Vizcarra deja una herencia política gigantesca. Según la última encuesta del IEP, un 77% de la población aprobaba su gestión (un crecimiento de 17 puntos en medio de la crisis de la vacancia). La gran inquietud es hacia dónde se va a encaminar ese bolsón ciudadano ad portas de las elecciones del próximo año.

Nos sigue pareciendo desproporcionado el apoyo que el expresidente ha tenido, considerando una gestión sanitaria, económica y social bastante mediocre, pero lo cierto es que las cifras no engañan y existe un numeroso grupo de peruanos dispuestos a sumarse a un liderazgo político de centro como el que caracterizaba al exmandatario moqueguano.

Quienes con mayores posibilidades se asoman a recoger el patrimonio vizcarrista son aquellos líderes que mejor parados han salido luego del desmadre de la última semana, con un presidente vacado, otro renunciado y un tercero asumido hace pocas horas.

Allí destaca, sin duda, Julio Guzmán y el Partido Morado, que supo reaccionar de inmediato a la crisis poniéndose en el lugar correcto y en sintonía con la perspectiva ciudadana mayoritaria. En segundo término, Verónika Mendoza, quien con inteligencia estratégica se desmarcó rápidamente de la oligofrenia política de Marco Arana y el infantilismo radical de UPP. Finalmente, aunque en menor medida, por las limitaciones estructurales de las que adolece, George Forsyth, quien, con marchas y contramarchas intempestivas terminó, sin embargo, sumado a la orilla propicia.

Los grandes derrotados son, por supuesto, Acción Popular y Alianza Para el Progreso. AP es el principal autor de la crisis, llevados por una bancada que no respondía si no al único interés de llevar al inefable Merino a la Presidencia con la venia de líderes como Raúl Diez Canseco o Víctor Andrés García Belaunde. Solo una candidatura como la de Yonhy Lescano podría salvar a Acción Popular de un papelón en las elecciones de abril.

En el caso de APP, han sido los portentosos dichos y desdichos de su propio líder César Acuña, enceguecido con capturar cuotas de poder y sin percatarse de que a uno de a los que les convenía un tránsito normal hacia el 2021 con Vizcarra sentado en Palacio era justamente a él, más que a otros.

Se ha movido la foto electoral precedente. Tamaña crisis no ha sido en vano. Ha reseteado el tablero preelectoral vigente. El centro parecía atrapado por la grisura de sus líderes. Hoy retoma bríos.

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Julio Guzmán, Martín Vizcarra, Partido morado

Por José Gil (s)*

Carlos Tubino, excongresista, empieza la transmisión de una de las conferencias con saludo partidario: a los “correligionarios y simpatizantes de Fuerza Popular” que –él asume– se han inscrito en la Escuela Naranja, el programa virtual de formación política que viene implementado el fujimorismo desde hace tres meses. Al otro lado de la conexión, sin embargo, puede estar cualquiera. Desde jóvenes entusiastas que esperan algún día escalar posiciones en la organización, hasta quienes ellos mismos llaman –en sus grupos de Whatsapp, con inusitado enojo y cómica persistencia– “los caviares”, “los rojos” o “los comunistas”.

“Debe haber algunos ahí que no sean fujimoristas”, reconoce Luis Galarreta, secretario general de Fuerza Popular, en declaraciones a este medio. Y esa afirmación es cierta. En la cuarta promoción de la Escuela Naranja hay, cuando menos, una persona que no es devota del legado político de Alberto Fujimori. Es un reportero de Sudaca. Su objetivo no es ingresar al partido que hasta el año pasado dominaba largamente el Congreso, sino entender qué valores ensalza y cómo se forman políticamente sus nuevos cuadros. Hay, más allá de las notas judiciales, un ideario político que este reportero busca entender.

El autor de esta nota no revelará su verdadero nombre mientras no se realice el evento de clausura de la promoción que ha integrado, el cual se suspendió por la coyuntura pero se realizará en los próximos días. No es que tema por su vida ni nada semejante, sino que la relación histórica del fujimorismo con la prensa le obliga a inferir que le prohibirán participar en el evento y lo expulsarán de los chats de la escuela si sus compañeros descubren quién es. Con tanto material por revisar y analizar, sobre todo respecto a qué comentan los jóvenes fujimoristas de lo que está ocurriendo en el país, prefiere firmar por ahora con un seudónimo (s). Sudaca, como medio, se hace cargo de lo aquí escrito.

Así fue la escuela por dentro

El jale de la planilla de profesores de este nuevo ciclo apunta al corazón del voto duro fujimorista: el expresidente Alberto Fujimori. Según Galarreta, la idea de armar “La clase del Chino” surgió en una de las tantas conversaciones que Keiko Fujimori tiene con su recluido padre. Pero ‘el Chino’ no dicta realmente una clase. Al menos, no en vivo, para desazón de sus más fervientes seguidores. El partido ha editado grabaciones suyas junto a imágenes de archivo en piezas audiovisuales de aproximadamente cuatro minutos. Esos videos son publicados en la plataforma virtual. Cada promoción tiene mil alumnos, según Galarreta.

Desde la mañana del lunes 19 de octubre, quienes alcanzaron una vacante en el nuevo ciclo pudieron acceder, todos los días, de lunes a viernes, a “La clase del Chino”, además de una conferencia complementaria para la que se invitaba a un expositor. Cada fin de semana, la plataforma abrió diez preguntas de opción múltiple y evaluó el conocimiento adquirido. No era, por supuesto, un examen común y corriente. Un ejemplo: “Las residencias universitarias servían para almacenar gran cantidad de armamento y se planificaban nuevos atentados todos los días. ¿Verdadero o falso?”. Cada lector es libre de dar su respuesta. La alternativa que el sistema consideró correcta fue (sorpresa) “verdadero”.

Esta es la plataforma de la Escuela Naranja. Aquí los alumnos accedieron a una ‘Clase del Chino’ y a una conferencia.

Todas las clases intentaban resaltar lo que los seguidores naranjas consideran aciertos del gobierno fujimorista, aunque no necesariamente lo sean. Este es un análisis en profundidad sobre la segunda: la “revolución de la educación”. 

