Un padre de familia describe los estrictos protocolos de seguridad sanitaria para asegurar una celebración libre de Covid. Todos los invitados pasan por una prueba de antígenos y solo entran los que dan negativo. Al final del día, o de la noche, decenas de contagiados. Quien comparte esta situación concluye que “este virus, en verdad, en verdad, no se le entiende”. 

Algo así como si el sindicato SARS-CoV-2 —espero, si la historia es cierta, que no sean del sector Ómicron— se hubiera comprometido con los organizadores de la reunión a que como sus miembros no están en la lista de invitados, no van a ir. ¡Mentirosos!

Mi intención no es tildar de irresponsable a nadie —aunque, al parecer el anterior fue un fin de semana en que por lo menos más de uno lo fue—, ni hablar de ignorancia virológica, sino señalar una deficiencia de la mente, aun de la que ha sido pulida por la educación, incluso formación científica, cuando se trata de decisiones de la vida cotidiana. 

Nuestro cerebro es muy malo para las estadísticas y si hay algo que lo desconcierta es la naturaleza probabilística de la realidad. Un ejemplo: ponemos a una persona frente a un foco y le decimos que se prenderá de rojo 75% de las veces y 25% de azul. Pedimos a nuestro conejillo de Indias que, antes de que se ilumine la bombilla prediga, apretando uno u otro de dos botones, el color de la luz. De 100 veces, la mayoría presiona 75 el azul y 25 el rojo. En promedio acertarán 61 veces, mientras que si en todas las ocasiones van por el azul de todas maneras acertarán 75. O cuando dejamos de comer algo o comenzamos a ingerirlo porque aumenta o diminuye en 20% las chances de tal enfermedad, cuando si no comenzamos por conocer el porcentaje de gente que la sufre, esa cifra no significa nada, salvo para quienes producen la sustancia y quienes arman la estrategia de mercadeo.  

Son muchos los sesgos sistemáticos, predecibles, que hacen tan fácil engañar, sobre todo engañarse, a la mente humana: preferir la información que confirma nuestros prejuicios y enceguecer frente a los datos que los desmienten, sobreestimar nuestras habilidades (100% de los conductores afirman ser mejores que el 50%), o pensar que lo que llega a las primeras planas es más frecuente, entre otros. 

Pero volvamos al virus incomprendido. Todos los exámenes en la entrada dieron negativo. Una medición, pues, es una medición, un acto objetivo que refleja la realidad. Sin llegar al principio de incertidumbre y otras exquisiteces cuánticas, eso no es cierto. Si olvidamos los azángaros de los certificados de vacunación y asumimos que medidor y medido son honestos, quedan varias capas de incertidumbre. 

Puede haber un instrumento de medida defectuoso o puede que los instrumentos de medida no midan lo que se supone miden. Pero aún descartando lo anterior —deshonestidad y lo mencionado— están los famosos falsos negativos y positivos. Basta con un par de los primeros —las víctimas de los segundos, en el caso de la fiesta, deben haberle prendido veletas al santo de su devoción—para que entre meneos, perreos y melodías entonadas a todo pulmón, el virus se haya comportado de la manera más entendible del mundo. 

Estamos viviendo un fenómeno harto complejo. Cerrar las fronteras o encerrar a la gente no lo resuelve. Pero tampoco desentenderse de las sutiles interacciones entre individuo y grupo, las fluctuaciones del contagio, la relatividad de las mediciones, las condiciones epidemiológicas locales, la responsabilidad personal y comunitaria, los márgenes de riesgo que se quiere asumir, las ansias de socializar, el derecho a vivir y no solamente evitar la muerte. Hacerlo es condenarse a creer que se está en la parte final de un cuento de hadas o una tragedia griega. No es el virus el que no se entiende, es la realidad. 

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Las negociaciones entre la minera china MMG -que opera Las Bambas- y el Frente de Defensa de Chumbivilcas (Fudich) han llegado a un punto muerto. Hace dos días, en una misiva enviada a la premier Mirtha Vásquez, el gerente de Asuntos Corporativos y Desarrollo de Negocios de la minera, Carlos Castro, le indicó que se retiraban de todo diálogo.

“Las Bambas, apelando al principio de reciprocidad y consecuente con la difícil decisión adoptada, se ve imposibilitada de seguir participando en los citados espacios y grupos de trabajo, creados o por crearse, hasta que se puedan concretar acuerdos que sean viables y verificable”, se lee en el escrito. Anoche, en conferencia de prensa junto a otros empresarios mineros, el gerente general de Las Bambas se reafirmó.

Los días previos a aquella decisión estuvieron marcados por inesperadas contramarchas en las mesas de diálogo que impulsan el ministerio de Energía y Minas (Minem) y la PCM. El 6 de diciembre, un día antes de que se votara la moción de vacancia contra Pedro Castillo, cuatro funcionarios de la minera se reunieron con el titular del Minem, Eduardo González.

Una fuente del Ejecutivo dice a Sudaca que en ese encuentro se acordó que las comunidades provean el servicio de 14 vehículos para el transporte de minerales, el alquiler de 14 camionetas para otras tareas y que se encargarían del mantenimiento vial en sus tres fases: el regado de vías, el mantenimiento de carreteras y el de micropavimento. Cualquier pacto de este tipo supone la creación de una empresa comunal que brinde todos esos servicios a la minera. 

