[MIGRANTE DE PASO] Desde que me subí a una tabla de pequeño, ya sea de skate o de surfing, quise hacer snowboard. Nunca fui muy bueno, pero las risas, sustos y buenos momentos que pasé con amigos bastante más experimentados que yo, son irreemplazables. Es difícil de explicar, aunque haya sido un niño miedoso, en el mar con estas tablas tengo los mejores recuerdos de mi infancia. Tras unos videos tutoriales de Youtube, mi mente infantil pensaba que ya estaba listo. Claramente, no lo estaba.

Es uno de los destinos más visitados de Argentina. Antes de ir, solo lo conocía por sus centros de esquí. Al llegar me di cuenta que detrás de su fama como santuario del deporte extremo se esconden paisajes hipnotizantes. Más de una tarde me quedé contemplado el lago Nahuel Huapi, acompañado de cigarros que son más ricos en temperaturas bajo cero. Donde se vea, el espíritu aventurero aumenta. En una de esas tardes viendo el agua no pude evitar meterme. Fue imprudente e irresponsable, pensé que me iba a dar hipotermia. Cuando se me descongeló la cabeza y dejé de temblar sentía que había pasado por un proceso de ablución.

Lago Nehuel
Lago Nehuel

Cuando llegué a mi hospedaje ya era tarde, así que solo pude recorrer la ciudad buscando algo de comer. La nieve acumulada en los edificios bajos de madera te sumerge en un cuento. Existe una atracción particular por la nieve para quienes no estamos acostumbrados a ella. A la mañana siguiente, enrumbé al Cerro Catedral donde se encuentra el centro de esquí, uno de los más grandes de Latinoamérica.

Tras recibir el equipamiento alquilado sonreía como un niño después de abrir un nuevo juguete. Fuimos a la parte baja de la montaña donde aprendería. Es totalmente diferente a otro deporte con tabla. Vas mucho más rápido y la nieve, por cierto, duele más de lo que aparenta. Un amigo me llamó mientras descansaba después de tantas caídas y le dije que era uno de los mejores días de mi vida. El hambre y el dolor de coxis me hicieron dar cuenta de que dos horas se habían sentido como 20 minutos. Parece un parque de diversiones natural.

Cerro Catedral
Cerro Catedral

Después de almorzar carnes en un restaurante al pie de la montaña subo en uno de los teleféricos que te llevan a las partes más altas. Mientras subía conversando con una tía de cariño, iba disminuyendo mis palabras y mis piernas comenzaban a temblar. Se detuvo por menos de un minuto y casi no podía controlar mi pánico a las alturas. Me quedé mudo hasta bajar. Con las piernas aun temblorosas veía cómo niñas y niños parecían profesionales deslizándose en la montaña. Solo pensaba que era imposible que me tire desde ahí arriba. Luego del mismo proceso para bajar me limité a hacer snowboard en partes menos altas.

Practiqué tres días seguidos y no aprendí a no caerme. Me dolía la frente por usar los lentes de snowboard encima de mis lentes normales. Definitivamente estaba fuera de forma, tenía todos los músculos adoloridos. Los últimos momentos los pasé viendo a la gente deslizarse. Los deportes extremos son admirables. Es una de las maneras de explotar el máximo potencial humano. Las personas que dedican su vida a este tipo de actividades parecen súper humanos desafiando la naturaleza, desde las propias capacidades hasta las enormes montañas, olas o velocidades.

Durante la semana que estuve también hice la excursión de los 7 lagos. Partiendo del Lago Nahuel, donde se encuentra la ciudad de Bariloche, en la ruta 40 partes hacia el norte atravesando tres parques nacionales y dos provincias. La provincia de Rio Negro, donde se encuentra San Carlos de Bariloche, y Neuquén, donde se encuentra San Martin de los Andes. En el camino se bordea el lago Espejo, el Falkner, Lago Escondido, el Lakar entre otros. Te pierdes entre sus paisajes mientras avanzas.