El conferencista

“Durante su gobierno, Alberto Fujimori nos dio una lección de trabajo y amor por el Perú”, dice una voz en off al inicio del video. Y otra continúa: “20 años después, él mismo la va a transmitir a todos sus alumnos de la Escuela Naranja”. En cuatro minutos y 16 segundos, el hoy preso expresidente explica cómo construyó colegios, entregó desayunos a los alumnos e implementó un seguro escolar en su gobierno. El plato de fondo del día es una exposición titulada “La reforma educativa en los años 90”. El conferencista: Jorge Ferradas.

Aunque Galarreta asegura que algunos de los expositores de la escuela son independientes, la parrilla de este ciclo tiene a varios conocidos fujimoristas. Por ejemplo, Martha Moyano o Carlos Tubino. ¿Por qué la exposición sobre educación no estuvo a cargo de un personaje público de esa tendencia? Uno, en específico, parecía idóneo para dictarla: Jorge Trelles, excongresista, ex ministro de Educación y –según Infogob– fundador, ex secretario general y afiliado a Fuerza Popular.

Jorge Ferradas no quiso declarar para este reportaje.

La otra escuela naranja

Sus colores oficiales son el azul y el granate, pero en el fondo el Trener es de corazón naranja. Desde su fundación, la historia del colegio es un correlato fiel del proceso de reforma educativa orientada a la inversión privada que implantó el gobierno de Fujimori. Antes de ese gobierno los centros educativos no podían tener fines de lucro, pero la Constitución de 1993 afirmó el camino para cambiar ese sistema. “Toda persona, natural o jurídica, tiene el derecho de promover y conducir instituciones educativas y el de transferir la propiedad de éstas”, dice el artículo 15.

Hasta ese año, el abogado Jorge Trelles había fracasado en política: postuló sin éxito a la Cámara de Diputados en 1985, con Acción Popular, y en 1990, con el Fredemo. Pero 1994 sería su año feliz. En febrero fue nombrado ministro de Educación por Fujimori y en abril ya había fundado el Colegio Trener. Según la Sunat, este empezó sus actividades ese mismo mes sin fines de lucro. Ojo: aunque ya existían las bases constitucionales para el lucro en la educación, aún faltaba el desarrollo legal para que ese centro de estudios pudiera generarle utilidades. De eso se encargaría Trelles.

Como ministro, “[Trelles] fomentó la libertad a la inversión en la educación privada”, dice su ficha biográfica publicada por el Ministerio de Educación (Minedu). Al año siguiente, en el Congreso unicameral de 1995, consiguió una curul por Cambio 90–Nueva Mayoría y el proceso se aceleró.

Trelles alentó, desde el Minedu y el Congreso, la participación privada en la educación. La puerta giratoria en persona.

En mayo de 1995 –conocido el resultado de las elecciones– se inscribió en Registros Públicos la ‘Sociedad Civil Colegio Trener de Monterrico’ y, en julio, la Sunat registró la inscripción del ‘Colegio Trener de Monterrico S.A’. Estas razones sociales sí le permitían a los accionistas repartirse los dividendos de la operación. Trelles fue fundador de ambas. Para decirlo de otra manera: en 1995, mientras se cocinaba una norma específica que permitiera el negocio de la educación, mas sí el marco constitucional, Trelles ya estaba preparado para usufructuarla. 

El empresario fue rápidamente designado como presidente de la Comisión de Educación del Parlamento, cargo que ocupó hasta 1997. Según información del Congreso, Trelles fue uno de los autores del proyecto de Ley 26549, que autorizó a las instituciones que controlaban un centro educativo a adoptar la organización más adecuada para sus fines, sea con o sin capacidad de lucrar. Su colegio aguardaba ese cambio. Antes del final de 1995, el Colegio Trener pasó de ser operado por la asociación sin fines de lucro a estar en manos de la sociedad con fines de lucro.

Al año siguiente, en 1996, el gobierno de Fujimori promulgó el famoso Decreto Legislativo 882, con el cual concretó la ‘revolución educativa’ que venía gestando. Esta norma creaba “el derecho a la libre iniciativa privada para realizar actividades en la educación” y precisaba: “Este derecho comprende los de fundar, promover, conducir y gestionar Instituciones Educativas Particulares con o sin finalidad lucrativa”.

Jorge Trelles es el accionista mayoritario del Colegio Trener de Monterrico S.A.

Cuando quedó explícitamente abierta la posibilidad de lucrar con la educación, el Trener ya estaba listo para generar utilidades para sus dueños. Entre ellos estaba Trelles, uno de los impulsores de la reforma. En enero de 1999, la asociación y la sociedad civil fueron dadas de baja en la Sunat. La operación del colegio pasó a estar en manos de la sociedad anónima, de la que Trelles era accionista mayoritario. En menos de cinco años el empresario había logrado acomodar su propio negocio a las nuevas –y provechosas– condiciones que él mismo fomentó.

En los años siguientes la idea de la revolución educativa se afianzó en el colegio y, con ella, la ideología que la había hecho nacer. Un antiguo profesor del Trener cuenta que, más que órdenes directas, “los jefes sugerían no abordar ciertos temas que podrían no gustar a los accionistas”. Por ejemplo, una vez, el profesor en cuestión iba a dictar una clase sobre corrupción. ¿Cómo hacerlo sin hablar del gobierno de Fujimori? Al parecer a los coordinadores del curso les parecía posible. El profesor fue instruido por su superior a no incluir a Fujimori en la exposición. Prefirió cancelar la clase.

Jorge Ferradas, subdirector académico del colegio fundado por Trelles, dijo a Sudaca que no tenía nada que declarar sobre su charla en la Escuela Naranja. Tampoco quiso dar un descargo oficial sobre la institución en la que trabaja. Trelles, su tocayo, dejó de responder a los mensajes tras asegurar que no es dueño de ningún colegio. Hubiera sido provechoso conocer la versión de la persona que impulsó un marco regulatorio que benefició a su propio negocio. O para decirlo de otra manera: diseñó el campo de juego para, inmediatamente, entrar a jugar el partido. 

Resolución que da cuenta del cambio de promotor del Colegio Trener. Pasó de no tener fines de lucro a tenerlos.

Fue útil la reforma educativa?

