Uno de los avances más importantes en la sanción de la violencia contra las mujeres fue la tipificación del feminicidio (2011) como un crimen específico en el país.

La norma que estableció este delito tuvo varias modificaciones orientadas a considerar los escenarios de riesgo y los tipos de feminicidio, sin limitarlo solo a los crímenes en relaciones afectivas. Se trata de una de las primeras leyes peruanas que reconoce a las mujeres como sujetas de derecho de manera específica, evidenciando las realidades desiguales que enfrentan.

Si bien la inclusión de este delito permitió establecer sanciones, también facilitó el desarrollo de políticas para investigar el fenómeno y profundizar en el análisis de los riesgos, una etapa fundamental para la prevención.

El camino para lograrlo no fue fácil. Antes de que esta categoría se incorporara al ordenamiento jurídico y penal del país, el asesinato de mujeres y niñas en escenarios de violencia de género era calificado como “crimen de honor” o “crimen pasional”. De esta forma, se justificaba la conducta del agresor y se invisibilizaban los trasfondos de discriminación que precedían al hecho.

La tipificación del delito también ayudó a sensibilizar a la ciudadanía sobre un problema de larga data. Además, permitió reconocer que la violencia contra las mujeres tiene consecuencias mortales y que puede ocurrir tanto en espacios públicos como privados, a manos de personas cercanas o desconocidas.

Cuando se dice que el feminicidio es el asesinato de una mujer por su condición de tal, se señala que, lamentablemente, existe un significado social construido a partir de la realidad biológica. Es decir, se imponen mandatos, estereotipos, comportamientos, roles y expectativas que afectan la autonomía de las mujeres y las exponen a mayor vulnerabilidad ante la violencia, lo cual es injusto.

Para categorizar este delito, se realizaron estudios que evidenciaron su prevalencia y permitieron generar un registro nacional de casos. Según estos, los agresores justificaban sus acciones alegando que la mujer les discutió, les interpuso una demanda de alimentos, se negó a continuar la relación, rechazó tener intimidad sexual o simplemente no accedió a sus proposiciones. En muchos casos, existían antecedentes de violencia, pero en otros no. También existen los feminicidios producto de la violencia sexual, casos terribles y recurrentes en el país.

En otras palabras, el feminicidio es un crimen específico en el ordenamiento penal, que sanciona la agresión extrema contra mujeres y niñas, cuya prevención es responsabilidad del Estado.

No todos los casos ocurren en relaciones de pareja o expareja. Recordemos el trágico caso de Eyvi Ágreda, una joven que fue rociada con combustible en un transporte público por un acosador con quien no tenía vínculo alguno. Eyvi falleció, y su muerte trágica impulsó a las autoridades a tomar más medidas para enfrentar el problema, incorporando el acoso como un factor de riesgo.

A más de diez años de la tipificación de este crimen, algunos se preguntan por qué sigue ocurriendo. Ningún delito desaparece por el simple hecho de tipificarse. Su inclusión en el ordenamiento penal es una expresión de rechazo desde el Estado y un mecanismo de sanción, pero no la única solución.

Quienes hemos trabajado en este tema por años insistimos en que no solo es necesaria la sanción, sino también la prevención de la violencia contra las mujeres. Mientras este fenómeno exista, el problema continuará.

El feminicidio es el último eslabón en una cadena de violencias contra las mujeres, un desenlace trágico al que no se debería llegar.

En el contexto actual, caracterizado no por una ola de retrocesos, sino por un tsunami de ataques contra las medidas de igualdad, la congresista y pastora Milagros Jáuregui, en un intento caprichoso por desmantelar los avances en materia de derechos de las mujeres, ha presentado un proyecto de ley para eliminar este delito y reducirlo a un simple “asesinato en relaciones de pareja”. No hay propuesta más ideologizada ni más vergonzosa que esta, contraria a las víctimas de feminicidio y a sus familias.