Lago Escondido
Lago Escondido

No pudimos terminar el recorrido por una nevada que nos detuvo un par de horas en el camino. Llegamos a una curva inclinada y tuvimos que detenernos. El carro se deslizaba por la pendiente en lugar de avanzar. No habíamos puesto las cadenas en las llantas y no sabíamos cómo hacerlo. Mientras intentábamos ponerlas pasó un camión tirando agua salada en la carretera como medida para evitar la acumulación de nieve. Nos ayudaron a poner las cadenas y pudimos avanzar.

Cuando vives sumergido en estudios y trabajo, olvidas muchas cosas. Mientras avanzaba por esos paisajes, la naturaleza me recordó lo sublime de sentirse diminuto. “Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada” mencionan en El Principito, refiriéndose a la imposibilidad de los seres humanos para conocer algo o alguien debido a una carrera contra el tiempo. Cuando te expones a la naturaleza, te ves de inmediato reducido a nada. Ni el tiempo y espacio parecen reales, aunque lo sean más que cualquier concepto teórico que rellena tu mente.

Es fácil olvidarlo. Viviendo en un sistema aniquilador de vínculos transparentes, la formula está en el arte, el deporte y en los paisajes. Al borde de la sociedad. No importa dónde estudiaste, en qué trabajas ni cuánta plata ganas, nimiedades en las que perdemos más tiempo del que deberíamos. En quiénes piensas y qué piensas ante la naturaleza cruda te enseña mucho más y pone a prueba de qué estás hecho.

Una última excursión fue en el mismo Cerro Catedral, donde el destino final era un restaurante a 3500 metros sobre el nivel del mar. Solo hay acceso en invierno y con motos de nieve. De noche, la travesía solo es iluminada por los faros de las motos. Era imposible no recordar películas de espías de cuando era niño. Luego de una travesía en la que subes en curvas por bosques nevados llegas a “El Refugio” donde te sirven fondue de queso y chocolate acompañado de vino y una chimenea que calienta el recinto.

Al finalizar el viaje, mi mente se quedó atrapada en las montañas, lagos y actividades que hice alrededor de ellos. Quiero regresar y ver los mismos paisajes en verano-, pensaba. Al igual que algo del lugar se queda adentro tuyo, parece como si hubiera dejado algo mío ahí, a miles de kilómetros de mis estudios y trabajo.

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“El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, es un viejísimo refrán castellano que nos advierte a los hablantes de la lengua de Cervantes que el ser humano no siempre discierne conforme a la razón y, por eso, no aprende de la experiencia, cayendo una y otra vez en el mismo error. Es más, los especialistas en el análisis del comportamiento humano sostienen que los miembros de nuestra especie se niegan a reconocer que si uno hace las cosas de la misma manera, los resultados siempre serán iguales. Probablemente, esa falla de origen nuestra es la que ha producido tantos estafadores y tantos timadores a lo largo de la historia, y, en consecuencia, cientos y miles de timados y de estafados por cada nueva forma o manera de engañar al prójimo, en cada nueva temporada de caza de incautos. Así, en épocas pasadas, cuando el analfabetismo y la ignorancia campeaban en calles y plazas, era casi inevitable que los estafadores les dieran gato por liebre a los ingenuos, vendiéndoles una y otra vez una sustancia alquímica llamada la piedra filosofal, que transformaba el plomo en oro, o, también, el elixir de la vida que posibilitaba el rejuvenecimiento y la inmortalidad.

Tiempo después, mientras proliferaban en los círculos sociales más adinerados los falsificadores de antigüedades, de pinturas de grandes maestros y de libros incunables, unos estafadores sumamente “creativos” idearon una forma de estafa que combinaba la codicia de muchos con el desprecio absoluto de estos mismos por las necesidades inmediatas de las personas menos pudientes. Se trataba de la estafa piramidal que consiste en el aprovechamiento de muy pocos -los que ocupaban rápidamente la cúspide de una pirámide-, de los cientos o de miles de incautos que entregaban a los delincuentes sus ahorros a cambio de las promesas de conseguir duplicar, triplicar o multiplicar sus aportes en plazos muy breves. Como se puede colegir, con la plata aportada por quienes se enteraban en segundo o tercer lugar de “los beneficios” del sistema se pagaban las “utilidades” a los creadores de la pirámide y los que habían llegado a ocupar en primer lugar el punto más alto de esta. Y, como el sentido común lo dice, en el momento en que dejaban de llegar los nuevos aportantes, no habría forma de pagar “los dividendos” a los cientos o miles de aportantes, derrumbándose la pirámide.

