Argentina

[CASITA DE CARTÓN] Esta casita de Cartón abre sus puertas escuchando el himno de todo fanático del fútbol argentino, ‘La cumbia de los trapos’, pero no la versión horrible que en vivo hiciera Yerba Brava en la final de Río, y que fueran a consecuencia de eso víctimas de las burlas de los internautas, y de otro peso pesado de la cumbia rioplatense como Pablito Lescano de Damas Gratis, sino la versión de estudio, infaltable en cada fiesta de cumbia, porque Argentina no solamente es rock, como muchas veces creemos, los que hemos crecido por ejemplo, en su momento con radio ‘La Ñ’, ahora ‘Oasis’, con canciones de Soda Stereo o Virus, sino que lleva en sus latidos populares este género, y que de alguna manera, por como lo viven, lo hacen marcando su distintiva pasión. Y del cual el que escribe no ha estado alejado, sino por el contrario, siempre que viaja con River o cada vez que va a los ‘boliches’, se envuelve de aquellos movimientos populares que tienen por definición lo que es este país: Argentina. Pues la música que prefiero oír, es esa que transita a diario con la gente de pueblo, los laburantes, los obreros, los que cada mañana forjan un nuevo motivo a su vivir, y claro, ¿quién puede vivir sin escuchar aquella música que describe su día a día y su sentir? Y aún con la fiebre futbolística, escribo esto luego del resultado de la final de la copa libertadores de América, torneo más importante de clubes de nuestra región. Y en este caso, donde tuvo a nuestro compatriota, Luis Advíncula, como autor de uno de los goles. Pero del que no fue suficiente, dado que el equipo brasileño, el ‘Flu’, terminaría coronándose por vez primera campeón.

Y es que el fútbol tiene estas moralejas: ‘No sirve celebrar antes de tiempo’. Nublarse dentro de los excesos de triunfalismos antes que la pelota ruede, como en la vida misma, no sirve de mucho prever lo que sucederá, porque como manifestara el poeta maldito, Mallarmé: ‘una tirada de dados jamás abolirá al azar’. El destino no juega muchas veces a lo previsible, por el contrario, es veleidoso, y llega a imponerse dentro de esas raras pero interesantes casualidades que le dan sentido a la vida. Y en Argentina, los medios, que forman la comparsa mental de las cosas que importan en la sociedad como no  (lo macro real), día y noche celebraban anticipadamente la séptima copa Libertadores. Y que ahora, con el resultado del sábado, ha dejado a sus hinchas desilusionados y a algunos en la banca rota, quienes por ejemplo hipotecaron hasta las becas de sus hijos, o vendieron sus carros, o como el caso viral del niño que rifó su play station para poder estar presente en esta final. Con este resultado, son 16 años sin poder alzarla, y quedando perennemente en el segundo lugar de los equipos con más copas, buscando el preciado sitial del ‘Rey de copas’, Independiente de Avellaneda, quien es el máximo ganador con siete, y que no gana esta presea desde 1984, cuando por la mínima se impusiera en Brasil ante Gremio de Porto Alegre. Con esta derrota, a su vez, el club de la ribera, se ha convertido en el club más ‘cebollita’ –frase otorgada por la famosa serie de los 90´s en Argentina a los que quedan subcampeón- del torneo, pero también la que más finales ha disputado.

En nuestro país, la mayoría hinchaba por Boca, más allá que por el ‘rayo’, sino también por una tradición futbolera de peruanos que han sabido ponerse esa pesada ‘mica’, como Julio Meléndez, o el ‘maestrito’ (apodo que le pusiera justamente en su estadía en aquel club, el siempre recordado Diego Armando Maradona), Ñol Solano. Y ahora con Advíncula, se sigue esa línea de grata tradición para parte de la hinchada ‘Xeneize’. Aunque cabe decir, que paro otro sector, fue como un acto de dramatismo excesivo para las cámaras sus llantos, y así fácilmente ganarse al hincha. Y es que el fútbol no solamente es la foto del Instagram o los videos del Tik tok, sino que implica otras razones que la misma razón no entiende. Pero esas ya son otras profundas aguas. Y en lo que respecta con ‘Lucho’, es otra final perdida en aquella mítica cancha. La anterior vez fue cuando perdimos la final de la copa América justamente contra Brasil.

Esta casita de cartón cierra sus puertas entendiendo claramente la expresión del maestro Jorge Luis Borges: ‘El fútbol es popular porque la estupidez es popular’. Pero a su vez, que cada uno necesita de esa dosis para darle ‘manija’ a los días. ¿Qué más existencialista que considerar hasta el mismo hecho de existir como algo estúpido? Partiendo de eso, la vida que siga su juego melodramático. Y en el fútbol, nosotros, los latinos, tenemos el sentimiento, algo  indescriptible y que nunca tenemos que perderlo.

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“Hay cuatro tipo de países en el mundo: los países desarrollados, los países no desarrollados, Japón y Argentina”, decía con ironía Simon Kuznets, premio Nobel de Economía en 1971.

Aludía con ello a la particularidad de la nación del Plata y que traemos a colación luego del sorpresivo resultado electoral de este domingo, que le dio el triunfo en primera vuelta al peronista Sergio Massa, cuando muchos especulaban con el triunfo en ella, del ultralibertario Javier Milei.

Milei se equivocó luego de las PASO, las primarias, en las que obtuvo un triunfo contundente, y pensó que la tenía fácil para la elección real, no cejando, por ende, en su estilo disruptivo y beligerante, intransigente y agresivo. A la postre, causó miedo y ello fue aprovechado por Massa, quien dedicó su campaña a generar susto respecto de las propuestas de Milei (”el pasaje en bus, que cuesta 50 pesos va a costar 700 si gana Milei”, por ejemplo), y frente a ello, el candidato de La Libertad Avanza, en lugar de refutarlo, respondía con mayor virulencia.

Si uno quiere cambiar el modo de pensar de una nación, como Argentina, es correcto patear puertas y romper vidrios, porque no hay otra manera de remontar un río caudaloso como es el pensamiento peronista arraigado en la sociedad argentina, pero si se quiere ganar una elección hay que ser más centrado e inteligente con la administración de la mesura.