El 2024 terminó con una cifra trágica de 162 feminicidios (MIMP, 2025). Hace pocos días, una niña murió víctima de la cruel violencia sexual. En un país que llora la vida de decenas de mujeres y niñas cuyos crímenes debieron prevenirse, la congresista ocupa su tiempo en desmantelar las medidas destinadas a sancionar y prevenir estos hechos.

Ante semejante actitud, le pregunto a Milagros Jáuregui: ¿qué daño le hace la tipificación de este delito? ¿Por qué le da la espalda a las madres que lloran a sus hijas asesinadas y claman por justicia? ¿Por qué retroceder en esta materia y permitir más impunidad?

Claramente, estos son los caprichos del poder.

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Feminicidio, NoMáRetrocesos

El 8 de marzo se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres en todo el mundo, una fecha emblemática que no pasa desapercibida gracias a la fuerza que el movimiento de mujeres y feminista tiene a nivel global.

Convenientemente, este día tampoco pasó desapercibido para la primera presidenta del Perú, quien, con un discurso bastante endulzado, intentó posicionarse como gran defensora de las mujeres, cuando sabemos que es todo lo contrario.

Es bajo el gobierno de Dina Boluarte que se están dando los mayores retrocesos en materia de igualdad. Un ejemplo de ello es la amenaza a la continuidad del MIMP.

Boluarte pasará a la historia por ser la presidenta que, paradójicamente, le quitó a más de la mitad de la población la única institución con rectoría en el Estado para promover la igualdad y luchar contra la discriminación y la violencia de género.

Pasará a la historia por hacerle el juego al patriarcado y rendirse ante él, con argumentos falaces que solo siguen hablando de su propia enajenación a un poder al que ya no puede enfrentar, y que está detrás de esta y otras propuestas de retrocesos.

El 8 de marzo, Boluarte saludó a las mujeres por la mañana y, por la tarde, permitió que la PNP arremetiera contra las que llegaban a la Plaza San Martín en una marcha pacífica e histórica.

Es también en este gobierno que las organizaciones feministas y de derechos humanos son más hostilizadas y estigmatizadas, mucho más que en años anteriores.

Haciendo gala de su indiferencia con los derechos de las mujeres en el ámbito internacional, Dina Boluarte no ha enviado una delegación (como sí lo han hecho muchos presidentes anteriores) a la 69ª Sesión de la Comisión sobre el Estatus Jurídico de la Mujer (CSW 69) de las Naciones Unidas. Esta es una reunión anual en la que los países dan cuenta del avance en políticas orientadas al empoderamiento y desarrollo de las mujeres en el mundo. Este año, el tema fue la revisión de los compromisos asumidos en la Plataforma de Acción de Beijing hace 30 años.

La delegación peruana, ausente.

Saludar y reprimir. 

Saludar y destruir.

Es cierto que ser mujer no te hace, necesariamente, buena persona; asumirlo sería caer en una posición esencialista. Sin embargo, igual duele.

Cuando la historia cuente este periodo, dirá que hubo una presidenta mujer que gobernó victimizándose, instrumentalizando los derechos de las mujeres y destruyendo las garantías para su protección. Lamentable.

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8M2025, MarchaLima

El Perú atraviesa una profunda crisis democrática. Parte de esta se refleja no solo en la falta de separación de poderes, sino en el ataque a la pluralidad de voces y a las garantías normativas para que las organizaciones de sociedad civil ejerzan su trabajo de vigilancia y critica frente al gobierno y otros actores del Estado. 

Todo autoritarismo teme a las organizaciones sociales, a la protesta y a cualquier expresión o actor que se atreva a levantar cuestionamientos o críticas al poder.

Deshacerse de las organizaciones que incomodan, es parte del plan de todo gobierno autoritario. Experiencias similares se han vivido en Venezuela y Nicaragua. Hacía dichos modelos si garantías nos están orillando. 

Para lograr el objetivo de anular la critica y seguir afianzando elcampo de impunidad que están construyendo tienen que debilitar el Estado de derecho, además de difamar, potenciar odios autoritarios y patriarcales en la población y poner en riesgo la seguridad jurídica de sus detractores. 

