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Filosofía

Para Quiroz, el transbarroco actual de nuestra poesía es una reaparición de la tendencia barroquizante de las letras andinas desde el siglo XVII. Muchos de los poetas de la antología desarrollan una sensibilidad que parte del barroco de Indias, pero que se adapta a los ritmos de la vida contemporánea y recusa los excesos del conversacionalismo, esa tendencia a veces simplista que ha cundido y aún cunde en distintas tradiciones poéticas latinoamericanas.

Para referirnos a su última entrega poética, La mitad de un destello que nos devuelve (2022) Quiroz nos ofrece un conjunto de 33 textos los cuales destacan la movilidad, el tiempo y el espacio todo a través de los distintos tipos de sensibilidad. Escritos bajo la tendencia transbarroca de la que es adalid, en esos poemas encontramos numerosas innovaciones del lenguaje, con textos que fluyen como si los uniera un movimiento subterráneo que nos pone al borde del abismo, pues están dedicados a la memoria de un ser querido recientemente fallecido.

En fin, agotar la descripción de las innumerables publicaciones y actividades de Rubén Quiroz sería el cuento de nunca acabar. Que baste este saludo por su último libro y que los dioses de la inspiración lo sigan visitando con frecuencia. Es sin duda uno de los intelectuales peruanos más destacados de las últimas generaciones.

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escritores peruanos, Filosofía, intelectuales peruanos, Libro, Opino ergo sum, poesía, Rubén Quiroz Ávila, transbarroco

Heidegger considera que, aunque el pensamiento tecnológico era una posibilidad en la sociedad premoderna, no era ni el único, ni el modo dominante.  ¿Qué ha cambiado? Heidegger argumenta que lo que es distintivo de “encuadrar”, como una ordenación del destino, es que «expulsa cualquier otra posibilidad de “revelar» y que encubre la revelación como tal, dejándonos ciegos al hecho de que la tecnología es, en esencia, un “claro”.

La historia de la metafísica es equivalente a la historia de la filosofía occidental en la que se pasa por alto el Ser como tal, una historia que, para Heidegger, culmina en las fuerzas nihilistas[6] de la “voluntad de poder eternamente recurrente”[7] de Nietzsche.

La lógica totalizadora de la metafísica implica la visión de que hay una solo “claro” que constituye la realidad. Esto hace que el pensamiento sea insensible a la estructura fundamental del Ser, en la que cualquier “claro” particular está ontológicamente co-presente con la plenitud ininteligible de los “claros” alternativos, el misterio.

El “encuadre” podría considerarse como la ordenación del destino que establece a el “claro” tecnológico como la única imagen dominante, con exclusión de todas las demás. Por lo tanto, la tecnología es metafísica que se completa a sí misma.

El lenguaje de la metafísica, pensamiento tecnológico y calculador, es un lenguaje del que Heidegger creía no escapó completamente en “Ser y Tiempo”[8]. Lo que se necesita para pensar el “Ser” históricamente y en su despliegue esencial, es un tipo diferente de lenguaje filosófico, un lenguaje sugerido por el carácter poético de la “morada”[9].

Aunque Heidegger cree que ciertos poetas nos permiten vislumbrar el aspecto misterioso del Ser, su intención es establecer que el tipo de filosofía que se necesita es en sí misma poética.

La humanidad moderna (Occidental) se encuentra capturada por las garras (“encuadre”) del pensamiento tecnológico. Debido a esta promoción de la instrumentalidad como la forma fundamental del Ser, hemos perdido de vista cómo habitar poéticamente lo “cuádruple”[10], cómo salvaguardar lo “cuádruple” en su despliegue esencial, donde “cuádruple” es entendido como la «reunión» de la tierra, el cielo, los mortales y las divinidades.

Aunque Heidegger a menudo promovió una imagen romántica de una era pretecnológica habitada por campesinos dignos en contacto con la naturaleza, no creía que fuera posible para la humanidad moderna forjar un edén pastoral del cual la tecnología esté completamente ausente.

El camino a seguir, según Heidegger, no es acabar con la tecnología, sino habitarla de manera diferente. Transformar nuestro modo de “Ser” en uno en el que la tecnología esté ahí para que la disfrutemos y usemos, pero en la que la tecnología no sea nuestra única o fundamental forma de “revelar” el mundo.

