niñas y niños

Según un informe de Ipsos sobre el entretenimiento en casa, los peruanos disfrutan su tiempo libre en el hogar, pues el 84% de los entrevistados así lo declaran. Ver series o películas, cocinar, leer o realizar deporte en casa son las actividades que definen el ocio en pandemia.

Dicho informe revela también que el entretenimiento por streaming se encuentra posicionada como la actividad preferida en tiempos de pandemia, donde ver series o películas en casa es la actividad más realizada por un 66%. “Tanto es así que uno de cada dos consultados se han dado de alta en alguna plataforma de contenido bajo demanda en estos últimos meses”, revela la data de Ipsos.

Los niños y el streaming

Complementariamente, la agencia Sherlock Communications publicó el Informe de Consumo de Streaming para América Latina en el que revela los comportamientos de los padres de familia que han pasado estos dos años con los niños en casa, modificando sus hábitos.

Un hallazgo relevante de este informe es que el entretenimiento infantil ha sido un importante catalizador para las suscripciones. El informe arrojó que el 27% de los usuarios de la región se suscribió por ese motivo este año, a diferencia del 22% obtenido en 2021.

En ningún lugar este aumento fue más evidente que en el Perú, donde el 33% afirmó haberse suscrito a un canal de streaming para distraer a sus hijos. Hace doce meses fue el 23%.

Respecto de las plataformas disponibles para los usuarios, si los usuarios latinos tuvieran que escoger una sola plataforma de streaming sería Netflix (68%) y en segundo lugar Amazon Prime (12%).

En Perú se repite el mismo escenario, entre toda la oferta de servicios de streaming, el 68% de los peruanos indicó inclinarse por Netflix, le siguen de lejos Amazon con 11%, Disney Plus con 7%, HBO Max con 6%, y Movistar Play y Claro Video reportan índices de predilección por debajo del 5%.

Hay que señalar que la exposición excesiva a plataformas de streaming puede provocar en los niños problemas como insomnio, hiperactividad y descontrol, según un estudio del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).

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Hace más de 600 días que los niños, niñas y adolescentes (NNA) no asisten a las escuelas. ¿Al gobierno le interesa el impacto en su salud mental? ¿A los ministros de Educación y Salud les importa el aumento de consultas por depresión y ansiedad? Parece que la dimensión del problema no merece su atención. Parece que para las autoridades los NNA son “los nadies” (Eduardo Galeano dixit). 

Esos “nadies”, es bueno recordárselo, sufren las secuelas de la pandemia. El confinamiento y el aislamiento social han sido devastadores para ellos. Casi dos años sin clases presenciales les seguirán pasando factura en el mediano plazo. Con el regreso a clases semipresenciales, los docentes van constatando que los NNA presentan dificultades para retomar la rutina académica; y están tristes, irritables y desorientados. 

En un inicio, se asumió que los NNA se adaptarían con relativa facilidad a una situación difícil e inédita en su corta existencia. Sin embargo, no ha sido así. La manera en que la han enfrentado guarda correspondencia, entre otras variables, con su edad. Los adolescentes han sido los que la han pasado peor. Como se sabe, durante la adolescencia, desarrollan una mayor comprensión de sus emociones y las de los demás; y, por lo tanto, son más sensibles al dolor y el sufrimiento de los otros. A la ansiedad y depresión sufridas por ellos se suman los problemas de sueño, la inseguridad, los trastornos en su alimentación, la desorientación y la angustia por el futuro. 

Sin la escuela por casi veinte meses, las posibilidades de los adolescentes de relacionarse con sus pares se reducen dramáticamente. Se les ha privado de estar con sus amigos, quienes los acogen y ayudan; con los cuales comparten experiencias y se sienten comprendidos; y son importantes para su desarrollo. ¿En razón a que se evita que se vuelan a encontrar? ¿Qué hacer señor ministro de Educación al respecto? En el corto plazo, universalizar el regreso a clases de manera presencial con todas las medidas de bioseguridad necesarias. Asimismo, elaborar un diagnóstico de los aprendizajes y salud mental de NNA a nivel nacional, regional y provincial; y formular planes que permitan mitigar los efectos de la pandemia. El gobierno tiene la palabra.         