La propuesta normativa de modificación de la Ley del APCI (Agencia Peruana de Cooperación Internacional), que plantea medidas arbitrarias y desproporcionadas busca – precisamente-  generar un contexto de inseguridad jurídica para las ONGs,  allanando el camino para cerrar y censurar a aquellas incómodas a los intereses del gobierno y sus aliados. 

Antes de esta propuesta, el campo fue preparado mediante campañas para deslegitimar el principio de igualdad, y , en general los derechos humanos. Por ejemplo, la campaña “Con Mis hijos no te metas” , que por su llegada a tanta población y nivel de publicidad debe haber tenido una gran inversión; estaba orientada a promover odio y miedo a las defensoras de derechos y las feministas, basándose en la tergiversación de la información. La era de la post verdad. Miente, miente, que algo queda. 

Ahora vemos diversos medios de comunicación y cuentas  deredes sociales que destilan odio contra todo lo que tenga que ver con bienestar. Difaman, inventan y hostilizan. El objetivo es claro, dejar a las organizaciones sociales, especialmente a las de derechos humanos y las feministas como corruptas y nocivas, quedando el escenario político y social libre, para que los reales corruptos sigan haciendo sus negocios y consolidando un país inseguro, machista, individualista y sin ningún tipo de bienestar para la ciudadanía. 

Muchos de los medios que dedican programas enteros  a sacar información sobre el financiamiento a las ONGs como grandes investigaciones, omiten la verdad. La información del financiamiento de las ONGs la tienen porque estas, especialmente las que están hostilizando, tienen una práctica permanente de rendición de cuentas y son transparentes. 

Es decir, obtener el detalle de la vida económica, los balances y las auditorias de las ONGs es fácil. Todo ya está en el APCI. Todo se rinde anualmente. Las organizaciones de sociedad civil no solo rinden cuentas al Estado, a través de los mecanismos ya establecidos, lo hacen a cada fuente cooperante de acuerdo a los formatos y procedimientos internacionales de transparencia. 

Por lo tanto, ¿le tienen miedo las ONGs de derechos humanos y feministas a la fiscalización?. No, por supuesto que no. Estas son fiscalizadas por APCI, por la SUNAT , por SUNAFIL y también por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF). 

La oposición a esta norma no tiene que ver con una resistencia a la rendición de cuentas, sino con el rechazo a medidas abusivas y prácticas autoritarias que ponen en mayor riesgo la débil democracia que tenemos, a través de la censura y de la persecución. 

No es gratuito que pocos días la presidenta haya salido públicamente a manifestarse contra las organizaciones y de paso, contra la igualdad. No es casualidad lo poderosa que se siente, como no es casual la protección que tiene del Congreso auncuando su nivel de ilegitimidad alcanza porcentajes vergonzosos. 

A la presidenta y al Congreso les importa más ocupar su tiempo en esta persecución tendenciosa que en actuar contra la inseguridad ciudadana y la criminalidad, la corrupción, los desastres ambientales, la violencia contra las mujeres y niñas, la impunidad y la informalidad en las construcciones del país (que se caen). 

Lo que le importa a este Gobierno y al Congreso, es continuar en el poder y para ello están preparando hace mucho el escenario. Eliminar la oposición es parte. 

Le toca a la ciudadanía, poner un alto y defender la débil democracia que nos queda. 

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NoNosCallarán

Son muchas las víctimas violencia sexual quienes por miedo, vergüenza o temor a la estigmatización guardan un doloroso silencio por años. Algunas no entienden lo que ha sucedido, se quedan confundidas, sobre todo cuando la persona agresora fue alguien de su entorno, a quién admiraban o respetaban. 

La confusión y el temor se incrementa cuando quién pensabas que debería cuidarte, guiarte o protegerte, aprovecha este rol o la confianza depositada no solo por el niño, niña, joven o mujer, sino por la familia de esta, para vulnerar lo más íntimo: la integridad sexual. 