El preacuerdo fue comunicado por la noche a Víctor Villa Zambrano, asesor legal del Fudich. Villa dice para este informe que conversó con un funcionario del Ejecutivo y con Marcos Santos, de Las Bambas, y que se comprometió a llevar la propuesta a las comunidades. Señala, además, que los comuneros la aceptaron a regañadientes. Sudaca intentó recoger la versión de la minera, pero al cierre de esta nota no obtuvimos respuesta de parte de su agencia de comunicaciones. 

Sin embargo, al día siguiente, la historia cambió repentinamente. En una asamblea en Cruzpampa, en la que participaron funcionarios del Minem, el Fudich y la minera, hubo un giro en la propuesta, asegura Villa. “Estaban los comuneros, el Minem y Marcos Santos [gerente de Asuntos Corporativos Regionales de Las Bambas]. Cuando llegó el representante de las Bambas, dijeron que serían 12 tracto camiones [para trasladar los minerales], el alquiler de 12 camionetas y solo el mantenimiento del micropavimento”, cuenta. Es decir, dos menos de lo convenido antes. «No sabía qué estaba pasando», agrega el abogado. Una fuente del Ejecutivo, que prefiere mantenerse en reserva, corrobora esta versión.

Había otro punto en debate: el monto que, por ley, iba a pagar Las Bambas para mitigar los daños ambientales. Las comunidades pedían S/1,2 millones, pero la empresa terminó por ofrecerles apenas S/100.000.

El 10 de diciembre, la compañía envió un documento a la PCM con su última oferta. La mina volvió a proponer que el servicio de transporte de concentrado mineral de parte de las comunidades sea con hasta 14 camiones. Pero, tal como habían retrocedido en la asamblea de Cruzpampa, sólo estaban dispuestos a alquilar 12 camionetas y que se hagan cargo del mantenimiento únicamente del micropavimento. Finalmente, se comprometía a entregar S/100.000 anuales en proyectos de inversión social para cada comunidad. 

La empresa dio a conocer esta propuesta el 11 de diciembre, en una reunión en la localidad de Cruzpampa (Chumbivilcas, Cusco) convocada por la PCM. Pero, nuevamente, las negociaciones no llegaron a buen puerto. 

Según Villa Zambrano, en dicha reunión los funcionarios de la PCM señalaron que iban a impulsar las actividades empresariales de la comunidad alrededor de las actividades mineras. Hablaron incluso de que la creación de la mentada empresa comunal para proveer de servicios a la mina era una buena idea. Pero insistieron en que se liberara la vía antes de cualquier acción.

Villa Zambrano cuenta que todo quedó en intenciones. Señala que, de regreso de Cruzpampa a la ciudad de Cusco, compartió vehículo con el viceministro de Gobernanza Territorial de la PCM, Pablo Sánchez. Según el asesor legal de las comunidades, allí Sánchez se mostró en desacuerdo con la idea de la empresa comunal.

“Me dijo que no entremos en inversiones de alto riesgo y que era mejor que se compren los terrenos [se refiere a que el Estado compre los terrenos de las comunidades], que eso era más seguro. Ahí se cayó la PCM, ya que no estaban en la línea que teníamos”, cuenta Villa. Sudaca buscó comunicarse con Sánchez, pero se excusó diciendo que no tenía buena señal.

Las comunidades no supieron más de la PCM, de acuerdo al asesor del Fudich. “En las últimas semanas, nadie ha dicho nada. El ministro González sí llamó para solidarizarse. Teníamos esperanza con Mirtha Vásquez, pero esa fue la única vez que se comunicaron. A ella nunca la vimos”, señala.

Así, el 12 de diciembre, el frente arremetió con un pedido que sobrepasaba por mucho los acuerdos previos. Solicitó ser proveedora con 25 camiones encapsulados, alquilarle a la empresa 25 camionetas y hacerse cargo de los servicios de mantenimiento vial en conjunto. Además, pedía de nuevo S/1,2 millones anuales por la mitigación de impactos ambientales en cada comunidad. Esta fue la última solicitud por parte de las comunidades.

Toda iniciativa, sin embargo, hoy ha quedado desechada. Villa Zambrano dice que ahora apostarán por la vía constitucional para que la carretera por la que pasan los camiones de Las Bambas deje de ser considerada como nacional y vuelva a ser de las comunidades. El punto muerto en las negociaciones para el desbloqueo de la vía lleva ya varios días. Y MMG ha informado de la paralización total de sus operaciones. ¿Llegará una tregua antes de Navidad?

Actualización: Tras la publicación de esta nota, Las Bambas -cuya versión solicitamos previamente- nos envió el siguiente comunicado, que reproducimos en su totalidad:

*Las Bambas indica que en la reunión del 6 de diciembre en el MINEM se presentó y sustentó la propuesta de la minera para las comunidades de Chumbivilcas y que esta, en todo momento, fue por 12 camiones, 12 camionetas y servicios en la vía. Las Bambas señala que tal postura fue reiterada por ejecutivos de la empresa, entre ellos Marcos Santos, a funcionarios del MINEM y la asesoría legal de las comunidades de Chumbivilcas antes de la asamblea de Cruzpampa. Respecto a su participación en el diálogo, la empresa reitera su vocación por un diálogo constructivo en un marco de respeto a la ley y la libertad e integridad de personas y bienes.

