¿Y le han comentado quiénes son los candidatos que hacen eso?
No. En líneas generales, los que más lo hacen son los de APP. Plata como cancha.
¿Qué otros ofrecimientos está haciéndole APP a Alto Trujillo en esta campaña?
El alcalde provincial de Trujillo [N. de R.: Rojas se refiere a José Ruiz, que se está postulando para ocupar nuevamente el cargo de alcalde] está subiendo por acá y lo ven todos los vecinos. Que sube a ofrecer la titulación o a ofrecer los proyectos de agua y desagüe. ¿Por qué no lo hicieron antes? Él es alcalde de Trujillo, se quedó en el puesto cuando Daniel Marcelo se fugó y hasta la fecha no lo pueden capturar. Si él hubiera trabajado acá, habría tenido mucho tiempo para que hagan esos proyectos. Pero en su desesperación de ganar votos está haciendo eso. En la pandemia, mucha gente de Alto Trujillo ha muerto por no tener agua ni para lavarse las manos, ni para tomar.
Y Juan Antonio Carranza, el candidato distrital de APP para El Porvenir [Alto Trujillo sigue siendo parte de dicho distrito], ¿también ha aparecido por la zona recientemente?
Sí. Él también ha sido regidor distrital como en 2 o 3 periodos y por Alto Trujillo no ha aparecido mucho. Como regidor, no ha hecho nada por beneficiar a los vecinos de la zona. El año pasado, se comprometió con un proyecto de pistas y veredas, en el barrio 3 del centro poblado. Se comprometió a ayudar a gestionar las pistas. Tenemos el acta firmada. Dijo que si no cumplía su palabra, renunciaba del cargo, pero no ha pasado nada.
¿Y le han increpado esta falta de su promesa cuando ha vuelto en campaña?
Ya no lo hemos increpado porque hemos llamado muchas veces al alcalde por teléfono y no ha contestado. Igual al señor Juan Carranza: lo hemos llamado un montón de veces, pero no ha contestado. Ellos no han cumplido con su promesa de pistas y veredas. Y ya se acaba el periodo de APP. Ojalá que el pueblo elija a otro alcalde que nos ayude con este tema de las pistas y veredas, hasta que Alto Trujillo sea distrito. Ahí recién nos independizaremos de El Porvenir y dejaremos de recibir migajas del presupuesto. Eso se necesita.
Este evento también contó con los testimonios de lideres que nos relataron la importancia de tener un negocio de este tipo porque así no permanecen alejados de sus familias, y gracias a Teoma trabajan juntos y como pareja se han podido fortalecer. Un caso importante es el de un chico de 27 años que gracias al plan de compensaciones en una quincena ha podido ganar 35 mil soles; son casos de personas que asumen la responsabilidad del negocio y que hacen realmente cosas extraordinarias con lo que tenemos.
Nos sigue haciendo falta un relato histórico literario que analice con rigor la presencia e importancia de los grupos literarios e intelectuales a lo largo de nuestra tradición. Son, ciertamente, muchos, ubicados especialmente en el siglo XX, nucleados alrededor de distintas causas: el indigenismo, diversos acentos de vanguardia, propuestas estético-sociales entre otras.
Los grupos, además de mostrar la producción individual de sus miembros, producen gran cantidad de otros textos, como manifiestos, que permiten no solamente explorar las razones íntimas de cada colectivo sino también constituyen puertas abiertas a la comprensión de su época.
Tengo en mis manos el libro Retratos y semblanzas del Grupo Norte, investigación y recopilación de materiales hecha por Elmer Robles Ortiz, docente trujillano de dilatada trayectoria. El Grupo Norte, al que pertenecieron entre otros Juan Espejo Asturrizaga, Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, César Vallejo y Víctor Raúl Haya de la Torre, se forma a mediados de 1915, aunque inicialmente el grupo es conocido como La Bohemia de Trujillo.
Posteriormente, en 1923, adoptaría el nombre de Grupo Norte y se mantendría activo hasta 1930. El grupo nucleó escritores, poetas y también artistas plásticos, como el destacado pintor Macedonio de La Torre o Julio Esquerre (Esquerriloff). El libro que ha construido Robles Ortiz es de gran utilidad, es una suerte de guía de viaje por el interior del grupo.
El primer capítulo reúne testimonios de los diversos miembros del grupo, textos cargados de nostalgia y algunas anécdotas de antología, como la que refiere Haya en una carta a Sánchez, cuando describe a Antenor Orrego diciéndole a Vallejo: “Óyeme César, porque tú eres incapaz de envanecerte: tú eres genio, yo te proclamo el genio de la poesía americana; y por eso sufrirás mucho (César Vallejo lloraba). Te proclamo yo, humildemente, sin que nadie nos oiga, aquí en Trujillo ¿Ves? Tú eres el poeta nuevo superando en una ruta estelar a Darío” (p.91).
En capítulo II reúne textos que abordan la recepción y acogida que tuvo el grupo entre sus contemporáneos. Poetas como Parra del Riego, que visitaron Trujillo y conocieron a los miembros del grupo, dejan valioso testimonio de ese encuentro. Felipe Cossío, José Carlos Mariátegui, Luis Alberto Sánchez, entre otros, analizan la trascendencia del grupo y enfatizan la lectura en una de sus figuras centrales: César Vallejo.
El capítulo III reúne diversas miradas críticas que intentan un balance en relación con la importancia y el legado del grupo. Eduardo Quirós Sánchez, razona sobre las influencias del grupo: “se nutrió con los ideales de la guerra de la independencia y la herencia de la ilustración” y trae “una nueva manera de expresar la realidad sin los patrones poco abandonados del modernismo y el postmodernismo” (p.248). En ese mismo capítulo, Marco Martos se refiere a Vallejo como el escritor “que mejor nos representa ante el mundo” (p.258).
El capítulo IV es una breve antología de poemas y discursos de los miembros del grupo: César Vallejo, Haya de la Torre, Óscar Imaña, Francisco Xandoval, Alcides Spelucín, Antenor Orrego, Carlos Manuel Cox, entre otros. Allí se lee, de Antenor Orrego: “Nosotros tenemos todavía una tarea por hacer, una tarea no realizada. En lo que se refiere a la Historia, todavía somos ignorantes de nuestra propia Historia” (p.313).
Finalmente, el capítulo V ofrece una selección de cartas de los miembros del grupo, cartas que de algún modo y a pesar de su registro íntimo, también nos dejan entrever el espíritu de Norte. Todas las epístolas resultan de interés, pero hay una, fechada en enero de 1938, que dirige Vallejo a Sánchez, en la que ofrece pormenores de la organización de la resistencia a la dictadura de Benavides desde Francia: “Querido Luis Alberto: Conforme a los deseos e instrucciones que acabo de recibir de Alcides y de Antenor, hemos iniciado aquí los trabajos encaminados al desarrollo de una enérgica campaña por las libertades en el Perú” (p.362). Cierra el volumen un anexo, con escritos varios, igualmente ilustrativos, como la defensa de las ideas de José Vasconcelos hecha por Orrego y otros miembros de Norte.
En suma, un volumen que nos invita a recorrer la historia y los personajes de uno de los momentos más interesantes de la literatura peruana, encarnada en la actuación de un grupo que fue un núcleo intelectual y creativo cuyo estudio Robles Ortiz nos facilita enormemente. Salud por eso.