En nombre de las religiones se han cometidos muchos abusos, desde siempre. Hablar de esto no es atacar la fe de cada persona, que es respetable, sino visibilizar que, dentro de las iglesias, también hay agresores sexuales, quienes aprovechando este espacio de poder y confianza vulneran niñas, niños, adolescentes y mujeres. 

El escándalo del Sodalicio, puesto en la palestra pública tras la investigación de Paola Ugaz y Pedro Salinas, graficó una realidad que ha costado años ser aceptada por la jerarquía católica, pero que es real. La violencia sexual existe en organizaciones religiosas y poderosas como esta, y ha sido una práctica de poder y control, que terminó vulnerando la vida de decenas de jóvenes. 

Se sabe que este no es el único caso.  Juan Luis Cipriani, ex arzobispo de Lima y primer cardenal del Opus Dei, renunció a la orden y salió del Perú en 2019, ante una denuncia de violencia sexual realizada por un hombre adulto, que quiso hablar de los hechos sucedidos varias décadas atrás (1983). Esto fue investigado por el Vaticano y se ordenó el exilio del ex cardenal. 

Hechos similares se han denunciado en todo el mundo. Lamentablemente, en nombre de la fe se han cometido abusos y hechos deleznables e irreparables, que han sido silenciados por las instituciones religiosas y sus autoridades, con la finalidad de no perder ni su legitimidad ni su poder. Aquellas que no han dado respuesta o han omitido los hechos, se han convertido en cómplices de los abusos que se perpetúan en el seno de estas organizaciones.

Tan cómplices de los hechos son quienes conociendo los mismos callan, como quienes premian y condecoran a los supuestos agresores, dejando de lado los testimonios de las víctimas para afirmar – mediante sus actos- que no les creen.  

Pero también hay otro nivel de complicidad y es el del ciudadano/a de a pie. La fe es individual; pero esta no puede cegarnos y llevarnos a defender lo indefendible. Tal vez las Iglesias, y especialmente la católica, ha perdido a tantos fieles, justamente por las incoherencias que existen y porque si un principio católico es: el bien por el otro, no podemos dejarlo de lado para defender a una jerarquía ciegamente. 

La consigna cristiana de “ama a tu próximo como ti mismo” a muchos se les olvida.

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Cipriani, NoMásViolencia

La reciente medida adoptada por el Congreso del Perú, que prohíbe el uso de minifaldas para las trabajadoras, es una clara manifestación del control social sobre el cuerpo de las mujeres y una muestra de cómo aún se perpetúan normas patriarcales bajo la fachada de «formalidad». 

Lo que podría parecer una simple normativa de vestimenta es, en realidad, una forma de discriminación directa y una herramienta más para restringir las libertades; condicionando y determinando no solo cómo deben vestirse las mujeres sino también como deben comportarse en los espacios de poder y toma de decisiones.

El Congreso, el segundo poder del Estado, se ha convertido en el principal perpetuador de estereotipos, reafirmando que las mujeres deben mantener conductas basadas en un moralismo patriarcal que solo favorece a los agresores. 

En una sociedad en donde la violencia de género contra las mujeres y niñas es drama diario, este tipo de medidas solo fortalece la impunidad de los agresores y coloca como “provocadoras” a las mujeres que libremente deciden su forma de vestir. Así se valida la violencia sexual en el espacio público y se perpetúa la tolerancia a este flagelo social. 

El retroceso al que nos están llevando las actuales autoridades es gravísimo. Cuando pensábamos que el Congreso no podía caer más bajo surge el escándalo de la supuesta red de explotación sexual, las autoridades deciden limitar la vestimenta de las mujeres y se destapan escándalos de violencia sexual protagonizados por los mismos congresistas. 

Evidentemente estamos ante un Congreso, cuyos representantes son la expresión de una cultura patriarcal y machista que prevalece en nuestro país, la cual vulnera diariamente la vida de miles de personas. 

