Entendiendo de Economía

Los economistas solemos discrepar cuando se trata de sugerir qué se debe hacer, pero no lo podemos hacer con los hechos ni con la evidencia empírica. Todas las economías requieren de estabilidad macroeconómica o, dicho de otra manera, cimientos sólidos. Los necesitan porque si se construye la casa encima de ellos, entonces esta última será segura y nos dará el bienestar o calidad de vida que buscamos; sin embargo, puede ser que se hagan los cimientos y nada más, en cuyo caso la población mostrará, con razón, su descontento. No hay casa, no hay bienestar. Tanto los cimientos como la construcción de la casa son imprescindibles. Si falta uno de ellos, el plano original no tiene ninguna utilidad. El modelo incluye cimientos y casa.

Los cimientos son la solidez macroeconómica, mientras que la casa se construye con reformas que conecten la solidez de los primeros con el bienestar de todos. La necesidad de hacer reformas es incuestionable, aunque podemos debatir sobre cómo hacerlas. Todos estamos de acuerdo con la urgencia de mejorar salud, educación, pensiones, Poder Judicial, etc.

El primero de los cimientos es la estabilidad monetaria. Significa que la inflación anual se encuentre dentro del rango meta del banco central (BCR) que es de 2% +/- 1% al año. Entre 2001 y 2019 el promedio anual de inflación fue de 2.4%, la menor de América Latina. Aquí la clave está en un BCR independiente, técnico y despolitizado. Eso nos lo muestra la historia. Cuando en los años ochenta, el BCR financiaba, a través de la emisión monetaria, el exceso de gastos sobre ingresos del sector público, terminamos en la peor hiperinflación y caos macroeconómico de nuestra historia.

El segundo de ellos es un manejo fiscal responsable. Los gobiernos tienen gastos e ingresos; los segundos, cuya principal fuente son los impuestos, financian al gasto público. Nadie puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida. El BCR no puede financiar ese exceso de gasto del MEF. Por lo tanto, si el MEF necesita gastar más, solo hay dos caminos: o usa ahorros anteriores o se endeuda.

Endeudarse no es malo, siempre y cuando no sea en exceso. La mayoría de nosotros nos endeudamos para comprar algo que requerimos para elevar nuestro bienestar. Si somos responsables, no lo haremos en exceso y pagaremos nuestras deudas. Igual funciona un gobierno. La deuda, dentro de ciertos límites, no es negativa en sí misma. Además, depende del uso que se les otorgue a los recursos. En qué vamos a usar la deuda es clave para saber si vale o no la pena endeudarnos. Entre 2001 y 2019, el exceso de gastos sobre ingresos del sector público ha sido muy pequeño: apenas 1.4% del PBI, como promedio anual. Y como consecuencia la deuda fue baja: 26.9% del PBI en 2019. En 2020, como consecuencia de los gastos necesarios para enfrentar la pandemia, subió a 8.9% del PBI y se espera que en este 2021, se reduzca a 5.4% del PBI.

Esos tres aspectos, estabilidad monetaria, manejo responsable de las finanzas públicas y deuda baja, como proporción del PBI, son los principales cimientos de la economía. De ahí en más, si la población decide hacer una reforma de un modo y no de otro, pues adelante, siempre y cuando se base en evidencia y no en opiniones. No estamos discutiendo cómo debe alinear la selección peruana de fútbol en la siguiente fecha, sino del bienestar de las personas y siempre los ciudadanos son primero.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, estabilidad, Macroeconómica

Cada cierto tiempo, por lo general coincidiendo con una crisis, ocurre un movimiento ideológico en el manejo de la economía peruana; sea del Estado al mercado (años noventa) o a la inversa, como comienza a notarse hoy. En el fondo se trata de buscar un culpable y se piensa que la solución es cambiarlo. Como un péndulo.

Pienso que es un mal enfoque del problema. Cualquier modelo económico requiere del Estado y del mercado; la diferencia es la mezcla: cuánto de uno y cuánto del otro, pero, los dos tienen que funcionar. Si uno no lo hace, no es posible hablar de modelo, como se habla con ligereza en estos tiempos de crisis. Los extremos no funcionan.

