TRES
Lo que sucedió el 85, mostró la importancia de Santana como estratega. Brasil estaba jugando mal, y unas semanas antes de las eliminatorias, lo volvieron a llamar. Sus elegidos fueron: Carlos; Leandro, Edinho, Oscar y Junior; Toninho Cerezo, Sócrates y Zico; Renato, Casagrande y Eder. Brasil ganó en dos partidazos, ante Paraguay y Bolivia.
Luego tuvo tiempo para rearmar el team para el Mundial. Fue de gira por Europa y concluyó que necesitaba variar el equipo: Falcao (32), había bajado ostensiblemente su nivel, y Cerezo (31) estaba lesionado. En la defensa Edinho (jugadorazo) reemplazó a Oscar y optó por un morocho llamado Julio Cesar (un crack que jugaría en la Juventus). Aparecieron Elzo y Alemao para la media y subió a Junior como 10. Sócrates se mantuvo de 8. Le dio vuelo a, un veinteañero llamado, Branco y Carlos reemplazó a Waldir Peres. Echó del equipo a Eder -el mejor puntero izquierdo de América- por una acción violenta en un partido amistoso. Hizo lo mismo, con un estúpido Renato Gaucho -estaba en su mejor momento- por indisciplina. Leandro renunció a ir al Mundial, hastiado por los requerimientos de O Mestre. En tanto, insólitamente, Pelé se ofreció -a los 45 años- a volver entrenarse y jugar por el Scratch, cuando el técnico lo considere. TS no le dio ni cinco de bolilla.
Con todos esos problemas, a cuestas, arribó a México. Y al principio costó. Recién en el tercer partido, el equipo funcionó. Goleó a Irlanda 3-0 y surgió un lateral de calidad: Josimar, que anotó un golazo. El partido de octavos ante Polonia reafirmó su poderío, con una goleada.
El partido ante Francia -merece una columna- marcó el fin de la generación de fantasía.
CUATRO
El técnico-autor siguió su camino. Dirigió al Mengao el 88, sin mucho éxito. Y en el 91, lo contrató el San Pablo. Ahí comenzó a armar un equipo con pretensiones, que con el tiempo se afirmó. Ganó el Brasileirao el 91 y conquistó la Copa Libertadores del 92. Se dieron a conocer los Cafú, Valber, Palinha, Zetti, Leonardo, Antonio Carlos, a excepción de Muller que ya había jugado dos Mundiales.
La Libertadores del 93 demostró que el equipo paulista era un equipazo. Ganó de forma impecable: goleando a Ñuls 4-0, Catolica 5-1 y doblegó (al mejor Cerro Porteño de la historia) por 1-0. La semifinal fue más difícil que la final.
Telê le refregó a todos los que le criticaron, que con su filosofía aún se podía ganar. La belleza no se podía (ni se debía) perder ante el vigor competitivo.
Las Copas Intercontinentales son una historia aparte. El árbitro, de la final de diciembre de 1992, Juan Carlos Loustau lo relató así.
-El Jet Lag fue el culpable de no poder pegar los ojos, entonces bajé al vestíbulo y justo ahí me vió Telê y me llamó.
-“Juan Carlos venga le voy a presentar a Johan Cruyff”.
-Todo había empezado 4 horas antes en el restaurant del Hotel de Tokio donde estaban alojadas ambas delegaciones. Johan y Telê compartieron, animadamente, una mesa. Desglosando anécdotas y principios que ellos mantenían enhiestos. Se respetaban mutuamente. Telê era admirador, a ultranza, de la Naranja Mecánica de 74 y el holandés del Brasil del 82.
-Hablaban del fútbol como si fuera algo sagrado. Decían que interrumpir un partido con lesiones fingidas, esconder del balón o hacer una sustitución para ganar segundos no les resultaba válido, recordó haber escuchado el argentino.
-Cruyff y Santana querían ganar, pero no de cualquier manera, no con patrañas. Tenía que ser con sus argumentos, que eran muy parecidos. Por ejemplo, hablaban con deleite del desafío de combinar la velocidad con la precisión, para sorprender al rival, recordó.
-Ellos querían ganar con su credo y coincidían en que respetarlo era la base del éxito. Bastaba ver jugar sus equipos para entender que lo que ellos pregonaban. Jugadas inútiles eran rechazadas por el brasileño y el holandés.
-Criticaban los centros al área que no generaban peligro. Decían que, si no había posibilidades de llegar con el balón a la cabeza o al pie de un compañero para buscar un gol, ¿para qué lanzarlos?
-Fui testigo privilegiado del pacto entre Telê Santana y Johan Cruyff, en la final Intercontinental de 1992, fue algo maravilloso y nunca lo olvidaré.
-Y pusieron la mano derecha, una encima de la del otro, para pactar que si aquel 13 de diciembre, algún jugador, del Sao Paulo o del Barcelona, se descontrolaba o no respondía al buen fútbol que ellos predicaban como religión, lo sacarían de la cancha.
-Trato hecho”, dijo entusiasmado Johan Cruyff.
-Participe usted”, me pidió Telé Santana.
-Y yo también puse la mano.
-No se cansaron nunca de hablar de fútbol. Hubieran seguido de no haber sido porque Telé y yo estábamos con el sueño cambiado. Eran casi las tres de la mañana de aquél 11 de diciembre y fue ahí cuando surgió el pacto, la apuesta por el juego limpio, expresó.
-El tiempo neto que se jugó fuere enorme, sin mala intención y con múltiples opciones de gol, dijo al repasar el encuentro ante 60.000 personas.
Al año siguiente se jugó ante el poderoso Milán. Este partido fue especial para el que suscribe. Tenía aún atragantado lo sucedido en 1982. Rossi me había jodido la adolescencia. Algo me decía que se podía tomar revancha. Lo vi acá, en Asunción, era domingo a la madrugada, estaba sumamente nervioso y acompañado de mi amigo Julio Cerna, que era también fana del futbol.
El equipo milanista era un equipazo. Se marcaron 5 goles. Anotó primero el Sao Paulo, luego empató el Milan, volvía a ponerse adelante el team paulista, y nuevamente empataba Papin. Hasta que Muller anotó el gol de su vida, a pocos minutos del final. Creo que pocas veces grité tanto un gol, levité y me abracé a Telê y a Toninho Cerezo. Nos desahogamos luego de 11 años.
Una hora después, me eché a dormir, en el más profundo sosiego, acompañado de una sonrisa inalterable que se dibujaba en mi rostro.
CINCO
Creo que ese es su mayor legado. Los jugadores que estuvieron bajo su tutela, reconocen su influencia y pudieron ver que Santana era un pedagogo (ahora sería un Coach) que inculcaba la mejora continua en el jugador, para poder obtener la inalcanzable perfección. Era consciente de lo efímera que es la carrera de futbolista; por tal motivo, aconsejaba a sus pupilos con respecto a sus gastos y la obligación que tenían de comprar la casa, en primer lugar. Los que, haciendo caso omiso a su consejo, compraban primero el auto, los puteaba de arriba abajo.
Falleció el 2006, pero su influencia permanece.
Y la gente aún evocará el Brasil del 82, o del Sao Paulo de los noventa y la sombra alargada de O Mestre.
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