[EN LA ARENA] Salir de viaje es un recurso al que han recurrido muchos de nuestros ministros y gobernantes. Con variados objetivos, por supuesto. Quisiéramos que todos fueran para conseguir acuerdos internacionales que nos convengan o porque se están resolviendo proyectos vitales con poblaciones locales, pero aquí en Perú, ¿cómo describir el uso que del viaje han hecho nuestros políticos? El avión presidencial podría ser una pista si pensamos en todo aquello de lo que ha sido objeto: los vuelos de narcotráfico de Alberto Fujimori, las parrandas de Alejandro Toledo, los vuelos de Alan García con Jorge Barata o la promesa de vender el avión del presidente Pedro Castillo. Otro criterio podría ser cómo en estos tiempos mediáticos, presidentes como Javier Milei y Dina Boluarte parten en busca de un reconocimiento que en vano llene sus bien fundamentadas inseguridades. 

De todos, los viajes por huida son los más reveladores, porque dejan muy claro que se trata de vuelos tomados por no querer dar la cara. Uno de los más famosos, narrado como novela policial, fue el de la huida de Alan García a Colombia y de ahí a Francia. Como si se tratara de un heroico y perseguido líder político, García contó haberse escondido y planificado su fuga, con ayuda del gobierno a través de Hurtado Miller, tras haber sido acusado por ordenar las matanzas en los centros penitenciarios y por enriquecimiento ilícito. En aquel entonces, todavía el Estado peruano no había ratificado del Estatuto de Roma, en el que se establece que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles. Así que pasados los diez años, Alan García regresó al Perú el 2001. El Estatuto recién entró en vigor al año siguiente. Ahora el Congreso busca desconocerlo. 

De estilo opuesto, parco y tecnológico, fue el último viaje que realizó Alberto Fujimori, cuando renunció desde Japón por fax. Se reeligió a sí mismo por tercera vez y a pocos meses de haber juramentado, salieron los vladivideos. Fingió estar sorprendido, echó toda la culpa a Vladimiro Montesinos, dijo que llamaría a elecciones y luego enrumbó hacia la Cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Al pasar por Tokio decidió renunciar, se asiló y al Congreso le llegó por Fax su carta de renuncia. Indignado, el Congreso rechazó la renuncia del Presidente, lo declaró incapaz moralmente y lo inhabilitó por diez años para ejercer cualquier cargo público. Al finalizar el año 2005 fue detenido en Chile por sus crímenes. Por cierto, Chile acaba de ampliar su extradición. 

Dina Boluarte, bajo investigación por las masacres ocurridas al comenzar su mandato y su colección de relojes ha optado por el silencio. Todavía no está en tiempos de huida, pero sí sus ministros, que han huido de presentarse ante dos comisiones del Congreso de la República por sus declaraciones contra los pueblos Awajún y Wampis, justificando los abusos sexuales cometidos por docentes en la residencia rural de Condorcanqui, al decir que se trata de prácticas culturales. 

El ministro de Educación, Morgan Quero, huyó a Puno para anunciar la construcción de seis Escuelas Bicentenario que costarán más de 500 millones de soles. La ministra de la Mujer, Ángela Hernández, fue a Tumbes para inaugurar un Centro de Emergencia Mujer. La ministra de Cultura, Leslie Urteaga, fue a Junín para recibir la solicitud de que una fiesta tradicional sea considerada patrimonio cultural de la Nación. Y el ministro de Salud, también convocado, César Vásquez, pues se fue con la presidenta Boluarte a visitar China. Como consecuencia, la congresista Ruth Luque, y su bancada han impulsado una moción de censura.

Viajes y silencios, así les responden a nuestras niñas, a nuestros niños. Y sin embargo, los políticos que hoy nos gobiernan, desaprobados por la población, insisten en ser candidatos y proponen nuevas postulaciones. Quizás este sea el gobierno más negacionista de nuestra historia, en el que sus actores no saben ni quieren dar la cara. 

Las discusiones políticas, más aún durante procesos electorales, suelen concentrarse en las redes sociales en si se es facho o se es comunista. Fórmula simplista que lleva a terribles desengaños, pero que funciona: ¡La izquierda nos saqueó! ¡La derecha nos vendió! ¿Es cierto que la izquierda saquea y la derecha nos vende? En ambos casos lo que hay son distintos recursos para hacer del Estado una herramienta de control. Sea para ampliar programas y servicios sociales (tomando el control de empresas y ministerios que beneficien redes de clientelaje) o para reducirlos hasta dar total libertad a los empresarios (libres de impuestos, ganando a costa de trabajadores sin derechos e indiferentes al impacto  ambiental), lo que queda claro es que se ganan las elecciones para hacer del Estado lo que convenga para seguir en él. Aquí no hay sueños estalinistas ni hitlerienses. Hay tan solo bolsillos ávidos por recibir.