Me parece que hay factores que subyacen a la discusión de mercado versus estado que como sociedad, no estamos viendo. El conocido politólogo estadounidense, Francis Fukuyama, sostiene que existen tres diferencias entre los países que han tenido éxito en enfrentar al COVID-19 y los que no. En primer lugar, la existencia o ausencia de capital social o confianza. Los ciudadanos deben escuchar, creer y seguir las indicaciones del Estado. Esa confianza se llama capital social. Nos falta creer no solo en el Estado, sino en que si ponemos un negocio con otra persona, no nos van a engañar. Y esto pasa porque creímos y nos fallaron. Por lo tanto, la primera tarea es recuperar la credibilidad, algo que solo se logra con resultados.

En segundo lugar, la capacidad estatal de cubrir las necesidades básicas de aquellos que lo necesiten. No solo poder hacerlo, sino lograrlo con rapidez. Y esto se asocia con la colaboración estrecha entre el sector público y el privado, que son complementarios y no sustitutos. En tercer lugar, un liderazgo efectivo a nivel nacional, regional y local.  ¿Se cumplen las tres condiciones en el Perú?

Si pensamos en Nueva Zelanda, Australia, Corea  y China, teniendo modelos con poco o con mucho Estado y con o sin democracia, son países que han enfrentado con éxito la pandemia. La diferencia no es la orientación ideológica ni el tipo de gobierno.

Países en los que existe un estado disfuncional, sociedades polarizadas y pobre liderazgo enfrentan severas dificultades para contener los contagios. Muchos, como el congreso, piensan que llegó la hora del Estado intervencionista. De ahí sus proyectos de ley. Otros en cambio, creen que hay que mejorar la estrategia basada en el mercado. Creo que la respuesta está lejos de ahí.  Antes hay que enfrentar las tres dificultades descritas; de lo contrario solo serán cambios cosméticos, que luego de un tiempo, girarán el péndulo otra vez.

El mercado genera riqueza pero no logra una distribución que necesariamente sea la más justa. Entonces, a través del pago de impuestos, el mercado le entrega el dinero al estado para que éste último se encargue de las tareas redistributivas. La inversión estatal en educación, salud, seguridad ciudadana, entre otros campos, son fundamentales para que se logre una sociedad con igualdad de oportunidades. Por eso se requiere de ambos.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Péndulo

Con frecuencia se señala que los economistas somos malos haciendo proyecciones respecto de variables claves, como el tipo de cambio, la tasa de interés, etc. Parece que no acertamos una. Tanto es así que si usted revisa las proyecciones realizadas hace solo seis meses verá como fallaron. Y por ello muchos descalifican a la ciencia económica. Sin embargo, podríamos decir que la sismología también falla en sus proyecciones respecto de cuándo será el siguiente terremoto y no por eso deja de ser una ciencia. Veamos algunos puntos.

En primer lugar, la economía proyecta, no predice ni adivina. Esta diferencia es clave. La proyección se realiza asumiendo ciertos comportamientos esperados de otras variables. Es lo que los economistas llaman supuestos. Me explico. Supongamos que se desea proyectar el precio del dólar durante lo que queda de 2021. Para hacerlo el economista lo plantea así: si China sigue creciendo poco, el nuevo presidente asume una postura moderada y nuestro banco central mantiene sus objetivos de política monetaria y cambiaria, entonces podría esperarse determinada tendencia en el tipo de cambio. Demás está decir que si alguna de las suposiciones se altera en el camino, pues la proyección del tipo de cambio será otra. Nótese que el economista primero seleccionó aquellas variables que considera claves para la proyección y luego la realiza.