[1] “claro” debe ser interpretada en el sentido de lugar con escasa vegetación dentro de un bosque.

[2] “Ser” debe ser entendido como existencia.

[3] “entidades” deben ser entendidas como seres

[4] “revelación” entendido como manifestación de una verdad secreta u oculta.

[5] “desvelamiento” entendido como la proyección de la esencia de algo.

[6] Nihilismo: Negación de todo principio religioso, político y social. Negación de un fundamento objetivo en el conocimiento y en la moral.

[7] “Voluntad de poder eternamente recurrente”: La principal fuerza impulsora en los seres humanos de acuerdo a Nietzsche.

[8] “Ser y Tiempo” es la obra principal de Heidegger, la cual fue publicada en 1927

[9] “morada” o “dwelling” en inglés, es un concepto que Heidegger utiliza para referirse a permanecer en un lugar, en paz.

[10] El “cuádruple” se refiere a la «reunión» de la tierra, el cielo, los mortales y las divinidades.

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Filosofía, Martin Heidegger

Pero el feto no tiene derecho a vivir, y en ese sentido el argumento de la realidad social del aborto se enriquece al complementarse con el de las capacidades cognitivas: El feto no tiene las capacidades cognitivas relevantes para que sus derechos compitan con los derechos de las mujeres que portan un feto. Esto lo tienen muy claro las millones de mujeres alrededor del mundo que abortan a pesar de los marcos legales de los lugares en los que viven. Ellas no se van a dejar persuadir con argumentos absurdos basados en la premisa injustificada del derecho a la vida de toda vida humana. Ya que las personas que se oponen al aborto no tienen buenos argumentos, es una realidad que las mujeres abortan y seguirán abortando, al punto que se trata de un problema de salud pública. Hagamos por lo tanto que el aborto sea legal para que sea seguro. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Aborto, Filosofía, primer trimestres, Religión

 

 

La noción de incapacidad moral permanente no debe ser entendida en términos éticos, sino psicológicos. Por lo tanto, en vez de ensayar interpretaciones descabelladas e incoherentes, harían bien los analistas en exigirle al Tribunal Constitucional que la defina en términos objetivos, por ejemplo, como la ausencia de facultades cognitivas para operar funcionalmente (estar en coma, etc.)

El análisis ético/filosófico no nos va a dar criterios objetivos, y por lo tanto va a dejar la puerta abierta para que el congreso abuse de la noción de vacancia, tal como lo ha venido haciendo desde el 2017 (o, más precisamente, desde el 2000).

En términos éticos, definamos como incapaz moral permanente a la persona que no tiene ni va a tener la capacidad de distinguir entre el bien y el mal (o, para los relativistas morales: una persona que no tiene ni va a tener la capacidad de emitir juicios acerca del bien y el mal). Voy a analizar tres de las perspectivas éticas más importantes para mostrar que ninguna nos da guías de acción para identificar si alguien en particular es incapaz moral permanente.

Según la ética de la virtud de Aristóteles, las personas que cometen acciones inmorales pueden caer en dos categorías. Por un lado, encontramos al vicioso, que es una persona a la que no le importa la distinción entre lo bueno y lo malo, y se guía simplemente por su placer inmediato (por ejemplo, se copia en un examen y solo siente placer por haber obtenido una buena nota). Por otro lado, encontramos al incontinente, es decir, alguien que sabe que lo que hace está mal pero no puede resistir la tentación de hacerlo (sabe que copiarse está mal, pero se deja seducir por el placer de obtener una buena nota, aunque experimente también remordimiento por no haber hecho lo que sabe que tenía que hacer). Bajo nuestra definición, el incontinente definitivamente no sería incapaz moral, y el vicioso no necesariamente, pues su rechazo a ocuparse del tema podría no deberse a una incapacidad. Y en principio, ninguno lo sería permanentemente.

Según la ética del deber, de Immanuel Kant, no es el contenido de la acción en sí lo que determina su moralidad, sino el estado mental del sujeto que actúa. Esto no significa que Kant haya sido un relativista moral. Al contrario, Kant pensaba que, en cierto sentido, nuestras percepciones morales son similares a nuestras percepciones matemáticas, pues, a pesar de ser privadas, son objetivas y universales, y no arbitrarias. Debido a que solo tenemos acceso a nuestras propias motivaciones internas, y no a las de las demás personas, en sentido estricto no podemos juzgar a los otros como morales o no, solo a nosotros mismos. En cuanto a nuestra discusión, es imposible bajo esta perspectiva juzgar si alguien es inmoral, mucho menos si es incapaz moral permanente.

