[MIGRANTE DE PASO] Constantemente estamos distraídos y sumergidos en un trance cibernético que nos atrapa sin darnos cuenta. Me pasa que un día aburrido, sin mucho que hacer, puedo estar una hora o más viendo videos, memes o noticias sin parar. Hay varias cosas que podría hacer, más productivas o, por lo menos, nutritivas en conocimiento, ejercicio o imaginación.

Casi todos tienen smartphone y tienen a la mano una herramienta que les permite hacer todo. Son muy pocas las personas que pasan más de media hora sin ver su teléfono. Poco a poco se está midiendo el valor de las personas según cuantos seguidores o “me gusta” tienen. Los periodistas tienen miedo de decir algo que a sus seguidores no les agrada.

En estos momentos que el mundo se encuentra dividido es muy fácil agruparse con un bando y entrar en la discusión eterna de quién tiene la razón. En mi opinión es la salida más cobarde y fácil. Las redes sociales parecen agotar las herramientas para pensar de manera crítica y tener una opinión propia. Da la apariencia que, si lo haces, te quedas solo.

Hace unas semanas, cuando fueron las elecciones de Argentina, donde vivo, decidí tomar un descanso y borré las aplicaciones de Twitter e Instagram. Felizmente, no tengo otras redes. Primero eliminé la de Instagram porque innecesariamente me irritaba o molestaba la falta de sensibilidad de las personas para opinar sobre conflictos o situaciones políticas de otros países.

Un día cualquiera en la noche, después de una hora de “scrolling”, me comencé a sentir ansioso pensando que estaba perdiendo el tiempo. Tenía que dormir para comenzar bien el día siguiente, pero ya era de madrugada. En ese momento dije: “ya no más”. Eliminé la aplicación. No podía evitar pensar que existe una manipulación masiva mediante las tendencias o “trending”. De pronto todos se olvidaron de la guerra de Ucrania y pasaron al conflicto palestino-israelí o a las elecciones argentinas. Pienso que la gente bota su odio sistemáticamente a través de estas plataformas por falta de mecanismo para afrontar problemas personales. Virtualmente todos somos historiadores, economistas, periodistas y filósofos. Mi país se encuentra en una democracia bajo amenaza, pero es más importante poner una historia sobre las Madres de Mayo a raíz de que Javier Milei ganó. ¿Qué tiene que ver? No tengo ni idea.

Siento que es de suma importancia tener en cuenta que dejarse llevar por estas tendencias es peligroso. La semana pasada triunfó en los Países Bajos un candidato abiertamente antiislámico y esta creencia absurda de que el Islam implica peligro está aumentando en Europa. Todo con consenso de los ciudadanos que, por miedo, apoyan ideologías de odio. A raíz de lo que está sucediendo en el conflicto entre Palestina e Israel se está generando una clara dicotomía de quién está bien o mal, y se ha extendido hasta Latinoamérica. Se confunde el estado israelí con la religión judía y algunos llegan al extremo de apoyar a Hamas. Que quede claro que existen protestas de los propios ciudadanos de Israel contra Netanyahu, el primer ministro, por los abusos que comete.

Al día siguiente me volvió a suceder lo mismo, pero esta vez con Twitter. Es la red social más tóxica. De nuevo sentí ansiedad y amargura. Había entrado en un círculo vicioso donde lo único que sentía era desagrado.  Es muy fácil entrar en el morbo de saber qué piensan los demás y cómo pierden el tiempo peleándose entre ellos a través de redes. Principalmente X, antes Twitter, donde ves cuentas y comentarios que dan náuseas. Lo peor es que tienen miles o millones de seguidores.

Es fácil hablar bajo una máscara y perfil inventado sobre lo que eres. Si tanto interés tienes, haz algo por cambiarlo, porque a través de un post no se cambia absolutamente nada. He llegado a la conclusión que estamos en una etapa donde la gente se idiotiza y la patanería prima sobre la inteligencia. La mayoría cae en la tendencia que está de moda en el momento. En fin, ya no hay mucho que hacer con los adultos. La gente idiota se quedará siendo idiota. El problema está en la exposición de niñas y niños a estas redes donde la dicotomía es lo menos preocupante. Existen acosadores, pedófilos y más que están al acecho. Veo miles de padres poniendo fotos de sus hijos para recibir aprobación y comentarios. Que me disculpen, pero es irresponsable exponer a un menor de edad de esa manera.

Hay cuentas pseudo liberales que sin vergüenza alguna publican noticias, muchas falsas, en contra de los migrantes en países europeos. Por alguna razón me comenzaron a salir muchas de estas páginas sin que las siga. En parte, borré la aplicación por eso. ¿Qué se creen? Parece que tienen un complejo de superioridad injustificado. Es increíble la capacidad para opinar tonterías, absurdos y opiniones potencialmente peligrosas. Al ser cuentas sin filtro, se permiten ideas desmedidas. No sé dónde quedó la empatía y el respeto. Sin querer, formaba parte del alimento a estas olas de desinformación masiva. Perdía momentos prolongados viendo algo que me enfadaba y a la larga me hacía sentir mal. Llegaba a sentirme desesperanzado y pensaba que estábamos perdidos como humanidad. Es mentira esa creencia. Cuando pasas tiempo en esos sitios, puedes generalizar pensando que todos son así. Felizmente, no son la mayoría y las personas tienen cosas más importantes que hacer.

Se ve a jóvenes riéndose de muertes. Se lee a muchos escribiendo “que maten a todos” o “mándenlos de vuelta a sus países”. Es insoportable el nivel de deshumanización. Yo he decidido tomarme unos meses apartado de todo ese sinsentido por mi salud mental. Tengo suerte de que la gente que me rodea no piensa así y me permite pensar que la mayoría no cae en esos absurdos. Cuando oportunamente me vuelva a descargar las aplicaciones voy a filtrar el contenido que me aparece para sólo ver noticias de lugares respetables, videos de deportes y cosas graciosas. De esa manera no contamino mis pensamientos y sólo me río y divierto un rato. Eventualmente me aburro, pero hay gente que tiene adicción a las redes sociales y cambia su percepción de la realidad. Ya existen demandas a estas compañías por daño a jóvenes, la depresión y la ansiedad generalizada son las principales consecuencias. Probablemente, en unos años se comience a ver cada vez más casos.

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[MIGRANTE DE PASO] Todo el estadio de River Plate estaba lleno. En la cancha sólo quedaba vacío lo que estaba atrás de unas torres de donde salían luces y sonidos. Todo fue impecable. Había encargados de darle agua a la gente porque hacía calor y era necesario evitar cualquier accidente por deshidratación. Nunca había ido solo a un concierto de esa magnitud y el de Roger Waters fue el primero. El ex miembro de Pink Floyd llenó el estadio por completo y el día anterior también lo había hecho. Quince minutos antes de comenzar se escucha la voz del cantante avisando que ya falta poco para comenzar. Pasado el cuarto de hora se apagan todas las luces, sale la banda y cuatro pantallas gigantes con visuales alucinantes que muestran una ciudad destruida anticipan el concierto.

Arrancó el concierto de su gira de despedida con “Comfortably Numb” y “The Wall”, dos de las canciones más conocidas del grupo inglés. Los efectos de sonido te sumergen en otro mundo. Por momentos sientes que están tocando desde atrás o que un helicóptero está pasando por encima. Justo antes de que comiencen las canciones se escucha, con las letras en la pantalla: “Si eres de los que les gusta Pink Floyd, pero no está de acuerdo con las ideas de Roger Waters se pueden ir a la mierda e irse a un bar”.

A mí me pareció gracioso, pero noté que la gente sí tenía como una especie de devoción ideológica que la verdad no es de mi agrado. No hay necesidad de creer que tu forma de pensar es la correcta y menos pretender que los que no comparten tu opinión se tienen que ir a la mierda. Últimamente en redes sociales la gente está escupiendo su opinión y odio por distintas noticias en el mundo. Como los atentados en la franja de Gaza o las elecciones de Argentina que ganó Javier Milei. He visto a personas de Perú poniendo cosas como “Arriba Argentina por liberarse de la izquierda”, cuando ni siquiera ha asumido el nuevo presidente y no se sabe qué va a pasar; y a otros que ponen “un abrazo para todos los argentinos en este momento crítico”, cuando el país está en situación crítica hace años y nadie le mandaba abrazos.

