¡Santiago, los Evangelios por tierra! Al igual que Fray Vicente Valverde, en el episodio de la captura de Atahualpa en Cajamarca, apelar a sentimientos religiosos es extremadamente útil para arengar a las tropas. Honor y Gloria a nuestra Policía Nacional y Ejército Peruano, que como “inmaculados” cruzados, en una guerra santa y patriótica, cargan contra las fuerzas satánicas, encarnadas en los manifestantes. No hay tiempo para hacer distingos, para la Caverna, como para los antiguos anarquistas, no hay inocentes.          

Quien con nosotros no es, contra nosotros es. Si algún funcionario renuncia por motivos de conciencia, es un cobarde o un quintacolumnista, si la OEA, la ONU, la Unión Europea o cualquier otra instancia nacional o internacional, expresa preocupación por el número de manifestantes fallecidos, entonces, o no entienden la situación del Perú, o están manipulados por el castrochavismo. La línea divisoria está bien trazada en esta Isla del Gallo, de un lado, los que están con el modelo vigente, para ser prósperos y libres, del otro, los contestarios, para ser pobres y esclavos del comunismo del siglo XXI, no hay más alternativas.

Basten estos pocos ejemplos para reflexionar, y como suele decirse en situaciones como esta: todo parecido con la realidad es pura casualidad. Pero si alguien, por alguna razón, se siente aludido y preocupado por la situación, es bueno recordarle que aún hoy, siguen partiendo del Callao naves con destino a Panamá… y Miami.


*Fotografía perteneciente a tercero

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Asamble Constituyente, Nueva Constitución, Perú Libre

Posibles soluciones a la crisis actual

En democracias consolidadas, un recurso frecuente para enfrentar las crisis de cierta magnitud, es la convocatoria a elecciones generales al breve plazo, pues ellas, se erigen como la sola esperanza de que las cosas pueden mejorar, con nuevos actores y planteamientos políticos, permitiendo así, una salida pacífica a los conflictos. Desgraciadamente, como ha señalado Rosa María Palacios, nuestra representación nacional vive totalmente de espaldas a la realidad, y dedican todos sus esfuerzos a promover legislación que blinde al Congreso frente al ejecutivo. Nuestros parlamentarios abrigan la esperanza, no tan secreta, de permanecer en sus curules el mayor tiempo posible (inversión obliga) y establecer, además, las condiciones legales que permitan la reelección. No cabe duda de que los peruanos necesitamos a grandes patricios como ellos en nuestro Parlamento. Quizás Dina Boluarte tenga que tomar decisiones extremas (renuncia a la Presidencia) para liberarnos de semejante lastre y obligar a una inmediata convocatoria a Elecciones Generales, con o sin reformas. Mirko Lauer ha escrito, que acudir a elecciones sin reformas, nos conduciría a “opciones (que) parecen diseñadas en el laboratorio Castillo-Cerrón”.  Algunas veces, como en el caso del virus pandémico, nuestros peores problemas no son diseñados en laboratorio alguno, sino provienen de la naturaleza misma de las cosas. Inútil elaborar teorías conspirativas.

Las últimas encuestas muestran un aumento significativo de los peruanos que estarían de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Constituyente (69%). Es cierto que no se debe gobernar a base de encuestas y que, dada la seriedad y riesgos que implica elaborar un nuevo marco regulatorio de todo nuestro ordenamiento político, social, económico y jurídico, el asunto no debe tomarse a la ligera. En ese sentido, la Jefa de Estado, debería impulsar inmediatamente el llamado a una consulta popular no vinculante, con la finalidad de conocer la opinión del pueblo peruano sobre si hay o no necesidad de convocar tal Asamblea. Si bien no vinculante, dicha consulta permitirá, por una parte, calmar los ánimos, y por otra alinear a los actores políticos en una discusión fructífera de cara a las Elecciones Generales. De cualquier manera, como ha señalado Juan Carlos Tafur, el tema de la Constituyente será parte importantísima de la agenda electoral en el futuro inmediato y quienes pretendan soslayarlo, se encaminan a una estrepitosa derrota en las urnas.


*Fotografía perteneciente a terceros

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Asamblea Constituyente

El conflicto actual

Las violentas manifestaciones de las últimas semanas tienen, en Puno, un componente eminentemente étnico, con gran movilización de las poblaciones aymara y quechua, y un carácter exclusivamente político (para desesperación de muchos). Exigen la renuncia a la Presidencia de Dina Boluarte, el cierre del Congreso, la inmediata convocatoria a elecciones generales y el llamado a una Asamblea Constituyente. 

Ante este preocupante panorama de violencia y muerte, se han multiplicado los intentos por designar culpables: Evo Morales y su Runasur, el MOVADEF, la minería ilegal, la tala ilegal, el narcotráfico, los traficantes de personas, algunos parlamentarios de izquierda, en fin, un verdadero disparo a la bandada.  También se ha apelado, sin pudor, a los miedos de un país que ha perdido territorios en todas sus fronteras terrestres, agitando el espectro de una delirante anexión de Puno a Bolivia o de la creación de una fantasmagórica “República del Sur”, la que, en palabras de Mirko Lauer, no sería otra cosa que “un paisito sur-andino desgajado del Perú y manejado desde fuera por los aymara y otras etnias”. Siempre resulta más sencillo simplificar las cosas hasta el límite, para evitarse el arduo trabajo de investigar las verdaderas razones, que suelen ser demasiado complejas para las atribuladas mentes de nuestros políticos, además de poco útiles para sus ridículos espectáculos de cara a la galería.   