Después de la Segunda Guerra, se apostó por un acuerdo mundial para ponerle límite a la manipulación del Estado a través de los derechos humanos. Eran los mínimos sin importar ser de izquierda o derecha, dictadura o gobierno democrático. Pero nada cambió, la brecha sigue creciendo entre los países del primer mundo que los protegen y desarrollan, mientras ni los derechos mínimos en nuestro continente han sido tomados con la seriedad y la prioridad necesarias. Nuestro Congreso es el mejor ejemplo. Declarados de izquierda o de derecha, lo único que interesa es utilizar al Estado para los fines económicos de cada grupo y mantener en silencio a la población. De qué sirve distinguir ambos bandos si declaran la prescripción de los crímenes de lesa humanidad.

Con la pandemia nos dimos cuenta de que carecíamos de hospitales en número y en buen estado, sin real cobertura. Lo mismo con el sistema educativo, del cual cada año se retiran más y más adolescentes, niñas y niños del país, sin que nadie haga nada contra el retorno del analfabetismo. Desnutrición, falsa formación profesional, minería ilegal, trata, sicariato se han instalado en diversas zonas del Perú, dejando muy atrás las ganancias del narcotráfico. La migración regional llegó con sus pandillas criminales y se acomodó al sistema policial. ¿Sirve de algo ser de izquierda o de derecha en estos contextos? 

¿Cuándo perdimos la capacidad de imaginarnos como país? ¿Dónde están los grandes proyectos capaces de transformarnos? Cuando a mediados del siglo XIX se produjo en Europa la revolución industrial, se asumió que para conseguir un trabajo eficiente se requería saber leer, escribir y disciplinar. De inmediato, se creó un sistema de educación público que al finalizar el siglo consiguió que casi toda la población ya pudiera leer instrucciones y seguirlas. Y como se la necesitaba sana, se creó un sistema de salubridad.

Pero aquí, el Perú no cambia. Se opone férreamente a hacerlo. Seguimos siendo un país extractivista, carente de una industria significativa y de un mercado interno que valga la pena. A un país así le conviene la indiferencia a nuestros derechos básicos de salud, educación, alimentación, vivienda o seguridad. Y dejemos de culpar al Colonialismo español, porque fueron decisiones que tomamos al convertirnos en una República. Fuimos nosotros y no los españoles quienes quitaron el acceso a la educación y al voto de la población indígena, en ese entonces la mayoría de peruanos. Y aún no lo conseguimos revertir. 

No bastó que cada proyecto de Ley de este Congreso buscara evitar sanciones para quienes atentan contra nuestros derechos básicos. Hemos llegado casi al punto de romper con la cooperación internacional para evadir sus acusaciones sobre nuestro enfermo gobierno y así poder continuar con ese plan cuidadosamente elaborado por las mafias que nos gobiernan, que tienen identificadas todas las normas que los detienen y que están dispuestos a destruir. 

Esto no se trata de izquierda o derecha. Se trata de transformar o hundir al país. Y cada día el cambio climático nos advierte que vamos contra el tiempo. ¿Estamos dispuestos a seguir así?

En cada país, los grupos de poder siempre han tenido la intención de producir niñas, niños y adolescentes que respondan a los modelos de familia y ciudadanía que les resultan más convenientes. Siempre vinculados con la toma de los gobiernos, podemos considerar a los textos escolares como la más resaltante evidencia de tal intención. En los manuales podemos trazar las apuestas políticas, las revolucionarias y las represivas de los discursos en disputa de la hegemonía. Por esta razón cada vez son más las investigaciones que se realizan en ellos. España fue pionera en crear un centro para ello. Pasa por su experiencia. Al poco tiempo de que Francisco Franco tomara el poder tras la guerra civil, reescribió los textos escolares para que la juventud compartiera su anhelo de restaurar el imperio español. Y tras la muerte de Franco y la recuperación de la democracia, los textos escolares pudieron finalmente, enseñar el franquismo, aunque siguiendo la postura política de la editorial. Ante el último decreto sobre los saberes básicos (2022), la derecha más extrema se ha alzado en contra de la diversidad sexual y el que se haya reservado los estudios del bachillerato para un estudio político profundo de los siglos XIX y XX.