En diferentes países y en distintos momentos se han erigido esas pirámides y en todos esos países y en todos esos tiempos ha sucedido lo mismo: las pirámides se han derrumbado, miles se han arruinado y las autoridades han sumado un nuevo caso a la larga lista de denuncias por fraude.

Sin embargo, hasta el descubrimiento de la existencia de OmegaPro, la estafa piramidal más grande de la historia contemporánea, nadie había escuchado hablar de Juan Carlos Reynoso, probablemente el estafador más grande del siglo.

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Enterémonos de su vida y de sus milagros:

OmegaPro es una fábrica de estafas mediante la modalidad de inversiones de dinero mayoritariamente individuales a cuentas creadas y manejadas por Juan Carlos Reynoso o alguno de sus cómplices, las cuales fueron establecidas por estos en la modalidad piramidal, es decir un triángulo de una base muy amplia y una cúspide estrecha e inaccesible, la que se desmoronará, inevitablemente, cuando los individuos colocados en la base de esta no pueden seguir aportando para el usufructo de los que ocupan el vértice de la operación. Hace poco más de seis semanas, publicamos en Sudaca todo lo que se conocía hasta ese momento de Reynoso y de la red de estafadores que operaba en casi todo el mundo. Relatamos como esta supuesta ‘fábrica de hacer dinero rápido’ había estafado a cientos, y, probablemente, a miles de personas con un dudoso hackeo que habría sufrido su página web en octubre de 2022. Lo que siguió de ahí en adelante, escribimos entonces, fue una cadena de lamentaciones por parte de casi todos los integrantes de la pirámide y de una serie de promesas de pago nunca cumplidas por los directivos de OmegaPro; y, mientras sucedía todo esto, Reynoso y sus cómplices internacionales ya habían ideado un nuevo paso: anunciar urbi et orbi que Go Global había comprado la división de mercadeo en red de OmegaPro , sin embargo, lo único que hicieron Reynoso y los miembros de su organización criminal fue cambiar el nombre de la razón social.

El iraní Nader Poordeljoo antes presidente de OmegaPro, anunciaba a través de sus redes sociales el lanzamiento de Go Global, donde también se incluía a Juan Carlos Reynoso.

Y mientras el actual CEO de Go Global, el iraní Nader Poordeljoo, quien anteriormente se presentaba como presidente de OmegaPro y como tal había aparecido en varios videos promocionales de la ‘empresa que volvía millonario a todo aquel que invirtiera en ella’, informaba mediante un comunicado a todos los clientes de OmegaPro que estaba trasladando todas las cuentas a la página Broker Group: ‘una firma financiera de amplio espectro, la cual tenía pleno acceso al mercado’. Por su propio escrito, el comunicado deja en claro que las empresas OmegaPro y Broker Group están estrechamente relacionadas y son igualmente ilegales.

OmegaPro comunica que las cuentas serán pasadas a Broker Group.

Si los lectores todavía no creen que Broker Group es una estafa orquestada por los creadores de OmegaPro para ganar tiempo con los antiguos clientes, quienes todavía creen que se les devolverán los fondos invertidos, y que, además, su dinero tendrá una rentabilidad de 500 por ciento, entonces podemos decir que no han entendido nada, sobre todo que OmegaPro, que Broker Group y que Juan Carlos Reynoso son sinónimos de estafa, de engaño y de apropiación ilícita.

Para completar los datos de la súper estafa liderada por Reynoso, queremos decirles que la página web de Broker Group ha sido hecha de una forma tan rápida que hasta hoy hay varios ítems que permanecen vacíos, que según sus directivos está domiciliada en Panamá, pero si usted tiene tiempo y dinero para ir a ese país en la búsqueda de su dinero, les decimos que Broker Group es una empresa fantasma que carece de oficinas y de oficinistas, y, al igual que OmegaPro, no tienen teléfonos ni correos electrónicos ni nada que se les parezca.