Los actuales sucesos violentos en Puno, parecen apuntar a lo que el exministro de Educación, Ricardo Cuenca, señaló hace varios años como el “apropiarse del tiempo”, esto es, la posibilidad de que un movimiento étnico ejerza poder para actuar colectivamente frente al Estado y otros grupos dominantes, buscando subvertir el orden social.

La campaña electoral 2020-2021 y los incesantes mensajes políticos del gobierno de Pedro Castillo, reavivaron los sentimientos de desigualdad social y marginación racial, no solo en Puno, sino en buena parte de nuestra población. La “Encuesta Nacional de Percepción de la Desigualdad en el Perú 2022”, señala que el 59% de los peruanos considera demasiado grande la desigualdad entre ricos y pobres, el 47% intolerable; que el 66% piensa que el país es gobernado por unos cuantos poderosos; que el 76% percibe desigualdad entre blancos y no blancos, el 30%, muy grave. No debe sorprender pues que el relato nacional e internacional, según el cual, la caída de Castillo fue motivada exclusivamente por su origen racial, provinciano y campesino haya calado hondo, con los resultados que tenemos a la vista.           

Los conflictos sociales con componente étnico, como el que enfrentamos actualmente en Puno, suelen ser intensos y de difícil solución, más aún si se centran sobre demandas políticas que el establishment juzga inaceptables, tales como la elaboración de una nueva Constitución. Queda por ver si las balas, los toques de queda, las prohibiciones de ingreso al país y algún diálogo sin verdaderas concesiones, serán suficientes para evitar que el polvorín étnico puneño le explote en la cara al modelo.


*Fotografía perteneciente a un tercero

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conflictos sociales

Los peruanos estamos hoy divididos en puntos de vista irreconciliables, tanto en lo que respecta a la identidad de los responsables de nuestra crisis actual (y siguiendo el planteamiento de Ost, de los enemigos a derrotar) como de las medidas a tomar para solucionarla. Políticos, juristas, economistas y periodistas, entre otros, machacan cada día sus argumentos en todos los espacios posibles, valiéndose de verdades, medias verdades e incluso flagrantes mentiras. La valoración que los ciudadanos hacemos de todo esto, depende de nuestro sentido de pertenencia social y de lo que Joshua Greene ha denominado, nuestra “tribu moral”. En efecto, aunque esto escandalice y perturbe a muchos, la neurociencia ha comprobado que los hechos sociales carecen de significados intrínsecos, más allá de los que nosotros queramos atribuirles, y que la “racionalidad” de nuestras opciones políticas, sufre de importantes sesgos, pues solemos sobrevalorar los argumentos que nos resultan más agradables. Lo que moralmente nos resulta intolerable en nuestros enemigos (la incompetencia y la corrupción, por ejemplo) nos resulta más soportable cuando se trata de personas o grupos con quienes nos identificamos. La realidad, es que los sentimientos anteceden a las razones, y el sentido de pertenencia (consciente o inconsciente) conduce a las justificaciones.  

¿Qué y quienes nos han llevado a esta crisis nacional? ¿Pedro Castillo y sus colaboradores, Keiko Fujimori, Vladimir Cerrón, Patricia Benavides, el comunismo, el neoliberalismo, el racismo, el narcotráfico, la Constitución del 93, la minería ilegal, los grandes medios de comunicación, los blanquitos de Lima, los indios de la Sierra, el centralismo, el secesionismo, Estados Unidos, Cuba? Cada uno de nosotros tiene, sin duda, sus responsables preferidos, entonces ¿cómo podemos llegar a a un mínimo entendimiento que nos permita rescatar a nuestro país del caos? Para empezar, deberíamos desactivar el clima emocional tóxico en el que vivimos actualmente, abandonar la demonización del adversario, así como de sus planteamientos, asumiendo la contingencia de nuestras preferencias políticas y morales y el hecho de que todas las opciones tienen derecho a participar en el diálogo y la negociación. Aunque incomode a muchos, ninguna Constitución ha descendido del Cielo y ningún modelo político o económico impera por mandato divino, ni fue generado por un conocimiento metafísico insondable. No debemos, de ninguna manera, menospreciar la importancia de los sentimientos de marginación e injusticia que se encuentran detrás de las movilizaciones sociales que vienen ocurriendo en nuestras regiones y pretender que todo es el resultado de la acción de agitadores profesionales y operadores foráneos. Frente a una clase política, que se muestra una y otra vez como ciega, incapaz y corrupta, nos corresponde a todos los ciudadanos del Perú participar activamente en la discusión y búsquedas de consensos. Terminaré esta nota sobre los sentimientos en política citando una vez más a César Luna Victoria: “Eso es lo que nos trae el Año Nuevo. No es malo en sí. Nos hará mejores si sabemos acercarnos. Que sea realmente un feliz año.”      

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Ciencias Políticas, movilizaciones
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