Economía

Con frecuencia se señala que los economistas somos malos haciendo proyecciones respecto de variables claves, como el tipo de cambio, la tasa de interés, etc. Parece que no acertamos una. Tanto es así que si usted revisa las proyecciones realizadas hace solo seis meses verá como fallaron. Y por ello muchos descalifican a la ciencia económica. Sin embargo, podríamos decir que la sismología también falla en sus proyecciones respecto de cuándo será el siguiente terremoto y no por eso deja de ser una ciencia. Veamos algunos puntos.

En primer lugar, la economía proyecta, no predice ni adivina. Esta diferencia es clave. La proyección se realiza asumiendo ciertos comportamientos esperados de otras variables. Es lo que los economistas llaman supuestos. Me explico. Supongamos que se desea proyectar el precio del dólar durante lo que queda de 2021. Para hacerlo el economista lo plantea así: si China sigue creciendo poco, el nuevo presidente asume una postura moderada y nuestro banco central mantiene sus objetivos de política monetaria y cambiaria, entonces podría esperarse determinada tendencia en el tipo de cambio. Demás está decir que si alguna de las suposiciones se altera en el camino, pues la proyección del tipo de cambio será otra. Nótese que el economista primero seleccionó aquellas variables que considera claves para la proyección y luego la realiza.

En segundo lugar, nadie conoce el futuro y por lo tanto no es posible saber con 100% de certeza qué es lo que va a ocurrir. Y eso es válido para cualquier ciencia. Entonces ¿qué hacemos? Pues ser conscientes que por muchas matemáticas y métodos de proyección que usemos no podemos ver el futuro. Ello no quita que las proyecciones sean útiles y esa es la clave. El problema no está en las proyecciones, sino en la forma como las usamos. Ellas deben tomarse como una referencia de ciertas tendencias, que en caso se mantengan ciertos escenarios de las que dependen, entonces aumenta la probabilidad de que efectivamente se cumplan.

Por esa razón, si usted junta a un grupo de economistas y les pregunta qué pasará con el precio del dólar, recibirá tantas respuestas como personas preguntadas. Y es que cada uno plantea suposiciones diferentes respecto de China, Estados Unidos, la situación política interna, etc.

De aquí no se sigue que las proyecciones no sirvan. Después de todo, todas las instituciones hacen planes estratégicos pensando en el futuro. Y los tienen que hacer porque deben tomar decisiones. Lo mejor es no aferrarse a una proyección determinada, sino referirse a rangos. Por ejemplo, en lugar de decir que el precio del dólar estará en 4.00 soles a finales de 2021, referirse a un rango y señalar algo así: “si la situación económica internacional se mantiene como se encuentra hoy y el presidente es moderado, entonces es más probable que el dólar fluctúe entre tanto y tanto”. También podría plantearse el asunto del siguiente modo: “desde mi punto de vista la guerra comercial entre Estados Unidos y China va a empeorar; ante eso China comprará menos metales a Perú y por ende entrarán menos dólares; el resultado será un tipo de cambio más alto”. Por eso cuánto más conozca cómo se proyectan otros aspectos que están fuera de la economía, entonces mejor será la proyección.

A veces olvidamos que la economía es una ciencia social y los enfoques multidisciplinarios tienden a brindar mejores resultados. La economía no tiene un laboratorio para experimentar, por lo que en muchos casos, estudiar la historia se convierte en la mejor alternativa.

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Carlos Parodi, Economía, Entendiendo de Economía, Proyección

Estamos atravesando un período de turbulencia política que no le hace bien a la economía. La incertidumbre genera postergaciones de compras e inversiones que desaceleran la reactivación y el aumento del empleo. Mientras tanto en regiones como Arequipa, se encuentran en una ola devastadora de contagios, por la que todos deberíamos estar preocupados.

Hoy más que nunca está claro que la política influye en la economía; no voy a caer en el deporte nacional de buscar culpables como si eso arreglara algo. Aquí no se trata de culpar a unos o a otros; el problema es que no confiamos en nadie ni en nada y en ese contexto es imposible que progresemos como sociedad.

Veamos a los países exitosos, entendiendo por exitosos aquellos que brindan altos niveles de bienestar a todos sus habitantes. Son países con alto nivel de confianza interpersonal. Entonces todo fluye. El gran reto que tenemos como sociedad es volver a confiar, si es que alguna vez lo hicimos.

Lo que pasa es que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta. Y esa realidad se caracteriza por una desconfianza casi total. Entonces nos dedicamos a insultar y agredir a todos aquellos que piensan diferente. No somos una sociedad deliberante, en la que el debate alturado y basado en evidencia empírica nos lleve a lo más cercano a la verdad. La mitad quiere convencer a la otra mitad y si no lo logra, entonces la insulta.  No nos damos cuenta que así nos alejamos más unos de otros.

La cooperación puede hacer en economía que 2 más 2 sea 5. El conflicto hace que la misma suma sea 3. Vean como funcionan las sociedades con alta calidad de vida. Funcionan tanto el mercado como el estado, tanto el sector privado como el público. ¿Cómo así? Pues el mercado produce riqueza y beneficia directamente a través de buenos empleos a aquellos que tuvieron la suerte de estudiar, entre otras ventajas que les brindó la lotería de la vida. El estado cobra impuestos y con el dinero invierte en aquellos que no se pueden integrar tan fácilmente al mercado, a través de una educación de calidad, salud de primer nivel, seguridad ciudadana, acceso a agua potable y desagüe, etc. Son sociedades libres de corrupción. No se busca lograr cosas con trampa, sino se espera el turno. Son estados que usan bien el dinero que tienen en beneficio de todos.

Nuestra pregunta creo que tendría que ser, ¿cómo hacemos para que el entorno dentro del cual funciona la economía sea conducente a elevar el bienestar? Cada cinco años creemos que lo logramos en una en elección, para luego desilusionarnos. Los mismos que apoyaron a la persona que ganó se le voltean. Es historia vieja. Para desarrollar debemos crecer y reformar, pero por encima de todo, volver a confiar.