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Lo que vemos en este momento en el ejercicio del gobierno: mediocridad rampante, serios indicios de corrupción, marasmo económico, inacción general y políticas públicas funestas (como el golpe que le acaban de dar anoche, con su participación, a la reforma magisterial), es la esencia de la izquierda en el Perú.

No tenemos una izquierda progresista o liberal, capaz no solo de entender que el funcionamiento de una economía de mercado capitalista no está reñido con un proyecto político redistributivo, y que pueden convivir perfectamente, sino que no está en posibilidad de exhibir cuadros tecnocráticos con la mínima capacidad de ejercer los puestos públicos que su filiación política les regala en estos días de laxitud burocrática.

Se la han pasado décadas criticando a los gobiernos de centro o de derecha, transmitiendo una actitud no solo de superioridad moral sino técnica o académica, y hoy vemos que todo no pasaba de ser fufulla política, porque en los hechos, lo suyo es de una medianía de escándalo, con niveles de impericia y de creciente deshonestidad pocas veces vistos en la historia republicana del país.

Las consecuencias del desastre las vamos a pagar, por supuesto, todos los peruanos, a excepción de la izquierda, que va disfrutar cinco años de sueldos públicos altos y ninguna rendición de cuentas posterior. En medio de un superciclo de materias primas, que nos debería llevar a las tasas de crecimiento exhibidas durante el segundo gobierno de Alan García y a los consecuentes niveles de reducción de la pobreza y el desempleo, el Perú va a perder cinco años por culpa de la izquierda.

Lo único bueno o positivo de esta desventura es que esperamos que esta vez los peruanos aprendan en carne propia lo que significa votar, llevados por un ánimo irracional antiestablishment o por las furias de una situación pandémica que no era culpa de nadie, y que ha permitido que un improvisado como Pedro Castillo lleve las riendas del poder, quien en apenas 130 días de gobierno ha destrozado la economía, ha deteriorado la poca excelencia institucional que exhibían algunas instituciones del Estado y ha degradado las pocas reformas que se habían emprendido en las últimas décadas (como en transporte y educación).

Nuestra izquierda está anquilosada en materia económica y política. No han pasado los años de modernidad liberal, que el mundo ha exhibido, por ella. Sigue atrapada en lógicas binarias del siglo pasado y por eso cuando asume alguna cuota de responsabilidad de poder, guiada por prejuicios y anteojeras ideológicas, provoca desmadres como los que hoy pasa el Perú.

Martín Hernández es el creador de Panifiesto.pe, un emprendimiento dedicado a la panadería y pastelería artesanal. Pero antes de que este negocio, que nació en La Perla (Callao), se convirtiera en sustento de vida para Martín, fue el hobby con el que este joven chalaco pasaba el tiempo en los duros días de la cuarentena.

“Antes de que naciera Panifiesto como emprendimiento, yo veía canales de Youtube donde enseñaban a hacer panes con masa madre”, cuenta al recordar que eran los tiempos del encierro producto del COVID-19, donde muchas personas -acompañados de sus familias y de un tutorial de internet- ingresaban a la cocina a preparar postres y pasar tiempo juntos. También -valgan verdades- para apabullar el aburrimiento del encierro. En el caso de Martín, este complicado periodo le sirvió para levantar un interesante negocio que ofrece panes de centeno o el clásico pan campesino o el pan campesino integral. Así como queque de plátano o queque de plátano y avena. Además de badka de chocoavellanas o badka de canela.

Campesino

¿Cuándo el hobby se convirtió en negocio?, le preguntamos a Martín, vía Zoom y minutos antes de iniciar la repartición de su producto por las diferentes calles de Lima y Callao.

“Comencé a hacer uno o dos panes para comerlos en casa”, dice. Luego, Martín -quien estudió gastronomía- hizo un poco más y se los invitó a amigos y familiares, quienes -una vez que lo probaron-comenzaron a pedirle que les prepare uno para llevárselos a casa. “Están buenos”, le decían y esto lo animaba.

Comenzó a mostrar-en sus redes personales- cómo es que hacía los panes y las publicaciones se llenaban de ‘Likes’. “Mis amigos me decían: ‘oe, trae pan’”. Fue cuando entendió que esto podía funcionar. “En La Perla no había mucha gente que consumiera panes artesanales, de masa madre, no era lo común. Decidí hacerlo, porque era una forma de innovar y funcionó”, señala. Había que diseñar una estrategia.

queque de platano

Queque de plátano salido del horno.

Los retos de emprender

Primero fue encontrar un nombre. Buscó referencias en internet y halló una idea con la que se quedó: fusionar la palabra ‘pan’, con ‘manifestación’. “Un manifiesto al pan”, dijo. Entonces el juego de palabras hizo lo suyo: nació ‘Panifiesto’, y quedó el nombre. “A partir de eso me inspiré”, dice. Su hermana -estudiante de comunicaciones y relaciones públicas- dio el visto bueno. «Era un nombre atractivo, jalador», le dijo. Había que crearle un logo: una banderita roja con una ‘P’ en el medio. La imagen referencial podría ser la siguiente: la estación del pan.

El siguiente paso fue darle difusión. Le crearon a Panifiesto una cuenta de Twitter y otra de Instagram. Les tomó fotos a sus productos y las subió a las redes. Se crearon una cuenta de WhastApp empresarial y con todos los canales listos, comenzó a vender de manera orgánica.