La tercera perspectiva es el consecuencialismo de Jeremy Bentham y John Stuart Mill. Bajo el consecuencialismo, el contenido moral de una acción se decide de acuerdo a las consecuencias que genera. En el caso de Bentham y Mill, se trata específicamente del balance neto que se genera entre los agentes con intereses morales (que incluyen a cualquier ser capaz de experimentar placer y dolor: un pez, una gallina, una persona, tal vez en el futuro un robot). Crucialmente, para Mill no todos los placeres y dolores son equiparables: si doscientas personas deciden esclavizar a una porque la suma de sus placeres supera al dolor de la persona esclavizada, eso igual sería inmoral porque se estaría maximizando el tipo incorrecto de placer. En palabras de Mill: es mejor ser un ser humano insatisfecho que un chancho satisfecho, aunque el chancho sea incapaz de notar la diferencia. Bajo esta postura, solo aquellos seres incapaces de calcular las consecuencias de sus actos serían incapaces morales. Dependiendo de cómo se defina ‘calcular’, todos podríamos caer bajo esa categoría, lo cual la hace irrelevante para fines jurídicos o políticos.

La frase incapacidad moral permanente ha sido usada como excusa para justificar deseos políticos de corto plazo. Mientras se insista en interpretarla filosóficamente van a seguir habiendo debates interminables, pues la noción tiene diferentes contenidos dependiendo de la perspectiva filosófica que se adopte. Pretender llevar ese debate a la esfera pública sería contraproducente: lo más probable es que los implicados no busquen debatir sino adoptar la postura filosófica que justifique las decisiones políticas que han tomado de antemano, tal como ha venido sucediendo.

La dinámica de la discusión vacadora está llena de argumentos del tipo: “esto sí es muy grave y revela incapacidad moral permanente.”, ignorando de plano los matices que interponen las nociones de “incapacidad” y “permanente”: para Nuevo Perú la corrupción de PPK en el pasado no justificaba la vacancia, pero los Mamani-audios sí. Para APP y el fujimorismo haber mentido en el caso Richard Swing no ameritaba la vacancia de Vizcarra, pero los presuntos actos de corrupción cuando fue gobernador en Moquegua sí, y así sucesivamente.

La verdad es que no les interesa lo que dice la constitución. Si la constitución dijera que la vacancia solo se justifica por incapacidad moral pluscuamperfecta, los vacadores se apresurarían corriendo a decir que “esto sí es muy grave y revela incapacidad moral pluscuamperfecta”. Y si la constitución dijera que la vacancia solo se justifica por incapacidad moral waka-waka, los vacadores inmediatamente comenzarían a bailar el waka-waka.

 

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas.

 

 

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Filosofía, Pedro Castillo, Política

Anoche Canal N presentó un panel supuestamente conformado por expertos para discutir la situación del Perú respecto de la pandemia. Entre los invitados se encontraban el doctor Magno Santillana, quien, como reporta Salud con Lupa, es miembro del grupo anticientífico Organización Mundial para la Vida (OMV), que promueve el dióxido de cloro y está en contra de las vacunas. 

Darle tribuna a este señor es un error. Estamos en medio de una emergencia sanitaria, y difundir puntos de vista como los suyos contribuye a generar desinformación, y esto a su vez tiene consecuencias negativas directas. 

Cierto estilo de sociología filosófica mediocre ha hecho que la gente le tenga miedo a la palabra ‘verdad’, y ahora creen que lo correcto es decir que ‘todos tienen su verdad’. Este eslogan/cliché que inicialmente denotaba apertura de mente ha devenido en la bandera de los obstinados por excelencia: ya que yo tengo mi propia verdad, nada que tú me digas me va a hacer cambiar de opinión, y si yo creo que el dióxido de cloro funciona, pues ya está, funciona para mí.  