Ha pasado suficiente tiempo como para preguntarse si las políticas implementadas por Fujimori han mejorado la calidad de la educación en el país. Diferentes académicos, especialistas y educadores consultados por Sudaca cuestionan que el fomento de la inversión privada y la licencia para lucrar con la educación hayan dado resultados positivos, a pesar de haber generado una amplia alternativa frente al saturado y también precario servicio público.

En su exposición para los alumnos de la Escuela Naranja, Ferradas –asalariado del gestor de la reforma– dijo que en las últimas dos décadas ha aumentado la inversión en el sector y que la educación privada tiene mejores resultados que la pública. Sin embargo, para Mario Naranjo, magíster en Educación de la PUCP y especialista en evaluación educativa, el fomento a la inversión privada en la educación no ha mostrado avances significativos en la calidad del servicio. Los resultados de las evaluaciones –dice– no reflejan una clara ventaja de la calidad de las escuelas privadas.

Los resultados de la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE) del Minedu obtenidos entre 2007 y 2016 muestran que las escuelas privadas no registran una ventaja frente a las escuelas públicas urbanas, según una investigación de María Balarin publicada en 2017. El caso más notorio es el de la evaluación en matemáticas. En el año 2016 las escuelas privadas colocaron al 11.38% de sus alumnos en el nivel satisfactorio mientras que las públicas urbanas consiguieron 36.4% de alumnos en el mismo nivel. 

Esa estadística es solo un ejemplo que contradice el discurso de Ferradas. Diversos estudios académicos concluyen que los resultados de la comparación de rendimiento entre escuelas públicas y privadas son heterogéneos. No hay una relación causal entre el tipo de gestión y el rendimiento académico, ya que este último depende de otro tipo de factores.

Es algo que también se ha evaluado en otros países. “Existe una evidencia voluminosa que muestra que no existen diferencias significativas entre colegios públicos y colegios privados en resultados de pruebas estandarizadas una vez que se controla por factores socioeconómicos, efectos de pares y sesgos de selección”, anota la investigación ‘El lucro en la educación escolar’, del Departamento de Economía de la Universidad de Chile.

El Minedu no tiene información estadística que diferencie los resultados de colegios privados con fines de lucro y aquellos sin fines de lucro, pero la evidencia internacional sí ha registrado esa distinción. La investigación de la Universidad de Chile, por ejemplo, indica que los colegios privados sin fines de lucro tienen resultados levemente mejores que los privados con fines de lucro.

“La educación de calidad requiere inversión. Si está impartida por instituciones con fines de lucro, se va a restar inversión porque parte del dinero va a ir a las utilidades”, explica Naranjo, quien resume el resultado de las reformas educativas fujimoristas en el surgimiento de muchos colegios de baja calidad y bajo costo.

Con eso se potenciaron, además, las brechas educativas. Los hijos de personas con dinero sí pueden acceder a los pocos colegios privados cuya calidad es teóricamente más alta. Sin embargo, la gran mayoría debe contentarse con escuelas que, además de tener fines de lucro, no mejoran significativamente la calidad respecto al sector público, como demuestran las cifras antes citadas. “La segregación educativa en el Perú se ha profundizado desde 2004, en clara coincidencia con el crecimiento del mercado de la educación privada”, afirma otro estudio de Balarin publicado en 2016 por la Revista de la Asociación de Sociología de la Educación.

El antiguo profesor del Trener que prefirió no ser identificado, comparte la reflexión de Naranjo: “Las consecuencias son negativas. Las normas de la reforma fueron vigilantes de la educación básica, pero poco controladoras de la educación privada. Quien educa es una empresa, como si la educación no fuera un bien público. Está centrada en la rentabilidad, que afecta la calidad. El servicio privado ha crecido, pero es peor”.

Son numerosos los estudios académicos que han defendido la misma tesis. Por ejemplo, una investigación de Grade de 2018, con cuatro autores, dice sobre el mercado privado de la educación: “Claramente han aumentado la oferta y demanda de educación privada. Pero la falta de un marco regulador adecuado ha formado un mercado que no llega a todo el país y, ahí donde sí lo hace, la oferta privada no siempre supera a la pública en calidad o resultados”.

Las universidades-garage

En el ámbito universitario las consecuencias son claras y públicas. El modelo de negocios de las universidades-garage, más de veinte años después, recién está terminando de ser depurado. Según información de la Sunedu, hasta octubre 49 universidades no habían obtenido licenciamiento por no cumplir con estándares mínimos de calidad. A excepción de dos de ellas, todas son universidades privadas. Y aún más: 37, la mayoría, tienen fines de lucro. En otras palabras, le deben su existencia a la reforma fujimorista.

No se debe dejar pasar este dato: la gran mayoría de casas de estudio superior que no han cumplido con las condiciones básicas de calidad –es decir, las peores entre las malas– son producto de la ‘revolución’ fujimorista. ¿Por qué esto importa? Porque los magnates surgidos a raíz del lucro en la educación hoy tienen ramificaciones políticas importantes. No solo controlar partidos con representación parlamentaria y experiencia en clientelismo electoral, sino que pueden incluso –como hemos visto– traerse abajo a un presidente y poner en máxima tensión la democracia del país.

Luego, está el sueldo de los profesores del Estado. Para Naranjo, un elemento clave para mejorar la calidad educativa es el salario docente. Y según el Documento de Trabajo 5, publicado por el Minedu en 2001, durante todo el gobierno de Fujimori los maestros públicos ganaron menos en términos reales que cuando este empezó.“El empobrecimiento del magisterio a lo largo de toda la década de los 90, un magisterio que venía ya muy golpeado salarialmente, quita credibilidad y factibilidad a cualquier intento serio de reforma educativa desde cualquier perspectiva ideológica. Sin un sueldo mínimamente digno, no es factible exigir mayor cosa a los docentes, ni atraer mejor talento hacia la carrera”, sostiene Naranjo.

Esta es, para Sudaca, la conclusión de la clase: el discurso fujimorista de la revolución educativa está basado en una interpretación auténtica que la evidencia no es capaz de sostener. El fomento de la inversión privada no ha mejorado la calidad de la educación. Lo que sí ha hecho es beneficiar económicamente a los empresarios que lucran con sus centros educativos. ¿Será coincidencia que uno de ellos legisló para abrir esa posibilidad?