En el caso de Roger Waters, se generó polémica por sus declaraciones pro Palestina. Varios hoteles le negaron el hospedaje y durante el concierto se quejó abiertamente del hotel Four Seasons y mencionó al dueño con nombre y apellido. El día anterior, la DAIA, Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, hizo una solicitud para que se cancele el concierto. En Chile ahora también se están dando situaciones similares. Después de hablar del incidente con los hoteles mencionó que la diferencia entre él y el lobby israelí, con sus palabras, es que él cree en los derechos humanos y ellos no. Yo tampoco estoy de acuerdo con los ataques de Israel, me parecen repudiables. Pero es muy peligroso generalizar y confundir el Estado de Israel con los ciudadanos que viven ahí o con la religión judía. Roger Waters también generó controversia por echarle la culpa a Ucrania de la invasión que está sufriendo de parte de Rusia y, otra vez, en Berlín por usar un disfraz que glorificaba al nazismo.

El concierto continuó y se vio en las pantallas acompañado de un juego de luces asombroso. El trabajo de efectos y musical es de altísima calidad. Definitivamente de los mejores conciertos o shows, en general, que he ido en mi vida. Ya había ido antes en el 2018 en el Estadio Nacional de Lima y también fue alucinante. Durante el concierto, hay un momento en que retrocede temporalmente y toca canciones como si fueran una línea de tiempo. Toco muchas de Pink Floyd y varias de él como solista. En un momento recuerda a su amigo Syd Barret, también integrante de la banda. Cuenta cómo se conocieron desde niños y cómo, un día en el tren, después de un concierto en el que tocaron los Rolling Stones, se prometieron que cuando estuviesen en la universidad crearían una banda; el resto es historia. Tocó “Wish you were here” y “Shine on you crazy diamond” en honor a su amigo ya fallecido, muchos lo consideraban el cerebro detrás de Pink Floyd. Las canciones iban acompañadas de imágenes de los antiguos álbumes y fotos de ellos cuando eran jóvenes. Finaliza esta parte del concierto con un texto que dice “Cuando pierdes a alguien que amas, eso sirve para recordarte que esto no es un simulacro”, haciendo alusión al nombre de la gira “This is not a drill”.

Siguió tocando y una de las partes que me llamó más la atención fue cuando a través de comentarios en las pantallas cuenta sobre su primer ataque de nervios. Estaba en una cantina comiendo cuando comenzó a ver sus manos diminutas como si tuviera un largavista: “que me jodan, estoy teniendo un ataque de pánico”. Me sentí identificado. De hecho, pensé que si me daba algo así en ese momento no tendría cómo salir ni pedir ayuda. Había tanta gente que para escapar me hubiera tomado una hora.

La primera parte terminó y durante el interludio la gente comenzó a cantar fraseos en contra de Milei como: “El que no salta, votó por Milei” o “el que no salta, es militar”. El domingo pasado fueron las elecciones en Argentina y ganó el candidato de derecha con gran cantidad de votos de diferencia. Solo en la provincia de Buenos Aires y otra más ganó Massa.

La segunda parte comenzó con el icónico chancho volador que daba vueltas sobre la gente. Fue una noche increíble. Finalizó con la canción “Outside the wall” y se despidió del público desaforado ovacionándolo. Mas allá de ideologías, fue un show musical extraordinario y la gente estuvo a la altura. Todos cantando y vestidos con ropa de la emblemática banda. La semana que viene se presentará en Perú y se despide de los escenarios a sus 80 años.

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[MIGRANTE DE PASO] Tras pasar tres controles policiales uno llega a pies del estadio. Al entrar se tiene que subir varias escaleras para llegar a la tribuna de popular donde La 12, la barra brava de Boca, se sitúa. Me acomodé a un costado de las escalinatas sin numerar. Pensé que iba a mirar el partido sentado, pero estaba equivocado. Lo que comienza como grupos apartados termina siendo un grupo de miles de personas amontonadas. No puedes moverte más allá de lo que las barras y saltos te permiten. Estás completamente rodeado de personas. Felizmente soy alto. Alguien chato no podría ver nada del partido.

La mayoría de gente tatuada tenía uno o más diseños en honor al club. El ambiente se va convirtiendo. Estás rodeado de una locura desmedida que contagia. Recordé las palabras de mi amigo bodeguero que me decía “yo no necesito psicólogo sólo ir a la cancha”. No estoy de acuerdo, pero entendí a lo que se refería. Es catártico. Antes de entrar estaba nervioso, pero tras unos minutos de empezar el partido se me había ido cualquier rastro de intimidación. No me sabia ningún cántico, pero tarareaba. Luego me aprendí alguno y los seguí.

Era impresionante, no hubo ningún momento en silencio. Media hora antes del partido ya estaba parado, no había espacio para sentarse y las barras ya habían comenzado. Ya había visto un clásico argentino en la barra de River en el Monumental, pero no hay punto de comparación. Creo que por fin entendí a Argentina después de este partido. Ni en el Vaticano había visto semejante devoción.

Boca acababa de perder la final de la Copa libertadores y eso incentivó a que lo reciban con más aliento. Antes de empezar el partido prendieron humaredas azules y amarillas en la cancha para recibir al equipo. Yo estaba emocionado por ver a Advíncula, quien salió entre millones de aplausos por ser la figura del equipo. Lo aman. Más de una vez le dije a la gente a mi alrededor que era peruano como él. Si de algo no me arrepiento al migrar a otro país es de nunca ocultar mi nacionalidad ni adaptar mi forma de hablar o evitar que reconozcan mi extranjería. A pesar de la situación tormentosa en la que está mi país, estoy orgulloso de ser peruano.

Unos minutos después del pitido de inicio, extendieron una bandera a lo largo de toda la tribuna donde me encontraba. Ayudé a jalarla hasta estar cubierto por completo. La gente bailaba de un lado para el otro, empujando, siguiendo lo que la canción decía. Es un espectáculo más allá del partido. Entras en un trance compartido donde te olvidas de todo. Esta semana son las elecciones del país entre un psicópata y el fracasado actual ministro de Economía, que ya es mucho decir, pero a las personas dentro del estadio parece no importarles mientras siga existiendo Boca Juniors.

Estaba fumando y me pidieron encendedor, pensé que era alguien que quería prenderse un cigarro también. Sacó una bengala y la encendió. Casi me deja ciego el humo. Sólo había visto una en televisión y ahora estaba a mi costado. Me devolvió el encendedor y siguió moviendo la bengala de un lado para otro. Todo olía a pólvora mezclada con marihuana. Acabó el primer tiempo. El tiempo voló. Yo sentía que habían pasado cinco minutos. Salir de donde estaba para ir al baño fue todo un esfuerzo. No había espacio ni para salir. Me demoré entre pedir permiso y que me dejen algún espacio para poner el pie. Nunca más pude regresar a mi sitio. Me compré una Pepsi de litro y medio y la compartí con la gente que estaba alrededor mío, en mi nuevo sitio, un poco más atrás.

Ahora solo veía la mitad de la cancha, el techo me tapaba la otra mitad y tenía que agacharme para poder verla toda. Los niños más abajo se trepaban en las rejas y gritaban desaforados. Yo me esperé un ambiente violento, pero no lo era. Había niños y familias felices. No vi ni una sola pelea y la gente se abrazaba como si se conociera de toda la vida. Sí había personas que tenían apariencia intimidante, pero sonreían. Eran como una familia gigante. Seguían los cantos, la locura y el marcador seguía 0-0. Tenían que ganar para poder llegar a la Copa Libertadores del próximo año.

la BomboneraYa era el minuto 90 y cobran penal para Boca. Marcaron gol y sentí el famoso retumbar del estadio, parecía que se iba a caer. Era como si todo el mundo hubiera gritado gol. Las banderas de las tribunas seguían y la alegría que veías se apoderaba de ti. Era imposible no gritar con ellos. Entre los gritos me fui alejando y apenas sonó el pitido final bajé por las escaleras. Al salir del estadio es como si regresaras a la realidad. Tuve que caminar como 15 cuadras hasta encontrar un taxi disponible. Desde lejos se seguía escuchando el estadio. Cuando llegué a mi departamento seguía con la adrenalina disparada por la Bombonera.

