No olvidemos tampoco los audios chuponeados a Lady Camones, voceada como candidata a presidir la mesa directiva, cuyas expresiones contra “Los Niños” de Acción Popular prácticamente la han desacreditado, zancadilla de su propia bancada, además. Todos los días escuchamos a un congresista optimista que quizá para tantear a la tribuna, se autoproclama candidato, pero de inmediato la furia opositora contraataca no solamente proponiendo otro candidato, sino despotricando del entusiasmado optimista. Así, solo le estamos dando más oxígeno a Castillo y colaborando al desprestigio del parlamento.
La conformación de una mesa directiva de consenso y sin extremos no solamente es vital para enrumbar las prioridades de la función parlamentaria y devolverle algo del prestigio que este poder del estado tenía en el pasado, sino que también podría ser la última mesa antes de la destitución de Castillo y Boluarte, por lo que él o la presidente del congreso asumiría las riendas del país durante la transición a nuevas elecciones.
De allí que la figura de la o el presidente del congreso debe ser consensuada no solamente por temas de acercamiento político, sino también, por las cualidades que se necesita de una persona que podría tomar las riendas del país en uno de los momentos más complicados de nuestra historia.
Su tarea como presidente de transición no solamente sería la de asegurar elecciones limpias y transparentes, sino también contar con una agenda clara para retomar el camino de la meritocracia en la función pública, reactivar la economía y la creación de empleo, brindar una mejor seguridad ciudadana, asistir a las poblaciones vulnerables de manera efectiva y a tiempo, y ser inflexible con la corrupción.
Es probablemente nuestra última oportunidad de defender la democracia porque el paso del tiempo juega en contra de las libertades. Así como “ La Ultima Cena “ marcó el camino del cristianismo, la última mesa directiva es nuestra esperanza de un nuevo amanecer, donde no puede caber, ningún Judas.
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