Sudaca siguió, durante cuatro semanas, prestando atención a las ‘clases del Chino’ para encontrar más historias como esta. Las seguiremos publicando en las semanas que siguen. “Hemos vivido, desde el gobierno de Toledo, un flujo de mentiras y mezquindad”, sostiene el exministro y excongresista fujimorista Alejandro Aguinaga en una reunión virtual de confraternidad de la Escuela Naranja. Varios participantes manifiestan que es hora de contar la verdad. Es hora, también, de revisar cuál es la versión naranja de la verdad.

*Nota de edición: Este artículo fue originalmente firmado con un seudónimo para que su autor, Alejandro Guzmán, pudiera seguir participando de la Escuela Naranja. El reporteo continuaba para el segundo artículo, sobre la versión fujimorista de la guerra subversiva. Lo puede revisar aquí.  

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Fuerza Popular, Fujimorismo

Si te ofrecieran ser presidente de un país en crisis, ¿aceptarías? Es sábado, casi medianoche, cuando Julio Guzmán levanta el teléfono y llama a Gino Costa para hacerle ese pedido. Hace veinte años que la democracia peruana es como un borracho que camina al borde del abismo, pero no se cae. De alguna manera, siempre pega una pirueta y se ríe del peligro.

Ese sábado, sin embargo, la democracia tiene todo listo para irse a pique hacia el despeñadero. Ya ha pasado casi una semana desde que vacaron al presidente, han muerto dos personas protestando en las calles y miles de jóvenes todavía siguen siendo baleados por la Policía. El país está saliendo de una pandemia para entrar en una crisis económica.

Aún así, Costa conversa brevemente con Guzmán y acepta su propuesta. Irá como candidato para asumir las funciones de presidente de la República.

***

En los días previos, el Partido Morado había puesto todos los huevos en la canasta del Tribunal Constitucional (TC). La consigna, consensuada entre sus dirigentes, fue presionar públicamente para que allí se revirtiera la vacancia. Que Martín Vizcarra continúe con su gobierno hasta el final les parecía la salida más factible. Recién el sábado por la noche comprendieron que quizás les iba a tocar gobernar a ellos mismos.

Puestos a decidir, Costa tenía dos características que lo colocaban por delante del resto de su bancada. Así lo explican tres fuentes de alto rango en el escalafón morado. La primera: sus años en la política. La segunda: que no está inscrito en el partido. Con esto último buscaron garantizar que el Ejecutivo se maneje con cierta ‘independencia’, dicen las fuentes. O al menos, que ese sea el mensaje.

Pero la iniciativa les duró bien poquito. En la mañana del domingo, Costa llegó a la Junta de Portavoces con el bolo fijo de los morados para presidir la nueva Mesa Directiva del Congreso y, con las mismas, fue obligado a retirarse. Luis Valdez, de Alianza para el Progreso (APP), reclamó que solo debían permanecer los voceros titulares de cada bancada. Por el Partido Morado se quedó Francisco Sagasti.

Las bancadas que habían vacado a Vizcarra no estaban dispuestas a darle la presidencia a alguien a quien consideraban ‘demasiado vizcarrista’. Costa, que hace un año le cedió su escaño a Salvador Del Solar para que presente la cuestión de confianza con la que se disolvió el anterior Congreso, fue vetado inmediatamente. ¿El problema? Tampoco podían volver a repartirse el botín entre ellas. La calle solo aceptaría una nueva Mesa Directiva con congresistas no vacadores. Y la única bancada que había votado en bloque en contra de la vacancia era la morada.

Durante toda la negociación, los morados tuvieron la ficha de la calle como ventaja: de una u otra forma iban a tener que aparecer en la foto. La pregunta era quién lo haría. Junto a Gino Costa, en la mañana del domingo comenzó a circular una opción que agradaba más al resto del Congreso: Carolina Lizárraga. Hacia las 10 de la mañana del domingo, su nombre desató una guerra de bases moradas en Twitter, que arrastró a varios periodistas. Las que no la querían hicieron significativamente más bulla.

Fuentes cercanas a la negociación confirman que Lizárraga fue propuesta por las bancadas sin que ella lo pidiera. Para adivinar el porqué no hace falta ser un gran analista político. Lizárraga tiene una encarnizada disputa interna con Guzmán desde hace varios meses. No acude a las reuniones del Comité Político y casi no interactúa con otros miembros de la cúpula partidaria. En septiembre, el ala guzmanista emitió un comunicado acusándola de “traición” y “sabotaje”.

Apostar por Lizárraga era la única movida disponible para poner a los morados en jaque: o darle poder a la rival de su líder o mandar el mensaje de que su primera prioridad no era salir de la crisis. En el Partido Morado la decisión siempre fue no respaldarla. Y eso nunca se puso en duda, ni cuando parecía que no tendríamos presidente por varios días. “Yo no he pedido ningún cargo”, escribió luego ella, en su cuenta de Facebook.

***

Hacia el mediodía del domingo, la negociación empezó a ponerse mucho más dura. En las calles (y en las redes sociales) el repudio al Congreso se sentía cada vez más pesado. Al Partido Morado también le llovían las críticas por su incapacidad para cerrar una lista y ganarla por la fuerza de los votos. El país necesitaba un nuevo presidente, sin excusas de por medio, y los dirigentes morados estaban preocupados.

Poco antes de las 12, empezó lo que llamaremos la ‘pequeña debacle’ del guzmanismo. A esa hora Julio Guzmán publicó un comunicado en el que ofrecía lo siguiente: que Sagasti asuma como presidente encargado, que convoque rápidamente a un pleno para anular la vacancia y que Vizcarra regrese a tomar el mando del gobierno. Tres horas después, la bancada lo contradijo y tuiteó algo distinto: proponían a Sagasti como presidente, pero de toda la transición.

“Ese comunicado [de Guzmán] fue un error garrafal”, dice una fuente. Otras dos confirman que los congresistas morados vieron en ese mensaje un riesgo grande: seguir pegados para siempre a la etiqueta de ‘vizcarristas’. Además, aseguran que para entonces la figura de Vizcarra –contra quien ya se había dictado impedimento de salida– les pareció demasiado manchada. ¿Tenía sentido pedirle que vuelva? Julio Guzmán, que ya había conversado sobre el tema en la interna, se allanó y respaldó la nueva decisión de su bancada.