En segundo lugar, nadie conoce el futuro y por lo tanto no es posible saber con 100% de certeza qué es lo que va a ocurrir. Y eso es válido para cualquier ciencia. Entonces ¿qué hacemos? Pues ser conscientes que por muchas matemáticas y métodos de proyección que usemos no podemos ver el futuro. Ello no quita que las proyecciones sean útiles y esa es la clave. El problema no está en las proyecciones, sino en la forma como las usamos. Ellas deben tomarse como una referencia de ciertas tendencias, que en caso se mantengan ciertos escenarios de las que dependen, entonces aumenta la probabilidad de que efectivamente se cumplan.

Por esa razón, si usted junta a un grupo de economistas y les pregunta qué pasará con el precio del dólar, recibirá tantas respuestas como personas preguntadas. Y es que cada uno plantea suposiciones diferentes respecto de China, Estados Unidos, la situación política interna, etc.

De aquí no se sigue que las proyecciones no sirvan. Después de todo, todas las instituciones hacen planes estratégicos pensando en el futuro. Y los tienen que hacer porque deben tomar decisiones. Lo mejor es no aferrarse a una proyección determinada, sino referirse a rangos. Por ejemplo, en lugar de decir que el precio del dólar estará en 4.00 soles a finales de 2021, referirse a un rango y señalar algo así: “si la situación económica internacional se mantiene como se encuentra hoy y el presidente es moderado, entonces es más probable que el dólar fluctúe entre tanto y tanto”. También podría plantearse el asunto del siguiente modo: “desde mi punto de vista la guerra comercial entre Estados Unidos y China va a empeorar; ante eso China comprará menos metales a Perú y por ende entrarán menos dólares; el resultado será un tipo de cambio más alto”. Por eso cuánto más conozca cómo se proyectan otros aspectos que están fuera de la economía, entonces mejor será la proyección.

A veces olvidamos que la economía es una ciencia social y los enfoques multidisciplinarios tienden a brindar mejores resultados. La economía no tiene un laboratorio para experimentar, por lo que en muchos casos, estudiar la historia se convierte en la mejor alternativa.

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Carlos Parodi, Economía, Entendiendo de Economía, Proyección

Toda estrategia económica se aplica dentro de un marco institucional determinado. No se hace en un vacío. Esto nos lleva a definir qué son las instituciones, porque sin ellas funcionando de manera adecuada, ningún modelo económico tendrá éxito.

Las instituciones tienen dos acepciones en economía: en primer lugar, son organizaciones, como el Congreso, las universidades, la Policía Nacional, un club de futbol, etc. En segundo lugar, son las reglas de juego, algunas formales como la Constitución Política y otras informales que responden más a costumbres y hábitos de la población. Tanto las primeras como las segundas determinan cómo funcionan las economías, pues todas las sociedades funcionan con reglas, algunas no escritas.

La corrupción puede considerarse una institución, pues se trata de una mala costumbre en nuestro país, un mal hábito, que está extendido en amplios segmentos poblacionales. Las reglas tributarias también son una institución. En el primer caso se trata de una institución informal, mientras en el segundo, formal. El punto es que dentro del marco institucional que cada sociedad tiene, funciona una economía. Por eso es que cualquier reforma que se quiera hacer en el campo económico debe ser antecedida por una mejora institucional.

¿Cómo podría fluir la inversión privada, tan importante para reactivar la economía, si no evitamos que en el camino funcionarios corruptos encarezcan el proceso buscando intereses personales a cambio de una coima? ¿O es que no se puede hacer nada y que debemos caer en la corrupción para poder funcionar? ¿Cómo aumentamos la inversión pública si los Gobiernos Locales, Regionales y Central no tienen capacidad de gestión? ¿Cómo sostenemos un país en el que la formalidad solo funciona para 30% de los trabajadores y la mitad de las empresas? ¿Cómo podemos avanzar en un país en el que nadie cree en nadie y reina la intolerancia y desconfianza?

Note, estimado lector, que se trata de factores que en apariencia no están relacionados con la economía. Sin embargo, lo están y mucho. Imagine usted, cuánto tiene que invertir una empresa en seguridad, cuántos días pierde en trámites con el gobierno, las dificultades que enfrenta cuando pretende que el poder judicial le resuelva un problema. Los funcionarios públicos parecen no seguir las reglas establecidas, sino que la mayoría favorece a unos sobre otros.