Lo que rodea a la economía es tan importante como la economía misma. Necesitamos mejores instituciones y aumentar el capital social, que simplemente se refiere a la confianza, tanto interpersonal como a aquella que tenemos en nuestras instituciones. Es urgente volver a creer para volver a crecer.

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Carlos Parodi, Desconfianza, Economía, Entendiendo de Economía, Incertidumbre

Corresponde al gobierno de Pedro Castillo empezar a revertir lo que llamo la degeneratividad de la economía peruana, que se origina, como la mayoría de nuestros males históricos, en la el proceso colonial, cuando lograron hacernos sentir inferiores, y por ello añorar el destino material ajeno sin considerar nuestro territorio y demografía. Degenerativo, en medicina, es aquella situación en la que un cuerpo empeora constante e incrementalmente – en algún momento de modo irreversible – a causa de exponerlo a contextos y hábitos reiterativos que violentan su sistema inmunológico, que son sus capacidades adaptativas frente a los peligros virales y ambientales del entorno, las fuerzas que lo regresan al equilibrio vital. El cáncer, la diabetes, el lupus, y muchas otras, son padecimientos de este tipo.

El sistema inmunológico de toda economía es su matriz y capacidad productiva, porque de ella depende su nivel del empleo y su interacción con el mundo. En el equilibrio más adecuado, tendremos cantidad y calidad suficientes de puestos de trabajo, de modo sostenible en el tiempo y según el patrón cultural de cada contexto.

Nuestra economía republicana es degenerativa porque siempre hemos pretendido un capitalismo occidental para el que no tenemos las condiciones territoriales e insumos necesarios. No sólo fracasamos en todos los intentos, sino que deterioramos – cada vez más – lo más importante de nuestra inmunología, lo único que puede aspirar a buen, cuantioso y sostenido empleo: la manufactura y la economía rural. A la primera se le deja a su suerte en un mercado que la aniquila, o se le quiere poner en una velocidad competitiva que le resulta inviable. A la segunda siempre se le ha visto como atraso disfuncional o geografía para grandes negocios, y codiciado como mano de obra barata. Nuestro equilibrio óptimo de bienestar depende de cuánto logremos revalorar y desarrollar estos dos sectores, no de descollar en exportación de materias primas, construcción o servicios de telecomunicaciones, que son negocios multimillonarios pero dan empleo de calidad a muy pocos. La historia es bastante elocuente, incluso cuando en este espacio no se pueda ser muy prolijo.

La economía que éramos, entre 1821 y 1850, da cuenta de lo lejos que andábamos de un capitalismo básico, con industria localizada en el Perú y trabajadores civiles asalariados. Y también hace notar cómo malentendíamos nuestro territorio y subestimábamos nuestra economía rural. En ambos está el germen de la futura degeneratividad. Tras 20 años de guerra y en crisis de  comercio exterior debido al nuevo protagonismo exportador del virreinato del Río de La Plata, éramos un país pobre, en general deteriorado, y con muchos de sus grandes comerciantes recién expulsados. No hay instituciones económicas para entonces: el sistema monetario es caótico e insuficiente, y no tenemos bancos sino prestamistas informales. El Estado recauda muy poco y el sistema judicial está abandonado y sin normativa vigente. El territorio nacional tiene aglomeraciones muy pequeñas y bastante desintegradas, porque en la costa hay dificultades para el uso de la rueda en tramos largos, el transporte marino es mínimo y hay un solo puerto. Pese a ser el 80% de la población (1.6 millones), la sierra está casi desvinculada del llano costero, debido a las dificultades de su geografía para el acceso y el transporte no animal. La selva no pasa del 4% y está casi absolutamente aislada. La costa es el resto.

Sobre esta evidente insuficiencia, se forman dos economías: un mercado urbano (comercial y primario-exportador), y las actividades agropecuarias de las comunidades rurales, que son el 61% de habitantes del país. El primero es una reducida red de medio millón de peruanos, cuya élite social – de consumo importado – alcanza a 160 mil personas (el 10% blanco de la población). El resto urbano es pobre y apenas posee de monedas, por lo que vive del trueque. No hay dinero ni conocimientos para la inversión industrial, ni hay volumen poblacional para una buena demanda demanda. Tampoco capacidades: no más del 20% de la población es alfabeta. Tres circuitos desconectados conforman esta dinámica: el de Lima – Costa Norte de entonces débil agro-exportación (tenemos permanente déficit en balanza de pagos) y sistema hacendario; el de Lima – Cerro de Pasco de minería argéntea y comercios de comida, ganado, lana y aguardiente, y el de la sierra sur, que interactúa con Bolivia e incluye a Puno, Cusco y Arequipa, vinculados por los negocios de lana, ganado, obrajes textiles y sastrerías. En estos dos últimos circuitos participan algunos latifundios poco productivos, abandonados en la guerra previa. La mano de obra es esclava o yanacona (sirviente) en todos los casos. La segunda y mayoritaria economía de nuestra post-independencia es la de las comunidades rurales, que son auto-suficientes, sólo comercian para conseguir monedas y poder tributar (algunas lo hacen con fines de acumulación), y se abastecen en ferias del trueque. Estas,  desde el principio, son vistas como una rémora para el progreso y un desperdicio frente a las necesidades urbanas de mano de obra. Y como el orden criollo no puede tomar sus territorios (casi siempre en lejanas y escarpadas alturas) o traerlos, decide olvidarlos. Todos asumieron – y asumen – rezago e irracionalidad ahí, porque no entienden que la riqueza de ellos era – y es – la sostenibilidad y la calidad de vida a partir de la cooperación, el naturalismo y el genio tecnológico.