Si se quiere irrumpir en un escenario bipartidista y ser protagonista partiendo de la nada, está bueno ser radical y disruptivo (Milei en dos años ha logrado gran resonancia política, al extremo de aspirar aún a hacerse de la presidencia de la República), pero si se quiere ganar una elección se debe invocar al centro.

Ya Milei ganó la batalla cultural al imponer una narrativa liberal en un país inclinado al intervencionismo estatal. Así no gane en la segunda vuelta, ha logrado asentar un discurso que no se había escuchado nunca en Argentina y seguramente, de ganar Massa, lo obligará a aplicar algunas de las medidas propuestas por el candidato de La Libertad Avanza, más aún con la presión legislativa que va a aplicar. Pero si quiere ganar la batalla política pendiente, tiene que moderar su discurso, su estilo y apuntar al electorado tradicional argentino (el sindicalizado, el receptor de subsidios -casi la mitad de la población- el provinciano que lo votó masivamente en las PASO y luego regresó al peronismo).

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[MIGRANTE DE PASO]  Nunca había visto una sala de oración en un aeropuerto. Antes de cruzar a las puertas de embarque en Salta, a un lado, hay un reclinatorio para dos personas frente a un pequeño altar con la cruz católica y otras herramientas religiosas. Una de las cosas que más llama la atención al viajar a Salta y Jujuy es el valor que le dan a la iglesia en sí. Aparte del cambio en el acento, no hablan con “sho” y usan el “yo”.

En Buenos Aires no se siente tanto la devoción a la institución religiosa por más de tener un pensamiento que sí lo es. Por ejemplo, endiosan a jugadores de fútbol y políticos como Maradona y “Santa Evita”. No es que no haya gente creyente, pero a diferencia de Perú no se ven tantas iglesias. En estas provincias de la sierra argentina abundan los centros católicos, ves a gente persignarse al pasar frente a ellos y los carros tienen figuras de cristo o la virgen. Yo no soy creyente de ningún dios, pero aprecio la belleza dentro del misterio que hay en las religiones y también en la arquitectura e historia de sus recintos. En este viaje vi varias iglesias hermosas.

Después de un vuelo de dos horas y 1 hora en carro llegue a San Salvador de Jujuy, capital de la provincia de Jujuy. Está en la sierra de Argentina a 1500 kilómetros de Buenos Aires, al norte. La provincia tiene frontera con Bolivia. El mismo día viaje a Purmamarca recorriendo en carro una hora entre cerros puntiagudos, llamas e infinitos cactus. Hay un encanto peculiar en los paisajes efímeros cuando vas en carreteras.

El pueblo se encuentra en la base de la montaña de siete colores, se puede ver casi desde cualquier lado. No pude diferenciar los colores, pero es alucinante, sobre todo al costado del pueblo que es pintoresco de por sí y parece sacado de alguna novela fantástica. Es similar a la montaña de siete colores que está en Cusco, pero está a 2 mil metros de altura, en Perú se encuentra a 5 mil.

Tras caminar entre las calles rojizas y de techos bajos llegue a la plaza 9 de julio donde había una pequeña feria. No pude evitar sonreír al ver la ropa y telas coloridas, me sentía en la sierra del Perú. Ya con la sensación familiar me llevé la sorpresa de que la capilla central se llama Santa Rosa de Lima, no solo eso, la santa peruana es la patrona del pueblo. Adentro hay cuadros de la escuela cusqueña del siglo XVIII.

En los alrededores de la iglesia hay unos algarrobos antiguos rodeados de leyenda histórica. Cuentan que el ejército independentista descansaba en la sombra de estos árboles. Durante la colonia esta zona era parte del Alto Perú. Un grupo militar de 1500 hombres, con pocas armas, pobre y enfermo bajo el mando de Manuel Belgrano, una de las figuras históricas más importantes en Argentina, fue protagonista de lo que se llamó el éxodo jujeño. El general dió la orden a los pobladores, incluidos niños y ancianos, de abandonar sus casas y quemar todo a su paso, cultivos y hogares. El ejercito realista que los seguía estaría hambriento y no debía encontrar descanso ni alimentos. Caminaron 250 kilómetros hasta llegar a Tucumán.

La orden de Belgrano del éxodo tenía como contraparte el fusilamiento y no había excepción para los ricos. Le puso énfasis al decir esto: “que no sea solo carga de los pobres miserables exponer su vida para que los poderosos se mantengan gozando del sudor de aquellos mismos”.

Seguí mi recorrido hacia la ciudad de Tilcara. A las afueras de este pueblo a 2500 metros de altura se encuentran un pucara o pukara, que en quechua significa fortaleza. Este lugar fue un centro administrativo inca. Es impresionante la extensión que tuvo el imperio inca, que es tan importante en la historia de mi país. Caminando entre las estructuras de piedra extrañamente me sentía más en casa que dentro del departamento que alquilo en Buenos Aires. Siempre fui fanático de la historia y arqueología.

Al caminar entre ruinas la cerradura hacia la imaginación y ficción se abre con facilidad. Pierdes la noción del tiempo presente. Es una habilidad que tienen todos sin excepción alguna. Lo único que se tiene que hacer es alimentar constantemente la capacidad de sorpresa que lamentablemente está en riesgo de apagarse por uso obsesivo de redes sociales, malos enfoques académicos, noticias fake, discursos de odio y una sociedad que subestima la importancia de la salud mental. Supongo que la clave está en no tener miedo a vulnerarse.

