En Salta y Jujuy se respira historia

En Salta y Jujuy se respira historia

"En Salta y Jujuy se respira historia. Desde ruinas incas, iglesias coloniales y pueblos con historias independentistas. Hay algo en común entre la relación provincia-capital en Argentina. No les agrada y muestran cierto rechazo"

[MIGRANTE DE PASO]  Nunca había visto una sala de oración en un aeropuerto. Antes de cruzar a las puertas de embarque en Salta, a un lado, hay un reclinatorio para dos personas frente a un pequeño altar con la cruz católica y otras herramientas religiosas. Una de las cosas que más llama la atención al viajar a Salta y Jujuy es el valor que le dan a la iglesia en sí. Aparte del cambio en el acento, no hablan con “sho” y usan el “yo”.

En Buenos Aires no se siente tanto la devoción a la institución religiosa por más de tener un pensamiento que sí lo es. Por ejemplo, endiosan a jugadores de fútbol y políticos como Maradona y “Santa Evita”. No es que no haya gente creyente, pero a diferencia de Perú no se ven tantas iglesias. En estas provincias de la sierra argentina abundan los centros católicos, ves a gente persignarse al pasar frente a ellos y los carros tienen figuras de cristo o la virgen. Yo no soy creyente de ningún dios, pero aprecio la belleza dentro del misterio que hay en las religiones y también en la arquitectura e historia de sus recintos. En este viaje vi varias iglesias hermosas.

Después de un vuelo de dos horas y 1 hora en carro llegue a San Salvador de Jujuy, capital de la provincia de Jujuy. Está en la sierra de Argentina a 1500 kilómetros de Buenos Aires, al norte. La provincia tiene frontera con Bolivia. El mismo día viaje a Purmamarca recorriendo en carro una hora entre cerros puntiagudos, llamas e infinitos cactus. Hay un encanto peculiar en los paisajes efímeros cuando vas en carreteras.

El pueblo se encuentra en la base de la montaña de siete colores, se puede ver casi desde cualquier lado. No pude diferenciar los colores, pero es alucinante, sobre todo al costado del pueblo que es pintoresco de por sí y parece sacado de alguna novela fantástica. Es similar a la montaña de siete colores que está en Cusco, pero está a 2 mil metros de altura, en Perú se encuentra a 5 mil.

Tras caminar entre las calles rojizas y de techos bajos llegue a la plaza 9 de julio donde había una pequeña feria. No pude evitar sonreír al ver la ropa y telas coloridas, me sentía en la sierra del Perú. Ya con la sensación familiar me llevé la sorpresa de que la capilla central se llama Santa Rosa de Lima, no solo eso, la santa peruana es la patrona del pueblo. Adentro hay cuadros de la escuela cusqueña del siglo XVIII.

En los alrededores de la iglesia hay unos algarrobos antiguos rodeados de leyenda histórica. Cuentan que el ejército independentista descansaba en la sombra de estos árboles. Durante la colonia esta zona era parte del Alto Perú. Un grupo militar de 1500 hombres, con pocas armas, pobre y enfermo bajo el mando de Manuel Belgrano, una de las figuras históricas más importantes en Argentina, fue protagonista de lo que se llamó el éxodo jujeño. El general dió la orden a los pobladores, incluidos niños y ancianos, de abandonar sus casas y quemar todo a su paso, cultivos y hogares. El ejercito realista que los seguía estaría hambriento y no debía encontrar descanso ni alimentos. Caminaron 250 kilómetros hasta llegar a Tucumán.

La orden de Belgrano del éxodo tenía como contraparte el fusilamiento y no había excepción para los ricos. Le puso énfasis al decir esto: “que no sea solo carga de los pobres miserables exponer su vida para que los poderosos se mantengan gozando del sudor de aquellos mismos”.