“Otro reto fue llevarle mis productos a las puertas de sus casas”. Martín vive en La Perla, practica bicicleta como deporte y también la usa como una forma de movilidad sostenible. Él mismo lleva sus panes a las casas de sus clientes. Va en dos ruedas dependiendo la distancia. Si no, siempre está la opción del delivery (pago que debe asumir el cliente). Los panes de Martín no solo salen desde La Perla, también desde Surquillo, donde vive su hermana, lo que le permite ir a más distritos de Lima Metropolitana.

Para diversificar su negocio, en octubre, Martín ingresó al mundo del turrón. “Y fueron un boom total”, cuenta. Intentó hacer panetones, pero prefirió ayudar al emprendimiento de su madre, La cocina de Rosita, quien ofrece comida criolla y ahora realiza cenas navideñas para familias y empresas.

Mientras tanto nos cuenta que sus panes pueden durar más de dos o tres semanas en la congeladora, sin malograrse. A temperatura ambiente -recalca- dura unas 48 horas.

¿Qué les dirías a los emprendedores que buscan iniciar un negocio? Le preguntamos, antes de terminar.

“Ponerle empeño. 100% de dedicación, seguir aprendiendo e innovar. A la gente no le gusta lo cotidiano, ni lo repetitivo. Hay que innovar para tener un público más amplio”, aconseja este chalaco que hizo del pan, una forma de vida.

Dato:

Pueden contactar a Panifiesto en sus cuentas de Twitter, Instagram y en su cuenta de WhastApp pueden llamarlos, escribirles y encontrar su carta.

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La noticia del fallecimiento, a los 81 años, del cantante costumbrista mexicano Vicente Fernández, ha conmocionado al país del tequila y los tacos. Al resto de Hispanoamérica también, por supuesto. Pero ninguna nación es capaz de imaginar el impacto que debe haber sentido México por tan sensible -aunque predecible si nos ceñimos a sus problemas de salud y edad avanzada- pérdida. 

Para la mayor parte del gran público, Vicente Fernández solo es (era) el nombre e imagen representativa de una cultura folklórica muy antigua -la del mariachi con enorme sombrero, traje de luces, espeso bigote negro y estentóreo vozarrón intercalado por esos ayes agudísimos, que anuncian su llegada. 

En México, «El Chente» -como se le conoce allá- es sinónimo de decenas de películas, cientos de canciones y miles de anécdotas en una trayectoria de más de cinco décadas como cultor de una tradición que, a pesar de estar en declive desde hace mucho, por la muerte temprana de sus más grandes exponentes, es motivo de orgullo e identidad mexicana ante el mundo entero. Como cuando aquí fallece un cantante criollo o de folklore muy popular, con la diferencia de que al «Zambo» Cavero o a Raúl García Zárate los conocíamos los peruanos -y, en el caso del segundo, solo algunos-. En cambio, don Vicente era, tanto por lo que representaba como por su propio talento, un artista global.

¿Por qué el mundo sabe tanto de mariachis, serenatas y tequiladas? Por el intenso trabajo de promoción cultural y turística que hizo México en las décadas de los cuarenta y cincuenta, a través del cine. Las costumbres, comidas, modismos del lenguaje, ciudades y sonidos de este enorme país se convirtieron en patrimonio de la identidad hispanohablante mucho antes de la televisión, las redes sociales, la Calle Ocho y el Grammy Latino. 

Y géneros típicos como la ranchera, sus derivados o el bolero tocado por tríos guitarreros como Los Panchos o Los Tres Diamantes extendieron su popularidad y se instalaron en la mente del público para siempre. Es cierto que, un par de décadas después, fenómenos televisivos como la obra humorística de Chespirito o las novelas de Televisa -incluso en el contexto de estrategia de control sociopolítico que, según muchos expertos, originaron su aparición en los tiempos oscuros del PRI- ayudaron pero, en realidad, todo comenzó con aquellos largometrajes en blanco y negro que inundaron las salas de cine con entrañables personajes, historias cursis y canciones inolvidables. 

Esa presencia, en el imaginario colectivo mundial, de la cultura musical de México en sus extremos más pueblerinos es innegable. Ningún país de América Latina iguala a México en este aspecto. Argentina, por ejemplo, que es un país muy preocupado por cultivar, proteger y difundir su folklore -tanto a nivel de medios de comunicación como de políticas de estado-, lo logró parcialmente, imponiendo el tango como símbolo inequívoco de la argentinidad, pero no pasa lo mismo con el cantor de tango, aun cuando la figura emblemática de Carlos Gardel se mantiene como sinónimo del tanguero de pelo engominado, elegante frac y voz nasal y arrabalera. 

Y, en el caso del Perú que, más bien, se ha empeñado siempre en destruir su acervo folklórico, limitarlo a sus propios contornos (también segmentados por el centralismo y la salvaje diferencia entre capital y provincia) y desaparecer sus posibilidades de hacerse conocido fuera -sin registros fílmicos ni fotográficos, sin simbologías reconocibles en otras latitudes- estamos en las antípodas de lo conseguido por México a través del tiempo. No se dejen engañar por el moderno boom del turismo que ensalza los bailes regionales ni los folletos o videos de PromPerú con parejas de danzantes de tijeras, tonderos y marineras en HD. En países lejanos y ajenos a nosotros como la India o Turquía, nadie sabe qué es un chalán. Pero si un turista mexicano, en un restaurante de Estambul o de Mumbai, suelta el grito y entona «¡y volver, volver volveeer!», todos sabrán que se trata de un charro. Y cantarán, a gritos, junto con él.