Un periodista serio no invita a un terraplanista a discutir con un astrónomo ‘para que el público saque sus propias conclusiones’. Si el periodista es serio, entonces a) tiene muy claro que la tierra no es plana, y b) invita a personas que puedan explicar por qué la tierra no es plana. No hay que tener miedo de decir que la tierra no es plana, así como no hay que tener miedo de decir que las vacunas funcionan. 

Ahora bien, frente a esto uno podría responder que no es que el periodista no creyera en las vacunas, sino que su razonamiento fue algo así como que la mejor manera de aclarar un mito es haciéndolo explícito: al invitar a una persona como Santillana se les da la oportunidad a los expertos de verdad de explicar con detalle por qué las ideas de Santillana no tienen sustento alguno. Es decir, la razón para invitar a Santillana sería exponer la precariedad de sus argumentos, y de esta manera ayudar a que las personas que fueron persuadidas por él rectifiquen su error. En ese sentido, Santillana sería un simple objeto pedagógico, un pallasín, un títere, una piñata cuyo único objetivo es estar ahí para ser demolido. 

Esto, lamentablemente, no funciona así. El señor Santillana no va a dejar nunca que lo traten como piñata, se va a defender y entonces va a intentar ensuciar la discusión con mentiras, o medias verdades, e interrupciones. 

¿Pero qué hacer entonces, si queremos ayudar a aclarar las confusiones del público? Es muy sencillo. El periodista mismo debe leer las tonterías de Santillana, resumirlas en preguntas concretas, y hacérselas él mismo a un científico serio, y no parar de preguntar hasta que no considere que las explicaciones han quedado claras para todos. No hay ningún problema en discutir ideas, por más absurdas o extravagantes que sean. Es más, dado que estas ideas son compartidas por un grupo significativo de la población, es en cierto modo un deber el ayudar a aclararlas. Pero lo que no se puede hacer es contribuir a que personas no calificadas o abiertamente mentirosas utilicen la señal abierta para difundir tonterías. 


* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. 

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Canal N, Filosofía, sociología

En su afán por resaltar la importancia del conocimiento científico, muchas personas presentan una imagen distorsionada de la ciencia. Hoy quiero hablar específicamente de la idea de que las ciencias se enfocan en describir hechos. Voy a discutir tres ejemplos que muestran claramente cómo las mejores explicaciones científicas de algunos fenómenos no se limitan a describir lo que ocurrió, sino también lo que no ocurrió. Esta información es una parte fundamental del conocimiento científico.

Ejemplo 1. Voy a un concierto y sin darme cuenta se me caen mis audífonos del bolsillo. Al día siguiente voy al lugar del concierto, ya vacío, pero aún sucio, y encuentro mis audífonos destrozados. ¿Por qué están destrozados? Primera explicación: había mucha gente en el concierto saltando y las probabilidades de que alguien los pise eran altísimas, entonces alguien los pisó. Segunda explicación: la persona X saltó una altura H1, y chocó con la persona Y1, la cual desvió a X en un ángulo A1, luego X saltó una altura H2, chocando con Y2, desviándose un ángulo A2, etc. Todo esto hizo que X pusiera su pie izquierdo sobre los audífonos, los cuales fueron aplastados con un peso W. Evidentemente la segunda explicación es absurda e innecesaria. No solo eso, al ser tan específica resulta siendo peor que la primera. El énfasis en X obscurece el hecho de que, si no hubiera sido X, es muy probable que otra persona habría pisado mis audífonos de todas maneras. Cuando mis audífonos se me cayeron en un concierto la probabilidad de que alguien los pise se incrementó a casi 100%, mientras que la probabilidad de que X haya tenido la trayectoria específica descrita en la segunda explicación era bajísima. La explicación general engloba de alguna manera a todas las posibles explicaciones específicas, tanto a la que ocurrió como a las que podrían haber ocurrido.