En síntesis, Broker Group es una empresa fraudulenta que no cuenta ni con licencia ni con autorización alguna para operar en nuestro país o en algún otro. Tampoco, por cierto, con un registro provisional en la Superintendencia de Mercado de Valores de Panamá. Sin oficinas, sin autorizaciones de operación y nada ni nadie a quien reclamar, Broker Group es el reino de la estafa y de la impunidad.

Meditaciones de un canalla: el pensamiento íntimo de Juan Carlos Reynoso

El estafador más conocido del mundo, en este primer cuarto de siglo, cuenta que su estadía en la cárcel fue una experiencia muy fuerte y sumamente traumática, que él no esperaba que eso le ocurriera; pero que también fue una experiencia de muchísimo aprendizaje para él y su familia, la cual se encuentra en un momento de sanación.

“No esperaba estar privado de mi libertad durante los 79 días que estuve encarcelado sin haber cometido ningún crimen”, nos dice con el mayor desparpajo del mundo el hombre que destruyó los sueños y las realidades de miles de personas en varios continentes. “Esa privación de mi libertad fue un golpe muy duro para una trayectoria de trabajo de más de 30 años; fueron unos momentos muy fuertes y dolorosos para mí y toda mi familia, así que estoy en unos momentos en los cuales pretendo sanar todas esas heridas”, dice Reynoso sin pestañear ni sonrojarse.

Reynoso cuenta que estadía en la cárcel fue una experiencia muy fuerte y muy traumática.

 “He trabajado muchos años en la Industria bancaria en Nueva York y de otras ciudades de los Estados Unidos, conozco muy bien el sistema financiero y mi idea es dar esos servicios pero a nivel corporativo. En este momento he decidido no continuar en una relación de trabajo con OmegaPro,  pero sí en una relación con todas las personas que creyeron en nosotros, porque siento que tengo un compromiso moral con ellas”, dice el hombre que estafó a todos los que invirtieron en su pirámide y fueron expoliados sin medida ni clemencia, como dice el vals. Finalmente, Juan Carlos Reynoso dice que va a estar disponible para colaborar tanto con la empresa como con las personas para poder llegar a los acuerdos satisfactorios que todos estamos buscando”, sostiene Reynoso que suma la desvergüenza a todos los pecados habidos y por haber.

“La vida nos enseña que nosotros controlamos muy poco de nuestro entorno, que tampoco no tenemos asegurado absolutamente nada y que la vida siempre puede darnos sorpresas, las cuales pueden ser gratas o ingratas. Y lo más importante es estar preparados mental y espiritualmente para resistir cualquier situación negativa que se nos presente. Les aseguro que voy a limpiar mi imagen y lo primero que voy a hacer para ese fin es lanzar un libro que recoge todo lo vivido. Léanlo y luego júzguenme”, dice sin tartamudear Juan Carlos Reynoso, el canalla más grande nacido en el Perú.

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¿Cómo va a ser viable un país cuya tasa de anemia en niños de 6 a 35 meses es de 42.4%? Peor aun sabiendo las consecuencias irreversibles que ello conlleva -cuando deriva en desnutrición crónica- para el desarrollo motriz y neuronal de los afectados por este gravísimo problema.

María Elena Ugáz, oficial de Nutrición y Desarrollo Infantil Temprano de Unicef, ha declarado a El Comercio: “La Organización Mundial de la Salud determina que si la prevalencia nacional o local de anemia es mayor al 40% se considera un problema de salud pública severo”. Superamos, como se aprecia, esa tasa.

Puno y Ucayali son las regiones más afectadas, con 67.2% y 65.8%, respectivamente, pero en 19 regiones del país se registra un aumento de las tasas de anemia, según la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar del INEI. La situación es de espanto y amerita una acción política urgente e inmediata del gobierno central y los gobiernos locales. Debería ser parte esencial de la gestión gubernativa en todos los niveles. La presidenta Boluarte debe tomar cartas directas en el asunto.

Son tres los caminos a seguir. Primero, retomar la senda del crecimiento económico, la mejor fórmula para combatir la pobreza, altamente correlacionada con los indicadores de anemia. Segundo, establecer políticas de salud pública que vinculen varios sectores para compeler a los jefes o jefas de hogares a proporcionar una dosis de hierro mínima a los infantes. Tercero, instruir al Ministerio de Inclusión y Desarrollo Social, Midis, para que también vincule la gran cantidad de programas sociales que alberga, al cumplimiento de ciertas tareas vinculadas a la mejor alimentación de la población en emergencia crítica (que es casi la mitad de la población nacional en la edad comprometida).