Augusto Pinochet cómo no iba a temer al programa Escuela Nacional Unificada de Salvador Allende, considerado comunista (cuando se trataba más de un modelo de gestión que de adoctrinamiento). Enfurecido, ordenó retirar todo material considerado extranjero, pues atentaba contra su patriótica educación. La historia se enseñaría a partir de heroicas biografías y las mujeres serían educadas para cuidar el hogar. Al igual que con el franquismo, una vez recuperada la democracia, la dictadura y los crímenes de Pinochet pasaron a los textos escolares para que las nuevas generaciones impidieran que se repitiera un gobierno tan atroz.  Sin embargo, los docentes no llegaban a trabajarlo por temor a que las familias reclamaran, lo reducían a un enfrentamiento entre dos bandos, o validaban opiniones que relativizaban los hechos. Hoy, las familias ya dejaron de oponerse y el tema cada vez interesa más a los estudiantes. 

Hasta hace poco, en Argentina la historia también se enseñaba desde un conjunto de símbolos patrios y de figuras heroicas. Por tal razón, Perón y Evita, aún en vida ya formaban parte de la imaginaría escolar y por la misma, el gobierno de Pedro Eugenio Aramburu prohibió los símbolos peronistas, encarceló y fusiló a los opositores. Al llegar la dictadura de José Rafael Videla, diseñó un sistema para controlar la subversión en la comunidad educativa, que trajo como consecuencia la desaparición de docentes y estudiantes. Sí, su gobierno fue el autor de la Noche de los Lápices. Aquella en que se secuestraron y asesinaron estudiantes de secundaria en septiembre de 1976. Recién durante los gobiernos de los Kirchner, los textos escolares presentaron una estructura más vinculada con los acontecimientos, como las dictaduras sufridas. Javier Milei aún no se ha referido al contenido, pero ha cancelado la compra de textos escolares de este año. 

En México, las quemas de textos escolares son tradición. Sobre todo desde la década de 1970 cuando se incorporó la educación sexual en los manuales. El año pasado, los opositores al gobierno del Presidente Manuel López Obrador encendieron nuevas hogueras. Los estados regidos por el PAN han rechazado los textos escolares por considerar que promueven el comunismo y la pedofilia y las familias han salido angustiadas a marchar.

En Perú, donde aún se extrañan los hermosos textos escolares del gobierno velasquista y del proyecto de Augusto Salazar Bondy, no ha sido necesario secuestrar, ni encender fogatas. Como los diversos grupos de corrupción han tomado el gobierno y las tareas públicas, ya consiguieron intervenir los textos escolares en nuestro país. El motivo es defender a Alberto Fujimori, negar el terrorismo de estado durante el Conflicto armado y ponerle fin a la educación sexual integral en el país. Así no cabe duda que la corrupción se alimenta de la ignorancia y el atraso, y por eso los fomenta. ¿Añadimos la indiferencia? 

Pocos meses atrás, Víctor Manuel Quinteros, ex Gerente de Políticas de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil, publicó en el Boletín Idehpucp que en los últimos 7 años, el número estimado de armas sin registro en el Perú había ascendido de 267,000 a 342,000 en un contexto sumamente peligroso: somos testigos de cómo se ha expandido el crimen organizado transnacional y cómo diversas organizaciones criminales han surgido en nuestro país en las zonas de extracción ilegal, como la madera y la minería. Como consecuencia, la demanda de armas de fuego creció tanto para fines criminales, como para defensa legal. Para detenerla, se promulgaron leyes para regularizar las licencias y solicitar la entrega voluntaria de armas, pero de poco sirvió, pues el tráfico de armas, señala Quinteros, no sólo comercializa pistolas o revólveres, sino también fusiles de largo alcance que utilizan las fuerzas de la minería ilegal y las organizaciones criminales en Ecuador. Esas armas jamás serán entregadas voluntariamente.