En la negociación posterior, ese comunicado crispó los ánimos de los demás congresistas. A estos les era muy difícil quitarse la idea de que darle la Mesa Directiva al partido de Guzmán era proceder automáticamente con la restitución de Vizcarra. “Nos costó mucho revertir esa percepción, convencerlos”, cuenta otra fuente.

Luego vinieron una serie de sucesos inexplicables. Sin poder conseguir el domingo los votos suficientes para su lista, Sagasti estampó su firma como primer vicepresidente en la de Rocío Silva Santiesteban, del Frente Amplio. Esta candidatura generó un intenso debate en redes: muchos la acusaban injustamente de ‘radical’. En la interna morada la percibían como una persona ponderada, sí, aunque igual tenían algunas reticencias porque era de izquierda.

Luego –pese a ser un hombre muy cuidadoso– Sagasti solicitó sacar su firma de la lista alegando haberla puesto con demasiado apuro. ¡Pero horas después volvió a meterla! Finalmente, el Congreso cerró el domingo con una actuación vergonzosa: no aprobó nada. Y un botón: APP volvió a traicionarse a sí misma. Luego de anunciar que respaldaría en bloque la lista, 7 de sus congresistas se abstuvieron.  No habría humo blanco hasta el lunes.

***

Aquí hay que hacer una breve pausa para recordar una historia más antigua. En febrero de este año, los morados tuvieron la primera negociación parlamentaria de su historia como partido. Fue por la Mesa Directiva y perdieron contra la fórmula que acaban de expectorar. La falta de reflejos políticos –la indecisión, en realidad– les costó caro aquella vez. Luis Valdez, hasta hace tres días primer vicepresidente del Congreso, les dijo públicamente que las negociaciones en el Congreso son como “el juego de las sillas”. Y que ellos se habían quedado sin sentarse en alguna.

Anteayer, en un momento crucial para la historia del país, el Partido Morado parecía enfrentarse a lo mismo: a que los agarren de lornas. Pero debemos recordar que esta vez tenían una ficha clave bajo la manga, la calle. Apoyados en ella, en la habilidad de negociación de algunos de sus congresistas y en una movida audaz decidida la noche del domingo pudieron revertir lo que parecía una nueva derrota parlamentaria.

El consenso que alcanzó ayer la nueva lista presidida por Sagasti se empezó a gestar hace dos días. Fuentes de la bancada aseguran que el domingo ya se empezaron a acercar congresistas para adelantarles que estarían dispuestos a darles un voto. No se llegó, sin embargo, a cocinar nada concreto. La semana terminaba en suspenso.

Entonces, en la noche Julio Guzmán puso en marcha una inteligente estrategia de choque elaborada junto a los miembros de su Comité Político, vía chat de Telegram. Su partido dejó atrás los remilgos previos, que habían llevado a sus congresistas a asumir que no podrían ser gobierno, y presentó una lista compuesta únicamente por militantes. La presidía Sagasti y la integraban Zenaida Solís, Angélica Palomino (Piura) y José Antonio Nuñez (Arequipa).

La presencia de estos dos últimos congresistas regionales era un mensaje en clave, también. Ambos se habían alineado con Lizárraga en votaciones sobre temas mediáticos previamente, pero reconocían mediante su firma el compromiso con el ala guzmanista del partido. Lizárraga aún apela en su precandidatura presidencial a las bases regionales.

Además, Guzmán se presentó en medios criticando el accionar del resto de bancadas. La estrategia buscaba recuperar el terreno alto; la posición de poder en la negociación. ¿El ficha-candado bajo la manga? Vale repetirlo: la calle. El mensaje era este: si no apoyaste mi lista, atente a las consecuencias. Las bancadas respondieron rápidamente.

“Ha sido una medida de presión”, explica un congresista de Acción Popular. [Los medios y los manifestantes] nos iban a agarrar como piñata. Eso hizo que las bancadas presionáramos a nuestros voceros para encontrar consensos”, asegura. El lunes por la mañana la actitud del Congreso cambió radicalmente.

***

Fuentes moradas explican que los primeros en acercarse fueron congresistas de APP y del Frepap. La vocera alterna de este grupo parlamentario, María Cristina Retamozo, aseguró que darían su voto sin pedir a cambio ninguna vicepresidencia. El consenso se alcanzaría –aceptaron ambas bancadas– si se armaba una lista con congresistas que no hubieran votado a favor de la vacancia, pero que fueran también de otros partidos.

Entonces, empezó la suma y resta parlamentaria. Luis Roel Alva, quien entró en la segunda vicepresidencia, trajo 8 votos ‘disidentes’ de la Acción Popular de Burga y Merino. Mirtha Vásquez, hasta hace unos meses poco conocida congresista por Cajamarca, apareció como la única figura del Frente Amplio que no espantaba votos de otros partidos. Percibida como menos ‘radical’ que Silva Santiesteban (pese a que no necesariamente lo es en la realidad), su lugar en la lista se habría potenciado –para el Frepap, por ejemplo– por sus convicciones religiosas. Luego, le tocó a los parlamentarios morados ponerse a negociar. Gino Costa, defenestrado candidato inicial, trajo a parte de Somos Perú, partido en el que ha militado. Cuando alcanzaron 60 votos que necesitaban, el resto cayó en cascada.

Fuentes parlamentarias indican que este acuerdo entre el Partido Morado, APP, el Frepap, y partes del Frente Amplio y Acción Popular podría ser el germen de una alianza política que garantice gobernabilidad para el Ejecutivo que presidirá Sagasti. Un hombre que –luego de un pasado de izquierda– hoy se ubica ideológicamente en el centro. Todas las fuentes consultadas destacan su disposición para llegar a acuerdos.

Sagasti empieza un gobierno de 9 meses plagado de esperanza, nacido de una movilización de jóvenes que hoy sienten que la política no les es ajena. Sin embargo, no todo lo que tiene delante es un camino de rosas. También deberá calmar a un país golpeado por el desempleo y la recesión causada por el Covid-19. Su manija política se pondrá a prueba al momento de negociar con el Congreso iniciativas similares –digamos– al retiro de fondos de las AFP, con la que estuvo abiertamente en desacuerdo.