Condenar a las nuevas generaciones a minusvalías en aspectos de desarrollo psicomotriz y neuronal, equivale a tramar una red de ciudadanos de segunda clase, sin las condiciones equivalentes a quienes han tenido la fortuna de gozar de una buena alimentación infantil.

Y predispone a la democracia peruana al consecuente voto disfuncional, desinformado, lo que es peor, desinteresado de la política y de los grandes debates públicos, construyendo una masa crítica dada a los extremos polarizados, de rápida y acrítica asimilación.

La del estribo: en la cada vez más prolífica cartelera teatral limeña, se pone en escena Salomé, de Oscar Wilde, obra que causara un escándalo desde su estreno por su punzante cuestionamiento a los parámetros del conservadurismo. Dirigida por Jean Pierre Gamarra, y con la actuación de Amaranta Kun, Leonardo Torres, Mónica Sánchez, Fernando Luque, Alonso Cano, entre otros, va en el Británico, hasta el domingo 6 de agosto. Entradas en Joinnus.

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[CON ANTEOJOS] Soltera codiciada 2 es el reciente film de la realizadora Johana Lombardi. Luego de cinco años de la historia inicial, las protagonistas Gisela Ponce de León, Karina Jordán y Jely Reátegui se reencuentran, esta vez con nuevos desafíos y alrededor de un acontecimiento que le otorga a esta cinta un contenido bastante dramático, además de cómico.

Conversamos con la directora Joanna Lombardi y las actrices Jely Reategui y Karina Jordan para saber más del film.

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El gobierno ha dado dos pasos significativos en la última semana, que ojalá revelen un cambio de rumbo político y económico. Uno, la declaración del premier Otárola, en el sentido de tomar distancia del Congreso presentando acciones de inconstitucionalidad respecto de un paquete de normas aprobadas en el recinto legislativo. Dos, el anuncio del destrabe del proyecto Chavimochic, un gol económico que podría ser un parteaguas respecto de una política más agresiva pro inversión privada.

Lo primero es esencial al Ejecutivo. Su mímesis con un Legislativo aún más desprestigiado que el gobierno central, no hacía más que agregarle a las propias, antipatías ajenas (según la última encuesta del IEP el Congreso tiene 91% de desaprobación y apenas 6% de aprobación). Es riesgoso tomar distancia crítica, porque la mayoría congresal fácilmente puede retomar aires vacadores si percibe que tiene al frente a un poder adverso, pero si desde Palacio administran con habilidad y muñeca estas eventuales divergencias, la sangre no tendría por qué llegar al río.

Hay una clara vocación de aferrarse al cargo por parte de los congresistas y eso debe ser aprovechado por el Ejecutivo. Va a ser muy extremo que se animen en el Parlamento a vacar a Boluarte, a sabiendas de que una transición congresal provocaría un desmadre social equivalente al que ocasionó el ascenso de Merino y provocó su corta duración. Les conviene que Boluarte se quede y nada se mueva y, en esa medida, el Ejecutivo tiene margen de acción para marcar su propia ruta aun a costa de esporádicos choques con el poder de la plaza Bolívar.

La segunda noticia es más relevante en términos estructurales, porque sacar adelante un megaproyecto como Chavimochic implica una señal positiva al mercado inversor, más allá de la propia dinámica capitalista que el proyecto en sí generará (ojalá nomás no lo terminen destinando tan solo a grandes grupos económicos) y ello, sumado a otros logros que se puedan conseguir pronto (Majes-Siguas, San Gabán, etc.), podría hacer que la inversión privada empiece a recuperar confianza y retorne a la dinámica pre Castillo y se logre así remontar los biafranos niveles de crecimiento que se estiman y que tanto impacto generan en la generación de empleo y en las tasas de pobreza (según estudio de Macroconsult, para este año se prevé que la pobreza aumente a 28.4%; el 2022 fue de 27.5% y el 2021 25.9%).