Tan lejos estábamos de lo que se añoraba (capitalismo industrial), que debieron pasar 100 años para que empezáramos a cerrar el último de nuestros pendientes frente al anhelo de un mercado industrial a la manera europea: dejar las semi-esclavitudes y consolidar una clase obrera asalariada y con mínimos derechos. Lo empezábamos a hacer en 1930, luego de un largo siglo XIX, donde aumenta la población pero casi no se mueven los porcentajes demográfico-territoriales, incluido el de las comunidades rurales, que siguen aisladas en lo fundamental, sin interés alguno en romper dicha insularidad. La aproximación conservadora al tema y los lamentos racistas por falta de mano de obra (resuelta con esclavitud extranjera) seguirán en pie y promoverán tres décadas de decididas políticas de expansión poblacional. La estatalidad y la infraestructura habrán dado grandes saltos a partir de la falaz prosperidad guanera, así como habrán avanzado la institucionalidad económica y financiera, lo que facilita que la consolidación, a finales del siglo XIX, de un mercado industrial textil y de alimentos (con obreros muy explotados), estimulado por una importante diversificación primario-exportadora que potencia nuestra oferta a la región y dinamiza el mercado peruano a través del consumo de los sectores empresariales entonces favorecidos. Así, este crecimiento manufacturero tendrá una caída a inicios del siglo XX, y se recompondrá para crecer significativamente hasta 1929, año del crack y de un nuevo declive exportador. En adelante, todos nuestros esforzados procesos de industrialización se apoyarán en los ciclos exportadores y se harán dependientes de ellos. Es la dependencia de las materias primas, que siempre son cíclicas.

En los próximos veinte años – hasta 1950 – pasarán tres cosas muy determinantes, que le cambiarán el rostro al país: aumenta la población significativamente (por primera vez pasamos los 6 millones que éramos en 1535) y ya no se puede hablar de escasez de mano de obra. Se consolidan un conjunto de derechos laborales que los obreros venían disputando desde inicios de siglo, lo que es altamente difundido en el sector industrial (no así en las haciendas o minas). Y se inicia el gran progreso migratorio sierra-costa de mediados del siglo XX, producto de una severa escasez de tierras cultivables por aumento demográfico, y a la publicidad cultural de occidente que ahora llega a través de los medios masivos (primero la radio y luego la televisión). Así, el país entró a lo que Matos Mar llamó desborde popular, y nuestro pequeño mercado industrial, que siempre quiso al campesino como masa obrera, tuvo lo que tanto buscó, pero en incontrolable exceso.

La estadística oficial de esos años ya permite observar su precariedad industrial, que luego será degenerativa. No hubo mejoras salariales entre 1930 y 1940. Entre dichos años, la industria produce el 17% del consumo interno y conforma el 14.5% de la PEA, que era de 4 millones y tiene un desempleo de 38.5%. Dado el contexto, es razonable esperar un considerable sub-empleo obrero y general. Estos porcentajes productivos y laborales no cambian para 1950, aunque la población y la PEA se elevan, por lo que ya puede verse degeneratividad en la economía peruana, al menos a nivel de calidad laboral (algunos calculan un subempleo de 10%, otros de 25%). No puede asegurarse que sin explosión migratoria igual habría llegado el proceso regresivo a nuestra economía, pero tampoco puede descartarse, porque hasta antes de 1930 nuestro modesto mercado urbano estaba muy lejos de penetrar siquiera su propio territorio, cada vez más poblado. Y aunque faltan datos para observar el aumento de las brechas productivas y tecnológicas con respecto a las economías desarrolladas, sí se puede deducir la dimensión de éstas, muy fácilmente: mientras el Perú sigue arrastrando – y ve cada vez más lejos – el pendiente de formar un mercado industrial mínimamente inclusivo (así sea con empresarios extranjeros y productos de poco valor agregado), Estados Unidos produce el 27% de los bienes de consumo y el 52% de la maquinaria que utiliza el mundo industrial. Ni el capitalismo exportador es de todos por naturaleza (al contrario), ni estamos hechos para competirles en su reino. Nuestra riqueza es otra. Mientras tanto, hasta 1950, la economía de las comunidades rurales entra sigue abandonada por el Estado y se reduce por la crisis de tierras, pero está a leguas de desaparecer y sigue ocupando la mayor parte del suelo andino. Hasta hoy.

A partir de 1952, y producto de un nuevo auge primario-exportador, empezará el más importante ciclo de crecimiento de industrial de nuestra economía, que extenderá e intensificará hasta 1975, gracias a las gestiones desarrollistas de Fernando Belaunde y, sobre todo, de Juan Velasco Alvarado, quienes reciben la influencia del cepalismo latinoamericano y ponen en marcha un proceso de sustitución de importaciones, fomento y protección arancelaria en favor nuestro desarrollo industrial. El segundo, además, llevó a cabo la reforma agraria, luego de siglo y medio de negación e infamia. Por primera vez en la historia un gobierno peruano razona con la suficiente autonomía y nacionalismo, considerando nuestra realidad histórica y territorial: es evidente que nuestras carencias como economía capitalista nos obligan a unirnos, y es claro que debemos dar al mundo rural y agropecuario el auspicioso lugar que le corresponde en nuestro desarrollo. Sin embargo, no basta con ello para detener la degeneratividad.

Los muy buenos resultados del proceso industrializador son innegables: de 1954 a 1975, la manufactura pasa del 12.8% al 21.4% como generador del PBI, siendo el sector de mayor crecimiento en la economía peruana y elevando considerablemente la ocupación obrera de calidad. Sin embargo, en 1972 nuestro mercado laboral tiene un sub-empleo de 44.2%, cerca del doble de lo que teníamos 20 años atrás. El rezago de partida y nuestra demografía dificultan detener la degeneratividad, con mayor razón en breves 16 años.

Pese a sus logros, el modelo sustitutivo hace crisis porque, una vez más, se pretende lo que no tenemos, esta vez en grado y velocidad: no sólo se fomenta y protege la manufactura nacional, sino que se incentiva la demanda en exceso y con montos insostenibles –  que provienen de la siempre cíclica bonanza primario-exportadora -, así como se esperan saltos tecnológicos imposibles en nuestros cortos plazos de alto comercio exterior. Se apunta a cosechar grandes resultados y casi de inmediato, sin sacrificio ofrecer de ninguna de las partes. Se pacta un beneficio mutuo entre el Estado, los empresarios y los trabajadores, sin ver que  ese paraíso cuesta mucho más que lo que puede cubrir cualquiera de nuestros periodos de altos ingresos exportadores, que nos resulta impagable. Al punto de agotar rápidamente la capacidad productiva del país, lo que implica escasez e inflación.

