El “socialcristianismo” de Porky

“La doctrina religiosa y la devoción han sido dos de los principales conductos para las ideas políticas y prácticas neoliberales, y la atención a estos dos elementos revela la dependencia de los mercados libres de formas más íntimas de falta de libertad.” - Bethany Moreton

Semanas atrás, el Alcalde de Lima, Rafael López-Aliaga Cazorla, ampliamente conocido con el sobrenombre de “Porky”, manifestó ante la prensa que Renovación Popular, la agrupación política que él lidera, es un partido socialcristiano, ampliamente inspirado en la doctrina social de la Iglesia Católica, y no ultraderechista, como lo había dejado entrever Keiko Fujimori en unas declaraciones previas. Para quienes recibimos una formación inspirada en los valores renovadores del Concilio Vaticano II y en la “opción preferencial por los pobres” señalada explícitamente por la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Puebla en 1979 -opción por cierto ya postulada desde los años 60 por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez- estas expresiones generaron en muchos de nosotros divertida extrañeza, seguida de una enorme interrogante acerca de la naturaleza del “socialcristianismo” evocado por López-Aliaga como su sustento ideológico. El muy reciente libro de Bethany Moreton, historiadora norteamericana del neoliberalismo, titulado “Entre Dios y el Capital. Opus Dei. Ideología y negocio”, de muy buenas ventas en España, puede ayudarnos a dar con la respuesta.

Un modelo económico con espíritu religioso                                    

Los tres decenios que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial fueron los años de un capitalismo esencialmente industrial, regulado por un Estado activamente involucrado en la redistribución de la riqueza, y que trajo prosperidad, bienestar y estabilidad al primer mundo. Sin embargo, ya tan temprano como 1947, un grupo de personalidades presididas por Friedrich von Hayek y Milton Friedman dieron nacimiento a la bien financiada “Sociedad Mont-Pèlerin”, núcleo del pensamiento neoliberal opuesto a cualquier tipo de regulación del mercado y a cualquier intervención del Estado que no fuera dirigida a la protección de los intereses del capital y la libre concurrencia. El libro de Moreton afirma que los padres del neoliberalismo deseaban que sus postulados fueran algo más que simples reglas económicas y buscaron, desde el inicio, crear lazos entre estos y la religión, bajo la premisa (según la autora) de que “la doctrina religiosa y la devoción han sido dos de los principales conductos para las ideas políticas y prácticas neoliberales, y la atención a estos dos elementos revela la dependencia de los mercados libres de formas más íntimas de falta de libertad.” O como el propio Hayek afirmó de manera tan directa: “No importa si las creencias son verdaderas o falsas. Lo que importa de verdad es que deberíamos obedecer a esas creencias. Yo no soy religioso, pero me doy cuenta de que la religión ha civilizado a las personas haciendo que obedezcan.” Margaret Thatcher lo tenía más claro aun cuando en 1981 declaró: “La economía es el método, pero el objetivo es cambiar el corazón y el alma”. En suma, una perfecta conjunción, nos atreveríamos a afirmar aquí, entre el “homo economicus” de Stuart Mill y el “homo religiosus” de Mircea Eliade, que asegure una creencia hegemónica en el neoliberalismo, como única forma posible y verdadera de existencia económica, y una obediencia ciudadana total a sus mandatos sin dudas ni murmuraciones.

El Evangelio de la prosperidad

Todo cristiano conoce la famosa sentencia de Jesús con motivo de su dialogo con el joven rico y virtuoso que deseaba alcanzar la vida eterna, pero que en último término no fue capaz de repartir su riqueza entre los pobres y seguirlo: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” (Mateo 19:23-24). Recurramos a Rafael Termes Carreró, quien fuera presidente de la Asociación Española de Banca y connotado miembro numerario del OPUS DEI, para proporcionarnos la interpretación auténtica de estos versículos, que muchos consideran una reprobación a la riqueza y los ricos: “La verdad es que la sana exégesis deja claro que el rico fustigado en el Evangelio no es el que posee bienes, sino el que se apega desordenadamente a ellos”. (Raíces cristianas de la economía de mercado). Dicha interpretación parece no tomar en cuenta otra frase de Jesús más explícita y categórica al respecto: “Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:24) o a la mucho más radical y lapidaria aún de Santiago: “Presten atención, ustedes los ricos: lloren y giman con angustia por todas las calamidades que les esperan. Su riqueza se está pudriendo, y su ropa fina son trapos carcomidos por polillas. Su oro y plata se han corroído. Las mismas riquezas con las que contaban les consumirán la carne como lo hace el fuego. El tesoro corroído que han amontonado testificará contra ustedes el día del juicio.” (Santiago 5:1-4). Por desgracia, los Evangelios suelen convertirse en una suerte de mangas de prestidigitador, de donde pueden extraerse todo tipo de justificaciones para muy diversas posiciones ideológicas ¡incluso las más antagónicas! Justo es mencionar que el propio Termes fue consciente de este hecho y agregó algunos párrafos después: “Unos pensarán que, en el orden del bien común, la economía de mercado es mejor que la intervenida por el Estado, y otros pensarán lo contrario, lo que nadie puede hacer es apelar a la doctrina de la Iglesia Católica para decir que la «solución cristiana» es la suya y para descalificar la otra, afirmando, sin más, que es incompatible con el cristianismo.” Loable humildad, y una menos loable subjetividad cuando, en oposición a las izquierdas creyentes y no creyentes, que definen al capitalismo como un sistema de producción inherentemente injusto y explotador, él afirma: “por capitalismo entendemos ni más ni menos que un sistema de organización social basado en la propiedad privada, incluso de los bienes de producción, que utiliza el mecanismo de los precios para la eficiente asignación de recursos, y en el que todas las personas, libremente responsables de su futuro, pueden decidir las actividades que desean emprender, asumiendo el riesgo del fracaso a cambio de la expectativa de poder disfrutar del beneficio si éste se produce.” Igualdad de oportunidades en su estado puro e ideal.

Ricos con conciencia tranquila

Arturo Fontaine Talavera, reconocido escritor chileno, refiriéndose a la estructura económica de su país a principios de este siglo -y tan contestada en la actualidad- afirmó que la misma era el resultado de un “idilio” entre las élites empresariales y grupos católicos conservadores que, como el Opus Dei, lejos de criticarlos por sus éxitos financieros, los celebran e impulsan a través de seminarios empresariales, retiros y jornadas de oración; más aún, los legitiman al amparo de una cierta ética católica aplicada a los negocios y la generación de riquezas, totalmente opuesta a una Teología de la Liberación que critica al mundo capitalista. Otro aspecto importante que explica este idilio, es el fuerte énfasis que el OPUS DEI hace sobre el papel de la familia, tan importante para las élites de Latinoamérica, en donde importantes bufetes legales y grandes empresas tienen un carácter eminentemente familiar. Así, el Opus Dei ha logrado generar importantes e influyentes vínculos en todos los países de nuestro subcontinente, especialmente en México y Chile, desarrollando una intensa actividad doctrinaria e intelectual que explica muchas de las características del neoliberalismo que se practica en estas tierras y de las cuales trataremos en una próxima nota.

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Rafael Lopez Aliaga, socialcristianismo

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