De pronto, de brusca manera, el Pleno del Congreso acaba de aprobar el uso de armas por parte de los ciudadanos en situaciones de “legítima defensa”. Norma Yarrow y Patricia Chirinos han sido las dos mujeres que han impulsado esta propuesta legislativa, la cual modifica radicalmente el Código Penal y el Nuevo Código Procesal Penal. Desde hoy 15 de mayo queda establecido que no habrá responsabilidad penal, ni siquiera prisión preventiva, para aquellos que empleen el uso de fuerza letal en caso tengan que “defender su integridad o la de terceros”. Eso implica que si irrumpen en su casa, su carro o su negocio y se crea una situación de peligro inminente, se podrá matar al agresor, sin ningún temor o sentimiento de culpa. El año pasado, ya el Ministerio del Interior, el Poder Judicial y la Fiscalía de la Nación determinaron que la iniciativa legislativa no podía ser aprobada, pues la seguridad ciudadana no puede ser usada como pretexto justificar o exculpar actos de violencia hacia terceros, incluidos familiares, como los feminicidios. De nada ha valido la advertencia. Hoy, 77 congresistas las apoyaron en uno de los más irresponsables arrebatos que se hayan cometido. Ya no sólo la corrupción, sino también el crimen, acaban de tomar nuestro Congreso.

Patricia Chirinos sostiene que su ley, siguiendo el derecho a la legítima defensa y al vivir con seguridad, permite un “escudo de protección” para aquellos que se enfrenten a situaciones de riesgo. Disparar a un criminal es protegerse, se concluye de su propuesta, la cual es enriquecida por José Williams, quien considera que la delincuencia organizada ha “menoscabado el respeto por el Estado”. Por tal razón, argumenta el congresista de la misma bancada, el poder disparar en defensa propia sin ninguna regulación, promoverá el empoderamiento de la ciudadanía y, sinceramente aún no comprendo cómo, sostiene que la ley también reforzará la confianza de las fuerzas policiales frente al crimen organizado.

La pensadora Rita Segato describe la crueldad (2019) no sólo como una falta de compasión ante actos violentos, sino también como un deleite provocado por el dolor y el sufrimiento ajeno. Naturalizada, la crueldad también se presenta en las prácticas cotidianas que someten la subjetividad de las personas. Segato plantea que la crueldad se aprende porque se enseña. Que el gozo y la desensibilización ante el dolor juegan un rol activo en procesos de enseñanza-aprendizaje que como en los juegos de guerra, homogeniza y masculiniza. Pero hablamos de un país que no puede soportar esos juegos. Se trata de una guerra posible y de un mercado ilegal que dos mujeres congresistas, enceguecidas por las normativas ilegales que el Congreso y sus mafias nos imponen, están decididas a celebrar con una crueldad cada vez más retorcida. 

Por primera vez en la historia del cine peruano han coincidido cinco producciones nacionales en una misma cartelera. De las cinco películas que se disputan el público para mantener sus salas llenas, tres de ellas han sorprendido con propuestas estéticas que representan al Perú de maneras muy distintas. Esta disputa ha convocado bandos a favor y en contra para cada película en las redes y los medios.   

Yana-Wara (2023), la película que no consiguió culminar Oscar Catacora (1987-2021), sino su tío Tito, es la más audaz de todas ellas. Con escenas sostenidas que parecen viñetas en blanco y negro, la hermosa y terrorífica Yana-Wara, nos cuenta en aimara la violenta historia de cómo llegó la educación escolar a una comunidad aislada geográficamente, a través del abuso que comete el profesor contra Yana-Wara, una niña enmudecida, protegida por su abuelo. El público se ha dividido en un bando que se conmovió con la historia indesligable de su estética y fantasmagoría; y otro bando que se alzó contra una suerte de vergonzoso retrato de una comunidad peruana, dejando de lado que estaba ambientada cuarenta años atrás. Así ya no es el Perú dijeron unos, por qué tenemos que seguir victimizándose añadieron otros. 

La biografía de Ernesto Pimentel, Chabuca (2024), ha sido una audaz apuesta por una estética cuir con guiños a la obra de Giuseppe Campuzano. Sin embargo, sus partes no llegan a ensamblarse debido a los bruscos giros del guion, incluido un inusual final escrito. Empieza siendo la orientación sexual el tema principal y luego lo reemplaza una historia de desamor. Quizá la victimización pueda ligar sus partes: el esfuerzo de Pimentel por no victimizarse desde niño debido a su homosexualidad, y de ahí su rechazo al novio que lo victimizó al punto de contagiarle el VIH. Igual queda mucho suelto y el cambio de tema oculta lo mejor de la película, su propuesta estética. El público se ha dividido en un bando a favor del novio que falleció hace veinte años, y otro bando, homofóbico, se ha declarado opuesto, asqueado con la “suciedad” con la que nombra la orientación sexual de sus protagonistas. 