 

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[MIGRANTE DE PASO]Me tuvieron que criar entre algodones según mi madre. Era demasiado sensible ante el ambiente y fácilmente me ahogaba en pensamientos y sentimientos creados por mi propia cabeza. Creaba escenarios disruptivos ante nimiedades. En mis primeros años ya era grande. Siempre contamos la anécdota de que cuando nací, un pequeño salió corriendo y gritando: ¡Mamá, ha nacido un bebé gigante! Pesaba casi 5 kilos.

Sólo me podía cargar mi familia, mi hermano con esfuerzo por el peso, y, Marilú, mi nana. Cualquier otra persona que intentaba cargarme recibía rechazo de los cachetes y ojos grandes. “Ño” fue mi primera palabra. De bebé desarrollé un cariño especial por Mari, quien correspondía a todos mis caprichos. Mis padres le pagaron los estudios y ella salió adelante como una campeona. Cuando recién estaba estudiando practicaba sus cortes de pelo con mi hermano y yo. Después, cada vez que venía a la casa de visita, con morochas o triángulos, yo sentía que había llegado una heroína. Actualmente, es una mujer mega exitosa, no sólo por sus logros económicos sino también por la hermosa familia que ahora tiene. Hasta el día de hoy sólo me siento cómodo si ella me corta el poco pelo que me queda. Conversamos y reímos con anécdotas. Si alguna vez necesito un consejo de vida se lo pediré. Su aptitud de sobreviviente se asemeja a la de una tigresa en la jungla.

Ya de niño, desde kínder hasta sexto grado de primaria, una familia entera compartía casa con la mía. Mis padres se aseguraron de que quien trabaje en la casa tenga planilla y seguro como si fuera una empresa. No había diferencia entre las comidas y en gran parte mi crié en la cocina. Mis padres trabajaban hasta tarde. Era una relación totalmente distinta a la que veía en casas ajenas de familias privilegiadas como la mía. Por esa razón particular nunca me llevé bien con ellos, ahora más grande entiendo que eran hogares que creían que la servidumbre seguía existiendo y tenían complejo de hacendado. Me generaba rechazo.

Manuelita, que para mí tenía 100 años; Elena por quien sentía un gran amor; Julián, el desgraciado de su esposo; Carla y Juan Carlos, los hijos con quienes jugábamos todos los días. Era una familia disfuncional por el maltrato del padre. Mis padres lo notaron después, mi hermano no confiaba en ese desagradable ser, pero como siempre fue de tener enamoradas pasaba las tardes con ellas o hablando por teléfono. Yo me gané con varias anécdotas que no debí presenciar a esa edad.

Por alguna extraña razón que aun no entiendo nunca dije ni una palabra, me mantenía mudo. Recuerdo a Juan Carlos con el puño levantado amenazando a su padre con pegarle. Yo saqué fuerzas, tal vez por mi entrenamiento karateka, para detener el conflicto midiendo menos de un metro y medio. Resulta que Julián era sacavueltero, pegalón, borracho y policía. Manchó la imagen de esa profesión que tenía engrandecida por mi abuelo, que nunca conocí, pero también fue policía.  Hasta ahora la palabra “policía” en lugar de darme seguridad me da desconfianza.

Hubo muchas experiencias desagradables, pero mis recuerdos son de un ambiente amoroso y divertido que pasé con ellos. Los quería y moldeé mi personalidad en ese entorno. Un fin de semana llegó Elena con el ojo morado. Mi padre no soporta las injusticias y nos protegía ante cualquier posible daño. Es de armas tomar. Tuve la ventaja de nunca verlo agachar la cabeza cuando era necesario defenderse y de sí hacerlo cuando lo ameritaba. Tras la muerte de uno de sus hermanos se distanció, no conozco los detalles, pero el recuerdo de verlo pedirme perdón es de las memorias que más atesoro. Ante la cara golpeada de Elena dio un ultimátum. Ellos podían quedarse todo lo que querían, pero Julián no volvería a pisar la casa.

Fue un domingo cultural donde íbamos en familia a museos o a conocer distintos lugares. Esta vez fue un largo camino hacia Chincha para conocer la historia de La Melchorita. Yo recuerdo el camino lacrimógeno y extraño. No llegaba a comprender bien, pero era lo suficientemente susceptible para percibir lo que pasaba. Después del largo día llegamos de vuelta a la casa. Yo corrí hacia el cuarto de Elena y ya no había nada, ni el más pequeño rastro de su existencia. No hubo despedida, fue una desaparición por completo. Mi vida dio un vuelco sin retorno y ya de grande, gracias a terapia, me di cuenta de lo fundamental que fue ese momento para mi desarrollo. Era niño y un pedazo de mi vida había sido extirpado, en ese momento todo se reducía a que habían escogido a Julián sobre mí. Sentí por primera vez el abandono y de manera brutal.

Mi vida escolar medida en notas se vio afectada y la pregunta estúpida de una profesora que me hizo elegir entre mis calificaciones y mis amigos detonaron una rebeldía y disidencia en la que renací y determinaron lo que soy hoy. La vida era equivalente a un sinfín de oportunidades y la muerte era la eliminación determinante de ellas. ¿Por qué tengo que ir al colegio? ¿Debo estudiar para después ir a la universidad? ¿Luego trabajar en algo que no me gusta y morir? ¿Como una gallina sacrificada porque ya no pone huevos? Le saqué el dedo medio a esa solicitud impuesta por el caos que llamamos orden o mundo. No era lo mío. Viví bajo la ilusión de que yo iba a decidir mi propia muerte. Detestaba cualquier sistema moral o de vida externo que me querían imponer. Hice de mis palabras puñetes que impacten a quien sea que quisiera normalizarme. Entendí el beneficio de no encajar y que la vida es más que estudio y dinero. Opté por un camino de cuestionamientos y contemplación.

Ya en secundaria comenzó a llevarme al colegio John, quien me enseñó que no todo es juego y diversión, y Luis, que para mí es el mejor cocinero, me enseñó a defenderme de quien sea y como sea. Tras innumerables pichangas, noches de PlayStation y conversaciones sobre la vida se volvieron mis hermanos y nunca dejarán de serlo. Yo no era jefe de nadie y siempre se mantuvo una relación de igualdad. Agradezco el ambiente que se creó en mi hogar y no haber caído en las creencias ridículas de otras familias.

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[MIGRANTE DE PASO] Aún era muy temprano para entrar al hospedaje. Dejé mi maleta y enrumbé hacia la plaza San Martín y las dos principales iglesias de Córdoba, a casi 700 kilómetros al noroeste de Buenos Aires. Es una ciudad hermosa, llena de áreas verdes y zonas peatonales; no me la esperaba así. La llaman la ciudad de las campanas por el inmenso número de iglesias. Siendo la segunda ciudad más poblada de Argentina rebalsa historia y modernidad. Hay todo.

Me sentí un poco más cómodo al escuchar a la gente hablar con un dejo más cercano al peruano, y me atrevo a decir que el trato es más amable. La plaza, como es común, estaba llena de pájaros gordos, turistas y vendedores animados. Me quedé un rato, fumando como de costumbre, bajo la sombra de San Martín galopando con la espada desenvainada.

Fue un punto clave para la evangelización letal que arrasó Sudamérica durante la época colonial. Luego de ser fundada por órdenes del virrey Toledo del Perú, en honor a la ciudad homónima española, se instaló como un punto central evangelista de la Compañía de Jesús u orden Jesuita. Previamente los aborígenes Comechingones habían sido aniquilados, los sobrevivientes fueron en su mayoría adjuntados a las órdenes religiosas.

