GIANCARLA DI LAURA

Despidiendo a José Antonio: Chalanas, Arco Iris y otras señales más

“Entre líneas, se puede ver el amor y la devoción hacia el acto de escribir, una actividad que para González Viaña no es solo un medio de expresión, sino una forma de vida.”

[La Tana Zurda]  Aún me embarga una profunda tristeza y nostalgia por no haber podido despedir en Lima a mi gran hermano del alma, José Antonio Mazzotti. Sin embargo, me siento orgullosa y reconfortada por la forma en que su familia y amigos cercanos en Lima le brindaron un adiós a la altura de lo que él hubiera querido. Fue una despedida que resonó con su espíritu: una chalana, que había sido previamente bautizada por su dueño con el nombre de su madre, Rosa Elvira, surcando las aguas del mar en la Costa Verde, con una puesta de sol y de lluvia que parecían invocar la presencia de los Incas, al reflejarse en los colores del arco iris. La imagen, mágica y espléndida, se desplegó en la mañana del sábado 4 de enero, un día que quedará grabado en mi memoria como una despedida que, a su manera, encapsuló la esencia de lo que José Antonio fue: inmenso, luminoso, indomable.

Quince personas, todas cercanas a José Antonio, salieron de su casa en La Aurora en Miraflores y se dirigieron en tres autos hacia el muelle de Chorrillos en la Costa Verde.

Llevaban consigo las cenizas de nuestro gran poeta, rumbo al Cementerio Marino, mientras un pájaro blanco los acompañaba en su viaje silencioso. En el aire, sonaban las notas de una canción que su viuda, Bárbara Corbett de Mazzotti, y su buen amigo, el poeta Manuel Liendo habían seleccionado para esa ocasión, las canciones favoritas de José Antonio: “Amigo” de Roberto Carlos y “Wish You Were Here”, de Pink Floyd, temas emblemáticos de la época en que José Antonio y Bárbara compartían su tiempo universitario. La melodía resonaba como un himno de despedida, como un suspiro nostálgico que rememoraba aquellos días dorados, mientras el paisaje urbano de Lima se desvanecía lentamente tras ellos.

En un instante de profunda intimidad, y mientras aún sostenía el sobre que contenía las cenizas de nuestro querido poeta, Bárbara hizo un llamado solemne. Uno por uno, los presentes se despidieron, abrazando ese sobre de cartón biodegradable que simbolizaba el cuerpo de José Antonio, arrojado ahora al vasto mar que tantas veces lo inspiró. Manuel Liendo, testigo de aquel acto tan significativo, compartió con nosotros el momento exacto: “Bárbara arrojó al mar el sobre, un intenso sol cayó sobre el mar y sobre nosotros. Un calmo Océano Pacífico, que hacía tan solo unos días había estado encrespado, recibía la enorme vastedad de nuestro querido hermano”. Fue un gesto de despedida que evocó no solo la grandeza de su ser, sino también la inmensidad de su legado, que se diluía en el océano, pero que jamás se perdería.

Así, con una ceremonia tan sencilla como profunda, le dieron el adiós que él merecía, un adiós acorde con la magnitud de su figura. José Antonio Mazzotti fue, sin lugar a dudas, uno de los más grandes poetas, académicos e investigadores que el Perú haya dado. Su obra brilló no solo en el ámbito de la poesía, sino también en la crítica literaria, en sus estudios sobre el Inca Garcilaso de la Vega y en su conocimiento profundo de la poesía mundial. Publicó más de una docena de poemarios y recibió premios y reconocimientos tanto a nivel nacional como internacional. Un hombre cuya huella era imposible de borrar, quien dejó una marca indeleble en cada disciplina que tocó.

Lo irónico, sin embargo, es que, en su propia tierra, Perú, muy pocos recuerdan o valoran adecuadamente su enorme aporte. A veces, resulta hasta cómico ver cómo los vacíos y las omisiones resaltan aún más la presencia de los grandes olvidados (destaco aquí el risible e inestable “olvido” de Pera en su reciente “In Memoriam. Literatos, artistas y promotores culturales fallecidos en 2024” de su suficientemente computado Vallejo and Company, con lo que demostró magistralmente algo que se hace palpable cada vez más para los autores y editores de, entre otros países, Chile, Argentina y España). No pueden callar la grandeza del intelecto de Mazzotti, ni la creatividad con la que diseñó e impulsó eventos culturales de gran magnitud. Es realmente grotesco cómo aquellos que siempre se presentan como advenedizos, dispuestos a traicionar por un poco de protagonismo, parecen ignorar la verdadera esencia de quienes realmente dejaron una huella profunda. Pero el hecho de que “algunes” alucinen ningunearlo solo resalta aún más su enorme valor, su capacidad para transformar y para seguir presente a pesar de todo.

José Antonio Mazzotti, una y mil veces, ¡siempre presente! Porque su legado es intocable, y sus palabras seguirán vibrando, no solo en las aguas que rodean la Costa Verde, sino en cada rincón del alma que lo conoció.

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Despedida, fraternidad, Literatura, poeta

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