Con La piel más temida (2023), el debate pasó de las redes a la televisión. Como la película cuenta cómo la protagonista descubre que su padre fue parte de Sendero Luminoso y conoce a su abuela quechua, un conductor del canal de noticias N pidió al cine que la retirara por  “romantizar el terrorismo” con dinero que el Estado no debiera darle a ninguna película, menos a esta. La voz del conductor es la del bando que desde el Congreso de la República y en colusión con algunos medios de comunicación, victimiza a las fuerzas armadas y manipula su vacía definición de terrorismo, para ocultar que durante el enfrentamiento contra Sendero y otras organizaciones armadas, el Estado también utilizó el terror y cometió terribles masacres y asesinatos. Un bando que boicotea toda producción cultural que se atreva a recordarlo. Y justamente, Joel Calero, director de La piel más temida, tiene el don de haber imaginado una trilogía de cómo el pasado no se puede ocultar. Cómo invade el presente, el ahora. Sus películas tratan del preciso e inesperado momento en que el conflicto armado retorna para interpelar la memoria. 

Lo bueno es que hay ese otro bando que crece y persevera, aquel que sí ve La piel más temida, el que se conmueve con Yana-Wara, el que extraña a Campuzano y verá Arde Lima, un bando que seguirá luchando para que el arte no nos deje olvidar nuestra historia. Porque el verdadero arte, no engaña. 

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Que la recién fundada república peruana decidiera con justificaciones racistas, condenar a dos terceras partes de su población al abandono, la explotación laboral y la marginación territorial, produjo que la distribución del territorio y del gobierno del país se realizara entre hombres con acceso a las mejores escuelas, regentadas por docentes de buen nivel intelectual, usualmente extranjeros vinculados a congregaciones religiosas europeas o intelectuales peruanos con estudios y experiencia laboral internacional, varios luego ministros o embajadores. Eso no aseguraba que no hubiese corrupción y repartija en todos los gobiernos, pero sí traía consigo el imaginarse como un país algún día desarrollado. Existía un discurso de progreso y modernidad que en medio de tanta calaña consiguió que el analfabetismo se redujera año tras año, ampliando la cobertura escolar. 

Claro que costó trabajo. Durante los 200 años que ya tiene la República, el negar la educación se aprovechó con fines electorales; por ejemplo, durante casi un siglo (1896-1979) no se pudo votar siendo analfabeto, lo cual excluyó del gobierno no sólo a la población indígena sometida, sino también a la mujer peruana. No obstante, la población marginada, consciente del poder que estudiar implicaba migró, reclamó y luchó por su derecho, sin tomar conciencia de que el Estado peruano no se encontraba en condiciones de poder cumplirlo. 

Durante las últimas cuatro décadas de democracia y dictadura, las dos terceras partes de la población antes excluida por pobreza y condición étnica tuvo acceso a una mala educación escolar que devino en una mala educación universitaria. Universidades públicas y particulares formaron malos profesionales que refugiados en la corrupción, se adueñaron en ese lapso de la carrera pública magisterial, judicial y burocrática. Como resultado, se consiguió que sus allegados se enriquecieran permitiendo el fortalecimiento de la informalidad en el transporte y la minería, y la consagración del narcotráfico, del comercio de armas y la trata. Hoy, tras haber tomado también el Congreso, muchos de ellos se han enriquecido invirtiendo en mantener el sistema universitario lucrativamente exitoso, condicionado a perpetuar su conveniente sistema de mala formación. 

Pueda ser que exista algún antecedente escondido en algún libro de historia, pero estoy casi segura de que nunca antes en el devenir de este país, el Congreso de la República se había propuesto emitir una legislación que socavara la vital formación personal, ciudadana e intelectual de nuestra población. Esto implica que la mayoría de estos parlamentarios, con anuencia del Poder Ejecutivo y bajo la protección del Poder Judicial han acordado tirarse abajo los largos esfuerzos de mejora y los pocos logros conseguidos en las últimas tres décadas en el sector Educación: el cambio en la formación de los nuevos docentes y la carrera meritocrática, la ampliación de su cobertura a casi todo el país y el ingreso al sistema de evaluación internacional tanto de la formación escolar, como de supervisión de la calidad universitaria. Es cierto que todos estos procesos tienen bemoles que salieron a la luz durante la pandemia: al revés de lo necesario, los mejores profesores no se destinan a los lugares de mayor exigencia en la educación escolar, como las zonas bilingües, sino que se destierra a los malos docentes a las zonas más agrestes. Pero llegan. La infraestructura está colapsada, pero aún asegura la presencia del Estado. Aún no alcanzamos los promedios latinoamericanos de ciencias, matemáticas y lectura en las evaluaciones de organismos internacionales avales de nuestra economía, pero los docentes han conseguido que al menos una tercera parte de sus estudiantes realmente comprendan lo que leen. 