Al día siguiente partí hacia la ciudad de Salta, capital de la provincia del mismo nombre, a casi dos horas de Jujuy. En comparación a San Salvador, la ciudad es mucho más turística y amigable para caminar, por las edificaciones coloniales y restaurantes. Lo primero que hice fue comer las famosas empanadas salteñas, de carne, llama y queso. Nunca había comido llama y sorprendentemente me gustó. Después de 10 empanadas -estaban deliciosas-, caminé sudando por el calor calcinante de 35 grados hacia la plaza 9 de julio. Sin lugar a dudas es de las plazas más bonitas que he visto, me senté a fumar unos cigarros rodeado de palomas gordas que no le tienen miedo a los humanos y palmeras, nunca había visto palmeras en la sierra. Lo único disruptivo que no entiendo cómo lo permitieron es que una de las esquinas, sin respetar la armonía arquitectónica, está el banco Macro, un edificio con vidrios oscuros. Inmediatamente recordé como en la plaza de Cusco, los bancos y restaurantes están perfectamente adaptados a los alrededores.

Hay un recorrido de iglesias coloniales. Hay dos que llamaron más mi atención. La Basílica y Convento de San Francisco fundada en 1625 es conocida por ser una de las iglesias que mejor mantiene su fachada colonial. En 1813 Manuel Belgrano estuvo presente para una misa en honor a los soldados caídos en la batalla de Salta el mismo año. La pintura rojiza de la fachada y una torre de mayor altura llaman tu mirada desde unas cuantas cuadras de distancia. A pocos metros se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, es de poca altura, pero su fachada azulada y la torre que está separada del edificio principal tienen una belleza única. Lleva ese nombre por albergar una imagen de la Virgen de la Candelaria y es “de la viña” por antes formar parte de una hacienda. La construcción original de 1630 se encontraba en ruinas y en 1886 se construyó lo que es actualmente.

En Salta y Jujuy se respira historia. Desde ruinas incas, iglesias coloniales y pueblos con historias independentistas. Hay algo en común entre la relación provincia-capital en Argentina. Conversando con el taxista camino al aeropuerto me decía que los “porteños” los hacían quedar mal y que ellos pensaban que vivían entre vacas y llamas. No les agrada mucho la capital y muestran cierto rechazo.

No puedo dejar de mencionar lo sucedido este julio en Jujuy. El gobernador Jorge Morales aprobó una reforma de la constitución en la provincia donde las tierras de comunidades originarias que contienen litio se veían amenazadas. Eso despertó una ola de protestas en toda la región que se vio manchada por detenciones a periodistas y represión descontrolada por parte de los policías. Se registraron 4 muertos y 60 heridos en el desalojo de tierras.

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[MIGRANTE DE PASO] Techos desconocidos al levantarte ¿A quién llamo? ¿Qué voy a comer? ¿A dónde voy? Las primeras semanas después de mudarte a otro país pueden estar invadidas de estas incógnitas. No conoces a nadie, el acento es nuevo, el calor y el frio son mucho más potentes y no sabes dónde ir. Por más espíritu de explorador que tengas da algo de miedo.

Es una mezcla de motivación y temor por lo que vas a vivir. Felizmente somos personas y está en nuestra naturaleza adaptarnos a lo que venga. La voluntad humana es mucho más fuerte de lo que parece y al final lo que en un inicio nos asusta se transforma. Es importante recalcar que yo migré por estudios. Sería irresponsable y poco empático comparar mi situación con la de personas que se ven obligadas a dejar a su familia y trabajo por la situación política de su país.

Me mudé a Argentina después de dos años de pandemia. Fueron dos años de estudios por internet en los que la incertidumbre ocupaba la mayoría de los sentimientos. No se sabía qué iba a pasar y cuando terminó nada nos afirmaba que no volvería a suceder. Todo ese tiempo estuvimos encerrados y con miedo a que seres queridos de mayor edad o con condiciones agravantes se contagien. Salir de eso y mudarse casi inmediatamente también hizo que la sensación de desubicación sea mayor. Tuve la suerte de hacer los trámites de ingreso a la Universidad de Buenos Aires antes de la pandemia y poder avanzar a larga distancia.

Una vez que comienzan las clases, el día a día gana estructura y se vuelve más fácil.  La UBA está distribuida por todo Buenos Aires. No cuenta con una sola sede y está dividida por facultades. Es la universidad más importante y antigua del país con 200 años. Es impresionante el prestigio que tiene siendo una universidad pública. No tiene costo y el ingreso es libre, la dificultad se encuentra en mantenerse y en manejar el sistema burocrático adentro. A diferencia del Perú, donde los mejores centros de estudios superiores son privados y los públicos están en decadencia, Argentina puede estar en una crisis económica feroz, pero el transporte, la educación y la salud son de primera y para todos. Como indicador de importancia: 16 presidentes estudiaron ahí; 5 premios Nobel enseñaron o estudiaron ahí; y en los rankings se ubica como la mejor de Iberoamérica.

La facultad de Derecho parece un edifico grecorromano, es un punto de interés para los turistas por su arquitectura. La de ingeniería tiene un estilo gótico, la puedes confundir fácilmente con una iglesia o catedral, es la única construcción con ese estilo en la ciudad. Mi facultad, de filosofía y letras, es todo lo contrario. Es un edificio normal y resalta más por sus defectos arquitectónicos que por su belleza. Es normal que la luz, la calefacción y el agua fallen. En algunas clases, si llegas tarde, tienes que sentarte en el piso por falta de sitios. Tiene esas carencias. Sin embargo, tiene algunos ámbitos de avanzada como que los baños son para todos, no hay distinción de género.

Cuando entras lo primero que te llama la atención son los incontables carteles y pancartas anticapitalistas, hasta en el baño encuentras las propagandas. No estoy de acuerdo con la mayoría de ideologías que distintos partidos políticos estudiantiles propagan en los pasillos, pero eso lo hace más divertido. Sería aburrido encontrar a gente que piense igual o parecido a mí. Hay mucho más que aprender y contemplar en la diferencia. Suelo pensar que si me siento cómodo con mi entorno y la mayoría piensa como yo es porque algo anda mal.

Ver a gente de mi edad o más jóvenes reunidos por intereses académicos y de manera presencial nuevamente te llena la mente de esperanza renovadora. También es usual ver a personas mucho mayores que se aventuran a comenzar a estudiar. Es encantador. Nunca es tarde para nada. Si por la circunstancia que sea no pudiste estudiar de joven o, simplemente, no quisiste y más tarde quieres hacerlo, se puede. A diferencia de nuestro país, que para acceder a una buena universidad existe el factor limitante del dinero, acá la educación no es un privilegio. También, los eventos culturales son bastante accesibles, como el teatro o conciertos.