Por eso no sorprende que los países más competitivos del mundo sean aquellos con mejores instituciones y como consecuencia de ellos, resultados económicos positivos y mayor calidad de vida. La clave está en encontrar cómo cambiar las instituciones y aunque todos creen tener la receta perfecta para mejorar el marco institucional, hay una verdad universal: no sabemos cómo hacerlo.

Mientras no tengamos mejores instituciones, mientras no cambiemos las personas, resulta muy difícil que seamos un país competitivo, capaz de brindar a sus ciudadanos servicios básicos de calidad. Por eso es que las cosas no funcionan en nuestro país. El debate institucional está más allá de la izquierda y la derecha y es anterior a ellas. Miremos el mundo y veamos por qué algunos países funcionan mejor que otros. Por ahí debería estar la agenda del nuevo gobierno.

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, Instituciones, Paraíso

Estamos atravesando un período de turbulencia política que no le hace bien a la economía. La incertidumbre genera postergaciones de compras e inversiones que desaceleran la reactivación y el aumento del empleo. Mientras tanto en regiones como Arequipa, se encuentran en una ola devastadora de contagios, por la que todos deberíamos estar preocupados.

Hoy más que nunca está claro que la política influye en la economía; no voy a caer en el deporte nacional de buscar culpables como si eso arreglara algo. Aquí no se trata de culpar a unos o a otros; el problema es que no confiamos en nadie ni en nada y en ese contexto es imposible que progresemos como sociedad.

Veamos a los países exitosos, entendiendo por exitosos aquellos que brindan altos niveles de bienestar a todos sus habitantes. Son países con alto nivel de confianza interpersonal. Entonces todo fluye. El gran reto que tenemos como sociedad es volver a confiar, si es que alguna vez lo hicimos.

Lo que pasa es que la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta. Y esa realidad se caracteriza por una desconfianza casi total. Entonces nos dedicamos a insultar y agredir a todos aquellos que piensan diferente. No somos una sociedad deliberante, en la que el debate alturado y basado en evidencia empírica nos lleve a lo más cercano a la verdad. La mitad quiere convencer a la otra mitad y si no lo logra, entonces la insulta.  No nos damos cuenta que así nos alejamos más unos de otros.

La cooperación puede hacer en economía que 2 más 2 sea 5. El conflicto hace que la misma suma sea 3. Vean como funcionan las sociedades con alta calidad de vida. Funcionan tanto el mercado como el estado, tanto el sector privado como el público. ¿Cómo así? Pues el mercado produce riqueza y beneficia directamente a través de buenos empleos a aquellos que tuvieron la suerte de estudiar, entre otras ventajas que les brindó la lotería de la vida. El estado cobra impuestos y con el dinero invierte en aquellos que no se pueden integrar tan fácilmente al mercado, a través de una educación de calidad, salud de primer nivel, seguridad ciudadana, acceso a agua potable y desagüe, etc. Son sociedades libres de corrupción. No se busca lograr cosas con trampa, sino se espera el turno. Son estados que usan bien el dinero que tienen en beneficio de todos.

Nuestra pregunta creo que tendría que ser, ¿cómo hacemos para que el entorno dentro del cual funciona la economía sea conducente a elevar el bienestar? Cada cinco años creemos que lo logramos en una en elección, para luego desilusionarnos. Los mismos que apoyaron a la persona que ganó se le voltean. Es historia vieja. Para desarrollar debemos crecer y reformar, pero por encima de todo, volver a confiar.

Lo que rodea a la economía es tan importante como la economía misma. Necesitamos mejores instituciones y aumentar el capital social, que simplemente se refiere a la confianza, tanto interpersonal como a aquella que tenemos en nuestras instituciones. Es urgente volver a creer para volver a crecer.

