[La Tana Zurda] Con A dónde volver (Revuelta, 2024), Andrea Cabel (Lima, 1982) nos ofrece no solo una recopilación de su trabajo poético, sino “una reordenación selectiva de su obra en cuatro apartados”, como bien señala el recordado Eduardo Chirinos en la nota introductoria. Esta reunión de poemas, organizada en secciones que atraviesan su trayectoria, nos permite comprender la evolución de su voz, el desarrollo de sus obsesiones y la manera en que su escritura ha ido destilando su esencia a lo largo de los años. Más que una simple compilación, el libro sugiere una relectura, una recomposición de su imaginario y de los temas que la han acompañado en su exploración lírica.
Desde Las falsas actitudes del agua (2006), su primer poemario, hasta sus textos más recientes e inéditos, Cabel ha construido un lenguaje que es, a la vez, íntimo y abismal, de una cadencia fragmentaria y musical, donde la memoria, el dolor y la identidad se entrelazan en una constante búsqueda. Su poesía se caracteriza por la superposición de imágenes de alto impacto sensorial, por la fragmentación del verso y por la cadencia rítmica que juega entre el susurro y el grito contenido.
En A dónde volver, el lector se enfrenta a una estructura dividida en cuatro partes: “Retratos”, “La eternidad de una esquirla”, “Fruta partida” y “A dónde volver”. Estos segmentos funcionan como ventanas que permiten atisbar distintos momentos y preocupaciones de la poeta. En “Retratos”, por ejemplo, encontramos un tono confesional, en el que la voz poética se interroga sobre la construcción de la identidad y la figura del otro, mientras que en “La eternidad de una esquirla”, la exploración del tiempo y la herida de la pérdida marcan los versos. “Fruta partida” se presenta como un espacio de intersección entre el cuerpo y el lenguaje, entre lo tangible y lo simbólico. Finalmente, “A dónde volver” cierra el volumen con un tono que oscila entre la incertidumbre y la revelación, como si el libro mismo fuera una pregunta abierta sobre el destino de la poeta y su obra.
El lenguaje de Andrea Cabel es el de una poeta que se sitúa en el borde de la enunciación: su palabra es un equilibrio entre la imagen poderosa y la sensación de fragilidad que la rodea. Su poética se alimenta de lo efímero, de lo quebrado, de los resquicios en los que la memoria se instala y se disuelve a la vez. A través de su obra, Cabel ha construido un imaginario donde la ausencia es presencia, donde el lenguaje busca capturar lo inasible y donde el cuerpo es un territorio en constante mutación. Es interesante notar cómo la estructura del libro rompe la linealidad temporal de su producción y ofrece, en su lugar, una especie de mapa emocional y simbólico. En este sentido, A dónde volver no es solo un recorrido por su poesía, sino una propuesta de lectura que desafía la idea de un progreso poético lineal. Cada sección es una variación sobre un mismo tema, cada poema una puerta a una habitación distinta de la misma casa en ruinas.
Uno de los aspectos más destacados del libro es su capacidad para transmitir la soledad como una experiencia universal, sin caer en el sentimentalismo. Cabel logra hacer de la pérdida un lugar desde donde se escribe, pero también desde donde se reinventa la propia existencia. En este sentido, su poesía dialoga con una tradición de voces femeninas que han encontrado en el lenguaje una forma de resistencia y de autoconstrucción. Otro punto fuerte de su poética es la relación entre lo íntimo y lo cósmico: sus imágenes fluctúan entre lo microscópico y lo inmenso, entre el temblor de un cuerpo y la vastedad del universo. Sus versos sugieren que la experiencia humana no es más que un punto en la inmensidad del tiempo, pero que ese punto es suficiente para construir un mundo.
“¿A dónde volver?”. Esa es la pregunta que atraviesa todo el libro, y que la autora deja sin respuesta definitiva. Tal vez volver sea un gesto imposible, un deseo inalcanzable, pero la poesía de Cabel sugiere que el único retorno posible es a la palabra, a los poemas mismos, a ese espacio donde la memoria y la imaginación convergen. Su escritura es, en última instancia, un intento de fijar lo fugaz, de hacer tangible lo inasible, de darle forma a la ausencia. Este libro, más que un cierre o una retrospectiva, es una reafirmación de la poética de Andrea Cabel: una poesía que se mueve entre la sombra y la luz, entre la herida y la cicatriz, entre el abandono y la esperanza.