que el animal no se asfixie. Todo iba bien, hasta que el pollito saca su cola y deja caer su mierda en mi pantalón nuevecito. Ante mi estupor, la selvática mira lo que hizo su animalejo y se rio a carcajadas. Lógicamente monté en cólera, pero cuando tienes 10 años, generalmente, la gente no te hace caso y menos a tus cóleras.

TRES

Las veces que las pasamos mejor fue cuando coincidíamos con mi tía Marionila y sus hijos. Eso sí era un despelote. Jugábamos sin descanso y jodíamos a todo el mundo. Ahí degustamos el popular Juanes, del cual me convertí en fanático. 

El rey de ese lugar era mi primo Grimaldo, tenía 25 años. Mis hermanos, primos y el que suscribe, lo reverenciábamos: Poseía auto y era de contextura mediana, morocho y con barba tupida. Su ropa era bacán, pero lo más importante: tenía éxito con las mujeres. Estar al lado de él, era un cague de risa, y nunca nos ninguneaba, sabia tratar a sus primos menores.

Ese verano descubrí la música de Juaneco y su Combo. Sin mentir, deben haber tocado más de una veintena de veces, en la radio. En cualquier parte, donde íbamos, en el ambiente sonaba la canción “Mujer Hilandera”. Hace unos años atrás, les conté a los alumnos, de Informática aquella anécdota, y se cagaron de risa. Incluso varios buscaron en Youtube la canción y me mostraban las versiones de la susodicha canción.

CUATRO

En 1980 fue el último año que fuimos toda la familia a Tingo. Contaba con 14 años y le pedí a mi tío para trabajar con él ese verano. Había comprado un camión nuevo y transportaba gente con sus mercaderías a la ciudad. Me despertaba tempranito y lo acompañaba a laburar. Al llegar, a Tingo María, el tío Lucio me llevaba a un restaurante para desayunar opíparamente. Era un hombre callado, pero con una gran calidez. Era fachero y poseía unos bigotes que lo hacían parecer actor de cine mexicano. 

Luego al año siguiente mis hermanos y yo nos negamos rotundamente a viajar. Vivíamos en nuestro microcosmos adolescente y no permitíamos que el recuerdo de la Selva lo invadiera. Nunca más volvimos. En los noventa volví a ver al hermano de mi mama, en Lima, más viejo, pero siempre con la misma calidez con que me trataba de chico. Nos saludamos efusivamente. 

Ahora con más de cincuenta años, el tiempo ha suavizado las incomodidades que pase. El conocer una cultura distinta enriquece y es cierto cuando dicen que en el Perú subsisten varias realidades. Pero más que nada fue conocer a gente siempre dispuesta a recibirte con los brazos abiertos, y sin prejuicios. Tal como son descriptos la gente del interior. Esas personas no se olvidarán jamás, siempre estarán en el recuerdo.

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Cultura peruana, Juaneco y su combo, Lima, Música, Perú, Tingo María
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