El exministro de Defensa del gobierno de Dina Boluarte, Jorge Chávez Cresta, a pesar de contar con una orden de impedimento de acercamiento emitida por su expareja, Tamara Gutiérrez, ingresó este viernes por la tarde a la vivienda que compartían y, un grupo de ‘matones’, violentó a Gutiérrez hasta sacarla del domicilio.

Entre patadas, puñetes y jalones de cabello. Fueron solo algunas de las agresiones que recibió Gutierrez antes de ser sacada de su domicilio mientras Chavez Cresta se encontraba detrás de este grupo. 

Gutierrez seguía residiendo en el domicilio que compartió con el exministro a la espera de una resolución favorable con respecto a la vivienda

“La policía estuvo presente y no hizo nada”, fueron las palabras de Gutiérrez, quien conversó con nosotros minutos después de ser agredida. La expareja de Chavez Cresta se encontraba en la calle con un tono lloroso y asustada después de haber sido golpeada en diferentes partes del cuerpo. Alegaba que hasta habían matado a las mascotas que tiene en su vivienda, ya que al cierre de este informe todavía no tenía acceso al domicilio. 

Tamara Gutiérrez grabó minutos después a las agresoras quienes entraron con Chávez Cresta a su domicilio

Chavez Cresta y Gutierrez compartieron una relación de varios años hasta que el exministro de Dina Boluarte abandonó el domicilio que compartían en abril del año pasado. “Compartimos vivienda hasta el mes de abril del 2024 que el señor abandonó el hogar después de propinarme una golpiza”, menciona Gutierrez.

No serían las primeras agresiones:

Gutiérrez denuncia que personas inescrupulosas se han estado acercando a su vivienda días antes del desalojo y alega que fueron mandados por el hermano del exministro, Mario Chavez Cresta. En el video que nos hicieron llegar, se visualiza a una persona ajena a la denunciante cerca al domicilio que compartían Chavez Cresta y Gutierrez en Chorrillos.

Gutiérrez graba a quien presuntamente estuvo merodeando su vivienda días antes del desalojo

Además, ha recibido amenazas desde su celular por números desconocidos. Todo esto ocurre días antes del desalojo. 

Benjamín Zevallos 

Mensaje recibido desde su celular a inicios de año

“El señor Chávez Cresta se niega a firmar el documento y tomar conocimiento de las medidas”, menciona Gutierrez mientras recuerda la denuncia que realizó contra el exministro por violencia.

Benjamín Zevallos

Orden de medidas de protección a favor de Tamara Gutierrez

Nos comunicamos con  el Ministerio de la Mujer, pero lamentablemente no tuvimos respuesta alguna o una solución certera para este tipo de casos. Al cierre de este informe, Tamara Gutierrez sigue fuera del inmueble y con el temor de que su vida se vea afectada o expuesta a personas inescrupulosas. Nos menciona que ha vuelto a ser agredida por estos matones mientras se conduce a la comisaría más cercana del distrito de Chorrillos.

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Jorge Chávez, Mario Chavez, Tamara Gutierrez

El proceso disciplinario a Jorge Torres Saravia sufrió un insólito revés por responsabilidad de la jefa del Departamento de Recursos Humanos del Congreso. Sudaca ha revisado su historial y encontró más de una irregularidad en sus antecedentes laborales.

El escándalo por la presunta red de prostitución instalada en el Congreso continúa dando que hablar y no precisamente porque los responsables de esta nueva y grave mancha en la historia del parlamento estén por quedar expuestos y recibir las sanciones que ameritan tras la difusión de un caso que incluso ha trascendido fronteras.

Este jueves se ha conocido que Jorge Torres Saravia, el exjefe de la Oficina Legal y Constitucional y principal implicado, estaría siendo blindado en el informe de la comisión del Congreso encargada del caso por razones que han dejado a más de uno sorprendido e invitan a que aumente la desconfianza con respecto a lo que ocurre detrás de los muros de la sede del Legislativo. 

Según publicó el medio La República, el proceso disciplinario a Torres Saravia no podría continuar debido a que  «carece de una clara y concreta descripción de las conductas imputadas que supuestamente están calificadas como faltas» y, además, “no existe indagación preliminar alguna, pues únicamente se recurre a un reportaje periodístico para sustentar materialmente el acto de inicio». 

Cristian Rebosio 

Estos argumentos que se detallaron en el informe final de la comisión tendrían como responsable a un nombre en particular: Haidy Janette Figueroa Valdez, quien es la jefa del Departamento de Recursos Humanos del Congreso. Acorde a lo señalado por una de las integrantes de la comisión, el área que encabeza Figueroa Valdez debía brindar la información necesaria. Sin embargo, lo único que aportaron fue el informe periodístico del programa de Beto Ortiz.

Sudaca ha revisado el historial de Haidy Janette Figueroa Valdez y ha encontrado que no es la primera vez que la responsable del área de Recursos Humanos del Congreso comete errores y, además,  tampoco es la primera vez que su puesto está bajo la lupa.

LA HISTORIA NO AYUDA

El escándalo que involucra al Congreso no es el primero que llevó a que el trabajo de Haidy Janette Figueroa Valdez sea cuestionado. En 2021, un proceso disciplinario que la encontró como protagonista y también ocupando el cargo de subgerente de recursos humanos derivó en una sanción.

Por aquella época, más precisamente en el mes de marzo, Figueroa Valdez se encontraba a cargo de la subgerencia de recursos humanos en el Gobierno Regional de La Libertad y la gerencia de administración había resuelto iniciar un proceso administrativo disciplinario contra la actual jefa del departamento de Recursos Humanos del Congreso.