(FOTO IGLESIA DE LOS CAPUCHINOS)

La catedral, “Iglesia nuestra señora de la asunción”, no es nada extraordinaria por fuera. Fue construida en 1582 pero no sentí el poder retador que percibo ante iglesias monumentales que he tenido oportunidad de visitar. Por dentro sí era hermosa, una cúpula pintoresca de gran altitud y cuadros oscuros y siniestros. Siempre me pregunté por qué las pinturas eclesiásticas tienen ese carácter terrorífico. No olvidemos que lo bello también puede ser perverso. Como es costumbre, en los templos virreinales hay indicios o detalles aborígenes.

Salí con una sensación de miedo infantil y continué hacia la Iglesia de los Capuchinos. Lleva ese nombre porque los sacerdotes y miembros de la orden franciscana se vestían con túnicas y capuchas. Esta sí era imponente por la altura y la arquitectura gótica, lamentablemente estaba cerrada y no pude ingresar. No tengo simpatía por ninguna rama de las religiones monoteístas pero esta orden en particular me genera curiosidad. El vínculo entre la sonrisa y la paz es de mi agrado, me gusta la idea de que la risa sea la manifestación de lo benigno.

Después de caminar varias horas fui a la cripta jesuita, que oculta una anécdota ocurrente. Había sido tapiada y se construyó la avenida Colon, la más importante del centro de Córdoba, encima. Se mantuvo oculta por 60 años hasta que quisieron instalar un cableado telefónico y se derrumbó parte de la cuadra dejando al descubierto este pedazo de historia. Descendí por unas escaleras al estilo de cualquier metro y llegué a lo que hoy funciona como museo de la cripta. Tiene la forma de un pequeño laberinto y está toda iluminada menos una esquina.

Me sumergí en esa oscuridad y pensé en cómo había ordenado mis recuerdos religiosos. Las historias de los profesores de mi padre en el colegio La Inmaculada; los relatos de mis amigos que se confirmaron y pasaron por un lavado de cabeza ridículo; mi abuelo que quiso ser sacerdote; las 5 misas que he presenciado; la hostia que nunca probé; San Francisco de Asís y San Agustín. Todas esas ideas que nos reservamos para uno mismo salieron a flote en la esquina de las tinieblas. Es algo parecido a la total oscuridad que precede las obras de teatro.

(FOTO CRIPTA JESUITICA)

Soy ateo sin lugar a dudas, no fui criado bajo la culpa cristiana y aborrezco al sistema llamado iglesia. La pedofilia y las guerras dadas en su nombre me dan náuseas. En el cuento que es mi vida, la cruz o imagen de cristo siempre ha despertado una pulsión de lucha e ira: como pelear contra un dragón de escamas impenetrables. Le doy autoridad a mi locura para no perder ante la ilusión llamada paraíso. Estoy más satisfecho con la noción de la muerte y con no tener enemigos. Sin embargo, si se manifestara el dios de las tres grandes religiones monoteístas lo proclamaría el primero y lo enfrentaría aun estando al filo del vació. Al día siguiente descansé de mis reniegos y fui a la Cumbrecita, a dos horas de la ciudad, donde, a mi parecer, te acercas más a lo divino mezclándote con la naturaleza.

Faltando media hora de camino te vez rodeado de bosques de pinos y lagos lejanos. Entre curvas y caminos en construcción llegas a lo que llaman la primera ciudad peatonal. Los carros se estacionan afuera del pueblo y sigues tu camino a pie. En 1932 una familia alemana migró a la sierra cordobesa e iniciaron una pequeña urbanización. Parece que uno estuviese caminando en un pueblo germánico del siglo XV. La casas, hoteles y restaurantes son de madera y baja estatura. Todas preparadas para inviernos nevados. Este pequeño lugar se armoniza perfectamente con los riachuelos, árboles y cumbres que la rodean.

Aparte de una pequeña capilla en la cima de un cerrito, mi principal objetivo era la cascada grande, sí, así se llama. Una hora caminando por un sendero bastante arriesgado entre piedras, acantilados y raíces con las que puedes fácilmente tropezar. Eres tu propio guía en esta senda confusa, pero instintivamente llegas al destino. Me sorprendí de mi físico, aun lo mantengo. Me emocioné y me caí por saltar de piedra en piedra. Ya no tengo 20. Descansé un rato tendido y me reía. Finalmente llegué a la cascada y me senté en una piedra insular. No había mucha gente e intenté meditar, una actividad que he iniciado hace pocos meses. Me imaginaba como un transformador que absorbe y manipula energía externa a la mía. Evidentemente no ocurrió ni me funcionó, pero sólo ponerlo en práctica es satisfactorio. Metí la cabeza al agua helada para refrescarme de la ardua caminata y volví. Una hora más de vuelta. Estaba molido. Me comí un plato exquisito de cabrito e inicié el regreso a la capital provincial.(FOTO CATARATA)

Al día siguiente visité la manzana jesuítica y la universidad de Córdoba. La primera, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Fue un recorrido silencioso porque ante todo está el respeto. El interior es bastante atractivo para la vista. Es de los interiores mas bonitos que he visto. Tiene una iluminación lúgubre, pero tiene la particularidad de hacerte sentir que estás en territorio sagrado.

Vi a mucha gente rezando y eso me conmovió en cierto sentido. Mi conflicto es con la institución no con la gente creyente. Creo en la libertad de credo y puede ser un buen canal de refugio y bienestar. Me quedé viendo a un señor confesándose y recordé la primera y única vez que yo lo hice.

—A veces me peleo con mi hermano y digo lisuras como mierda —se me escapó por la costumbre de mi habla.

—Un padre nuestro y dos aves marías, por la honestidad —me dijo el cura riéndose. Yo fui y fingí hacerlo porque no me conocía ninguno de los dos rezos y todavía no los sé.

(FOTO MANZANA JESUITICA)

No podía dejar de conocer la Universidad de Córdoba, fundada en 1608, que es la cuarta mas antigua de toda América. Dentro de estas instalaciones se generó uno de los cambios mas importantes de América Latina. En 1918, lo que inició como una junta estudiantil se transformo en la reforma universitaria o grito de Córdoba. Fue un movimiento democratizador de las instalaciones universitarias para darle un carácter más académico y científico. Por meses se dieron enfrentamientos violentos entre reformistas y católicos. Revolucionó el continente, el movimiento se extendió al país y luego a toda América Latina. Inicio una amplia tendencia de activismo estudiantil y uno de los ejemplos mas cercanos que tenemos fue el inicio del APRA.

(FOTO REVOLUCION UNIVERSITARIA)

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[MIGRANTE DE PASO] Con la cabeza rapada, Gokú en la cabeza, vestido de karategui (uniforme de karate), pies descalzos y guantes. Arrodillado sobre el tatami, de espaldas al rival, sentí por primera vez el mal uso de la violencia. Era un campeonato, pero en las ligas infantiles los puntos se dan con golpes de contacto mínimo, esta vez había golpeado muy fuerte a mi rival. Como es costumbre, en nombre del honor, recurres al ritual de respeto. Sentía los ojos furibundos y llorosos en mi nuca y mis párpados cerrados no dejaban mostrar mi arrepentimiento. Tenía 9 años. Gané la competencia y la medalla de oro se balanceaba de mi cuello en la cima del podio. Por mi pánico escénico no solía disfrutar mucho el momento de premiación, pero aun así estaba orgulloso de mi desempeño. Durante las peleas aprendí a olvidarme del ambiente y enfocarme sólo en la batalla. Pero esa vez aún tenía la mirada rabiosa de mi contrincante en la mente.

—Mamá gané, pero le pegué muy fuerte a ese chico —le dije preocupado.

—Hiciste lo que tenías que hacer al mostrar el respeto que debías, por eso, ganaste bien —me respondió; ella era mi madre karateka, implacable dentro y fuera del arte marcial.