 

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Las medidas implementadas por el Estado como el confinamiento, el distanciamiento social, las restricciones a la movilidad, las limitaciones para reuniones, la paralización de actividades y el cierre instituciones educativas para contrarrestar la pandemia provocaron cambios radicales en la rutina de millones de personas. El impacto en su salud mental aún no se conoce con exactitud. Menos en la de niñas, niños y adolescentes. 

El cierre de las instituciones educativas primarias y secundarias implicó que ellos no tuvieron acceso a educación, no interactuaron con sus pares y sus docentes, no jugaran, ni practicaran algún deporte, entre otras actividades. ¿Cómo los afecta? ¿se adaptan mejor que los adultos? ¿cómo lo enfrentan hoy en día? ¿cuán resilientes son? 

En ese sentido, es de crucial importancia investigar el impacto emocional de la pandemia en las niñas, niños y adolescentes. Hasta el momento, se han realizado pocas investigaciones desde la academia. Por eso mismo, es loable el esfuerzo llevado a cabo por el Ministerio de Salud y Unicef por conocer la situación de aquellos en el país. Sus hallazgos son muy preocupantes. “Los resultados del estudio visibilizan la afectación de la salud mental en el contexto de la pandemia por la COVID-19 en las niñas, niños y adolescentes, así como de sus cuidadores. Otros estudios refieren que la pandemia es un factor de riesgo para el incremento de la incidencia de problemas de salud mental y exacerbación de quienes tenían dificultades pre existentes”. 

Hace pocos días, Unicef presentó su Estado Mundial de la Infancia, “En mi mente, promover, proteger y cuidar la salud mental de la infancia”. Según el documento, 5 de cada 10 adolescentes de 10 a 19 años padecen ansiedad y depresión en América Latina. Asimismo, 16 de cada 100 jóvenes entre 15 y 24 años “se sienten deprimidos o tienen poco interés en realizar alguna actividad” en el Perú. Niñas, niños y adolescentes que demandan atención del Estado mediante una política pública ad hoc que mitigue la situación descrita. En su formulación el uso de evidencia es imprescindible. Como se conoce, en no pocos casos, el diseño de alguna política pública no toma en cuenta la evidencia producida. Razón por la cual, la generación y el empleo de la misma sigue siendo un desafío en la gestión pública. 

Desafío que puede ser compartido con las universidades públicas y privadas. Se entiende que, luego de su licenciamiento, están en condiciones de realizar investigaciones sistemáticas y  rigurosas. Ellas cuentan con investigadores, recursos y experiencia. Por eso mismo, no les sería difícil investigar el impacto de la pandemia en la salud mental de las niñas, niños y adolescentes. O documentar las buenas prácticas de los 203 centros de salud mental comunitaria ubicados en el territorio nacional.  Modelo de atención comunitaria a la salud mental destacado en el Estado Mundial de la Infancia. Quizás por ello la primera ministra Mirtha Vásquez, durante su presentación del Congreso, afirmó lo siguiente: “implementaremos 300 nuevos centros de salud mental comunitaria y el fortalecimiento de los 203 ya existentes con profesionales para el cuidado prioritario de la salud mental de niñas, niños y adolescentes y de mujeres sobrevivientes de violencia”.

El Estado debe convocar a las universidades para desarrollar una agenda de investigación en salud mental. Es de esperar que de tal encuentro el diseño e implementación de una política pública que mitigue el impacto de la pandemia en la salud mental de los niños, niñas y adolescentes gane en efectividad y eficacia. Los tiempos apremian y la mejora de su salud mental es una condición imprescindible para su bienestar y desarrollo integral.  

 

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