Precisamente, fue «El Chente» el primer artista que grabó Volver volver, una de las canciones mexicanas más conocidas, escrita por su amigo y compositor de cabecera Fernando Zenaido Maldonado, que apareció en su séptimo LP ¡Arriba Huentitlán! (1972). Y, desde entonces, se convirtió en su marca registrada y en el sello que certificaba su derecho a apropiarse del inmenso vacío que habían dejado las prematuras muertes de Jorge Negrete (1953), Pedro Infante (1957) y Javier Solís (1966), a los 42, 39 y 35 años, respectivamente. Cuando estrenó esta dolorida ranchera, Vicente Fernández ya era una celebridad en su país y esta melodía pasó a ser -junto con El rey de José Alfredo Jiménez (1965) y México lindo y querido de Chucho Monge (1921) una de las más emblemáticas de la música regional, el alma de la cultura popular, en palabras de Carlos Monsiváis (1938-2010), quizás el intelectual mexicano que más y mejor ha reflexionado sobre este tema, después de Octavio Paz.

A diferencia de «los tres gallos de la ranchera» -en quienes se inspiró hasta alcanzar su propio estilo vocal, señorial y potente, aunque por momentos engolado-, fallecidos antes de llegar a los 45, Vicente Fernández tuvo una vida larga -como su colega Antonio Aguilar, quien falleció a los 88 años, en el 2007-, marcada por éxitos comerciales y el inmenso respeto y cariño que generaba entre el público y sus colegas en el ámbito artístico nacional e internacional. También tuvo momentos muy difíciles como cuando delincuentes asociados a los infames carteles del narcotráfico secuestraron, en 1998, a su primer hijo, Vicente Jr., como se cuenta a detalle en el primer avance de una esperada biografía (no autorizada) del cantante, escrita por la periodista argentina Olga Wornat, El último rey, cuya salida viene anunciándose tras la muerte del cantante y, generará, seguramente, más de una polémica.

De origen extremadamente humilde, Vicente Fernández comenzó a cantar en palenques, estaciones de radio y plazas de toros en su pueblo natal Huentitlán El Alto (Guadalajara, Jalisco) a principios de la década de los setenta y, poco a poco, fue construyendo su prestigio y una impresionante fortuna, merced de las ventas de sus álbumes, grabados siempre para la casa discográfica CBS/Sony Music (más de 70 hasta el año 2020 en que salió A mis 80, su último CD). En las décadas siguientes, ya establecido como el mejor cantante de rancheras vivo y en actividad, acumuló premios y reconocimientos -hasta una estrella en el Paseo de la Fama en Hollywood. En los Estados Unidos se le conoció como «el Frank Sinatra de las Rancheras» y podía llenar el Madison Square Garden o el Radio City Music Hall, acompañado de su inseparable mariachi, guitarras, requintos y violines al servicio de su sonora voz de tenor. Hasta el presidente norteamericano Joe Biden lamentó el fallecimiento del «Chente», a quien describió como un ícono. 

Vicente Fernández ha cantado todas las canciones mexicanas conocidas, desde sus versiones de clásicos de José Alfredo Jiménez, Los Panchos o Agustín Lara hasta sus propios éxitos, algunos de los cuales llegaron a nosotros a través de la televisión novelera, como las populares Me voy a quitar de en medio (tema central de un culebrón de Televisa llamado La mentira, que aparece en el disco Entre el amor y yo, de 1998) o Mujeres divinas, de su álbum El cuatrero (1988). Sus espectáculos realzaban la cultura popular mexicana clásica, en tiempos en que era más fácil pensar en los inocuos conjuntos de pop adolescente y sus derivados o en las bandas norteñas asociadas al delincuente Joaquín “El Chapo” Guzmán, que en la rica tradición musical que generó estrellas masculinas como los mencionados Negrete, Infante, Solís, Aguilar, o femeninas como Lucha Villa, Lola Beltrán y Chavela Vargas.

La muerte de Vicente Fernández se produjo, además, el 12 de diciembre, día en que todo México rinde homenaje a su máxima figura religiosa, la Virgen de Guadalupe. Los cortejos fúnebres y homenajes estuvieron, por ello, cargados de fuertes emociones por esta coincidencia que no hará más que aumentar su leyenda. Dos de sus tres hijos hombres -Vicente y Alejandro- también cantan. Pero fue el segundo quien logró mayor notoriedad con un estilo que combina rancheras, boleros y baladas pop, un buen cantante que logró posicionarse en el mercado juvenil con discos como Muy dentro de mi corazón (1996) o Me estoy enamorando (1997) para luego enfocarse en rancheras y boleros al estilo de su famoso padre. El tercero, Gerardo, por el contrario, veía las finanzas de la familia. El nombre de su enorme rancho en Guadalajara, «Los Tres Potrillos», es un homenaje a ellos. 

Alejandro Fernández, precisamente, entonó Volver volver en la misa de cuerpo presente, como pudo apreciar el mundo entero en la cobertura noticiosa de este hecho que deja sin rostro visible a la música popular mexicana, con lo cual termina de convertirse en un concepto que puede adaptarse a cualquier persona, una franquicia reproducible miles de veces -vestimenta, sombrero, bigote, vozarrón- pero que, en términos de existencia concreta, se quedará a partir de ahora en una especie de limbo. Porque Vicente Fernández era, realmente, el último charro.