Mi hermano comenzó a los 6 años, yo a los 3 años y junto conmigo inició mi madre. De esta manera comenzó una familia que sabe pelear y dar la cara cuando sea necesario. El cinturón obi nos unió. La primera clase, en fila junto a otros pequeños, nos hicieron golpear una hoja de papel. Era la primera prueba. Todos golpeamos duramente la hoja y desaprobamos. La idea era ejecutar el puñete con fuerza, pero sólo rozar el papel. Tener el autocontrol suficiente como para detener el impacto antes. Esa primera lección sigue grabada en mi cabeza. Aún recuerdo a mi sensei Liz, de tan solo 1.50 metros, pero con la agilidad y fiereza de una cheetah. Pasaron las clases y era bastante hábil en el kumite, que es la pelea. El kata es la danza artística; presenciar uno bien ejecutado tiene una belleza inexplicable. Me llamaban parchís o gasparín por mi cabeza a coco y piel pálida.

(FOTO NIÑO KARATEKA)Pasaron los años, varios campeonatos, medallas y trofeos acumulados, exámenes para ascender al siguiente cinturón, y antes de los 13 años ya éramos cinturón negro. Mi hermano mayor llegó a segundo dan, el siguiente nivel del último color. Se volvió mi guía y mano derecha en las competencias. Sus estrategias me ayudaron a ganar un sinfín de veces y él lideraba a todo el grupo de la academia. A temprana edad ya éramos senpais de gente mucho mayor y guiábamos los primeros minutos de las clases. El shihan, quien aprendió el arte marcial en Okinawa, era quien nos enseñaba ahora y nos apodó “los tigres”, por nuestro nivel de concentración al momento de pelear. Te olvidabas de todo, sin mente, sólo la contienda. Fuimos convocados al mundial interclubes que se dio en Brasil, pero yo era muy pequeño y no tuve la oportunidad de competir. Mi madre fue campeona mundial de kata y mi hermano tercer puesto. Éramos buenos por naturaleza y esfuerzo.

Gracias a mis prácticas marciales, durante el colegio fui alguien pacífico que evitaba las peleas, sólo eran un último recurso. Conocía mis habilidades y no había nada que demostrar. El karate es un estilo de lucha defensiva que consiste en deshabilitar al oponente en un movimiento. Te enseñan a defender a los que no pueden hacerlo. Aprendes a conocer tu propia violencia y de esa forma puedes canalizarla de buena manera. Negar el aspecto violento y conflictivo que está dentro de todos es un error garrafal. Unas cuantas veces fui suspendido por defender ferozmente a compañeros de bullys mayores, era algo que no podía permitir. Mi personalidad había sido moldeada para eso. La respuesta de mis padres siempre fue que en casa no recibiría castigo. Me sentía como un pequeño samurai. Cuando terminé secundaria, abandoné el karate y con eso olvidé gran parte del núcleo de mi ser.

(FOTO OKINAWA)Se originó en Okinawa en el siglo XVI, los soldados lo usaban luego de que prohibieran portar katanas. El karate imita el kenjutsu, que es el arte de la espada samurái. Está altamente influenciado por la filosofía de vida que seguían los legendarios guerreros japoneses. Luego se expandió a todo el país y, finalmente, al mundo. El nombre nipón se compone por “kara” (Vacío) y “te” (mano), mano vacía. La cortesía, rectitud, coraje, bondad, desprendimiento, sinceridad, honor, modestia, lealtad, autodominio, amistad, integridad, generosidad, imparcialidad, paciencia, serenidad y autoconfianza; estos son los principios enseñados por el código samurái (bushido) de donde florece el karate.

Mis años siguientes estuvieron plagados de depresión, desmotivación, desesperanza y conductas autodestructivas. Había perdido el camino. Noches embriagado de alcohol, sustancias y conductas violentas me llevaron a múltiples peleas en la calle, bares y discotecas; siempre con gente más grande. Tal vez en el fondo quería que me peguen. Lloraba en mi cama antes de dormir, había decepcionado las enseñanzas y sentía que no había vuelta atrás.

Mi cuerpo atrofiado y mi mente turbulenta y atormentada. Las lágrimas bañaron mis almohadas por años. No sabía qué hacer. Estaba perdido en incertidumbre y agobiado por falta de sentido. Pensamientos sucios, malos hábitos y furia incontenible eran factores cotidianos. El camino del guerrero ya no era lo mío, ya que uno verdadero no tiene enemigos y yo había hecho de mi propio ser el mayor de todos. Hubo una noche tan espeluznante como determinante. 21 años, alcoholizado e intoxicado de drogas me involucré en lo que fue mi pelea final. Me dieron una paliza entre 5 o 6 personas. El recuerdo es borroso.  Me defendí, pero ya no sabía por qué luchaba. Me abrieron los labios, los ojos hinchados, sangre en la nariz y un nudillo completamente destruido. Me tuvieron que operar y poner clavos para reconstruirlo; aún quedan fragmentos óseos sueltos

(FOTO TATUAJE)¿Tenía que hacer algo con mi vida? Regresar a mi antiguo yo, pero con las malas experiencias acumuladas analizadas y convertidas en lecciones. En el olvido no se gana sabiduría. Con el tiempo me di cuenta que sólo fue un desvío y a largo plazo reforjaron mi ser. Aún más fuerte que antes. Regresaron los abrazos a mis padres, las conversaciones con mi hermano, el cariño a mi abuela y el amor propio. Con su ayuda retomé la voluntad de fuego y esta vez me prometí no apagarlo jamás. Luego de años tranquilo y con la mente clara me tatué una katana en el antebrazo derecho. Como recordatorio del autocuidado, bondad y valentía que no debo olvidar jamás. Una espada que sólo se desenvainará como último recurso. Ahora camino calmado, contemplo la vida y tengo como ley autoimpuesta ayudar a quienes están a mi alcance.

 

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[MIGRANTE DE PASO] “No se trata de cambiar el mundo. Se trata de hacer nuestro mejor esfuerzo antes de partir de éste, tal y como es. Consiste en respetar la voluntad de los demás y creer en la tuya” (Metal Gear Solid 3)

“No te lamentes, sé mejor” (God of War)

“Querer algo no te da el derecho de tenerlo” (Assasins Creed)

“Es increíble lo que una persona puede llegar a olvidar, pero más sorprendente lo que puede llegar a esconder” (Final Fantasy 7)

“Una espada no ejerce fuerza a menos que la mano que la sostiene tenga valor” (La leyenda de Zelda)

Despertamos temprano después de una noche de chancho, pavo y familia. Apresurados, con pijamas de Pokémon, bajamos las escaleras casi saltándonos los escalones. Nuestro pastor alemán nos resguardaba. Nuestros padres ya estaban junto al árbol, corrimos para abrir lo que Papa Noel nos había traído. Una enorme caja llamó nuestra atención: era un PlayStation 1. Todavía puedo escuchar nuestras carcajadas de júbilo y lágrimas de agradecimiento. No lo podíamos creer. Así comenzó nuestro camino de las mil aventuras.

Leche chocolatada y pan con pavo recalentado, de lo mejor que se puede comer. Fuimos temprano a Polvos Rosados, el paraíso de infancia para muchos limeños. -Maestro, hazme un descuento. Hace unos días te compré la consola -dijo mi padre regateando. Así me entere que el gordito de rojo y regalón no existía. Igual, qué importaba, teníamos el PlayStation.  Salimos con decenas de juegos pirata, era alucinante, podías comprar un juego a solo 5 soles. Los originales costaban 70 dólares. Las consolas chipeadas y los juegos baratos duraron hasta la segunda edición.

Por la voluntad de jugar - FOTO SNAKELlegamos a casa y por primera vez vimos el logo de Sony en la pantalla. Metal Gear Solid nuestro primer juego. Éramos un espía con la misión imposible de enfrentar super armas de destrucción masiva en nombre de la paz. Hideo Kojima, el creador, es un genio en todo su esplendor.  Todo el día jugando. Aprendimos a usar el control: es como montar bicicleta, uno nunca lo olvida. Nos enamoramos de Snake, el protagonista, y discutíamos por quién se parece más. Niños felices. Aprendimos a estar agradecidos por lo que teníamos y eso marcó en gran parte nuestra personalidad. La gratitud es clave para el buen desarrollo. Mas importante que la inteligencia y el talento.

