Opus Dei neoliberalismo

Opus Dei: Neoliberalismo y Derecha Autoritaria

“La visión del mundo de la Obra (Opus Dei) serviría de complemento moral del capitalismo moderno en los países católicos, principalmente de América Latina, en la medida que su imaginario religioso en torno al trabajo respalda y reproduce las orientaciones de valor de las clases dominantes de estas naciones.” – Marcia Gaymer

[CIUDADANO DE A PIE]

Y Dios creó el capitalismo

En su libro “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” de 1905, el sociólogo alemán Max Weber, señaló que el calvinismo, una de las principales confesiones de la Reforma protestante, favorecía la búsqueda racional del beneficio económico, no como el resultado de un simple afán de lucro, sino como la expresión de determinadas creencias religiosas. Para los calvinistas, la salvación o la condenación de cada ser humano, ha sido ya decidida de antemano por Dios desde tiempos pretéritos, y nada podrá cambiar esta “doble predestinación”. Si embargo, en esta misma lógica, se concibe que los bienaventurados elegidos por el Creador, deben poseer, durante su vida terrena, algún tipo de señal distintiva que los diferencie de los excluidos del favor divino. Esta señal no es otra que la riqueza obtenida mediante un trabajo duro y disciplinado, aplicado a aprovechar -como una obligación moral- todas las oportunidades de lucro concedidas por Dios. Weber califica esta idea religiosa, como uno de las causas del surgimiento del capitalismo en Occidente, así como la razón del mayor desarrollo económico de los países protestantes con respecto a los católicos. Con la implantación del neoliberalismo en los años 80, un grupo de teólogos católicos conservadores, entre los que destaca Michael Novak, vienen defendiendo la idea de que el capitalismo en su versión neoliberal, tiene un origen católico, y que la obtención del lucro no constituye una señal de predestinación salvífica, al estilo calvinista, sino más bien el resultado de una participación individual o empresarial corporativa, en la obra creativa de Dios, una actividad de “co-creación” en términos religiosos. Para estos teólogos, la encíclica “Centessimus Annus” de Juan Pablo II, permitió a la Iglesia Católica romper definitivamente con la interpretación progresista de la doctrina social de la Iglesia, encarnada en la Teología de la Liberación, y abrazar plenamente los postulados de la economía neoliberal de libre mercado, y esto a pesar de que dicha encíclica nunca señala al afán de lucro como la motivación dominante de la actividad empresarial. Esta teología, según el español Antoni Aguiló, es un fundamentalismo económico que instrumentaliza la religión, poniéndola al servicio de los intereses de los grandes poderes fácticos económicos y políticos, elevando la propiedad privada de los medios de producción, el libre mercado globalizado y la acumulación de riquezas, a una forma de vida cristiana. Autores, como la ya citada Bethany Moreton, https://sudaca.pe/noticia/opinion/jorge-velasquez-el-socialcristianismo-de-porky/ muestran que algunos de los planteamientos del OPUS DEI coinciden con esta corriente teológica y por tanto coadyuvarían a la consolidación y mantenimiento del neoliberalismo en América Latina. La socióloga chilena Marcia Gaymer escribe: “La visión del mundo de la Obra (Opus Dei) serviría de complemento moral del capitalismo moderno en los países católicos, principalmente de América Latina, en la medida que su imaginario religioso en torno al trabajo, respalda y reproduce las orientaciones de valor de las clases dominantes de estas naciones.” (La función ideológica del OPUS DEI: La legitimación de un orden social estratificado). ¿Cuáles podrían ser estas orientaciones de valor de las clases dominantes?

Legitimación de la dominación

El filósofo y ensayista italiano Diego Fusaro habla de un “estructuralismo desresponsabilizador” que pretende imponer la idea de que el actual sistema económico no ha sido producido por los seres humanos, y como consecuencia no puede ser superado mediante sus acciones, por lo que cualquier intento de transformación social resulta inútil. Los trabajadores se convierten en una masa amorfa de prestadores de fuerza de trabajo física y neuronal, mal remunerada, resignada y desprotegida, un “precariado” según Fusaro. La religión tiene la capacidad de orientar la acción -o la inacción- de las personas, a través de la formación de convicciones y motivaciones subjetivas capaces de asegurar la lealtad de los dominados, cumpliendo así un rol ideológico de legitimación de la dominación, gracias al cual los conflictos entre las clases sociales quedan larvados. Según Gaymer, el OPUS DEI cumple precisamente esta doble función, “orientando la acción y legitimando el dominio expresado tanto al interior del grupo como en su proyección hacia la sociedad.”

Inmovilismo social

La santificación mediante el trabajo dedicado en medio del mundo, es el pilar fundamental del pensamiento opusdeísta, su vocación, pero mientras que, en el capitalismo de origen calvinista, este trabajo produce la riqueza y el ascenso social deseados, en el pensamiento económico del OPUS DEI no es el caso. Existen diversas declaraciones y escritos de San Josemaría Escrivá, fundador de la Obra, en ese sentido, bástenos citar un ejemplo: “El espíritu del Opus Dei, en efecto, tiene como característica esencial el hecho de no sacar a nadie de su sitio, sino que lleva a que cada uno cumpla las tareas y deberes de su propio estado, de su misión en la Iglesia y en la sociedad civil, con la mayor perfección posible.” (Conversaciones). Para el OPUS DEI las diferencias sociales no solamente son naturales, sino éticas, y entre sus ocupaciones no habría lugar para discusiones sobre temas tales como la justicia social, la equidad o la redistribución de la riqueza, sino una implícita aceptación del status quo.

Educación elitista

Gaymer aborda el tema de la educación impartida en los establecimientos ligados al OPUS DEI y señala que su principal diferencia radica en el tipo de educación que imparten según la clase social de sus alumnos: de tipo profesional para las clases altas y de tipo técnico (por ejemplo, escuelas de formación de empleadas domésticas) para las clases desfavorecidas. Existiría además una transmisión selectiva de ciertos valores específicos de cada clase social, tendientes al mantenimiento y legitimación de las diferencias sociales.

Una mención particular, en el tema de la educación, merecen las escuelas de negocios de la Obra establecidas en Latinoamérica siguiendo el modelo de la Universidad de Navarra. Estas escuelas, que no han hecho ningún aporte significativo en teoría económica, se han centrado más bien en la formación en materia de gestión. En ellas, según Moreton, se viene formando un estrato social de economistas profesionales, expertos técnicos, burócratas y administradores en la esfera pública, en los negocios y las finanzas, con una ética profesional totalmente desligada de los temas sociales y con una notable afinidad por líderes autoritarios, como lo ha mostrado la historia del neoliberalismo en nuestro subcontinente. Dentro de este grupo, existiría un círculo aún más exclusivo, conformado por opusdeístas numerarios y supernumerarios que desempeñan un importantísimo papel en la expansión hegemónica de los principios morales, éticos, sociales y económicos de la Obra, gestores altamente eficaces que han seguido, y siguen un “plan de vida” -privaciones y automortificación incluidas- que les permite potenciar su disciplina y productividad. Esta es la verdadera guardia pretoriana del neoliberalismo latinoamericano, de una doctrina socialcristiana con una “opción preferencial por los ricos”, que se organiza en partidos de una derecha autoritaria caracterizada por la coherencia de sus planteamientos y sus íntimas relaciones con los poderes fácticos civiles y militares. A esta derecha, debe enfrentársele una izquierda moderna de profundas raíces democráticas, con probada solvencia moral y técnica, capaz de recoger y representar fielmente los intereses de las clases menos favorecidas. Una izquierda en suma que, en nuestro país, aún está por construirse.

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