Y sin que fuera imaginable, este Congreso acaba de promulgar que 14,000 docentes que jamás aprobaron una prueba puedan regresar a enseñar. Contra toda expectativa, los acreedores de una de las peores universidades, la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, han conseguido que retome su funcionamiento a pesar de que la Superintendencia Universitaria, la Sunedu, le negara definitivamente su licencia años atrás. Y peor aún, gracias al Poder Judicial, ha regresado a dirigirla su temido rector Luis Cervantes, quien repartió entre él y sus allegados, los ingresos de la universidad. Aquel señor que se pagaba a sí mismo 2 millones de soles mensuales, diez veces más que el sueldo del rector de Harvard, celebra su retorno.  

Y no hay alma escolar o universitaria que salga a las calles a protestar. Pareciera que ya no hay fuerza alguna o que la mala educación se comió al Perú. Lo cierto es que en los últimos siete años nuestro analfabetismo y abandono escolar están creciendo y con estas medidas pareciera que ya nadie los pueda parar.

En las redes sociales hay un fenómeno muy interesante, seguro estudiado y con nombre, pero en el que recientemente he reparado, que es el de comentar artículos y noticias de periódicos y revistas especializadas guiándose tan sólo del encabezado que lo acompaña. Páginas de noticias, de divulgación científica y análisis político y social, atraen a un mar de comentaristas que cuestionan el contenido del texto inspirándose tan sólo en la sumilla y el titular. 

No son trolls que lo hacen por motivos laborales, sino por contemplarse como víctimas de una agresión moral contra la veracidad de sus creencias. Los distingue esa predisposición de que les da razón para atacar.  Si se aborda un tema de género o peor aún su autor es mujer o de la población lgbtiqa+, el titular debe ser cuestionado pues alimenta la cultura woke, la violencia feminista, la confusión de la identidad sexual. Todas artimañas que buscan derrumbar la familia provida. Cuando se anuncia que una obra literaria llevada al cine será interpretada por actores de fenotipo distintos al de su autor, sea Shakespeare u Homero, la obra es un sin sentido que busca agacharnos ante razas que ahora imponen los medios comunistas y antinacionalistas de entretenimiento. Cuando se publican fotografías de nuestro planeta desde el espacio, resulta que es un engaño porque el cielo no es más que un domo que cubre una tierra plana con límites aún por ser establecidos. La física, la matemática, los estudios culturales, la literatura y las ciencias de la vida, usualmente albergados en universidades y otros circuitos de arte y conocimiento, para estos comentaristas son un enemigo creado contra el fundamento principal de sus creencias: la Biblia. 

Es cierto que la modernidad sacó del juego a la escolástica de las universidades y de los centros de conocimiento, una corriente dedicada a demostrar científicamente la existencia de Dios, sus obras y naturaleza. En oposición, la modernidad impuso a la producción industrial y a todas las ciencias el conseguir un progreso económico y social que sin duda cambió el sentido de la humanidad y que hoy nos tiene en vilo ante una debacle medioambiental. Pero criticar a la modernidad retornado a la escolástica es retornar a un estado premoderno, anterior a los tiempos de la independencia del Perú, cuando teníamos población esclavizada y no éramos siquiera los dueños de nuestro suelo. ¿Cómo puede ser deseo de algunos comentaristas el retornar a ser colonia de un imperio transatlántico? ¿Cómo puede ser razón para restar con orgullo importancia a la costumbre de leer, de distinguir al mito de la evidencia y la comprobación? Porque si de la modernidad con algo se quedan, es con las explicaciones que justifican el racismo y la discriminación de todo aquello que no sea ícono de una brava masculinidad. 