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A fines de 1997 el sodálite Jeffery Daniels fue enviado por órdenes superiores a una de las casas de formación que tenía el Sodalicio en San Bartolo, un balneario al sur de Lima, para que realizara ejercicios espirituales. Sólo un grupo de personas sabía cuáles eran los motivos de esta medida, que pronto se convertiría en una suerte de reclusión que duraría casi tres años. A la mayoría de los miembros de la Familia Sodálite que tomaron conocimiento de estas circunstancias, el régimen les parecía raro e inusual, pero pocas veces se preguntaba por los motivos y comenzó a circular el rumor de que Jeffery estaba discerniendo su vocación de monje.

Alessandro Moroni, ex Superior General del Sodalicio, quien entonces tampoco sabía nada del porqué de esta situación, declaró lo siguiente al respecto el 22 de noviembre de 2018 ante la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones, presidida por el congresista Alberto de Belaúnde:

«…nosotros dijimos, literalmente: “algo habrá pasado”. Y eso refleja, un poco, la idiotez, porque yo sé que hay cosas que son del fuero interno, y uno no tiene por qué saberlas. Pero ya la idiotez completa de que alguien viva enclaustrado como si fuese el hombre de la máscara de hierro […] terminaba siendo bizarro, y fue así. Él vivía en la casa del centro de formación y estaba recluido en una parte y creo que salía de ese lugar, e iba a las misas dominicales del pueblo, y regresaba, comía solo, desayunaba solo, almorzaba solo».

Jeffery no fue el primero ni el único de quien se afirmó que podría tener vocación de monje. San Bartolo no era solamente un centro de formación, sino también la Siberia adonde se enviaba a los sodálites que estaban en crisis, y la explicación usual que se daba era de que estaban discerniendo para monjes. Entre diciembre de 1992 y julio de 1993 yo también estuve en San Bartolo bajo ese régimen —aunque no tan estricto como el de Daniels—, junto a Rafael Ísmodes —ahora sacerdote sodálite— y Francisco Rizo-Patrón —actualmente exsodálite—.

¿Cómo es que Jeffery Daniels llegó a esa situación, después de haber estado trabajando ese año en el Colegio San Pedro, administrado por sodálites, como auxiliar en la pastoral de menores, en clases de religión y catequesis, entre mayo y agosto de 1997? ¿Cómo es que el “apóstol de los niños” —cómo se le conocía— terminó recluido llevando una vida de ermitaño dentro de una comunidad sodálite alejada de la ciudad de Lima?

El informe preliminar de la Comisión De Belaúnde reconstruye los hechos partir de varios testimonios, entre los cuales es decisivo el del exsodálite Germán McKenzie, quien entonces era Superior Regional del Perú y que reside actualmente en Canadá. Este testimonio fue enviado como respuesta escrita a un pliego que le hiciera llegar la comisión.

Lo cierto es que es que en algún momento de la segunda mitad del año 1997 un sodalite de rango inferior le comunica a otro sodálite del mismo rango que durante un viaje de misiones al interior del país había sufrido abuso por parte de Jeffery, quien lo había masturbado y luego había hecho que él lo masturbara. No fue la víctima sino este otro sodálite quien le contó el incidente al encargado de su comunidad, José Sam —el mismo que es conocido actualmente como el “rey de los casinos” y que habría hecho aportes irregulares de campaña a la candidata presidencial Keiko Fujimori—. José Sam le comunica el hecho a Germán McKenzie, y éste se lo comunica a Germán Doig, Vicario General del Sodalicio, quien en ese momento se encontraba en Roma, el cual le informa al respecto a Luis Fernando Figari.

McKenzie confronta a Daniels con los hechos y, si bien «el hermano Jeffery no dio toda la información relevante desde el principio de los diálogos [e] intentó incitar a algunos involucrados a restringir la información», admitió tres casos de abusos, que McKenzie puso por escrito en una “Relación de Hechos” fechada el 19 de noviembre de 1997, una copia de la cual fue remitida por Alessandro Moroni a la Comisión De Belaúnde. Las víctimas eran un aspirante y antiguo agrupado mariano de 17 años, con el cual Daniels habría tenido durante tres años relaciones homosexuales casi semanalmente, además de masturbaciones mutuas, tocamientos y besos en la boca; otro aspirante de 17 años y huésped temporal de una comunidad, con quien habría tenido 12 masturbaciones mutuas, además de tocamientos y besos en la boca; un aspirante y antiguo agrupado mariano de 18 años, con quien habría tenido sólo tocamientos y besos en la boca.

Cuando Germán Doig regresa de Roma, dispone que Mckenzie se ocupe del proceso de “rehabilitación” de Daniels, mientras él se ocupaba de las víctimas, de averiguar si había otras y del asunto legal. McKenzie añada que en una segunda conversación que tuvo con Doig, éste «dispuso mantener al Sr. Daniels en un retiro estricto y con ayuda psiquiátrica, buscando su rehabilitación. También dispuso que él atendería a las víctimas y hablaría con los padres de las mismas sobre lo sucedido, pidiéndoles a éstos su autorización para manejar el asunto de este modo. Ambas medidas, me explicó, eran compatibles con lo que la ley mandaba en estos casos. Como el Sr. Doig era mi autoridad inmediata, acepté, insistiéndole en mi opinión de que se consiga la anuencia de los padres de las víctimas para proceder así». Luego, en reunión del Consejo Superior se decide mantener a Daniels en un régimen de aislamiento, no en la casa de retiros de Santa Anita donde vivía Figari, porque éste se opuso, ya que «no quería tener a alguien como el Sr. Daniels en la misma comunidad que él», sino en San Bartolo. Durante este tiempo Jeffery también recibiría tratamiento a cargo del psiquiatra Carlos Mendoza.