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[MÚSICA MAESTRO] Saldando cuentas pendientes: Las bandas olvidadas del underground peruano (1990-2010), es el título más reciente del boom editorial dedicado a la nostalgia por aquellos estilos y movimientos marginales que, en su tiempo, fueron absolutamente despreciados por la oficialidad local. Es un esfuerzo que merece atención y reconocimiento, independientemente de que estemos o no de acuerdo con la excesiva sublimación y el intento por considerar épicos a eventos y personajes que fueron, por un lado, innegablemente auténticos pero, por otro, tan fugaces y poco trascendentales como (casi) todo lo que nos rodea, características comunes en otras publicaciones de este tipo, desde los recuentos pormenorizados de Daniel F. o Pedro Cornejo Guinassi hasta las crónicas del colectivo Sótano Beat y Carlos Torres Rotondo.

Juan Pablo Villanueva Vega, el autor, es un joven chorrillano de 32 años, periodista y director de un (des)conocido fanzine que lanzó diez números entre 2015 y 2019, llamado Kill the ‘zine. Además es músico, integrante de una banda llamada Fukuyama -en alusión al filósofo nipón-norteamericano Francis Fukuyama, escritor de un clásico de nuestros años universitarios, El fin de la historia y el último hombre (1992)- que navega entre noise rock, electrónica y hardcore punk. En medio de la pandemia, Fukuyama lanzó su primer larga duración oficial, epónima, luego de tres interesantes EP de nula difusión convencional –Fukuyama EP (2018), Single y Los días son aterradoramente calmos (2019) -bajo el sello independiente Entes Anómicos, casa que le brindó la plataforma editorial para este proyecto que se viene presentando en diversos espacios de Lima y provincias con buena recepción en los extramuros de lo alternativo.

Esta doble vocación le permitió a Juan Pablo ser voz autorizada para contextualizar una subcultura que nutrió sus gustos musicales desde los años escolares y que además conoce por dentro, pues es parte de ella o de su prolongación. Estos elementos, además de hacer comprensible el tono de admiración desmedida hacia sus referentes/entrevistados, permiten elogiar el resultado, a pesar de algunas observaciones de índole formal que, sin llegar a descalificar a la obra, sí actúan en contra de sus intenciones primigenias: dar a conocer una actividad musical/artística que es significativa para él y para un grupo determinado de personas. Un libro debe ser fácil de leer para que no nos ronde la tentación de dejarlo a la mitad. En ese sentido, la estética de fanzine, al estilo de lo que hizo Pedro Grijalva con su voluminoso y mejor editado recuento Eutanasia: ¿Y nosotros ké? Hasta el global colapso, 1985-2012 (Muki Records, 2018) y, particularmente, la impresión de los textos en letras blancas sobre páginas negras no ayuda.

En un país donde muy pocos leen, pensar en esos detalles es vital al momento de publicar sobre cualquier tema. También hay algunas erratas y uno que otro gazapo en el índice que muestran poca pulcritud o apuro en la corrección/edición. Pueden sonar a exquisiteces -más aún si se trata de las historias jamás contadas de bandas que se autocalifican como anarquistas- pero termina siendo contraproducente invertir tanto tiempo y recursos en investigación, entrevistas, transcripciones, redacción y organización de un libro para que después su lectura sea un dolor de cabeza.

Una digresión. Durante mi etapa escolar y preuniversitaria, por una cuestión elemental de gustos musicales, me sentí muy atraído por el pop-rock nacional, tanto las opciones que se difundían en medios comunes y corrientes -radios, canales de televisión- como aquellas del circuito alternativo o “no comerciales”. Estas últimas terminaron siendo mis favoritas, debido a que daban voz rabiosa a las cosas que yo mismo pensaba -y que, en general, sigo pensando- sobre cuestiones como la corrupción política, la discriminación, la hipocresía de los medios y toda clase de convencionalismos socioculturales.

Con el tiempo, se me fue haciendo cada vez más difícil pasar por alto las imperfecciones y carencias del rock hecho en el Perú, a pesar de que para los cultores de géneros extremos y sus variantes la precariedad -tanto en la calidad de las producciones como en la ejecución misma de instrumentos y voces- era uno de sus principales elementos constitutivos incluso en las escenas más exigentes y desarrolladas del exterior (con la excepción del metal en que la técnica sí es muy valorada por músicos y seguidores de bandas). Por otro lado, también fui notando con más claridad la tendencia al autobombo y la extremada indulgencia que domina a amplios sectores de las diversas entelequias que se fueron formando en todos los espectros de la escena local.