El Perú puede parecer, a veces, un país demasiado grande y diverso para un político que estudió ingeniería industrial pero se dedica principalmente a la docencia, la consultoría y la investigación. Sobre todo, para alguien cuyas maneras refinadas y estilo de vida de alta alcurnia no tienen por qué conectar inmediatamente con la mayoría de peruanos, sobre todo los más pobres. Su primera tarea será escuchar directamente sus demandas y llegar a ellos con soluciones concretas.

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Congreso, Francisco Sagasti

Ha generado legítima expectativa el nuevo gobierno y la calle respira optimismo luego de haber sido derrotada la mafia vacadora, la misma que intentó inclusive volverse a meter por los palos lanzando una lista alternativa a la de Francisco Sagasti.

Pero la vigilancia democrática no puede amainar. La mafiosa coalición vacadora, conformada básicamente por un grupo de universidades (algunas de ellas no licenciadas, pero otras sí, aunque afectadas en su inflada rentabilidad precedente), que irritadas por el proceder de la Sunedu y del gobierno de Vizcarra en respaldo de la que debe ser una de las mejores reformas hechas en los últimos años en el país –la reforma universitaria– decidieron incendiar todo a cambio de lograr volver a fojas cero.

Baste leer la insolente carta de Telesup, del inefable José Luna, dirigida a la Sunedu para darse cuenta de que claramente este grupete espera que cambien las coordenadas políticas para intentar lograr su propósito de seguir operando. La presión mediática los hizo recular, pero se les vio el sucio fustán con meridiana transparencia.

No tengo constancia alguna, pero no me cabe dudas de que en este asunto vacador ha corrido mucho dinero sucio para aupar votos a favor de la vacancia y que la bolsa millonaria ha provenido de estas universidades gansteriles con ramificaciones en la vida política.

En esa medida, hay que estar muy alertas, porque van a volver a la carga. Algo contenidas van a estar al comienzo por la presión de la calle y el temor a que reaparezca con fuerza una ciudadanía movilizada que ya no está dispuesta a que la clase política la engatuse y menos aun corrompa el Estado y sus instituciones.

Con el ascenso de Merino y el premierato de Flóres Aráoz festejaron porque se les había presentado la virgen y hoy deben estar furiosos de que se cayó el tabladillo. Con sangre en el ojo, sin embargo, van a querer desestabilizar nuevamente al gobierno de Sagasti.

Saben que no les queda si no pocos meses para poder hacerlo. Porque en las elecciones del próximo año, el pueblo los va a castigar, les va a dar una paliza a los vacadores. Y entonces perderán toda oportunidad de lograr sus oscuros propósitos. Ciudadanía expectante, medios vigilantes y un gobierno alerta es lo que se necesita para impedir que se repita semejante trastada a la Patria.

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Antero Florez Araoz, Francisco Sagasti, Manuel Merino

No puede hacerse un correcto juicio político de la crisis suscitada por la vacancia si no se incluye en el banquillo de los acusados al propio expresidente Martín Vizcarra. Es más, por la forma como se sucedieron los hechos parece haber sido él un instigador del desenlace final.

No nos referimos tan solo a su eventual responsabilidad penal en los casos de corrupción por los que está siendo investigado y que se asoman como verosímiles. También debe mencionarse el modo displicente y premeditadamente torpe con el que condujo su última defensa ante el Congreso, donde acudió con un abogado que no habló y donde cargó baterías respecto de una defensa política y enfilando contra sus futuros juzgadores.

En medio de la segunda vacancia, el gobierno no atinó a presentar una nueva demanda competencial ante el TC ni una medida cautelar. Pudo haber activado también la carta democrática de la OEA o personalísimamente presentar un amparo. Nada de eso hizo.

Ya antes el propio Vizcarra propuso irse junto con el Congreso anterior, anuncio que fue quizás el mayor rapto de lucidez de su mandato. Vizcarra ha sido un gobernante mediocre y taimado, cuya altísima aprobación disimula las enormes falencias de su gestión. Hubiese sido estupendo que se marchara junto con el Parlamento fujiaprista y todo comenzara a fojas cero, con una elección refundacional.

No ocurrió así, sin embargo, y nos tuvimos que soplar una gestión disfuncional en lo sanitario frente a la pandemia, carente de iniciativa en materia económica y solo eficaz a la hora de generar operativos políticos que le permitiesen encaramarse en altos niveles de aprobación ciudadana.

Ese mandatario, que debió culminar su mandato el 27 de julio del 2021 y asumir el desgaste de su mala administración, hoy se ha ido en olor de multitud, victimizado por una turba congresal con menos visión de largo plazo que él.

Si Vizcarra se hubiera manejado con propiedad en este tramo final, la vacancia no se hubiera producido. Y el país no se vería sumido, como está hoy, en la incertidumbre, con el descontento ciudadano exacerbado, y con una crisis política que ojalá la elección de alguien correcto y honesto como Francisco Sagasti al mando de la nación ayude a solucionar.

Si en abril del 2021 triunfan candidatos aventureros, radicales o disruptivos, va a ser también responsabilidad de Vizcarra, quien tiró la toalla y desencadenó la crisis. Hoy el panorama electoral es tierra de nadie. Por pensar quizás en su futuro político al 2026 ha dejado en la estocada a un mayoritario sector del país.

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Martín Vizcarra

El jueves, mientras la ciudadanía se movilizaba, Alberto Beingolea respondía virtualmente a estas preguntas. Dijo, entre otras cosas, que le parecía irresponsable salir a marchar. Este domingo, minutos después de la renuncia de Manuel Merino y un días después del asesinato de dos jóvenes, agregó un comentario que se consigna al final de esta entrevista.

Empecemos con el tema obligado. Fue uno de los candidatos más votados en las elecciones en las que se eligió al Congreso que ha vacado al presidente. No consiguió el escaño, pero si hubiera estado en el pleno del lunes, ¿cuál hubiera sido su voto?

Solamente déjame insistir en que no conseguí el escaño habiendo tenido más votos que 127 de los que estaban ahí sentados. Mi voto hubiera sido en contra de la vacancia.

El año pasado, cuando Vizcarra cerró el Congreso, usted publicó que se había perpetrado un golpe de Estado. ¿También considera que lo que ha sucedido el lunes es un golpe de Estado?

