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[Agenda País]En esta nueva estadía en Lima, he tenido la oportunidad de conversar con varios amigos, empresarios algunos, profesionales otros, todos exitosos en sus respectivos campos. Pero para mi sorpresa, en vez de estar expectantes ante el nuevo proceso electoral que se avecina, todos han mostrado una desazón, una decepción y un desinterés, que prácticamente no les importa quien gane las elecciones porque ya tendríamos el país perdido. Y esto no solamente pasa por el entorno político.

Si bien las cifras macroeconómicas están mostrando señales de recuperación con una perspectiva de más del 4% del PBI para este 2025, los problemas fundamentales, y principalmente la informalidad, continúan sin tener ningún horizonte de resolución. Es más, los formales se han adaptado al mercado informal, e incluso el ilegal, atrayéndolos como socios-proveedores y “formalizando” sus operaciones para que entren en los canales regulares.

Los empresarios y los emprendedores debido a su resiliencia y creatividad, son los que han venido sosteniendo este país, formal o informalmente, ante años de desidia e incompetencia de los gobiernos nacionales y regionales. Recordemos que 80% de la inversión en el Perú es de origen local ( el otro 20% proviene del exterior ) y de ese 80%, el 80% es inversión privada, Es decir, 64% de la inversión en el Perú es privada y nacional, por lo tanto, el principal motor de la economía.

Aún en situaciones difíciles, como en la época del terrorismo, la crisis internacional del 2008/2009 y la pandemia del Covid, el empresariado y la ciudadanía habían mostrado optimismo en el futuro, pero ahora, las cosas han cambiado.

Vemos diariamente que los problemas históricos continúan. Se caen los puentes, las pistas son un desastre, construimos un aeropuerto de primer nivel y nos olvidamos de hacer los accesos, el sicariato y la extorsión campean descontroladamente, los servicios de salud siguen siendo deficientes y lo peor de todo, con un desdén hacia los enfermos que linda con la crueldad.

Y a todos estos problemas, cuya lista queda ampliamente corta, se ha sumado el desmadre institucional que los distintos grupos de interés, que algunos llaman mafias, azuzan diariamente a través de medios y políticos afines, asolapados analistas “independientes” y aquellas ONG’s que se están quedando sin financiamiento externo. Pero esto no queda acá.

El Ministerio Publico, sumamente diligente para unos, extremadamente negligente para otros, inicia indagaciones a Fuerza Popular por una denuncia individual de supuestas prácticas antidemocráticas, un día después de convocadas las elecciones generales del 2026. Una raya más a este tigre altamente politizado que allanó la casa del entonces ministro del interior Santiváñez, por un supuesto abuso de autoridad. Excesos fiscales.

Pero claro, el gobierno tampoco ha ayudado a llevar la fiesta en paz. Desde los vaivenes plásticos de la Presidenta y su falta de transparencia, los relojes lujosos reflejo de vanidades en un país con 40% de pobreza y la pechada a los otros poderes del estado, solamente han agregado más leña al fuego de la intolerancia y el desorden.

Esperemos que la acertada anticipación en convocar a elecciones generales del 2026 por la Presidenta Boluarte, genere otro ánimo en los líderes de todos los poderes del estado y que puedan trabajar juntos en este período que ya es de transición. En estos 16 meses que le faltan a este gobierno, solo queda asegurar la transparencia del proceso electoral en un ambiente de relativa paz institucional, mejorar la seguridad ciudadana y continuar en la lucha contra la pobreza multidimensional.

No perdamos la esperanza. El Perú y nuestra gente somos gente de bien. Depende de nosotros.

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[Agenda País] Ante la mirada atónita de los congresistas Fernando Rospigliosi y Luis Aragón, presidente y vicepresidente de la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso de la República respectivamente, el jefe de la ONPE, Piero Corvetto, mostró lo que serían las cédulas de votación para las elecciones generales del 2026.

Porque ya no será una, sino dos cédulas, cual sábanas de más de medio metro que albergarán en una, la plancha presidencial, senadores por distrito único y parlamentarios andinos, y en la otra, a diputados y senadores de distrito múltiple.

Imaginémonos el día de la elección. Si ya ahora el elector se demora varios minutos en la cabina para ejercer su voto, ni pensar en el tiempo que le dedicará a descifrar el contenido de cada una de las cédulas, ubicar en cada una de las 5 votaciones al partido político de su elección, marcar el cuadradito y poner el número preferencial de su candidato favorito entre los más de 10,000 que postularán tanto al parlamento andino como a diputados y senadores por distrito electoral y nacional. 

Un sin sentido. Ya la palabra absurdo queda pequeña, insignificante, inocua, ante la barbaridad que “mentes brillantes”, “sabios en temas electorales” y congresistas movidos por intereses, han parido en este aborto electoral.

Pero echar la culpa no nos lleva a nada sino a hincarnos el hígado (al igual que Pedro Francke cuando ve pasar un raudo Ferrari) y ver, inertes, el sancochado burdelesco al que asistiremos el 12 de abril de 2026.

Aún hay tiempo, muy poco, para que el congreso pueda sacar una norma que ayude en la simplificación de la elección, tiempo que la presidenta Boluarte tiene en sus manos como Cronos, Dios del tiempo, ya que a partir de la convocatoria a elecciones generales 2026, que necesariamente no puede pasar de este 12 de abril 2025, ya no podrán realizarse cambios a las normas electorales.