Es cierto que cuando te mudas extrañas todo. Ver un mínimo indicio de tu país puede hacerte sentir nostalgia hasta las lágrimas. Como peruanos tenemos la maldición gastronómica de que donde vayamos vamos a extrañar la comida. En Argentina se come bien, es la mejor carne del mundo sin dudas, pero igual hace falta la sazón de la que estamos orgullosos. Tu familia y amigos están lejos. Yo echo de menos hasta a mis perros. Pero es importante saber que todo lo que dejaste atrás en realidad no lo dejaste. Sigue ahí, tu país y gente cercana. Estamos bendecidos con la tecnología de la época y puedes comunicarte con todos inmediatamente y sin dificultad.

Una de las principales cosas que aprendí es a no subestimar la soledad y darme cuenta que nadie puede solo. Hay más fortaleza en apoyarse en los demás que en intentar hacer todo uno mismo. El primer ciclo universitario cometí el error de aislarme sin socializar mucho y sumergirme en estudios y lecturas. Llega un momento en que la perspectiva se vuelve unilateral y los pensamientos parecen rebotar en las cuatro paredes de tu cuarto. Como una persona con ansiedad generalizada, no se lo recomiendo a nadie. Los pensamientos disruptivos invaden tu mente, los ataques de pánico se vuelven cotidianos, mi facultad parecía estar poseída por un tigre hambriento de inseguridades que se hacía más grande por mis miedos más profundos. Tengo la suerte de contar con una familia y amigos extraordinarios, acudí a ellos y en ningún momento me dieron la espalda o minimizaron lo que me sucedía. Una vez que pedí ayuda todo comenzó a ir cuesta arriba nuevamente.

Me mudé dos veces desde que llegué. Primero encontré un departamento en la calle Ayacucho en el centro de Recoleta sabiendo que mi estadía iba a ser de dos meses. En ese momento las clases aún no eran presenciales, pero los exámenes sí. Mis cosas las dejaba en mi maleta y mantener el orden se dificultaba. Cuando vienes de turista este barrio es imperdible. Estaba frente al hotel Alvear, que funciona como hospedaje de lujo desde 1932. A pocas cuadras de mi casa estaba el cementerio de Recoleta que también es destino de turistas por sus mausoleos y las personalidades importantes que están ahí como Eva Duarte de Perón, su mausoleo poco extravagante se llena de flores una vez al año el día de su muerte. En las mañanas desayunaba en La Biela, el mismo lugar donde Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares se reunían a conversar.

El segundo lugar donde viví por 3 meses fue en la calle Fitz Roy en el barrio de Palermo. Caminar por ahí me trasladaba a Barranco en Lima donde crecí y estuve toda la vida. Es parecido, pero Palermo es mucho mas grande, está dividido en partes, yo me ubicaba en Palermo Hollywood. Lleva ese nombre por las productoras de cine y canales de televisión. Las calles ensombrecidas por árboles, restaurantes y bares lo vuelven un lugar amigable para caminar y conocer gente. Puedes ir a tomarte unas cervezas y al final de la noche ya conociste a nuevos amigos.

Por último, me mudé a Barrio Norte que se encuentra en el limite de Palermo y Recoleta. Aquí descubrí la importancia de hacer del lugar donde vives algo tuyo. Llene las paredes de mis dibujos y mis libros. Se siente inmediatamente la diferencia cuando te despiertas y ves tus cosas. Desde ese momento comienzas a sentir que perteneces y a aceptar que ahora este es el lugar donde vives. Una vez que logras eso, estructurarse y comenzar una rutina se facilita.

La ciudad de la furia no es para quienes caminan cabizbajo. Se pueden malinterpretar actitudes y te sientes atropellado, sobre todo cuando no compartes el dialecto y costumbres. Antes de mudarme tenía la imagen de los argentinos como atorrantes, pero me llevé la sorpresa de que no es así. Al contrario, con la mayoría de personas que me he cruzado suelen ser amables y te ayudan cuando les pides.

Igual hay que tener cuidado con idealizar el lugar a donde migres. La ciudad está llena de parques y las calles son agradables para caminar. Por la arquitectura es lo más parecido a Europa en Latinoamérica, pero no lo es. Sigue siendo un país tercermundista y problemas como la inseguridad se mantienen latentes. He visto varios robos y yo no soy la excepción en el caso. Me robaron el celular por la ventana de un taxi y tuve la suerte de que los policías lo recuperaron. También, ves a gente sin hogar durmiendo en las calles y niños que te piden comida. Te parte el alma. Mas de una vez he presenciado a personas meterse en los contenedores de basura para dormir en invierno. Hay noticias de personas que han muerto aplastados por los camiones que recogen los tachos sin revisar antes.

No hay que ser un genio para darse cuenta de que este país está en problemas. No sé cuál es la solución, pero es evidente que el cambio es necesario. Se nota la desesperación de la gente. Actualmente, a un mes de las elecciones el debate es palpable. Mas de lo mismo en este continente. Derecha contra izquierda. Yo me limito a ser un espectador como extranjero. Si no te inclinas por un bando te tachan de tibio ¿Qué es eso? Tonterías. Es lamentable que no se puedan rescatar cosas de ambos lados. Es un límite absurdo.

Prefiero quedarme en el centro sin que me importe lo que digan. Prefiero perderme en una idea donde la libertad y la igualdad no son excluyentes. Creo en el libre mercado y también en que los ricos paguen más impuestos. Creo en la propiedad privada y también que la educación, salud, seguridad y transporte se mantengan como facultades del Estado ¿Cuál es el problema? ¿Quién me va a decir que no se puede? Toda nuestra historia yendo de un polo a otro cuando tal vez la respuesta está en el equilibrio de ambos. Solo estoy convencido de que los extremos tienen más en común que los centros. El enemigo es el conservadurismo y nada más. Cualquier discurso de odio se regocija en los extremos y es justo ahí donde se debe atacar.  Ya es hora de transformar las ideologías y dejar de ahondar en pensamientos arcaicos. Está claro que ninguno de los dos funciona.