No. Lo políticamente correcto en este momento es decir lo contrario a lo que voy a decir, pero para que haya un golpe de Estado lo que tiene que ocurrir es que un poder del Estado sea cerrado de manera irregular, inconstitucional. Lo que ha pasado ahora es que, siguiendo estrictamente las reglas que fueron escritas antes que existiera Vizcarra y antes que existieran estos congresistas en el panorama político, se ha procedido con la vacancia. Que yo no esté de acuerdo es otra cosa. O sea, yo no estoy de acuerdo con el voto, pero de ahí a decir que ha habido una irregularidad jurídica, no. Ha sido estrictamente lo que mandaba la ley.

Entonces, las razones por las que usted está en contra son políticas, porque jurídicamente cree que sí se ha respetado el debido proceso y la vacancia sí es constitucional.

Jurídicamente creo que se ha respetado la ley. Una ley que podía terminar en una votación a favor o en contra. Eso se llama democracia. No estoy de acuerdo, creo que ha sido una enorme irresponsabilidad ese voto, creo que estamos en la mitad de una crisis espantosa, pero los congresistas lamentablemente han seguido empeñados en su pleito personal con Vizcarra y viceversa. Es una actitud que yo deploro. Pero hablar de golpe de Estado es hablar de una calidad jurídica que no corresponde a lo que ha pasado ahora. Lo que plantean muchos es que es inconstitucional porque se le ha vacado argumentando incapacidad moral permanente y que ese concepto no está definido. Bueno, okey. Se le está pidiendo al Tribunal Constitucional (TC) que defina el concepto. Mientras eso ocurra, la norma existe, no se puede desconocer. Los congresistas han aplicado la ley. Si el Tribunal Constitucional dijera después que la forma de interpretar correctamente es una u otra, esa es otra historia. Por razones [también] jurídicas, yo hubiera votado en contra de la vacancia. Hubiera interpretado que aquí no había incapacidad moral permanente porque no se han probado las imputaciones sobre Vizcarra. Se tendrán que probar cuando acabe el trabajo de la fiscalía. En tanto no ocurre, no hay forma de saberlo.

¿Esa es la posición oficial del PPC después de la vacancia?

Hemos sacado un comunicado. Básicamente, dice que nosotros advertimos esto con anticipación, que dijimos que se iba a generar una situación indeseada por esta inestabilidad política y que, dadas las cosas, pedimos al nuevo gobierno que entienda que es un gobierno de transición, que la principal tarea es asegurar elecciones libres, entregarle el poder a un gobierno elegido por el pueblo. También que, como no tiene legitimidad, porque este es un gobierno legal pero ilegítimo, no se atreva a tomar decisiones en algunos puntos sensibles. Primero, que no se le ocurra hacer ningún indulto, por lo menos no a un político. Segundo, que el Congreso de la República no se aboque a ver el tema de la elección del TC. Tercero, que no se toque el tema de la reforma universitaria, ni Sunedu. Y, por último, una invocación al pueblo peruano: comprender que si estamos en esta situación es porque hace menos de un año tuvimos que ir a las urnas y evidentemente nos equivocamos de nuevo. En unos meses vamos a tener la posibilidad de corregir eso. Ojalá toda la ira se transforme más bien en seriedad para votar bien.

Entonces, ustedes proponen que la solución es aceptar el gobierno de Merino y que cumpla sus funciones hasta julio del próximo año. ¿Esa es la solución al problema político?

¿Cuál sería si no? Estoy pidiendo una salida posible, jurídica y políticamente. Lo que toca es tener una actitud vigilante para que este gobierno de transición sea eso, un gobierno de transición, al que hay que exigirle que enfrente inmediatamente la crisis sanitaria y la reactivación económica, que no se meta en más. Si vemos que se meten con Sunedu, o que pretenden nombrar al TC, indultar a Antauro, o cualquiera de esas barbaridades, tenemos que salir directamente a impedirlo.

El lunes usted declaró que estaba en contra de las manifestaciones en las calles…

Perdóname, yo estoy muy a favor de las manifestaciones en las calles. Creo que la gente tiene todo el derecho a manifestarse libremente. Lo que declaré el lunes es que vi a un candidato presidencial que salió al estilo Toledo a convocar a la gente a las calles [se refiere a Julio Guzmán]. A mí me pareció que es un irresponsable, más bien, porque lo que no puedo olvidar es que todo esto está ocurriendo en medio de una pandemia. Dios no lo quiera, pero dentro de 15 días espero que no comencemos a enterrar personas que se han contagiado en esas marchas. O sea, me parece altamente irresponsable lo que ha ocurrido. Yo hubiese entendido una convocatoria más serena, mejor programada, que busque guardar la distancia social. En las imágenes de la televisión no hay ninguna distancia social guardada, mucha gente está sin mascarilla. La protesta es súper justa, me parece muy correcto que la gente se manifieste. Los cacerolazos son, por ejemplo, algo que aplaudo, me parece estupendo, ¿pero hacer estas convocatorias? Es un tema de biología, no son ciencias sociales, son ciencias naturales. ¿Qué pasa si en dos semanas comienza a morirse la gente?, ¿qué pasa si arrancamos una segunda ola? Me parece que, si alguien aspira a ser gobernante, en los momentos más difíciles es cuando más serenidad debe mostrar. Algunos me han llamado a criticarme: “Alberto, pero este es el momento”. Cuando más difícil es el problema, más sereno tienes que estar. Un líder político tiene que pensar fundamentalmente en la vida de la gente. Sin vida no hay derecho. ¿De qué derecho me hablas si vas a estar muerto?

¿Cree que una posible solución es cambiar la Constitución?

No, porque no está mal la Constitución, sino su aplicación. Reconozco que hay algunas cosas que tienen que cambiar, pero esas son modificaciones. Por ejemplo, hay que definir correctamente qué cosa es incapacidad moral permanente. Pero eso no te lleva a un cambio de Constitución. Ese es el modelo chavista, ¿no?, que nos tienen así de las narices en toda América Latina y nos van ganando la pelea. Ese es el abecé: “vamos a crear zozobra, vamos a deslegitimar el sistema, vamos a convocar nueva Constitución, refundación de la república”. Vamos, abramos los ojos, está pasando en toda América Latina. Ahora está comenzando a pasar en Perú. No. No me parece que esto sea necesario. Creo que lo que hay que empezar a hacer es una aplicación correcta. Los países civilizados no cambian Constitución por quítame estas pajas. En el Perú tenemos que aprender eso de una vez. Tenemos una Constitución, es una buena Constitución. A mí me gustaba más alguna otra, está bien, pero es un tema de gustos. Lo que no podemos hacer es, en función al capricho de turno, estar cambiando constituciones.

