El triunfo del payasesco, pero disruptivo, Javier Milei, en las primarias argentinas de ayer, y la consolidación del macrismo como segunda fuerza (con Patricia Bullrich a la cabeza), deja en tercer lugar al peronismo (Sergio Massa) y alienta expectativas de que en las elecciones generales de octubre de este año, Argentina dé un vuelvo hacia la derecha y rompa el periodo largo izquierdista que estrenaron los Kirchner.
Y ojalá esta vez no le toque en suerte a la nación argentina un pasmado presidente como Mauricio Macri, quien arruinó la posibilidad de romper el statu quo estatista del rico país platense, que gracias al populismo y heterodoxia peronista se ha arruinado.
Se va a tener que cortar de un solo tajo la espiral inflacionaria y devaluatoria, y, sobre todo, se va a tener que romper el Estado asistencialista, causante de un déficit fiscal descomunal (más de la mitad de la población argentina recibe algún tipo de transferencia estatal de ayuda social y casi 4 millones son trabajadores estatales, ¡es de locos!).
Debe servir de ejemplo también para los candidatos liberales peruanos. No hay que irse con medias tintas en los planteamientos a desplegar. Los cambios radicales deben ser anunciados sin mesura ni templanza, que la población los va a recibir con beneplácito, harta del establishment mediocre que este gobierno también representa.
El Perú tiene infinitamente mejores fundamentos macroeconómicos que Argentina y por eso ha aguantado gobiernos mediocres en los últimos tiempos, pero igual necesita ser puesto de cabeza para romper la inercia del crecimiento mediano y aspirar a crecer a tasas por encima del 6% como nuestro potencial admite, única manera de aumentar el empleo y reducir la pobreza, además de construir un Estado inclusivo en aspectos básicos como la salud y educación públicas, la seguridad ciudadana o los servicios de justicia.
Si Argentina logra expectorar al peronismo de la Casa Rosada y logra una revolución liberal, que al cabo de poco tiempo dé frutos, servirá de faro iluminador para muchos otros países de la región, especialmente para el Perú, que de otro modo parece encaminarse, más bien, hacia lo contrario, hacia el triunfo reiterado de opciones de izquierda radicales el 2026, lo que sería una desgracia nacional.
