Liz Meléndez

Violencia sexual y religión

“En nombre de las religiones se han cometidos muchos abusos, desde siempre. Hablar de esto no es atacar la fe de cada persona, que es respetable, sino visibilizar que, dentro de las iglesias, también hay agresores sexuales, quienes aprovechando este espacio de poder y confianza vulneran niñas, niños, adolescentes y mujeres”.

Son muchas las víctimas violencia sexual quienes por miedo, vergüenza o temor a la estigmatización guardan un doloroso silencio por años. Algunas no entienden lo que ha sucedido, se quedan confundidas, sobre todo cuando la persona agresora fue alguien de su entorno, a quién admiraban o respetaban. 

La confusión y el temor se incrementa cuando quién pensabas que debería cuidarte, guiarte o protegerte, aprovecha este rol o la confianza depositada no solo por el niño, niña, joven o mujer, sino por la familia de esta, para vulnerar lo más íntimo: la integridad sexual. 

En nombre de las religiones se han cometidos muchos abusos, desde siempre. Hablar de esto no es atacar la fe de cada persona, que es respetable, sino visibilizar que, dentro de las iglesias, también hay agresores sexuales, quienes aprovechando este espacio de poder y confianza vulneran niñas, niños, adolescentes y mujeres. 

El escándalo del Sodalicio, puesto en la palestra pública tras la investigación de Paola Ugaz y Pedro Salinas, graficó una realidad que ha costado años ser aceptada por la jerarquía católica, pero que es real. La violencia sexual existe en organizaciones religiosas y poderosas como esta, y ha sido una práctica de poder y control, que terminó vulnerando la vida de decenas de jóvenes. 

Se sabe que este no es el único caso.  Juan Luis Cipriani, ex arzobispo de Lima y primer cardenal del Opus Dei, renunció a la orden y salió del Perú en 2019, ante una denuncia de violencia sexual realizada por un hombre adulto, que quiso hablar de los hechos sucedidos varias décadas atrás (1983). Esto fue investigado por el Vaticano y se ordenó el exilio del ex cardenal. 

Hechos similares se han denunciado en todo el mundo. Lamentablemente, en nombre de la fe se han cometido abusos y hechos deleznables e irreparables, que han sido silenciados por las instituciones religiosas y sus autoridades, con la finalidad de no perder ni su legitimidad ni su poder. Aquellas que no han dado respuesta o han omitido los hechos, se han convertido en cómplices de los abusos que se perpetúan en el seno de estas organizaciones.

Tan cómplices de los hechos son quienes conociendo los mismos callan, como quienes premian y condecoran a los supuestos agresores, dejando de lado los testimonios de las víctimas para afirmar – mediante sus actos- que no les creen.  

Pero también hay otro nivel de complicidad y es el del ciudadano/a de a pie. La fe es individual; pero esta no puede cegarnos y llevarnos a defender lo indefendible. Tal vez las Iglesias, y especialmente la católica, ha perdido a tantos fieles, justamente por las incoherencias que existen y porque si un principio católico es: el bien por el otro, no podemos dejarlo de lado para defender a una jerarquía ciegamente. 

La consigna cristiana de “ama a tu próximo como ti mismo” a muchos se les olvida.

Tags:

Cipriani, NoMásViolencia

Mas artículos del autor:

"Saludos y represión a la vez"
"Los autoritarismos censuran"
"Violencia sexual y religión"
x