Las mujeres, niñas y adolescentes tienen derecho a sentirse seguras en el espacio privado y público. Es decir, en los diferentes ámbitos en donde se desarrollan.

El control sobre las elecciones de vestimenta esta intrínsecamente ligado a la histórica objetivización de los cuerpos, la sumisión a cánones hegemónicos de belleza y el “moralismo patriarcal y religioso” que se expresa además en la censura de contenidos que plantean una crítica a este modelo de exclusiones. Aunque ese es otro tema no puede dejar de mencionarse, ya que todo se encuentra relacionado. 

Volviendo a esta absurda y retrógrada medida que solo sirve para perpetuar estereotipos y la discriminación directa a las mujeres; su crítica es indispensable. No es un tema menor, estamos asistiendo a un retroceso de décadas en materia de igualdad. Lo que esta norma regular es la libertad individual de las mujeres, devolviéndonos a tiempos que pensamos ya estaban superados. El control, la vigilancia y la reculpabilización en su máxima expresión. 

Un feminicida justifica su crimen diciendo que “la mato porque lo dejó por otro”, los congresistas con esta medida dicen “las mujeres provocan los ataques sexuales”, exculpando así a los agresores. En el modelo patriarcal, punto de apoyo de la violencia de género, son las mujeres las culpables de lo que les pasa: ya sea por cómo estaban vestidas, si fueron o no a las fiestas, si salieron tarde o no, si tomaron alcohol o no. 

Cuánta razón y vigencia tiene la letra de la agrupación feminista “Las tesis”, quienes han graficado esta realidad al decir: 

“El patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo
es la violencia que no ves (…) Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía.
Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”

El camino hacia la igualdad de género pasa por promover autonomía, respetar libertades y ciudadanías. No por limitar libertades y culpar eternamente a las mujeres. La violencia sexual es un delito y el culpable siempre es el agresor. El Congreso, no entiende eso. Caer más bajo se puede. 

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ControldelVestir, NoMásRetrocesos

El ser humano necesita ciclos, inicios y finales. Por ello, cada comienzo de año se vive como una oportunidad de reflexión, una posibilidad de hacer las cosas de forma diferente, talvez mejor que en el periodo que acabó.

El 2024 fue un año duro para la igualdad y los derechos humanos. De forma eufemística podríamos decir que se libraron varias batallas. Los y las defensores de derechos tuvieron que resistir varios embates de sectores afanados en instalar el autoritarismo y retroceder en materia de derechos. ¿Se retrocedió? Definitivamente sí.

Es difícil describir cada retroceso y embate, pero podríamos resumir algunos: la eliminación del lenguaje inclusivo, la indolencia y falta de atención a los casos de violencia sexual en la amazonia, la amenaza a la existencia del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, la persecución a las organizaciones de la sociedad civil con los proyectos legislativos que modifican la Ley del APCI (Agencia Peruana de Cooperación Internacional), la permanencia de Ministros que atacan los derechos humanos, la falta de reformas en la PNP, la inexistente reforma del programa Aurora y el blindaje a la minería ilegal que promueve la  trata y explotación de niñas y mujeres.

Lo cierto es que el 2024 nos mostró que tenemos una clase política podrida, a tal nivel que se empieza a destapar una red de explotación sexual en el mismo Congreso; y, la primera autoridad del país realmente no ha hecho nada para favorecer los derechos de las mujeres y niñas, más allá de ofrecer pena de muerte con gran irresponsabilidad, no ha fortalecido las políticas públicas para la prevención y atención de la violencia de género, ni ha dado impulso a nada que tenga que ver con la igualdad.

Las consecuencias las vemos en la permanencia de la violencia y la desigualdad, así como en el desinterés de muchas autoridades. El patriarcado se ha fortalecido de la mano de una presidenta indolente y de un Congreso mafioso.

¿Qué nos espera el 2025?  Es incierto, por supuesto. Pero si las autoridades que tenemos permanecen los resultados serán los mismos y seguiremos viendo la destrucción de la democracia y de lo avanzado en décadas en materia de derechos e igualdad.  