Según McKenzie, la finalidad del «retiro estricto del Sr. Daniels era para buscar su rehabilitación. […] La idea era que luego del tiempo que fuera necesario, el Sr. Daniels pudiera reintegrarse de alguna manera a la vida del Sodalicio, alejado de personas jóvenes. Lo más importante era ayudarlo a que haga los cambios personales necesarios para que no abuse de nadie en el futuro».

Lo que habría constituido motivo para expulsar a Daniels del Sodalicio y denunciarlo ante la justicia por delitos sexuales, al final quedó en nada, pues quienes sabían del asunto guardaron estricto silencio. Ciertamente, habría habido un motivo de peso. El 8 de julio de ese mismo año el Sodalicio había recibido la aprobación pontificia, erigiéndose como sociedad de vida apostólica de derecho pontificio, y que se hiciera público el caso de Jeffery Daniels podía poner en riesgo el espaldarazo que la institución había recibido de la Santa Sede. Como de costumbre, la imagen institucional era un bien que había que resguardar a toda costa, un fin que justificaba todos los medios.

Además de los ya mencionados, sabían de lo ocurrido los miembros del Consejo Superior que estuvieron en funciones entre noviembre de 1997 y septiembre de 2001, cuando Daniels sale por fin de su retiro. ¿Quiénes formaron parte del Consejo Superior en ese lapso? Pues nada menos que el P. Jaime Baertl, Óscar Tokumura —quien, además, era superior de la casa de formación en San Bartolo donde se había ubicado a Daniels—, Miguel Salazar, el P. Jürgen Daum —ya fallecido—, Erwin Scheuch, Eduardo Regal, Juan Carlos Len, Alfredo Garland y José Ambrozic. Todos encubrieron a Daniels y omitieron presentar denuncia ante quien correspondía, que es el Ministerio Público.

El encubrimiento fue de tal magnitud, que se habrían tomado incluso medidas para que las víctimas no hablaran. Una de ellas había nacido en el extranjero e iba a visitar su ciudad natal para estar algunos días con su familia. Óscar Tokumura le ordenó al sodálite a quien la víctima le había contado los abusos que viajara con él para asegurarse de que volviera, cosa que cumplió el susodicho a cabalidad, razón por la cual fue felicitado expresamente por Germán Doig (“te quiero felicitar por lo que has hecho, por haber traído a este tipo”). Es de hacer notar que recibir una felicitación en el Sodalicio era algo muy inusual. «Eso era como recibir una estrellita en la frente, porque habías hecho algo bien. No me di cuenta que había sido utilizado para traer a la víctima al matadero o, por lo menos, para que no siga hablando».

Según un testimonio, recién después de la muerte de Germán Doig en febrero de 2001, quien habría hecho esfuerzos para mantener a Daniels en el Sodalicio, es que se presenta vía libre para que el abusador pueda dejar la institución.

McKenzie, quien estuvo a cargo de la gestión, le escribió a Figari en una comunicación del 11 de septiembre de 2001, lo siguiente:

«Tengo la plena conciencia de que, dada la gravedad de los hechos, propiamente correspondería la separación, según los Arts. 65 y 66 de las Constituciones. Sin embargo, me permito sugerir que optando todavía más por el camino de la caridad, en nuestro proceder nos inclinemos más bien a conceder a este hermano el indulto de salida, de acuerdo al Art. 63 de las mencionadas Constituciones, en vistas al bien de la persona de cara al futuro».

McKenzie ha confirmado el contenido de esa comunicación y comentado al respecto:

«Por un lado, el psiquiatra que lo atendía determinó que el Sr. Daniels presentaba dificultades serias para la vida consagrada. También afirmó que el tiempo de retiro estricto lo había ayudado a tomar más conciencia de la gravedad de los abusos que cometió, y a mejorar su conciencia moral, y que el tratamiento recibido por tres años lo había ayudado a establecer ciertos límites a su conducta. Por otro lado, el Sr. Daniels mismo no se veía siguiendo una vida retirada como la que venía viviendo en el futuro. Él mismo solicitó dejar el Sodalicio».

Otro motivo para darle indulto de salida en vez de expulsarlo fue

«para respetar la confidencialidad de la identidad de las tres víctimas que yo había identificado, ya que estaba seguro que no hubieran querido que sus nombres se hicieran públicos si se tenía que explicar una eventual expulsión del Sr. Daniels. Además, me pareció que ese camino era mejor para tener un canal de comunicación con el Sr. Daniels luego de su salida, saber dónde se encontraba, y disminuir lo más posible el riesgo de que el Sr. Daniels volviera a abusar de alguna persona».

Lo que no sabemos es qué medidas se iban a tomar para cumplir esos objetivos y cómo se iba a controlar a Daniels para evitar que cometiera otros abusos una vez que ya no estuviera bajo la férula del Sodalicio y se hallara suelto en cancha, según el dicho popular.

