Presidente Castillo

¿La cercanía de Sendero Luminoso, en su versión política, al gobierno, implica el riesgo de que retornen las acciones subversivas o que la violencia terrorista reaparezca en el país? No, no va por la generación de ese temor la aprensión que genera la constatación de esa cercanía.

La preocupación democrática legítima estriba en que el pensamiento marxista leninista maoísta, matriz del senderismo y credo de muchos allegados a Castillo, simplemente considera a la democracia una “pelotudez”, como la ha calificado el congresista radical Guillermo Bermejo, con absoluta y descarnada sinceridad.

Si el sector filosenderista del gobierno sigue cerca del poder, el riesgo de que se dinamite por dentro la democracia representativa es alto, porque es ése un objetivo explícito de ese pensamiento, su no creencia en las formas de la democracia representativa, a las que considera expresiones decadentes del dominio burgués sobre una sociedad mayoritariamente proletaria que aspiraría a un régimen comunista abierto y desenmascarado.

Mientras Castillo no rompa con el filosenderismo, la democracia peruana está en riesgo. Se intentarán varios caminos para destruir la democracia y no cejarán en ese esfuerzo. Uno de ellos es el de la Asamblea Constituyente, un mecanismo pensado para construir una república comunista y respecto del cual aún no existe certeza si el régimen forzará las cuestiones de confianza para disolver el Congreso y poder convocarla.

Otro camino es el de la destrucción paulatina de las instituciones tutelares de la sociedad peruana, mediante su infiltración y control (Fuerzas Armadas, Policía Nacional, red de gobernadores regionales, autoridades municipales y regionales a través de un triunfo electoral el próximo año, sojuzgamiento del Poder Judicial y el Ministerio Público, agresión a la prensa independiente, etc.).

El gobierno de Castillo no es solo un riesgo para la sostenibilidad del modelo económico, que tantos éxitos ha tenido en las últimas décadas en cuanto la reducción de la pobreza y de las desigualdades. Por ahora Francke, y ojalá la permanencia de Velarde, garantizan un manejo responsable de la economía, pero su estabilidad es relativa y precaria y a la primera de bastos el régimen puede dar un golpe de timón hacia fórmulas más estatizantes o populistas.

No obstante, el riesgo mayor es que desde el poder se logre lo que con la dinamita y los fusiles, Abimael Guzmán no pudo hacer, como fue la destrucción del sistema democrático peruano. Mientras Castillo no deslinde con los sectores marxistas leninistas maoístas que abiertamente profesan ese credo y que pululan a su alrededor, el peligro señalado está vigente y presente.

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Abimael Guzmán, Gobierno peruano, Presidente Castillo, sendero luminoso

El único homenaje sincero del gobierno a la victoria digna y ejemplar que se logró contra Sendero Luminoso, a partir de la captura -un día como hoy hace 29 años- de su cabecilla Abimael Guzmán, y que hizo que una organización vertical y rígida como la subversiva, se cayera como un castillo de naipes, pasa porque el presidente Castillo aparte de su entorno a cualquier personaje involucrado directa o indirectamente con cualquier pasado vinculado al senderismo o con actuales relaciones a través de los organismos políticos de fachada de Sendero Luminoso, como el Movadef o el Fenate.

Cualquier tuit o post en redes sociales, o declaración oficial, cae en saco roto si ello no se produce. Puntualmente hablando, poco o nada significa que el Primer Mandatario lance un post condenando el terrorismo a propósito, ayer, de la muerte de Guzmán, si mantiene a su lado a su premier Guido Bellido y a su ministro de Trabajo, Iber Maraví.

Según la última encuesta de Datum, contratada por Lampadia, un 32% de la población considera que Sendero Luminoso o el Movadef tienen “mucha presencia” en el gobierno y un 26% señala que tiene “alguna presencia”. En total, un 58% de la ciudadanía percibe la cercanía subversiva a las esferas del poder.

A la vez, preguntada la población respecto de la continuidad en sus cargos de los ministros con expresiones de simpatía por Sendero Luminoso, un rotundo 79% considera que deben ser removidos.

Resulta claro que los devaneos políticos del gobierno con gente abiertamente simpatizante del senderismo o con un pasado cercano a él, horada la percepción que el gobierno en su conjunto tiene. El reducido crecimiento que muestra en sus niveles de aprobación (sube de 39 a 41%) -coincidiendo en ello con CPI-, no tardará en revertirse si desde Palacio no se toman decisiones claras y rotundas respecto de los funcionarios de gobierno denunciados por su filosenderismo.