Una democracia necesita igualdad de género, de lo contrario no es democracia.

Cosas positivas, por supuesto que existen. Entre las saltantes la comprobada existencia de un movimiento feminista diverso generacionalmente y con presencia en gran parte del país. Mujeres y diversidades de diferentes edades que responden y activan frente al abuso y la violencia. Organizaciones y colectivas que se articulan para resistir. Aunque este no sea un movimiento masivo, su presencia se hace sentir en el escenario público y político.

El 2025 hay que verlo con esperanza, no hay duda, pero con una dosis fuerte de realidad. Si las autoridades no cambian, las cosas van a empeorar y le toca a la ciudadanía asumir una voz visible, más crítica y opuesta al atropello que hemos vivido.

En el 2025 esperemos no tener más Ministros que minimizan la violencia sexual contra niñas diciendo que estás son “prácticas culturales”, no que trate de “ratas” a las víctimas del abuso.

Esperemos no tener una presidenta que solo habla de los derechos de las mujeres cuando quiere victimizarse y nunca para ofrecer cambios reales.

Esperemos, de verdad, que este sea un mejor año, en dónde la sociedad civil sea respetada y no atacada, en dónde los autoritarismos queden atrás y podamos reconstruir el país.

Es utópico, pero el inicio de año nos permite soñar para volver a tomar impulso.

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Más Igualdad, No Más Retrocesos

Actualmente, la información circula demasiado rápido, lo que lleva a que temas de especial relevancia pasen desapercibidos o sean mal informados. A continuación, una opinión de la norma, recientemente aprobada por el Congreso de la República, sobre los permisos de viaje de niños y niñas cuyo contenido preocupa. 

Se trata de la Ley 32191 que modifica el Código de niños y adolescentes. Los medios de comunicación han difundido que, con esta norma, se ha aprobado que las personas menores de dieciocho años pueden viajar fuera del país tan solo con el permiso de uno de sus progenitores. ¿Qué tan cierto es esto? y ¿Qué tan positivo puede de resultar?

Hasta antes de la mencionada modificación legislativa, en todos los supuestos un niño/a o adolescente menor de dieciocho años necesitaba la autorización notarial del padre y de la madre. Si el menor viajaba solo con uno de sus progenitores, se requería el acuerdo notarial de la otra parte. 

He escuchado a varias madres y padres preocupados/as, por si esto significa que podrán llevarse a sus hijos/as al extranjero con mayor facilidad y sin el permiso de la otra parte. Esto no es así. Es importante aclarar esta dimensión, incluso en los titulares de los medios, ya que se puede estar generando angustias innecesarias en personas que tienen conflictos y en donde los niños/as quedan en medio de la disputa.

La mencionada norma señala que solo se requerirá la autorización de una de las partes en casos de defunción (dimensión obvia), cuando el menor haya sido reconocido solo por uno de los progenitores (dimensión justa) y cuando el viaje sea por una beca de estudios completa, intercambio estudiantil, tratamiento médico no disponible o haber sido seleccionado para representar al país en juegos olímpicos o campeonatos deportivos (dimensiones riesgosas). ¿Por qué?  

Si vamos al detalle, podemos concluir que la medida es positiva en los dos primeros supuestos, ya que se aceleran trámites absurdos y no se pone en riesgo la seguridad de los niños/as. Es decir: (1) cuando uno de los progenitores ha fallecido, el hecho puede ser verificado por la notaría mediante la partida de defunción y, (2) cuando solo una de las partes ha reconocido al menor, puede ser verificado mediante la partida de nacimiento y el registro pertinente. 

De más está decir, que muchas madres crían a sus hijos/as solas y que existen padres biológicos que no reconocen su paternidad. Brindar esta facilidad, en casos como este, es absolutamente justo. 