Así todos, desde los clásicos de los sesenta/setenta hasta las bandas que escuchaba mientras crecía, comenzaron a sonarme insuficientes, una situación de la cual no son únicos responsables pues conocemos las limitaciones de nuestro país para cualquier desarrollo musical, mucho más difíciles de superar si se trata de géneros que no son atractivos desde un punto de vista de fama y rentabilidad inmediatas, ya sea porque no están de moda o porque sus letras contienen mensajes, por decirlo de alguna manera, incómodos. Eso sin mencionar otros factores como las argollas, compadrazgos y diversos tipos de discriminación racial y clasista que interfieren, muchas veces, en el camino de jóvenes que, por no pertenecer a sectores más favorecidos ni gozan de contactos, tienen cerrados los espacios formales de difusión masiva. Aunque internet y sus diversos vehículos -Bandcamp, Spotify, YouTube, redes sociales- ha abierto múltiples maneras de darse a conocer, es una situación que todavía está presente en la escena local.

Por esas razones, a pesar de que la nostalgia me permite seguir disfrutando de algunas bandas, solistas o colectivos peruanos de heavy metal, punk, pop radial y sus respectivos subgéneros, al margen de sus niveles de calidad o destreza -y de que me someto, voluntariamente, a escuchar opciones nuevas de aquí y de allá- es muy poco lo que puedo rescatar de un ecosistema tan desordenado. No niego su existencia ni desmerezco sus esfuerzos, pero esa precariedad que es transversal a todo lo propio -política, sociedad, fútbol, cine, televisión, gastronomía- me aleja de los discursos entusiastas con respecto a la multitud de bandas enmarcadas en el rótulo pop-rock nativo.

Dicho esto, la lectura de Saldando cuentas pendientes: Las bandas olvidadas del underground peruano (1990-2010) es bastante ilustrativa, pues (re)descubre un sentimiento, una indignación que tuvieron ciertas juventudes en el Perú. Eso que hoy nos falta, ante las paparruchadas de un Congreso plagado de corruptos y analfabetos funcionales y de un Poder Ejecutivo que desprecia y ataca a las poblaciones que exigen su salida, está en los gritos de bandas como Generación Perdida, Pateando Tu Kara (PTK, para los amigos), en las desesperaciones nihilistas de Dios Hastío -su grafía real es dios hastío, en minúsculas-, uno de los mejores grupos de metal extremo (crust, noisecore) del medio, y hasta en los arrebatos pseudo teatrales y escatológicos de los diversos proyectos del recordado ídolo “subte” Leonardo del Castillo (1974-2011), factótum de grupos como Insumisión o Pestaña, entre otros, que hicieron techno industrial, ruidismo y hardcore punk. Leo Bacteria -su nombre artístico-, se suicidó a los 37 años, convirtiéndose de inmediato en una leyenda moderna de la escena subterránea.

Como apunta el crítico musical John Pereyra (Hákim de Merv) -de las desaparecidas revistas Caleta, Freak Out! y del blog Apostillas desde la disidencia: “Hace casi cuarenta años se pretendió consolidar una movida mainstream que, instantáneamente, quedó fosilizada. Con el tiempo, se incorporó uno que otro nombre, pero aún hoy esa entelequia sigue siendo propiedad de los mismos sospechosos de siempre. Para verificar esta afirmación, basta con escuchar por espacio de media hora la “radio-rock” de tu preferencia, o chequear ese bodrio fílmico que responde al nombre de Avenida Larco: al risible Pedro Suárez-Vértiz, los cochambrosos Río, el veintiúnico hit de JAS o los vendidos NoseQuién Y NoseCuántos; sólo se les deja de lado para poner canciones de conjuntos pusilánimes como Libido o Mar de Copas”.