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Carlos Parodi, Desconfianza, Economía, Entendiendo de Economía, Incertidumbre

Una de las grandes lecciones que deja el COVID-19 es la necesidad de hacer reformas en sectores tan sensibles como educación, salud, pensiones e informalidad, entre otros. Hacerlas es difícil. Una reforma es un cambio y no es fácil llevarlo a la práctica ni tampoco se puede hacer rápido.

Hoy damos por hecho algunos rasgos de la economía que en su tiempo necesitaron reformas: la estabilidad monetaria, la responsabilidad fiscal y los bajos niveles de deuda pública como porcentaje del PBI son ejemplos. Ellos configuran la solidez macroeconómica que sin duda debemos mantener, pero que no se han manifestado como quisiéramos en el aumento de la calidad de vida de los ciudadanos. La razón es que no se han reformado los sectores que justamente conectan los resultados económicos con el bienestar. La “buena economía” no fue, no es, ni será suficiente. Hay que construir sobre ella.

El primer elemento para lograr poner en marcha una reforma es el consenso de la mayoría de los actores involucrados. No puede hacerse por un conjunto de iluminados.  De hecho, como todo cambio, las reformas enfrentarán el rechazo de algunos grupos de interés que no estarán dispuestos a perder los privilegios que reciben con el estatus quo; pero, más de lo mismo no es solución.

El segundo elemento es la forma de hacerlas; comenzar por proyectos pilotos en áreas específicas y no en temas tan grandes como pretender reformar todo el sector salud. La población tiene que ver primero resultados para luego apoyar la extensión del piloto a todo el país.  Este elemento se eslabona con el tercero. La única manera que una reforma tenga apoyo poblacional es que la ciudadanía vea resultados. Solo así creerá.

El cuarto elemento es una adecuada comunicación por parte de los responsables de implementar las reformas. La ciudadanía tiene que saber qué se va a hacer, cómo se va a hacer, en cuánto tiempo se esperan resultados, etc. Las reformas significan cambios y si vamos a cambiar, sopesaremos los beneficios y costos del cambio.

Siempre habrá oposición a las reformas, pero muchas veces no se sabe a qué ni por qué. Sin embargo, es un tema que tendrá que trabajar el gobierno que asuma el 28 de julio, con una agenda clara, en especial en el campo social. Si existen metas económicas, ¿Por qué no existen en el campo social? La gente se opone a las reformas cuando no “siente” las mejoras.

En quinto lugar, la credibilidad es clave; por eso la mayoría de reformas se hacen al comienzo de los gobiernos y no hacia el final. El “cuándo hacerlas” importa tanto como el “cómo hacerlas”. Las reformas no se pueden hacer en un contexto donde la credibilidad de las autoridades está en caída. Por eso, aprovechar los buenos tiempos para hacer reformas es clave.

Los impactos de una reforma no son de corto plazo. Los gobiernos y los congresos deben ser conscientes de ello. Algún gobierno posterior obtendrá los beneficios. ¿Estarán dispuestos a ello?

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Carlos Parodi, Entendiendo de Economía, reformas

La expresión “economía social de mercado” se encuentra en las constituciones de 1979 y 1993. ¿Qué significa? El nombre fue acuñado en la Alemania de los años cincuenta, como un sistema que combinaba estado con mercado. ¿Cómo así? Tiene dos componentes: por un lado, el mercado, que a través del sector privado, genera riqueza y paga impuestos. Aquí entra el segundo elemento, el estado. Con los impuestos recibidos, los invierte con el objetivo de igualar oportunidades, es decir, los usa de manera eficiente en salud, educación, caminos rurales, etc. El objetivo es que el estado cubra a aquellos que no se benefician directamente del mercado, sino indirectamente a través del uso responsable de los impuestos recaudados por el estado. Además, el estado debe evitar el abuso de la posición de dominio de grupos empresariales en el mercado. Por eso el estado es regulador.