Alegando que se habrían registrado irregularidades en un procedimiento de selección de licitación pública por la “Contratación de suministro de bienes adquisición de bolsa de alimentos para servidores del Decreto Legislativo 276”, la gerencia mencionada señalaba a Figueroa Valdez como la presunta responsable.

Cristian Rebosio 

Sin embargo, un detalle a tener en cuenta era que Haidy Janette Figueroa Valdez estaba ocupando el cargo de subgerente de recursos humanos, el cual se considera como el órgano sancionador, por lo que correspondía que comunique que debía abstenerse y que se encargue a la gerencia general u otro la responsabilidad de atender el proceso administrativo disciplinario.

Cristian Rebosio

Pese a que Figueroa contaba con dos días hábiles para comunicar la causal de abstención, la subgerente de recursos humanos recién lo hizo casi cuatro meses después de haber recibido el informe de este caso. Esto no es un dato menor debido a que esta demora llevó a que transcurra más de un año de la apertura del proceso administrativo disciplinario y, por lo tanto, procedió su prescripción.

Cristian Rebosio 

La ex subgerente de recursos humanos minimizó los hechos alegando que se declararía “no ha lugar” el pedido de sanción. No obstante, en la resolución revisada por Sudaca se señala que esa decisión le correspondía al órgano sancionador, algo que no ocurrió debido a que Figueroa no procedió de la manera que correspondía pese a que, por el cargo que ocupaba, debía saber cuáles eran los paseos a seguir.

Cristian Rebosio 

OTRA MANCHA EN EL HISTORIAL

El historial de Haidy Janette Figueroa Valdez también cuenta con un grave cuestionamiento que data del año 2015. En una publicación del diario Correo se informa sobre el impactante descubrimiento hecho por la Contraloría General de la República en el Gobierno Regional de La Libertad y la Municipalidad Provincial de Trujillo.

Según informó el medio, la Contraloría detectó por lo menos noventa funcionarios que no cumplían con los requisitos establecidos para calificar como aptos para desempeñarse en los cargos que por esa época ostentaban tanto en el gobierno regional como en la municipalidad.

Cristian Rebosio

En esta extensa lista de funcionarios figuraba el nombre de Haidy Janette Figueroa Valdez y se explicaba que, por aquel entonces, no contaba con el título necesario para ocupar el cargo de subgerente de recursos humanos. Acorde a lo que la propia Figueroa Valdez expone en su hoja de vida, en 2015 sólo era licenciada en psicología y recién para el año 2023 obtuvo diplomados en Administración de Recursos Humanos y Administración y Gestión Pública.

Cristian Rebosio

Pero hubo otro dato en aquella noticia que llama la atención teniendo en cuenta los recientes sucesos. Quien se desempeñaba como gobernador de La Libertad, y por lo tanto como superior de Haidy Figueroa, cuando encontraron que ella y los otros funcionarios ocupaban puestos sin cumplir con las exigencias correspondientes, era Manuel Llempén Coronel, un político que integraba las filas de Alianza para el Progreso. 

Cristian Rebosio 

Cabe señalar que tanto Haidy Janette Figueroa Valdez como Jorge Torres Saravia tienen vínculos estrechos con esta agrupación política. Mientras que Figueroa Valdez ha sido tesorera del partido político de César Acuña, Torres Saravia fue asesor de un congresista de APP y, anteriormente, ocupó una jefatura en el Gobierno Regional de La Libertad cuando estaba bajo la administración de Alianza para el Progreso. 

Estos antecedentes y vínculos políticos hoy llevan a que exista una sospecha más que válida con respecto a si detrás del proceder de la jefa del Departamento de Recursos Humanos existe algo más que una obstrucción involuntaria al proceso disciplinario contra Torres Saravia que, por ahora, ha sido blindado.

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app, Congreso, Jorge Torres Saravia

Hay algunos ilusos que soslayan el peligro de que el Perú siga la ruta de Venezuela si asciende al poder un izquierdista radical. Creen que aún si triunfara un candidato de esas canteras el caudaloso río capitalista -formal e informal- que el país tiene, contendrá arrestos de ese tipo.

Nada más fácil que tumbarse a la democracia y al modelo económico. En una sociedad tan corrupta como la peruana, ya se ha visto lo sencillo que es cooptar a parlamentarios de cualquier bancada para fines cercanos a los del Ejecutivo. Quien estrenó el modelo de compra de votos por obras públicas fue Kuczynski y desde allí lo han seguido hasta imberbes como Pedro Castillo, quien, tonto como parecía, constituyó a los “Niños” y se fue haciendo de a pocos de una mayoría congresal.

Con ello, se podría llegar a tener los votos suficientes para aprobar una reforma constitucional que permita convocar a una Asamblea Constituyente y allí sí, chau al modelo económico, el viejo sueño de las izquierdas peruanas, miopes a los beneficios de una economía de mercado y la posibilidad de mantenerla incólume y a la par desplegar un programa izquierdista.

En términos políticos no es complicado conseguir la anuencia de los poderes públicos y las instituciones tutelares. Con un Ministerio Público y un Poder Judicial tan preñados de corrupción -salvo honrosas excepciones-, cualquier gobierno que se lo proponga las puede controlar (siempre será bueno resaltar la valentía de Patricia Benavides en la caída de Pedro Castillo luego de su intentona golpista).