Ejemplo 2. El agua en un recipiente cerrado alcanza la temperatura de ebullición y el recipiente se raja. ¿Por qué se rajó? Una explicación es que, al alcanzar la temperatura de ebullición, el promedio de la energía cinética de las moléculas de agua se incrementó, lo cual hizo que estas golpeen más frecuentemente y con más fuerza las paredes del recipiente hasta quebrarlo. Es posible complementar esta explicación con más detalles, pero no siempre una descripción más fina va a ser mejor. Por ejemplo, de nada serviría identificar la trayectoria específica de cada molécula, la dirección que tomó al colisionar con otras moléculas o con la pared, la cantidad de colisiones que ocurrieron, etc. (datos que, además, son imposibles de conocer). Si la explicación consistiera en describir qué moléculas específicas golpearon la pared en qué momento, perderíamos de vista una información valiosa, a saber, que si no hubieran sido esas moléculas específicas otras habrían hecho que el recipiente se raje. El punto es que la explicación menos específica sí nos brinda esta información: ya que el promedio de energía cinética es tal o cual, es muy probable que haya un conjunto de moléculas de agua que golpee las paredes del frasco y lo quiebre. El nivel adecuado de descripción en este caso es el del conjunto de moléculas de agua como un todo, no el nivel de las moléculas individuales: menos detalle brinda mayor información.

Ejemplo 3. Una pareja de esposos comparte la misma profesión, son igualmente calificados, y ambos tienen la misma motivación para avanzar profesionalmente. Tienen una hija y no tienen ingresos suficientes para pagar una niñera o guardería. Entonces, la mujer decide dejar su trabajo. ¿Por qué dejó su trabajo? Primera explicación: las mujeres enfrentan una gran presión social por ser las que se encarguen de sus hijos en lugar de sus esposos (a ellas se les suele considerar malas madres si no lo hacen, mientras que a ellos no). Además, existen disparidades respecto al sueldo entre hombres y mujeres. En el Perú, a una mujer le pagan en promedio menos del 80% de lo que le pagan a un hombre por hacer el mismo trabajo. Ambos factores hicieron que la mujer termine decidiendo quedarse. Segunda explicación: ella es una persona muy práctica que está dispuesta a hacer sacrificios por su familia, a él no le gusta cambiar caquita, etc.  En este caso, la explicación psicológica hace que se pierda de vista el punto crucial: cualquiera haya sido la personalidad de los esposos en este ejemplo, es bastante probable que, dadas las condiciones estructurales de injusticia social, hubieran tomado las mismas decisiones. En este caso en particular, las explicaciones biológicas o psicológicas ocultan esta injusticia, mientras que la explicación estructural la resalta.

En los tres casos, prestar atención a los detalles individuales de un fenómeno no es tan importante como comprenderlo desde la perspectiva de la estructura de la cual forma parte. No se trata solamente de los audífonos y la persona que los pisó, sino de la situación general de dejar caer los audífonos en un lugar con cientos de personas saltando apretadas: si no hubiera sido esa persona, otra los habría pisado. Igualmente, no se trata de describir al detalle qué moléculas de agua chocaron con la pared, sino de la transferencia de energía que afectó al conjunto de moléculas como un todo: si no hubieran sido esas moléculas, otras habrían roto el frasco. Finalmente, no se trata de los esposos en sí, sino de la estructura de injusticia social de la cual forman parte. Si hubieran tenido una personalidad diferente, probablemente hubiera tomado la misma decisión.

Es importante notar que las explicaciones estructurales no se deben a limitaciones de información, pues incluso si uno tuviera acceso a todos los detalles en todos los casos, perdería información importante acerca de lo que hubiera podido ocurrir si las cosas hubieran sido diferentes en cierta medida. Esta información contraria a los hechos (llamada en filosofía ‘contrafáctica’ o ‘modal’) es crucial para poder explicar científicamente una gran cantidad de fenómenos. En ese sentido, la ciencia no se limita a describir lo que es, sino también lo que podría haber sido, pero no fue.

[Notas: El ejemplo de la temperatura es de los filósofos australianos Frank Jackson & Philip Pettit. El ejemplo de la pareja es de la filósofa estadounidense Sally Haslanger. El dato del gender gap en Perú es de ourworldindata.org]

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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ciencia, Filosofía

Hace menos de una semana el congreso peruano aprobó, con 49 votos a favor, la creación de una comisión para investigar los posibles efectos positivos del dióxido de cloro en relación al COVID-19. Muchas personas han señalado que con esto el congreso le está abriendo formalmente la puerta a la pseudociencia. Pero, ¿qué es la pseudociencia?