Dicho esto, ¿se cumple en el Perú? Comencemos diciendo que las reglas de juego deben ser iguales para todos. No debería ocurrir que alguien, por contactos con funcionarios públicos, se beneficie de una licitación de una obra pública o logre una ley que lo favorezca de manera explícita. Solo así el mercado podrá funcionar. En paralelo se requiere que el estado haga su trabajo indicado en la constitución. Hace unos días nos enteramos de lo que era un secreto a voces: que en Perú fallecieron más de 180,000 personas por la pandemia. Lamentable y de terror. Más del 95% de los hospitales son públicos. Faltaban camas UCI, oxígeno, entre muchas otras limitaciones que incidieron en el fallecimiento de muchos ciudadanos. Es a eso a lo que se refiere el rol del estado en una economía social de mercado. Igual en el caso de la educación, ¿se logró repartir las Tablet para poder recibir la educación virtual? Ha pasado más de un año que comenzó la pandemia.

¿Cuál es la lección? Que el estado y el mercado no son sustitutos sino complementarios. Desde mi punto de vista, el gran avance en economía en el siglo XX, consistió en mostrar que la mezcla de estado con mercado es conducente a elevar el bienestar; los países que se fueron a los extremos terminaron en crisis de proporciones. La pregunta no es mercado o estado sino cuánto de ambos.

Cualquier estrategia para funcionar debe tener como objetivo el bienestar de todos los habitantes. Para ello, se necesita de un estado que gestione bien los recursos que recibe del estado. Demás está decir que la meta debe ser cero tolerancia a la corrupción. La parte institucional es determinante. Y esta es otra verdad que proviene la evidencia empírica. Sin instituciones inclusivas, no es posible aplicar ninguna estrategia.

En consecuencia, queda claro que más allá del papel, estamos lejos de una economía social de mercado. De ahí en más, algunos piensan que la idea es un error y que tendría que usarse otra estrategia. Cada uno puede pensar lo que crea conveniente, pero sugiero siempre basarse en evidencia empírica.

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Carlos Parodi, economía social de mercado, Entendiendo de Economía

La pandemia va a pasar y, con ello, la economía entrará a un proceso de reactivación, que de algún modo ya comenzó. Reactivar es volver a crecer. Y crecer significa producir más. En 2020 la economía cayó 11.1% y con ello el empleo. En diciembre de 2020 crecimos 0.5% pero, debido a la segunda ola y el confinamiento consiguiente, volvimos a caer en enero y febrero de 2021.  Lo positivo es que en marzo crecimos 18.7%.

Volver a crecer es bueno, pero insuficiente para que se refleje en el bienestar de todos los ciudadanos. Crecer no asegura una mejor salud, educación, sistema de pensiones, seguridad ciudadana, simplificación del Estado, formalización, etc. Para ello hay que hacer reformas. Son cambios en la manera en la que funciona un sector. Y antes de transformarlo hay que entenderlo. No es simple comprender los complejos sistemas de salud y educación, ni tampoco la excesiva burocratización del Estado.

La crisis nos brinda la oportunidad de hacer reformas, pues ha desnudado todas las dificultades que tienen la mayoría de peruanos en una serie de aspectos. Para ello opino que la disciplina macroeconómica se debe mantener, pues es el equivalente a los cimientos de una casa. Puedes tener buenos cimientos, pero lo que genera bienestar es la construcción de la casa. Esto último se logra con reformas. Reformar es construir, pero hay que hacerlo sobre la base de cimientos sólidos.

Por eso los fundamentos macroeconómicos deben mantenerse: estabilidad monetaria y manejo responsable de las finanzas públicas. Eso no es negociable porque sería equivalente a construir una casa con cimientos débiles. A partir de esa solidez, deben implementarse las reformas que permitan que la mencionada estabilidad macroeconómica se refleje en el bienestar de todos los ciudadanos. La evidencia empírica mundial apunta en ese sentido. El crecimiento es un medio y no un fin en sí mismo. No importa si la postura política es de izquierda o de derecha.

Además, la economía no funciona en un vacío, sino en una realidad concreta, con características institucionales, sociales, culturales, políticas, entre otras. Si no conocemos aunque sea algo ese entorno, tampoco podremos comprender lo que pasa con una economía. Por eso muchas recomendaciones son fáciles de hacer; lo difícil es pensar cómo las insertamos en una determinada realidad. Basarnos en datos y evidencia empírica para mejorar las políticas públicas y hacer reformas es clave.