Seguí mi recorrido hacia la ciudad de Tilcara. A las afueras de este pueblo a 2500 metros de altura se encuentran un pucara o pukara, que en quechua significa fortaleza. Este lugar fue un centro administrativo inca. Es impresionante la extensión que tuvo el imperio inca, que es tan importante en la historia de mi país. Caminando entre las estructuras de piedra extrañamente me sentía más en casa que dentro del departamento que alquilo en Buenos Aires. Siempre fui fanático de la historia y arqueología.

Al caminar entre ruinas la cerradura hacia la imaginación y ficción se abre con facilidad. Pierdes la noción del tiempo presente. Es una habilidad que tienen todos sin excepción alguna. Lo único que se tiene que hacer es alimentar constantemente la capacidad de sorpresa que lamentablemente está en riesgo de apagarse por uso obsesivo de redes sociales, malos enfoques académicos, noticias fake, discursos de odio y una sociedad que subestima la importancia de la salud mental. Supongo que la clave está en no tener miedo a vulnerarse.

Al día siguiente partí hacia la ciudad de Salta, capital de la provincia del mismo nombre, a casi dos horas de Jujuy. En comparación a San Salvador, la ciudad es mucho más turística y amigable para caminar, por las edificaciones coloniales y restaurantes. Lo primero que hice fue comer las famosas empanadas salteñas, de carne, llama y queso. Nunca había comido llama y sorprendentemente me gustó. Después de 10 empanadas -estaban deliciosas-, caminé sudando por el calor calcinante de 35 grados hacia la plaza 9 de julio. Sin lugar a dudas es de las plazas más bonitas que he visto, me senté a fumar unos cigarros rodeado de palomas gordas que no le tienen miedo a los humanos y palmeras, nunca había visto palmeras en la sierra. Lo único disruptivo que no entiendo cómo lo permitieron es que una de las esquinas, sin respetar la armonía arquitectónica, está el banco Macro, un edificio con vidrios oscuros. Inmediatamente recordé como en la plaza de Cusco, los bancos y restaurantes están perfectamente adaptados a los alrededores.

Hay un recorrido de iglesias coloniales. Hay dos que llamaron más mi atención. La Basílica y Convento de San Francisco fundada en 1625 es conocida por ser una de las iglesias que mejor mantiene su fachada colonial. En 1813 Manuel Belgrano estuvo presente para una misa en honor a los soldados caídos en la batalla de Salta el mismo año. La pintura rojiza de la fachada y una torre de mayor altura llaman tu mirada desde unas cuantas cuadras de distancia. A pocos metros se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, es de poca altura, pero su fachada azulada y la torre que está separada del edificio principal tienen una belleza única. Lleva ese nombre por albergar una imagen de la Virgen de la Candelaria y es “de la viña” por antes formar parte de una hacienda. La construcción original de 1630 se encontraba en ruinas y en 1886 se construyó lo que es actualmente.

En Salta y Jujuy se respira historia. Desde ruinas incas, iglesias coloniales y pueblos con historias independentistas. Hay algo en común entre la relación provincia-capital en Argentina. Conversando con el taxista camino al aeropuerto me decía que los “porteños” los hacían quedar mal y que ellos pensaban que vivían entre vacas y llamas. No les agrada mucho la capital y muestran cierto rechazo.

No puedo dejar de mencionar lo sucedido este julio en Jujuy. El gobernador Jorge Morales aprobó una reforma de la constitución en la provincia donde las tierras de comunidades originarias que contienen litio se veían amenazadas. Eso despertó una ola de protestas en toda la región que se vio manchada por detenciones a periodistas y represión descontrolada por parte de los policías. Se registraron 4 muertos y 60 heridos en el desalojo de tierras.

Tags:

Argentina, Historia, Jujuy, Salta

Mas artículos del autor:

"La isla sagrada y el castillo de Hiroshima"
"Hiroshima: de la devastación a la prosperidad"
"Tokio: Santuarios, templos y los 47 ronin"
x