Efectivamente, las movidas alternativas siempre fueron ninguneadas por los medios tradicionales. Hoy esos mismos medios pretenden absorberlas como si fueran elementos de un pasado concluido, casi como piezas de museo. Saldando cuentas pendientes… no va por ese camino y, por el contrario, da visibilidad a grupos condenados a ser efímeros, pero que merecieron ser más sentidos en el tiempo en que decidieron dar salida a sus indignaciones, muchas de las cuales -por no decir todas- no solo siguen vigentes, sino que se han incrementado. Sobre todo, si consideramos que se trató de una escena mucho más extensa que la de sus predecesores puesto que, con el crecimiento demográfico en los conos norte, sur y este de Lima Metropolitana, hubo una mayor cantidad de bandas jóvenes que en los ochenta, con circuitos nuevos que se sumaron a los epicentros del Cercado, Barranco, La Victoria o El Agustino, además de la siempre activa e invisible vida nocturna del interior del país. El periodo al que se acota la recopilación de testimonios de Villanueva va de 1990 al 2010, quizás el peor de nuestra historia reciente en términos políticos y cubre un total de quince agrupaciones de hardcore punk, noise y punk-rock.

En tiempos de Fujimori y Montesinos, perderse en las descargas de ruido de Atrofia Cerebral o dar rienda suelta a emociones catárticas en alguna tocada de Dios Hastío fue el camino natural para legiones de adolescentes y jóvenes desarraigados, sin esperanza, en un país que los aplastaba de día y de noche con sus periódicos chicha, su educación de pésima calidad, sus desapariciones, robos y arreglos bajo la mesa. La agresividad de estas y otras bandas surgidas en esas dos décadas fue incluso más allá que la original generación “subte”, y no solo a nivel sonoro sino que, además, incorporaron a este hartazgo generalizado una posición ideológica, la anarquía, dando nacimiento a una de las vertientes rescatadas por la crónica grupal de Villanueva: el “anarcopunk”.

La relación entre punk y anarquía existió desde la gestación del género, allá por los años setenta, en la lejana Inglaterra (no por nada el himno de esa era fue Anarchy in the UK de los Sex Pistols, de 1976). La moda reflejada en los peinados, uso de accesorios puntiagudos y negros, actitud contraria a lo “social y políticamente correcto” y la filosofía “DIY” –“Do It Yourself” o “hazlo tú mismo”- también se permeó a esta escena que comenzó a verbalizar más un discurso de crítica a las clases dirigentes -y a señalar de “blandos” a los grupos de la generación anterior que, según ellos, no lo hacían- pero, más allá de las opiniones que van y vienen como dardos, sí es preciso denominar a toda esta hornada de grupos “anarcopunks” como una continuación de lo “subte”. Asimismo, todo lo ocurrido en el decenio 2001-2010, durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García, que se enmarcó en la aparición, dentro del panorama mundial del hardcore punk, de nuevos “sub-subgéneros” que pretendían diferenciarse entre sí por cuestiones individuales –“krishnacore”, “straight edge”, etc.- es también continuación de las bandas de la década previa.  El prólogo del periodista y crítico musical Fidel Gutiérrez echa interesantes luces sobre este debate.

También es cierto que el concepto murió o, para ser menos concluyentes, mutó hasta convertirse en un recuerdo, en una nota inactual, gracias al control de medios que, curiosamente, hoy da mucha menos cabida a estas expresiones que la que recibieron entre 1983 y 1989. Pero, como queda demostrado en el libro de Juan Pablo Villanueva, sí hubo una nueva promoción de jóvenes dispuestos a hacer estallar todo con gritos, insultos y guitarras distorsionadas. Mientras preparaba esta nota me crucé, por ejemplo, con un grupo que pertenece a la década siguiente (2011-2020), y una canción que jamás veremos en la televisión de señal abierta, inspirada en la represión y los excesos del gobierno de Dina Boluarte frente a las protestas callejeras. Me refiero al cuarteto de hardcore punk y metal Podridö y su tema 1312. Escúchenlo aquí.

Una observación adicional: hubiera sido un complemento muy útil que Saldando cuentas pendientes: Las bandas olvidadas del underground peruano (1990-2010), consignara al detalle las distintas alineaciones de cada grupo, sus años de existencia, discografías y cómo acceder a ellas, además de algunas letras de canciones. ¿Quizás en una segunda edición?

 

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