La realidad habla, nos aterriza: sí debemos unirnos y protegernos para industrializarnos, pero no debemos incentivar excesivamente nuestra velocidad buscando niveles productivos y progresos tecnológicos tan distantes que nos descompensan estructuralmente, lo que a larga eleva nuestra degeneratividad. Para que nuestra manufactura crezca y genere empleo suficiente y sostenible, los empresarios deben apostar por el mercado industrial y nacional aunque ganen menos, y los peruanos debemos consumir los productos que somos capaces de producir. Y desde ese inevitable esfuerzo colectivo debemos crecer con músculo. No hay duda de que nuestras brechas tecnológicas, con respecto al mundo capitalista desarrollado, siguieron ensanchándose: mientras en el Perú la industrialización velasquista es políticamente derrotada, y no logra mejorar-elevar su  producción de maquinarias fordistas (la clásica fábrica de tecnología pesada), Estados Unidos y otros pocos están dejando ese mercado e ingresando a la revolución informática, propia del siglo XXI. Hoy son, para nosotros, literalmente inalcanzables, salvo escenarios teóricos. Y varios estudios indican que las diferencias no han parado de crecer desde la década de 1970. La reforma agraria, por su parte, fue justiciera, pero tuvo un esquema de cooperativismo capitalista occidental que nunca logró sus resultados, y nunca pudo dialogar con las comunidades rurales, dejándolas en última prioridad operativa.

La manifactura local tendrá un estancamiento hasta 1990. A la mitad, en 1980, la economía seguirá degenerando, con un subempleo que llega al 51.2%. Cabe destacar que todas las gestiones de este lapso – con idas y venidas, ortodoxias y heterodoxias – enfrentaron sus crisis macro-económicas evitando, en lo posible, desmantelar el aparato industrial y la políticas progresistas que las sostenían. Se sabía que había ahí empleo de calidad y posibilidad de hacerlo crecer. Nuestro trato de gobierno con la sierra sí vuelve a su ánimo habitual: las comunidades rurales son el grupo social peruano que recibe la mayor violencia terrorista de esos años, subversiva y de Estado.

El descalabro del gobierno pro-mercado interno de Alan García, más irresponsable que ninguno en cuanto a velocidad, permitió al régimen autoritario de Alberto Fujimori (hoy preso) vendernos el cuento de la globalización y el emprendimiento, y desmantelar la industria nacional, eliminando toda posibilidad de fomento en su favor, y quitando todo el apoyo arancelario que pudo. Esto, sumado a la flexibilidad laboral, es el escenario ideal para el mundo desarrollado al que importamos todo, y la riqueza segura del empresariado nacional-internacional que no nos conviene, porque no es intensivo en empleo de calidad, además de ser históricamente abusivo, predatorio y ladrón. Nadie ha cambiado ese esquema durante dos décadas. Antes de la crisis, nuestro sub-empleo era de 72%, hoy debe haber un 80% de peruanos dispuestos a ser sobre-explotados cuando termine la pandemia, y a ganar menos de sueldo mínimo. Nuestra  manufactura actual produce alrededor del 13% del PBI, cifra similar a la del periodo previo al auge industrial velasquista. Nuevamente no es necesario ponerle cifras exactas al aumento de las brechas productivas y tecnológicas frente al primer mundo, basta observar que mientras el 65% de nuestras unidades productivas son micro-empresas de subsistencia (muy precarias y de vida breve), y que nuestra mejor manufactura apenas vende al mundo productos de escaso valor agregado, las economías avanzadas exportan nano-tecnología, meteóricas unidades de transporte o productos muy baratos que boicotean a nuestros débiles manufactureros. ¿Hasta dónde debemos degenerar para darnos cuenta de nuestra enfermedad y cortar sus causas?

Las comunidades rurales, que hoy son el 35% de la población y ocupan la mitad del territorio nacional, no sólo están abandonadas por el Estado, sino que permanentemente se les busca debilitar en términos legales, con fines de facilitar inversiones millonarias cuyos tipos de producción las extinguen. No son pocas las voces del mundo avanzado que vienen diciendo que ahí está la sostenibilidad del planeta, lo que implicará ventaja geopolítica a nuestro favor, alta calidad de vida y soberanía, siempre que reconozcamos, protejamos e incorporemos dichos espacios a nuestros proyectos de desarrollo económico. Es posible, pero es imperativo hacerlo respetando sus patrones productivos y velocidades. No necesitamos competir con el mundo, menos crecer con vértigo e insalubridad social. Necesitamos avanzar en calidad de vida y empleo digno, para todos.

Hay un velo que no nos deja ver nuestra degeneratividad, que ha sido tejido durante siglos por quienes lo usufructúan. Por eso la mitad del país votó el domingo por Keiko Fujimori, cuando es manifiesto que Pedro Castillo se acerca mucho más a lo que necesita nuestra historia y nuestro territorio. Pero él no está solo, ni conviene que así sea, porque sólo la convicción mayoritaria logrará verdaderos y duraderos cambios. Es momento de plantear y discutir nuevos valores, y de aspirar a los modelos que de ahí se deriven.

** Los datos y hechos fácticos, hasta la década de 1950, han sido tomados de la bibliografía de Carlos Contreras, escrita o editada (varios autores) por él. Un par de cifras provienen de estudios de la CEPAL. Entre 1960 y hoy, las referencias son Félix Jiménez, Francisco Verdera y Jan Lust.

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Economía, Elecciones 2021, Pedro Castillo

En las últimas semanas se discute mucho el modelo, pero, ¿todos tenemos claro qué es un modelo? Imagine usted que observa una maqueta de un edificio que se va a construir. Observamos cómo se verá el edificio y sus aspectos generales, pero no vemos las cañerías, los cables de energía eléctrica, etc.