¿Cómo comprender la evolución actual de la economía sin tomar en cuenta la pandemia o la turbulencia política por la que estamos pasando? ¿No será que lo que hay que mejorar no está en los indicadores macroeconómicos, desde un punto de vista estricto, sino en el entorno? Y en eso, digamos en el aspecto político, ¿no somos todos responsables? ¿Respetamos las reglas más elementales del comportamiento humano? ¿No deberíamos ser un poco más tolerantes y averiguar bien antes de hacer cualquier comentario? ¿No será que hemos perdido la humildad y creemos tener las soluciones a todo?

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bienestar, Carlos Parodi, crecimiento económico, Entendiendo de Economía

Los economistas solemos discrepar cuando se trata de sugerir qué se debe hacer, pero no lo podemos hacer en los hechos ni en la evidencia empírica. Todas las economías requieren de cimientos sólidos. Los necesitan porque si se construye la casa encima de ellos, entonces esta última será segura y nos dará el bienestar o calidad de vida que buscamos; pero, puede ser que se hagan los cimientos y nada más, en cuyo caso la población mostrará, con razón, su descontento. No hay casa, no hay bienestar. Tanto los cimientos como la construcción de la casa son imprescindibles. Si falta uno de ellos, el plano original no tiene  ninguna utilidad. El modelo incluye cimientos y casa.

Los cimientos son la solidez macroeconómica, mientras que la casa se construye con reformas que conecten la solidez de los primeros con el bienestar de todos. La necesidad de hacer reformas es incuestionable, aunque podemos debatir en cómo hacerlas. Todos estamos de acuerdo con la urgencia de mejorar salud, educación, pensiones, poder judicial, etc.

El primero de los cimientos es la estabilidad monetaria. Significa que la inflación anual se encuentre dentro del rango meta del banco central (BCR) que es de 2% +/- 1% al año. Entre 2001 y 2019 el promedio anual de inflación fue de 2.6%. Aquí la clave está en un   BCR independiente, técnico  y despolitizado. Eso nos lo muestra la historia. Cuando en los años ochenta, el BCR financiaba, a través de la emisión monetaria el exceso de gastos sobre ingresos del sector público, terminamos en la peor hiperinflación y caos macroeconómico de nuestra historia.

El segundo de ellos es un manejo fiscal responsable. Los gobiernos tienen gastos e ingresos; los segundos, cuya principal fuente son los impuestos, financian al gasto público.  Nadie puede gastar por encima de sus ingresos de manera indefinida. El BCR no puede financiar ese exceso de gasto del MEF. Por lo tanto, si el MEF necesita gastar más sólo hay dos caminos: o usa ahorros anteriores o se endeuda.

Endeudarse no es malo, siempre y cuando no sea en exceso. La mayoría de nosotros nos endeudamos para comprar algo que requerimos para elevar nuestro bienestar. Si somos responsables no lo haremos en exceso y pagaremos nuestras deudas. Igual funciona un gobierno. La deuda, dentro de ciertos límites, no es  negativa en sí misma. Además, depende del uso que se le otorgue a los recursos. En qué vamos a usar la deuda es clave para saber si vale o no la pena endeudarnos.  Entre 2001 y 2019, el exceso de gastos sobre ingresos del sector público ha sido muy pequeño: apenas 1.4% del PBI, como promedio anual. Y como consecuencia la deuda fue baja: 26.9% del PBI en 2019.

Esos tres aspectos, estabilidad monetaria, manejo responsable de las finanzas públicas y deuda baja, como proporción del PBI, son los principales cimientos de la economía. De ahí en más, si la población decide hacer una reforma de un modo y no de otro, pues adelante, siempre y cuando se base en evidencia y no en opiniones. No estamos discutiendo como debe alinear la selección peruana de futbol en la siguiente fecha, sino del bienestar de las personas y siempre los ciudadanos son primero.

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