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[MIGRANTE DE PASO]  Ningún presagio de muerte, epifanía de vida o expectativa alguna parece relevante ante semejante brutalidad y ferocidad de la naturaleza cruda. La Garganta del Diablo. No se me podría ocurrir mejor nombre. Situada en la punta de la grieta donde se forma todo el complejo de las cataratas de Iguazú, la más caudalosa del mundo, acumula la mayor cantidad de agua, con caídas de hasta 80 metros. Genera un rugido que se puede escuchar a cientos de metros de distancia. Parece que una criatura colosal estuviera tragando tu diminuto ser. Te sientes encogido y reducido a un poco de polvo contemplativo.

Iguazú, considerado entre las siete maravillas del mundo natural, está situado entre las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay; las cataratas, compartidas entre las dos primeras. A lo largo del viaje tienes que cruzar la frontera entre Argentina, que contiene el 80% de cataratas, y Brasil, para conocer todo lo que se ofrece en este paraíso selvático. Doble aduana y migraciones cada vez que cruzas. Portar tu pasaporte es esencial en esta aventura. Me hospedé en la parte brasileña. En los alrededores no había nada, solo los fantasmas de ríos, jaguares y cascadas que sabes que existen no muy lejos de donde estas parado. A 1300 kilómetros de Buenos Aires y 1500 de Brasilia.

En la zona argentina, el tercer día, luego de un pequeño tramo recorrido en un tren rústico, de poca velocidad y ecológico, llegas a las pasarelas del recorrido superior. El medio de transporte está hecho para no ser disruptivo con el ambiente casi tropical. Todo es verde: frondosos helechos, troncos de palmera, orquídeas en su hábitat natural, begonias rojas y musgo que invade lo construido por lo humano. Despierta el pulso de muerte junto con la exploración, tentándote a desaparecer entre las paredes arbóreas y perderte en un laberinto desconocido y salvaje.

Desde el inicio del recorrido te acompañan decenas de coatíes, pequeños mamíferos, que se asemejan a ositos peludos y divertidos que juegan con el entorno. No tenerles respeto seria una falta de sabiduría ya que sin problemas podrían morderte y como consecuencia atraer alguna enfermedad contagiosa como la rabia. En el camino, pasando por encima del rio Iguazú, se ven restos de antiguas pasarelas arrasadas por temporadas de caudal muy alto. Solo quedan trozos de metal arrimados y consumidos por el paisaje mismo. Esta zona ha sido cerrada y reabierta múltiples veces por posibles peligros.

Solo ese día, en el trayecto de 15 minutos hacia la Garganta del Diablo, cuatro mariposas se posaron en mis manos y se quedaron ahí un buen rato. Es como estar alineado con todo lo que te rodea. Para ese momento ya era como un árbol caminando en su propia selva. En mi situación de humano no me atrevería a llamar a un lugar con esa potencia como algo propio. Cuando se posó sobre mí la famosa mariposa del 88, por la pigmentación que diseña algo semejante al número en sus alas, fue la primera vez que pensé en algo que no me agradaba. Inevitablemente pensé en el 88 como famoso símbolo neonazi: La octava letra del abecedario, HH y ya todos sabemos lo que significa. Felizmente, los pensamientos o recuerdos amargos y problemáticos son aspirados por la flora que te rodea.

Todo el último tramo ya se escucha la caída violenta de agua y la enorme nube blanca originada por el rebote. Para estas alturas los arcoíris ya no deberían sorprenderte, pero aparentemente nunca pierden ese factor que los caracteriza. Por su naturaleza misma, abundan en el corazón o garganta del gran templo acuático. La pequeña terraza repleta de personas disfrutando de la vista da indicio de la obsesión humana por lo inconmensurable.

Me instalé en tres sitios diferentes, apoyado en la baranda que me protegía de una muerte segura. Si te caes ahí probablemente no quede rastro de tu existencia. No se puede visualizar el fondo, después de ver el agua caer se pierde registro alguno de las profundidades. “Cuando miras largo tiempo el abismo, el abismo también mira dentro de ti”, el aforismo de Nietzsche estuvo presente en cada instante que pasé ante la Garganta del Diablo. Un abismo blanco. Las reflexiones más recónditas y sentimientos ponzoñosos respiran mientras ves el agua. ¿Quién soy? ¿Existe un dios o la verdad? ¿Vale la pena sufrir? ¿La culpa persecutora es necesaria? Todo eso y más fueron las incógnitas despertadas ante mis ojos impactados. Me sigo preguntando a qué conclusiones hubiera llegado si pasara mucho tiempo ahí. Si hubiera habido más tiempo, jamás me hubiera alejado. Mientras me iba, sentía que dejaba atrás a un titan mitológico que efectivamente se había apoderado de una parte mía, quién sabe hasta cuándo.

Finalizada la parte inicial del tour existencial regresamos al circuito inferior para dirigirnos a lo botes que te hacen un recorrido por las cataratas, sin adentrarse en las más peligrosas. Más selva. Pude identificar a una familia de “monos caí” sobre mí, saltaban de rama en rama. Era una locura. Ya estaba por completo sumergido en una novela de ficción. Lagartijas, hormigas y arañas de tamaños poco comunes en lugares urbanos donde la mayoría de nosotros creció. Eres un visitante en un lugar totalmente ajeno. Este terreno les pertenece a ellos: animales y plantas. Lamentablemente, algunos, al no seguir simples reglas, pasan de visitantes a invasores en un pestañar. Otra característica humana sacada a flote: creer que tenemos derecho sobre todo y que nos pertenece.