Supongamos ahora que quiere realizar un viaje de Cusco a Apurímac. Tiene un plano para no perderse. Lo que no ve en el modelo son los detalles, como los restaurantes que hay en el camino, ni aquellas partes en los que la pista está en mal estado. Por lo tanto, un modelo es una simplificación de la realidad. ¿Qué pasaría si se construye el edificio, pero se hace mal el cableado?; ¿significa eso que tiene que derrumbar el edificio para hacer una nueva maqueta y construirlo otra vez? No, solo tendrá que arreglar el cableado. Tampoco va a descartar el plano de su viaje porque no aparecen los huecos en la carretera.

Igual pasa con la economía. Nadie duda de que todos los modelos se pueden mejorar. La disyuntiva hoy es la siguiente: ¿derrumbamos toda la economía para construirla otra vez o corregimos lo que está mal? El primer camino es la solución radical que, por ejemplo, se aplicó en Venezuela desde 1998; el segundo es reformar lo que está mal.

Todos los modelos económicos tienen cimientos e implicancias. Los cimientos son dos: la estabilidad monetaria con un Banco Central independiente y que mantenga a raya la inflación y el manejo responsable de las finanzas públicas. Esto último es clave. Manejar los ingresos y gastos del gobierno es igual a cómo usted maneja sus ingresos y gastos. Trata de hacer todo lo posible para que los gastos se ajusten a los ingresos. Los que no lo hacen y gastan mucho por encima de los ingresos y mantienen este comportamiento de manera indefinida entran en problemas. Ser responsable es evitarlos.

Los cimientos son una parte, pues sobre ellos aplicamos el modelo. Si el edificio que queremos construir no tiene buenos cimientos, no tiene sentido hacerlo. Por lo tanto, los cimientos tienen que quedarse al margen de lo que haga después. En las últimas décadas, el gran problema ha sido que se ha intentado aplicar en un contexto de altos niveles de corrupción y baja calidad de gasto del Estado. Sin ninguna duda que eso hay que corregirlo. Esto pasa porque los modelos económicos tienen dos componentes: mercado y Estado.

¿Cuánto dinero se ha desviado en las últimas décadas por corrupción? Tomen el ejemplo de Odebrecht. ¿Cuántas películas hemos visto en las que por ahorrar se usan cables no adecuados y se producen incendios que hacen mucho daño? Perú tiene buenos cimientos. El problema es que no se han reflejado en el bienestar de todos. Y eso hay que corregirlo a través de reformas. Considero que destruir la maqueta o decir que no sirve porque el constructor fue un corrupto o porque no pensó en que sin un buen sistema de cañerías no llegaría agua a todos es un error.

Sin un Estado que cumpla con su función de igualar oportunidades para todos y que coloque a todos en el mismo punto de partida y sin un mercado que privilegie solo a aquellos que tienen contactos con funcionarios, nada funcionará. Si no lo creen, miren en qué se parecen los países con mayor calidad de vida.

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Carlos Parodi, Economía, Entendiendo de Economía

Cierre de brechas sociales, crecimiento económico y un castillo de naipes que se derrumba al primer soplido técnico. No te pierdas la videocolumna de Alexandra Ames La Caja Negra.

 

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Economía, Elecciones 2021, Pedro Castillo

En primer lugar, las personas, empresas y gobiernos toman decisiones, sean buenas o malas, acertadas o no, pero no hay duda de que deciden. Lo hacen porque tienen algún objetivo, sea este personal, grupal o de cualquier índole y al hacerlo, comparan los beneficios y los costos de cada decisión. Por ejemplo, si alguien quiere pasarse un semáforo en rojo, compara los beneficios (avanzo más rápido) con los costos (es poco probable que me ampayen o si lo hacen, lo arreglo).

En segundo lugar, todo lo anterior ocurre porque una característica central de la economía es el reconocimiento de que los recursos son escasos. No podemos hacer todo al mismo tiempo. Si tenemos una determinada cantidad de dinero, usarla en una alternativa significa dejar de hacerlo en otra. Si el gobierno decide gastar más en digamos, salud, tendrá que sacrificar dinero que iba a ser usado en seguridad ciudadana, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con cualquiera de nosotros.

 

En tercer lugar y como consecuencia, a lo largo de nuestras vidas, sea desde el punto de vista familiar o laboral, lo cierto es que enfrentamos disyuntivas y tenemos que escoger por alguna de ellas y en esto no hay discusión. Podemos discrepar en por qué elegir una opción sobre otra, pero no en el hecho de que tenemos que escoger.

 

En cuarto lugar, el dinero no crece en los árboles. Los gastos se financian con ingresos; lo mismo es válido para una familia, una empresa o un gobierno. Supongamos que está pensando en que el gobierno debe aumentar los sueldos de todos los funcionarios públicos. Suena bien para todos aquellos que trabajan en el Estado.  Pero, ¿de dónde saldrá el dinero? Es muy fácil decir que hay que gastar sin que se explique de dónde sale el dinero. Cualquier propuesta que no cuente con esa información es un deseo, pero no una propuesta seria. ¿A quién le están quitando el dinero para aumentar los sueldos? Si el dinero sale de deuda, entonces tengamos claro que mañana pagaremos más por concepto de impuestos para poder financiar ese gasto de hoy. El populismo, en economía, significa no entender que la economía tiene límites. No es posible gastar por encima de los ingresos de manera indefinida. No entiendo la razón por la cual muchos piensan que el dinero es infinito.

 

En quinto lugar, el costo de oportunidad es el costo de la mejor alternativa dejada de lado y está presente en toda decisión. Veamos un ejemplo. Si el gobierno decide gastar, por ejemplo, en aumentar los recursos para la seguridad ciudadana,  entonces se tendrá que reducir el gasto en otros rubros, por ejemplo, vacunas o educación.

 

En sexto lugar, las decisiones deben tomarse sobre la base de evidencia empírica. De lo contrario, son solo opiniones. Y todos podemos opinar lo que nos plazca en cualquier área. Siempre que escuchemos propuestas, debemos hacernos dos preguntas: ¿quién paga?, ¿cuáles son los efectos no visibles de cada decisión?