Muchos subestiman lo que los videojuegos te enseñan, incluso creen que son un mal hábito. Probablemente es porque nunca los jugaron o simplemente no se dieron el tiempo de entenderlos. En mi opinión, basta la sonrisa de un niño para que ya sea algo bueno. Los juegos construyen las bases de un buen desarrollo cognitivo, forjamiento de vínculos emocionales, saber ganar, y, sobre todo, aprender a perder. La experiencia inmersiva hizo de los personajes mis compañeros, amigos y maestros. Viví miles de vidas y situaciones ajenas a través de ellos.  Son arte, aunque no lo crean, y grandes obras maestras narrativas florecieron de este concepto.

Por la voluntad de jugar - FOTO ZELDAFui un espía, un viajero en el tiempo en busca de conocimiento, un niño elegido por el destino para salvar al mundo, un humano que se vuelve el dios de la guerra por venganza, un fontanero que se enrumba en una aventura, una saqueadora de tumbas, un maestro Pokémon, un vigilante que cuida el inconsciente colectivo, el hijo de un demonio, un jedi, un futbolista profesional, Batman, un brujo, y muchos personajes más que aun llevo conmigo. Pero más importante que todo, un pequeño feliz.

Alrededor de esta caja mágica se fortalecieron amistades que continúan hasta hoy. Pasábamos noches enteras compitiendo, pensando juntos y disfrutando de estas historias. Todos lo recordamos con añoranza. Ahora somos inseparables, incluso estando lejos. Siempre estaremos el uno para el otro. Un grupo de chicos valientes y sensibles que compartieron experiencias nutritivas. Todos vivíamos situaciones diferentes y estos juegos eran nuestro escape. Potenció nuestra imaginación hasta niveles inimaginables. La idea que escapar es malo, es una tontería, la idea es no quedarse en el otro mundo, pero huir por un rato para luego volver es de las mejores maneras de afrontar alguna situación.

Existen diversos estudios sobre los beneficios de los videojuegos. Al encontrarse en situaciones donde tienes que mapear el ambiente y reaccionar rápidamente ante ataques o derrumbes, aumenta la capacidad de respuesta. Los juegos están llenos de enigmas y acertijos, también están los juegos cooperativos, se tiene que pensar en conjunto para resolverlos y a veces varias mentes son mejor que una; de esta manera, se fomenta el trabajo en equipo y eso se refleja en la realidad. De la mano con lo anterior, los juegos dan libertad para superar los enfrentamientos, entonces se desarrolla una mejor capacidad de estrategia y liderazgo.

Otro gran aporte se da en el leguaje. La mayoría de juegos está en inglés. Me atrevo a decir que el 50% de mi vocabulario en el idioma foráneo se lo debo a los juegos. La historia misma te obligaba a conocerlas y qué mejor que aprender jugando. La suma de todos estos aportes aumenta el pensamiento crítico de las personas y aún más a temprana edad. Las mejores personas son aquellas que pueden llegar a sus propias respuestas y decisiones basándose en su propio criterio. Si todos recibieran estos incentivos el mundo sería mejor.

FOTO DARK SOULS

La travesía virtual aumentó al descubrir los juegos RPG (Role Playing Game) donde uno crea a su propio personaje en un mundo abierto, donde se permite explorar de manera no lineal. Cada juego de este estilo consiste en subir habilidades según la experiencia que se va ganando. Es totalmente inmersivo y la imaginación vuela. Mi hermano me dijo una vez que yo estaba atormentado y confundido de sentido: “Mira la vida como subir habilidades, como los juegos RPG”. Sigo pensando así, aprendí de esa forma a disfrutar del entrenamiento y adquirir conocimientos. Puede ser desde aprender a cocinar hasta leer los libros complejos.

Ahora que vivo lejos, estos juegos mantienen la cercanía con las personas con las que los comparto por las modalidades online. Todas las semanas hablo con mis amigos por ese medio y se siente como si estuvieran sentados a mi costado. Es hora de romper el tabú de los videojuegos e incluso fomentarlos, sólo son malos cuando se utilizan exceso, como cualquier otro estimulo existente. Hay que mantener vivo al niño interior que tenemos dentro: si lo dejamos morir estamos renunciando a la vida.

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[MIGRANTE DE PASO] Tengo 29 años y en mi corta vida como peruano he tenido 11 presidentes. Algo no cuadra, al parecer la norma de mandatos de cinco años sólo son tinta en la Constitución. Evidentemente, los presidentes sustituidos lo tenían merecido. Ocho de ellos han sido procesados, en algunos casos encarcelados y otro se disparó: Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala, Alan García, Pedro Pablo Kuczynski, Pedro Castillo y Manuel Merino. No se puede pretender una mejora con sujetos de esta calaña. La percepción del panorama político de nuestro país, cada vez es más fatalista. Yo opté por no depositar mi confianza en ningún político y mantener mi postura, siempre de oposición. Ya no tengo simpatías políticas. Esto debido a decepciones que viví. En estos momentos que la democracia está bajo asedio, ya nada me sorprende. Pensemos si alguna vez fuimos democráticos. Vale la pena analizarlo.

Presidentes del Perú

En la serie “Vikingos”, el carismático protagonista Ragnar Lothbrok (personaje histórico y de carácter mitológico) soltó una frase que me marcó de por vida: “El poder siempre es peligroso, atrae a los peores y corrompe a los mejores”.

Se aplica al caso peruano. Muchos entran a la jauría política buscando dinero y beneficio propio. Otros, con ímpetu de cambio, se ven envueltos en la maraña corrupta que ha contaminado hasta las ramas más profundas de los tres poderes estatales. A veces me pregunto si siempre estuvimos jodidos (recordando la incógnita de Mario Vargas Llosa) ¿Es posible erradicar esta perversión? Algún día lo sabremos.

No voy a escribir sobre los casos de corrupción y escándalos actuales. Viviendo lejos, la tristeza y decepción son muy fuertes para ponerlo en palabras. Más de una vez he borrado redes sociales por la frustración y rabia que me generan las noticias. El Perú es un país de violadores, de sicariato y de constante opresión. Me limitaré a contar mi experiencia y observaciones sobre la perspectiva política del ciudadano común, como yo.

En tercero de secundaria desarrollé una obsesión con las rondas campesinas debido a la espectacular muestra fotográfica “Yuyanapaq”. La figura de una mujer en poncho sosteniendo un rifle sigue siendo mi retrato favorito, al verla te sentías paralizado. La exposición tomó lugar en una casa chorrillana, republicana, asemejando los desastres ocurridos durante el periodo de terrorismo. Los huesos se te congelaban al caminar por ahí y el miedo se hacía presente paso a paso. Fue en este momento que despertó mi interés político.

Yuyanapaq

Durante este año escolar teníamos que desarrollar un ensayo a lo largo del año, mi tema: La importancia de los comités de autodefensa para combatir a Sendero Luminoso y el MRTA. Los ciudadanos de ciertas poblaciones fueron armados por la falta de alcance militar. Pasaba las tardes investigando y la tristeza me invadía al pensar en los campesinos que se vieron atrapados en medio de una guerra sin cuartel. Los terroristas no tenían identidad y los militares acribillaban pueblos enteros.

Al año siguiente exploré las ideas de izquierda revolucionaria y, en su momento me fascinaron. Las historias de la revolución cubana me deslumbraban y encendían un brillo en mi inocente mirada. La expulsión de Batista, el Granma, Cienfuegos, el Che Guevara, la bahía Cochinos y el ingreso a La Habana me parecían cuentos heroicos. Soñaba con eso. La ilusión fue derrumbándose de a pocos.

Mi asesor de una monografía escolar mostraba sin escrúpulos un resentimiento hacia mi posición privilegiada. Yo no entendía cómo alguien que buscaba la libertad plena tenga como enemigo a un niño de 15 años.

Hicimos un viaje familiar a La Habana y me encontré con una sociedad precaria que parecía estar atrapada en los años 50s. Carros antiguos, edificios maltratados, prostitutas en las esquinas y niños hambrientos. No sólo estaban atrapados temporalmente, tampoco podían salir del territorio cubano. Escuché incontables historias de escape que rápidamente me desilusionaron. Cuba se había vuelto una dictadura severa. Fidel Castro entró al poder en 1959 y rompiendo su promesa de nuevas elecciones se mantuvo hasta el 2008, ocho años antes de su muerte.