Llegué al pequeño puerto para embarcar luego de unos kilómetros a pie y el resto en buses estilo safari. Para mi sorpresa, los demás turistas estaban con ponchos impermeables y ropa de cambio; yo solo tenía mi casaca ligera. Antes de subir te dan una bolsa para poner todo lo que no quieres que se moje. Zapatillas, medias, casaca, billetera, dinero y documentos a la bolsa. Durante la navegación provocaba tirar el pasaporte y DNI al olvido. La sensación de libertad era tan grande que borrar cualquier resto del numero que soy en la enorme red humana parecía coherente.

Éramos aproximadamente 25 personas en el bote. Los pilotos conocían el rio perfectamente. Luego de ver desde abajo las enormes cascadas quedas perplejo. Se te dibuja una sonrisa de manera casi indeleble. Todo esto antes de comenzar la parte lúdica. Te vas acercando de a pocos a dos de las caídas. Escuchas gritos eufóricos y la algarabía predomina en el vehículo. Los ruidos vocales se van silenciando por el sonido del agua. Casi debajo de la catarata, sólo escuchas millones de impactos como un nido incesante de pájaros. La risa se te escapa hasta por las orejas. Sólo recuerdo no poder ver nada por mis lentes empañados y la neblina generada; la felicidad y cómo escuchaba mis propias carcajadas desde el interior. Lo mismo sucedió dos veces. No quedaba ni un milímetro de mi cuerpo seco. Hasta la ropa interior queda totalmente mojada. La risa permaneció en lo que resta del día. Me quité el polo y me puse la casaca. Remangué mi buzo y regresé secándome al sol.

La primera mañana, salí del hospedaje y caminé al costado de la carretera con selva a los dos lados. Carteles de peligro por jaguares en la zona que feliz y lamentablemente no pude ver. Son animales nocturnos. Ver uno y que no me ataque sería un sueño cumplido. Al llegar a la cumbre de una pendiente llegas a la zona del parque nacional. Tomas un bus de media hora y llegas a las cataratas. La parte brasilera es más pequeña, pero de una belleza sin igual. Al bajar del bus te diriges a las pasarelas mucho más cortas que las del lado argentino. Tras pasar una cortina de árboles visualicé las cataratas acompañadas de incontables arcoíris, en algunos podías incluso cruzar por debajo. Bajas un ascensor mirador para llegar a una terraza intermedia entre la parte más alta y el río abajo. El salpicar del agua te empapaba el alma. Tras pasar unas horas ahí me di cuenta de que el júbilo marcaría todo el viaje.

Ya conocidas las zonas de ambas naciones, luego de ver las cataratas desde la altura donde cae el agua en las pasarelas y desde abajo en bote, sólo faltaba verlas desde arriba. La opción existía. Contra todo pronóstico, debido a mi pánico por las alturas, hice un recorrido en helicóptero. La primera vez que me subía a uno. Entrábamos seis contando al piloto. El viento de las hélices me tomó por sorpresa y me empujó hacia atrás, lo había visto en películas, pero no pensé que fuera tan fuerte. Me aproximé y subí mudo de miedo.

Ya todos sentados y asegurados, despegó. El miedo se diluía en cada metro de altura. Desde la ventana se veía como la selva se apoderaba de todo el terreno, mires el horizonte que mires. Las cataratas desprendían una nebulosa blanca y los arcoíris se veían desde cientos metros en el aire. Parece que vuelas dando vueltas hipnotizado por la belleza. Se logra ver la enorme grieta en su máximo esplendor. Si por casualidad el helicóptero se acercara a la Garganta del Diablo seria destruido en cuestión de segundos. Fueron solo 10 minutos, pero parecieron 30. Volando completé la apreciación total de la maravilla natural. Aunque estoy seguro de que cuando vuelva encontraré algo nuevo. Recuperaré mi parte engullida a cambio de otra que será devorada por la naturaleza y la tentación que despierta: regresar a nuestra oscura naturaleza. Entendí por qué Iguazú viene de la palabra guaraní de “grande” y “agua”.

El ultimo día enrumbé por casi tres horas en la provincia argentina de Misiones. El destino: las ruinas de la reducción San Ignacio. A inicios del siglo XVII, los jesuitas en sus llamadas misiones evangelizadoras, se asentaron en este lugar para trabajar con la población guaraní. Es asombroso y aterrador lo que una religión hizo para propagar su doctrina. Al igual que medidas extremas, llegaron a lugares extremos. Si en esta época da la impresión de estar en mitad de la nada, hace 4 siglos la jungla debe haber estado más vívida, más frondosa y temible. Lo más asombroso es el portón que permanece erguido. Queda la estructura base de todo el recinto.

A pesar de haber presenciado los paisajes más impresionantes en los días anteriores, las ruinas me sorprendieron igual. Los restos arqueológicos vienen impregnados de magia e imaginación. Documentación de la historia de la humanidad. Todo esto tan cerca de las cataratas que simbolizan lo indomable. La falta de control y la introspección que desata lo inmenso permite dar cuenta de quiénes somos. Algo diminuto en el ciclo del uno y el todo. Todos parecemos nacer de él para regresar cuando nos liberemos de lo corpóreo o cuando nuestros sueños mueran.

 

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[MIGRANTE DE PASO] Dos manos representando la unión. Sosteniendo el gorro frigio republicano. Un ojo abierto, como la voz del pueblo, y un escudo como el sol naciente en el tope del escudo. Todo con el fondo albiceleste. Es curioso cómo el gorro frigio pasa desapercibido, cuando se encuentra en las banderas de: Argentina, Bolivia, Colombia, Cuba, Haití, Nicaragua y El Salvador. En todos simbolizando la libertad. Símbolo hermoso, pero que no ha recibido el respeto que amerita con nuestra historia y la pesadilla en la que se encuentra Latinoamérica.

Entré y una invasión de estímulos me sacó una sonrisa. Exploré un poco antes de sentarme y me gané con joyas argentinas. Todas las paredes escritas con frases de visitantes. Un mural de Evita Perón con aureola. El olor a madera vieja entraba en armonía perfecta. Cientos de fotos de la pareja presidencial, de jóvenes, viejos, en ceremonias, caminando, había de todo. Una sección con fotos de Cristina Fernández y Néstor Kirchner a la que preferí no darle relevancia. La barra a la antigua me tentó satisfactoria y rápidamente a tomarme una cerveza. Todo mientras veía la declaración más llamativa, una que podría darte a entender la realidad y cosmovisión argentina.