Cuando hablamos de pseudosciencia no nos referimos a casos de ciencia ‘mal hecha’, en la que los malos resultados se obtienen debido a errores metodológicos o de razonamiento (ej. cuando quieres hacer generalizaciones acerca de todos los adultos, pero estudias solamente a adultos hombres). Tampoco estamos hablando de casos de fraude científico, en los que científicos inescrupulosos alteran sus resultados o métodos intencionalmente con el propósito de engañar (ej. el famoso estudio de los noventas que reclutó niños con tendencia genética al autismo para ‘probar’ que las vacunas causan autismo). Del mismo modo, no nos estamos refiriendo a disciplinas o prácticas no científicas que ni siquiera pretenden serlo, como la literatura o la mayoría de las religiones. El asunto que nos ocupa es más profundo: ¿Cómo sabemos si una disciplina o una afirmación que pretende ser científica en verdad lo es? En filosofía, a este se le llama el problema de la demarcación.

Muchas ciencias han hecho afirmaciones equivocadas, y muchas pseudociencias de vez en cuando atinan a decir la verdad. Por lo tanto, no podemos resolver el problema de la demarcación diciendo simplemente que las ciencias dicen la verdad, y las pseudociencias se equivocan siempre.

Desde mediados del siglo pasado, ha habido varios intentos de solucionar este problema, siendo el más famoso el del filósofo austriaco Karl Popper. Aquí sin embargo me quiero ocupar de las soluciones más contemporáneas, las cuales suelen poseer dos características principales. En primer lugar, no se enfocan solo en las afirmaciones que se producen en una determinada disciplina, sino que incorporan también las actitudes de aquellos que practican dicha disciplina. Por otro lado, no buscan un criterio único sino más bien definen una serie rasgos comunes que distinguirían la ciencia de la pseudosciencia.

Por ejemplo, el filósofo inglés James Ladyman señala cuatro rasgos de las pseudociencias. En primer lugar, sus afirmaciones usan jerga científica, pero sin asignarle su contenido real (ej. sanación cuántica). Además, los que practican estas disciplinas no se esfuerzan en clarificar sus ideas, sino que las mantienen ambiguas y obscuras. En tercer lugar, suelen trabajar en círculos cerrados, sin molestarse en comparar sus resultados con los de otras disciplinas, y afirmando haber encontrado ciertas verdades que el ‘establishment científico’ quiere ocultar. Y, por último, los practicantes de pseudociencia suelen seguir a líderes de culto ‘que nunca se equivocan’. La idea es que solo las disciplinas que poseen estos cuatro rasgos son pseudocientíficas, sino que, digamos, poseer algunos de estos indica que hay algo de pseudocientífico en dicha disciplina.

La pseudociencia es popular por varias razones. En primer lugar, impresionada por la cantidad de casos de fraude científico o malas prácticas, mucha gente generaliza y concluye que es mejor no confiar en los científicos en absoluto. Lo que aquí se ignora es que en la gran mayoría de los casos son los mismos científicos los que descubren y hacen públicas estas malas prácticas. Otra razón es que los científicos suelen lidiar con asuntos complejos, y muchas veces no tienen respuestas para dichos asuntos: se desconoce el origen de algunas enfermedades, la efectividad de distintos tratamientos, etc. No pudiendo tolerar la incertidumbre científica, y muchas veces motivadas por la desesperación, las personas recurren a tratamientos alternativos que prometen soluciones a estos problemas. Lo que estas personas no toman en cuenta es que la investigación científica se da por definición en el límite entre lo conocido y lo desconocido, ¡si no fuera así no habría nada que investigar! Por naturaleza, la ciencia tiene que lidiar con la incertidumbre. Esto es algo que todos hemos podido ver de cerca durante la pandemia, pero no es ninguna novedad para los científicos.

Es difícil tener absoluta claridad respecto a la distinción entre ciencia y pseudosciencia, pero sí conviene darle vueltas al asunto, sobre todo ahora que nuestros ilustres congresistas han puesto sobre la mesa el tema de designar recursos públicos a la investigación de patrañas como el dióxido de cloro.

* Manuel Barrantes es profesor de filosofía en California State University Sacramento. Su área de especialización es la filosofía de la ciencia, y sus áreas de competencia incluyen la ética de la tecnología y la filosofía de las matemáticas. Obtuvo su doctorado y maestría en filosofía en la Universidad de Virginia, y su bachillerato y licenciatura en la PUCP.

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