Y lo mismo sucede con las fuerzas armadas y policiales. Lamentablemente, el honor no se divisa en ambas, y si bien fue decisivo el pronunciamiento del Comando Conjunto para sellar la suerte del golpista Castillo, no está demás recordar que se demoraron horas en pronunciarse, cuando lo correcto hubiera sido una manifestación instantánea que no dejara al país en vilo respecto de la eventualidad de que prosperase el golpe castillista. Dudas hubo y vaya uno a saber por qué.

Con prebendas, manejo del VRAEM, compras militares y otras granujerías, es relativamente fácil hacerse del apoyo institucional de las fuerzas uniformadas y si ello se logra, cualquier arresto autoritario se podrá desplegar sin cortapisas.

El riesgo autoritario y estatista es alto y sería bueno que así lo vea la clase política que aspira a reconstituir una democracia liberal.

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Crisis de venezuela, Venezuela

Este caso se extiende a la alcaldía de Santa Anita, después de un informe publicado por Hildebrandt en sus Trece, que sigue siendo un escenario de tensión y violencia, donde amenazas y asesinatos parecen estar vinculados al negocio de la recolección de basura. Un año y medio después del asesinato del teniente alcalde John Valverde, las mafias locales han puesto en la mira a Ruth Cuno Chura, la actual teniente alcaldesa, quien podría asumir el cargo si se concreta la vacancia del alcalde Olimpio Alegría.

Cuno fue víctima de una amenaza verbal mientras regresaba a casa. Un desconocido le gritó desde un vehículo, advirtiéndole que cesara con sus acciones relacionadas con la vacancia del alcalde. La regidora, quien no denunció la amenaza, pensó que el incidente no tendría mayores repercusiones. Sin embargo, seis días después, la situación empeoró.

A la medianoche, un grupo de personas prendió fuego en la puerta de su casa, dejando un sobre con tres balas y una nota que le advertía: «Sigue con la vacancia y te pasará lo mismo que a John». Cuno, visiblemente afectada, explicó que el móvil de las amenazas está relacionado con el proceso de vacancia que enfrenta el alcalde, quien es señalado por presuntas irregularidades en su gestión, especialmente por la contratación de su exasesor de campaña en el municipio.

A pesar de no saber quién está detrás de estas amenazas, Cuno está convencida de que todo está vinculado a la disputa por el negocio de la recolección de residuos en el distrito. En la investigación sobre el asesinato de Valverde, que aún no ha logrado esclarecerse, se apunta a la existencia de una mafia relacionada con este negocio, que opera en varios distritos de Lima.

La empresa encargada de la recolección de basura en Santa Anita, Industrias Argüelles, de quien hemos hablado en diferentes informes de Sudaca, ha sido señalada como un punto clave en este entramado de intereses. El contrato de la empresa vence este año, y los regidores de la municipalidad, entre ellos Cuno, habían solicitado su rescisión. Sin embargo, el alcalde se negó a revisar estos contratos, lo que generó fricciones con su propio concejo municipal.

Vecinos de Santa Anita, que pidieron mantener su anonimato por temor a represalias, sostienen que las amenazas contra Cuno están vinculadas a la negativa de la gestión municipal a ceder a los intereses de las mafias que controlan el negocio de la basura.

El caso se complica aún más con las denuncias de corrupción dentro del concejo. Limber Bustamante, impulsor del proceso de vacancia contra el alcalde, reveló que recibió amenazas directas de parte de un desconocido que le advirtió sobre las consecuencias de continuar con la solicitud. En respuesta, el alcalde defiende su gestión, argumentando que no cometió ninguna irregularidad al contratar a su exasesor.

En el contexto de Santa Anita, la violencia no es un hecho aislado. En abril del año pasado, el líder de la banda «Los Gallegos de Santa» fue detenido por su vinculación con el sicariato y el tráfico de terrenos, además de extorsionar a pequeños comerciantes y mototaxistas. La regidora Jacqueline Beatriz Barzola, también involucrada en el caso, está actualmente detenida por presuntos vínculos con esta banda.

Ruth Cuno, por su parte, insiste en que su lucha no es contra el alcalde, sino por hacer cumplir la ley, a pesar de las amenazas constantes. «Lo que quiero es llegar hasta las últimas consecuencias porque de por medio está mi vida. Temo por mi familia», concluye la regidora, quien continúa desempeñando su labor en medio de un clima de violencia y corrupción que sacude la alcaldía de Santa Anita.

Santiago Guardamino, un defensor de los derechos territoriales en la comunidad de Quipán, fue asesinado el 20 de marzo de 2024, justo horas antes de presentar su testimonio ante el Ministerio Público. Su trabajo se centraba en denunciar irregularidades relacionadas con la empresa Industrias Argüelles, que está implicada en la apropiación fraudulenta de 10,000 hectáreas de tierras comunales. Este acto delictivo habría involucrado falsificación de documentos y sobornos a funcionarios públicos.

Guardamino había recibido amenazas en varias ocasiones, especialmente por su activismo en contra de la empresa, que se sospecha opera en complicidad con altos funcionarios. Su asesinato, considerado premeditado, ha dejado a su familia —una viuda y dos hijos— en busca de justicia, mientras las investigaciones continúan.

El Ministerio Público, a través de la Primera Fiscalía Corporativa Penal de Magdalena del Mar, ha iniciado una investigación preliminar sobre presuntos delitos relacionados con el manejo de residuos sólidos en el Proyecto Ecológico Sanitario Kurumi. La denuncia fue presentada por Santiago Edgar Guardamino Gonzales, presidente de la comunidad campesina de Quispán, e involucra a varios funcionarios del Ministerio del Ambiente (MINAM) y de la Dirección Regional de Salud de Lima (DIRESA-Lima).