Fidel Castro

Quisimos invitar a un taxista a comer con nosotros y nos dijo que estaba prohibido. La idea de estar encerrado en tu propio país me llenó de ira hacia la isla blindada. Al regresar, una sensación nauseabunda se infiltró en mis pensamientos por meses. Una sensación que la direccioné al profesor resentido. Me dura hasta hoy. Después de ese viaje aprendí a no confiar en las promesas de quienes anhelan poder.

Aprendí que es mejor estar siempre enterado, sólo así sabes dónde estás parado. Los autodenominados apolíticos jamás podrán romper el cascarón en el que viven y se mantendrán como pececitos en una diminuta pecera.

Cabe recalcar que las noticias mal administradas también fomentan la desilusión.  Actualmente pierden calidad, transformándose en boletines informativos sin reflexión alguna.  Las fake news no son el único enemigo. También lo políticamente correcto transforma las ideas en algo insípido y desabrido. Todos opinan lo mismo, salvo algunas excepciones. ¡Es imposible que todos piensen igual! Adaptan sus discursos para no perder seguidores y tienen como regla decir lo que quiere ser escuchado. Esto entorpece el desarrollo de una identidad política.

“Libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oír”

-George Orwell

Durante mi época escolar, intentaban orientarme a ciertas tendencias políticas. Por más neutral que sea el profesor, lo normal es que no puedan desprenderse de sus orientaciones. Se les escapaba la doctrina. Había que responder en las evaluaciones sin estar de acuerdo con la contestación. No entendía qué era izquierda y derecha. Aun siendo niño esas atribuciones me parecían infantiles ¿De verdad toda la coyuntura y realidad podía estar abarcada en esa dicotomía?

Otro gran golpe a mi cautela política. No me parecía viable continuar con tendencias que llevan siglos en la delantera. Escuchaba a amigos y familiares idolatrar candidatos sólo por promesas. Me enfurecía. Ollanta Humala tomó la presidencia al año siguiente de salir del colegio. “Es el último eslabón de la izquierda”. “Por fin las élites van a recibir lo que merecen”. “La primera dama parece muy capaz”. Me alejé de muchas personas histéricas, apenado de ver en lo que se habían convertido. Distanciado de todo espejismo político busqué lo bonito de la vida en las artes y filosofías. Con sólo 20 años ya estaba convencido que la belleza no se encuentra en la política.

Ya en la universidad, con pelo largo, tatuajes y rebeldía punk, me percaté de las diferencias ideológicas y siempre encajaban en inclinaciones preexistentes. Seguía sin ningún hallazgo novedoso. Siendo sincero, las disputas entre ambos bandos me parecen berrinches infantiles dignos de pequeños en guardería. Opino lo mismo del Congreso. Siglos con la misma división y nada inédito. Parecen charlatanerías adornadas de falsa inteligencia. Antes me molestaba, ahora me da lástima. Es notorio cómo el conocimiento ha rebasado nuestra sabiduría. Los estudios académicos llevan años bajo el mismo paradigma y, en consecuencia, los avances estancados ¿Qué pensaría Thomas Kuhn?

Foto castillo - 29 años de fiasco político

Durante la pandemia salí a marchar en contra de Merino. Prendido por las muertes de Inti y Brian. Nadie merece morir al protestar por sus derechos. Descubrí lo que es respirar gas lacrimógeno. Presencié palizas de parte de los policías. También vi cómo personas incitaban la violencia disfrazándose de protestantes pacíficos. Tuve la oportunidad de detener a un sujeto despreciable que quería tirarle un ladrillo a una policía sin justificación alguna. Esos días de marcha detonaron en mí una desilusión, probablemente irremediable.

A pesar de los constantes ataques por parte del Estado, las personas parecen no aprender y siguen reacios a sus doctrinas. Seguidores de tendencias, aduladores de personajes e ídolos que son sombras de nada. Parecen estar sometidos a un cocowash en masa. A esto le llamo inocencia política y colectiva. Con Pedro Castillo bastaron unas estupendas fotos y su personalidad de outsider para encender las llamas de la esperanza. La atractiva idea de un maestro rural al mando no fue suficiente para contentar a la población. Su gobierno duró año y medio, en el cual se dieron 60 cambios ministeriales. Las banderas de izquierda, como la educación y salud pública, jamás fueron izadas. Este fue el inicio de la debacle gubernamental de mayor gravedad, en mis pocas décadas de vida. El pánico también forma parte de la inocencia mencionada. Sucedió con Humala y Castillo. No había pasado ni un día y la clase alta ya temía lo peor. “Somos un país comunista”, deliraban las elites. Al final, fue más de lo mismo.

A diferencia de los seguidores acérrimos existen otros de mayor riesgo: los que creen no tener agencia. Recurro al término psicológico de indefensión aprendida, donde los sujetos están convencidos de no poder generar cambios en situaciones adversas, viviendo de manera pasiva. Que quede claro que esta conducta es aprendida y en el caso de nuestro país, los maestros son las autoridades. ¡Igual los van a soltar! ¡Nunca me darán cita en el hospital! ¡A la policía no le importa proteger a gente como nosotros! ¡Ir a la capital es en vano! ¡Soy muy tonto para la universidad! Estos son ejemplos de pensamientos desesperanzados que han sido enseñados por la sociedad misma. Estos dos tipos de reacción predominan en el clima sociopolítico del Perú y nacen de la misma órbita gubernamental. Se retroalimentan mientras los políticos se regocijan.

“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”

-Charles de Gaulle

Tenía 19 años, recién había sacado mi brevete y estaba emocionado por mis primeros días en el volante. Si sabes manejar en Lima, lo puedes hacer donde sea. El tráfico era de locos y los conductores que le quieren sacar la vuelta a las normas de tránsito abundan. Regresaba escuchando música para aliviar la infinita fila de carros. De pronto una combi repleta intentó colarse yendo en contra. En ese momento todavía pensaba que dar lecciones era fácil e impedí su avance. Quedamos ventana a ventana. Insultos y amenazas. Tal vez este sea un tercer tipo de ciudadano: el sacavueltero. “Lo que haces es ilegal y obstruyes las vías” le dije ingenuo. Su respuesta me dejó mudo: ¡Qué tiene! ¿Dónde está la autoridad? Después de todo, somos un país huérfano de Estado.

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[MIGRANTE DE PASO] La humanidad se forjó en base a migraciones, desde tiempos en que la historia, como estudio, no pertenecía al imaginario colectivo. Previo a la escritura e ismos. Anterior a las religiones y cunas de civilización. Hace 100 mil años, nuestra especie recién evolucionada, vivió en movimiento constante. Era supervivencia y desarrollo. Este carácter fundamental de la naturaleza humana se encuentra bajo amenaza. Una tendencia antimigratoria va creciendo exponencialmente y de manera global. La fobia al recién llegado está reviviendo políticas de extremo signo. Aparentemente, jamás fueron enterradas. La gama sociopolítica se extiende y los polos contienen mayor respaldo. La xenofobia y el odio están ganando poder ¿Por qué la inmigración está despertando extremismos?

El escritor del aclamado libro, “Cometas en el cielo”, nacido en Kabul y exiliado en Estados Unidos, mencionó: “Los refugiados son madres, padres, hermanos, hermanas, hijos, con las mismas ilusiones y ambiciones que el resto de las personas, excepto que un giro del destino ha vinculado sus vidas con una crisis humanitaria global a una escala sin precedentes”.

Inmigrantes no son solo extranjeros en otros países. Están los desplazados que se vieron obligados a dejar todo por causas económicas y sociales (Invasiones, guerras y más tragedias). Los refugiados son personas fuera de su región por causa de uno de los temores primarios del ser humano: la persecución. Ya sea por etnia, religión, nacionalidad u opiniones políticas (término definido por las Naciones Unidas).