No obstante, ¿qué pasa en los otros supuestos? Voy a intentar reflexionar esta parte teniendo como horizonte un principio fundamental de los derechos humanos: el interés superior del niño y de la niña, según el cual cualquier medida normativa debe analizar el impacto diferenciado que puede tener en la seguridad, el ejercicio de derechos y la protección de la niñez. 

La Ley en cuestión habilita otros supuestos que vistos de forma general pueden sonar positivos, pero que analizados en el contexto del país son muy peligrosos. Esto, debido a que no se puede dejar en potestad de un notario el discernimiento sobre la veracidad de una beca de estudios, un tratamiento médico o una competencia deportiva, por más papeles que pueda presentarse. Si solo un padre/madre presenta la solicitud significa que de por si puede existir un conflicto o un desacuerdo que debe ser deliberado por un juez/a, teniendo diferentes elementos a disposición. 

Esta norma tal cual está dada, le quita al Poder Judicial la potestad protectora sobre los niñas y niñas, y, deposita esta enorme responsabilidad en las notarías. En un país corrupto como el nuestro, en donde existe un mercado de falsificaciones de documentos y firmas falsas de notarías, es un salto al vacío. 

La disposición, además señala que, de presentarse “disentimiento” ya sea del padre o de la madre, esto se verá conforme lo estipulado en el artículo 112 del Código de niños y adolescentes. En el cual se determina que, frente al desacuerdo, el juez decidirá considerando los documentos que justifiquen el viaje. 

Entonces, si de igual manera frente a un desacuerdo explícito deberá resolver un juez/a, ¿qué sentido tiene la norma, si esto ya se señala en las disposiciones actuales?, ¿si sólo se tiene que presentar una de las partes frente a la notaría con la documentación que justifique el viaje, ¿cómo el notario sabrá que la otra parte no está de acuerdo?, y, sin esta información ¿cómo lo va a derivar al juez pertinente? 

Así mismo, ¿sabiendo que en conflictos de pareja o ex pareja sobre tenencia y alimentos los niños/as quedan al medio, se puede aligerar las medidas para su protección?, ¿en un país con tanta violencia hacia las mujeres puede ser esto un riesgo para sacar a los niños/as del país sin el consentimiento de la madre y con la complicidad de otros? 

Estas son algunas de las preguntas que tenemos que hacernos, porque no se puede legislar con tanta ligereza, sobre todo si esto afecta la protección de los más vulnerables.

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PermisoDeViajeAMenores

Un nuevo ataque a la débil democracia que tenemos está por concretarse. Se ha agendado está semana en el Pleno del Congreso de la República la discusión del Dictamen que modifica la Ley de la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI), lo cual pone en grave riesgo el derecho a la libertad  de asociación y participación.

Este dictamen acumula un conjunto de proyectos de ley (PL 06162, PL 06252, PL 07140, PL 07367 y PL 07354) para  limitar y  controlar la actuación de las organizaciones ciudadanas. 

Se  busca perseguir, hostigar y amedrentar a las organizaciones de sociedad civil que defienden derechos y son incómodas para el proyecto autoritario que está en marcha en nuestro país. 

La posible aprobación de esta propuesta normativa no solo afectará a las ONGs de derechos humanos, feministas y organizaciones ambientalistas; impactará gravemente en todas las organizaciones y asociaciones del país, así como pondrá barreras a la cooperación internacional en su conjunto. 

Estas iniciativas vienen de sectores con una tradición autoritaria y posturas contrarias a la lógica de derechos como : Perú Libre, Fuerza Popular y Renovación Popular, entre otros.

Para justificar un atropello de esta magnitud se suele difundir que las organizaciones de la sociedad civil no son fiscalizadas, sin transparentar que en el Perú existen mecanismos de supervisión y monitoreo exigentes, que las organizaciones más atacadas cumplen a cabalidad.

Claramente no hay sustento técnico para estás propuestas, pues las mismas son parte de un plan para seguir debilitando el derecho a la libertad de asociación y de participación. Dimensiones claves para toda democracia.