Los funcionarios, incluidos Nancy Chauca y Elizabeth Ochoa, son acusados de actuar en contubernio para desviar el proceso de evaluación del Estudio de Impacto Ambiental (EIA). Se alega que el Gobierno Regional de Lima emitió una resolución administrativa sin la debida competencia, afectando la correcta tramitación del EIA.

La Fiscalía ha comenzado a recolectar pruebas y documentos, y se investiga la posible comisión de delitos por incumplimiento de normativas ambientales y el otorgamiento ilegal de derechos, que podrían acarrear sanciones penales para los involucrados. Este caso resalta la necesidad de transparencia y legalidad en la gestión ambiental y la importancia de proteger el medio ambiente en el desarrollo sostenible del país.

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Arguelles, Basura, Guardamino, Santa Anita

Esta semana el Congreso aprobó el proyecto de ley que restituye el permiso a las empresas privadas para financiar partidos políticos. Después del caso Lava Jato, esta ley se había prohibido. Pero hoy, el Congreso no sólo la ha restituido, sino que le ha hecho cambios de oscuro manejo como casi duplicar el monto de financiamiento que podía ser donado al partido en la ley anterior. Y más bien, sobre los fondos del Estado, ha establecido que estos pueden ser utilizados para costear la defensa legal del partido cuando sea necesaria (¡con la cantidad de congresistas y partidos políticos denunciados!).

Cuando este proyecto, ya en manos de la presidenta, sea promulgado, habrá establecido que los partidos podrán convertirse en importantes centros de inversión privada. De esta manera, Perú se suma a la tendencia continental encabezada por Estados Unidos, de dejar la presidencia en manos de empresarios, reforzando un indiscutible orden oligárquico que se pensó había sido superado, pero que retornó a controlar gobiernos y parlamentos de muchísimos países del mundo entero. Un giro de tuerca más a nuestro sistema de representación política.

La última Constitución peruana vigente, a la que el Congreso retorna la firma de Alberto Fujimori (como si su historial de muerte y corrupción fuera motivo de orgullo), ya había afectado el carácter de los partidos políticos del país. En los últimos veinte años, los partidos se convirtieron en espacios alquilados por distintos grupos, líderes de sectores económicos informales e ilegales de todas las regiones, con ansias de controlar y producir una legislación que los proteja y favorezca. Sin embargo, la presidencia aún conservaba cierta referencia simbólica e ideológica de mayor trascendencia: Keiko Fujimori o Hernando de Soto, Verónica Mendoza o Ollanta Humalaparecían ser representantes de un proyecto compartido con un buen sector de la población. Incluso Pedro Castillo, a pesar de ser una figura que no se veía con la formación profesional necesaria para gobernar, tuvo un poder simbólico tan importante que ganó las elecciones. Quizá César Acuña pueda considerarse el primer empresario candidato que abiertamente representaba un sector económico informal; pero si parecía ser su prioridad conseguir congresistas más que ser presidente de la República, hoy las reglas de juego han cambiado.

Quedó en el siglo pasado el modelo con el que se fundaron los principales partidos peruanos: el Partido Socialista, el Aprista, Acción Popular. Iniciativas provocadas por jóvenes profesionales, docentes, intelectuales, trabajadorespara mejorar el país. Las agrupaciones actuales, que manipulan la información y la publicidad para triunfar en las elecciones, no necesitan afiliados. Sólo votos para dedicarse a disminuir la legislación regulatoria y protectora de la población y nuestros ecosistemas, abriendo la cancha al empresario y consiguiendo que el Congreso peruano se parezca más a una cámara de comercio que a la generadora de la legislación que rige un país.

Este desplazamiento de la gestión estatal hacia los intereses de los empresarios es un proceso que se está dando en diversos países de la región: Argentina, Estados Unidos o El Salvador cuentan con presidentes que se han propuesto la reducción del Estado con énfasis en la desregulación de las inversiones privadas y las acciones empresariales, sobre todo cuando se tratan de proyectos extractivistas, sea minería, gas o petróleo. Desde esta perspectiva, vemos que desde la mirada empresarial, la presidencia otorga un control del territorio y la cesión de este a los intereses más atractivos para el gobernante. En el caso de presidentes como Donald Trump, que tiene a su cargo no solo un país, sino también un gran número de convenientes territorios en las diversas regiones del mundo que están bajo su control, desde antes de ocupar formalmente el cargo, ya anuncia apropiarse de Canadá, cambiar el nombre del Golfo de México por otro Americano,  adueñarse de Groenlandia y pedir que le devuelvan el canal de Panamá. Una mirada apetitosa, tras grandes extensiones ricas en petróleo y minería.

Sumada la libertad que Marc Zuckerberg ha añadido a las únicas redes que aún regulaban la información agresiva, falsa y distorsionada, con esta nueva ley, las elecciones que nos esperan el 2026 pondrán en escena un carnaval de mentiras e intereses económicos que debemos prepararnos a enfrentar.

 

La gran pregunta que la centroderecha y la centroizquierda se deben formular es cómo lograr enfrentar a los candidatos radicales disruptivos -tanto de izquierda como de derecha- que abrevan de la altísima irritación ciudadana y que, con seguridad, serán protagonistas en la disputa electoral del 2026.

¿Hay un margen para que la moderación alcance un grado de representación electoral importante? Sí lo hay. Percibo cierto hastío respecto de los discursos maniqueos y es probable que pueda aparecer un escenario electoral donde candidatos moderados se impongan.