En Estados Unidos hasta el año 2019, el 40% de su población era creacionista, seguros de la existencia de Adán y Eva y de que llevamos tan sólo seis mil años de humanidad (Gallup, 2020). Con el aumento de la formación universitaria (a la que accede ya cerca de la mitad de su población) aún hoy, el 80% de su población considera que la Biblia fue inspirada por Dios (Gallup, 2024). En Perú, las universidades tampoco podrían resolver que muchos peruanos y peruanas se opongan a la Teoría de la Evolución, pues existen casas de estudio que aún mantienen posturas escolásticas y defienden el creacionismo. Algunas lo llevan a extremos, pues al pertenecer a redes internacionales de centros de formación superior de su misma religión, retroalimentan entre pares los resultados de las investigaciones de sus docentes y estudiantes para sustentar la Biblia y las posturas que los comentaristas escolásticos defienden. Año a año, la creencia en Dios no se reduce en el Perú, y los fieles protestantes a la Biblia van en aumento, son ya la cuarta parte de nuestra población (Ipsos 2022). 

Si queremos pensamiento científico peruano, hay docentes, muchísimo qué hacer. 

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Cuando en Estados Unidos el editor del Chicago DailyNews, pidió al presidente Herbert C. Hoover que el gobierno federal pusiera fin a la violencia desatada por Al Capone y su sindicato criminal, de inmediato se juntaron las oficinas gubernamentales para ver cómo capturarlo. Era la única vía pues tenía compradas a las autoridadeslocales. La ruta más eficaz fue acusarlo de evasión de impuestos. El presidente Hoover aprobó el plan y dos años después se consiguió encarcelar a Capone.

Es difícil afirmar si el presidente Hoover fue o no un buen presidente. Le tocó enfrentar la gran depresión de 1929, así que no tuvo muchas opciones para decidir. Algunas de sus medidas luego fueron replicadas por ser efectivas,como la realización de grandes obras públicas para dar trabajo en medo de la crisis; pero también de manera injusta y violenta deportó a miles de latinos o quemó elcampamento de veteranos en la Explanada Nacional de Washington D. C. para expulsarlos. Lo cierto es que Hoover, puso mucho ahínco cada vez que se le ofreció un puesto en los gobiernos posteriores y nunca fue acusado de corrupción, a diferencia de los últimos ocho presidentes que hemos tenido en nuestro país.

Aquello que en el Perú nos resulta difícil para decidir si un presidente fue bueno o malo es cuando le fue bien a la economía pero cometió masacres o su patrimonio creció exponencialmente, como el del culpable de asesinato Alberto Fujimori, del cual ya se ha encontrado al menos 190 millones de dólares en sus cuentas suizas, o como elde Alberto Toledo cuyas propiedades en Costa Rica superan los 20 millones.

Las personas que defienden a Alberto Fujimori niegan tozudamente que fuera corrupto y culpan a Vladimiro Montesinos, el encargado de los depósitos y transferencias. Sus fieles lo consideran verosímil, pues Fujimori no ostentaba públicamente su fortuna (en todo caso, son otras demostraciones de poder las que le interesan y su imagen de hombre parco las refuerza). En cambio, Alejandro Toledo que lo presumía. Los gastosexcesivos en costosos licores, los numerosos viajes a balnearios, el inolvidable “avión parrandero que fue sede de sus más célebres borracheras son más que suficiente evidencia.

En estos días vemos cómo la presidenta Dina Boluarte no pudo refrenar el goce de presumir sus relojes. Unos accesorios que jamás podría haber comprado con lossueldos que ha ganado en su vida, incluido el de ser Presidenta de la República. Entonces una piensa, ¿con qué argumentos se hab convencido a sí misma –mientras se terminaba de afinar frente al espejo la distancia entre el reloj y la manga— que le iría bien mostrarlo ante cámaras? Y se despliegan las respuestas: podría haber sido que se sentía elegante o de clase social más alta, otro quizá que era buen medio para enviar un mensaje de agradecimiento, de pertenencia o incluso de seducción. Quién sabe. Lo cierto es que nunca repensó que sus espectadores los reconocerían y empezarían a investigar.

Los seguridad presumida de Alejandro Toledo, provenía del formar parte de una poderosa organización criminalcon sede en varios países; una organización distinta de la de Alberto Fujimori, de orden político, que ha conseguido mantener el control del Congreso peruano gracias al arrastre electoral de su hija Keiko, ella sí presumida.