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Carlos Parodi, Economía, Economista

En materia económica, los candidatos que finalmente disputarán la segunda vuelta en las elecciones presidenciales, Keiko Fujimori y Pedro Castillo, se encuentran en posiciones totalmente opuestas. Mientras que la lideresa de Fuerza Popular defiende la Constitución aprobada durante el Gobierno de su padre, su rival del partido Perú Libre plantea cambiarla en una Asamblea Constituyente, que se convocaría por referéndum.

 

En conversación con sudaca.pe, Roberto Chang, profesor de Economía de la Universidad de Rutgers (New Jersey) y uno de los macroeconomistas más respetados en los círculos académicos norteamericanos, hizo un balance de las propuestas de ambos candidatos y consideró que las de Perú Libre resultan las más preocupantes para el manejo económico del país.

 

El candidato Pedro Castillo plantea un cambio de la Constitución, ¿cómo podría afectar esto a la economía?

 

Creo que considerar un cambio no es malo en general, pero el problema es qué tipo de cambio proponemos. Leyendo los planes de Gobierno, las propuestas que hace el candidato Castillo, tanto en lo económico, como en lo político y social, son propuestas sumamente preocupantes. El plan de Gobierno Perú Libre dice que veamos a los países vecinos (Ecuador y Bolivia) y ese es un ejemplo muy preocupante.

 

Cuando se habla de nacionalizar los recursos extractivos, ¿cómo les ha ido a estos países?

 

En Ecuador no se nacionalizó en el sentido de tomar el control de la propiedad, pero básicamente se expropió parte de las utilidades. Bolivia sí nacionalizó compañías de hidrocarburos. En ambos casos se puede decir que se forzó un cambio en el reparto de ganancias, pero los caminos han sido diferentes.

 

¿En qué sentido se diferencian?

 

A Bolivia le ha ido mucho mejor que a Ecuador. Ecuador usó los recursos que ganó con estas renegociaciones forzadas, el repudio de la deuda externa y el precio alto del petróleo para una expansión del gasto fiscal corriente, sin mirar al futuro. Al gobierno de Correa le fue bastante bien el 2014 y cuando el precio del petróleo se fue al hoyo, el Gobierno colapsó. En los últimos años les ha ido muy mal.

 

El otro ejemplo es Bolivia…

 

Bolivia mantuvo una posición mucho más prudente. Sí hubo una nacionalización y eso les ha costado en términos de tener poca inversión extranjera. En el manejo macroeconómico han ahorrado más recursos, de tal manera que cuando cayó el precio del gas, el Gobierno tuvo recursos para aliviar ese bajón, pero ahora se están preguntando de dónde vendrá el crecimiento de los próximos años.

 

Si un eventual Gobierno de Perú Libre hiciera cambios a las ganancias de las empresas mineras, ¿todavía serían viables sus operaciones?

 

Todo depende de qué reglas sean. Si se trata de expropiar, en el corto plazo, el país va a seguir produciendo el cobre, la plata porque son inversiones iniciadas, pero se va a notar en el mediano plazo porque las inversiones paran. El tema también sería, ¿qué se hará con el dinero recaudado? En estos momentos, el problema no es un poco acceso a recursos financieros. Ese sería un diagnóstico totalmente incorrecto. Mucho de lo que dicen de los países que nacionalizaron sus recursos naturales son versiones bastante tendenciosas. Es una narrativa falsa desde mi punto de vista.

 

¿A qué se refiere con el costo de las expropiaciones a largo plazo?

 

En el mediano plazo, el problema es que se tiene que convencer de que se hizo solo una vez, pero no se volverá a hacer, ¿quién te cree? Es el problema actual de Bolivia y Ecuador. El gran problema de las nacionalizaciones es que es cortoplacista, es una estrategia miope que durará 5 o 10 años, con suerte.

 

Por el lado de Keiko, no hay mayores cambios, ¿o sí?

 

La propuesta de ella es más en el sentido de complementar el modelo económico con temas de distribución y programas sociales. Más énfasis en distribuir más ampliamente. El problema de Keiko es más político. Creo que no hay duda de que el modelo ha contribuido mucho a la prosperidad en los últimos 20 años. Claro que hay problemas que persisten, no ha sido perfecto.

 

¿Qué cambios se pueden hacer al modelo para que responda a la población más perjudicada con la pandemia?

 

La respuesta correcta es tratar de recobrar el empleo. El empleo ha sufrido mucho. El modelo tiene sus debilidades y eso ha permitido la persistencia de un alto grado de informalidad, incluso antes de la pandemia era entre 60% y 70% de la fuerza laboral, y eso ha sido inaceptable. Creo que el Gobierno que entrase debería tener un acuerdo nacional con todos los sectores. Es posible, sí. Si es políticamente esperable, no soy tan optimista.

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Economía, Economista, Roberto Chang

“Luego de las elecciones del último domingo, y siendo evidente que la segunda vuelta se realizará entre un candidato “antimercado” y una “promercado”, primará la incertidumbre en los agentes económicos del país, al menos hasta el domingo 6 de junio, que volvamos a las urnas”, aseguró Jorge Carrillo Acosta, experto en finanzas y profesor de Pacífico Business School, al comentar una muy posible segunda vuelta entre los candidatos Pedro Castillo (Perú Libre) y Keiko Fujimori (Fuerza Popular), quienes al 95% de actas procesadas por la ONPE, ocupaban los dos primeros lugares de las preferencias electorales.

 

Para Carrillo Acosta, los efectos económicos se verán reflejados en la inestabilidad del dólar -según las futuras encuestas- y que las empresas dejarán en stand by futuros proyectos o inversiones a la expectativa de quién sea el nuevo presidente o nueva mandataria para el periodo 2021-2026.

 

El dólar, por ejemplo, el último lunes inició la jornada con una tendencia al alza y se ubicó en S/. 3.69 para cerrar el día con S/. 3.62. Para el martes 13, abrió con un S/ 3.62 a nivel interbancario.