Pero para ello deberán cumplir algunos requisitos. Primero, aglutinar fuerzas, lo que pasa o por firmar alianzas o por convocar a personalidades plurales tanto en las planchas presidenciales como en las listas congresales. Quizás esto último sea más viable dada la reticencia ya manifestada por firmar pactos entre agrupaciones diversas.

Segundo, desplegar un arsenal programático de primer orden, un plan de gobierno seriamente preparado y que ofrezca soluciones bien explicadas y claras sobre aspectos claves de la coyuntura actual (por ejemplo, será inviable un candidato que no asegure tener la capacidad y las ideas para derrotar el flagelo de la inseguridad ciudadana).

Tercero, una hiperestricta revisión de los antecedentes políticos y penales de los candidatos que incorporen a sus listas presidenciales o parlamentarias. Es tal el grado de lumpenización de la política peruana (acabamos de ver una denuncia contra un congresista por violación sexual), que la gente no tolera el más mínimo atisbo de sombras morales en quienes los quieran representar. Ello se va a apreciar con inusitada beligerancia en la campaña venidera. Si los partidos no quieren que los reciban a botellazos en las plazas públicas, no podrán albergar en sus equipos a personajes cuestionados o con antecedentes sospechosos.

Hay espacio para que posturas moderadas tengan cabida, en medio de la batahola de una polarización que acusa de fascistas a cualquier candidato de derecha, así sea liberal, o de comunista a cualquiera que hable de derechos humanos y democracia (Sagasti es un comunista para la DBA y Rafael Belaunde un fascista para la izquierda radical). Es imperativo que hagan la tarea y le eviten al país el abismo de la radicalidad autoritaria.

[El dedo en la llaga] «Quiero confirmarte que el Comité de Reparaciones no te consideró una persona con derecho a recibir una compensación financiera dentro del programa, más allá de asegurar que tu acceso a servicios profesionales para tu salud esté disponible de manera continua. Sé que ya cuentas con el servicio de salud en Alemania. Como sea, esto es una seguridad adicional para ti».

Con estas palabras, en un e-mail del 9 de noviembre de 2016 escrito originalmente en inglés, Ian Elliott —experto contratado por el Sodalicio para lavarle la cara a la institución— me comunicaba que no tenía derecho a ninguna reparación y que, por tanto, no se me consideraba oficialmente víctima del Sodalicio.

El 31 de enero de 2017, Alessandro Moroni —entonces Superior General del Sodalicio— me confirmaba esto en un e-mail, añadiendo algunas explicaciones:

«En el testimonio que nos hiciste llegar relataste un episodio que también has descrito por medios de alcance público y que, según los informes que nos hizo llegar la Comisión, también les relataste a ellos. Eso fue encomendado entonces al investigador profesional asignado para estos casos, y en su informe indica que no encontró evidencias para afirmar la verosimilitud de este caso.

Según refirió el Sr. Elliott, en la entrevista que tuvo contigo no fue relatado ningún episodio específico, sino más bien una serie de opiniones sobre tu experiencia en general, y también sobre las cosas que consideras que están o han estado mal en el SCV y deben cambiar. El Sr. Elliott presentó su evaluación a los demás miembros del comité de reparaciones, en el cual él mismo participa. La conclusión unánime fue que, según los criterios establecidos en un comienzo, no correspondía una reparación en el marco de este programa de asistencia».

Moroni admitió que conocían mi testimonio, pero según se deduce de lo que me dice, Ian Elliott, en una muestra de su incompetencia, no lo habría conocido o no lo habría tenido en cuenta en su informe. Allí se describen, entre otras cosas, abusos psicológicos que me llevarían a pasar mis últimos meses en una comunidad sodálite del balneario de San Bartolo (unos 50 km al sur de Lima) con pensamientos suicidas, entre diciembre de 1992 y julio de 1993.

El episodio presuntamente inverosímil al que se refiere Moroni es aquel cuando Jaime Baertl, antes de ser ordenado sacerdote y siendo mi consejero espiritual, me ordenó desnudarme, colocarme detrás de una silla enorme y simular que me la follaba. Yo tenía entonces 16 años de edad.

Baertl nunca ha negado públicamente que ese hecho ocurriera ni tampoco me ha solicitado que me rectifique para no dañar el honor que cree tener, aun cuando mi testimonio al respecto es de conocimiento público, y yo mismo he descrito al detalle el lugar en que ocurrió, las circunstancias y el contexto, los cuales pueden ser corroborados por otros testigos. Además, se ha tener en cuenta que no fui el único al que su consejero espiritual le solicitó que se desnudara.

Sin embargo, Baertl siempre ha negado el hecho ante varias instancias. Lo hizo ante la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación, convocada por el mismo Sodalicio. Lo hizo el 8 de julio de 2016 ante funcionarios del Ministerio Público. Lo hizo en carta notarial del 24 de octubre de 2024 a la Nunciatura Apostólica en el Perú. ¿Por qué esto último? Porque el hecho descrito, considerado verosímil por la Misión Especial conformada por Mons. Charles Scicluna y Mons Jordi Bertomeu, fue uno de los motivos mencionados —entre otros— en un comunicado del 23 de octubre para justificar la expulsión de Baertl del Sodalicio de Vida Cristiana.

Recalco que se trata de un hecho del que no existen pruebas en sentido judicial, pero cuya verosimilitud es irrefutable ante la cantidad de datos y detalles que he proporcionado al respecto. Y respecto al cual seguiré afirmando que efectivamente sucedió, pues la memoria no me falla.