Además de la influencia radical de Vladimir Cerrón, la incompetencia evidente de varios ministros y las denuncias de violencia de género de tres titulares de pliego, se suma la pesada mochila que el gobierno de Castillo ha decidido colgarse al hombro: la presencia soterrada o desenmascarada de elementos prosenderistas.

Aunque parezca inaudito, no es Cerrón el mayor peligro de este gobierno. Está bajo control y su presencia en el gabinete no es determinante. Es más mediático y tiene más perspectiva política, pero la mano tenebrosa que mece la cuna del gobierno es la de Sendero Luminoso, a la cual es más allegado el propio presidente Castillo. Esa es la que hay que extirpar si queremos evitar que el país ingrese a una espiral de dinamitación de la democracia peruana.

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Todos los días, de lunes a viernes, Alexandra Ames, David Rivera y Paolo Benza discuten los temas más importantes del día por Debate. En nuestro episodio número 216: La condecoración de Bellido. La aprobación de Castillo sigue siendo sólida en el centro y el sur. Y Chabelita no quiere responderle a Willax.

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Todos los días de lunes a viernes «Si el Río suena» con Patricia del Río, entrevistas exclusivas. Este es nuestro episodio número 5. El analista político Eduardo Dargent comentó hoy en «Si el Río suena» con Patricia del Río que la aprobación del presidente Castillo es aceptable, pero para un gobierno que está de salida. Además indicó que desde su perspectiva Perú Libre está haciendo un negocio pensando en las próximas elecciones. En nuestro espacio cultural conversamos con Eduardo Villanueva Mansilla, quien nos dio detalles sobre su libro «Rápido, violento y muy cercano» que habla sobre las movilizaciones del 11 de noviembre y el futuro de la política digital.

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Empiezan a vislumbrarse los primeros arrebatos autoritarios de un gobierno que se ha empeñado en cometer yerro tras yerro y ahora parece haber encontrado la fórmula para no resolverlos, como correspondería, y pasa por inventar enemigos externos a quienes atacar y buscar que ello genere un efecto distractor.

Así, hemos escuchado a la primera vicepresidenta, Dina Boluarte, y al titular de Justicia, Aníbal Torres, arremeter, en uno de los dos casos agraviantemente, contra la prensa, acusándola de distraer al país de los asuntos importantes y de centrarse en menesteres de menor relevancia.

Como si la cercanía de Sendero Luminoso al gobierno (Bellido, Maraví, etc.), la incompetencia de varios ministros y funcionarios públicos, la radicalidad obtusa de Vladimir Cerrón, el silencio dubitativo del Presidente, etc., fueran, primero, asuntos menores, y, segundo, inventados por los medios de comunicación.

Es necesario advertir la eventualidad de que estemos ante los primeros pasos de una estrategia de gobierno destinada a recuperar alguna popularidad aplicando la estrategia de la confrontación autoritaria. Ya se ha hecho así en otros países de la misma órbita. La prensa, los grupos de poder y el Congreso opositor han sido las instituciones elegidas para armar un muñeco conspirativo que, ese sí, distraiga a la población de los reales problemas políticos que el país afronta por obra y gracia del propio gobierno.

Hay que estar alertas y mostrar unidad. Así como se exige a la oposición congresal democrática que se muestre coordinada, así como los gremios empresariales deben salir de su modorra y activar sus alarmas respecto de los despropósitos económicos del gobierno, la prensa en su conjunto debe entender que frente a una amenaza autoritaria debe mantener la más férrea unidad, sin distingo ideológico o afán competitivo.

La ideología del gobierno, ese indigesto guiso de maoísmo castillista y leninismo cerronista, alberga en su seno evidentes gérmenes autoritarios que ante las primeras frustraciones gubernativas -que ya deben estar sintiendo-, aflorarán y harán que se elija frentes de batalla artificiales para disimular la propia mediocridad.

No vienen tiempos fáciles para la democracia peruana. Lamentablemente, el pueblo se equivocó al elegir a su gobernante y lo hizo por alguien no solo ideológicamente descaminado sino además personalmente incapacitado para gobernar con relativa eficacia.