El congreso viene trabajando algunas modificaciones como dar más tiempo a las alianzas electorales, reducir el momento del cierre del padrón electoral a 180 días antes de las elecciones y otros temas de relativa importancia, pero se está dejando de lado cómo enfrentar el hecho de tener dos sábanas de votación que lo único que hará es poner dudas sobre los resultados electorales.

Uno de los problemas es la multiplicidad de partidos políticos al relajarse el proceso de inscripción reduciendo el número de firmas a unas 25,000. Así, tenemos a la fecha 42 agrupaciones en el partidor, más otras 30 esperando ser aprobadas por el JNE antes de la convocatoria a elecciones. 

Una propuesta que está rondando es dar un beneficio a las alianzas electorales para incluso disminuir la valla electoral de 5% a 4%, lo que haría más viable, si el ego de los candidatos lo permite, a formar alianzas y reducir el número de alternativas. La otra llave la tiene la presidente Dina Boluarte ya que, si hoy convocara a elecciones, nos quedaríamos con 42 partidos políticos y no con los probables cincuenta y tantos de esperar un mes más.

La otra propuesta es definir un solo tipo de votación para el Senado, desde mi punto de vista, por distritos electorales múltiples.

Adicionalmente, se tendría que modificar la Ley n.° 32166, que faculta a los miembros de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional desplazados el día de los comicios a sufragar exclusivamente por las autoridades nacionales (plancha presidencial, senadores por distrito único y parlamentarios andinos), permitiéndoles votar también tanto por diputados como senadores por distritos electorales múltiples. 

Ya el daño está hecho, pero aún el congreso está a tiempo de mitigar los potenciales problemas en que este embarazo electoral puede terminar, para que el resultado pueda ser creíble y legítimo a los ojos del mundo y de nuestros ciudadanos.

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[Agenda País] Las elecciones presidenciales y parlamentarias del Ecuador que se realizaron el pasado 9 de febrero en su primera vuelta, arrojaron resultados sorpresivos que muy bien podrían aplicarse a las futuras elecciones en el Perú del 2026.

Con una diáspora de 16 candidatos, se esperaba que, en primera vuelta, el elector ecuatoriano dirigiera su voto por aquel candidato con el cual sentía una mayor identificación. Normalmente, el voto en la primera vuelta se caracteriza por su dispersión justamente porque se vota por la auténtica preferencia política y ya en segunda vuelta, la mayoría vota por el mal menor.

En la primera vuelta de las elecciones presidenciales del Perú en el 2021, Pedro Castillo salió victorioso con apenas 15.38% de los votos emitidos, seguido por Keiko Fujimori con 10.9%, Rafael Lopez-Aliaga con 9.55%, Hernando de Soto con 9.45%, Johnny Lescano con 7.37% y varios como Verónica Mendoza, Forsyth, Acuña y Urresti entre 4.6% y 6.4%. Es decir, un voto muy dividido.

En el Ecuador, los ciudadanos cambiaron su forma de votar. En vez de dirigir su voto a aquel candidato de su verdadera preferencia, optó por el voto estratégico dirigiéndose principalmente a dos candidatos : el actual presidente Daniel Noboa ( 44.16%) y la candidata del correísmo, Luisa Gonzales ( 43.99% ) configurando un empate técnico donde ambos candidatos agruparon más del 88% de los votos. Muy lejos quedó Leonidas Iza con poco más de 5% y luego Andrea Gonzales con un escaso 2.69%. 

¿Para qué votar por mi candidato en primera vuelta si no va a salir?, habrá reflexionado el elector ecuatoriano.

Esta característica también se reflejó en el voto parlamentario donde la asamblea está compuesta por 151 asambleístas, dejando al partido de gobierno con 66 escaños y a la oposición correísta con 67. Aunque ninguno obtuvo la mayoría absoluta de 76, ambos tendrán que coquetear con Leandro Iza que obtuvo 9 y/o el Partido Social Cristiano con 5 para obtener una mayoría para gobernar, y hasta probablemente aglutinar también, a las otras 3 agrupaciones que poseen 4 escaños.

El Perú se enfrenta en el 2026 a una elección presidencial con un potencial de 50 candidatos, 3 veces más de los que compitieron en las recientes elecciones ecuatorianas. ¿Se podría dar el mismo efecto del voto útil o voto estratégico?

Recordemos que en el Perú se pueden publicar encuestas hasta una semana antes de las elecciones y es muy posible, que, en el desarrollo de las mismas, veamos una dispersión del voto 3 o 4 meses antes de las elecciones y a medida que nos acerquemos al 12 de abril de 2026, ese mismo voto vaya dirigiéndose al candidato útil. Sí, aquel que puede representar mejor a la derecha conservadora, aquella que se erige como la líder de la izquierda y/o aquel que pueda encarnar el amplio espectro de la derecha liberal.

Aunque no vislumbro un escenario bipartidista como el ecuatoriano, es altamente posible que más del 80% de los votos se concentre en 3 o 4 candidatos y que de esta manera tengamos un parlamento con no más de 6 bancadas. Así, de 50 partidos políticos solo quedarían 6, salvo que hayan tenido la inteligencia y el desprendimiento de ir en alianzas electorales para evitar la defenestración de sus inscripciones como organizaciones políticas.

Esperemos que esta experiencia ecuatoriana haga reflexionar a nuestros dirigentes políticos y precandidatos presidenciales en la necesidad de formar consensos que lleven a alianzas electorales, no solamente para la elección presidencial sino también para la parlamentaria. 

Un escenario sin alianzas o lo que puede ser peor, alianzas para el voto presidencial y cada partido independiente para el voto parlamentario, sería un desastre para el futuro de nuestro país.

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