Aún así, que los expertos contratados por el Sodalicio descartaran este hecho de mi testimonio no anulaba los demás abusos relatados por mí, los cuales dejaron más huellas y cicatrices en mi psique que ese otro incidente que fue reprimido en el desván de mi memoria durante décadas. Lo cierto es que, para proteger a Jaime Baertl —el hombre más poderoso de la institución desde las sombras, tras la renuncia de Figari al cargo de Superior General en el año 2010—, se me negó toda reparación y se desconoció mi status como víctima del Sodalicio.

Tras conocerse la expulsión del Sodalicio de su fundador Luis Fernando Figari mediante decreto vaticano del 9 de agosto de 2024, en la página web de la institución fueron publicadas unas aclaraciones, donde se decía: «Desde el primer momento en que tomó conocimiento de personas que habían sido víctimas de abuso por parte de algunos de sus miembros o exmiembros, el Sodalicio buscó la mejor manera posible de salir a su encuentro y ofrecer un camino de acogida, escucha y reconciliación». Evidentemente se trataba de una mentira, pues eso no ocurrió ni en mi caso ni en el de muchos otros. Y aquellos a los que se les concedió una reparación pecuniaria, tuvieron que firmar acuerdos extrajudiciales con cláusulas de confidencialidad que los obligaban a mantener en silencio el monto de las reparaciones, los motivos —entiéndase abusos— por las cuales se hacían acreedores a ellas, los nombres de los abusadores, tal como se desprende del texto de uno de estos acuerdos:

«El señor [Fulano de Tal] y el SCV se obligan a mantener absoluta reserva y confidencialidad sobre las conversaciones y negociaciones sostenidas para arribar a esta transacción, sobre el contenido del presente acuerdo, incluyendo los montos indemnizatorios comprendidos (asistencia e indemnización), los hechos que lo motivan y las personas involucradas en ellos.

La obligación de confidencialidad antes descrita alcanza a los representantes, asesores u otras personas que hayan intervenido o participado, colaborado o asesorado a cada una de las partes para la suscripción de la presente transacción. El incumplimiento de esta obligación de confidencialidad por parte de alguna de ellas hará responsable a la parte con la que se vincula.

El incumplimiento del deber de confidencialidad, ya sea directamente o por alguno de sus representantes, asesores o colaboradores, habilitará a la otra parte a reclamar la indemnización correspondiente».

Sin muchas esperanzas, el 16 de agosto de 2024 envié una solicitud por correo electrónico —la única vía dispuesta a estos efectos por el Sodalicio— a la Oficina de Escucha y Asistencia. En realidad, sólo esperaba confirmar lo que había ocurrido en el pasado: que a las víctimas se les llenaba de promesas, para al final dejarlas en la estacada.

Sin embargo, esta vez ocurrió algo distinto. La Sra. Silvia Matuk, encargada de la oficina y de mal recuerdo para muchos, esta vez se comportó correctamente e hizo sus esfuerzos para que mi solicitud llegara a buen puerto, lo cual le agradezco de corazón. 

A fin de asegurar la buena marcha del proceso, compartí algunos de los correos electrónicos de la Sra. Matuk y también los míos con algunas personas de confianza, hasta que la misma Sra. Matuk me advirtió que en todo el proceso se debía guardar confidencialidad. Le di la razón en lo que a ella correspondía, pero no en lo que a mí me tocaba, mediante un e-mail del 5 de septiembre de 2024:

«Según lo que hemos conversado ayer por teléfono respecto a su solicitud de que no comparta los mensajes que usted me envía por correo electrónico, le doy la razón, aun cuando un proceso de reparación tiene carácter público porque responde a una exigencia de justicia que tiene consecuencias sobre otros casos similares. Y quiero insistirle sobre este punto: no se trata de un asunto privado entre el Sodalicio de Vida Cristiana y yo, sino de una materia que atañe a todas las víctimas que no han sido debidamente reparadas por la institución.

Sobre la condición de confidencialidad que debería acompañar todo el proceso, eso la obliga a usted como profesional que recibe información de las personas afectadas que recurren a usted, pero esa condición no se le puede imponer a una víctima de abusos, ni siquiera durante el proceso, pues en este caso ese silencio sólo sirve para proteger a la institución o persona abusadora y deja desprotegida a la víctima. Esto mismo lo confirma el Papa Francisco en su carta apostólica “Vos estis lux mundi” (25 de marzo de 2023), donde dice que “al que presenta un informe, a la persona que afirma haber sido ofendida y a los testigos no se les puede imponer alguna obligación de guardar silencio con respecto al contenido del mismo”.

Respecto a su reputación como profesional, no es mi deseo opacarla, pero tampoco es mi deber defenderla, pues eso le corresponde a usted. Será buena si hace lo correcto y cumple con las tareas que le han sido asignadas en consonancia con la justicia debida a las víctimas. Será mala si, al contrario, decide proteger honras no merecidas en perjuicio de las víctimas que buscan acceder a la justicia desde hace tiempo.

El deber de hacer justicia y reparar a las víctimas que tiene el Sodalicio de Vida Cristiana, si bien no está estipulado de manera vinculante en ninguna norma jurídica de la Iglesia católica, sí constituye una obligación moral, tal como lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica:

“1459 Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto.

2487 Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado. Cuando es imposible reparar un daño públicamente, es preciso hacerlo en secreto; si el que ha sufrido un perjuicio no puede ser indemnizado directamente, es preciso darle satisfacción moralmente, en nombre de la caridad. Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia”.