Son los costos de la democracia y hay que asumirlos hasta donde sea posible, pero lo que no debe ser admitido bajo ningún concepto es que a causa del paulatino descrédito en el que viene cayendo el régimen, pretenda desplegar psicosociales arremetiendo contra libertades fundamentales, como la de prensa, piedra de toque de una democracia que se precie de funcional.

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Una reciente encuesta de opinión pública nacional publicada por CPI a comienzos de esta semana sugiere que el turbulento comienzo del Presidente Castillo parece seguir una trayectoria relativamente similar a la de gobiernos anteriores, aunque partiendo de una base bastante menor. La aprobación del Presidente sube a 44%, del 40% registrado en agosto, con su desaprobación también en 44%. Esos números pueden sonar sorprendentemente altos considerando las circunstancias, pero deben ser puestos en contexto histórico: tanto los Presidentes Humala como Kuczynzki también experimentaron crecidas en su aprobación en el setiembre siguiente a su juramentación, posteriormente al otorgamiento de confianza a sus primeros gabinetes – sólo que ambos superaban entonces el 60%, muy por encima del nivel de aprobación del Presidente Castillo. 

Igual, el incremento de la aprobación presidencial en medio de un mes donde salió a la luz evidencia adicional de vínculos entre integrantes del Gabinete y el MOVADEF, así como de afinidad con las ideas de Sendero Luminoso, ha sorprendido – y desolado – a muchos. La expectativa era ver reflejado un rechazo más contundente al Gobierno en función de estas revelaciones. No ha sido el caso.

La razón de ello es sencilla: a esta altura, el electorado ya está perfectamente al tanto de la cercanía de este Gobierno a personas e ideas de la esfera de influencia de Sendero Luminoso. Las revelaciones periodísticas sobre el tema han sido abundantes y constantes desde la campaña de segunda vuelta. Nuevas denuncias harán poco por cambiar la percepción sobre la importancia de las mismas, por más difícil que nos resulte entender que no despierten para la mitad del electorado la misma repulsión y sentido de urgencia que nos genera a los que pululamos por twitter consumiendo noticias políticas a diario, repitiendo hasta el cansancio, sin mayor evidencia que nuestra propia exasperación que “este Gobierno es insostenible” y que “así no va a durar”. 

Hay quienes ven en esto evidencia de que la estrategia del Gabinete  de posicionar el conflicto entre el Gobierno y la oposición como una extensión de las tensiones entre Lima y “el Perú profundo”, entre el establishment y “el Pueblo”, ha tenido éxito y que el apoyo al Gobierno se ha tornado fundamentalmente identitario.   No estoy de acuerdo con esa impresión – al menos, no en la dimensión que se sugiere. 

Más bien, creo que buena parte de dicha aprobación obedece a votantes que ven a este Gobierno como a cualquier otro que lo haya precedido, como un gobierno nuevo ordinario, normal, y al que por ende están dispuestos a concederle – por ahora – el mismo apático optimismo que les mostraron a Humala y a Kuczynski en sus primeros días. El razonamiento es bastante simple: ¿qué alternativa hay más que darle una oportunidad a un gobierno que recién empieza? 

Estos son electores que no tienen tiempo ni interés para andar pendientes de cada reportaje periodístico sobre los vínculos del Gobierno con lo que para ellos constituyen fantasmas del pasado, y que están más avocados a lidiar con los problemas de su vida diaria. Ellos juzgarán al Gobierno en función de que tan competente se muestre en atender sus prioridades, que la encuesta muestra con claridad: reactivar la economía, poner bajo control la inflación y normalizar la vida cotidiana conforme amaina la Pandemia (el ejemplo más concreto de ello es el pedido de asegurar un retorno seguro a las clases).

En dicho sentido, el Gobierno haría bien en no malinterpretar la aprobación que mantiene: esta constituye un llamado al Gobierno a ponerse a trabajar, ya mismo. Ciertamente no es un endoso a agendas de cambios estructurales bruscos que más bien entorpezcan la recuperación económica. Ya es sabido lo impaciente que puede llegar a ser el electorado Peruano con sus autoridades cuando percibe que estas no están poniendo la atención en sus problemas. El rápido colapso de la aprobación de los últimos tres Gobiernos electos – que partieron con niveles de aprobación mucho mayores – resulta más que ilustrativo del destino que le espera al actual si no está a la altura de las expectativas de la población.

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