Los sectores corruptos que imperan en el Congreso, quieren el campo libre para seguir avanzando sin cuestionamientos en la toma del Estado y en la perpetuación de desigualdades que permitan afianzar narrativas autoritarias. 

Nada de derechos, nada de críticas, nada de ciudadanía. Ese es el plan. 

Está en manos de la ciudadanía y de los pocos actores políticos éticos y serios que nos quedan, contribuir a bloquear el avance de la corrupción y de las mafias que buscan blindarse y generar condiciones para que la impunidad en el país se perpetúe. 

Son tiempos complejos, en donde se ataca todo lo bueno, en dónde la indolencia prima y la indiferencia mata. No los dejemos seguir avanzando.

Retroceder más no tiene sentido. 

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Basta De Autoritarismos, Defendiendo El Desarrollo, No A La Modificatoria APCI

El trágico feminicidio de Sheyla Condor, evidencia que tenemos un Estado indolente, que no cumple con la debida diligencia en los casos de violencia contra las mujeres. A esto se suma un gobierno indiferente frente a los graves problemas que tiene el país.

En medio de la APEC, el encierro de estudiantes y la declaratoria de emergencia en Comas, una joven fue desaparecida. Mientras la Presidenta y sus Ministros se codeaban con los presidentes del mundo y presentaban un país inexistente, una madre desesperada rogaba a llantos que le reciban la denuncia por desaparición en una Comisaría. 

La familia de Sheyla sufrió lo que muchos familiares de desaparecidas padecen; la indolencia, la indiferencia, la burla y la repetición de estereotipos por parte de las autoridades que con información falsa se niegan a recibir denuncias e iniciar los procesos de búsqueda. 

La misma policía que persigue a ciudadanos en protestas no atiende las denuncias de familiares que temen lo peor. Los ven sufrir, los ven rogar y no hacen nada. ¿Es este un caso aislado? Lamentablemente, no. El accionar de los efectivos policiales en este caso refleja un patrón recurrente de negligencia en situaciones similares.

Además, el agresor de Sheyla era un suboficial de la PNP. Esto plantea una grave sospecha de complicidad de otros agentes, lo cual debe ser investigado a fondo.

La muerte del agresor, aparentemente por suicidio, cierra el proceso penal contra él, pero no repara el daño ni debe significar el fin de las investigaciones. El Ministerio Público, está en la obligación de investigar a todos los posibles involucrados, así como determinar la responsabilidad de las autoridades que se negaron a recibir la denuncia y no actuaron conforme a los protocolos actuales para los casos de mujeres desaparecidas. 

Además, el agresor tenía denuncias previas por violencia sexual. ¿Qué hacía un denunciado por tres mujeres por un crimen atroz, vistiendo el uniforme y en funciones? ¿Cuáles son los protocolos de actuación de la PNP frente a estos casos?. 

Un agresor en la impunidad, es un riesgo para otras mujeres. Y esto ha quedado demostrado un sin fin de veces. Antes violó, ahora asesinó. 

El caso de Sheyla, deja muchas reflexiones en torno a la violencia contra las mujeres y la negligencia de las autoridades. ¿Hasta cuándo?

Los estándares internacionales en materia de desapariciones de mujeres por particulares, señalan que el Estado, a través de sus autoridades, en este caso, la PNP, debe actuar con inmediatez en la búsqueda. Dado que las primeras horas son fundamentales. Es decir, se tienen que desplegar todos los esfuerzos para ubicar a la persona con vida, dado que debido al contexto conocido de violencia, la víctima se encuentra en grave riesgo. 

Esta disposición es conocida por la autoridades , así como saben que para recibir una denuncia no se tiene que esperar, esta debe ser tramitada de inmediato para proceder a emitir las alertas que determina el Sistema de búsqueda de personas desaparecidas. 

Negligencia, indolencia, machismo, racismo,  clasismo e indiferencia. Una combinación mortal para las mujeres, sobre todo para las más vulnerables. ¿Hasta cuándo?

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