Suena inhumano, pero los hechos demuestran lo contrario. Las ideologías extremistas, en la actualidad, tienen una diferencia particular en comparación al fascismo, que destruyó Europa durante las guerras mundiales, y al comunismo de la vieja escuela que divulgaba ríos de sangre como medio. Los movimientos mencionados respondían a periodos de intensa confrontación social. Igual fueron injustificables.  Lo que sucede hoy, me atrevo a decirlo, son manotazos ahogados, xenófobos, racistas y conservadores que despiertan principalmente a la ultra derecha y, en menor medida, a la extrema izquierda.

Percepciones conservadoras sobre inmigrantes

El despecho anti migrante se ha consolidado como una ideología política. El conservadurismo está al acecho y no se encuentra escapatoria. Lo que está claro es que los Estados se han rendido ante el negacionismo y ahora son cómplices de la exclusión, presentándose como reivindicadores de una nación de antaño.

Gran parte de los ciudadanos se han unido para acabar con lo que llaman hordas invasoras. Cohesionados, buscan controlar el orden público de sus territorios. Se basan en excusas poco sustentadas y disparatadas. ¡Expulsen a los venezolanos, sirios, mexicanos, a todos! ¡Nos están quitando el trabajo! ¡Los ilegales deben ser extraditados! ¿Por qué el Estado debe mantenerlos? ¡Están erosionando nuestra cultura! Escuchar estas quejas se ha vuelto cotidiano. Normalizarlo, un síntoma de decadencia.

Consideran a los extranjeros como agentes que atentan contra la seguridad nacional. Pasaron a ser enemigos de la democracia y humanidad, cuando son los imputadores los que ensucian la libertad y no se percatan. Hay un perjuicio que correlaciona directamente la delincuencia con la inmigración. Son discriminados y marginados, tachados como un otro generalizado. Esto deriva en un racismo institucional de los Estados.

Los acusan de vulnerar los derechos laborales. No olvidemos que arquitectos, científicos, abogados, doctores, psicólogos y matemáticos forman parte de estos “otros”. Hay profesionales de alto calibre. Les echan la culpa de quitarles trabajo a los ciudadanos oriundos y de incrementar la competencia ¿De verdad es culpa suya?

Acusan su estadía como un factor para exceder el gasto público. Los aborrecen por el aumento del costo de vivienda y renta por falta de vacantes. Todo esto es indicio de personalidades miedosas y cobardes. Temen ser desplazados por diferencias étnicas y culturales que podrían dañar el sentido de comunidad. Patriotismo frágil y arcaico. Conociendo un poco de historia: el progreso nace de la interculturalidad ¿Acaso quieren mantenerse iguales para siempre?

Es gracias a esto que la extrema derecha se ha vuelto tendencia en Europa, continente pionero de la libertad. El virus se está propagando a Estados Unidos y Sudamérica. Nos enfrentamos a una pandemia ideológica y, espero me equivoque, puede fulminar la igualdad.

La inmigración y los ultras: una relación estrecha

El anhelo social ya estaba marcado por un nacionalismo excluyente. Se había esparcido de forma general en una gran cantidad de partidos políticos. El populismo fue el gran incentivo, respondía al apetito de las masas. Prometían reforzar y endurecer las medidas inmigratorias. Creando países blindados. En las últimas décadas, una ola imparable apoyaba a la extrema derecha. Esto coincide con la marea de inmigrantes que sucedía al mismo tiempo.

En 1990, se estimaban 154 millones de migrantes. En el 2000, aumentó a 174 millones. Fueron 221 millones en el 2010. Para la siguiente década, creció drásticamente a 281 millones. Es aproximadamente 3.5% de la población mundial. India, Rusia, China, México, Venezuela y Siria son los de mayor emigración. Podemos ver que los desplazamientos no son novedad, solo fueron pasados por alto. Un manejo paupérrimo de la problemática radicalizó a las masas y a ellos les responden los gobiernos. Justamente durante estas décadas incrementaron las políticas extremas.

Hungría fue pionero en el despertar ultraderechista. Viktor Orbán, primer ministro de 1998 al 2002, inicio una cacería inquisidora de inmigrantes. Incluso amenazó con pena de cárcel para quienes los ayudaran. Desde el 2010, retomó su cargo y continuó con el asedio. La índole xenófoba fue tan grande que en el 2015 se construyeron kilómetros de alambres de espinas a lo largo de las fronteras con Serbia y Croacia. Un caso menos radical fue el de Japón. En el 2009 ofrecía 3 mil dólares a los latinos nacidos en el país nipón para que se vayan. Luego fueron ablandando las medidas.

Italia es un caso particularmente brusco. Durante el gobierno de Sergio Mattarella comenzaron a supervisar los puertos y amagaron con cerrarlos para impedir desembarcos. En el 2018 aprobaron el “Decreto Salvini”, tomando el nombre del ministro del Interior. La primera arremetida fue el desalojo del segundo mayor centro de acogida migrante. Se limitaron las protecciones de refugiados y facilitaron las expulsiones.

En octubre del 2022, Giorgia Meloni asumió el cargo de presidenta en Italia. “De Giorgio a Giorgia” fue su eslogan haciendo referencia al dictador Benito Mussolini. Eso ya explica bastante. Los migrantes que cruzan el mediterráneo, en muchos casos haciendo de ese mar su tumba, tienen acceso negado al territorio. Pero eso no es lo más escandaloso. Los que llegaron de manera clandestina son escogidos al azar y encerrados en “centros de repatriación permanente”, funcionan como cárceles, pero con convictos inocentes.

En Australia, 2019, ganó el partido conservador Coalición Liberal-Nacional. Bajo la estrategia “Fronteras Soberanas” regularon los flujos migratorios, dificultaron el acceso a la visa e impedían el desembarco de refugiados, principalmente indonesios.

En Estados Unidos, bajo el mandato de Donald Trump se inició la construcción de una muralla que se prolonga por toda la frontera con México.  Un ataque letal sumado a las balas rancheras que apuntan a quienes cruzan el Rio Bravo. Echando leña al fuego dijo: “fue un gran error en toda Europa dejar entrar a millones de personas que cambiaron tan fuerte y violentamente su cultura”. Luego de su mandato la tendencia no se detuvo. El actual gobernador de Florida, Ron DeSantis pone limitaciones inviables para los trabajadores ilegales que sostienen la economía del país.

La ultraderecha no es la única enaltecida y contagiada por políticas antinmigrantes, los países nórdicos socialdemócratas también han caído en la misma inclinación. Dinamarca, que era reconocida por el buen trato hacia los refugiados, pasó de un paraíso liberal a una isla de destierro. Estos comenzaron a ser expulsados a otros países fuera de la Unión Europea. Se anunció que los refugiados ya no eran bienvenidos.

Finlandia, con su nuevo gobierno conservador, tras desbancar a la socialdemocracia, se une a la dinámica que se extiende en los países nórdicos. Todo detonado por la explosión migratoria del 2015 que intoxicó las tendencias sociales. Los permisos de residencia y ciudadanía han sido endurecidos. Las condenas penales serán más duras para extranjeros y las brutales medidas fronterizas han reducido la entrada de ilegales.

La xenofobia colectiva se propaga rápido y en Perú ya se respira. El líder etnocacerista, Antauro Humala, quiere crear campos de concentración para los venezolanos y dice: “Soy xenófobo y a mucha honra”. El actual alcalde de Lima, Rafael López Aliaga mencionó: “Creo que el Perú debería ir más allá de expulsar: empadronar a todas las personas extranjeras y darles un plazo. Si no lo hacen se les expulsa. No podemos ser tan buena gente”.

La explosión migratoria de refugiados y desplazados vino con racismo, xenofobia y actitudes excluyentes de parte de los países donde llegaron. Surgió una tendencia antimigratoria plagada de discursos de odio. Los partidos políticos lo usaron como alimento y con medidas populistas llegaron al poder mandatos de extrema. Es increíble cómo algo tan humano como la migración haya despertado un monstruo hambriento de aversión. Tanto la derecha como la izquierda. Los ultras han renacido por la inmigración y la tendencia no parece detenerse ¿Qué será de aquellos cuya patria los ha abandonado? Las políticas antimigratorias, el extremismo y la xenofobia populista son hechos que van en contra del valor más sagrado que debería preservar Occidente: la libertad.

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