Decía que el cierre del Congreso del año pasado sí fue un golpe de Estado y lo de esta semana no. Desde esa óptica, ¿el Congreso ha vacado a un golpista?

No. Porque el TC lo santificó. Yo estuve en contra del fallo del TC que, dicho sea de paso, fue un fallo de cuatro contra tres, o sea, no es que fue clarísimo. Cuatro contra tres, bien apretadito. Y si soy un hombre de derecho, que lo soy, tengo que aprender a respetar las normas jurídicas. Es importante que la gente entienda. O sea, no se trata de que, cuando estoy de acuerdo, todo bien y cuando estoy en desacuerdo catalogo a todos de golpistas. Yo puedo tener convicciones muy firmes, o estar con ideas muy claras, pero si democráticamente soy derrotado, soy derrotado pues, y esto hay que aceptarlo. Para mí, el cierre fue un golpe porque no se siguió el cauce constitucional. El Tribunal Constitucional, sin embargo, dijo lo contrario.

¿Cree que la votación del lunes fue definida por Alianza para el Progreso? Se especulaba que ellos iban a votar en contra y terminaron votando a favor.

Sí. No sé qué habrá pasado ahí, habrá que preguntarle a Alianza para el Progreso. No tengo una bola de cristal.

Pero, ¿cree que es la bancada que definió todo?

No lo sé. Yo escuché a Acuña unos días antes decir que él iba a votar en contra y de repente vi a su bancada votar a favor. No entendí nada, así que eso pregúntenle a ellos, yo no tengo nada que ver con ellos.

Eso me lleva a preguntar si, después de haber visto todo lo que sucedió, ¿se siente aliviado de que se haya roto la alianza con APP?

Eso ya es pasado. Yo, francamente, no hablaré de eso. Solamente diré que ningún socio nuestro hubiera votado de esa manera, no lo hubiéramos permitido.

Hay algunos exmilitantes del PPC que han terminado en otras orillas políticas. Uno de ellos es Ántero Flores-Aráoz . ¿Cómo vio su designación en ese cargo? ¿Cree que debió aceptarlo en estas circunstancias?

Yo no voy a juzgar si las personas deben o no deben aceptar, pero hace un instante decíamos que frente a estos hechos debemos tratar de exigirle al gobierno una serie de circunstancias y yo lamento mucho que la crispación política de hoy nos está llevando a que las mejores personas no acepten los cargos. En eso también tenemos que reflexionar todos los peruanos, y no estoy hablando solamente de esta crisis, ah. Te hablo en general, ya desde antes.

¿Se le ofreció algún ministerio a algún militante del PPC?

No. No hubiera tenido ningún sentido, porque nosotros estamos en plena competencia electoral. Hubiera sido un absurdo.

¿No hubieran aceptado?

Pero porque estamos en plena competencia electoral. Sería absurdo, no tiene sentido. ¿Qué es lo que sí te estoy tratando de decir? Estamos espantando a los mejores peruanos. Y no estoy hablando de esta crisis, por Dios, estoy hablando de los últimos años, desde hace treinta años viene esto, pero se ha ido poniendo cada vez peor. Los peruanos responsables, que hacen bien su chamba, que tú dirías “oye, este pata podría ser bueno en el Congreso, este pata sería un gran ministro”. Anda y ofrécele, ¿qué te contesta? “No, cuñado, estás loco, o sea, nada que ver, déjame tranquilo en mi casa, mi mujer me mata” o “mis hijos… no, olvídate”. Entonces, lo que estamos haciendo es espantando a todos. Hoy necesitamos al mejor gabinete posible, pero al mismo tiempo decimos “nadie va a aceptar una convocatoria”. Nos condenamos nosotros solos. Tenemos, como sociedad, que reflexionar en lo que estamos haciendo, porque yo creo que estamos hundiéndonos cada vez más, estamos cavando cada vez más profundo el hoyo, haciendo más difícil la salida. Pero no puedes decir: “qué indignante que esta porquería nos gobierne, que a nadie se le ocurra venir, ah”, porque, entonces, ¿cómo hacemos?, salvo que quieras una anarquía, ¿no?

Nota de edición: Después de la muerte de dos jóvenes en las protestas del sábado y la renuncia de Merino el domingo, Beingolea agregó el siguiente comentario:

Todo el problema ha tenido su origen en la votación de los peruanos. Nosotros elegimos a este Congreso, nosotros elegimos a aquel presidente y a su vicepresidente. Desde que comenzó este conflicto, que fue con PPK hace cuatro años, vacado por un Congreso que elegimos nosotros, con un vicepresidente que se convirtió en presidente a quien elegimos nosotros, que cerró el Congreso para que venga otro Congreso al que elegimos nosotros. Hemos elegido a una serie de autoridades que, ahora nos quejamos, no tenían ni siquiera un nivel de estudios como el que debiera tener una autoridad pública. Yo no entiendo cómo es que siempre nos quejamos diciendo que debería haber condiciones mínimas de estudios para los congresistas, pero a la hora de elegirlos los elegimos sin esas condiciones. Espero que hayamos aprendido la lección: que tenemos que votar conscientemente, porque si no, vamos a generar estas crisis. Votamos por agrupaciones que no son partidos serios, que son grupos de poder que se reúnen alrededor de una figurita de turno. El problema es que nos dejan una bancada en el Congreso, como lo que acabamos de ver. Y estas elecciones que vienen van a ser más de lo mismo. Necesitamos elegir a grupos políticos que de verdad sean equipo, que se conozcan desde antes. Ya no más improvisación. Ojalá que esa sea la lección que quede. Lamento muchísimo la muerte de estos dos chicos. Se pudo evitar. Esperemos que este capítulo se cierre con una nueva elección y que se consigne a una persona que sí represente a los peruanos.

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