[Migrante al paso]Entre el llamado bosque de palmeras, miles de columnas, cada una distinta, con arcos que se asemejan a los típicos acueductos romanos. Como viajero estaba sediento de conocimiento, cada cuanto me alejaba de mi grupo en el tour para tomar fotos. A lo lejos, antes de la salida divisé colores familiares. Entre el lujo y la peculiaridad del lugar una tumba con la bandera peruana se situaba a un costado. El Inca Garcilaso de la Vega se encuentra ahí. En la única mezquita-catedral del mundo. No pude evitar sentirme emocionado, siempre digo no ser patriota y que el mundo sería mejor sin naciones, pero lo conmovedor de ver tu bandera entre la luz anaranjada del recinto religioso es para sentirse orgulloso. En el fondo mi antipatriotismo solo es un capricho engreído. Después de todo, soy alguien que quiere ver a su país seguir adelante. Tenemos todo y no podemos permitir que unos cuantos sinvergüenzas estropeen nuestro potencial. Obviamente, pedí que me tomen una foto. Le di mi celular a un señor un poco loco y para mi mala suerte, su habilidad de fotógrafo era pésima. Parecía la primera vez que agarraba un teléfono en su vida.
—Viaja 9 mil kilómetros para la foto y se la toma un gallego —dice el guía gordito y gracioso. Todos se rieron.
El escritor, cronista e historiador que nació en nuestras tierras descansa junto a otro gran escritor, Luis de Góngora. Que por coincidencia se murió en la misma calle donde yo me hospedaba. El príncipe de los escritores del nuevo mundo murió en esta ciudad y él mismo mandó a construir su capilla, lo que contradice la pobreza de la que él mismo decía padecer.
Córdoba, donde los jardines llenos de macetas coloridas te invitan a sentarte a descansar un rato del calor. Mi rutina comenzaba con un cigarro y una coca cola en una pequeña plaza bordeada por un instituto de arte y una iglesia. Un día mientras disfrutaba de la deliciosa combinación de mis vicios, con lluvia, tuve la suerte de ver la entrada de una madre con un vestido rojo espectacular, emanaba poder mientras calmaba a su hijo nervioso. Caminaban juntos hacia el altar, me uní a los gritos de algarabía. No creo que exista alguien tan antipático como para no sonreír al ver este tipo de eventos. No soy religioso ni me quiero casar. Pero celebrar el amor entre dos personas me parece hermoso. Tal vez algún día mi madre también hagalo mismo conmigo, con su elegancia flamenca. Quién sabe.
Caminando por calles angostas, audífonos a todo volumen, miré al cielo y decidí empaparme bajo la tormenta. Me sentía vivo y ni el calor o lluvia me iban a detener. Llegué al rio Guadalquivir y seguí mi rumbo por el malecón. Sin querer llegue a un famoso puente romano, que ya lo tenía anotado para visitar, pero no en ese momento. Aproveché que no había gente por el clima y lo crucé ida y vuelta como 4 veces. Según algunos historiadores Julio César tras la batalla de Munda tuvo que cruzar el rio con un puente improvisado creado con piedras. Se convirtió en el principal punto de acceso desde la zona sur y es probable que la vía Augusta, de Roma a Cádiz, pasara por ahí. Como casi todo en Andalucía, las estructuras se construyeron una sobre otra, por lo que actualmente parece más un puente medieval que romano, aunque se llega a observar restos del imperio que dominó el mundo. Mientras caminaba ida y vuelta las revoluciones de mi imaginación aumentaban y reconstruían el paisaje de tiempos pasados, en cada paso era un viajero de distintos tiempos. A veces con espada, a veces a caballo, a veces huyendo y unas cuantas como emperador.
Una mañana después de cumplir mi rutina, me detuvieron unas señoras gitanas, me leyeron las manos y me dijeron que lo peor ya había pasado. Sin embargo, me advirtieron que mucha gente me había hecho mal de ojo. Me pareció raro porque no me considero alguien con enemigos. Por historias de makumba en mi familia me tomo estas cosas con más seriedad que la religión. Me dieron una hoja, mentiría si supiera a que planta pertenecía, pero aun la guardo en mi billetera. Al llegar a mi casa en Lima debería quemarla para limpiarme espiritualmente.
—Son 10 euros —me dice la señora mística
—Te dije que no tenía plata
—Uy, tienes que pagar, es parte del trato espiritual.
Solo tenía 5 euros así que se los di, pero en sus ojos notaba que no era suficiente, me despedí y mire atrás para decirle que por favor no me haga algún hechizo. No creo en esas cosas, pero por si acaso. Entré un poco asustado a la mezquita, no sabía si me habían estafado o me iba a caer una maldición encima. La potencia gitana no es para tomarse a la ligera.
Lo que antiguamente fue un pequeño templo cristiano se convirtió en una de las mezquitas másimportantes. Tras la conquista musulmana de la península ibérica, con la fundación del Emirato de Córdoba, Abderramán I hizo la primera construcción de la mezquita. En los siglos posteriores se dieron innumerables extensiones para aumentar la capacidad de personas que puedan entrar. Sobre todo, cuando Abderramán III transformó el emirato en califato. La diferencia básicamente se da en que ahora no tenían que rendirle cuentas a nadie. En el siglo XIII, el territorio es reconquistado por los reinos cristianos. Por suerte mantuvieron la arquitectura anterior salvo la construcción de la capilla al centro de la edificación, pero esto se dio siglos después. La belleza de ese lugar se fundamenta en la mezcla de distintos estilos. La infinidad de secretos que se esconden debajo de Córdoba es inmensa. Como escritor, me encanta rellenar esos espacios que se mantienen desconocidos de espíritus, héroes y monstruos.
Luis de Góngora le dedica un poema a su ciudad: Este te permite entender un poco la belleza y majestuosidad de la ciudad de Córdoba.
¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre glorïosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!
Si entre aquellas rüinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña
Tu memoria no fue alimento mío,
Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!