El año 1927 la fiscal Mabel Walker Willebrandt consiguió encarcelar a la primera cabeza de una mafia norteamericana por evadir impuestos federales. Le resultó muy sencillo porque los mafiosos como Al Capone no cesaban de ostentar su riqueza. Pero que caigan las cabezas, ya lo vimos con Alberto Fujimori, no acaba con la organización criminal. Han pasado 90 años desde que apresaron a Capone y hasta el día de hoy, la Chicago Mafia que encabezó y expandió, aún mantiene control criminal en el centro de la ciudad.

Doscientos años han pasado desde que una ola de comprometidos peruanos, peruanas luchara con la vida por convertir la colonia en la que crecieron en un orgullo de República y Nación. Año tras año, mientras el modelo de gobierno lo discutían singulares parlamentarios y agudos escritores con cada nueva Constitución promulgada, los líderes políticos se enfrentaban bélicamente con tal de tomar la Presidencia de la República, imponer su estilo y brindar el mayor de los provechos para su corte. Nos costó la dolorosa Guerra con Chile el haberlo tomado tan a la ligera; después la cosa de gobierno se tornó algo más seria.

La primera Constitución del siglo XX, la de 1933, fue capturada por el presidente pro fascista Oscar Benavides, quien hizo todas las modificaciones que requiriera su represivo gobierno. Una década más tarde, el general Manuel Odría da un golpe de Estado y, para calmar las aguas, convoca a unas elecciones en las que solo participó su partido. Así consiguió un parlamento integrado sólo por sus allegados. Pudo modificar la Constitución de acuerdo con sus intereses, como el de aprobar el voto femenino tan reclamado, que el quiso usar para conseguir la fidelidad de las instruidas votantes en las próximas elecciones presidenciales. No le funcionó.

Otra década después, el General Juan Velasco decretó que sí se seguiría la Constitución de 1933, salvo cuando los decretos de su gobierno la contravinieran; aquel maremoto duró un mandato y devino en la dura represión del general Francisco Morales Bermúdez. Protagonista del Plan Condor y de las consecutivas masacres durante las huelgas generales, convocó a una Asamblea Constituyente. Por primera vez los partidos políticos (viejos y nuevos) perseguidos a lo largo del siglo por todo el país pudieron participar libremente. La Constitución de 1979 parecía haber alcanzado un auténtico acuerdo nacional que reconocía derechos humanos y regulaba los principales sectores económicos del país. Fue la carta magna que vigiló al Perú durante la guerra contra Sendero Luminoso, el impacto del Fenómeno de El Niño, el crecimiento exponencial de la deuda externa y el colapso de los servicios del Estado. Cuando otra década después el Fondo Monetario Internacional planteó como solución contra el colapso socioeconómico la fórmula neoliberal, la Constitución resultó incompatible. El Presidente golpista Alberto Fujimori la culpó del caos y convocó a elecciones para el Congreso Constituyente (irónicamente) Democrático. El resultado fue la Constitución de 1993, que nos dejó con una sola cámara parlamentaria formada por congresistas que se podían reelegir. El Presidente de la República también. Aquello que se ofreció como una propuesta para poder culminar planes de desarrollo y estabilidad de mediano plazo, resultó una estrategia para mantener redes de clientelaje, violencia y corrupción. 

Reemplazando a Pedro Pablo Kuczynski, el primer presidente peruano encarcelado este milenio, el 2018 el Presidente Martín Vizcarra propuso un referéndum nacional para aprobar cuatro modificaciones acordadas con la población que podrían detener la corrupción en el país. Con amplia mayoría, aprobamos reformar el Consejo Nacional de la Magistratura, regular el financiamiento de las campañas electorales, prohibir la reelección de los parlamentarios y restituir el sistema bicameral en el Congreso. De pronto, Vizcarra alertó que los congresistas utilizarían la bicameralidad para reelegirse y por eso el 90% de los votantes, 10 millones de peruanos acordamos votar en contra. 

Este miércoles 6 de marzo de 2024, el actual Congreso de la República con 91 votos a favor aprobó el retorno a la bicameralidad y la reelección parlamentaria. El 2026, 60 de los hoy 130 congresistas que se están adueñando de los tres poderes del Estado, podrán conformar el nuevo Senado del país. Qué futuro nos espera si tan sólo en dos años bajo una dictadura parlamentaria hemos perdido 50 mil millones de soles por corrupción. Qué futuro si desde el mismo día quedamos en manos de un Presidente del Consejo de Ministros que considera que los culpables de las masacres con las que comenzó este gobierno, fueron los ciudadanos que salieron a protestar. Qué futuro será. 

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