 

Un billete volátil

“El dólar tendrá muchas fluctuaciones y lamentablemente lo que digan las encuestas con el candidato que tenga mayores posibilidades de ganar va a definir un poco cómo se moverá el tipo de cambio”, explica Carrillo Acosta. “Si al señor Castillo las encuestas lo favorecen, es muy probable que el tipo de cambio suba. Y al revés, si la señora Fujimori, tiene las preferencias, es muy probable que baje. Pero cada error que comentan ellos va a mover el tipo de cambio, por lo que desde ahora hasta las próximas ocho semanas el dólar fluctuará mucho”, señaló el experto, quien precisó que ayer lunes el Banco Central de Reserva (BCR) salió a vender dólares para controlar un poco el alza del billete verde, lo que provocó una subida moderada, no tan brusca y que luego volviera a sus niveles iniciales.

Suspenderán nuevas contrataciones

Para Carrillo Acosta, muchas empresas suspenderán la contratación de nuevo personal y, en general, los planes de inversión de las organizaciones y de las personas también se frenarán. “Cuando hay mucha incertidumbre como la que tendremos las próximas ocho semanas, las empresas y las personas prefieren aguantar un poco sus inversiones”, señala, al explicar que, si una compañía pensaba abrir un segundo local, tal vez -y de momento- ya no lo haga. Lo mismo sucedería con una persona que pensaba comprar un inmueble, quizás se aguante un poco.

 

“Las empresas prefieren ver cómo se vislumbra el panorama, para ver quién finalmente gane y con qué condiciones contará su mercado en los próximos meses o años. Por lo tanto, al frenarse la inversión, también frena las contrataciones de gente, a todo nivel. Tanto para las grandes empresas como para las Mypes. Eso se verá a todo nivel”, señala.

 

Además, asegura, que muchas personas podrían reducir sus consumos privados, priorizando el ahorro.

 

¿Las Mypes se verán afectadas ante la incertidumbre política?

“El microempresario suele ser un poco más resistente que la empresa mediana o grande con los temas políticos. De pronto siente que esto no le afecta tanto y sigue en su marcha. Creo que el efecto será menor que en la gran corporación, o la mediana. Los microempresarios apuestan a lo seguro. Ellos no paran tanto como sí frenarán las más grandes”.

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Economía, Elecciones 2021

Alfredo Thorne, director principal de Thorne & Associates, analizó los planes de gobierno de los candidatos: Lescano, López Aliaga, Forsyth, Fujimori y Mendoza. ¿Qué dice el ex ministro de economía del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski sobre las propuestas de los presidenciables?

 

¿Cómo analizan los planes de gobierno -y en especial los planes económicos- de los candidatos presidenciales que encabezan las encuestas?

Los planes de gobierno se han convertido en instrumentos para atraer votos. Más que planes de gobierno, suenan a deseos para captar votantes. No necesariamente son planes que se podrían ejecutar en la práctica.

 

El candidato Lescano, por ejemplo, propone impulsar la formalización de las empresas, inversión pública para generar 5 millones de empleos y el fortalecimiento de las mypes pero sin dar las fórmulas.

Son propuestas en que, supuestamente, el gasto gubernamental es el que va a generar mayor bienestar. Pero es bastante conocido que el Estado no genera bienestar. El Estado reduce la pobreza, ayuda a reducir la informalidad, pero no genera bienestar, no genera mayor productividad.

Cuando el señor Lescano plantea el fortalecimiento de las Mypes, solito se contradice. Señala: “Voy a promover las Mypes”. Y gran parte de la promoción viene por parte del Estado, pero poco ataca el problema central de las medianas  y microempresas que son: trabajadores de muy bajos ingresos, con baja productividad y con alta rotación. Se olvida que durante la pandemia los trabajadores de las Mypes han reducido sus ingresos en un 30%. Hay que atacar el corazón de las Mypes y de la informalidad, y eso está ausente.

 

Algunos candidatos plantean desglobalizar la economía peruana para priorizar la producción nacional y que el BCR regule las tasas y las comisiones del sistema financiero.

Este tema del nacionalismo es consistente en las propuestas de Lescano, Forsyth y es más fuerte en Verónica Mendoza, cuando ella dice que el 90% de los alimentos se van a producir dentro del país. ¿Cómo lo va a hacer? Con una supuesta reforma agraria. Pero ese nacionalismo es, simplemente, una vinculación que ellos están haciendo con el votante para decirle que gran parte se va a producir internamente sin decir cómo van a lograrlo.

El tema de la tasa de interés coincide Lescano con la propuesta de Verónica Mendoza. Ella dice: “hay que bajar la tasa de interés a cero”. Lescano no propone una reducción específica, pero sí bajar las tasas de interés para que lleguen a las Mypes, pero sin reconocer que él como presidente no puede intervenir en el BCR, ya que es autónomo por constitución. El día que lleguen al gobierno no habrá un cambio de constitución, para que eso suceda tendrían que esperar dos años, entonces más son deseos que políticas en sí mismas.

 

¿Y eso resulta preocupante?

Sí, porque a diferencia de lo que diría otra gente, yo pienso que el problema es fundamentalmente político. No existe una relación entre las propuestas y la elección del candidato. No existe una gobernabilidad en el país. Le estamos dando carta blanca a un candidato que nos encandila con lindas propuestas. Pero sabemos que ese candidato, de llegar al gobierno, no podrá implementar esas propuestas.

 

En el análisis que realizan, aseguran que López Aliga tiene un plan centrado en la infraestructura, pero débil en los demás aspectos. ¿La infraestructura que propone a largo plazo, servirá para reactivar la economía?

La principal crítica a él es que, creo, ignora la economía que va a recibir el 28 de julio. El tema fundamental es que recibirá una economía sin fuentes de crecimiento, y claro, de ahí a que empiece su plan de infraestructura -yo lo sé por experiencia- por lo menos le va a tomar un año para reestructurar, por ejemplo, Proinversión.