En vistas de lo anterior, quiero resaltar que la justicia y reparación que supuestamente ofrece el Sodalicio de Vida Cristiana no deben estar sujetas a ninguna condición que se le pretenda imponer a la víctima, como, por ejemplo, el guardar silencio sobre los hechos luctuosos incluidos en su denuncia y sobre cómo va el proceso de reparación. La Iglesia católica lo prohíbe en sus procesos canónicos y, por analogía, se entiende que también está prohibido en procesos análogos iniciados por instituciones aprobadas por la Iglesia católica.

Por todo lo dicho, respetaré su deseo de no compartir los mensajes que me envíe, pero no me pida que guarde silencio en lo demás. Vistos los antecedentes del Sodalicio en casos similares, sería una inmoralidad mantenerse callado».

Tras un intercambio de mensajes, a fin de aclarar algunos puntos de la reparación, se me envió un acuerdo extrajudicial, que firmé el 1° de noviembre de 2024 en el Consulado General del Perú en Frankfurt —a efectos de legalización de la firma del documento— y envié a Lima por correo certificado. A diferencia de los leoninos acuerdos extrajudiciales del pasado, éste no contenía ninguna cláusula de confidencialidad. El monto ofrecido fue transferido a mi cuenta bancaria el 6 de diciembre de 2024. Si bien este monto era algo superior a lo que recibieron otras víctimas, no llega a compensar todos los daños sufridos que tuvieron consecuencias dolorosas en mi vida y un alto costo personal, hasta el día de hoy. Más importante para mí era su significado simbólico. Tras haber sido reconocido como víctima por la Comisión de Ética para la Justicia y la Reconciliación en febrero de 2016, el Sodalicio me negó durante ochos años ese status y se negó a reparar el daño producido, entre los cuales puedo mencionar el socavamiento de mis vínculos familiares: con mi madre, con mi ex-mujer, con mi hermano Erwin, que siguió en el Sodalicio y terminó expulsado por haber sido cómplice de las fechorías de la institución.

Si a alguien tengo que agradecer por esta reparación es a la Sra. Silvia Matuk, que hizo lo posible dentro de sus limitaciones y capacidades, y que fue la única persona con la cual tuve comunicación directa, sirviendo de mediadora en este asunto. También recibí algunas cartas impersonales firmadas por José David Correa, actual Superior General del Sodalicio. Y si bien, refiriéndose a experiencias dolorosas en el tiempo en que viví en comunidades sodálites, manifiesta «un sincero pedido de perdón por todos los sufrimientos que todo ello te ha generado, como también por las demoras, deficiencias o insuficiencias que puedan haber ocurrido en la atención que en diversos momentos se te haya dispensado», en ningún momento hizo el amago de querer comunicarse personalmente conmigo. Ni tampoco reconoció problemas objetivos configuradores de una cultura de abuso en la institución, ni mucho menos la verosimilitud de mi relato sobre el abuso sexual cometido en mi perjuicio por Jaime Baertl.

Es moneda corriente que instituciones de la Iglesia comiencen a pagar reparaciones postergadas cuando se encuentran entre la espada y la pared. El Sodalicio no parece ser le excepción. ¿Hay que estar agradecidos cuando uno recibe, tras años de angustiosa espera, lo que le corresponde en justicia? Como dice Gonzalo Valderrama, un sodálite con vocación matrimonial de las primeras generaciones: «Hoy aparecen varios que recibieron inmensos beneficios para ellos, sus hijos, o parientes, y a pesar de todo ello, muerden la mano que con mucho cariño fue extendida para ayudar a solucionar problemas y emergencias». Sabemos a quiénes se refiere. Incluso quienes siguen vinculados al Sodalicio y expresan críticas legítimas a la institución han sido descritos como aquellos que muerden la mano que les da de comer. No hay expresión más clara de lo que se considera ser leal al Sodalicio: ser fiel como un perro. Quién recibe una reparación del Sodalicio y quien recibe una remuneración por servicios prestados, recibe lo que en derecho le corresponde, no un favor. Y quien critica a aquel que lo remunera, está en todo su derecho. Pero para los amantes del Sodalicio las personas vinculadas a la institución deben ser eso: como perros que deben estar siempre agradecidos al amo.

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Abusos, Iglesia católica, reparaciones, sodalicio de vida cristiana

[La columna deca(n)dente] En el Perú, la falta de participación política de los jóvenes se presenta frecuentemente como un síntoma de apatía generacional. Sin embargo, esta conclusión simplista ignora una realidad más compleja: no es que los jóvenes hayan renunciado a la política, sino que han rechazado un modelo institucional que consideran obsoleto y desconectado de sus realidades. Tres factores explican esta desconexión: la desconfianza hacia las instituciones, la percepción de despolitización y una visión restrictiva del campo político. 

Es importante señalar que esta interpretación es una aproximación hipotética que busca comprender las dinámicas actuales de los jóvenes frente a la política en el país. Si bien no se puede generalizar, las prácticas observadas reflejan tendencias preocupantes que demandan un análisis profundo y multidimensional. 

En primer lugar, la política institucionalizada enfrenta una crisis de legitimidad entre los jóvenes. Es común que ellos expresen desconfianza, indiferencia e incluso aburrimiento hacia los partidos políticos. Este descontento no es gratuito; responde a décadas de corrupción, ineficiencia y promesas incumplidas que han alejado a la política de las preocupaciones cotidianas de las nuevas generaciones. Para los jóvenes, la democracia no solo es incapaz de resolver sus problemas, sino que parece diseñada para ignorarlos. Esta percepción de inutilidad se alimenta de experiencias acumuladas de desilusión. Los jóvenes no se sienten representados ni escuchados, y perciben las decisiones políticas como procesos ajenos que no reflejan sus intereses. En este contexto, la desconfianza no solo es un síntoma, sino también un diagnóstico que exige una profunda transformación de la política institucional.