“No me importa lo que hiciste con tu vida, me importa lo que hiciste con la mía”, estaba escrito en el pizarrón que homenajeaba a Diego Armando Maradona: El 10, de los mejores jugadores de la historia, hizo que muchos olvidaran la pobreza que los atormentaba, un mundial, Dios para algunos, su propia iglesia, un cocainómano y como personaje extra futbolístico, bastante desagradable.

Una clásica pelota, blanco y negro, antigua. Nos recuerda a todas esas que pateamos en las calles. Puesta en un pequeño pedestal adornada por plantas que la rodean. Un dibujo al centro de Maradona. Con su mirada invencible y pelucón. El arete que lo caracterizaba. Más que un jugador de fútbol parece un guerrero. En la mesa que lo soporta hay un sinfín de ofrendas. Aparte de las frases y fotos que lo rodean. Velas, pesos, la Copa del Mundo, Jesucristo y más flores están bajo la mirada del polémico personaje. Titulada “D10S ES PERONISTA”. Un mapa de las Malvinas franqueadas por las camisetas de futbol, argentina e inglesa. En este país el fútbol y la política se entrelazan en un remolino pasional incontrolable. El Congreso es igual de picante que un Boca vs River. La euforia albiceleste va por esos dos lados.

Me terminé la cerveza, salí por un cigarro y me senté en las mesas de madera oscura. Al costado de “Santa Evita”, quien parecía mirarme con agrado y decepción a la vez. Una mujer cuya historia enamoró al mundo entero. La carta del restaurante tiene bastante gracia. Te puedes pedir un: “La vida por Perón”; “Peroncho hasta los huesos”; “Con el fusil en la mano y Evita en el corazón” y un “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. Yo me pedí un “Pelito pa´ la vieja”, un guiso de lentejas, que, junto con el locro, son los platos caseros por excelencia.

Mientras esperaba, mirando a Eva de reojo, porque me hacia sentir pequeño, como todo millenial saqué mi celular y averigüé del lugar. El primer local del restaurante abrió en Palermo en el 2010. Ahora también en San Telmo comparte barrio con otros restaurantes de carácter político: El Justicialista, el NK Ateneo y Lo de Néstor. Mi comida demoraba así que miré a Evita a los ojos con su aureola que la santifica.

Yo no soy peronista, pero visitar lugares y artes de otras orientaciones siempre es bueno. No todo lo opuesto y contrario es negativo. Cuando tuve mi primer ciclo estudiando filosofía en la Universidad de Buenos Aires entendí un poco el enigma de Perón. Cuando llevé el curso de historia argentina entendí lo que hizo, pero no sus razones ni orientaciones.

La facultad, que si llegas un poco tarde te sientas en el piso, ha sido de las mejores experiencias que he tenido. En las primeras semanas hubo votaciones y durante una noche se armó una batalla campal entre partidos, ambos peronistas. En todos los pasillos se me acercaban para que firme por algún partido y me negaba. Para provocarlos una vez les dije que Perón había arruinado Argentina. Felizmente soy grande, si no, no sé qué hubiera pasado. En todo caso pedí perdón y les advertí que estaba bromeando (aunque pensara cierto lo que les dije).

¡Llegó mi guiso de lentejas!, ahora mi mirada estaba en el plato. Exquisito. El arte o ciencia de cocinar es increíble. Hace feliz a muchos. Y el servicio de brindar comida es admirable. De lo más rescatable de la humanidad; el hecho de que existan soldados contra el hambre. Termino rápidamente mi plato, pido la cuenta y me dirijo al baño. Al bajar las escaleras una foto gigante, de nuevo, de Eva Perón, en vestido de novia. Es impactante cómo casi 80 años después, la figura de Domingo Perón y su partido sigue siendo parte importante en el mundo político y académico. Cuando conversas con la gente o en múltiples taxis, parece ser un país dividido por esa ideología. La mitad lo ama, la otra lo odia.

Mientras salía contento, un mosaico de un pañuelo blanco, símbolo de las Madres de Mayo me conmovió hasta el núcleo. Qué bien que la sociedad argentina sea politizada y prácticamente psicoanalizada. Un país que jamás va a olvidar. El recuerdo de las Madres de Mayo durante la brutalidad de Videla me causó una tristeza particular. El país que aprendí a querer se encuentra sofocado de corrupción e inequidad. Todo lo que puede hacer un restaurante.

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[EN EL PUNTO DE MIRA] Lo acusan de populista de derechas, de extremista, de querer disolver cualquier resquicio estatal, de conservador, pero quien ha investigado sobre Javier Milei, se dará cuenta que el pregona y hace política en función a lo que hicieron anteriores liberales a través de la historia, con el agregado de que ha dividido la arena política argentina entre la casta peronista que se ha enriquecido con el Estado y el trabajador argentino que se ha empobrecido a causa de las malas de decisiones de los primeros.

Dicho esto, ¿es factible que un liberal use esas divisiones populistas? Para la real politik es importante usar las armas que te permita la contienda política. En ese sentido, es importante el uso que hace Milei de la división entre buenos (argentino trabajador) y malos (la casta peronista) para posicionar una agenda liberal en un país tradicionalmente hacia la izquierda.

Ahora bien, a medida que vaya pasando el tiempo político, tendrá que negociar algunas propuestas de campaña dado que, en sociedades complejas como la Argentina, es necesario llegar a acuerdos para poder tener gobernabilidad y poder tener así cierta posibilidad de gobernar. Recordemos que una elección no es la toma del poder; es solo ganar una posición en la Casa Rosada y recordemos también que el peronismo tiene mucha experiencia en movilizar gente. En ese sentido, es válido que modere su postura política, como en su momento lo hizo el radical español Pablo Iglesias al pactar con el Partido Socialista Obrero Español de Pedro Sánchez para ser coalición de gobierno. Solo de esa manera podrá desmovilizar a los argentinos y generar sentidos comunes en la batalla cultural que se ha propuesto Javier Milei contra el avance que ha tenido el peronismo en torno al Estado.