 

Para la recuperación económica a corto plazo, el candidato López Aliaga no plantea medidas específicas. Y lo que busca el electorado es una reactivación económica rápida y que se vea reflejada en sus bolsillos.

No es solamente su caso, sino de los cinco candidatos analizados. Quizás en su caso es un poco más agudo. Sus medidas buscan encandilar al votante. Él habla de las obras viales, que son interesantes, pero hay que preocuparse del por qué en los últimos cinco años no han podido terminarse. Por ejemplo, la segunda línea del metro. Cada día se hacen más adendas retrasando la inauguración de esa obra.

 

López Aliaga plantea reducir las exoneraciones y la tasa de IGV para que “los informales opten por regularizarse”

Nosotros planteamos eso y la verdad es que lo hicimos en un contexto más grande. Ahora como están las finanzas públicas, eso es casi imposible. Nosotros nos topamos con ese problema, cuando llegamos (al gobierno) las finanzas públicas estaban en una mala condición y tuvimos que abortar eso. Las finanzas públicas ahora están peor, la recaudación tributaria está en el piso y estamos saliendo de una pandemia. Entonces la posibilidad de hacer reducciones en las tasas es muy baja.

 

Sobre Forsyth aseguran que su plan es el más completo, pero con falencias… Es el único candidato que afirma que la economía recién mejoraría hacia el 2023.

Él tiene un plan para la formalización de las empresas, eso es positivo. Después en el tema minero copian nuestra propuesta del 2016 de adelanto social. Ellos proponen un fondo y proponen el destrabe de la minería. Además, es el único que plantea un tope al endeudamiento público de 39%, la idea es bajarlo.

 

Forsyth se focaliza mucho en el impulso a las Mypes…

Él tiene una vinculación emocional con la gente de La Victoria, con Gamarra. Entonces, para él, su centro es la formalización de las Mypes y está recibiendo el apoyo del segmento económico C, cosa que López Aliaga no recibe.

 

Fujimori habla de un plan de inversión privada pero no ahonda en detalles. Y asegura que promoverá el dialogo para el desarrollo de la minería. En temas de infraestructura hay coincidencias con Lescano.

Ella dice que se va a concentrar en la infraestructura. Pero no da detalles de cómo lo va a hacer. No aborda el tema de Proinversión, no aborda el tema de Invierte Pe, no aborda el tema porque la subejecución presupuestal está tan alta. Da la impresión, cuando uno lee su programa, que ella está echada más al gasto público. Cuando habla de las mypes, dice que las exonerará de los impuestos. Nosotros sabemos que esta exoneración, que está en nuestro sistema tributario, que es el RUS y el RER, lo único que ha hecho es generar un enanismo de las empresas. Es decir, las empresas prefieren estar muy pequeñas, para no pagar impuestos antes de crecer. Cuando Fujimori habla de las Mypes, tampoco habla de cómo las va a hacer crecer.

 

En su análisis, cuando mencionan a Verónica Mendoza, afirman: “Cambio de modelo económico y gran intervencionismo”. ¿Lo ve como un tema riesgoso?

A ella no la veo como un tema riesgoso. Hay dos temas que yo veo. Uno, que quien salga de presidente, no va a tener mayoría en el congreso. Entonces, cuando hablamos del cambio de Constitución es como un slogan para atraer votos. Lo mismo cuando habla de la reforma agraria. Ella no podría hacerlo sin el apoyo del Congreso.

Los riesgos de estos candidatos habría que verlos cuando se sienten en el sillón presidencial. Pero me da la impresión de que Mendoza sería una especie de Humala, un poquito más a la izquierda y con poco margen de maniobra.  Hemos aprendido que hay ciertos poderes que no votan en esta elección pero que sí se hacen presentes en el momento de la gestión gubernamental. Uno de ellos es el mercado internacional. Lo primero que le pasará a la señora Mendoza -en caso gane- es que el dólar se le irá a las nubes y los bonos que los tienen los extranjeros se los echarán en la cara. Lo otro es el tema del Congreso. No tendría mayoría. Después está el tema del TC que garantizará la constitución. Y esta el poder del empresariado que pesa mucho.

 

¿Los planes económicos de los candidatos garantizan un crecimiento hacia el próximo quinquenio?

Quizás estoy siendo agnóstico, pero me da la impresión de que la gestión gubernamental no tendrá mucha relación con los planes de gobierno de los candidatos. Hay otros poderes que irán moldeando al candidato. Pasó con Toledo, García, Humala y PPK. Hay otras fuerzas que de alguna manera te obligan a ir por un curso que no definiste en tu plan de gobierno. Humala es el mejor ejemplo. Comenzó con un plan radical y termino con una hoja de ruta que más parecía una social democracia que un partido de izquierda.

[ACTUALIZACIÓN]

Ante las recientes encuestas publicadas hoy por dos diarios de circulación nacional, donde colocan al candidato presidencial Hernando De Soto en el segundo lugar de las preferencias, nos comunicamos con Alfredo Thorne y le consultamos ¿Cuál sería el analisis del plan de gobierno del candidato de Avanza País?

El programa de De Soto me parece interesante. Está muy enfocado en sus temas tradicionales de la formalización. También es un programa, y quizás el único, que plantea una alternativa a cómo destrabar los proyectos mineros. Y quizás los temas que, en mi opinión, faltan en Hernando de Soto es que no tienen un planteamiento de qué es lo que va a hacer de llegar al poder. No hay un plan de reactivación y quizás la crítica que tenemos nosotros es que nos parece un poco optimista pensar que con simplemente entregar títulos -sobre todo al segmento de clase media- que con eso va a poder monetizar el capital como plantea él. En nuestra opinión es positivo dar títulos de propiedad. Sobre todo al segmento de clase media, que ha crecido con autoconstrucción, pero lo más importante es de que el capital no simplemente nace de entregar títulos sino que necesitas un comprador. A mi me parece que está pecando un poco de optimista, pero habría que verlas puestas en práctica.

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Alfredo Thorne, Candidatos, Economía, Elecciones 2021
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