McKenzie dijo no saber de ninguna víctima más de Daniels que las tres que él mismo admitiera, aunque, según un testigo ante la Comisión De Belaúnde, se llegó a identificar a una cuarta y a una quinta víctima. Entre ellas no estaba Álvaro Urbina.

En la denuncia contra Luis Fernando Figari, Germán Doig, Jeffery Daniels, Virgilio Levaggi y Daniel Murguía por abusos sexuales contra menores de edad, que presentó Alessandro Moroni en su calidad de Superior General del Sodalicio junto con su abogado Claudio Cajina el 17 de febrero de 2017 en el Ministerio Público, doce de los veinte casos allí consignados son atribuidos a Daniels. Éstos son los casos que logró identificar la comisión Elliott-McChesney-Applewhite de expertos internacionales convocada por el Sodalicio. Casi todos los casos incluidos en la denuncia ya habían prescrito, y Daniel Murguía ya había sido absuelto por el único caso que se le reconoce. A pesar de que la Fiscalía solicitó los nombres de las víctimas, fue en vano, pues según el abogado no había autorización de los agraviados para comunicar sus nombres. En fin, todo fue nada más y nada menos que un premeditado saludo a la bandera.

Los abusos de Jeffery Daniels habrían ocurrido entre 1991 y 1997, teniendo la víctima de menor edad sólo 10 años, mientras que la edad de las otras fluctuaba entre los 14 y los 17 años. En siete de los casos sólo hubo manoseo y tocamientos indebidos; en otro caso hubo sexo oral con intento de penetración anal; en otro, repetidas penetraciones anales; en otro, relaciones homosexuales varias veces por semana durante dos años; en otro, masturbación mutua con la víctima; el último caso es descrito de manera un poco más detallada: «Repetidamente Daniels trató de hacer que la víctima tocara sus genitales; Daniels hizo que la víctima lo observara a él y a un varón menor de

edad desnudos y jugando con sus penes; y se acercó a la víctima mientras se ponía su ropa interior después de una ducha y lo invitaba a unirse al “juego sexual” con otro menor». No se descarta la posibilidad de que hayan habido más víctimas, considerando que en enero de 2013 alguien que usaba el seudónimo de “La Ciudad te Habla” comentó en el blog Las Líneas Torcidas que Daniels había abusado de casi todos los integrantes de la agrupación mariana a la que él pertenecía.

Finalmente, Daniels obtuvo la dispensa de salida del Sodalicio y se mandó mudar a Estados Unidos para iniciar una vida nueva, aprovechando que, además de la nacionalidad peruana, tenía también la estadounidense. No fue expulsado del Sodalicio, aunque sus fechorías así lo ameritaban. Paradójicamente, el primer expulsado del Sodalicio en toda su historia, y de manera pública, sería Germán McKenzie, por motivos que aún no se han llegado a dilucidar.

NOTA: En mi anterior columna “Sodalicio: El caso Murguía” del 11 de diciembre de 2021 afirmo que Erwin Scheuch era oficialmente Superior de la comunidad sodálite Madre de la Fe y que se encontraba en Roma cuando Daniel Murguía fue detenido por la policía. Según información que me ha proporcionado Óscar Osterling, el Superior oficial de la comunidad Madre de la Fe era Javier Leturia, quien en ese momento se habría encontrado de gira con el conjunto musical Takillakkta, que él mismo dirigía. Asimismo, Osterling cree que Erwin Scheuch ya había regresado a Lima cuando estalló el escándalo

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Acompañaron a Mávila en este programa el exprocurador anticorrupción, Luis Vargas Valdivia, y el exministro de Economía, David Tuesta.

Luis Vargas Valdivia, sobre la denuncia contra el presidente Castillo presentada hoy por el procurador General del Estado, dijo: “Esto es algo que ya se veía venir. No es que nos haya tomado de sorpresa” y agregó que: El presidente de la República viene incumpliendo nuestro reglamento legal, viene infringiendo la ley… y se lo advertimos mucho desde el inicio de su gobierno”. Esto lo dijo en relación a “no solo a las reuniones que se se han llevado a cabo en Breña, sino a las reuniones en Palacio que no se han registrado”. Finalmente, sobre los allanamientos que realizó hoy la fiscalía en las viviendas de Karelim López y el exsecretario de Palacio, Bruno Pacheco, dijo: “Es cierto que la fiscalía ha venido avanzando a buen ritmo las investigaciones a Bruno Pacheco y Karelim López, eso se constata con los allanamientos de hoy”.

Por su parte, David Tuesta consideró que el pedido de facultadas que hiciera el MEF al Congreso estaba errada desde su forma: “la forma como se presentó el pedido pecaba de muchos defectos. Uno es oportunidad ya que la economía peruana está muy frágil. El otro es la confianza ya que el gobierno se ha dedicado a darle con palo a la inversión privada”. Tuesta reveló que, en conversación con funcionarios conocidos del FMI le dijeron “están sumamente incómodos de que el gobierno haya utilizado y politizado este tema”, en relación al informe que presentó el ministro Francke para sustentar el pedido de dichas facultades en materia tributaria. Finalmente, sobre la respuesta del Congreso, de no otorgarle las mencionadas facultadas en el extremo del sector minero dijo que: “era equivocado encargarle el peso de la recaudación tributaria a un sector que está golpeado y arrinconado por este gobierno de todas las maneras posibles”.

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