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En cuanto a su carácter disruptivo, como el que exhibe el candidato argentino Javier Milei, sí hay posibilidades de que surja algún símil peruano. Es más, ya ha ocurrido antes en nuestra historia, empezando con Alberto Fujimori y terminando con Pedro Castillo.

Lo que resulta improbable es que sea uno libertario conservador como el economista bonaerense, porque acá hay mucho por andar en materia de reformas económicas, pero no estamos, ni por asomo, cerca del desastre ocasionado por los peronistas en Argentina. Un discurso radical centrado en lo económico solo podría pegar si rompiese los cánones del mercantilismo imperante y se atreviese a proponer ideas contra el statu quo vigente, pero es difícil porque no tiene mucha capacidad de enganche con las preocupaciones ciudadanas.

Más bien, lamentablemente, la narrativa que sí podría tener arraigo disruptivo es aquella que va contra el sistema económico vigente. Lo demostraron las elecciones del 2021 y el fenómeno podría repetirse el 2026, sobre todo si la centroderecha y el gobierno no hacen algo relevante para impulsar la economía y, por ende, asentar positivamente las actitudes hacia la inversión privada y el libre mercado.

Según la encuesta de Ipsos que hemos referido en varias ocasiones, las principales inquietudes cívicas van por el lado de la inseguridad ciudadana y la corrupción. En base a ello, es más probable que surja un Bukele antes que un Milei. Y si lo combina con un discurso económico izquierdista, puede explicar, por ese lado, la aparición de un antiestablishment (siendo, hasta el momento, alguien como Antauro Humala el que más tramo ha recorrido en esa perspectiva).

Lo cierto es que un Milei o un Bukele de izquierda (el mandatario salvadoreño ya lo es) es el escenario más probable en el futuro electoral peruano. Y mientras avanzamos hacia ello, la prensa mayoritaria, la clase empresarial y los políticos de derecha, creen que la estabilidad mediocre de Dina Boluarte, merece contemplaciones y espíritu acrítico, dejándole servida a la mesa a quienes construyen su narrativa en base a la hipótesis de que Boluarte-Otárola y la derecha son lo mismo y es el orden establecido al que hay que derrotar en el siguiente proceso en las urnas.

 

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[AGENDA PAÍS] La victoria de Javier Milei, político libertario, frontal y disruptivo del partido La Libertad Avanza, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) en Argentina, donde cada partido elije a su candidato presidencial, ha causado conmoción tanto en el país gaucho como en toda América y Latina, y por supuesto, en el Perú.

Es impresionante la cantidad de información en WhatsApp, en las demás redes sociales y en programas de televisión y radio en señal abierta, donde tanto periodistas, influencers, políticos y ciudadanos están manifestándose tanto a favor como en contra del sorpresivo Milei.

Con su peinado rockero de los 80’s, un discurso sin pelos en la lengua, por momentos soez, y propuestas más que disruptivas como la eliminación tanto del Banco Central de Argentina como de más de la mitad de los ministerios que conforman la actual inmensa administración pública de ese país, ha logrado que 30% de los argentinos, hartos del status quo, de la crisis eterna y del discurso vacío, se arriesguen, con entusiasmo, a una nueva y totalmente diferente opción. Como que ya no habría nada que perder.

Milei enfrentará en octubre próximo a Patricia Bullrich, candidata del Macrismo de centro-derecha del partido Juntos por el Cambio y a Sergio Massa, del partido oficialista Unión por la Patria, para determinar quiénes, solo dos, pasarán al balotaje final.

Esta situación me recuerda a la campaña electoral que se vivió en el Perú en 1990. Veníamos del desastroso primer gobierno de Alan García, con una hiperinflación galopante y Sendero Luminoso a las puertas de Lima. Si bien en la Argentina actual no hay terrorismo, el gobierno Kirchnerista aplicó la misma receta que Alan I (control de precios, control de la moneda, gasto público excesivo) para lograr el mismo resultado, alta inflación, destrucción del peso argentino y mayor pobreza.

En la primera vuelta de las elecciones de 1990, un renovado Mario Vargas Llosa, en plenitud de su madurez literaria y política, enarboló la bandera de la libertad lanzándose a la presidencia con un plan de shock económico, duramente atacado por los opositores que financiaron una contra campaña de miedo a lo propuesto por el escribidor. Algo parecido está sucediendo en Argentina en contra de Milei.

Por otro lado, un chinito anti-establishment, Alberto Fujimori, con un discurso de cambio (pero gradual), y haciendo gala de su sencillez manejando un tractor, sorprendió a todos llegando al segundo lugar con 29%, muy cerca de un decepcionado Vargas Llosa que no superó el 33%.

“Yo soy el no shock” decía Fujimori. Y con ese paraguas de campaña, episodio del bacalao incluido, ganó la segunda vuelta con un contundente 62.5%. El resto es historia.

Ya sentado en el sillón presidencial, al constatar la magnitud del problema de la hiperinflación y reservas negativas, opta por un shock económico, aquel anunciado por el premier Hurtado Miller que luego de dejarnos atónitos con la enorme subida de precios que se venía, concluyó con “que Dios nos ayude”.

El caso argentino puede tener un final similar. El miedo que los opositores van a desencadenar atacando las políticas de Milei puede tener un efecto en el electorado sobre todo si el candidato libertario pasa a segunda vuelta.

Entonces, también recordemos al candidato Ollanta Humala del 2011, rojo en primera vuelta, rosadito en la segunda con su Hoja de Ruta. Si Ollanta insistía en su plan original, probablemente no ganaba.

Milei es hábil. Está bien asesorado política y publicitariamente, pero un tema que él y sus asesores tendrán que definir, es que, si con el mismo discurso agresivo y disruptivo que probablemente lo lleve a segunda vuelta, podría también ganar la presidencia.

Que Dios los ayude.

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