En segundo lugar, a menudo se asume que los jóvenes son apáticos y están despolitizados. Aunque muchos se definen como «no politizados», sus acciones cuentan otra historia. Participan en formas de activismo, voluntariado y protestas, aunque no reconozcan estas actividades como políticas. Este fenómeno refleja una desconexión con las formas tradicionales de participación, no con la política en sí. Los jóvenes siguen comprometidos con las causas que les importan: justicia social, igualdad de género, cambio climático, entre otras. Sin embargo, lo hacen desde espacios y lenguajes que consideran más auténticos y efectivos, lejos de la burocracia y el formalismo partidario.

En tercer lugar, el problema de fondo radica en una concepción restrictiva de la política, que la limita a los procesos institucionales y electorales. Este enfoque excluyente ignora formas alternativas de participación que han ganado relevancia entre los jóvenes, como el activismo digital, las redes comunitarias y las iniciativas autogestionadas. Las redes sociales han transformado la participación política juvenil al ofrecer espacios para visibilizar problemáticas y organizar movimientos, pero también fomentan dinámicas que priorizan salidas individuales sobre esfuerzos colectivos. Si bien plataformas como X, antes Twitter, o Instagram permiten amplificar voces y conectar con comunidades afines, sus algoritmos tienden a reforzar la gratificación instantánea, desincentivando la participación en procesos políticos estructurados, como partidos políticos o elecciones. 

Este fenómeno plantea el desafío de combinar las redes sociales con acciones colectivas que vayan más allá de lo personal. Si se usan bien, las redes sociales pueden ser herramientas para educar políticamente, crear alianzas y organizar actividades. Así, se puede conectar el activismo juvenil en línea con acciones más inclusivas y duraderas que ayuden a cambiar el sistema político. Ver solo estas formas de participación como poco importantes no solo desanima a los jóvenes, sino que también desprecia sus esfuerzos por cambiar la sociedad desde fuera de los métodos tradicionales. Reconocer y valorar estas formas de participación es clave.  

Finalmente, la desconexión juvenil no implica un rechazo a la política en su esencia, sino una demanda de transformación. Los jóvenes exigen un sistema democrático transparente, participativo y que se ajuste a sus preocupaciones reales. Para ello, es crucial ampliar el concepto de política, reconocer sus diversas formas de participación y reconstruir la confianza en las instituciones y los partidos mediante acciones concretas y responsables. Lejos de ser indiferentes, los jóvenes están profundamente comprometidos con el cambio. El verdadero desafío no es persuadirlos para que participen, sino ofrecerles partidos políticos democráticos, innovadores y coherentes tanto en sus discursos como en sus prácticas, que merezcan genuinamente su confianza y energía. Si se atiende adecuadamente este llamado, no solo se renovará la política en el país, sino que se fortalecerá con una generación que tiene mucho que aportar.

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Democracia, Jóvenes, Participación Política, Partidos políticos

Por más que a la izquierda le parezca una majadería de los medios de comunicación peruanos que reiteradamente les inquieran su opinión valorativa de la dictadura de Maduro, es imprescindible que la prensa local incida en ello, porque va a servir de prueba ácida de la real convicción democrática de los candidatos de ese segmento del espectro ideológico.

Este viernes seguramente Maduro se entronizará como dictador. Edmundo Gonzáles será hecho prisionero si pisa territorio venezolano, y, salvo que haya una insurrección miliar endógena o una movilización popular masiva y contundente, tendremos dictadura venezolana por buen tiempo.

Frente a ello, la izquierda peruana suele esquivar el tema de un pronunciamiento respecto de si lo que acontece en Venezuela es un proceso dictatorial o no, o sobre cómo debe actuar la diplomacia peruana al respecto (felizmente, el gobierno peruano acaba de reconocer a Gonzáles como ganador de las elecciones venezolanas y, por ende, legítimo gobernante, luego de un paréntesis de soslayo después del paso del excanciller Gonzáles Olaechea, quien la tenía muy clara al respecto).

Candidato que se muestre renuente a señalar a Maduro como un dictador, es un peligro democrático (como lo es, también, respecto de Cuba y NIcaragua, con quienes nuestra izquierda también se muestra contemplativa). Quiere decir que sus convicciones respecto de la democracia formal y representativa son endebles y que de llegar al poder será capaz de recorrer el camino de Venezuela, de ir destruyendo la democracia desde adentro y luego entronizarse en el poder, dejando de lado las “pelotudeces” democráticas, como con sinceridad que se agradece expresó el congresista Guillermo Bermejo.

Ya suficiente daño ha sufrido nuestra democracia gracias a los legicidios del Congreso actual, como para que del 2026 en adelante sobrevenga un gobierno que explícitamente se proponga demoler la raída institucionalidad democrática que sobreviva a los arrestos legislativos. Se juega mucho el país el 2026, no solo en materia económica -con una izquierda que se quiere traer abajo el modelo que tantos éxitos ha tenido- sino, sobre todo, en materia política, porque el triunfo de la izquierda radical puede significar el final de la democracia peruana y el tránsito hacia las rutas que en la región ha seguido Cuba, Nicaragua o Venezuela. Hace bien la prensa peruana, por ello, en insistir en exigirle a los candidatos de izquierda que se pronuncien claramente al respecto.

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